Oscars 2014: A Wolf at the Door

“I keep the wolf from the door but he calls me up, calls me on the phone, tells me all the ways he’s gonna mess me up” “A Wolf at the Door” (Radiohead)

Lo bueno de que ya sean casi las siete de la mañana – lo cual para mí implica que estuve trabajando ininterrumpidamente desde las siete de la tarde  – es que escribo con menos filtro, bastante cansancio y menor lucidez. Pero lo bueno de estas jornadas post-Oscars es, más que nada, que me llevan tanto a dejar testimonio de premios inconcebibles como manifestar mi agrado cuando una actuación con corazón se impone por sobre una más calculada. Corazón. Qué tópico ese. El mismo que me hace pensar que ahí, en lugar de Cate Blanchett (perdón, Cate Blanchett), debería estar Adéle Exarchopoulos. Ella y su llanto incontrolable. Ella y su compromiso en todos los estadios del amor (y otros demonios). El corazón pasó a pesar menos en esta entrega y en la puja entre el querer y el deber, el segundo infinitivo prevaleció. Debieron premiar a 12 Years a Slave, debieron olvidarse de Gravity, una película que esconde ese corazón dentro de su minimalismo narrativo pero que de todas maneras se permite mostrarlo. Lo muestra en esos pies que tocan el suelo y lo muestra en esa lágrima que flota y flota, como flota el deseo de Ryan Stone de encontrar algo por lo que vivir. Pero si hablamos de corazón, también está Rayon. Acomodándose las sandalias o jugando a las cartas con las medias rotas. Siempre con las medias rotas. Y si hablamos de corazón también están Theodore y Amy, quienes se reconectan mirando una ciudad que quiere acercar a tanta gente pero que a la vez es solitaria. Tan tan solitaria. Pero si hablamos de corazón, no hay otra película que lo tenga tan a flor de piel como The Wolf of Wall Street, como Marty – ese último gran héroe (punk)-, y como Leonardo DiCaprio. Un DiCaprio que se arrastra por diez minutos mientras Scorsese lo encuadra con toda la amplitud posible. Un DiCaprio que se deja someter por Venice mientras le pide que le diga “wolfie”. Un DiCaprio que enuncia con convicción “i will not die sober!” mientras su yate está a punto de ser dado vuelta. Un DiCaprio que se entrega. Y por “entrega” no hablamos de un papel modelo, de un papel serio, de un papel de temática relevante. O sí. Lo bueno de actuaciones como las de The Wolf of Wall Street es que te hacen cuestionar todos los calificativos. Porque sí, quizás sí sea relevante pasar más de quince minutos absortos en un monólogo que empieza con un pedido de silencio y termina con un grito desencajado. Quizás sí sea relevante, como lo dijo el propio DiCaprio, sentarse tres horas para una versión contemporánea de Calígula. Porque todo es cuestión de piel. Y contra eso, contra ese lobo que pisa con contundencia, no podemos hacer nada más que mirar, absorber. Reconocerlo es ineludible. Aunque para los Oscars todo se observe distinto e interpretaciones de esa magnitud siempre se terminen quedando en el umbral, sin entrada permitida a ese otro lugar al que muchos de nosotros llamamos gloria.

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¡Buen lunes feriado para todos! Los invito a comentar acerca de cuáles fueron, según sus predilecciones, los mejores y peores momentos de los premios Oscar de anoche; acá mismo los invito a leer toda la cobertura en la que estuvimos trabajando desde Espectáculos y si bien (como todos los años) me voy a tomar libre el martes para descansar un poco tras un día sin dormir, de todos modos les voy a dejar otro post especial sobre los Oscars (¿alguien dijo ‘Podcast’?); por otro lado, quiero felicitar a Josefina, María Fernanda Cedrón y Enrique Campos por ser los ganadores del Concurso, en breve me comunicaré con ustedes para hacerles llegar sus Cinéfilos; ¡espero sus comentarios y nos reencontramos en unas horas!

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UNO DE LOS MEJORES PREMIOS DE LA NOCHE…

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Composición: Tema libre (sexta entrega)

Lo piden, lo tienen. Les dejo este post abierto para quienes quieran comentar la entrega de los Oscars este domingo. Nos vemos el lunes con el post respectivo. ¡Saludos a toda la muchachada! 

