Diario de proyección: No estás solo en Córdoba

Foto: Leticia Lamoratta

“Being alone never felt right; sometimes it felt good, but it never felt right”  – Charles Bukowski

Hace unos meses, Maria José, una de las fundadoras de la escuela de cine La Lumière de Córdoba, solía proyectarles a sus alumnos los cortometrajes de la realizadora española Beatriz Sanchis. En un momento de investigación online sobre dicha directora, ella encontró de casualidad la entrevista que compartí con ustedes en este espacio a raíz de Todos están muertos. Un link la condujo a otro hasta que llegó a la pestaña de No estás solo en esto. A los días, Maria José empezó a ser Majo para mí, y ambas ya estábamos hablando sobre el cine y las artes como pasión en común (desde Sanchis hasta Bukowski) y sobre la posibilidad de que su escuela organice una proyección de mi documental. El sábado, en plena cena después de esa proyección, Rodrigo le estaba asegurando a Majo que ella perfectamente podría integrarse a la comunidad porque su forma de sentir el cine se asemejaba mucho a cómo lo percibimos acá diariamente. Quise abrir este post hablando de Majo porque fue gracias a ella que pude presentar mi película en Córdoba, porque fue gracias a ella que el evento salió perfecto (nada puede salir mal si la previa se musicaliza con Sigur Rós) y también porque su llegada al blog está en sincronía con lo que No estás solo en esto muestra. Todos ustedes, por una razón fortuita, hallaron este lugar y ese cúmulo de arribos fue el motor fundamental para la filmación de la película. Mi agradecimiento también va para todos los que asistieron a la proyección, para quienes me acompañaron a la distancia con mensajes de afecto y apoyo teniendo en cuenta los nervios que genera mostrar lo que uno hace, para quienes compartieron una salida en esos días vertiginosos, para quienes colaboraron filmando y sacando fotos, para quienes trasladaron el proyector, para quienes me fueron a buscar (y me llevaron de vuelta) a la terminal, para quienes me obsequiaron presentes (esos libros y discos que te definen), para quienes me abrazaron como si los conociera de toda la vida. En síntesis: para todos los que formaron parte de la experiencia. Se me vienen a la mente las palabras que dice Luján en el documental: “el blog es un espacio virtual pero más físico que muchos otros (…) que reúne personas que encuentran en las otras lo que necesitan en el momento”. Cuando salimos todos a comer y hablamos como si ya nos hubiésemos visto en reiteradas ocasiones, cuando Rodri y Javi se enteraron de que habían estudiado cine con los mismos profesores y en el mismo lugar, cuando Majo hizo sonar Radiohead mientras me mostraba su libro de Almodóvar, advertí que el título del documental que ustedes financiaron con tanta generosidad no solo deja de ser abstracto sino que encuentra, en cada lugar y en cada momento, su manifestación más humana y sensible. Gracias por eso.

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► [VIDEO] La presentación del documental en el Museo Emilio Caraffa:

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► [GALERÍA1] Algunas imágenes de esos hermosos días en Córdoba:

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► [GALERÍA2] Más imágenes sacadas por la escuela La Lumière:

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¡BUEN MARTES PARA TODOS! En este nuevo post, me gustaría que los cinescaleros cordobeses se explayen sobre la experiencia del sábado y quienes no pudieron ir que compartan qué fue ese hecho fortuito que los hizo entrar al blog por primera vez; nosotros nos encontramos el jueves con un Open Post neoyorkino donde les comentaré cuándo me estoy yendo, qué entrevistas voy a estar haciendo por allá y cómo será el cronograma de actualización acorde; ¡hasta entonces! PD.  Acá mismo les dejo para que escuchen el paso fugaz de Mirtha Legrand por mi columna de cine en Hoy es Mejor 😉

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¡Nos vemos en Córdoba!

¡Buen jueves para toda la muchachada! Como ya les he comentado en otras oportunidades, este sábado estaré proyectando No estás solo en esto en el Museo Emilio Caraffa de Córdoba, bajo la organización de la Escuela de Cine La Lumière. A todos los cinescaleros de la zona, los espero por allí, ya que después de la proyección iremos a comer algo, siguiendo con la tradición. Por otro lado, también les quería avisar que nos reencontramos en el blog el martes 2 con post sobre todo lo que suceda en Córdoba y con un anuncio antes de mis vacaciones a Nueva York, que por cuestiones laborales se adelantaron. De más está decir que me pone muy feliz que la película se siga exhibiendo de este modo. Gracias a todos los que lo hicieron posible. PD1. Pueden usar este post como uno abierto para el divague. Hasta el martes. PD2. Recuerden que, como todos los jueves, me pueden escuchar en el programa Hoy es Mejor de RadioYPunto en este link. Ahora sí, hasta pronto.

