Achiras: carnaval de colores

Yo no sé a ustedes, pero a mí me encantan las achiras (Canna indica). Tienen ese efecto hipnótico que prácticamente te obliga a mirarlas: hojas enormes de un verde tropical, a veces una altura de casi dos metros y flores vistosísimas anaranjadas, rojas, rosas o con pintitas aleopardadas según la especie. Crecen naturalmente en varias zonas de América, específicamente en regiones en donde hace calor todo el año y hay abundante agua.

Uno de los datos más sorprendentes de esta planta es que es casi enteramente comestible. Y de hecho muchas culturas indígenas la usaron como alimento. Se pueden comer sus rizomas (tallos subterráneos con yemas, que emiten raíces y brotes), tallos aéreos y semillas.

 

Las achiras que germiné en la ventana de mi casa. ¡El lugar después les quedó chico!

 

Si te tienta tener unas achiras en tu jardín, estás de suerte, porue son muy fáciles de cuidar y de propagar si les das las condiciones adecuadas.

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Cómo hacer esquejes para multiplicar tus plantas

Uno de los métodos de propagación de plantas más común y fácil es la multiplicación por esquejes. Y si te gustan las plantas estoy segura de que alguna vez lo practicaste, aunque no te dieras cuenta. ¿Cómo puede ser? Dirán algunos… pues bien, ¿nunca cortaste una ramita de un arbusto (¡ese que tenía unas flores divinas!), la pusiste en agua y ¡ups! enraizó? Bueno, eso es multiplicación por esqueje. Así de fácil.

En algunas especies este método se puede hacer insertando la ramita en el agua y esperando a que saque raíces, pero según me han dicho algunos profesores de jardinería muy sabios, no es lo mejor, porque las raíces que desarrolla la plantita son de inferior calidad.

Ahora bien, vayamos a lo técnico: la propagación por esqueje consiste en separar de una planta un trozo de rama que tenga yemas (esas pequeñas protuberancias que ves a lo largo de la rama, de donde después salen hojas y tallos), que se colocan en tierra para que echen raíces y se desarrollen.

Un proyecto de esqueje de lavanda, que se me murió… pasa, ¿vió?

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La peste del Oidio

El oidio fue la primera enfermedad que aprendí que podían padecer las plantas. Antes simplemente las catalogaba como enfermas o sanas, y ya.

Me acuerdo que me llamó la atención lo blanco que se había puesto un rosal, y como hacía poco me había comprado mi primer librito sobre plantas (“El jardín sin jardín” de Francisco Javier Alonso de la Paz – Ed. Agata) se me dió por fijarme qué podía estar ocurriendo.

Esto fue lo que aprendí gracias a esa lectura y a unas cuantas que vinieron después:

El oidio es una enfermedad producida por un hongo parásito (oídium leucocnium) que tiene la molesta habilidad de formar una red de filamentos blanquecinos y polvorientos en las hojas de las plantas. Lo podés reconocer muy fácilmente: aparece en la parte superior de las hojas en la forma de manchones blancos, de aspecto harinoso al principio, pero que después tienden a volverse grisáceos.

Un roble infestado del hongo del oidio, vía Gilles San Martin

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El Bulbine, una planta amigable

El Bulbine o bulbine frutescens es originario de Africa y es, sin lugar a dudas, una de las herbáceas más resistentes sobre este florido mundo. Tiene raíces tuberosas, hojas carnosas y unas pequeñas florcitas amarillas y anaranjadas que son una delicia para la vista.

La primera vez  que la vi, el Bulbine me parecía una planta “NI”. Ni linda, ni fea, ni llamativa, ni poseedora de ninguno de esos atributos que uno busca cuando sale a hacer shopping de plantas, tanto en el vivero como en el jardín de un amigo. Sin embargo, con el tiempo fui descubriendo sus “otras” cualidades, esas que hace falta ver dos veces para reconocer. Se trata de una de esas plantas que levantan un jardín, agregándole color y vida, ¡quizás porque sus flores están presentes todo el año!

