Dos años después…
“La identificación con los sentimientos de esa joven es la base de por qué vi esa peli tantas veces. Me gustaría olvidar más rápido, pero no puedo”. Mariana escribía sobre Eterno resplandor de una mente sin recuerdos en el primer post de este blog. Ése fue el primer comentario. Claro que se refería a Clementine, pero pensándolo detenidamente me doy cuenta de que podía hablar también sobre otras jóvenes, sobre Margot, Enid, Celine y, más cerca en el tiempo, sobre Jordana. Tiempo. Siempre me encuentro desmenuzando esa palabra y todo lo que implica. Reveo algunos escritos en este espacio y, consecuentemente, también hablan del tiempo. De un tiempo pasado, de un tiempo presente, de un mientras tanto, de un futuro. Y quizás sea mi manía de asociar, de encontrar interconexiones en todo, pero tampoco veo una mera casualidad en eso. A fin de cuentas, este blog marca mi ritmo. Marca mi tiempo. Si publico a la noche, sé que le va a gustar a la Brigada Noctambulista. Si publico antes, sé que algunos van a encontrar graciosa mi manía por anticiparme. Mi bendita/ maldita ansiedad. Pero hay algo más que viene pasando en estos dos años de Cinescalas. Percibo que, como ya he dicho, trasciende lo virtual. Lo veo como un lugar casi físico, lugar que me devuelve a mi eje o que me provee de uno. Han pasado tantas cosas acá. Una vez, nerviosa por mi inminente mudanza a Londres, postee un domingo tan solo porque necesitaba encontrarlos del otro lado. Lo mismo cuando llegué a mi casa británica: quería hacerlos parte del comienzo de una sucesión de experiencias que no podría haber volcado en otro espacio. Patrick. Meryl. La casa de Freddie. También recuerdo una videoconferencia por Skype en el que me enteraba que este blog había sido premiado como el mejor del diario y quería decírselos. No sé por qué, pero también tengo imágenes vívidas de cómo, cuándo y dónde escribí cada uno de los casi 500 posts. De colgarme de un wifi en una estación de tren en Munich para publicar este post y pensar que a Ica y a Nico les iba a interesar, porque a ellos les gusta esa clase de consignas lúdicas. O de ver ciertas películas y relacionarlas con Anis y Sergio, sabiendo que van a explayarse con ese modo especial en el que lo hacen. De encontrar un comentario de Luz bien temprano y alegrarme, porque sé que no puede estar siempre presente. De los “siempre te leo, pero hoy es la primera vez que comento”. Si quisiera, podría aburrirlos durante párrafos con detalles de encuentros, de mails, de mensajes, de cómo los tengo presentes. Porque me hace bien. Me hace bien saber que puedo escribir esto una noche en soledad y que a los minutos ya me acompañan sus opiniones, sus palabras. Porque una vez, hace un año, hablamos sobre cómo este no es un blog con comentarios. Es un blog con palabras. Las mías y las suyas, complementándose aunque no siempre en concordancia. Pienso en las entrevistas, en los concursos, en todo lo que pasó por acá en dos años. En donde estaba yo cuando escribí ese primer post y en donde me encuentro ahora. Porque más allá de que mi estado anímico no siempre es óptimo o de que no siempre escribo con el mismo ímpetu, basta con leer sus “Hola Mily” para darme cuenta, una vez más, de algo precioso (sí, quiero usar este adjetivo): ustedes me saludan todos los días. Y es eso, entre otras cosas, lo que me centra, lo que me pone en eje y me cambia la jornada. Mencioné a Patrick. Patrick una vez escribió “build your own castle, stop throwing stones”. Lo tomo como consejo. Construí tu propio castillo, no arrojes las piedras. Focalizá la energía en un lugar. Hacé. Escribí. Incluso cuando pensás que no podés. Hoy hace dos años que lo hago. Que construyo un espacio para quienes quieran visitarlo. ¿Pero las piedras? Las piedras, como siempre, me las dan ustedes.
