¿Puedo poner el tiempo de mi lado?

Jennifer Egan abre su novela A Visit from the Goon Squad con una reveladora cita de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, aquella mediante la cual el autor alude a cómo para capturar la esencia de un momento no es necesario “ingresar a una casa o jardín donde vivimos en nuestra juventud” ya que la respuesta a la nostalgia está, paradójicamente, en el presente. Es decir, es en nosotros en quienes debemos explorar, dentro de la contemporaneidad, con el fin de rever el pasado. A simple vista, la obra de Egan – con facilidad la mejor novela que leí en los últimos diez años – es una acumulación de trece capítulos/cuentos cortos que no parecen tener demasiada conexión entre sí. De hecho, se ha dudado mucho de su condición de novela precisamente por esa decisión de la autora de saltar de una historia a la otra, como queriendo borrar la coherencia narrativa. Sin embargo, el talento de Egan reside precisamente en cómo cada uno de los capítulos están continuamente dialogando entre sí, y de un modo tan invisible que implica un ejercicio de memoria fascinante y apabullante. Es como si la autora quisiera que capturemos esa esencia a la que hacía referencia Proust con la vuelta de cada página. En el primer capítulo, titulado Found Objects, conocemos a la protagonista de la novela (aunque el concepto de “protagonista” aquí sea algo completamente relativo), Sasha, una joven cleptómana que trabaja como asistente de Bennie, un ex rockero de una banda punk que terminó erigiendo su propia productora discográfica. Egan se concentra en las especificidades de ambos (los objetos “encontrados” de Sasha, los “copos dorados” que consume Bennie) cuando posteriormente los sitúa en una cruzada que marca el leitmotiv de la novela: ambos quieren convencer a un trío musical de hermanas (The Stop/Go Sisters) a que vuelvan a grabar. Por extensión, Bennie quiere aprehender un tiempo que ya no está (cuando su banda, The Flaming Dildos, era su máxima conquista), actitud compartida con la mayoría de los personajes de la novela. Egan no solo escribe desde la perspectiva de un personaje diferente (o de varios) en cada capítulo sino que además se muda de continentes y de épocas, para que el impacto de reencontrar a un personaje perdido en una frase de aparente insignificancia sea aún más extraordinario. Cuando la creíamos Sasha ausente en la historia, alguien la menciona al pasar en otro episodio, reforzando cómo A Visit from the Goon Squad tiene como epicentro las variaciones de un habitual interrogante: “¿por casualidad conocés a…?”/”¿te acordás de…?”.

La novela de Egan es, entonces, un viaje. Un viaje que se resiste a lo lineal, que opera mediante capas (de personajes, tiempos, sensaciones, instrumentos) y en el cual la música es el corazón que la mantiene en movimiento. El duodécimo capítulo de la novela (titulado Rock and Roll Pauses) es un logro tan desconcertante como anómalo: está enteramente narrado a través de cuadros sinópticos hechos en PowerPoint. Hay una razón por la cual Egan optó por este modelo que prefiero reservar para quienes decidan verlo/leerlo, por lo cual solo mencionaré que está diseñado en perfecta sincronía con la voz del personaje que conocemos en ese apartado. Dicho personaje, un niño que está obsesionado por las pausas en las canciones, de algún modo se constituye en la consciencia del lector. Para Egan, pocos se encuentran exentos de querer encapsular un momento placentero, de tomarlo con las manos para volverlo eterno. Una canción podrá repetirse, sí, pero no tendrá el mismo valor de la primera vez que fue escuchada. “The pause makes you think the song will end. And then the song isn’t really over, so you’re relieved. But then the song does actually end, because every song ends, obviously, and THAT. TIME. THE. END. IS. FOR. REAL.” dicen en la novela, generando un efecto devastador que halla su génesis en la necesidad de tener al tiempo como aliado. Pero Egan no se detiene únicamente en reflexiones vastas sobre los ejercicios nostálgicos, así como tampoco se ciñe a los lugares comunes de la música como fuerza motora de los recuerdos. Su mano maestra está en el detalle. En personajes que se cruzan en un recital donde a su vez toca un músico que jamás pensó que su concierto podría ser un boom viral, donde a su vez aparece un joven deseoso de aprender que menciona el nombre de Sasha a otro personaje que a su vez la había conocido tiempo atrás, un tiempo en el que ese músico al que están oyendo no podía salir de su casa por miedo al fracaso. La fluctuación de las experiencias y lo impredecible que es el mundo a descubrir (“If I had a view like this to look down on every day, I would have the energy and inspiration to conquer the world. The trouble is, when you most need such a view, no one gives it to you”) se estrecha con lo aleatorio que puede ser un encuentro y la metamorfosis radical que puede llegar a producir. Me fue imposible no pensar en Boyhood y el reencuentro de Olivia con ese joven al que aconsejó años atrás y que luego pasó a ser manager de un restaurante, y en cómo Egan y Richard Linklater (quien debería adaptar esta novela) comparten la misma sensibilidad para abordar el binomio causa y efecto. La autora una vez expresó que aquello que más nos facilita viajar en el tiempo es la música, y con este grado de perfección lo traslada a su obra: “…the experience of music pouring directly against her eardrums—hers alone—is a shock that makes her eyes well up; the privacy of it, the way it transforms her surroundings into a golden montage…”. Muchas novelas nos sueltan la mano rápidamente, A Visit from the Goon Squad se aferró a mí y aún no consigo (ni deseo) desprenderme de ella. Su impacto es tan trascendental como el que quieren tener todos los personajes de su historia, ellos que desean escapar del “goon squad” (el escuadrón del tiempo) para reírsele en la cara después, cuando les llega el momento del triunfo (“I don’t want to fade away, I want to flame away – I want my death to be an attraction, a spectacle, a mystery. A work of art”). La realidad, claro, es que no todos pueden terminar con una sonrisa y que la contracara de esa trascendencia es lo más difícil y duro de digerir: el total e irrevocable olvido. 

