Una reciente edición de “Pilchas criollas”, el libro que publicó Fernando O. Assunçao en 1975, con ilustraciones de Federico Reilly, nos invita a abordar un aspecto del mundo del gaucho a través del tiempo. Nos referimos al pañuelo, prenda indispensable de su atuendo. Al respecto, Assunçao escribió:
Repetidamente en nuestras propias observaciones o en las transcripciones y citas de documentos y viajeros nos hemos referido al uso, por parte de nuestros hombres de campo, de un gran pañuelo (cuadrado de 75 a 85 centímetros de lado), estampado o liso, de seda u otra tela liviana, llamado, en el primer caso “pañuelo de hierbas”, siempre de colores muy vivos: rojo, azul-cielo, verde, amarillo, blanco.
Este pañuelo tenía varios usos. Generalmente colocado sobre la cabeza, atado a ésta, a la marinera o corsaria o anudado bajo el mentón, serenero, siempre bajo el sombrero, o como vincha para sujetar las largas guedejas [es decir, largas cabelleras]. En el primer caso hacía las veces del gorro o red, que el hombre de pueblo, rural o urbano, español, gastaba para mantener sujetos, cubiertos y protegidos del polvo y el sol y, si se quiere, ordenados, los cabellos, peinados generalmente con una trenza o coleta atrás, cuyo largo variaba de acuerdo a la longitud de aquéllos.
Este modo de usarlo es herencia tanto de los marinos como de los campesinos peninsulares.
El otro modo de uso, de herencia también campesina con reminiscencias árabes, protege cabeza, mejillas y nuca del sol durante el día, y, a las orejas, del rocío y el frío en las madrugadas y atardeceres; también de la lluvia, el viento y el frío invernales. Siempre del polvo.
En ambos casos, cuando no se trataba de hacer largas marchas que era cuando se llevaba de “serenero”, o de realizar duras faenas a caballo (boleadas, enlazadas, desjarretamientos) o en la guerra o en el duelo, o en faenas y cuadreras (que era cuando se le colocaba a la marinera o como vincha) el pañuelo se dejaba caer, simplemente, alrededor del cuello cubriendo hombros y espalda como un simple adorno, para el paseo, la pulpería, o el bailongo de candil, o en faenas a pie, yerra, etc., para atajar el sudor del rostro y enjugárselo. Puesto así al cuello se le dio en llamar de golilla o golilla, pues equivalía al gran cuello clásico español, plano y ancho, blanco y almidonado, de uso desde fines del siglo XVII, entre los militares, alcaldes, cabildantes, noble y burgués […]
Un viajero inglés, en época bastante posterior a la que nos ocupa, nos dejó no obstante, una fiel descripción del modo de llevar el pañuelo nuestros gauchos. Se trata de Thomas Woodbine Hinchliff (Viaje al Plata en 1861, Ed. Hachette, Buenos Aires, 1955), que se expresa así (cap. XI, pág. 242): “Con todo, yo anduve varias veces a caballo, a punto de las doce, y en los días más calurosos, sin sentir ninguna molestia, para lo cual me arreglé la cabeza a la moda gaucha, que consiste sencillamente en doblar diagonalmente un pañuelo y atarlo flojo bajo la barbilla, dejando las otras puntas que cuelguen sobre la nuca. Encima se pone el sombrero, y el pañuelo, al moverse con la brisa, produce un aire fresco muy agradable”.
“Pichas criollas” (Editorial Claridad) repasa la vestimenta del hombre de campo, los recursos femeninos y las costumbres en la nada monótona vida rural. Fernando Assunçao nació en Montevideo, en 1931. Murió hace diez años, en mayo de 2006.