* DE YAPA: Video (con blooper) de regalo:
GRACIAS A TODOS POR HACER POSIBLE LA PERDURABILIDAD DE ESTE BLOG; GRACIAS A TODOS POR ESTOS DOS AÑOS ACOMPAÑÁNDOLO; FELICITEN SI TIENEN GANAS
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Un regalo de película
Post dedicado a Lore
Ya de por sí me había llamado la atención ver en una vidriera una remera de ese personaje. Los troncos y ella. La mujer de los troncos. The Log Lady. ¿Cómo? ¿Un personaje de los secundarios de una creación de Lynch (si es que podemos reducirlos a esa categoría) antes que cualquier otro? Sí, así fue. Pero después, cuando quise volver a comprarla, ya no estaba. O confundí el lugar donde la había visto o no lo sé. Lo que sí sé es que él se acordó y me la regaló para mis flamantes 29. Sin que yo dijera nada. Por eso, más allá de que atesoro mi kit de El gran Lebowski, de que Ezequiel Acuña me regaló sus películas (y las bandas sonoras de las mismas), y de muchos otros obsequios cinéfilos más, siempre voy a privilegiar que nuestra conexión lo haya llevado a él a comprarme una remera de un personaje de Twin Peaks sin la necesidad de que yo verbalice el ¿capricho? de querer tenerla.
¿Cuáles fueron los mejores regalos vinculados al cine que les hicieron?; ¡Dejen sus comentarios!
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OFF TOPIC: El viernes el blog volverá renovado y de festejo; debido a esto, mañana no se podrá publicar; así que nos reencontramos en un par de días
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Batman: el final de un símbolo
Atentos: no leer esta crítica si no vieron la película, hay spoilers
La certeza de que Christopher Nolan se inspiró en Historia de dos ciudades de Charles Dickens para el cierre de la trilogía de Batman no solo habla del trasfondo sociopolítico de la saga sino de su atemporalidad y de su necesidad – porque así creo que es: una necesidad – por despegarse de un cine de superhéroes. Sabemos que su ambición es tal que “una de cómics” no era lo suyo. Y la constatación definitiva de esto nos llegó con El caballero de la noche, cuyo título ya nos anticipaba que no era imperativo nombrar a Batman. Que todo estaba un paso más allá. Que ese “caballero de la noche” podía aludir a un Harvey Dent desaforado, a un Guasón moviéndose pendularmente, a un ciudadano modelo convertido en animal a la fuerza o efectivamente a Bruce Wayne penetrando las tinieblas. Ya lo dijo Dickens: “Esta época es tan parecida a todas las épocas, que nada de lo que aquí voy a contar debería, en realidad, sorprendernos. Nada. Ni el perdón, ni la venganza, ni la muerte, ni la resurrección”. Esta frase parece haber sido acogida por Nolan, aprehendida como axioma y llevada a lo más práctico. En Batman, el caballero de la noche asciende hay una época referente a alguna otra – la lucha de dos mundos, la civilización y la barbarie, la historia de dos ciudades -, y hay pequeñas muertes (la mayoría de ellas en post de un ideal, sea del lado del que fuere) en una sociedad literalmente partida al medio. Podemos argumentar que la imagen de un puente divisor, o el plan de Bane de dinamitar los cimientos sean metáforas trilladas, pero Nolan las toma como elementos fundamentales. A fin de cuentas, está construyendo un relato universal y, a fin de cuentas, lo suyo es narrar a dos puntas: visualmente (la imagen de ese puente o la impresionante secuencia del partido de fútbol americano) y por medio de monólogos que sí, para qué negarlo, nos ponen todo frente a nuestras narices, pero cuyo adoctrinamiento se logra mermar de manera sorprendente.
