La vida de Adèle: Que la fuerte corriente me arrastre

“Este amor me conducirá a algún sitio. No puedo impedir que esta fuerte corriente me arrastre. Ya no tengo elección. Tal vez me lleve a un mundo especial que jamás he conocido. A un lugar lleno de peligros, quizá. Donde se esconda algo que me inflija una herida profunda, mortal. Tal vez pierda lo que poseo. Pero ya no puedo volver atrás. Sólo puedo abandonarme a la corriente que discurre ante mis ojos. Aunque me consuma entre las llamas, aunque desaparezca para siempre.”Sputnik, mi amor (Haruki Murakami)

*Atención: se revelan algunos detalles del argumento

Murakami escribió que la comprensión no es más que “un conjunto de equívocos”. El significado de esa inferencia está atravesado por la ironía o, más que nada, por la paradoja. Como individuos muchas veces necesitamos explicar racionalmente algo que sucede para poder lidiar con eso de una manera más práctica. La escritura, en cierto punto, tiene que ver con eso: con conocerse a uno mismo al plasmar las sensaciones en palabras. Como intentando aprehender cabalmente incluso todo aquello que es ominoso. La explicación es lo que nos deja momentáneamente tranquilos porque si puedo aseverar que un hecho x responde a una lógica ídem, quizás mi modo de experimentarlo sea, precisamente, ciñéndome a esa misma lógica. Pensemos en cuántas veces nos encontramos verbalizando expresiones como “para mí esto tiene que ver con…”, “esto pasó por tal cosa” o “yo creo eso debió suceder para que se genere algo nuevo” y así sucesivamente. En esa ecuación es donde Murakami asegura que vamos a toparnos con los equívocos y supongo que está aludiendo a dos factores. Por un lado, a que en esas frases-indicios de intento de comprensión nos ponemos a nosotros mismos en primer lugar (“para mí”, “yo creo”, es decir, la mirada de uno ante todo), y no nos permitimos contemplar todo lo que nos excede, lo que no tiene que ver con nosotros hasta el segundo en el que sí. Por el otro, a que el buscar explicaciones en lo sensitivo es algo fútil, ya que la sensación es lo que surge primero y como una fuerza absolutamente arbitraria. Es algo tan indetenible como incomprensible. Racionalizarlo implica negar su golpe, su estado gravitatorio, su condición de daga. ¿Adónde puede conducirnos el querer explicar la atracción? Siempre a un mismo punto: al desconocimiento. No sé por qué me pasa esto. No sé por qué esta persona me genera aquello. No entiendo por qué me siento así. No entiendo en qué momento pasé a pertenecerle a otro. Los “no sé”, los “no entiendo” o sus reformulaciones interrogativas (“¿por qué me pasa esto?”, “¿por qué no puedo dejar de sentirlo?”) son símbolos de otra cosa, es el sinsentido mediante el cual manifestamos el miedo a entregarnos. Desde el instante en el que cesamos con la búsqueda de respuestas, no tenemos otra opción más que la de dejarnos arrastrar por la corriente. De ahí en más, ese viaje junto a alguien va a estar marcado por ese impacto inicial y, más allá de las variables, más allá de que uno pueda mirar, tocar, besar, penetrar para que ese sentimiento se vuelva tangible, es en ese sentimiento donde todo empieza y termina. El enamorarse casi violentamente implica justamente eso: alguien nos inicia y alguien nos acaba. Nuestra vida, en efecto, no volverá a ser la misma.

“Enamorarse, al fin y al cabo, no tiene ninguna lógica. De repente el deseo aparece de la nada y te atrapa. Mañana mismo.”