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► [VIDEO] Jennifer Egan habla de su gran novela:

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► [MEGAGALERÍA] 150 personajes del cine (y algunas series) leyendo a su manera (spoiler alert: es genial):

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¡BUEN MIÉRCOLES PARA TODOS! En este nuevo post, retomamos la sección CINE & LITERATURA, con dos consignas: 1. ¿Cuál es el mejor libro que leyeron en el último tiempo? ¿Con qué libro están ahora? 2. ¿Qué director les gustaría que adapte su novela favorita? Con sus aportes, me gustaría armar una nueva galería con citas de las novelas mencionadas; ¡gracias por leer! Les cuento que mañana me salgo de agenda para publicar una original nota sobre el final de Mad Men que ha llegado a mi correo, y luego nos vemos el martes 26 post-feriado, con un texto sobre Inherent Vice; ¡hasta entonces, muchachada! PD. Recuerden que todos los jueves a las 12:00hs. me pueden escuchar en el programa Hoy es mejor por RadioYPunto 😉

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Appropriate Behavior: No soy esa clase de chica

“Suelo decir que hay que dejar que las mujeres escriban libros, pero también que por encima de todo sigan siendo fecundadas por otros libros (…) en nuestra vida nunca habrá monotonía porque en cada uno de nosotros hay siempre movimientos, renovación, sorpresas, ni siquiera la introspección ha sido una experiencia tranquila”Anaïs Nin

Hace unos días mi amiga Ana, quien ha sido fuente de ideas para algunos posts, me comentaba que al ver la película Shirley Valentine se le despertó un interrogante. La cito con su permiso: “me surgió la pregunta de cuál es nuestra fantasía hecha película, de qué mujer o tipo de mujer, es hoy nuestra Shirley Valentine, de qué película miramos y decimos ‘mirá qué genia esta mujer, yo debería hacer esto mismo y aplicarle una fuerza a mi vida que la haga correrse del rumbo que parece seguir'”. Su reflexión, como muchas cosas que (re)saltan dentro de lo cotidiano, terminó desembocando en este post, uno que llega luego de haber visto las producciones de la guionista y directora iraní Desiree Akhavan, quien me hizo preguntarme las mismas cosas que Ana. Appropriate Behavior, su ópera prima, es una prolongación mucho más adulta de su excelente serie web The Slope, aquella en la que exploraba todos los clichés que rodean a las distintas orientaciones sexuales, especialmente a la bisexualidad y a todos los que padecemos sus habituales mitos. Akhavan, como una manera de lidiar con el conflicto interno que le generaba hablar de su identidad sexual con sus padres, creó con ayuda de Kickstarter una sucesión de episodios breves en las que canalizaba todos sus pensamientos acerca de esos prejuicios sobre quienes se identifican como bisexuales (“indefinidos”, “promiscuos”, etcétera.), al tiempo que construía una historia de amor mundana en el mejor sentido del término. Su primer largometraje, por esa necesidad que a veces se tiene de poner etiquetas, ha sido comparado (certeramente) con el tono realista de Girls y con momentos de intimidad conmovedores dignos del Woody Allen de Annie Hall. Tironeada por diversas influencias, Desiree sigue un mandato que recientemente le escuché decir a Amy Poehler en relación a Broad City, otra brillante creación sobre la cotidianidad de la juventud en Brooklyn: “lo más difícil es encontrar tu propia voz, una vez que llegaste a esa instancia, tenés un poder que ya nadie puede quitarte”. Akhavan logra nutrirse (o fecundarse, si continuamos citando a Anaïs Nin) de inspiraciones como Lena Dunham (de hecho, formó parte de algunos episodios de la cuarta temporada de la mencionada Girls) y del Noah Baumbach de Frances Ha y aún así hallar su propia voz, una que le permite decir que no es cierta clase de chica al definirse como varias cosas en simultáneo.