La película de mi semana: The Goodbye Girl

“I hate those guys that walked out of here. I hate them. I’m the only one that’s coming back, and I’m getting all the blame” – Elliot Garfield en The Goodbye Girl

En lo que sería una suerte de anti-prólogo (por las citas apócrifas, por ser el propio autor el responsable del mismo, entre otras razones) a su bellísima e intrincada novela epistolar, La isla de los jacintos cortados (siempre me gustó más el subtítulo, Carta de amor con interpolaciones mágicas, porque toda la obra es una gran carta que enumera devociones, que hilvana sucesos), Gonzalo Torrente Ballester lleva a cabo dos procesos, uno más formal y otro más visceral. Por un lado, pone de relieve el contenido de su novela, su temática, el realismo mágico que le imprime a ella desde la primera frase. Por el otro, escribe sobre los finales. Escribe sobre su incredulidad respecto a la palabra “final”. Ballester juega con los sinónimos. Como todo escritor, intenta encontrar el término perfecto que se adecue a sus credos. Por lo tanto, entrecomilla el término final para remarcar lo arbitrario que puede ser y le atribuye otra connotación: la irrealidad. “Dice ‘forma’ quien dice ‘orden’; dice ‘final’ quien dice ‘redondeo’. Prácticamente toda narración puede ser infinita, igual que amorfa, como la vida. Darle un final, darle una forma, es la prueba más clara de su irrealidad. Por tanto, ¿para qué enredarnos más en elucubraciones? Como irreal te la ofrezco, que es a lo que intentaba llegar. Tú verás”. Claro que el modo en el que elige oponerse a la forma es precisamente lo que hace de su escritura una puramente formal, porque en ese tironeo con los géneros, en su ímpetu por oponer el mundo con la literatura para terminar fusionándolos (“mis ojos le dicen que soy un pobre buscador en el mundo, que no comprendo nada de mi destino ni del de los demás, que he vivido sin haber comprendido nada” es también otro pasaje sintomático de su autoconsciencia narrativa, porque adelanta el espíritu de lo que contará luego) y en esa constante reafirmación del texto como un proceso estrictamente testimonial (porque quien escribe lo hace a la par de otra actividad: el dejar un testimonio de su existencia en ese preciso momento), Ballester está eligiendo un estilo, lo está revelando, se está haciendo cargo de él. Me gustaeso de discutir el concepto de “final”, pero a su vez considero que muchos le damos un cierre a las situaciones para que la cabeza se reacomode a lo que sucedió y se acomode al porvenir. Sin embargo, ese infinito al que alude Ballester siempre nos pisa los talones. Rendidos, no tenemos otra alternativa más que reabrir finales (aunque más no sea en nuestra propia intimidad, aunque más no sea con nuestros propios pensamientos), a veces porque las historias no se acaban y otras porque es necesario no pensar en absolutos (las cosas pesan menos si se las piensa con mayor flexibilidad). La manera en la que Ballester escribe sobre los finales podría aplicarse a otro término: a la palabra “nunca”. Decirla se convierte en un acto reflejo de autopreservación, `pero ese “nunca” tiene un sinfín de variables. En The Goodbye Girl – adaptación de la brillante obra de Neil Simon -, aún con todos los clichés del género (el meet-cute inicial, la exasperación que se convierte en un amor ingenuo) y aún estando anclada en un modelo de película romántica bien representativa de su época (la actuación de Marsha Mason va por el mismo carril que la de Diane Keaton en Annie Hall), está atravesada desde su título hasta su final-que-no-es-final por la idea de interpelar las despedidas. Paula (Mason) deja entrar a su vida a Elliot (un descomunal Richard Dreyfuss), y se resiste a enamorarse por temor a que vuelvan a dejarla sin aviso. La película de Herbert Ross empieza y termina con el concepto de “adiós” como algo irreal (idéntico al que planteaba Ballester) y como si se tratara de un manifiesto en contra de las definiciones. Elliot le dice “good night” a Paula, mientras que ella siempre lo despide con “goodbye”. Hasta que todo cambia. Hasta que deja de ser imperativo el dar una conclusión porque quizás lo infinito (con sus cambios) sea aún más plausible. Todo depende de quién llega para golpear la puerta. Todo depende de qué tenga para ofrecer. Como reza en ese prólogo, el dar a conocer lo que podemos dar, la irrealidad de lo que podemos dar, con su multiplicidad de alteraciones, es un acto genuino que casi siempre necesita de una respuesta. Aunque esa respuesta sea una despedida. Mejor no temerles. ¿Cuál sería el punto? No se le puede temer a aquello que replicará en el futuro. Mejor convivir con el recuerdo a pelearlo. Ballester (hablándole a alguien, siempre hablándole a alguien) describió eso de convivir con lo que dejó de ser con siete palabras “acuéstate en mi olvido y vive allí“. Pocas veces el adiós (como en esa novela y como en la película de Ross) pudo representar una imagen tan poética como lo es la promesa de desafiar el olvido. 