La vida de Adèle, el quinto largometraje de Abdellatif Kechiche basado en el cómic de Julie Maroh, es una película coming of age que no sólo muestra al amor como algo que súbitamente te captura, te enciende y te consume, sino que además se detiene en un verdad difícil de asimilar: hay personas que dejan un vacío y que nunca (por motivos explicables y por otros inaprensibles) serán olvidadas. Su honestidad se relaciona, ante todo, con cómo nos dice con valentía que no hay necesidad de mentir, de ocultar, de disfrazar ese hecho. Que perderse en alguien es uno de esos sucesos extraordinarios que te elevan y te arrojan al vacío. Porque si uno se muestra tal cual es, si se da sin restricciones, inevitablemente va a estar dejándose invadir, va a estar poniéndose en manos de otro. La película comienza con Adèle (una descomunal Adèle Exarchopoulos) saliendo de su casa para ir a la secundaria. Su esencia está definida en esa primera escena. Adèle corre hasta alcanzar el colectivo, se acomoda el pelo despeinado y se duerme en el asiento. La idea de que la sensibilidad de una persona pueda estar representada por su modo de dormir (boca abajo, cuerpo completamente extendido), su modo de comer (voraz, constante, insaciable) o su modo de mirar (curioso, oscilando entre la timidez y la ansiedad) es uno de los aspectos más reveladores de la película. La repetición del simple gesto de acomodarse el pelo con la mano dice tanto de Adèle como sus llegadas tarde al colegio, como su apetito insatisfecho, como su cantar a viva voz en marchas de protesta. Estamos viendo a alguien en pleno proceso de autoconocimiento, que lleva a cabo la misma rutina como si estuviera aguardando algo que la destruya. Como si estuviera aguardando algo que llene una carencia desconocida. Porque a veces no sabemos qué necesitamos hasta que lo encontramos. El vacío de Adèle se explicita en su primer contacto con las discusiones literarias, en el marco del aula, donde ella no emite palabra pero en donde el profesor y los alumnos van a analizar la novela de Madame de Lafayatte, La princesa de Clèves, obra absolutamente anclada en el descubrimiento interno gracias a una irrupción externa, con una conclusión unánime: al corazón de la princesa le falta algo. Algo que no conoce. Algo que no tiene. Algo que está por llegar. “Uno no puede expresar el dolor que padeció al descubrir su interés por alguien a quien no se atrevía a mirar o al temer reconocer sus pensamientos secretos, su vergüenza, su miedo a lo que podía sentir” escribió De Lafayette en relación al primer encuentro entre el Duque de Nemours y la princesa. Poco después, Kechiche va a retratar otro encuentro – entre Adèle y Emma (Léa Seydoux) – con la misma presura. La arrolladora actuación de Exarchopoulos reside en su intensa manera de expresar con el rostro cada uno de los embates de Emma, como cuando se cruza con ella en una calle y emite un suspiro entrecortado, volviendo el rostro segundos después, dejando traslucir en su mirada esa misma combinación de vergüenza y miedo que padeció la princesa de Clèves. La agonía momentánea de Adèle luego de ver a Emma es brutal: llora al masturbarse pensando en esa mujer y llora cuando el sexo con un hombre no está a la altura de su sentimiento incipiente hacia esa enigmática persona de cabello azul. Así, el eje de la película pasa a ser lo inevitable. Lo inevitable como una fuerza centrípeta que nos obliga a aceptar, como si se tratara de un pacto, que si alguien va a completarnos, eventualmente también va a generar una carencia. La vida de Adèle es, en cierta medida, una reflexión sobre el individuo como rompecabezas a medio armar, un relato sobre cómo todos vivimos, lo queramos o no, con alguna pieza faltante.

“Cuando la miraba de frente, tenía la sensación de ir empequeñeciéndose más y más. Quizás acabara desapareciendo como el hielo expuesto a la luz del sol”

Pero acaso lo más brillante de la obra de Kechiche sea la manera en la que descansa en secuencias que parecen intrascendentes. Todo lo que vemos en la película podría haberse reducido a lapsos más cortos de tiempo. Sin embargo, es el tiempo extendido (no estirado, porque eso hablaría de una decisión aleatoria, vacía de significado) lo que se erige como una decisión estética y narrativa en un ciento por ciento fiel al crecimiento de Adèle. La historia no deja de ser una más dentro del espectro de conocimiento, vivencias y ruptura de dos personas enamoradas. Pero si aquí todo se prolonga, si todo es más largo (como la discutida escena de sexo, que no deja de ser funcional a la intención de Kechiche), si ésa es la cadencia que el director elige, es porque una de las dos partes de ese vínculo está, ni más ni menos, que en el momento definitorio de su vida. Adèle y sus años clave. Aquellos en los que se enamora por primera vez – y de una mujer, para su desconcierto -, en los que define su pasión por la enseñanza y en los que se da la cabeza contra la pared como consecuencia de su inexperiencia emocional. Del otro lado del espectro está Emma, una mujer con su vida relativamente armada, una mujer que ya se conoce y que puede amar, pero que no va a experimentar el desamor con la misma tristeza  encarnada. Las diferencias entre ambas están marcadas por Kechiche no sólo a partir de los contextos familiares (el de Adele, rígido; el de Emma, liberal) sino a partir de cómo cada una reacciona ante la llegada de la otra a su mundo. Emma lo hace como si se tratara de una aventura más, aún con el cariño siempre latente, y Adèle lo hace con todo el sistema nervioso central afectado. Desde cómo hace el amor hasta cómo observa a esa persona, casi sin saber a ciencia cierta hasta qué punto va a alterarla. Kechiche nos pone en el cuerpo de Adèle al elegir los planos detalle en ese preludio al primer beso. Vemos los ojos de Emma, su boca temblorosa, su pelo azul. La vemos como Adèle elige verla. A nivel sensorial, pocas películas reflejan el deseo físico, el ímpetu de poseer a alguien, como lo hace este film en esos segundos donde nada tiene el mismo valor que esos labios del otro que van a pasar a fundirse con los de uno. Entonces, es fundamental que Kechiche respete los tiempos de Adèle: porque no habrá otros capítulos de su vida tan cruciales como esos. Entonces, también, es fundamental que Kechiche nos muestre cómo su cuerpo y el de Emma van a unirse, hundirse, afectarse tanto: porque la realidad de no tenerse luego va a ser tan cruda como ese primero contacto. Quizás eso eso lo fascinante (y aterrador) de conocer a alguien que nos modifica la vida: que el enamoramiento es un proceso análogo al de la separación. Nada se siente tan real como esa primera etapa en la que uno busca tocar, besar, sentir al otro. Y nada se siente tan real como la ausencia de todo aquello. Lo que sucede en el medio podrá ser igual de memorable, pero pocas cosas permanecen tan indelebles como la sensación de perderse en el otro y de perder al otro y tener que convivir con eso.