“I have a drug problem and a love issue…or a drug issue and a love problem” le confiesa Syd (Ally Sheedy) a su mamá en High Art, la película indie de culto de Lisa Cholodenko. Akhavan se vale de esa misma simpleza para definir el presente (no somos una sola cosa, nuestros conflictos se mezclan, confunden, pueden generar tanto placer como desconsuelo) y en Appropriate Behavior habla del amor como algo cíclico, como un estado que empieza y termina, pero siempre dejándonos en una posición diferente. Por lo tanto, su película abre con el personaje de Shirin (interpretado por la propia directora) viajando en tren con la tristeza de haberse separado de su novia y concluye en otro tren, con una perspectiva antagónica. En el medio, Akhavan expone con perfectos saltos temporales, un alto grado de honestidad y un humor que nunca cae en el sarcasmo, todo lo que significa construir una identidad cuando ninguna pieza parece encajar. Por un lado, el tratamiento que se hace de la bisexualidad puede parecer anecdótico (Appropriate Behavior es una película sobre encontrar una estabilidad a secas) y, por otro lado, es aquello a lo que su directora alude como forma de volver visible el concepto. Su logro, entonces, es enorme: realizar una comedia romántica que reflexiona sobre las costumbres socioculturales, sobre la identidad sexual, sobre el (des)amor, sobre el tumultuoso mundo laboral y sobre lo complejo que es ser uno mismo en medio de tanta ebullición. Akhavan, como Shirin, no es la clase de chica que se comporta como la sociedad le quiere imponer (el irónico título de la película es bien claro en ese sentido) sino siguiendo su propia voz. Por lo tanto, y también como Shirin, es profundamente verdadera en cuanto a sus necesidades, incluso en los períodos en los que parece silenciada por miedo a la incomprensión. Porque ser honesto y verdadero no implica exponerse todo el tiempo, desnudarse ante los demás para demostrar desprejuicio, abrir la boca y dar una opinión tajante independientemente de las consecuencias. Ser honesto y verdadero también implica transitar el recorrido previo a la apertura absoluta, ese de las dudas, ese de la indecisión. Entonces, al quedarme pensando en el interrogante de Ana respecto a Shirley, lo trasladé a mi interrogante respecto a Shirin. No solo me vi en ella (y por extensión, en su creadora) por compartir la misma orientación sexual sino también por esa sensación de no querer pertenecer (mis decisiones laborales tuvieron mucho que ver con esto), de no querer responder a otra voz, ímpetu o deseo que no fuera el que se me presentara en cada momento. “I think there’s a reason I don’t belong, and it’s me too, we are not fit for each other” expresó Akhavan en relación a ciertos espacios en los que no se veía representada. Con ese mismo nivel de verdad, su película se erige como una obra independiente única que no solo valida sino que además celebra la vida en movimiento, la vida sorprendente, y el amor al que se lo experimenta del mismo modo: con vitalidad, espontaneidad y sin resistencia. 

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► [TRAILER] Algunas imágenes de Appropriate Behavior:

APPROPRIATE BEHAVIOR, einfach ungezogen - Offizieller Trailer from Queer Cinema TV on Vimeo.

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► [DE YAPA] Un episodio de The Slope, la serie de Desiree Akhavan que inspiró su ópera prima:

Season 2, Episode 1: "Taking Space" from The Slope on Vimeo.