Cuidado con el precipicio

“There are vows, there are ties
There are needs, there are standards,
There are shouldn’ts and shoulds.
Why not both instead?“Moments in the Woods”

*Atención: se revelan algunos detalles del argumento

Hace tiempo que quería hacer un post sobre mensajes subliminales, subtextos o dictámenes morales que habitan en un alto número de películas. Como ejemplo más cercano nos encontramos con It Follows. ¿Acaso la película de David Robert Mitchell nos está queriendo decir que el sexo desemboca directamente en la muerte? A simple vista, si se la aborda como una gran obra simbólica sobre las enfermedades de transmisión sexual, entonces sí, una lectura puede ser esa. Sin embargo, conociendo las inclinaciones del director por las historias coming of age, no es desacertado considerar a It Follows como un film que – como ya hemos discutido – habla sobre la pérdida de la inocencia, siendo el sexo un factor más. No hay moralejas ni condenas. La protagonista es una mujer que disfruta de su sexualidad y que termina haciéndole frente a su vida adulta (con todos los componentes paranormales que forman parte de ella) acompañada por un hombre y no con un hombre como único sostén. Ante todo, ella es su propia aliada. Into the Woods, la reciente película de Rob Marshall, es la contrapartida. Adaptado por James Lapine, el autor del libro en el que a su vez se basa el musical de Stephen Sondheim, se trata de un film problemático en muchos sentidos (no hay una tesitura en la puesta en escena que indique amenaza, el nivel interpretativo es desparejo, hay una falta de precisión narrativa que lo vuelve tedioso, etcétera), pero en uno en particular: no es lo suficientemente oscuro como la obra de base y no es lo suficientemente afable como para estar dirigido a un público infantil. En consecuencia, el vasto de número de mensajes subliminales son torpes y/o están disfrazados por juegos del guión. En este plano, quiero detenerme en la subtrama que involucra a la esposa del panadero (Emily Blunt), quien es persuadida por el Príncipe (un excelente Chris Pine) para entablar una situación amorosa. Si mis palabras son vagas, es precisamente porque la película lo es. Por ende, esa “situación” no puede ser descrita en detalle. Al encontrarse impedida de cierta explicitud no apta para niños, Into the Woods se vale de sutilezas que no lo son tanto para sugerir que entre esa mujer y ese hombre hubo algo más que un inocente beso. Pero lo más alarmante del film no reside tanto en su indecisión en el tono (a fin de cuentas, muchas películas pecan de eso sin lastimar a nadie) sino en lo que acontece con el personaje de Blunt. Minutos después de intimar con el Príncipe (bajo la forma de ese beso o bajo la forma de un acto más pasional, eso no se muestra), la atribulada mujer cae por un precipicio. La ecuación es simple: el adulterio debe ser castigado. Las críticas a esa elección en el formato causa-consecuencia no tardaron en llegarle a Lapine, quien respondió con una suerte de contraargumento carente de sustento: solo las mujeres se detienen en ese hilo argumental, porque están embebidas de lecciones feministas. Si bien no puedo asegurar que los hombres que la hayan visto hayan pensado diferente, sí puedo decir que la forma en la que se muestra la partida del personaje es demasiado burda para la observación de cualquier espectador, independientemente de su género. “There are vows, there are ties, there are needs, there are standards, there are shouldn’ts and shoulds. Why not both instead? There’s the answer, if you’re clever: ‘Have a child for warmth, and a baker for bread, and a prince for whatever’ — Never! It’s these woods”, canta la mujer del panadero poniendo de relieve otro notorio simbolismo de la obra y, en consecuencia, de su adaptación. El bosque es la tentación y por más atraído que te sientas a sucumbir a él, lo mejor es escapar con cordura para evitar la caída. ♦ 

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► [GALERIA] 50 Honest Posters mencionados en el post de hoy (y algunas yapas); ¡gracias por la magia!:

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¡BUEN MIÉRCOLES PARA TODOS! En este nuevo post, dos consignas: 1. ¿Qué otros mensajes moralistas y/o subtextos algo cuestionables del cine podrían sumar a la lista?  De más está decir que si vieron Into the Woods, este es el post para debatirla; por otro lado, 2. ¿Les gusta el género musical? ¿Qué exponentes podrían citar como sus favoritos? ¡Los espero en los comentarios, como siempre! Nosotros nos reencontramos mañana con el post pre-proyección de No estás solo en esto en Córdoba; en relación a eso, esta noche de miércoles estaré hablando, a las 21:00hs., en el programa radial cordobés “Bitácora de vuelo” sobre la presentación del documental en dicha ciudad; pueden escuchar por acá 😉

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NO ENTRES AL BOSQUE, EMILY…

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Inherent Vice: El eterno noir, el humo del cannabis y los endemoniados 70

Fuente: amazingcinematography.tumblr.com

Hoy en Cinescalas escribe: Victoria Leven

“Ella vino por el callejón y subió las escaleras traseras, como antes. Hacía un año que Doc no la veía. Que nadie la había visto. Por entonces iba siempre en sandalias, con la parte de abajo de un bikini estampado de flores y una camiseta desteñida de Country Joe & the Fish. Pero esa noche vestía de pies a cabeza como una chica de tierra adentro y llevaba el pelo mucho más corto de lo que él recordaba: la pinta que ella juraba, en el pasado, que nunca tendría. – ¿Eres tú, Shasta?” (Primer párrafo Inherent Vice / Thomas Pynchon – 2009)

