Lo que me falta es la falta de fe

“I have no heart, I’m cold inside I have no real intent… Save me, save me, save me I can’t face this life alone Save me, save me, oh… I’m naked and I’m far from home”

Luego de una breve conversación con su terapeuta en una iglesia, Cole camina hacia la salida. Segundos antes de exponerse al afuera, roba una pequeña estatua de un santo para su colección personal y se retira, ante la mirada extrañada de Malcolm. Luego de más de una década de no rever The Sixth Sense me reencontré con la película de M. Night Shyamalan y con ese pequeño momento en particular, y me reencontré pensando en cómo su perdurabilidad es totalmente independiente del giro del final. Por lo tanto, aunque en una primera medida quise verla para resignificar las secuencias en relación a su famosa vuelta de tuerca, terminé atestiguando cómo Shyamalan supo construir con una desolación absoluta la historia de ese niño (un Haley Joel Osment brillante) que está siendo bruscamente empujado a un mundo de hostilidad y de constantes susurros tortuosos. Así, The Sixth Sense no es tanto una obra sobre la redención de ese hombre que “falló” una vez y padeció las consecuencias (Malcolm, quien no pudo escuchar, no supo ayudar y se perdió a sí mismo en el proceso), sino más bien una que sondea el interrogante de la fe y los tres estadíos de Cole en su vínculo con ella: la búsqueda de fe (el niño tomando los santos en sus manos), el vacío ante las murallas que impiden su contacto con ella (su dolor por la incomunicación con su madre) y el encuentro con la misma (la respuesta que llega cuando llega la oportunidad de combatir la negación ajena mediante una charla). The Sixth Sense habla sobre lo complejo que puede resultar el reconocer que frente a nosotros siempre hay un otro proclive a querer compartir e incluso escéptico a la ayuda de terceros, alguien vivo que no logró darle un cierre al duelo (Lynn con su madre) o alguien muerto que no quiere aceptar ese fallecimiento (“Yo no quiero morir en este lugar, señor, salvame”). Cuando Cole se encierra en su universo para estar a salvo – una carpa hecha de mantas rojas y broches, decorada con esos santos protegiendo el fuerte -, Shyamalan pone en primer plano ese suspiro helado, ese pánico ante la inminente aparición de alguien que sufre, padece y lastima, difuminando así las líneas entre un mundo y el otro, como queriéndonos decir que todos buscan ser gobernados por la fe (donde sea que radique el concepto de la misma) pero que muchos no pueden evitar ser azotados por su carencia.

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► [ESCENA] La famosa confesión de Cole Sear en la película:

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► [DE YAPA]: Un trailer de The Sixth Sense editado como si fuera una comedia:

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¡BUEN MARTES PARA TODA LA MUCHACHADA! La consigna para el post de hoy es que mencionemos todas esas películas que se mantuvieron sólidas (o incluso que se superaron) con el paso del tiempo; ¿con qué films se reencontraron y sintieron que habían mejorado, pudiéndole encontrar siempre nuevas aristas?; como siempre, los leo; ¡Espero sus comentarios y nos reencontramos mañana! ¡Que tengan todos un excelente día!

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Weekend: Dos días en la vida

“We pencil-sketch our previous life so we can contrast it to the Technicolor of the moment. This is how we proclaim a beginning”Boy Meets Boy (David Levithan)