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► [GALERÍA] 50 mujeres creativas que despiertan su admiración; gracias por los aportes mencionados:

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¡BUEN MARTES PARA TODA LA MUCHACHADA! En este nuevo post, tres consignas: 1. Explayarse sobre Appropriate Behavior quienes la hayan visto 2. ¿Qué personajes cinematográficos los ha inspirado y por cuáles sienten admiración? ¿Hay algunos con los que se han sentido muy identificados? 3. Asimismo, me gustaría saber cuáles son las voces femeninas del cine o la televisión que consideran talentosas; con sus aportes armaré una galería; nos reencontramos mañana en un post literario, ¡que tengan un excelente día! PD. No se olviden de que la BASE DE DATOS del blog se actualiza todas las semanas, están invitados a consultarla cuando gusten 😉

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Hit the Road Max

Hoy en Cinescalas escribe: Eduardo Blake

*Atención: se revelan algunos detalles del argumento de la saga Mad Max, incluida la reciente Fury Road

“Mi nombre es Max”, se escucha en voz de Tom Hardy, y es con esa simple frase que regresa, tras una ausencia de treinta años, uno de esos personajes que han dejado su marca en la historia del cine. Max Rockatansky, el guerrero del camino, ha vuelto. Interpretado en tres ocasiones por Mel Gibson (rol que lo llevó a ser conocido en Estados Unidos), es ahora encarnado por Tom Hardy (Inception, The Dark Knight Rises). Qué mejor ocasión para mirar hacia atrás y repasar esta saga. Para sus comienzos, debemos remontarnos a 1975, cuando un joven doctor de nombre George Miller, inspirado en tragedias cercanas y en sus observaciones trabajando en una sala de emergencias en Sidney, decide retratar un futuro distópico, brutal, donde la violencia vehicular gobierna los destinos de la humanidad.

Mad Max (1979), la primera película de la saga, fue una producción independiente, realizada con recursos escasos y poca financiación, pero con mucha pasión. Como protagonista, Miller elegiría a Gibson, un actor hasta el momento desconocido con algunos papeles menores en televisión y cine. En una frenética persecución se nos introduce a este mundo, un futuro no muy lejano, de policías violentos y criminales aún más violentos, que dirimen sus batallas en la carretera. Todavía subsiste la civilización, pero a través de pequeños detalles, Miller nos muestra un mundo en caída libre. Mientras que las pandillas se vuelven cada vez menos humanas y más animales, la policía se vuelve brutal, casi una pandilla más que habita una pocilga derruida e inmunda, y que pone en peligro a los ciudadanos que debe proteger. Es un mundo habitado por personajes delirantes pero enigmáticos, Miller sabe muy bien cómo retratar el sentido que una mente quebrada impone a la realidad. El cautivante líder de los motociclistas, Toecutter (Hugh Keays-Byrne), ejerce sobre sus hombres un efecto casi mesiánico: parte filósofo, parte demente, parte guerrero del camino, es un enemigo a temer. Su nombre nos remite a cierta brutalidad sin sentido, más nunca explicitada. Miller prefiere dejar a la imaginación de la audiencia muchos pormenores de su mundo.

Al principio de la película un villano menor, The Nightrider (Vince Gil), se define a sí mismo como “una máquina suicida llena de combustible”, y se embarca en un viaje sin destino, tratando de llevarse por delante al mundo entero de ser posible, mientras alterna entre el éxtasis de la velocidad y un profundo quiebre psicológico expresado, sorpresivamente, cuando exclama entre lágrimas que “no queda nada, todo se ha ido”. Es en ese momento que podemos apreciar lo que George Miller quiere mostrarnos. No solamente un futuro devastado o una sociedad corrompida y en decadencia, sino las formas en las que las personas reaccionan ante ello. Parecen quedar solo dos caminos, aferrarse a lo que quedó y luchar, tal vez futilmente, para que vuelva a ser como antes; o abrazarse a la locura, montar un vehículo y salir a terminar con todo.

Max camina un delicado equilibrio entre ambos extremos, y la película es un recorrido por su tragedia. Su familia es el ancla que lo mantiene con cordura, mientras otras fuerzas lo llaman a sumarse a la demencia del mundo, entre ellas su capitán policial que le ofrece un auto especial (el maravilloso V8 Interceptor) para mantenerlo en la batalla. Max mismo es quien le dice que “si pasa más tiempo en esa ruta, seré uno de ellos, un loco terminal”. Él tratará de reconectarse con su humanidad al compartir más cosas con su familia, pero terminará perdiendo ambas y liberando a su ser más puro. Su mujer, su pequeño hijo, su mejor amigo… todos caen uno a uno. En su brutal búsqueda de venganza, Max terminará la película casi en un círculo, convirtiéndose en algo próximo a lo que cazaba al principio, una fuerza casi imparable, un guerrero del camino dispuesto a todo.