Inherent Vice es el último film del magistral realizador Paul Thomas Anderson, que tuvo una fugaz presencia en la cartelera porteña, aunque espero que ocupe un digno espacio en nuestra memoria andersoniana. Por mi parte, aún permanezco felizmente atrapada en su psicodélica red de fotogramas, y en esa mirada desencantada sobre ese momento tan controvertido como idealizado: los años 70. Una de las peculiaridades del film es que el guión es una adaptación de la novela del autor postmoderno Thomas Pynchon, siendo la primera vez que una de sus obras literarias llega a la pantalla, ya que es ”la más viable de ser transpuesta” según los dichos del mismo Anderson, un amante confeso del escritor.

El realizador encontró en Inherent Vice intereses estéticos, temáticos y una percepción fuertemente visual de la realidad. Véase que para su adaptación hizo un trabajo de hormiga a la vieja usanza: página a página del libro llevó el universo literario al guión cinematográfico, y luego de obtener esa montaña de carillas guionadas de la obra, empezó a esculpir la versión final. La intención clara era que la película fuera realmente una pieza íntimamente relacionada con el libro y, por supuesto, con el “mundo Pynchon”. Resultado de oficio: impecable adaptación. Las capas de la trama se trazan desde el corazón del cine negro americano, ese género que conocimos de la mano de Humphrey Bogart en la duras calles nocturnas de los 50, y que ahora en este neo-noir que es Inherent Vice nos sitúa en la psicodélica y turbulenta década del 70, bajo el pleno sol ardiente de California.

Fuente: amazingcinematography.tumblr.com

Larry “Doc” Sportello, en la piel de Joaquin Phoenix, es el detective solitario y bien conectado con lo más variopinto y pútrido de la sociedad – FBI, Policía de Los Ángeles, hampa tradicional y demás – que en lugar de hundirse bajo el líquido ambarino del whisky, vive humeando marihuana y es adicto a una medusa rubia, la clásica femme fatale, ahora con look de bonita hippie, “Shasta Fay”, quien además es su ex novia. Así es que una noche la blonda se le aparece en el living de su casa, cual imagen alucinada, buscando desesperadamente su auxilio profesional. El punto del caso es que Doc debe dar con el paradero del actual amado de su ex, el afamado “Mickey” Wolfmann, un magnate del palo inmobiliario que podría ser víctima de un plan macabro en manos de su mujer (la legal) y el amante de la misma, que buscan embolsarse la cuantiosa fortuna de Mickey. El desarrollo de la trama policíaca se trae en manos un enmarañado contenido de información dramática casi indescifrable, pero que, fiel al género, deja entrever que todos están en alguna transgresión legal y/o moral: “todos saben algo de alguien, todos son adictos a algo: drogas, sexo, dinero, poder, y por qué no, trascendencia espiritual”. Los tips de la búsqueda están pincelados con unas peculiares notas de Doc en su libreta detectivesca: “estado de paranoia, sentimiento de culpa, esto no es una alucinación” y otras aclaraciones existenciales.

En el devenir de la historia hay una mixtura colorida de temas y personajes: hippies, chakras, astrología, ouijas, coachs espirituales, cannabis, heroína, ácido, neonazis, afroamericanos, indios, orientales, surfers, dentistas, prostitutas, médicos, magnates, y la lista sigue. Todos están juntos tras la gran fantasía de encontrar una realidad trascendente, o más aún, una verdad trascendental con sabor a peyote y tras un clan de falsos gurúes. En esta gran sátira social, el humor se vuelve una pieza clave para analizar las grandes creencias de la época, sus modas, sus banalidades y una locura entre naïf y decadente. Durante mi paseo cinematográfico en el interior de Inherent Vice, mi cabeza viajó directo a un claro recuerdo: la primera vez que vi The Big Sleep de Howard Hawks, pues en ambos films entendí menos de la mitad de lo que los personajes se dicen en los infinitos diálogos contrapuntísticos, decenas de palabras en las que van y vienen una maraña de datos absurdos acompañados de acciones cuasi delirantes. Pero eso que parecería negativo es, en esencia, el encanto de ambas películas, infinitamente lejanas a la lógica del policial de intriga.