“Es que cuando te disparan, sangras”

“A veces me siento muy desamparada. La incertidumbre de cuando te encuentras de golpe desposeída de un marco en el que apoyarte. La pérdida del lazo de la fuerza de gravedad, la sensación de estar flotando sola por el negro espacio, a la deriva. Sin saber siquiera adónde te diriges” escribe Sumire, la protagonista de Sputnik, mi amor, en una de las páginas de su diario. Sumire habla de la imposibilidad de amar (en el sentido más amplio del término) a una mujer que no puede entregarse a ella. El desamparo al que alude es tan hondo como honda fue esa primera mirada de la que no pudo volver atrás. Del mismo modo, la última hora de La vida de Adèle nos muestra a esta joven ahora más grande, emancipada del ámbito familiar y abocada a su trabajo como docente, de cara a la revelación más devastadora: para ser uno hay que serlo sin un otro. Kechiche vuelve a optar por secuencias largas que reflejan cómo el desamor es uno de los estados más desoladores y, al mismo tiempo, más necesarios de la vida. Adèle aguarda que sus alumnos dejen el aula para llorar. Adèle se despierta de un sueño para ver cómo, en la realidad, yace sola en una cama, sin Emma abrazándola. Adèle llora mirando por la ventana. Sufre mientras da clase. Sufre mientras le cae el agua de la ducha en todo el cuerpo. Pero ya no es la misma del inicio. Ya no es la joven despeinada sino la que se toma su tiempo para bañarse y pasarse los dedos por ese cabello (una de las secuencias más simples y elocuentes del film de Kechiche), para reconocerse sin un espejo que le devuelva la impresión. Adèle es Adèle sin Emma. Adèle ahora va hacia el agua sola, para dejarse llevar por el dolor de la pérdida. Exarchopoulos vuelve a brillar en la escena post-ruptura, en ese reencuentro en el café en el que el borboteo de los mocos de Adèle, la caída incesante de sus lágrimas y su avidez por recuperar a Emma (o al amor que Emma sintió por ella) son actos desgarradores, reales, reconocibles. “Te extraño. Extraño no tocarnos. Extraño no vernos, no respirar la una sobre la otra. Te quiero. Todo el tiempo. A nadie más” le confiesa a Emma y las palabras adquieren otra tesitura porque, claro, quién estuvo exento de padecer en el cuerpo ese nivel de ausencia. La diferencia en las sensaciones se vuelve a percibir cuando Emma le responde que ya no la ama pero que siempre va a sentir por ella “una ternura infinita”. Así, se vuelve aún más notorio que la película de Kechiche (más allá de la explicitud de su título) siempre le perteneció a Adèle.

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“Como si, desde la ventanilla de un tren que atravesara un vasto páramo en medio de la noche, vislumbraras la pequeña luz de una granja. En un instante queda atrás, absorbida por las tinieblas. Pero si cierras los ojos, ese punto de luz permanece un tiempo, pálido en tu retina”. Con esas palabras se describe en la novela de Murakami a los lazos que van a permanecer inoxidables al tiempo. Ya no están acá. Quizás un día pensemos en ellos y otros días no. Quizás nos asalte el recuerdo por una cuestión puramente azarosa. Quizás deseemos recuperarlos, quizás nos parezca descabellada la idea. Pero ahí están. Como para Adèle el azul es sinónimo de Emma (de ahí que Kechiche incluya un elemento de ese color en todas las escenas, como reforzando la omnipresencia del primer amor a lo largo del tiempo, como diciéndonos que Adèle va a llevar a esa experiencia en la piel, hasta en la ropa, como si fuera a vestirse eternamente de luto), para otros esa persona que significó el gran amor/desamor de nuestras vidas será como esa luz intermitente de la que habla Murakami. Esa que, como si fuera una alarma, se enciende tan de repente. Como esa corriente que nos arrastró con esa primera mirada cálida. Como esa misma corriente que nos dejó en la orilla, solos, semidesnudos, a la intemperie. Con el frío en todo el cuerpo. 

