El trabajo en comunidad tiene mucho que ver con compartir experiencias, sensaciones y percepciones que ayuden a otros y/o contribuyan a repensar procesos y actividades.
En este post me propongo un repaso por 6 aprendizajes que fueron en resultado errores, aciertos y algunas reflexiones sobre el trabajo en proyectos de datos.
Las bases de datos no son sagradas: los conjuntos de datos nunca pueden responder todas las preguntas. No se puede dejar afuera el trabajo de campo. Y esto tiene que ver con otro punto importante: ningún proceso de producción de datos es lineal. Nuestras hipótesis iniciales pueden modificarse en el camino y hasta cambiar. Debemos ser lo suficientemente humildes y flexibles para dejar de lado nuestras premisas, prejuicios y darle una vuelta de tuerca a nuestro trabajo.
Las métricas pueden servir, pero NUNCA son todo: conocer cuáles son los conjuntos de datos más consultados en un portal nos puede ayudar a saber qué buscan las personas cuando entran a ese sitio pero poco nos dice sobre cómo usan esos datos y sobre cómo los consumen.
No solo cuentes tu proyecto, por favor, explica cómo lo hiciste: compartir el cómo de las iniciativas, las dificultades de las actividades de un proyecto, lo que funcionó y lo que podría haberse hecho mejor, motiva, le quita la percepción de “magia” y, por sobre todas las cosas destierra la idea de “imposibilidad de realización” y favorece la replicabilidad de los proyectos.
Las “cocinas” de las iniciativas además de ser interesantes para quienes escuchan o leen sobre ellas, son enormemente valiosas para los equipos que quieren aventurarse en proyectos similares en otros países.
Ten mucho cuidado; no te conviertas en técnico: quienes trabajamos con datos abiertos muchas veces nos vemos obligados a lidiar y aprender (además de aprehender) el propio tecnicismo de las Administraciones Públicas. Y aquí surge una paradoja: tenemos que convertirnos en “técnicos” de manera temporal si queremos luego “traducir” ese material para hacer que llegue de una manera más simple a un público puntual. Ojo con este punto. Los proyectos siempre, pero siempre, deben estar guiados por un lenguaje llano y claro. ¿La mejor prueba para ver si estás en el camino correcto? Involucra a los que creas tus usuarios desde el principio. Cuéntales qué quieres hacer y, por sobre todas las cosas, escúchalos.
Equivócate, falla y deja descansar un proyecto: las tres instancias parecen ser un gran tabú en nuestra comunidad.
He pasado por todas ellas y me han servido para cuestionar lo que hago, repensar las actividades de un proyecto y volver a las verdaderas raíces de la iniciativa: ¿por qué estoy haciendo esto? ¿qué es lo que quiero contar?
Ve de lo pequeño a lo grande: el recorte de la información en cualquier iniciativa es MUY importante y la pasión por lo que hacemos puede jugarnos en contra. Hay que empezar con algo acotado y concreto.
Por último, pero no menos importante, trabaja SIEMPRE en equipo.
Suele pasar que cuando estamos muy comprometidos con un proyecto no logramos ver más allá de aquellos elementos que nosotros mismos consideramos relevantes. De este modo, corremos el riesgo de dejar fuera de la iniciativa aspectos claves del desarrollo. El trabajo en equipo es una red que evita que elementos esenciales para los usuarios queden para etapas posteriores o no se lleven a cabo.
Texto publicado originalmente en YoGobierno.org como parte de una serie de historias de la iniciativa Fellowship OEA. Para conocer todas las publicaciones haga clic aquí.