*Atención: se revelan algunos detalles del argumento

Las búsquedas siempre parecen conscientes o premeditadas. Quizás tenga que ver con las respuestas autómatas que damos ante la pregunta de cómo estamos, qué queremos, qué estamos haciendo. Pero en realidad, cuando buscamos algo, muchas veces nos arrojamos a eso sin saber bien el objet(iv)o. El verbo looking, con sus dos acepciones en inglés, fusiona la búsqueda con el acto de mirar, con el estar alertas a aquello que podría, aunque más no sea brevemente, cambiarnos la vida. En el terreno de lo romántico y/o sexual, la exploración es una acción que viene con el componente de la curiosidad por añadidura. Uno sale, mira sin mirar, experimenta, concluye esa empresa y se vuelve a su casa, en algún punto perdiéndose en el camino. “Call off the search for your soul or put it on hold again” escribió Alex Turner en “No.1 Party Anthem”, describiendo cómo la conquista nocturna nos libera de nosotros mismos porque también nos obliga a jugar un rol, a interpretar un papel, a despojarnos de todo aquello que pensamos en la semana, pensamientos que justamente están ligados a ese cómo estamos, a ese qué queremos y a ese qué estamos haciendo. Cuando salimos, cuando conocemos a alguien, cuando hacemos contacto visual, estamos interrumpiendo el autoanálisis o, como dice Turner, lo estamos pausando. El otro vendría a representar la posibilidad de mentirnos por unas horas, de proyectar una imagen idílica de nosotros mismos. Todo lo que soy siempre no si sé quiero serlo en una noche. La incertidumbre que trae consigno el acto de la conquista es análogo al de abrir muchas ventanas. Hoy abro esta, mañana otra, pasado otra, la semana siguiente otra, como si la apertura implicara necesariamente un desahogo. El futuro es tentador. La imprevisibilidad es tentadora. Uno puede llegar a preguntarse quién será la próxima persona a la que va a besar, quién será la próxima persona a la que va observar (cuando los ojos “invite you to approach”), quién será la próxima persona que va a sorprender y esas preguntas, al no tener rostro, nos recuerdan dónde reside el encanto de lo incierto. El acto de abrir ventanas es el acto de exponerse. Una acción depende exclusivamente de la otra. Porque sí, yo puedo salir, yo puedo buscar y encontrar, y buscar nuevamente y encontrar nuevamente también, y vivir, sentir y alimentar ese eterno ciclo. Pero la exposición está en la misma vereda del padecimiento y ya sabemos que el padecimiento es bicéfalo. Hoy quizás abra una ventana que me muestre un mundo interesante pero no demasiado prometedor y en unos días abra otra creyendo que es una más, parecida a tantas, y esa ventana termina siendo la más pesada. Ese salir, conocer y experimentar siempre parece ser una acción tripartita a la que se tilda de superficial o intrascendente. Pero hacerlo, realmente hacerlo, salir al mundo a buscar algo, no sabiendo bien qué, requiere de un alto grado de valentía. Me expongo y puede gustarme. Me expongo y puedo lastimarme. ¿Hasta qué punto logro esconder mi vulnerabilidad? ¿Acaso no es mi vulnerabilidad la que me conduce a ser algo que no soy? ¿Acaso la inseguridad no nos lleva a abrir más ventanas de las necesarias? “We accept the love we think we deserve”. En el espacio entre la búsqueda y la conquista hay un segundo en el que uno deja entrever cómo está y cómo quiere estar. Aceptamos lo que creemos merecer y eso dice mucho de lo que veníamos buscando, de cómo nos consideramos y de en qué etapa estamos.

“You’ll get your heart’s desire, I will meet you under the lights” “Marz” – John Grant