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► [TRAILER] Algunas imágenes de la película:

BLUE IS THE WARMEST COLOR from tatiwtf on Vimeo.

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► [ESCENA] Léa Seydoux y Adele Exarchopoulos en una secuencia de La vida de Adèle/Blue is the Warmest Color:

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► [PLAYLIST] Algunas canciones que suenan en la película de Abdellatif Kechiche + una yapa:

Blue is the Warmest Color - Songs by Cinescalas on Grooveshark

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¡Bienvenidos de vuelta muchachada! Tres consignas para este primer jueves de un nuevo año: 1. ¿Vieron La vida de Adèle/Blue is the Warmest Color? ¿Qué opinan de la película de Abdellatif Kechiche? Dejen sus impresiones en este post 2. Por otro lado, los invito a recomendar los mejores films en mostrar vínculos entre personas de un mismo sexo (uno de mis favoritos: A Single Man) 3. Por último, en la consigna personal, me gustaría saber si creen en el amor a primera vista y si les ha sucedido de enamorarse casi de inmediato; como siempre, aguardo sus comentarios hasta donde quieran explayarse y espero que hayan pasado unas lindas fiestas; ¡nos reencontramos mañana con una sorpresa!

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Sus películas del año (y un video de regalo) (y una nueva playlist) (¡y Feliz 2014!)

Foto: Ezequiel Saul

“Seguiré, igual lo haré, aunque todo esté mal, lo haré” “Tanta Gente” (Estelares)

“Antes no quise estar. Ahora sí”. Siempre me impactó esa frase que escribió Moretti. No me sorprende que sea oscura. Al fin y al cabo, gran parte de las canciones de Estelares lo son. Sí me afecta la connotación del “estar”. ¿Estar vivo? ¿Estar presente? ¿Estar despierto? ¿Estar alerta? Puedo añadirle cualquier adjetivo y, sin embargo, creo que el “estar” tiene, para cada uno de nosotros, un significado completamente diferente. Recuerdo con claridad mi momento de no querer estar y lo asocio al no querer estar conectada. Conectada con el entorno. Conectada con las pasiones. Conectada con la escritura. Conectada, en definitiva, con la belleza. Me recuerdo como entumecida, como impenetrable, como indiferente a las pulsiones y aún hoy, bien lejos de esa sensación, ese recuerdo me aterroriza. Porque ese “antes” que equivale a un “no querer” implica que el no poder sentir las cosas, o no poder ver conexiones en todos lados como diría John Green, es casi lo mismo que estar perdido. Ya lo conté en ese post que simboliza el espíritu del blog y que hoy funciona como una suerte de parábola de mi 2013. El haber estado perdida o desconectada de las cosas fue lo que me condujo a la creación de un lugar donde me sintiera más acompañada. La compañía vino, en primera medida, de las palabras. Hay situaciones en las que uno se amolda a los demás, en las que uno deja de ser uno, no por hipocresía, sino porque sencillamente hay que adaptarse, hay que filtrar, hay que medirse. Sin embargo, todos, en algún momento del día, estamos a solas con el pensamiento. Y ahí no nos mentimos. Ahí somos nosotros. Ahí recordamos, nos refugiamos en la nostalgia, nos autoimponemos cambios, cumplimos fantasías, no nos traicionamos. Me pasa algo así cuando escribo. Encuentro compañía en las palabras porque esas palabras son el testimonio de lo que siento/creo/pienso en ese determinado momento, y eso me ayuda a (re)conocerme mejor. Pero aunque la compañía pueda provenir de uno mismo (somos quienes más nos conocemos y, al mismo tiempo, quienes más batallamos para poder cambiar), la conexión necesita de alguien más. Quién hubiera pensado que el “antes no quise estar conectada” iba a encontrar su correlación más literal con un blog. Me quiero ceñir a lo fáctico: desde que empecé a escribir acá en el 2010 que mi conexión con las cosas se enriqueció. No solo porque escribo más. Porque leo más. Escucho más. Miro más. Asocio más. Anoto más. Absorbo más. Y es todo tan azaroso porque quizás lucho con un post (de esos que cuestan) y meses más tarde alguien lo lee y se identifica con él y ya no tengo que cuestionarme para qué (o para quién) escribo. Escribo porque quiero estar conectada con los demás.