Fuente: amazingcinematography.tumblr.com

“Estados Unidos es una madre adicta a la heroína, ¿y tú qué harías si tuvieras una madre adicta?” – (Inherent Vice / Tomas Pynchon)

Lo más importante yace en el subtexto, en el contexto del relato, en la eterna contradicción entre lo que se dice y lo que se hace. Por otro lado, los personajes mienten la mayor parte del tiempo, entonces, ¿para qué esforzarnos en creerles? BEWARE OF THE GOLDEN FANG!!! le dice Bambi, una prostituta oriental, a Doc en una escena del film. Nada sabemos sobre “The Golden Fang”, si es una banda de surf sax, un lugar lejano, un barco en el horizonte, un sindicato de dentistas o unos orientales traficantes de heroína. Los personajes y las cosas tienen tantas caras, son tantas cosas superpuestas que se revelan y luego se vuelven a revelar, para que nunca logremos llegar al fondo del hoyo del conejo de Alicia. Mientras tanto, nos acompaña una bella voz en off que entra y sale del film – elemento creado por Anderson por fuera de la novela -, que le pertenece a la joven cantante Joanna Newson, quien aquí juega el papel de íntima amiga de Doc. Esta pitonisa nos trae hilos de pensamientos, como acentos reflexivos, acercándonos aún más a las emociones de nuestro detective romántico-hippie. La magia de Inherent Vice está en el estado que genera, en su textura de evolución disgresiva, en el limbo narrativo, un mambo pesadillesco donde lo continuo y lo incompleto parecen tener la estructura de los sueños donde siempre el foco está en lo que sucede sin que opere nuestro control, donde todo puede ser cómico o trágico a la vez. Con una mirada de segundos planos, se pone el foco en la fotografía social, dejando ver una red vincular que pone bajo la lupa a esa mítica ciudad de las estrellas, con una siniestra marca al orillo, la del demoníaco estilo Charles Manson. Así, el ojo de Gran Hermano, ese Estado que observa cada una de las piezas del tablero, controla todo como un fantasma omnipresente. El film expone bajo la perspectiva postmoderna ese momento cultural extinto, y desnuda el quiebre en el que el ideal hippie cae en un punto alucinado y absurdo para terminar alimentándose del sistema, queriendo ser parte de él, lejos de toda salvación espiritual posible o certera. Por eso, el policial noir es inmanente a este universo de desencanto, desilusión y dilución.

El clima de la película, con olor a marihuana y transpiración acumulada, hace de marco de esta parodia, que ironiza las aspiraciones post-post Segunda Guerra Mundial, picando en paralelo con Nixon y Vietnam. “No es una esvástica, es un símbolo hindú que significa que todo lo bueno trae fortuna y bienestar” le dice el médico de un psiquiátrico a Doc en una escena de la película. Joaquin Phoenix, de lo más poco atractivo (en el buen sentido) en su rol de “Doc”, es la antítesis de la elegancia de Jack Nicholson en Chinatown, entre otras cosas por una severa falta de higiene personal. A él se suma su álter ego, “Big Foot”, el policía malo de L.A. o la versión de su sombra bizarra, que está encarnado de manera impecable por Josh Brolin. “No puedo perder la calma en un mundo tan absurdo” define, para mí, la forma de actuar de Doc, quien mientras se enciende un porro analiza los hechos del caso. Hay mucho humo de marihuana pero no hay alucinaciones como efecto post-fumada, ya que “no hace falta alucinar si el mundo ya es una alucinación absurda”. Pero más allá de esta arbitraria sociedad, siempre se puede ser romántico. La esencia clave de Sportello es su amor rescatista. Pues el amor salvador que él tiene por la fatal Shasta representa el fiel deseo de que no termine el sueño hippie – el sueño bueno – y que el mal sueño, ese en el que todo se ha convertido en la peor versión de sí mismo, no se haga realidad, aunque eso es absolutamente inevitable. Pero mi querido Doc, como buen detective de género, sostiene su peinado y su sueño hasta el final. Solo o acompañado. “Esperar que pasara alguna cosa, lo que fuera. Como que un canuto olvidado se materializase en su bolsillo. Como que los de la patrulla de carreteras se acercasen pero prefiriesen no incordiarle. Como que una rubia inquieta en un Stingray parase y se ofreciese a llevarle. Como que la niebla se disipase, y que, por esta vez, sin saber cómo, hubiera allí otra cosa” reza en la novela de Pynchon. ¿Finalmente el poder y el dinero pueden con todos los ideales? Suena ingenua mi pregunta, pero la respuesta que da el film no lo es en absoluto. Paul Thomas Anderson se hermana con la mirada de Thomas Pynchon para dejar a plena luz del Sol este desproporcionado, ambiguo y contradictorio universo humano. Todos quieren creer, nada hay para creer. No more dreams. La realidad es puro vicio.

Por Victoria Leven

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► [TRAILER] Algunas imágenes de Inherent Vice:

Inherent Vice - Trailer from Aspect on Vimeo.

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► [DE YAPA] Un imperdible estudio sobre el cine de Paul Thomas Anderson:

The Career of Paul Thomas Anderson in Five Shots from Kevin B. Lee on Vimeo.

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► [OTRA YAPA] Siete afiches alternativos de las películas de Paul Thomas Anderson en una misma galería:

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¡BUEN MARTES PARA TODA LA MUCHACHADA! En este nuevo post, dos consignas: 1. ¿Vieron Inherent Vice? ¿Qué opinión tienen del film? 2. Me gustaría que hiciéramos un ranking de menor a mayor de las películas de Paul Thomas Anderson y que nos explayemos sobre su filmografía; nos reencontramos mañana con un post sobre Into the Woods y las peores moralejas que ha dado el cine; ¡hasta entonces, muchachada, los leo!