Además tiene la siempre valorada capacidad de elevar el ego de cualquier jardinero ¿por qué? Porque no hay que hacer prácticamente NADA para que se mantenga siempre radiante y sana, simplemente acordarse de regarla de vez en cuando, y obviamente de abonarla cuando empieza a hacer más calor. ¡Ojo! Que en regiones más frías puede que pase un tiempito sin florecer.

Mi Bulbine

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Pulgones ¿qué son? ¿cómo combatirlos?

Bichitos democráticos si los hay, los pulgones no le hacen asco a ninguna planta.  Chupan savia  y deforman flores y hojas, que terminan retorcidas y pegajosas. Además, no contentos con eso, transmiten virus y pueden detener el crecimiento de las plantas.

Algunos tienen alitas y los hay de dos colores: verdes y negros. Los primeros suelen parasitar sobre plantas jóvenes, en las extremidades donde hay yemas en crecimiento. Los segundos en cambio aparecen después de los primeros, cuando las plantas ya son más maduras.

Suelen traer grandes problemas si no se los controla a tiempo. Para empezar, no hay más que decir que son excelentes compañeros de las hormigas, ya que segregan melazas y azúcares sobre las hojas, que estas amiguitas de antenas usan como alimento. Así, en una perfecta simbiosis, las hormigas ayudan a los pulgones para que generen azúcar.

 

Unos pulgones negros devorando mi plantita de Kalanchoe, que vive asediada por plagas

 

Para colmo de males, en las hojas “dulces” suele aparecer el hongo de la fumagina u hollín, que tapa de una película negra cuanta hoja encuentra en su camino, impidiendo que la planta haga fotosíntesis.

Los pulgones viven agrupados, y tienen un hambre voraz en primavera y en verano. ¡Cuidado que se camuflan muy bien! Asique hay que tener buena vista para detectarlos. Se instalan sobre todo en los pimpollos y en las partes más blandas de las plantas. Los brotecitos son deliciosos para estos bichos.

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El exceso de agua en las plantas

¿Vieron ese refran que dice “No sólo de pan vive el hombre”? Pues bien, no sólo de agua viven las plantas. Yo también pasé por esa fase: “Ayyy, mirá que feucho está el potus… le faltará agua, pasame el vasito que le echo un poco más”. Pues NOOOO. Las plantas se mueren mucho más por exceso de agua que por escasez, así que ante la duda, mejor abstenerse.

Reconocer una planta que literalmente se ahoga es fácil. Empieza a tener manchas blandas de podredumbre en las hojas, sobre todo en las que están más cerca de la base. La pobre además deja de crecer, porque con tanto barro ya no puede tomar los nutrientes de la tierra. Si además hay musgo sobre el sustrato o en la maceta ya podemos hablar, no de un potus, sino directamente de un alga. Para de regar, YA. El musgo crece sólo en los lugares donde hay agua, muuuucha agua.

Planta afectada por el exceso de agua. Las hojas amarillean y van perdiendo vigor.

Otro signo es el amarillamiento y posterior caída de las hojas, aunque además habría que prestar atención a otras señales, porque esto también puede indicar falta de hierro.

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El asedio de las cochinillas

¡Horror! Exclamé el día en que encontré uno de los arbustos preferidos de mi balcón con sus ramitas lleeeeeeenas de esta especie de caracolitos blancos, sumamente adheridos a todas las extremidades de mi plantita. De todos los bichos que pueden atacar una planta (sobre todo en las ciudades, que son lugar de infección y contagio por excelencia) las cochinillas son, desde mi punto de vista, los más repugnantes. No me pregunten porqué, simplemente me generan eso.

La cuestión es que un buen día me encontré con que mi pobre Nandina (ése es el pobre arbusto en cuestión, atacado por las cochinillas), estaba infestada de bichos. Ni cuenta me di de su avance, quizás por el hecho de que tiene hojitas tan coloridas y es tan tupida que no suelo prestarle especial atención a posibles enfermedades (cómo si me pasa con la Rosa China -Hibiscus, sp.- y el rosal, que se me viven enfermando). Nunca había visto estos animalitos, razón por la cual corrí a mis libros a ver con cuál de las plagas más comunes los podía asociar. Hete aquí que se trataba de cochinillas, y no sólo eso, sino que eran de una variedad específica, las acanaladas.