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 ► [ESCENA] Elliot y Paula se conocen en The Goodbye Girl:

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 ► [ENTREVISTA] Neil Simon repasa las obras de su carrera y lo que escribió en The Play Goes On, su autobiografía:

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► [GALERÍA] Algunas frases inolvidables de la literatura según sus aportes del día:

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¡Buen viernes para todos! En este día, dos consignas: 1. Me gustaría que dejen citas de sus novelas y/o obras de teatro favoritas para compilarlas en una galería y, de paso, retomar la sección CINE & LITERATURA; 2. Como siempre, los invito a mencionar las películas de sus semanas y quienes hayan leído/visto algunas obras/ adaptaciones de Neil Simon, pueden explayarse al respecto; 3. En un plano más personal, les pregunto si creen en los finales como sucesos inalterables; ¡espero sus comentarios! el domingo les dejo un Open Post para que palpiten los Oscars quienes gusten, pero oficialmente nos reencontramos el lunes con el post/conclusión sobre la ceremonia y, claro, con el ganador del concurso ¡Buen finde para todos!

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[OFF TOPIC] Este sábado alrededor de las 11.30hs. estaré hablando sobre la previa de los Oscars en el programa Manifiesto de Radio de LT10 AM 1020, de la Universidad Nacional del Litoral de la ciudad de Santa Fe; les dejo este link a quienes quieran escuchar 😉

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Deathmatch: Películas ganadoras del Oscar

Si nos retrotraemos al período en el que la Academia premiaba películas como Annie Hall, Teas of Endearment o The Last Emperor, e incluso si vamos mucho más atrás para recordar el momento en el que It Happened One Night y Rebecca fueron elegidas como las mejores películas de sus respectivos años, llegamos a una conclusión irremediable: en las últimas décadas, independientemente de nuestras propias predilecciones, los Oscars activaron el piloto automático y, contrario a lo que se pueda creer, se cerraron aún más en sus visiones. Resulta paradójico que incluso incrementando la cantidad de películas nominadas no se perciba una mirada más amplia y menos perezosa. Por lo tanto, aunque los reconocimientos a No Country for Old Men, The Departed y The Hurt Locker hayan generado disenso y avivado el debate, se convirtieron en los pocos ejemplos de recientes triunfos en apartarse de la norma, una norma que incluye premios a A Beautiful Mind por sobre Moulin Rouge!, a Chicago por sobre The Pianist y a Gangs of New York o a Slumdog Millionaire por sobre Frost/Nixon. Sin embargo, los dos exponentes más claros de cómo la Academia casi siempre juega a lo seguro fueron los triunfos de Crash por sobre Brokeback Mountain y de The King’s Speech por sobre The Social Network. A la Academia no le gusta ser desafiada, en raras ocasiones se inclina por producciones herméticas con finales abiertos (de ahí que el premio a No Country for Old Men sea uno de los más interesantes de los últimos años), y por lo general hace llegar a una producción a un cierto estadio pero sin otorgarle el reconocimiento máximo. Esto sucedió con la película de Ang Lee y más notoriamente con la de David Fincher, que había sido la niña mimada de toda esa temporada de premiación. Ambas, a su vez, no pasarán a la historia como una de las mejores películas premiadas con el Oscar, pero sí como aquellas que en el inconsciente colectivo resuenan como ganadoras a pesar de no haberlo sido. Eso, claro, se lo podemos atribuir a un solo factor, a una sola conclusión reformulada de modo interrogativo: ¿cuánto más nos puede dejar The King’s Speech en una segunda visión y cuánto más tiene para ofrecernos la película de Fincher? En esa respuesta está la clave.

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► [UNA BUENA] Annie Hall gana el Oscar en 1977:

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► [UNA MALA] The King’s Speech le gana a The Social Network:

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► [COMPILADO] Todas las películas ganadoras del Oscar, desde Wings hasta The Artist (Argo no está incluída):

Academy Awards: Best Picture Oscar Winners from Nelson Carvajal on Vimeo.

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¡Hola a todos! Último Deathmatch “oscarizado” de los jueves: De todas las películas ganadoras del Oscar, ¿cuáles son sus favoritas y cuáles les parecieron injustamente premiadas? Los invito a hacer catarsis, no sin antes dejarles este machete para que hagan memoria; ¡los leo y nos rencontramos mañana, como siempre!

