Only Lovers Left Alive: El tiempo no para

Hoy en Cinescalas escribe: Natalia Paez

“…yo veo al futuro repetir el pasado, veo un museo de grandes novedades y el tiempo no para, no para” – “El tiempo no para” (Bersuit Vergarabat)

*Atención: se revelan algunos detalles del argumento

El tiempo es tirano dicen, y a veces pienso cuánta razón hay en esa afirmación. Lo que hoy está, mañana puede no estarlo, y así tan preocupados como estamos (estoy, lo reconozco) en llegar a horario al trabajo, en tomar el subte diez minutos antes y no viajar parados; en trabajar y que pasen más rápido las horas para salir, para volver a casa y rebobinar el día hablando de lo que nos pasó e hicimos. En dormir, y nuevamente empezar el mismo preciso guion al otro día, como si nada. Repetir, barajar y volver a dar hasta que sea el momento final. El paso del tiempo es inexorable, de eso no hay ninguna duda. Ni siquiera es posible detenerse y apreciar el cambio del color de las hojas de los árboles, o cómo es que de pronto el cielo se torna plomizo, y el viento enfría nuestras caras y manos sin piedad, pero también como invitándonos al abrigo de ese abrazo que transmite, sin decirlo, cuánto te quiero. No hay tiempo de regodearnos en estas pequeñas contemplaciones. Sin embargo, podemos mirar las noticias desde el teléfono, o reírnos con un tuit o algún video gracioso en Facebook. Mirar para abajo se convirtió en el nuevo mirar hacia adelante. Quien nos viera de afuera pensaría que somos zombies, con la mirada perdida e inmersos en la automatización rutinaria de llegar del punto A al B.

Ese es el conflicto que ve Adam (Tom Hiddleston como un rockero de alma torturada) en Only Lovers left Alive, mientras observa a sus fans por la ventana de su casa en la destruida Detroit, en ese cuarto tapiado y atestado de discos de vinilo y guitarras clásicas, como la Hagstrom eléctrica de 1966 o la Silverstone acústica de principio de los sesenta. Adam no tiene tiempo de regodearse en la adulación de esos otros que no lo conocen, esos otros que le repugnan. Los zombies, les dice, esos que escuchan melodías pre-producidas y editadas en formato digital, despojando a la música de la contribución creadora y la sensibilidad del artista. Él así lo siente, y por eso se aísla hacia un ambiente lleno de reliquias, mientras toca su violín. Adam parece apreciar la reclusión más que a ninguna otra cosa en esta vida, aun a pesar de necesitar de Ian (Anton Yelchin) y sus servicios. Ah, y la sangre. Fundamentalmente, Adam necesita la sangre para seguir viviendo.

Adam es un vampiro, sí, pero fundamentalmente es un defensor acérrimo de todo aquello que la modernidad se llevó puesto en la carrera por eso que llaman progreso. Paradójicamente, Adam podría ser un espejo directo del director de la película, Jim Jarmusch, quien lucha desde hace años la pulseada contra el cine industrial. Aquel que, por caso, transfiguró  a los vampiros y los disfrazó de drama juvenil sólo apto para mayores de 13. Jarmursch, quien tardó siete años en conseguir la financiación para esta película, nunca se planteó reconvertirla en algo quizás más atractivo para los consumidores actuales, poco impresionables y acostumbrados a que la historia tenga un punto concreto al cual llegar. Por el contrario, y como él mismo lo explica, se demoró por no traicionar sus convicciones ni su estilo personalísimo (“The reason it took so long, is that no one wanted to give us the money. It took years to put it together. It’s getting more and more difficult for films that are a little unusual, or not predictable, or don’t satisfy people’s expectations of something. Boy, I wish I had an answer why it took so long. But we’re here now.”). Como Adam, Jarmusch no permite que el tiempo dicte la manera en que puede expresar sus deseos más profundos y plasmarlos en la pantalla. A diferencia del director, Adam tiene esa paradoja completamente acorralada: el tiempo no pasa para él, se detuvo y lo dejó joven y hermoso para siempre. Afortunadamente, tampoco lo dejo solo, porque donde hay un Adán no puede faltar una Eva. Luminosa, ecléctica, profunda Eva, vestida de luna y  absorbiendo el conocimiento en cada objeto y persona que encuentra a su alrededor. La primera vez que el lente de Jarmusch se posa sobre Eve (la gloriosa Tilda Swinton), uno no puede evitar deslumbrarse. No es hermosa, la belleza es un concepto que la excede completamente. Es sublime, se cuela por los poros y te atraviesa con su mirada felina y su melena blanca.