Glen (Chris New) está obsesionado con el participio cimentado. Pero no sólo en el nivel superfluo de no poder estar en un mismo lugar demasiado tiempo. Glen cree que todo lo que lo roza – desde su trabajo hasta sus amistades – se convierte en un peligro de estancamiento. Sus amigos inconscientemente disfrutan de su filosofía del “úselo y tírelo” porque no quieren perderlo. Su trabajo como artista le otorga una falsa sensación de libertad. Sus relaciones ocasionales alimentan su mantra de “I don’t have a boyfriend, I don’t do boyfriends”. Lo suyo no tiene ver con el letargo, con la pereza, con la necedad ante lo diferente o con un capricho infantil de no querer crecer. Glen es una persona que está intentando encontrarse a sí misma y, por lo tanto, su reinvención entra en comunión con la apertura de ventanas. Sale a boliches y a cada hombre le hace narrar los hechos de la noche anterior como forma de recopilar (para uno de sus proyectos de arte) la diversidad de las situaciones, de las aventuras. Pero sabemos que Glen miente. Que en ese afán por potenciar la sexualidad su anhelo por encontrarse es el elemento omnisciente (“I’m trying to re-draw myself, but everyone keeps fucking hiding my pencils”). Russell (Tom Cullen) está obsesionado con las historias. Su casa está enteramente decorada con objetos que compró en tiendas de caridad, como si quisiera hacer de su espacio personal uno en el que puedan caber los espacios de los demás. Como una manera de no sentirse tan solo. Russell también sale, también busca, también encuentra. Sin embargo, su homosexualidad no está tan al descubierto como la de Glen y, por ende, se muestra más reservado y menos emocional. Las similitudes entre Weekend de Andrew Haigh y Before Sunset exceden el juego con lo romántico-temporal. Los protagonistas de ambas películas hallan un modo de comunicarse consigo mismos (y, en consecuencia, con el objeto de su afecto) a través de la palabra. Jesse tenía sus novelas y Céline, sus canciones. Glen tiene sus narraciones orales y Russell, un diario virtual de todas las personas que conoce, donde detalla sus peculiaridades, esos gestos que diferencian a un hombre de otro, esos gestos tan particulares que enamoraban a Céline y que la llevaban a decir que lo que se perdió es irreemplazable. Cuando uno va a un lugar sin dilucidar qué va a encontrar, no sabe en qué se convertirá la persona que va a conocer. Una conversación puede ser una conversación trivial, una más del montón, uno casi nunca puede aseverar que está atestiguando el prólogo a una relación en el mismo momento en el que el prólogo se empieza a gestar. “There is an unspoken recognition as we share these stories – we can talk about the bad dates and bad boyfriends because this is not a bad date, and we will not be bad boyfriends. We forget the fact that many of our early relationships started in the same way” escribió David Levithan en Boy Meets Boy. La inconsciencia ante el comienzo de lo verdaderamente importante parece ser algo a lo que nadie le puede escapar. Weekend explora con una naturalidad que deviene en brutalidad el instante exacto en el que advertimos que esa noche no será una noche igual a otras y que esa persona que está desnuda al lado nuestro puede llegar a alterarnos. Con su segundo largometraje tras Greek Pete, Haigh – como también haría con “Looking for the Future”, el quinto episodio de su serie para HBO apropiadamente titulada Looking -, logra embotellar el segundo de certeza en el que un desconocido pasa a ser quien más nos termina conociendo.

“Estoy persuadido de que el enamorado que sufre no está dentro de la historia de amor, está en otra cosa que se parece mucho a la locura, no en vano se habla de enamorados locos”El grano de la voz (Roland Barthes)

Cuando somos compañeros de lo ocasional con alguien, en cierta forma estamos silenciando los problemas cotidianos y las mochilas que arrastramos. El pasado se anula. No sólo por la regla tácita de que no nos podemos exponer con tanta efervescencia en una primera vez sino porque el sexo es una posibilidad de empezar de cero. Cada encuentro es diferente. “Well, you know what it’s like when you first sleep with someone you don’t know—you like, become this blank canvas, and it gives you an opportunity to project onto that canvas who you want to be. And that’s what’s interesting, because everybody does it… and what happens is, while you’re projecting who you want to be, this gap opens up between who you want to be and who you really are. And in that gap, it shows you what’s stopping you from becoming who you want to be” le dice Glen a Russell la tarde siguiente a su primera noche juntos, aludiendo a cómo ese instante en el que uno pretende ser algo que no es el que te da la verdad irrefutable de quién sos vos. Es decir, ¿por qué digo que soy esto o lo otro? ¿por qué me muestro de tal o cual modo? La respuesta está en la antítesis de quien uno dice ser. Weekend se erige en esa premisa y va revelando la identidad de Glen y Russell a partir de una descarnada cotidianidad. Quien parece oponerse al compromiso es quien más necesitado de afecto se encuentra. Quien parece más seguro y posicionado es quien no terminó de resolver su pasado. En la escena más simple y extraordinaria del film, Haigh los pone a Glen y a Russell en una cama, mirándose, ambos conscientes de la inminente caducidad de sus encuentros (Glen tiene un viaje por delante y la relación no puede perdurar más de dos días), ambos ya convencidos de que lo furtivo pasará a ser indeleble. Glen le da la posibilidad a Russell de “salir del clóset”, ya que Russell es huérfano y nunca tuvo una historia de iniciación, o lo que él llama “el rito de pasaje de cada chico gay”. Glen pretende ser su papá y así Russell pone en palabras qué es lo que quiere, qué es lo que despierta de sus deseos, qué es lo que ama, qué es lo que es. Asimismo, del otro lado recibe el alivio (“well, you know what, son? It doesn’t matter to me. I love you just the same. And guess what? I couldn’t be more proud of you than if you were the first man on the moon”). Haigh, un amante incuestionable de lo prosaico, muestra a través de breves viñetas (una noche de droga y confesiones, un paseo en bicicleta, un viaje en colectivo, el estrenar un par de zapatillas que se tuvo guardado por meses, el preparar un desayuno) cómo dos personas encontraron su “hasta”. Hasta que Glen no lo conociera, Russell no iba a saber lo que era poner en palabras su sexualidad. Hasta que Russell no lo mirara, Glen no iba a saber lo que era llorar por amor en un andén. Hasta que ambos no colisionaran, ninguno iba a descubrir lo difícil que es realmente desnudarse ante el otro cuando el otro empieza a ser clave, complejo, pluridimensional (“I can flirt with the best of them, but only when it doesn’t matter. this suddenly matters” también puede leerse en Boy Meets Boy).