 

Cochinillas acanaladas, vía pau.artigas

Estos animalitos se adhieren fuertemente a la planta y la succionan, generando el amarillamiento del follaje y la caída de las hojas.

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Amor generacional por las plantas y el jardín

Mi primer contacto con las plantas vino de la mano de mis dos abuelas. La jardinería es sin lugar a dudas un arte que se practicaba y atesoraba más en su época, quizás porque junto con la cocina y otros pequeños y grandes placeres, había más momentos para ocuparse, para valorar los detalles y para dedicar tiempo cualitativo a la casa, la familia y los amigos.

La prisa y la ansiedad son dos estados que se llevan mal con la jardinería. Los procesos de la naturaleza no pueden apurarse y si osamos usar nuestros ávidos dedos para abrir los capullos, estos encima tienen el tupé de morirse.

No, definitivamente esta época de microondas, cursos exprés, y dietas milagrosas que prometen bajar 10 kilos en cinco días no es propicia para las técnicas milenarias de la jardinería, más adecuadas para los que se deleitan con los vericuetos del camino que para los apresurados que no hacen más que sufrir pensando en la meta. Yo no soy menos cuando de ansiedad hablamos, y si hay algo que puedo agradecerle a mis queridas plantitas es el haberme enseñado que hay un momento para cada cosa, y que eventualmente todo llega… a veces, varios intentos mediante.

 

Mi abuela Oti

Ahora sí, mis abuelas. De mi abuela Oti, que ya hace años se fue con El tata Dios, tengo el recuerdo de una tarde de verano caminando con ella, mi mamá y varias tías y primas por el jardín del campo. Debo haber tenido ocho años, no más. Y así, de sopetón, me sorprendo escuchando que la azalea estaba especialmente florida, que a las hortensias las habían regado al mediodía y se les habían quemado todas las hojas y que las flores del jazmín de leche estaban perfumando toda la galería. Qué bárbaro pensaba yo… todos esos nombres, todos esos conocimientos sobre las plantas. Me parecía inabarcable y fascinante a la vez. “Algún día yo voy a aprender sobre plantas, y me voy a memorizar todos sus nombres”. Bueno, es el día de hoy que no sé todo sobre plantas y menos que menos sé todos sus nombres, pero sé que todos los días aprendo un poco, y que paulatinamente voy a agregando sus nombres a mi biblioteca mental.

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Camelias, esas ilustres señoras

Si hay una planta que me encanta, esa es la Camelia. ¿Qué decir? No por nada fue la flor elegida por Cocó Chanel para hacer de ella la insignia de su marca (que hasta el día de la fecha se repite y se repite en sus colecciones) o título del gran libro de Alejandro Dumas “La dama de las camelias”.

 

Camelia, vía bluguia_pablo

Además de dar lugar a un lindo árbol cuando se le dan las condiciones necesarias, la camelia es una planta ornamental por excelencia, que nos da unas flores de película en pleno invierno.

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¿Qué sembrar en junio?

 

Aún estamos a tiempo. El invierno aún no llegó y el otoño todavía no se fue. ¡Hay mucho para hacer!

Aquí va una lista:

Una aljaba que fotografié en la Escuela de Jardinería y Floricultura Juan O´Hall

 

. Al aire libre:

–       Alhelí (como la canción) – (Cheirantus, sp.)

–       Amapola – (papaver, sp.)

–       Arvejilla de olor – (Lathyrus, sp.)

–       Caléndula (Calendula officinalis, sp.)

–       Claveles y clavelinas (Dianthus, sp.)

–       Crisantemos (Chrysanthemum, sp.)

–       Conejitos (Antirrhinum, sp.)

–       Fresias (Tritonia, sp.)

–       Gerberas (Gerbera jamesonii, sp.)

–       Lupinos (sólo para los que viven en climas muy fríos) – (Lupinus, sp.)

–       Manzanilla (Matricaria, sp.)

–       Malva (Althaea, sp.)

–       Pensamientos (Viola Tricolor)

–       Prímulas (Prímula, sp.)

–       Violetas (Viola, sp.)

Una azalea muyyy florida sobre Av. del Libertador, Buenos Aires

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