Eve, que vive en la ciudad de Tanger, en Marruecos, no tiene que sobrepasar el espacio personal de Adam para demostrarle su amor eterno, unido en matrimonio hace quién sabe cuánto tiempo atrás. Solo vuelve porque Adam se lo pide, mientras habla por videoconferencia. Contemplando parar su reloj, Adam prepara una bala de madera y la mete en la pistola que le consiguió Ian (Jarmusch explica que el mito original de Nosferatu habla de balas de madera para matar a los vampiros no de plata como se cree, y claro, él quiere seguir con la concepción tradicional de la historia) y con eso desata el viaje de vuelta de Eve, quien deja atrás a su mejor amigo Marlowe (John Hurt, en un papel alejadísimo del dictador que compuso en V de Venganza). En avión, con anteojos de sol, guantes y por la noche únicamente, con una valija llena solo con los tesoros más grandes de la historia moderna de la humanidad: libros, decenas de ellos (Don Quijote, Endgame, Infine Jest, entre otros títulos). Eve carga con la sabiduría zombie en sus manos al momento de rescatar a su amor.

Ese amor se consume con mayor pulso que si estuvieran vivos los dos. Amor animal, lúgubre. Velado por un juego de luces y sombras, pieles blanquísimas y una cuota del silencio más dulce, ese que lo dice todo cuando no hay lugar para los conceptos cerrados. El idilio que experimentan Adam y Eve no podría haber sido transmitido mejor por Hiddleston y Swinton, quienes parecen haber estado predestinados para representar a los amantes eternos. “Shall I tell you again about Einstein’s theory of spooky action at a distance?”, le susurra Adam a su Eve. Y uno ya podría morir feliz, porque ¿qué cosa vale más la pena que los susurros dulces después de enlazarse con otro en la intimidad más perfecta, y jurarle amor por siempre? Bailar, dice Eve, mientras escuchan a Denise Lasalle quien también está atrapada en esa cosa llamada amor. Sin embargo, a toda acción le corresponde una reacción, y la vuelta de Eve trae la aparición de Ava (Mia Wasikowska) su hermana más chica, que llega para trastocarlo todo. Para Adam, Ava representa la decadencia de su estirpe: descuidada, irresponsable, llena de deseos de experimentarlo todo. De hecho en la ceremonia que es para ellos tomar la sangre para seguir viviendo, Adam reprende a Ava y su impulsividad por tomar demás, y le advierte a Eve que las cosas no van a terminar de buena manera. No hay goce real en Ava, no se deja llevar tranquilamente por el éxtasis como sí lo hacen ellos dos, los amantes eternos, al compás de la música de  que los envuelve en un aura esotérica.

Es el propio Jarmusch quien musicaliza muchas partes de este relato, con canciones de su banda SQÜRL. El mérito, compartido con el compositor danés Jozef van Wissem (quien ganó el premio a la mejor banda de sonido por la película, en el festival de Cannes en 2013), es llevar a los oídos del espectador la atmosfera sensual y densa, perfumada y cautivante en que se mueven los personajes de Only Lovers Left Alive. Esto hace que la experiencia sensorial se dé por partida doble, como si uno pudiera alucinar con ellos, luego de tomar la sangre en copas de cristal. Renovando el rito de vivir un día más, pudiendo observar el paisaje sin necesidad de pensar cuándo se acaba.