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Sobre el final, cuando Glen toma el tren y Russell lo besa (lo que se presupone que es su primer beso en público), ese joven artista que no tenía problemas en buscar la adulación con esos testimonios nocturnos inmortalizados, saca su grabador y se lo entrega a Russell. Weekend dice con gestos como esos (un roce de manos, un abrazo, una mirada ¿hacia el futuro?) cómo la dimensión temporal tiene tan poco que ver con la dimensión afectiva y cómo la progresión del vínculo se materializa en nuestras reacciones más espontáneas (“I met him two days ago, he doesn’t know me, I don’t know him, and he… I met him, like, two days ago, two days is nothing”). Por lo tanto, cuando Glen se desprende de su grabador, y cuando Russell se pone a escuchar lo que había relatado sobre esa primera noche juntos, sabemos que ambos dejaron de ser lo que eran hasta entonces. Glen no se quedará ni Russell le pedirá que se quede, pero uno puede decirle al otro lo fundamental sin exigir un sacrificio. Weekend, una historia de amor sobre lo bello que es abrirse ante un impulso, concluye con Russell apoyado en su ventana mirando hacia afuera, con el oído atento a sus propias palabras, esas palabras que tanto le costaba verbalizar. Haigh se va apartando de su microhistoria, se aleja del primer plano, abre la secuencia, y nos pone frente a ese edificio y sus múltiples ventanas, como diciéndonos que en cada uno de esos departamentos también hay búsquedas y también hay encuentros, con mucho o nulo potencial, con enorme o ínfimo valor, con luces prendidas o apagadas. Porque así como siempre hay ventanas más livianas de cerrar también están las otras…las que permanecerán eternamente abiertas. 

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► [TRAILER] Les dejo algunos fragmentos de la película:

WEEKEND trailer from Andrew Haigh on Vimeo.

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► [ESCENA]: Uno de los tantos bellos momentos de Weekend retratados por Andrew Haigh:

WEEKEND (2011). Andrew Haigh from Loutinen on Vimeo.

