“For another few minutes at least, we were safe, and we kept dancing under the starlit sky” – “Come Rain or Come Shine” – Kazuo Ishiguro (Nocturnes)
A veces solo basta con interrumpir el hábito de escuchar temas sueltos para comprender por qué un artista le dio a su disco una cierta forma, aún sin llegar al extremo del machacado término “obra conceptual”. El orden de las canciones es tan vital como lo que yace en sus letras, o incluso las letras cobran otra dimensión cuando se las piensa en función de sus predecesoras y sucesoras. En Figure 8 de Elliott Smith, dos temas se dan la mano. Por un lado, “Everything Reminds Me of Her”. Por el otro, “Everything Means Nothing to Me”, la favorita de su compositor. Por separado, las canciones funcionan igual de bien; juntas,la fuerza es mayor. La primera alude a cómo la memoria opera con una progresión fatal que hace que un hecho aleatorio – la puesta del Sol, un acorde cualquiera – active un recuerdo que se creía dormido y que ese mismo recuerdo, a su vez, se encadene con otros hasta que esa persona del “pasado pisado” se instale en el presente. Asimismo, la canción sucesora permanece fiel a esa naturaleza gradual del recuerdo hundiéndose, junto con su autor, en un profundo pozo. Elliott, quien era bastante reacio a las entrevistas, fue consultado por ese binomio que tiene dos palabras en común (el “yo” y el “todo” y el cómo uno se pelea con el otro) y la razón de su perfecta comunión, a lo que respondió con sinceridad: “‘Everything Means Nothing to Me’ no es una canción tan triste como se cree, de hecho es una de las más optimistas que he escrito, a veces es bueno llegar a ese límite en el que nada te importa porque eso es lo que abre la posibilidad de un despertar”. En efecto, que el disco concluya con “Bye” era otra manera que tenía Elliott de darle un nuevo significado a palabras que a priori parecían oscuras. De este modo, con ese adiós se despide de una mujer que ya no está, pero con ese adiós también se convence de que no perdió la capacidad de enamorarse. Entonces sí, como él mismo lo expresó, hundirse da miedo, pero el renacer potencia las cualidades, te hace un poco más inmune. Lilting, desde su título, es una película que habla sobre los recuerdos que viajan con nosotros como esa luz intermitente sobre la que mucho escribió Haruki Murakami. Una de las acepciones de la palabra “lilting” es esa melodía alegre que, una vez escuchada, te puede llegar a acompañar toda la vida, como el sonido incandescente del piano de “Everything Means Nothing to Me” para quien les escribe. El sentirse igualmente afectado por una canción como por una persona es un suceso del que nadie se encuentra exento. Es cuestión de reencontrarse con el sonido de una guitarra de nuestra banda favorita para comprobar hasta qué punto la habíamos extrañado. En Lilting, a su vez, la figura que opera por ausencia es la de Kai (Andrew Leung), un joven que fallece en un accidente dejando atrás a su madre Junn (Cheng Pei-pei) y a su novio Richard (Ben Whishaw). El realizador Hong Khaou construye un melodrama sofisticado y taciturno – originalmente concebido como una obra de teatro – en el cual Kai no solo es nombrado o mostrado en flashbacks sino que aparece súbitamente junto a su madre en el geriátrico o junto a su novio en la cama de su departamento, o incluso en momentos en los que la cámara queda fija en su rostro, reforzando la temática de la persistencia del recuerdo. En esencia, Kai revive solo en la medida en la que es recordado, mientras que Junn y Richard se van conociendo, superando barreras idiomáticas y culturales, con el secreto de la homosexualidad de Kai sobrevolando la dinámica entre ambos.
La interpretación de Whishaw es desgarradora sin ser explícita y se mueve por dos caminos. Uno de ellos podría ligarse a esa primera canción del binomio de Elliott, es decir, a aquel camino que traza la memoria con sus letales caprichos. “Manejás bien los palitos chinos” le remarca Junn para luego preguntarle cómo los usaba antes. “No sé, no me acuerdo” le responde Richard, quien empieza a llorar. El “antes de Kai” está implícito en toda la escena, por más que esa anciana y ese joven no puedan sentarse a hablar concretamente sobre ese vínculo tabú. El otro camino, el de “todo significa nada para mí”, es el mismo que transita Junn en ese hogar donde su hijo de algún modo la preservaba de la integración a la cultura occidental y de los pormenores de su vida con Richard. Khaou muestra con un cierto romanticismo – toda la película es una gran puja entre el dolor y la belleza, hasta que ambos deciden perder la batalla y convivir en armonía – cómo esa mujer china y ese hombre británico pueden comprenderse sin la necesidad de palabras. En un gran momento del film, la traductora que posteriormente oficiará de confidente, deja de intervenir para que ambos comuniquen sus reproches, carencias y miedos exclusivamente desde lo gestual, siendo el idioma un componente accesorio. Por lo tanto, cuando ese gran gesto de amor de Richard que es acercarse a su suegra – sin otro interés más que el de conocerla como Kai hubiese querido – comienza a alterar el panorama de ambos, Lilting alcanza un pico poético que se refleja en imágenes de hojas moviéndose al compás del viento, de campos desolados, del Sol que sale y se oculta. Como en sus cortometrajes Summer y Spring, Khaou habla de la memoria como algo que posee una continuidad a través de la estaciones, continuidad que no se quiebra nunca cuando se ha amado realmente. Kai, como una canción que hace tiempo no escuchamos o como una persona que hace tiempo no evocamos, surge y resurge para reafirmarles a su madre y a su pareja que, como decía Elliott, perderlo todo es una forma de redoblar la sensibilidad. “Aunque he llorado mucho, he aprendido con entusiasmo que no voy a ser feliz siempre, que puedo permanecer segura en mi soledad y que cada Navidad voy a sentirme vacía, pero que incluso los días en los que los árboles no se muevan tanto, yo sí lo voy a hacer, aunque no sepa hacia dónde”. Junn le manifiesta a Richard cómo aún habiendo perdido lo más importante, todavía conserva una necesidad de andar ante cualquier panorama (“come rain or come shine”, como escribiría Harold Arlen en una canción y Kazuo Ishiguro en un cuento). Lilting es una película que titila desde su cacofonía, que titila desde su narrativa, que titila desde la forma en la que sigue bailando, desde la forma en la que se sigue moviendo, con cielo nublado o despejado, no pese a sino más bien junto al ineludible cambio de las estaciones. ◄
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► [TRAILER] Algunas imágenes de Lilting de Hong Khaou:
Lilting trailer, starring Ben Whishaw - in cinemas & on demand 8 August from Artificial Eye on Vimeo.
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► [GALERÍA] 50 citas de amores que no pudieron ser:
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¡BUEN MIÉRCOLES PARA TODOS! Para este post, dos consignas: 1. Quienes hayan visto Lilting pueden compartir sus impresiones sobre el film de Hong Khaou; 2. La galería de hoy va a estar conformada por películas de amores imposibles y/o trágicos del cine; como siempre, los leo y espero sus aportes; nos reencontramos mañana con un repaso por los altibajos de la carrera de Johnny Depp; ¡hasta entonces! ¡que tengan un buen día!
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