Por Natalia Paez

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 ► [TRAILER]: Algunas imágenes de Only Lovers Left Alive:

  

Trailer - Only Lovers Left Alive from quadroporquadro on Vimeo.

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 ► [SOUNDTRACK]: Las canciones que suenan en la película de Jarmusch:

  Only Lovers Left Alive by Cinescalas on Grooveshark

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¡BUEN COMIENZO DE SEMANA! En este día, tres consignas propuestas por la autora de esta nota: 1. ¿Vieron Only Lovers Left Alive? ¿Qué opinión tienen de la película de Jarmusch? 2. ¿Recuerdan otros soundtracks que sean de la autoría del mismo director del film al que pertenecen? 3. Por último, ¿son proclives a hacer cualquier cosa por amor, como Adam y Eve? Yo pregunto: ¿Cómo son cuando se enamoran? Nati y yo aguardamos sus comentarios; ¡buen lunes para toda la muchachada, que les sea leve! ¡hasta mañana!

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—> La última vez escribió Tais Gadea Lara sobre… LO MEJOR DE NUESTRAS VIDAS

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[OFF TOPIC] Quería agradecerles tanto a Mili Barcala y Caro Torfano como a todos los que contribuyeron a mi entrevista para el documental de Cinescalas con sus preguntas; ya filmamos mi testimonio y en este post podrán ver fotos y videos alusivos; asimismo, nos queda una jornada doble de rodaje y en junio comienza el largo proceso de edición de la película; como siempre, los voy a ir manteniendo al tanto y, como siempre, gracias 😉

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La película de mi semana: Mistaken for Strangers

“What makes you think I’m enjoying being led to the flood? We got another thing coming undone, but I won’t be no runaway, ’cause I won’t run…”The National

“Sorrow found me when I was young, sorrow waited, sorrow won”. Todas las canciones de The National podrían tener su punto neurálgico en esa frase. O en tantas otras. En ese dolor que te agarra imprevistamente en “Pink Rabbits” o en esa seguridad de que no hay seguridades, como tan bien lo sabe el álter ego de Matt Berninger (el hombre “all dolled-up in straps” que asevera que “all the wine is all for me”) en esas travesías nocturnas donde le habla a una Karen o una Jenny, ya sea para decirle que estuvo extrañándola por veintinueve años o para decirle que no puede erradicar los malos pensamientos. El problema me va a encontrar. Trouble Will Find Me. Así se titula el último disco de The National, uno donde los demonios sobrevuelan la vida de ese hombre que extraña, que siempre extraña, meciéndose en una sila mientras se toma un whisky o mientras se toma ese pink rabbit. La mente. La mente es la obsesión de Berninger y la mente, para él, suele ser análoga al estar por debajo del agua (“it wasn’t like a rain, it was more like a sea”), en ese “sea of love” al que pertenecen quienes hacen de sus propios pensamientos un crepuscular callejón sin salida. Sin embargo, Matt Berninger no es ese hombre oscuro de sus canciones. No vive cual artista atormentado rayando las hojas con un furioso fluir de su lapicera. Matt Berninger es un músico que construye historias no tanto de su experiencia sino de la observación de las más rebuscadas de las relaciones humanas. A pesar de esto, en sus letras se pueden leer los vestigios de esos años en los que The National tocaba para no más de cien personas; una banda que, como bien ilustra la tapa de Boxer, era recibida con la frialdad de quienes no terminaban de dilucidar sobre qué cantaba Berninger cuando pedía la llegada de una “90-mile water wall to take me out of your view”. Porque sí, The National también es poesía. Poesía de los coros, los violines, las trompetas. The National es ser arrastrado por la corriente (“i was slipping under, i’m out of my mind, think you can wait?”), es el escuchar una melodía y sentir cómo te sumergen, cómo te sacuden, cómo te quieren ayudar a encontrar la salida de tu propia cabeza. ¿Cómo hacer un documental sobre eso? ¿Cómo registrar el recorrido de una banda indie que lo logró después de un tiempo prolongado de persistencia? La respuesta: no hacerlo. Cambiar la mirada. No hacer un documental per se, jugársela en el momento, improvisar, regodearse en la incertidumbre de no saber lo que se quiere decir, como ese runaway que corre aunque no lo desee. O que corre porque, en el fondo, no encuentra otro modo de vivir.