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¡BUEN JUEVES PARA TODOS! Tres consignas para el post de hoy: 1. ¿Vieron Weekend? ¿Qué les pareció? 2. ¿Cuáles piensan que son las mejores películas en mostrar el amor gay? 3. Ahora la consigna más personal: ¿se acuerdan de los mejores fines de semana que han pasado en sus vidas o de esa persona especial con quienes compartieron un vínculo fugaz? Por último, quiero contar algo: en la edición de Boy Meets Boy que tengo, hay una suerte de epílogo con preguntas a su autor, David Levithan; una de esas preguntas es “¿cuál es tu canción ‘elsewhere'”?, es decir, la canción que te hace cerrar los ojos y estar en otro mundo por unos minutos (tópico del que se habla en la novela); por eso, hoy jueves 31, en el día de mi cumpleaños, me gustaría que todos dejen sus canciones “elsewhere”, ya que quisiera musicalizar esta jornada con sus canciones especiales; dejo la mía: “Song for Zula” de Phosphorescent (seis minutos de teletransportación a otro lugar); ¡gracias por todo, muchachada, los leo y armaré una lista de reproducción con sus aportes! ¡que tengan un lindo día! NOS REENCONTRAMOS EL MARTES (el lunes se me complica enormemente actualizar)

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► [LISTA DE REPRODUCCIÓN] 50 canciones para teletransportarse (y algunos caprichos cumpleañeros):

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[OFF TOPIC] Lo conté ayer en un comentario pero lo reitero hoy para quienes no lo vieron: hace poco recibí un mail de una lectora del blog (estimo que reciente y esporádica) que solicitaba que subtitule todos los videos que publico y traduzca al castellano todas las citas de libros o canciones que acompañan los posts; hago público esto porque quiero hacer una salvedad: no tengo los recursos para subtitular los videos y, como saben, YouTube o Vimeo tiene muy poco material subtitulado, lo cual limitaría enormemente mis opciones de dejarles contenido multimedia; en cuanto a las citas, desde hace cuatro años que el blog tiene esa línea (no me gusta traducir las canciones) y afortunadamente hay muchísimos espacios en Internet que quizás se ajusten más a determinadas necesidades; Cinescalas seguirá de esta manera, lamento que se lo considere snob como me han hecho saber, porque quienes están acá siempre y quienes me conocen saben que este espacio es cualquier cosa menos eso; ¡eso es todo, muchachada, gracias por leerme!

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Deathmatch: Los mejores personajes femeninos de series

“Hay que confiar en la intuición, en el sueño, en lo irreal, en el sensible mundo de la imaginación. No es sólo una escapatoria, es el descubrimiento de la unidad del alma humana antes de la caída” Joaquín Nin-Culmell, hermano de Anaïs Nin, en el prólogo a los Diarios de infancia

La transición de la secundaria a la universidad o la transición de un ámbito familiar a otro que representa lo nuevo (por ende: lo inexplorado y lo amenazante en dosis simultáneas) está fuertemente ligada con el concepto de conocimiento. Uno se conoce más a sí mismo en la medida en la que se expone con otro grado de vulnerabilidad. Uno conoce más al entorno gracias a los momentos en los que esa vulnerabilidad hace su entrada. En consecuencia, la antítesis, el desconocimiento, también juega un papel en las alteraciones. ¿Quién soy yo verdaderamente cuando me sueltan al mundo? ¿Qué va quedando de la adolescente que buscaba definirse unívocamente como si eso fuera tan sencillo? ¿Cuánto me desconozco y los desconozco a ellos, a quienes forman parte de otro acto de mi juventud? Felicity (la serie) y Felicity (su protagonista) se hacen preguntas de manera constante porque no conciben la transición sin el autodescubrimiento. Y no sólo eso: Felicity Porter ahonda en cada día de su vida hablándole a un grabador, cuya cinta está destinada a su amiga/mentora Sally. Pero eso es indistinto, casi anecdótico. “Sally” (con la perfecta voz de Jeneane Garofalo) no es tanto una presencia sino más bien un símbolo de un anhelo por hallar un interlocutor, alguien interesado, alguien que sepa escuchar. A medida que Felicity va desentrañando la dinámica de la universidad y su lugar en ella, Sally deja de ser una confidente per se y se convierte en la figura instrumental que la joven requiere para poner en voz alta sus miedos, inquietudes y simples conquistas. Por eso la elegí para representar este post, porque cuando estaba anclada en la nostalgia (esa que implica el lidiar con las pequeñas muertes de nuestros estadíos que van permutando minuto a minuto), el personaje brillaba con la misma magnitud del corazón que la impulsó a anotarse en una determinada universidad con el fin de reencontrar el amor allí. Y de este modo llegamos a otro símbolo, de este modo llegamos a Ben, una suerte de entelequia, la excusa para que Felicity, casi sin notarlo, deje de hablar en función de otro y pase a adquirir una voz propia, la misma que capítulo a capítulo se dirigía a nosotros para hacernos saber cuánto nos duele el mundo cuando aprehendemos los cambios y cuánto nos recompensa el arrojarnos al vacío.