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*ESTA SEMANA:

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*EL RECORDATORIO DE CADA LUNES:

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 La última vez escribieron Soledad Lamacchia, Ana Mancuso y Florencia Romeo sobre… MAD MEN

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Entre mates y mails, debatimos el final de Mad Men

Hoy en Cinescalas escriben (mails): Soledad Lamacchia, Ana Mancuso y Florencia Romeo

*Atención: esta nota tiene spoilers sobre el final de Mad Men

Como saben, por una cuestión de tiempos, Cinescalas se está actualizando de lunes a miércoles. Sin embargo, a veces está bueno salirse del cronograma por circunstancias especiales. Una de esas circunstancias es, sin dudas, el final de Mad Men. Soledad Lamacchia, Ana Mancuso y Florencia Romeo gentilmente compartieron conmigo (y por extensión, con ustedes) el intercambio de mails que entablaron luego de ver el episodio final de la serie de Matthew Weiner, “Person to Person”. Así, sin filtro y con la espontaneidad que caracteriza a todo fanático, les dejo dicho intercambio y los invito, por supuesto, a sumarse al debate con ellas:

► ANA:

Mis queridas, abro para que mañana nos explayemos.
Solo les digo antes de irme a dormir, que esta serie ha sido de las mejores cosas que vi en mi vida. Magnánima, ni más ni menos.
¡Besos y mañana la comentamos!

► FLORENCIA:

Me costó un montón digerirlo, necesitaba permanentemente que (Don) volviera a New York. Veía que pasaba el rato y seguía en California. Pero era necesario que descendiera a los infiernos, que volviera a ser Dick, que es como lo llama permanentemente Stephanie, y recién entonces pudiera resurgir.
Las tres llamadas me mataron, especialmente las dos últimas. La primera me urgía desde el capítulo anterior, TENÍA que enterarse lo de Betty. Y Sally es un personaje delicioso. La escena con Bobby, que quemó las tostadas, es de una ternura absoluta, sin drama, sin golpe bajo.
La llamada con Betty, terrible!!! Y qué doloroso que nadie lo tenga en cuenta a Don para quedarse con los chicos. Y tienen razón…

Don: Birdie…
Betty: … I know… 

La charla con Peggy, otra delicia, ¡volvé a casa! El bajón con el que queda después, la parálisis, el pánico, todo reflejado en la cara de Don, la desesperación, la desolación!

La escena en el grupo, con ese desconocido (pero vestido como él, bien oficinista urbano) que pone en palabras su angustia, el abrazo… Qué belleza!

Me encantó la declaración de Stan a Peggy, cómo los dos finalmente admiten algo que era obvio pero que ellos no advertían. Me gustó que Roger encontrara una par, una sátrapa como él.
Bien por Joan! Qué terrible que el dilema que se le presenta todavía les pase a muchas mujeres hoy en día! Y lamenté que Peggy no fuera con ella, pero no pude evitar identificarme con el quilombo de su living comedor, porque es lo que le pasa a Joan en su casa, me pasa a mí, jaja… Me encantó lo que Pete le dice a Peggy.

Y podría seguir diez años más escribiendo, pero como hay mil teorías dando vuelta, adhiero a la más sencilla: en la última escena, la del om, ya está afeitado y peinado, ya dejó a Dick atrás, volvió a ser Don y cuando sonríe es porque encontró el aviso para Coke, con el que termina el capítulo. El aviso es real, es de 1971, lo hizo Bill Bicker, misma inicial en nombre y apellido, nombre monosílabo, apellido de dos sílabas… Y Peggy se lo dice, que muchos volvieron y McCann los recibía con los brazos abiertos. O eso quiero creer 🙂 Porque él se lo dijo una vez a Ted, que ellos son creativos, que ellos se dedican a eso y lo hacen bien.

► ANA:

Tengo que decir que estoy abrumada con esta serie. Es maravillosa, y no va a pasar mucho tiempo antes de que la agarre y la vea de nuevo. Porque siempre me pareció que sus episodios tienen capas. Es como que cada vez podés fijarte en un aspecto que al principio no tiene tu completa atención porque estás siguiendo el argumento. Me parece que es una serie que se va a proyectar en universidades! Que la van a ver estudiantes de publicidad, obvio, pero también de historia, de sociología, de comunicación…

Sobre el capítulo final en sí, me parece que tuvo un cierre perfecto. Porque además, no sé si se dieron cuenta de que cada personaje tuvo su cierre de acuerdo a la esencia de ese personaje. Los creadores resistieron la tentación de arreglar todo en el final, y que todos sean felices a lo cuento de hadas, y en vez de eso eligieron poner a cada personaje en un lugar de paz consigo mismo. Los hicieron reconocerse, entenderse y simplemente ser quienes son y quienes han sido durante toda la serie:

Betty: enferma terminal y todo sigue fumando, sigue dando órdenes y queriéndose mostrar sin fallas. Ese trauma con su madre que nos muestran al principio de la serie la acompaña hasta sus últimos días: ella no quiere que su familia la vea morir como ella vio a su madre. Y ese llamado con Don resume a la perfección su relación: ellos se entienden, dentro de todas sus limitaciones, y no tienen ninguna necesidad de caretearla adelante del otro. Me pareció una gran escena.