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“Se trataba de encontrar un significado en lo que se produce y se desecha en masa y que, al fin y al cabo, nos rodeaba a todos diariamente. Filtrarlo y encontrar algo de belleza en todo eso. Échale un vistazo: está ahí”. Eso escribió Jarvis Cocker en relación a cómo la palabra “Pulp” debía representar a la banda. Lo que dice Jarvis es real. La búsqueda de la belleza es lo que nos mantiene en movimiento. Y esa belleza, como siempre, habita en los detalles. La belleza este año (y en relación al blog) fue abrir una caja y ver mi libro, fue caminar seis cuadras muchas veces para mandarlo por correo, fue verlos a ustedes con el ejemplar en la mano. La belleza este año también fue ver una película que dolió pero fue ese dolor el que me motivó a escribir sobre ella. La belleza fue armar una playlist o ver los videos que filmaron. La belleza también fueron las conversaciones. Como cuando conversamos acá. Como cuando conversamos por fuera. La belleza está en ponerles rostros a los nicks o en cruzarme con alguno de ustedes en un recital indie, o en dar y recibir abrazos, o en buscar la foto perfecta para un post que hayan escrito. Sí, Jarvis tiene razón. La belleza está ahí, solo hay que saber buscarla, o no perderse uno para encontrarla. Por eso Moretti también asocia la carencia de percepción con la tristeza: “no se ve bien la belleza, es casi igual que ser infeliz”. Creo que por eso disfruto escribir sobre películas tan disímiles como Bombal o The Vicious Kind. Porque me gusta encontrar algo luminoso en ellas. Ya sea la prosa endiablada de María Luisa que iría a salvarla, o la autodestrucción de Caleb para poder resurgir con menos culpas. Y acá me quiero detener, otra vez, en lo fáctico. Muchos de ustedes llegaron acá en un momento difícil y encontraron algo que los hizo quedarse. Ese “algo” varía, ese “algo” puede ser articulado de distintos modos, ese “algo” puede ser una película o puede ser una interacción en los comentarios. Puede ser una especificidad y simultáneamente una cosa abstracta. Puede ser que cuando el “antes no” se convirtió en un “ahora sí”, yo empecé a conectarme y naturalmente la conexión se reprodujo. Se formaron vínculos y esos vínculos devinieron en detalles: el disco del blog, ustedes en el epílogo del libro, la remera, las reuniones, la necesidad de corroborar que si no estamos solos en muchas cosas es porque esto jamás se sintió virtual. Por eso, no hay mejor imagen para ilustrar este post que la de esa corrida en tiempo suspendido. Una suerte de metáfora de que hoy sí quiero seguir corriendo y espero poder tener ganas de hacerlo siempre. No quisiera volver a ese antes. No después de haber conocido el ahora. Un ahora que se renueva día tras día, un ahora que es el regalo que ustedes, sin darse cuenta, me hicieron cuando comentaron por primera vez. Mi agradecimiento es tan vasto como los motivos por los cuales lo siento. Hoy siento decirles gracias por darme un ahora. Yo les prometo, para el año que viene, más posts, más consignas, más conexiones. Un después.

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 MI TOP FIVE DE PELÍCULAS DEL AÑO:

 *1. Silver Linings Playbook (David O. Russell)

 *2. Tabú (Miguel Gomes)

*3. Gravity (Alfonso Cuarón)

*4. Frances Ha (Noah Baumbach)

*5. The Place Beyond the Pines (Derek Cianfrance)

 MI PODIO DE SEIS MENCIONES ESPECIALES:

*1. Locaciones (Alberto Fuguet)

 *2. Drinking Buddies (Joe Swanberg)

*3. Cloud Atlas (Lana y Andy Wachowski)

*4. Laurence Anyways (Xavier Dolan)

*5. La herida (Fernando Franco)

*6. El desconocido del lago (Alain Guiraudie)

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AHORA SÍ: SUS PELÍCULAS DEL AÑO:

Cinescalas - Video Fin de año 2013 from lanacion.com on Vimeo.

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*De yapa: Como siempre en esta clase de posts, les dejo un compilado que encontré con lo mejor del año; si bien en este no van a poder ver todas las películas del 2013 sino una selección, se trata de un video insuperable a nivel edición y musicalización; ¡que lo disfruten!

THE 25 BEST FILMS OF 2013: A VIDEO COUNTDOWN from david Ehrlich on Vimeo.