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► [ESCENA 1] Keri Russell como Felicity Porter en Felicity:

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► [ESCENA 2] Kristen Bell como Veronica Mars en la serie homónima:

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► [ESCENA 3] Anna Gunn como Skyler White en Breaking Bad:

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► [GALERÍA] Algunos grandes personajes femeninos que nos dieron las series, elegidos por ustedes hoy:

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¡BUEN MARTES PARA TODOS! Siguen los Deathmatch televisivos y hoy elegimos los mejores papeles femeninos que nos han dado las series, tanto en comedia como en drama y tanto protagonistas como secundarias; los invito a sumar en los comentarios a esas grandes mujeres de la televisión para, como siempre, armar una galería; ¡nos reencontramos el jueves, muchachada! ¡que tenga un excelente martes!

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LA ÚLTIMA VEZ ENFRENTAMOS A… LAS MEJORES SERIES CÓMICAS (GANADORA: SEINFELD)

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Relaciones famosas

Hoy en Cinescalas escribe: Pía Querejeta

Decir que Almost Famous es la película preferida de alguien no es novedoso. Imaginarse una vida de groupie luego de verla tampoco es muy difícil. Aerosmith y Bon Jovi son dos bandas de las que me hubiera hecho groupie (hasta stalker) de haber tenido la oportunidad. Nadie me preguntó, lo sé. Almost Famous fue también reveladora para mí, incluso más allá de lo que muestra, más allá de cómo su personaje principal persigue su sueño y a su banda preferida. Influyeron otros factores: la tenacidad de William para lograr la entrevista con el cantante principal, el descubrimiento del amor en ese camino y el sinfín de situaciones de puro rock que vive como proyecto de periodista de Rolling Stone. Sin embargo, a lo largo de la película mi atención estuvo puesta en la relación de William y su madre Elaine, interpretada por la talentosa Frances McDormand. Perdón: soy madre, soy hija y no puedo evitarlo. Soy una fanática de las relaciones interpersonales. McDormand interpreta a una querible neurótica, obsesiva y sobreprotectora mamá que vive preocupada por su hijo.

Dicen que cuando los chicos son más grandes también crecen las preocupaciones. Sin duda Cameron Crowe, escritor y director de esta genialidad de película, tuvo esta premisa muy en cuenta a la hora de sentarse con ambos actores para transmitirles lo que ellos debían generan en el público. Esta madre no descansa y sufre el minuto a minuto de la gira de su hijo con Stillwater, necesita saber de él a cada rato, escuchar su voz y tener la certeza de que va a volver. No juzgo a esa madre para nada. Si mi hijo a los dieciséis años viene a mí con un planteo similar, voy a tener que esposarlo, lo lamento. Pero más allá del chiste, la cara de tranquilidad de esa mamá cada vez que suena el teléfono de su casa y del otro lado se escucha un “hey, mom”, resume un poco esa relación, esa necesidad constante de la madre de saber si su hijo está bien y “a salvo” de las drogas y las mujeres. En la escena que comparto con ustedes hoy se vislumbra un poco esto que describo, es interesante cómo se repite esa dinámica de relación a lo largo de toda la película. Para esta nota, quise dejar el reviente y lo cool de Almost Famous, de lo que me parece que ya se habló mucho. Me entrometí en la relación de esa madre y ese hijo porque no pude evitarlo, porque, como dije más arriba, soy hija, soy madre y, por sobre todo, soy metida.