La segunda película de la saga, Mad Max 2 – The Road Warrior (1981), presentaría un mundo que ha dejado definitivamente la civilización atrás, para caer en una barbarie en estado puro. Ya no hay casi vestigios de civilización, sino una enorme desolación poblada de pandillas, cada una más demencial que la otra. Si la primera película fue el descenso de Max al infierno, esta será su primer paso para su eventual regreso a la humanidad. Con ciertos detalles que recuerdan a un western, Max se topa, casi accidentalmente, con un conflicto ajeno, entre las cohortes bestiales de Lord Humungus (Kjell Nilsson) y los sobrevivientes liderados por Pappagallo (Michael Preston). El imponente Lord Humungus, una extraña cruza entre Jason de Friday the 13th y un luchador libre sadomasoquista, es un líder que reúne en torno a sí mismo a cascarones vacíos de humanidad, bestias apenas humanas que ríen como hienas frente al sufrimiento propio y ajeno, destacándose entre ellos el perturbado Wez (Vernon Wells).

Muchos de los personajes de esta película son construcciones mínimas, a veces sin tener siquiera nombres, como el Niño Salvaje, el Gyro Captain y la Mujer Guerrera, por ejemplo. Son los roles que cumplen y sus acciones los que definen su ser, y las que nos permiten imaginar su pasado y sus motivaciones. Max es el protagonista de la historia, más no su héroe. Ese rol queda reservado para Pappagallo, reserva de moral y razón en este mundo despiadado, quien está dispuesto a pagar un alto precio por la supervivencia de sus amigos. Es él quien busca hacer renacer la chispa de humanidad en Max, y quien se mantiene firme frente a la locura reinante. Forzado por las circunstancias, Max aceptará ayudarlo en su lucha, y redescubrirá, de a poco, que algo de humanidad queda en él, más no la suficiente como para abandonar el camino y la batalla sin fin. Es en esta película donde George Miller creará una secuencia memorable que se volvería casi su firma característica: una enorme persecución que involucra al menos una decena de vehículos simultáneamente, donde la acción no se detiene. No hay palabras para describirla, sino que debe ser vista, es una secuencia que le aseguró a su director un enorme lugar en la historia del cine. Lo que se ve es tan brutal que no se puede evitar pensar por lo que habrán pasado los extras, dobles y actores para traer este entretenimiento a nuestras pantallas.

Con el estreno de Mad Max: Beyond Thunderdome (1985) concluirá la trilogía original. Con la presencia estelar de Tina Turner como la villana de la entrega, esta Mad Max es más moderada en cuanto a su violencia pero no en su locura. Nuevamente vagando por las tierras desoladas, Max se topará con Bartertown, una antigua mina convertida en una ciudad donde reina el trueque. Gobernada por Aunty Entity (Turner), en Bartertown rige una extraña forma de justicia, que intenta armonizar la ley del más fuerte con un sistema para resolver los conflictos y reducir los daños: el Domo del Trueno, donde la única regla es que “Two Men Enter, One Man Leaves” (“Dos hombres entran, solo uno sale”). Por lo tanto, hay lugar para una pelea a muerte, con presentador incluido para animar el show, y una rueda de la fortuna para que la suerte decida castigos menores. Max se verá involucrado en las luchas entre el personaje de Turner y el dúo Master Blaster (Angelo Rositto & Paul Larsson), en una peculiar alegoría al conflicto entre quienes tienen el poder político y quienes controlan los medios de producción, en este caso los cerdos que producen los desechos que se convertirán en energía para toda la ciudad. Reclutado como asesino, Max descubrirá que todavía posee límites morales, al no poder cumplir con su encargo al revelarse que debe matar a una persona con problemas mentales.