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DEATHMATCH WINNER… COMING SOON

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LA ÚLTIMA VEZ ENFRENTAMOS A… TODOS LOS ACTORES GANADORES DEL OSCAR

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GIF OBLIGATORIO:

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Agosto: Cuando las botas de una mujer definen su destino

Hoy en Cinescalas escribe: Lucila Bognanni

*Atención: se revelan algunos detalles del argumento

Agosto (obra de Trecy Letts/film de John Wells) nos habla, entre otras cosas, sobre un par de botas. Un par de botas podrían haber cambiado el destino de Violet (Meryl Streep) si su madre se las hubiese regalado a los treces años. Ella fantaseaba con llegar a la escuela con esas botas de cowboy y poder impresionar al chico que le gustaba, así podrían tener un tema de conversación. Pero nunca tuvo ese par de botas, se casó con el poeta Beverly Weston, tuvo tres hijas y un drama toda su vida. A Violet le habían diagnosticado cáncer de boca, y a pesar que el dolor era intenso y le quemaba, no se callaba nunca. Su personalidad la hacía ver un poco desalineada, medicada de más, quisquillosa y bastante complicada. Por otro lado, Violet siempre sabía lo que sucedía a su alrededor. Sin embargo, y a pesar de su sufrimiento producto de la enfermedad, Beverly no tuvo mejor idea que abandonar a su mujer. En el medio de la nada donde vivían, ella despertó una mañana y él ya no estaba. La desesperación por encontrarlo (magníficamente interpretada por Streep) fue lo que motivó la reunión de dos de sus hijas: Barbara (Julia Roberts) y Ivy (Julianne Nicholson). En una lograda escena, se las puede ver consolando a su madre hasta la aparición del sheriff con las peores noticias. Las hijas, al igual que la madre, acarrean un presente algo triste. Barbara es engañada por su marido, pero intenta que su matrimonio se mantenga en pie de todas formas, Ivy está enamorada de su primo hermano Charles, lo cual representa un problema para todo el núcleo familiar. Por otro lado, la hermana más chica, Karen (Juliette Lewis), es quien desaparece continuamente y quien continuamente cambia de pareja.

En el funeral de Beverly se reúnen todos. Violet, Barbara con su esposo e hija, Ivy, la tía Mattie Fae y su esposo y, claro, Karen con su nuevo y multimillonario novio. El pequeño Charles llega tarde pero en simultáneo llega a tiempo para la temida cena con el resto de la familia. Todo el drama de esta familia tiene su punto de inflexión (que se anuncia de manera lenta y progresiva) justamente en esa cena. La bendición a la comida trajo al mismo diablo a ella. Violet destapó la olla. Pelea con su hija mayor de la manera más típica. Todos los padres tuvieron una infancia complicada y le transmiten a sus hijos que aún así dieron lo mejor para que estén bien. A su hija menor no la registra y hasta su propia nieta es motivo de burla de todos en la mesa. Su ideología de no comer carne genera risas entre sus familiares, a pesar de que es ella quien deja un claro mensaje para todos. Resulta evidente que la familia Wetson solamente muestra lo infelices que son estas cuatro mujeres y ellas se saben destinadas a que se les pudra el corazón si no hacen algo rápido para estar mejor. Así, Karen es la primera en irse. Ivy, cuando se entera de que su primo en realidad es su hermano, decide amarlo y seguir con él. Barbara tarda un poco más en darse cuenta, porque es difícil abandonar a una madre cuando te lo da todo. No es sencillo mirar atrás. Mientras tanto, un poco de música country alivia el corazón de Violet cuando todos la abandonan. Porque como dijo su hermana, Mattie Fae, “los libros no hacen desaparecer a nadie”, lo cual pone de relieve una de las temáticas de esta historia: lo complejo que es hacerse cargo de la libertad y no rendirse a las ataduras.

Por Lucila Bognanni

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 ► [ESCENA]: “Eat the fish, bitch!”, una secuencia de Agosto con Julianne Nicholson, Julia Roberts y Meryl Streep:

  

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 ► [DE YAPA]: Un especial con el elenco de la película:

  

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¡Buen comienzo de semana para toda la muchachada! Hoy, dos consignas: 1. Quienes hayan visto Agosto, pueden opinar sobre ella en los comentarios, ¿les gustó o no tanto? 2. Por otro lado, me gustaría no solo que mencionen otras películas sobre la familia que consideren interesantes sino que además, quienes quieran, me cuenten cómo es la relación con sus familias y con qué integrante tienen un vínculo más estrecho (en mi caso, con mi hermano); como siempre, los leo; ¡que tengan un excelente lunes!

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—> La última vez escribió João Rodrigues da Silva sobre… AMERICAN HUSTLE

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[OFF TOPIC] Quería contarles que entramos en la última semana de recaudación para la película de Cinescalas; como ya lo he compartido muchas veces, llegamos a la meta pero todavía hay un margen de siete días para seguir colaborando; además, les quería contar que martes y miércoles voy a estar grabando un video más como previa a la película, y para que el equipo de producción se de a conocer antes de ir a visitarlos a muchos de ustedes; por ende, nos reencontramos el jueves; ¡gracias por la paciencia y gracias por haber hecho posible este documental!

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