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► [LISTA DE REPRODUCCIÓN] 100 canciones que marcaron nuestro 2013 (y el de Cinescalas); ¡que la disfruten!

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¡Hola muchachada! Ya hemos llegado al post de fin de año y los invito a celebrarlo juntos y a responder estas dos consignas: *1. ¿Cuáles son sus cinco películas favoritas del 2013 + su podio de menciones especiales? *2. Como no podía concluir el año sin una playlist, dejen sus aportes de las mejores canciones del 2013, o de aquellas que marcaron estos doce meses así armo una nueva lista de reproducción para este día especial; ¡Espero sus comentarios! Que tengan un excelente festejo de fin de año y que comiencen el 2014 lo mejor posible; Gracias por estar siempre acá y nos reencontramos el jueves 2 de enero para iniciar nada menos que el cuarto año de CINESCALAS ¡Felicidades para todos!

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¡FELIZ 2014, MUCHACHADA!

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“If you like it, it’s not stupid”

Hace tiempo que dejé de preguntarme si a medida que voy creciendo me voy volviendo más selectiva con ciertas cosas. Me lo dejé de preguntar porque sé la respuesta. Sí, me volví más selectiva. Me volví más impaciente. Me volví más intolerante. ¿Hacia qué? Hacia todo lo que básicamente implique una pérdida de tiempo. Las distintas variaciones de “vivir el presente”, las distintas frases que engloban el mismo concepto, podrán resultar trilladas, o incluso hiperbólicas, pero supongo que cada uno sabe hasta cuándo está haciendo lo que quiere y hasta cuándo está haciendo lo que debe. Es difícil no convertir eso de vivir el presente en algo catastrófico. Al fin y al cabo, no podemos pasar las veinticuatro horas del día rodeados de las personas que queremos y/o haciendo lo que queremos. Creo que parte de madurar es saber cuándo hacer concesiones y cuándo ser egoísta. Por bastante tiempo tuve la ingenua idea de que para sentirme feliz tenía que perseguir una meta algo inasible: repetir la sensación de placidez evitando todo aquello que no la provocara. Es ingenuo porque vivir así tiene un costo (cuando llega un día malo, se vuelve inabordable) y es ingenuo porque uno no está solo y porque no se puede perpetuar ese estado de comodidad. A veces, simplemente, uno tiene que pasar el tiempo con gente que no tiene ganas de ver. Me puse a pensar en esto hace poco, cuando experimenté algo similar, cuando me pregunté qué hacía en un lugar donde a nadie realmente le importaba lo que yo tenía para decir y donde la ignorancia (o el desconocimiento) derivaba automáticamente en prejuicio. Contrasté esa situación con otras, aquellas en las cuales no me cohíbo para hablar de lo que me gusta, y lo que me gusta va desde levantarme temprano para responder sus comentarios hasta, como expresaba Matías Rojo aquí mismo, vivir en un lugar lejos del mundanal ruido tan solo porque me hace bien. Y acá es donde entra en juego, nuevamente, el tiempo. Yo elijo dónde pasarlo y elijo dónde no perderlo. Estos pensamientos sueltos (o no tan sueltos, porque el cine siempre se encarga de unirlos) se hilvanaron con algunas frases de The Spectacular Now. “If you like it, it’s not stupid” le dice Sutter Keely (Miles Teller) a Aimee Finicky (Shailene Woodley) en relación a las historietas que ella disfruta leer. Ese momento, como tantos otros, conecta a la película de James Ponsoldt con uno de The Breakfast Club, aquel en el que se nos dice algo así como: “spend a little more time trying to make something of yourself and a little less time trying to impress people”. Un día antes de la publicación de fin de año, y en el prometido post de las citas, me adelanto al gracias. Porque en pocos espacios uno percibe que lo que tiene para decir o para mostrar no es estúpido. Gracias por hacerme sentir eso. Por hacerme sentir que el “do what you love and fuck the rest” no es un capricho: es una necesidad.

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MI PODIO DE CITAS DEL AÑO SE COMPLETA ASÍ:

 ► [A ROYAL AFFAIR]: “I would recognize you blindfolded”:

  

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 ► [SILVER LININGS PLAYBOOK]: “It’s a song, don’t make it a monster”:

  

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 ► [BEFORE MIDNIGHT]: “If you want true love, this is it, this is real life”:

  

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 ► [CLOUD ATLAS]: “I believe there is another world waiting for us, a better world; and I’ll be waiting for you there”:

  

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PERSONAJE DEL AÑO: TIFFANY MAXWELL

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¡Buen jueves, muchachada!: Hoy son más que bienvenidos a comentar en el penúltimo post balance con las siguientes consignas: *1. ¿Cuáles fueron las frases de película que más les gustaron de este 2013? *2. ¿Cuáles fueron los mejores personajes del año? Los invito a citar compulsivamente, algo que hacemos seguido por acá; ¡nos reencontramos mañana en el megapost de fin de año con muchas sorpresas!