Sally: La nena/adolescente que siempre es sabia más allá de sus años. Dos padres completamente chiquilines y narcisistas en cierto modo, la hicieron a ella una mujer casi desde nena. Y es la que se hace cargo de la situación de su madre aceptándola con una gracia increíble: lo consuela a Henry, le enseña a su hermano cómo va a tener que cuidarse un poco solo de ahora en más (no le hace la cena, le dice “vení que te enseño”. Sabia, sabia hasta las uñas!), le comunica la noticia a Don y le dice lo justo y necesario y lo contiene al mismo tiempo que lo frena, está para su madre sin hacerle sentir que la está cuidando o auxiliando, cosa que el orgullo de Betty y su necesidad de que todo siga con “normalidad” no soportaría.

Roger: El mismo quilombo bon vivant de siempre, encontrando, como decís Flor, por fin la horma de su zapato. No necesitando una mujer mucho más joven que él, de inteligencia dudosa y a quien fácilmente contentaba con un collar o un nuevo abrigo, sino madurando hasta el punto de elegir como compañera a una igual. Y a alguien que no espera de él que sea ese hombre serio y estable con quien terminar su vida, sino un compañero de aventuras, en un momento de la vida en el que se supone que las aventuras terminaron.

Joan: termina lidiando con eso mismo que lidió en toda la serie: hombres que no son capaces de ver más allá de su cuerpo despampanante y ver que es una mujer con ambiciones y deseos de trabajar y alimentar su carrera. Todos sus hombres en la serie o la quieren solo por sexo o la quieren metida en su casa solo para ellos (por sexo, por supuesto, pero además para que sea solo de ellos y nadie la quiera ni la vea). Y ella elige, como siempre en la serie, enarbolando su bandera de “las mujeres contamos también”, y diciéndoles con sus acciones a todos “Si a mi estas tetas no me pesan, por qué te tienen que pesar a vos!?”

Peggy: Misma lucha que en toda la serie! Maravilloso!! No sabe cómo meter su vida personal en la totalidad de su existencia! No reacciona ante lo que le pasa con Stan hasta que él le dice lo que es obvio: que se llevan fantásticamente, que son los mejores amigos, y que no habían pasado a mayores porque, precisamente Peggy había aprendido a ver solo a través de su trabajo. Eso es lo que la define, lo que la salvó de la depresión cuando dio a su hijo, lo que su mentor, Don, le dijo que persiga en un momento en que su estado emocional iba a hacer que eso se convirtiera casi en mantra (se acuerdan la escena en el hospital en la primera temporada?). Por eso la desarma tanto el llamado de Don: si él se cae, cómo me quedo yo en pie? Tienen esa dinámica desde el primer momento, son como un equipo. Han estado uno para el otro en momentos de derrumbe. Y por eso también es acertadísimo lo que le dice Stan: “Tenés que dejarlo ir”.

Con respecto a lo laboral, también Peggy va con su esencia: ella quiere reconocimiento, pero más que nada quiere hacer lo que le gusta, no quiere simplemente hacer negocios y triunfar haciendo carrera en lo que sea. Ella se para y dice lo que quiere, pero no tiene problemas teniendo jefes, como si los tiene Joan después de haber experimentado el ser “socia”.

Pete: Termina con un trabajo que le de mucha $$ y su esposa y su hija. Status, o sea, que es lo que persigue también desde el día uno. Y en el camino hace las paces con una Peggy con la que muchas veces rivalizó, y a quien muchas veces menospreció porque Peggy está donde está a fuerza de un talento que Pette nunca tuvo. Lo suyo fue el chupar las medias siempre lo suficiente hasta llenar su agenda de contactos y lograr, finalmente, un lugar gracias a esas relaciones.