Por Pía Querejeta

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► [ESCENA 1] La secuencia del film de Cameron Crowe que Pía quería compartir con ustedes en su post:

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► [ESCENA 2] Mi momento favorito de la película (“uncool”):

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¡BUEN LUNES, MUCHACHADA! Arrancamos esta nueva semana del blog con cuatro consignas: 1. Explayarse sobre Almost Famous (¿les gustó? ¿no les gustó tanto?) 2. Así como Pía habló de su relación con su hijo, me gustaría saber cómo es el vínculo de los comentaristas de acá que son padres con sus respectivos hijos y a la inversa (¿cómo se llevan con sus padres?) 3. Siempre me encantó ese consejo de Lester Bangs en la película (“the only true currency in this bankrupt world is what you share with someone else when you are uncool”), por lo tanto, quisiera que compartamos cuáles fueron los mejores consejos (personales, profesionales, lo que sea) que recibieron en sus vidas; 4. Por último, Cristian Rueda propone una consigna melómana: ¿a qué grupo o solista seguirían a todos lados?¡eso es todo, muchachada, los leo! ¡nos reencontramos mañana, como siempre! ¡que tengan un excelente comienzo de semana!

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—> La última vez escribieron Jessica Taranto y Ezequiel Saul sobre… CINE Y COMIDA

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El post de los datos

En una charla/debate sobre Inside Llewyn Davis, le mencioné a alguien que mi admiración por esa película era tan grande como mi descontento ante la presencia de Carey Mulligan en ella. Hay algo en el tono de su voz, en su manera de enunciar sus opiniones sobre Llewyn, que simplemente no me resultaron del todo acordes a la narrativa de los hermanos Coen, como si estuviera actuando en un universo diferente. La otra persona me respondió que, sin embargo, tenía algo de sentido que ella interpretara a Jean. Yo lo pensé por el lado de su reencuentro post-Drive con Oscar Isaac, pero él me estaba hablando del matrimonio entre Mulligan y Marcus Mumford, líder de Mumford & Sons y uno de los reclutados por T-Bone Burnett para la banda de sonido del film de los Coen. Por lo tanto, que ambos formaran parte del mismo proyecto al que llegaron estando casados, explicaba por qué Mulligan y no otra actriz estaba allí para decir cosas como “everything you touch turns to shit, you are like King Midas’ idiot brother”.

Lo cierto es que esa anécdota me servía de puntapié para este post, en el que podremos compartir todos esos datos cinéfilos que fuimos acumulando a través de los años. Otro ejemplo: hace unos días, tras ver la brillante película Weekend de Andrew Haigh, me enteré que su protagonista (Tom Cullen, en una interpretación extraordinaria sobre la que escribiré la próxima semana) está en pareja desde hace años con…Tatiana Maslany. Asimismo, y como agregado a lo de Carey Mulligan, cuento que ella y Mumford mantenían intercambios epistolares desde chicos, un poco a la manera de Sam y Suzy en Moonrise Kingdom. Por último, y para no ser demasiado injusta con la actriz, debo reconocer que su interpretación de “Five Hundred Miles” es tan bella como la que hace su marido de “Fare Thee Well”. Pero no es secreto que para quien les escribe esa película es siempre bella, incluso por (o quizás debido a) su inherente melancolía. Ahora sí, les dejo este link en relación al post de hoy y procedo a leerlos a ustedes. Farewell.

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► [MOMENTO EN VIVO NÚMERO 1] Marcus Mumford interpreta junto a The Punch Brothers la canción “Farewell” en el show tributo a la película Inside Llewyn Davis:

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► [MOMENTO EN VIVO NÚMERO 2] Carey Mulligan interpreta, en el mismo show, “Go to Sleep” y “Five Hundred Miles” (esta última junto al gran Elvis Costello):

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¡BUEN MIÉRCOLES PARA TODA LA MUCHACHADA! Hoy les dejo este post “de los datos” que varios habían pedido; ¿cuál es la consigna? simple: que compartamos nuestros “¿sabías que…?”/trivia/datos cinéfilos con el resto de la comunidad; a ver qué tienen para contar, los leo en los comentarios; ¡que tengan un gran día! ¡nos reencontramos el lunes! PD. Pueden offtopiquear en este post, a falta de un post abierto esta semana

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¿REACCIONAREMOS ASÍ HOY?

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