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Catching Fire: La dictadura del entretenimiento

Hoy en Cinescalas escribe: Verónica Stewart

“¿Equipo Peeta o equipo Gale?” pregunta la reportera de la alfombra roja por enésima vez en una de las tantas premieres de la primera película de The Hunger Games. La entrevistada es Willow Shields, quien interpreta a Primrose Everdeen, la pequeña hermana de la heroína Katniss. “Equipo Katniss”, contesta la adolescente. Y así, parada sobre la frivolidad de la alfombra roja y acosada por los flashes de las cámaras, la pequeña Willow dio en el clavo. Catching Fire, la secuela de The Hunger Games, fue una de las películas más esperadas del año. El final de la primera entrega muestra a una Katniss que se las ingenia para salvar tanto su vida como la de Peeta, su amante para las cámaras de su mismo distrito, amenazando con comer bayas venenosas: de esa forma, el Capitolio se ve obligado a elegir entre quedarse sin un vencedor, o quedarse con dos. Eligen la segunda opción, y las últimas escenas prometen el principio de una revolución. Esta vez, nos encontramos con una heroína perseguida por el Capitolio mismo. Como explica el presidente Snow cuando la va a visitar no tan amistosamente, mucha gente vio lo que hizo con las bayas como un acto de desafío y no de amor. Al sentirse amenazados por el poder simbólico que tiene Katniss para la revolución, el presidente resuelve que a los 75º Juegos del Hambre se enviarán a tributos que ya han pasado por la arena: Peeta y Katniss deben volver a competir.

Catching Fire es una excelente película. Todo funciona en la gran pantalla: desde la química entre el elenco, la cual mejoró enormemente en relación a la entrega previa, hasta las elecciones de cámara del nuevo director, Francis Lawrence. Por su parte, Jennifer Lawrence sutilmente lidera la película, porque su personaje opera, justamente, mediante sutilezas. El desarrollo de los personajes es excelente: el maquillaje de Effie es mucho menor en esta ocasión, dado que está más humanizada. Katniss entra a la arena no con temor como antes, sino desafiante, e incluso se anima a intervenir juguetonamente en su entrevista con Ceasar. Pero esta vez, los juegos no son lo más interesante de la narrativa, porque Catching Fire se mete con la parte más rica y realmente analizable de la trilogía: la del trasfondo político detrás de los Juegos. En esta ocasión, vemos al presidente Snow orquestar con un cuidado metódico el cómo y el cuándo de la aniquilación de Katniss. Lo vemos aumentar la represión en los distritos, y restringir las pocas libertades que les quedaban en un intento de que el miedo siga superando a la esperanza que esta joven vencedora parece darles. Peeta y Katniss devuelven el golpe, manteniéndose firmes en la historia de su amor que empezó en los juegos anteriores; al fin y al cabo, en la política todo es estrategia.

Por otra parte, vemos a un público que los alaban. Los ciudadanos del Capitolio se fanatizan por Katniss, miran las entrevistas previas a los juegos con placer, se babean pensando en todo el despliegue que tendrán los 75º Juegos del Hambre. Después de todo, el motivo por el cual Catching Fire es una distopía tan acertada es porque muestra que el poder totalitario no se sostiene sólo en el gobierno que lo ejerce, sino también en parte del pueblo que lo legitima, e incluso lo celebra. Sin embargo, a pesar de la interesantísima veta política presente en esta película, los periodistas de las millones de entrevistas por las que tuvo que pasar el elenco para promocionarla no indagaron en el tema. ¿Sus dos preguntas preferidas? A Jennifer Lawrence le preguntaron más de un decena de veces el gran interrogante de “¿por qué te cortaste el pelo?”, mientras que a todo el elenco le tocó la ya mencionada y famosa: “¿equipo Peeta o equipo Gale?”. Aquí yace la percepción más aguda que ha logrado hacer la película. Lo que mejor representa Catching Fire es la sociedad en la que vivimos. Parece alocado afirmarlo, dado que el mundo de Panem se nos presenta como muy extremo, pero si lo analizamos en profundidad, la esencia es la misma. En la era de las pantallas, programas como Gran Hermano son sensación y estos realities alimentan nuestra sed por el drama, nuestra fascinación por observar las miserias diarias de otros.