Beyond Thunderdome es en verdad casi dos películas distintas en una, que se unen para el acto final. Tras ser exiliado de Bartertown por su fracaso, comienza una nueva trama, con Max siendo encontrando en el desierto por un grupo de adolescentes y niños, los últimos sobrevivientes de un catastrófico vuelo que quiso escapar de los conflictos apocalípticos, y quienes se han criado entre ellos mismos, sin adultos. Asimismo, con vagos recuerdos de la civilización crearon sus propias tradiciones y leyendas, incluido su propio Mesías salvador, el Capitán Walker, el antiguo piloto del avión con el que confunden a Max. Estos niños perdidos viven en un paraíso, aislados de la violencia del mundo, situación que para algunos de ellos no es suficiente. Buscan algo más, queriendo ir a las ruinas del pasado para construir un nuevo futuro y descubrir su historia y su destino. Max asume rol de padre forzosamente, para evitar que se lastimen, pero la rebeldía adolescente perdura y ellos escapan. Max, pudiendo quedarse y liderar al resto en paz, decide en cambio ir en su rescate, consciente de lo que les espera allá afuera, renaciendo definitivamente su humanidad. Ambas tramas confluyen para concluir en una nueva persecución multitudinaria, donde Max elegirá sacrificarse para asegurar la supervivencia y felicidad del resto, mientras él continúa recorriendo el mundo, recuperando su humanidad poco a poco.

En 2015, Max finalmente vuelve con Fury Road. Para esta ocasión, George Miller refina su fórmula y se concentra en contar su historia a través de una larga secuencia de acción, pero sin caer en una mera acumulación de explosiones sin sentido. Lo que es fascinante de esta entrega es su núcleo emocional, los sentimientos que corren implícitos por debajo de los disparos, las muertes y los sacrificios de los personajes. A través de miradas y simples gestos se prefiguran magistralmente personajes profundos, reconstruyendo la audiencia sus historias, anhelos y sufrimientos. Estructurada como una larga persecución, la acción solo se detiene para dar breves respiros no solo a los personajes sino también a la audiencia, que se recupera de la espectacularidad y demencia que está viendo en pantalla. Fiel a la tradición, Max queda nuevamente atrapado en un conflicto que le es ajeno, en el cual Furiosa (una excelente Charlize Theron) es su principal motor. Atormentado por los fantasmas de aquellos que quiso (y no pudo) salvar a lo largo de los años, inicialmente Max solo quiere seguir sobreviviendo, sin involucrarse con nada ni nadie; sin embargo, poco a poco su humanidad vuelve a despertarse, junto a su sentido del deber y sacrificio por los demás. 

En esta ocasión, Miller construye una imagen de una sociedad salvajemente civilizada, en torno a una religión atroz que mezcla aspectos de la mitología nórdica de la muerte gloriosa con la mecánica de los motores. Gobernada por un señor supremo, Immortan Joe (nuevamente Hugh Keays-Bryne), quien decide sobre la vida de todos y cada uno de sus habitantes. Con solo algunas escenas, Miller es capaz de mostrarnos la decadencia de un mundo donde los seres humanos (y en particular las mujeres) son meros objetos u propiedades. Una sociedad donde las personas son drenadas de sus recursos (sea su sangre, su leche materna, sus úteros o sus cortas vidas en el caso de aquellos con defectos radioactivos), en torno a la gloria del líder. Es contra este mundo que Furiosa se rebela y del que tratará de rescatar a otros. En su camino en la búsqueda de su propia redención, se encontrará con Max y enfrentará su pasado en un viaje que la marcará para siempre. 

Cuando todo es oscuro, es Max quien traerá de vuelta la esperanza, y es él quien, conforme a su leyenda, partirá nuevamente hacia el desierto, en busca de un sentido para existir que todavía lo elude y del que saborea tan solo recuerdos, mientras ayuda a otros a sobrevivir.

Por Eduardo Blake

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► [TRAILER] El adelanto de Mad Max: Fury Road:

Mad Max: Fury Road - HD Trailer from Nueplex Cinemas on Vimeo.

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► [DE YAPA] Un compilado de Mel Gibson en la saga de George Miller:

Mad Max ▲ Mel Gibson from The 80's Dreams on Vimeo.

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¡BUEN LUNES PARA TODA LA MUCHACHADA! En este gran post de Edu, cuatro consignas elaborados por el autor de la nota: 1. En primer lugar, ¿vieron la trilogía de Mad Max? ¿Qué opinan de ella? 2. Asimismo, ¿pudieron ver ya la cuarta entrega, Mad Max: Fury Road? ¿Les gustó? 3. ¿Qué otras películas similares conocen? ¿Alguna favorita? 4. Por último, ¿qué se pondrían para disfrazarse al estilo Mad Max? Bonus Point si hay foto; ¡eso es todo lo que Edu quiere saber! ¡los leemos en los comentarios! Los espero mañana en el post sobre Appropriate Behavior; ¡que tengan un excelente comienzo de semana! 