Muy lejos de aquel otro film sobre la banda (el granulado y melancólico A Skin, A Night, que estaba acotado a la etapa Boxer), Mistaken for Strangers está dirigido por Tom Berninger, el hermano menor de Matt. Tom se dispone a filmar los entretelones de la gira de la banda, luego cambia de opinión y decide mostrar su trabajo como roadie de su hermano, hasta que por último, cuando lo echan por su evidente tendencia a procrastinar, hace una de las películas sobre la hermandad más honestas y libres de los últimos años. Tom no solo se sincera respecto a lo que implica ser hermano de Matt – es decir, ser el menos famoso, el menos popularmente creativo, el menos centrado – sino que también cuestiona su propia veta como artista y hasta qué punto está apto para concluir cualquier emprendimiento que se proponga. En una hermosa escena con su madre, ella le asegura que sí, que siempre fue así, que nunca terminaba ningún curso, que se aburría rápido, que era inquieto, pero que eso estaba bien. Que era eso, justamente, lo que lo conducía a hacer películas de bajo presupuesto, a mostrarse menos lúgubre que su hermano, con la inconsciencia de quienes no planean demasiado el camino. Lo que hace Tom – un ser entrañable a quien se le debe gran parte del atractivo de la película, incluso teniéndolo a Matt como contrapunto – es trastocar la mirada y evidenciar cómo su carácter intempestivo no es algo negativo sino digo de admiración por parte de su hermano: “there was this one time, when I was in high school, and he was in New York, he called me up, because he had a horrible nightmare. And this nightmare was awesome, well, it was – he was being attacked by some crazy guy in the street, and he said that I came out of nowhere with an axe, and I just axed this crazy guy to death. And I saved his life. It’s just that, that made me realise that my brother sees something in me that I sometimes don’t see in myself”. Esa pesadilla de Matt, en la que se revela su necesidad de Tom, es narrada por éste como quien encuentra placer en corroborar que, aunque sean diametralmente opuestos, su hermano igualmente estará allí, haciéndole encontrar en esas imperfecciones un diamante en bruto para destapar su creatividad. Como todo hermano, Matt ve en el suyo un potencial y le ruega que lo explote/explore. “You are terrible at a lot of things. But there are a couple of things that nobody else does as well as you do. It drives me bananas that you will throw yourself away completely because of one or two things that you think are wrong about you. That’s what breaks my heart. You got to ignore those and lean towards the things that make you like yourself. Forget everything else. Fake it. Fake your way upwards”. Así, Tom, quien piensa que no va a poder concluir el documental por esa tendencia a saltar rápido hacia otra cosa, se encierra a editar, cubre las paredes de post-its y le pide paciencia a Matt para el plano final. “Just let me figure it out, okay?”. Con esas palabras que parecen oficiar de preludio a una secuencia final memorable, Mistaken for Strangers concluye con la hermandad en primer plano, con una imagen que dice mucho sobre cómo, por más distanciados que nos sintamos de ese hermano tan distinto a uno, igualmente dejaríamos todo de lado para buscarlo, correrlo, abrazarlo, acompañarlo, ya sea a solas en un jardín o mientras nos rodea un mar de gente. 

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 ► [TRAILER] El adelanto de Mistaken for Strangers:

Mistaken For Strangers Trailer from Monoduo Films on Vimeo.