En un mundo real donde las desigualdades son tanto o más agudas que la existente entre los distritos y el Capitolio, el grueso de la población también elige distraerse con historias de amor, con chismes de celebridades y con las banalidades que acompañan al mundo de los ricos y los famosos. Hay algo dolorosamente familiar en la bronca y el enojo de los ciudadanos de los distritos que protestan ante la indignante desigualdad entre su nivel de vida y el de aquellos que viven en la capital de Panem. En lo que la política internacional se refiere, las guerras que siguen azotando al mundo al día de hoy son mucho más violentas que los Juegos de las películas. Hilando fino, hay una escena en particular que refleja casi espeluznantemente este paralelismo entre la situación política de The Hunger Games y la del mundo en el que vivimos. En 2010, Wikileaks, la organización online dedicada a revelar secretos de estado, publicó el video conocido como “Collateral Murder”. El mismo revelaba un ataque aéreo en Bagdad hacia quienes resultaron ser civiles inocentes; el piloto ríe al dispararles, y es casi como si estuviera jugando a un videojuego. Antes de empezar a disparar, dice “light ‘em up”, es decir, “enciéndelos”. Esta sentencia de muerte, pronunciada con una tranquilidad inquietante, se asemeja demasiado a las palabras del presidente Snow cuando Katniss está a punto de arrojarle una flecha a uno de sus aliados, ya que la mostraría como una traidora frente a quienes la consideran una líder revolucionaria. El presidente dice “let it fly”: “déjala volar”. Y aún con lo mucho que podríamos aprovechar la riqueza de la película para hacer un trabajo introspectivo sobre nuestra propia sociedad, la pregunta más caliente sigue siendo sobre un triángulo amoroso para el cual Katniss misma asegura no tener tiempo. En Catching Fire, ella le dice a Gale que no puede saber si lo ama, porque lo único que siente todo el tiempo es miedo, y no hay lugar para nada más.

Porque la realidad es fascinante pero preocupante: nosotros no somos Katniss. Como siempre, queremos identificarnos con el héroe, pero la verdad es como somos mucho más ciudadanos del Capitolio que de los distritos. Nuestra reacción a la película misma lo demostró. Tal como el Capitolio usa la historia de amor entre Katniss y Peeta para distraer a los distritos de las miserias que deben soportar, gran parte de los fanáticos de la película sólo quieren saber con quién se va a quedar la heroína en vez de concentrarse en lo verdaderamente rico de la historia. Quizás The Hunger Games sea un espejo demasiado fidedigno del mundo en el que vivimos como para poder soportar su reflejo sin el amortiguamiento del chisme amoroso. Pero mientras los entrevistadores sigan indagando en la parte más banal de la película, seguirán reproduciendo el modelo de entretenimiento y distracción que la narrativa critica tan fuertemente. Cuando el presidente Snow le dice a Katniss que la gente de los distritos vio en el intento de suicidio con las bayas un acto de desafío, tenía razón. Lo fue. Katniss, con lo callada que es y lo mucho que le cuesta enfrentar a las cámaras, sabe darle al Capitolio donde le duele. Pero mientras nosotros sigamos viendo en ello, y en toda esta historia meros actos de amor, y no entendamos el acto de desafío, de introspección y de brillante análisis sociológico que propone Catching Fire, jamás podremos declararnos parte del “equipo Katniss”.

Por Verónica Stewart

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 ► [ESCENA]: Un momento del film de Francis Lawrence:

  

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 ► [ENTREVISTA]: Unas divertidas charlas que ha dado el elenco de Catching Fire:

  

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¡Buen comienzo de semana para todos! Este lunes les dejo dos consignas: 1. ¿Vieron Catching Fire? ¿Les gustó? ¿Les interesa la saga de The Hunger Games o no tanto? 2. Por otro lado, los invito a mencionar sus sagas favoritas del cine; como siempre, los leo; ¡Que tengan un gran lunes! ¡Nos reencontramos el jueves! (más abajo les dejo el cronograma del blog en el marco de las celebraciones navideñas)

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—> La última vez escribió un guión Ezequiel Saul sobre… EL CINE (Y CINESCALAS)

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[OFF TOPIC] Muchachada, les dejo el cronograma de actualización del blog para estos días de festejos: esta semana volvemos el jueves 26 con el post de las mejores citas del año, sucedido por el post de fin de año al día siguiente; la otra semana volveremos el jueves  2 de enero ya pasadas las celebraciones; en el medio seguramente haya algún regalito, pero por el momento les deseo una Feliz Navidad para quienes la festejan y nos reencontramos, en vísperas de un nuevo año, este jueves; ¡Felicidades! 😉

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