Y nuestro amado Don, a quien dejo para el final… qué perfecto final!! Don lo hizo todo, lo tuvo todo… mujeres que lo adoraron hasta lo indecible, éxito profesional, éxito económico hasta el punto de no necesitar trabajar si ese fuera su deseo. Pero todo esto nunca lo hizo feliz, porque no podía conciliar que fue él quien logró eso. Era un otro, era ese Don que le sirvió para sobrevivir al convertirse en alguien más, pero que nunca se fusionó del todo con el que él era antes, y eso lo llenaba de culpa, y siempre quería algo más que no era eso que había conseguido. Quería ser él (el) mismo y no lo lograba. Y ese breakdown que tiene, qué luego se convierte en breakthrough, ese reconocer que no se pudo contar con él familiarmente, ese sentir que no lo elegían (como dice el hombre que lo quiebra, porque por fin alguien pone en palabras lo que él ni siquiera entendía de sí mismo), cuando en realidad lo que le pasaba a él era distinto: lo elegían, pero no terminaba de sentirse conforme porque él no nació Don, él nació Dick. En ese retiro, lo que logra es renacer como Don, finalmente hace las paces con esa transformación. Ya no se ve como un usurpador de identidades y que por ende, todo lo que logró, lo logró a fuerza de falsedades, sino que es una especie de ave fénix, renace de sus cenizas y Don y Dick se convierten en uno. Y eso te lo muestran, sutilmente, tan sutilmente, con ese aviso de Coca Cola al final: Don está de vuelta haciendo lo que mejor sabe hacer: siendo creativo. Traduciendo sus experiencias personales en avisos maravillosos. Tanto la época (los 70´s, tan significativos y que forman el marco par este Don) como su viaje personal decantan en ese aviso de Coca Cola en el que le cantan a la igualdad, y al ser quien uno es.

Amé Mad Men, y la amaré forever!

► FLORENCIA: 

Y este nuevo Don se tiene que dar la oportunidad de ser padre. Quien no fue amado, no puede amar. Él nunca fue hijo, nadie lo crió, se lo fueron pasando como un paquete, se lo fueron sacando de encima. Es abandónico y no puede hacerse cargo de sus hijos, porque nadie se hizo cargo de  él. Ahora tiene la oportunidad de convertirse en padre. Algo amagó cuando al final de la temporada 6 los lleva a los tres chicos a la casa de su infancia. Sería la mejor forma, creo, de exorcizar su historia, su infancia y adolescencia, siendo mejor que aquellos con los que vivió en su infancia. Y de paso, reparar el dolor y la culpa de haberle dado la espalda al hermano menor que también se aferró a él como salvavidas. No nos olvidemos que él carga con dos suicidios en su conciencia. No los  mató, pero fueron dos personas a las que les dio la espalda. Ya no puede ser hermano  mayor, pero sí puede ser el padre de sus hijos como no lo fueron con él.

► ANA:
Es cierto, todo ese pasado que mencionás lo hizo el Don que conocemos, y al que ese desarraigo lo llevó a ni dudar sobre si bajarse del tren y seguir siendo Dick, o no detenerse y cambiar esa identidad tan débil por la de Don… pero eso ya corre a interpretación del espectador. También es cierto que con lo de Betty, forzosamente tendrá que tener un rol más activo en la vida de sus hijos. Pero lo que a mí me gustó es que este final, más allá de las potencialidades que le surjan a Don de acá en más, después de hacer las paces con el mismo, es que te lo muestra como, conflictos más, conflictos menos, es desde el principio: un Madison Avenue Man. Un hombre de la publicidad, que es lo que saca su mejor self, y él así lo acepta.

► SOLEDAD:

Ahora sí. Ya con mate cocido en mano y un poco más despierta sigo un poco la línea de Ana para que me quede ordenado.

En líneas generales. La serie me pareció maravillosa de principio a fin. Hubo algún momento más chato pero cada momento “chato” se justificó más adelante. Eso la hizo para mí genial. El arco de tiempo que recorre es, como charlábamos con Ana el domingo, un protagonista más de la serie y, si bien lejos estoy de ser experta en esto, creo que está excelentemente plasmada.
Para mí la presentación de la serie es un poco un reflejo de lo que fueron todas las temporadas. Ese hombre que entra a su oficina y crece para después envuelto en éxitos profesionales, mujeres y dinero, empezar a caer sin darse cuenta y sin control hasta, por decirlo de alguna manera, “caer sentado” y volver al éxito. No sé si se entiende lo que quiero decir. A mí la presentación de esta serie me hace ruido hace rato.

Los personajes. Coincido con que cerraron muy muy bien y prolijamente la línea de cada uno. Y cerrar es una forma de decir porque en cada uno se abrió una historia que, conociendo a cada personaje como lo conocemos, no sabemos cómo puede terminar. Si, como también comentaron, cada “cierre” fue fiel a la esencia de cada personaje.

-Joan. Como dijo Anis. Siempre fue la que más ambiciones tuvo en cuanto a su vida profesional y en cuanto a salir de ese estereotipo de mujer fatal que carga desde que la conocimos. Hasta último momento intentó crecer profesionalmente y armar una vida familiar y no pudo. Todos los hombres que tuvo, salvo Roger, la hicieron elegir o la minimizaron. Si bien nunca fue uno de mis personajes preferidos esta última temporada estuvo genial.
La escena con Roger, aceptando lo que él le da sin pedirle nada a cambio, creo que fue maravillosa y una muestra de lo que Joan es: una mujer capaz de saber cuándo aceptar, cuándo el orgullo no sirve de nada. Obvio que esto está condimentado por un hombre que le ofrece ayuda sin pedirle absolutamente nada a cambio. Alguien que siempre supo qué era y cuánto valía esa mujer.