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*ESTA SEMANA:

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*EL RECORDATORIO DE CADA LUNES:

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 La última vez escribió Lorena Yscara sobre… DAREDEVIL

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En menos de un mes: NO ESTÁS SOLO EN ESTO en Córdoba

Si han seguido el proceso de recaudación, el proceso de filmación y el proceso de proyecciónde No estás solo en esto sabrán que, teniendo en cuenta sus condiciones de rodaje y presupuesto, es un documental muy independiente que no puede (por el momento) ser estrenado de manera comercial. Creo que es universal la sensación de querer compartir algo que uno hace con la mayor cantidad de gente posible. Sin embargo, que el documental haya sido financiado en este lugar sin empuje corporativo y que haya sido – en todos sus aspectos – una obra comunitaria me lleva a pensar que mostrarlo en contextos más íntimos es parte de su condición y de su encanto. No cambiaría este Diario de proyección por nada. El ritual de mostrar la película, hablar con la gente que acude a verla y salir a tomar algo con ellos luego es una de las recompensas que me ha dado todo el intenso desarrollo. ¿Próxima parada? Córdoba Capital. En el marco del Museo Emilio Caraffa, el sábado 30 de mayo a las 18:00hs., estaré presentando el documental, con entrada libre y gratuita. Quiero agradecerles especialmente a María José Cisneros de la Escuela de Cine La Lumière por contactarme y gestionar la proyección y a Javier Correa Cáceres por mover los hilos desde allá también. Como siempre, el gracias lo hago extensivo a todos los que colaboraron con el documental y a todos los que forman parte del blog, ya que de lo contrario ni un libro ni una película hubiesen sido posible sin la comunidad como receptora de lo que hago. Nos reencontramos el lunes, muchachada. Hasta entonces. 

It Follows: Inocencia interrumpida

“You sit there in your heartache,
waiting on some beautiful boy
to save your from your old ways
You play forgiveness.
watch it now, here he comes 

He doesn’t look a thing like Jesus
but he talks like a gentlemen
like you imagined when you were young”The Killers 

En la transición de la adolescencia a la adultez, y al hablar estrictamente sobre el contacto físico con otra persona, uno de los aspectos que pueden llegar a perderse con mayor facilidad es el de las largas sesiones de besos prolongados o el de las largas sesiones de incertidumbre previas a esos besos prolongados. En la adultez, el beso quizás no se disfruta tanto en el aquí y ahora sino como puente para lo que conlleva. Asimismo, es posible padecer esa necesidad de besar que despierta nervios y miradas de reojo, pero se trata de una necesidad que, al ser compartida, se satisface con rapidez. No hay urgencia o presura, hay concreción inmediata. La ópera prima de David Robert Mitchell titulada The Myth of the American Sleepover es una coming of age acerca del querer mantener en una burbuja ese despertar sexual, esa persecución más ingenua del objeto de deseo. El marco elegido para ilustrar esa búsqueda es el de los suburbios de Detroit, pero su representación genérica explicita el leitmotiv narrativo: no se trata de exteriorizar sino de interiorizar. Mitchell opta por focalizar en una suerte de ceremonia o peregrinación adolescente como lo son las piyamadas. En el film, las mismas están llevadas al extremo. No hay una sino múltiples. No se organizan solo en casas sino también en gimnasios. No están circunscritas al universo femenino sino que también son planeadas por los hombres. No están limitadas a charlas superfluas sino que son detonantes de reflexiones certeras – e incluso desoladoras – sobre el crecimiento. Mitchell muestra el cruce literal de jóvenes de una piyamada a la otra como si fuera una procesión lenta e inmaculada. Por lo tanto, su evidente anhelo de romper con los límites de la cinematografía se percibe en cómo se detiene en episodios breves donde parece no acontecer demasiado: la previa a ese acto prolongado de besar, el contacto visual sostenido con las estrellas atestiguando la intimidad, la masturbación como el más natural de los hechos y esas conversaciones incómodas en las que se especula con la reacción del otro.