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 ► [PLAYLIST] Les dejo un compilado de lo mejor de The National:

The National by Cinescalas on Grooveshark

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► [LISTA DE REPRODUCCIÓN] Canciones dedicadas a sus hermanos:

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¡BUEN VIERNES PARA TODOS! En este día, tres consignas: 1. ¿Cómo es la relación que tienen con sus hermanos? 2. Me gustaría que vuelvan las playlists con canciones que dejemos dedicadas a ellos; por otro lado, a quienes sean hijos únicos los invito a sumar a la lista de reproducción temas que simplemente quisieran escuchar en este viernes; 3. Por último, ¿cuáles fueron las películas que marcaron sus semanas y por qué motivos? Como siempre, espero sus comentarios y yo arranco con mi aporte para mi hermano Santiago: “39” de Queen, porque es una de sus canciones favoritas; ¡los leo a ustedes! ¡buen finde! PD. Les recuerdo que la base de datos de Cinescalas se actualiza todas las semanas 😉

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Deathmatch: Los mejores protagónicos femeninos del cine

“Es muy difícil ver si algo controla mi ser” – “Influencia” (Charly García)

Súbitamente. Ése es un adverbio que le calza perfecto a A Woman Under the Influence. Así como su protagonista Mabel confiesa cómo “de repente” extraña a todo el mundo, la película de John Cassavetes – cinta de culto de los inicios del verdadero cine independiente – es una en la que episódicamente una sucesión de hechos mundanos se desarrollan de repente, con una violencia implosiva. Asimismo, esas imprecisiones en el título (una mujer bajo la influencia nos lleva a preguntarnos: ·”¿qué mujer y bajo qué influencia exactamente?”) son elocuentes respecto a las intenciones de Cassavetes. Mabel puede ser una mujer de locura progresiva, puede ser una mujer que batalla contra los vaivenes de su ansiedad (ya lo había dicho Kierkegaard: “la ansiedad es la energía del movimiento por el cual el dolor se mete en el corazón”), como puede ser una mujer que lidia con la incomprensión. Así como las irrupciones se presentan de modo constante (Mabel bailando, Mabel moviendo las manos, Mabel mirando atónita a su alrededor), esas irrupciones son representativas de algo que está bajo la superficie y que resurge cuando ella es forzada a explicarse a sí misma. Estamos hablando de una película que toma el componente violento de las interacciones cotidianas pero lo exhibe de la manera más diáfana posible. Cassavetes limpia el panorama, desde los planos cerrados, pasando por la ausencia de canciones hasta su necesidad de prolongar en prácticamente un solo escenario cada uno de los estallidos de Mabel. Esa violencia, esa influencia, ese proceder de esa madre y esa esposa es inentendible bajo la mirada ajena. Todos le dicen qué decir, cómo comportarse, cómo sentarse para comer, qué cocinar, qué es lo correcto y qué es lo nocivo. Sin embargo, nadie la escucha, nadie realmente quiere saber sobre su condición. Cassavetes pareció haber tomado esa frase de Kierkegaard porque traduce el nerviosismo y la ansiedad de Mabel en un movimiento incesante. Y verla a Gena Rowlands (a quien su marido le dio el papel de su vida, como él mismo lo contaría en muchas oportunidades) entregada a esas caminatas errantes y entregada a esos pasos calculados que da Mabel en la extraordinaria escena final (donde se busca acomodar todo para que quede perfecto, con esa perfección como utopía) es una experiencia tan dolorosa como bella. La que proviene del placer de la pena, de la imposibilidad de contener las emociones.

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► [ESCENA] Un momento de A Woman Under the Influence:

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► [DE YAPA] Gena Rowlands y Peter Falk hablan sobre la experiencia del rodaje bajo la dirección de Cassavetes:

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► [GALERÍA] Los mejores protagónicos femeninos del cine:

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¡BUEN JUEVES PARA TODOS! En el Deathmatch de hoy propuesto por Juli (a.k.a. gallegamdq) la idea es mencionar los mejores protagónicos femeninos del cine, aquellas interpretaciones inolvidables que han dado grandes actrices; con sus aportes voy a amar una galería para inmortalizar esos papeles; quienes hayan visto A Woman Under the Influence pueden explayarse sobre ella; ¡como siempre, los leo! ¡que tengan un buen día, propongan otro Deathmatch y nos reencontramos mañana con sus películas de la semana!