-Roger. Encontró su media naranja. Es otro que maduró con la serie. Tal vez por momentos parecía que todo le importaba tres pitos pero creo que nunca fue así. Estos hombres se la pasaron con caretas puestas para vender sus publicidades ocultando la vida que llevaban interiormente y Roger no fue ajeno a eso. Otro cierre perfecto.

-La Flia Draper. Acá no tengo mucho que agregar a lo que dijo Ana porque lo dijo perfecto. Betty, sus hijos, Sally. La llamada de Don me desarmó. A pesar de todo lo que vivieron, sin decirse nada, lo saben. Se conocen. Fue terrible escucharle decir a Betty esa verdad a gritos, decir que sus hijos no necesitan a Don y para él fue terrible escucharlo pero, como ella le pidió, dejó de lado ese ego que le sale por los poros y aceptó que nunca fue ni marido, ni padre ni ejemplo para esa familia.

-Pete. No puedo dejar de decir que en esta última temporada lo ASESINARON con el peinado!. Otro cierre a su medida. El lujo, la mujer, la guita, su hija, el avión privado. Siempre fue el más ambicioso y logró lo que quería. Me gustó mucho la despedida con Peggy, los dos por fin bajando las armas. Crecieron todos tanto!.

-Peggy. Qué pedazo de personaje. Si a alguien vimos crecer (y a los golpes y a fuerza de romperse el alma) fue a Peggy. Desde que entró a trabajar con Don hasta ese último OMG llamado fue una evolución maravillosa. Cada vez que recuerdo su escena con Don en el hospital se me pone la piel de gallina. Todo lo que fue haciendo para posicionarse y lograr reconocimiento fue a fuerza de dejar de lado su vida hasta el punto de convertirse casi en una amargada. Y cuando llegaba a ese punto, ahí estaba Stan para sacudirla y hacerla volver. Ellos dos tenían que terminar así. Él diciendo lo que sentía y ella aceptando que podía seguir dando la vida por el laburo pero que se iba a perder un montón de cosas si seguía ese camino.

Mención aparte para el llamado. Si bien quería que estén frente a frente una vez más, la escena fue perfecta. Él destruido (“me robe un nombre y no hice nada con él”…la-pi-da-rio) y ella pidiéndole que vuelva a casa y él descargando toda esa angustia que hasta quedar literalmente sin poder moverse.

-Don. Qué decir de Don? Podría tipear durante horas. Esta caída libre que fueron estos últimos capítulos hasta llegar a ese abrazo con un desconocido que fue para mí como tocar fondo y pegar un empujón para salir a dar una bocanada de aire. Tener que volver a ser Dick para que salga el Don que hay en él. Para darse cuenta que fue necesitado, fue querido, fue valorado por todos…menos por él. Y darse cuenta de eso (me gusta pensar que el llamado de “volver a casa” de Peggy no un seco “volver a trabajar” tuvo que ver con que le caiga esa ficha) fue un proceso de terrible angustía para él (y mierda que lo fue para nosotros!), un proceso que lo llevó a subirse a un auto para manejar sin rumbo con una bolsa, a dejar el traje y la gomina para terminar con esos jeans (OH POR DIOS ESE LOOK!), despeinado y desprolijo (me imagino que así sería Dick), un proceso que terminó dando a luz lo mejor que hay en él y eso no es ni un hombre de familia, ni un padre, ni un amigo…renació  Don Draper.

Fue realmente genial. Y si bien me dejó triste por la despedida, todo cerró tan bien que no me dejó con esa cosa del pecho tomado por cosas que quedaron sin decir o resolver…

► ANA:

Genial lo que decís de la presentación! No lo había pensado, pero es una muy buena gráfica de la evolución del personaje. Ahora me queda la duda de si a Weiner le habrá parecido así desde un principio, o si nunca se lo planearon y les salió de culo jajaja
Coincido también con que se despidieron allá arriba, con que fue un muy buen final, no apto para análisis básicos (gracias gracias por eso, Weiner!), y que a pesar de que hubiera seguido viendo 7 temporadas más, el cierre fue perfecto. 

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► [ESCENA] Un gran momento de Mad Men:

Mad Men - The Carousel from Josip Kostic on Vimeo.

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► [COMPILADO] Un repaso por algunas sencuencias inolvidables de la serie de Matthew Winer:

Top Five MAD MEN Moments from Press Play Video Blog on Vimeo.

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► [DE YAPA] Un análisis técnico del uso de las cámaras en la serie:

RETRO: The Camera & MAD MEN from Jefferson Robbins on Vimeo.

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¡BUEN JUEVES PARA TODA LA MUCHACHADA! En un post especial del blog, debatimos el final de Mad Men, quienes lo hayan visto están más que invitados a sumarse a la charla; por otro lado, para quienes no la hayan visto, una consigna: ¿cuáles fueron los mejores y peores finales de series que nos dio la televisión? Los leo y me sumo a los comentarios más tarde, que tengan un excelente jueves y fin de semana largo; recuerden que nos reencontramos el martes con post sobre Inherent Vice, ¡hasta entonces!

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 La última vez escribió Eduardo Blake sobre… MAD MAX

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