Si en su primer largometraje Mitchell quiere quebrar las barreras visuales es porque intenta hacer un cine sensorial mediante el cual se nos habilite el regresar a ese tiempo que fue hermoso, cuando no parecía haber nada mejor que esa rareza previa a sellar el deseo. Así, The Myth of the American Sleepover se huele, se siente y se percibe como una epopeya sobre la aventura adolescente. It Follows, su segunda película, retoma las inquietudes del personaje más “adulto” de la primera, aquel joven que ponía en duda cuánto de real tiene la juventud y cuánto de profecía autocumplida: “I don’t want you to buy into all the youthful adventure bullshit, it’s a myth of being a teenager. They trick you into giving up your childhood with all these promises of adventure. Once you realize what you’ve lost, it’s too late, you can’t go back”. La vida como algo que se vive de manera estacional, con etapas bien marcadas, en It Follows también está digitada por la pérdida de la inocencia. Con cada pequeña muerte de nuestra sinuosa existencia, con cada cierre, con cada “meta cumplida”, esa inocencia se va contaminando al punto de hacernos cuestionar nuestras acciones previas al flamante camino por explorar. Segundos antes de que Jay (Maika Monroe) vea interrumpida su vida como adolescente, y luego de un encuentro sexual en un auto, empieza a pasar sus manos por el césped, rozando sus uñas rojas con los bordes de las plantas. El plano detalle que hace Mitchell es idéntico a uno esencial de The Myth of the American Sleepover, donde también otra mujer pierde la inocencia y mira sus manos como si estuviera despidiéndose de una parte de sí misma. “I used to dream to being old enough to go on dates” rememora Jay antes de que la duerman y de que la despierten en otra etapa, otra realidad, otra vida.

En It Follows, el género coming of age no es alterado sino que es complementado por el de terror y su premisa se centra en cómo, a través del sexo, los jóvenes se van pasando una maldición: el poder ver gente muerta que camina lentamente hacia ellos (también como si estuvieran peregrinando) y cuyo contacto físico es letal. Mucho se ha escrito sobre el film como una alegoría sobre las enfermedades de transmisión sexual pero It Follows es más la otra cara de ese díptico que empezó con The Myth… acerca de la nostalgia por la inconsciencia de la juventud que una parábola sobre el VIH. Como prueba, podemos retomar ese monólogo en el que Jay evoca cómo de chica solo quería escuchar música y caminar con un chico de la mano – algo que efectivamente logra hacer con ese mismo espíritu romántico, pero dentro de un contexto opresivo-, nuevamente como diciéndole adiós a hechos simples que la adultez no permite cobijar. Del mismo modo que en su ópera prima, Mitchell se deleita con panorámicas que nos sitúan en otros suburbios, en cuyas casas está sucediendo mucho y nada al mismo tiempo, como para transmitir desde su ambición estética la temática de su película: aquello que “te sigue” va más allá de lo sobrenatural y halla su raíz en la sucesión de pérdidas tanto micro como macroscópicas y en el transcurrir de un estado a otro. De dejar de vestirse de rosa antes de una cita para ponerse jeans y zapatillas. De dejar de cortar el pasto con las manos y apoyarlo en las rodillas para clavar en las rodillas las uñas como forma de canalizar el pánico. De disfrutar el mecerse en las hamacas a cielo abierto para encerrarse en una habitación con puerta trabada. A pesar de algunas decisiones de guión que pueden ser discutidas (toda la secuencia/clímax en la pileta es visualmente abrumadora pero con huecos narrativos), It Follows camina, como sus protagonistas (los vivos y los muertos), con una seguridad aplastante en su lógica y con un brillante dominio del sonido y la puesta en escena (lo que está en ausencia o fuera de campo es lo que retroalimenta la amenaza) que la vuelven, como a The Guest, una gran obra de terror minada de referencias. Sin embargo, es en ese paseo final entre Jay y Paul donde podemos vislumbrar cuál es en realidad la gran obsesión de Mitchell: la irrefutable verdad de que todos nos estamos despidiendo, una y otra vez, de una parte de nosotros mismos. ♦ 

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► [TRAILER] El adelanto de It Follows de David Robert Mitchell:

It Follows / Trailer from Intermission Film on Vimeo.

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*UN REGALO CON SUS APORTES (hacer click para leer):

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¡BUEN MIÉRCOLES PARA TODA LA MUCHACHADA! En este nuevo post, dos consignas: 1. Los invito a explayarse sobre It Follows de David Robert Mitchell, a mi entender, una de las películas del año; 2. Por otro lado, la consigna personal es que mencionen cuáles son esas actividades de la adolescencia que extrañan como adultos; más tarde les dejaré una sorpresa con sus aportes; ¡nos reencontramos mañana con un anuncio! ¡hasta entonces!

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