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DEATHMATCH WINNER: MERYL STREEP

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LA ÚLTIMA VEZ ENFRENTAMOS A… LAS PEORES CARACTERIZACIONES DEL CINE

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Cuando todo pase

“Cuando todo pase y nos sorprenda la plena luz del día, algún destello anunciará que nuestro amor no tiene porvenir, y como tal el tiempo está al acecho de los dos” – Babasonicos

*Atención: se revelan algunos detalles del argumento

Avanzar es vivir. Dentro de la incandescencia de su prosa, si hay una inferencia que puede hacerse de todo lo que cuenta, de todo lo que exuda, de todo lo que vibra (y hace vibrar), podríamos decir que ése fue el mantra principal bajo el cual se regía Henry Miller. Sus intercambios epistolares con Anaïs Nin, con quien se mantenía en un estado de ebullición no solo en lo referente a lo sexual sino también en cuanto a la complicidad en las obsesiones literarias e incluso psicoanalíticas, están atravesados por una urgencia de poner a la experiencia por sobre cualquier cosa. Lo interesante de esa experiencia es que no se ajusta a un canon determinado. La experiencia no implica necesariamente un ardor, un entregarse que se haga visible en los poros, en la piel que empieza a humedecerse ante la agitación de un cuerpo que lo llama, lo despierta y lo estremece. La experiencia yace también en los instantes meditativos. En la introspección. Y a esa introspección tampoco la podemos encuadrar en un solo modelo porque, tanto para Miller como para Nin, el hecho de encontrarse uno con sus propios pensamientos, el hecho de mirar hacia adentro, se distancia bastante de la quietud. Quien procede con vértigo va a pensar del mismo modo. Si la cabeza procesa exaltada, ¿cómo la introspección podría ser análoga a la calma? Ese “avanzar es vivir” no se constituye, entonces, en un arrojo, en una acción atropellada como el primer infinitivo falsamente indica. Avanzar no es llevarse el camino puesto, no es pasar emocionalmente por encima de uno (o del otro). El avanzar es producto de esa introspección y frecuentemente (o casi siempre) está precedido por la misma. Creo que es mentira eso de que uno puede hacer y deshacer con una conducta netamente impulsiva. Incluso en el impulso se deja entrever una decisión, por más ínfima que ésta sea. Asimismo, si invertimos las cosas, podemos notar que las decisiones tampoco son unívocamente calculadas. Hay decisiones por largo tiempo meditadas y hay decisiones que se ejecutan con mayor rapidez. Cualquiera sea el caso, ninguna es fácil porque nos dejan, seamos conscientes de ello o no, con la sensación de que perdimos una de las alternativas. Ya sea el aceptar el ingreso de algo nuevo o el rechazar su permanencia son dos actos que, al momento de llevarlos a cabo, lo tiñen todo. Cubren todo nuestro panorama como un día de mal clima o lo despejan aclarando nuestra visión. Si trasladamos esos actos a las relaciones, el tener que dejar ir a alguien o el aceptar su regreso se instalará en lo cotidiano, con la tristeza de la partida o con la satisfacción del retorno. Las decisiones nos hacen creer eso: que son definitorias. Y no. Por un lado, son el reflejo de un período que parece extenso y no lo es. Por otro lado, y como decía Miller, son el motor para seguir en movimiento. La transición de estadios es natural, solo que si todos supiéramos como achicar la brecha del duelo precisamente no habría duelo alguno.

