¡Hola, jardineros! ¡Muy felíz 2016 para todos! El post de hoy, más allá de que hace rato lo quiero hacer, tiene un significado muy especial para mí: se lo voy a dedicar a mi papá, Raúl, que falleció hace pocos meses. Papá tenía una voz grave lindísima, dibujaba como los dioses y me dejó recuerdos muy lindos ligados a la jardinería, entre ellos, sus eternas caminatas por el jardín los días de calor, moviendo de un lado para el otro el regador para que el pasto no amarilleara. No va a pasar un día en que no lo extrañe o lo recuerde y he decidido que mi mejor forma de homenajearlo es vivir la vida a pleno cada día, recordándolo y celebrando cada momento que compartimos. Ahora sí, hecho mi pequeño homenaje, les dejo el post que nos convoca:
Para recibir el año armé un especial honrando a la flor nacional argentina, y sumé una recopilación con las 5 flores nacionales del continente Americano que más me gustan. Es una selección y soy consciente de todas las que faltan. Razón de más para pedirles que me cuenten en los comentarios cuáles son sus flores nacionales predilectas. Soy todo oídos/ojos 😉
La flor nacional de Argentina y Uruguay: la flor del ceibo (Erythrina crista-galli)
Foto: MGpanoramico
El pasado 22 de noviembre, en la Argentina, se celebró el día de la flor nacional, que no es más ni menos que la flor del ceibo, un árbol llamativo, miembro de la familia de las leguminosas, que se encuentra en el noreste y centro oeste de nuestro país. Es caduco (pierde las hojas), tiene un tronco fuerte, ramas retorcidas, hojas de un verde intenso y flores exóticas rojo bermellón. Yo los he visto a la vera de las rutas que van camino al norte (entre Salta Capital y Purmamarca) y sobre la 14, en Entre Ríos, y la verdad es siempre me parecieron espectaculares. Su inflorescencia fue declarada insignia floral nacional por el Poder Ejecutivo el 23 de diciembre de 1942, y desde entonces comparte el rango con Uruguay, en donde también le dieron ese estatus.
Foto: Cyril Benson
Hay una leyenda muy pintoresca asociada a este árbol, que tiene como protagonista a una muchacha guaraní llamada Anahí (la traducción al parecer es “bella como la flor del ceibo”) perteneciente a la tribu Guayaquí. Cuentan que la niña había sido agraciada con una voz muy dulce. Un día los conquistadores españoles la tomaron prisionera junto a varios miembros de su tribu, pero ella consiguió escapar, cercenando la vida a un guardia en el camino. No pasó mucho tiempo hasta que lograron capturarla, tras lo cual fue sentenciada a morir en la hoguera. El meollo de la leyenda es que en el mismo lugar en donde la pobre mujer sufrió en silencio el ardor de las llamas, los guardias encontraron a la mañana siguiente un árbol magnífico de flores muy vistosas: el árbol del ceibo.
Ahora sí, el resto de mi selección
La flor nacional de Cuba: la mariposa o caña de ámbar (Hedychium coronarium)
Foto: Wendy Cutler
Si bien es oriunda de Vietnam, se convirtió en la flor nacional de la isla por su fuerte impronta histórica: las mujeres la usaban como código secreto durante las guerras libertadoras del siglo XIX. Tiene un perfume delicioso y fue distinguida con el nombramiento luego de que la Argentina hiciera un pedido formal en 1936 para que Cuba tuviera representatividad en el Jardín de la Paz de La Plata, un espacio que alberga a cada una de las flores nacionales de los países que tienen sede diplomática en nuestro suelo.
La flor nacional de Panamá: la flor del Espíritu Santo (Peristeria elata)
Foto: Malcom Manners
Como muchas otras orquídeas que asemejan a otros seres vivos (ya vamos a hacer un post al respecto…) la peristeria simula tener una palomita blanca en su interior. Desafortunadamente esta gracia ha hecho que se la saquee de su hábitat natural, pasando a encontrarse en peligro de extinción. Es epífita (crece colgada de alguna superficie) y se la puede encontrar al interior de los bosques húmedos.
La flor nacional de Perú: la cantuta (Cantua buxifolia)
Foto: Dick Culbert
Se la conoce también como flor sagrada de los incas, ya que fueron ellos quienes decidieron cultivarla y dedicársela al dios del sol “Inti” debido a su gran belleza. Es también una de las dos flores nacionales de Bolivia. Se da únicamente en las zonas andinas, entre los 1200 y los 3800 metros de altura, en la forma de un arbusto que puede llegar a medir hasta 3 metros de alto. Las flores pueden ser amarillas, rojas, rosas o blancas.
La flor nacional de Méjico: la Dalia (Dahlia)
Foto: Audrey
Esta flor espectacular es originaria de Méjico y fue cultivada por los aztecas, quienes la llamaban xicaxochit, que en lengua náhuatl es algo así como “flor de camote”, un nombre que recibió por reproducirse mediante bulbos. Se hizo famosa en Europa gracias al botánico y médico español Francisco Hernández de Toledo, quien viajó a Méjico para estudiar su flora y fauna. En el viejo continente se realizaron hibridaciones de la flor, hasta lograr las espectaculares floraciones que conocemos. Su nombre se lo debe a un tal Andrés Dhal, discípulo del gran naturista sueco Linneo.
La flor Nacional de Paraguay: el Mburucujá o pasionaria (Passiflora caerulea)
Foto: André Zehetbauer
Esta flor casi casi se convierte en la flor nacional argentina, siendo finalmente el ceibo quien se llevara la coronita. No obstante en Paraguay sí le dieron el podio, honrando su gran belleza. Se trata de una especie trepadora nativa de Sudamérica, más específicamente de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile ,Colombia, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. Es muy fácil de cultivar y pertenece a la misma familia que la Passiflora edulis, que no es otra que la planta de donde sale el delicioso fruto del maracuyá.
La pasionaria también tiene su leyenda. Al parecer un sacerdote que había llegado al norte argentino para impartir enseñanzas en las misiones, en una de sus caminatas por la selva escuchó los gritos de una niñita que había sido cercada por un feroz yaguareté. Cuando acudió en su rescate, el pobre misionero atrajo la atención de la bestia, que se abalanzó sobre él son sus afilados colmillos y sus potentes garras, salvando la vida de la niña pero perdiendo la suya a cambio. En el el charco de sangre que dejó el felino nació después una planta de mbucuruyá o pasianaria, en recuerdo del valiente padrecito.
Como si esto fuera poco, su forma exótica fue asociada a la simbología cristiana. Los tres estigmas (o palitos en el centro) representan los clavos de Jesús en la cruz, el ovario representa el cáliz de la última cena, las cinco anteras representan las cinco heridas, la corola la corona, y los diez pétalos (cinco pétalos y 5 sépalos) los apóstoles (exceptuando a Judas y Pedro, uno por traicionarlo y el otro por negarlo). Además es una planta muy utilizada por la medicina alternativa: es sedante y sus infusiones sirven para apaciguar los nervios.
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