Sí, avanzar es vivir. Algo así le dice Lisa (Meryl Streep) a su hijo David (Bryan Greenberg) cuando él se debate entre prolongar su relación con Rafi (Uma Thurman) o concluirla. “You love, you learn, you move on”. Entonces, si uno podía llegar a pensar que Prime era una mera comedia de enredos, con ese consejo maternal entendemos que no. Que está todo el tiempo poniendo de relieve la naturaleza cíclica de los vínculos. Sin embargo, su director y guionista Ben Younger no se deja invadir por el cinismo. La aceptación de que la vida está llena de decisiones que tomamos a pesar de no quererlo es un tópico que se aborda con una naturalidad que roza la melancolía y se corre del fatalismo. Independientemente de la subtrama de secretos y mentiras que entrecruzan a una mujer divorciada, su terapeuta y el hijo de ella de quien esa mujer se enamora, Prime se enfrenta a un dilema que no está sujeto a una única resolución. ¿Qué pasa si yo amo a alguien pero sé que no es el momento para amar? ¿Qué pasa si sé que lo mejor para el otro es mi alejamiento? ¿Sacrificaría mi necesidad o me pondría en una postura egoísta? David y Rafi están, individualmente, en situaciones disimiles. Él, en la primera parte de sus veinte; ella, en la última de sus treinta. Él experimenta sin búsqueda de proyección; ella quiere tener un hijo. El conflicto se presiente desde el inicio del film, cuando Rafi entra al consultorio de Lisa y llora ante su reciente divorcio, ante su miedo de no poder ser madre nunca. Younger les da a sus personajes el espacio suficiente como para dejarlos hablar por sus acciones más directas y honestas. Acá no hay giros de guión forzados, revelaciones retorcidas ni cambios súbitos de conducta. David y Rafi se aman sinceramente pero con la amenaza latente de que no hay un porvenir. Prime es, a su vez, una película que no tiene miedo de pecar de ingenua cuando de finales se trata. Así, opta por el camino del desenlace más duro pero no necesariamente el más dramático. El acento está puesto en las parejas que concluyen habiendo todavía amor en ese espacio intermedio entre uno y otro, esa clase de amor más maduro, que va contra el impulso que podría arruinar su magia. David y Rafi parecerían estar contestándoles a quienes creen (creemos, para qué mentir, me voy a incluir en ese grupo) que las rupturas son sinónimo de grito, llanto y portazo. En su bellísima escena final, Younger trastoca esa idea y muestra los rostros de sus protagonistas a través de un vidrio que se despeja (de igual manera los enfoca en su primera cita), mirándose como quienes piensan en el otro en los mejores términos. “Cada vez que me pides que recuerde, acuérdate de que yo recuerdo todo. Soy una esponja” le escribió Miller a Nin respecto a la perdurabilidad de los momentos construidos de a dos. El cruce de miradas entre David y Rafi está acompañado por pantallazos de su relación, desde esa salida inicial, pasando por una discusión hasta un abrazo plácido en un jardín. Él le sonríe, ella también, como agradeciendo esos días. Volviendo a la dupla literaria, cabe decir que entre todas las respuestas de Nin ante las fulgurosas palabras de Miller, hay una que comulga con la visión de ese hombre desesperado como ninguna otra: “únicamente habrás vivido si mueres primero”. Le cambio una letra al verbo y el sentido permanece. Únicamente habrás vivido si mueves primero. Nuevamente se trata de avanzar para vivir. De aceptar que el tiempo, así como está al acecho, también te va a dejar respirar para que tus opciones se abran. Para que todo pase. Para que un nuevo día te sorprenda.

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► [TRAILER] El engañoso adelanto de Prime:

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► [SPOILER ALERT] El perfecto final de la película de Younger:

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¡Buen miércoles muchachada! Tres consignas para hoy: 1. ¿Vieron Prime/Secretos de diván? ¿Qué opinión tienen sobre la película de Ben Younger? 2. ¿Cuáles fueron las decisiones más difíciles a las que se tuvieron que enfrentar? 3. Justamente en relación a los secretos, los invito a compartir algunos suyos (dentro de lo que quieran explayarse); ¿son personas reservadas o son de compartir casi todo lo que hacen? ¿les incomoda escuchar secretos ajenos? ¡debatamos sobre el tema! yo aportaré algunos secretos personales y/o decisiones difíciles en los comentarios; ¡que tengan un excelente día! ¡los leo!

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