Sin embargo, a pesar de ese patriotismo (el plano de la bandera americana rota podría haber sido obviado), de esa unión de los ciudadanos de Gótica esquivando la resignación (similar a lo que sucedía en El caballero de la noche, cuando el Guasón pretendía enfrentarlos, aunque aquí todo se vuelve más violento y menos unidimensional), la película de Nolan se permite secuencias brutales (la presentación de Bane), imágenes poéticas reminiscentes al cómic (la batalla bajo la nieve, visceralmente hermosa), momentos de tinte surrealista (la aparición de Cillian Murphy, un gran plus), confrontaciones dolorosas (el adiós de Alfred), historias de amor en paralelo (Bruce y Selina Kyle/Bane y Talia Al Ghul) y también una vueltas a los orígenes con ese entrenamiento final de Bruce para salir a la superficie. Inlcuso, también, hay detalles que funcionan por omisión, como no mencionar nunca al Guasón de Ledger. ¿Hay cosas que sobran? Sí, claro. Podemos prescindir de una melosa noche de sexo a oscuras y con lluvia; también podemos prescindir de flashbacks que no le hacen justicia a la capacidad de Nolan para narrar desde distintos puntos de vista, capa tras capa, siendo Inception el ejemplo más claro. Pero las pocas fallas de este gran cierre quizás tengan más que ver con una dificultad para domar a la bestia. Nolan hizo su película más épica hasta el momento, y eso lo llevó, en consecuencia, a descuidar algunos puntos, como la muerte de Bane (menos gloriosa que su aparición) y lo poco rotundo y firme que resultó el microrelato de Miranda/Talia.
¿Pero le podíamos pedir más? Pocas cosas resisten la grandilocuencia y esos traspiés de El caballero de la noche asciende no son más que traspiés sintomáticos de su apabullante desmesura. Una desmesura que, paradójicamente, no aplasta a sus protagonistas sino que los hace relucir, especialmente a Anne Hathaway en esa cruza de chica screwball comedy y femme fatale hitchockiana que es Selina y a Joseph Gordon-Levitt, perfecto como ese personaje que toma la batuta. Y esto me lleva al final – de mi crítica y de la película -, a un final que no podría haber sido abordado de otro modo y que, sin embargo, solo Nolan pudo crearlo. La muerte de Wayne no podríamos haberla aceptado. La muerte de Bayne era, a priori, inconcebible. La muerte de Batman, sin embargo, es otra cosa. Hablamos del fin de un símbolo. De enterrarlo, de construirle una estatua en su honor, para que Robin pueda sucederlo. Porque así como Bruce cumple la fantasía de Alfred y sonríe con Selina mientras le llueve la luz europea, Robin es ahora quien penetra las tinieblas. No por nada una imagen sucede a la otra. Batman, el caballero de la noche asciende se planta en la dualidad y se hace cargo de las épocas de fe y también (y por sobre toda las cosas) de las de incredulidad.
¿La consigna de hoy? Explayarse sobre Batman, el caballero de la noche asciende (y, si quieren, sobre la trilogía de Christopher Nolan); ¡Comenten!
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El perfecto sentido
Hoy en Cinescalas escribe: Soledad Lamacchia
¿Existe un sentido perfecto? ¿Cuál es, entre los cinco, ese que desearíamos no perder jamás?
Sentir es un verbo que puede resultar difícil de definir en el lenguaje cotidiano. Sentimos con el cuerpo aquellas cosas que olemos, degustamos, oímos, vemos y tocamos y con ese mismo cuerpo sentimos alegría, pena, amor, odio, orgullo, empatía.
Leí una vez que nuestra memoria es capaz de retener cerca de 10.000 aromas diferentes y que casi un 75% de nuestras emociones están influenciadas por el olfato. Tal vez por esta teoría es que Perfect Sense comienza como lo hace: En el mundo, por causas desconocidas, las personas pierden el olfato. ¿Qué relaciona a los casos entre sí? Nada asociado a una dolencia física, sólo tienen algo en común: antes de este Síndrome Olfativo Severo (S.O.S) los afectados sufren abrumadores ataques de melancolía: extrañan amores que creían olvidados, buscan seres queridos perdidos, se sienten vacíos y, casi como una respuesta inmediata a esa pena insoportable, el olfato desaparece tal vez intentando llevarse consigo los recuerdos encadenados a el.
Ante este escenario están parados Michael y Susan. Michael (Ewan McGregor) es un chef que huye de cualquier relación sentimental y que no puede, literalmente, dormir con la mujer con la que acaba de tener sexo. Susan (Eva Green) es una epidemióloga que viene de una relación frustrada pero que aún tiene la esperanza del amor. La atracción nace por casualidad: Michael es chef en un restaurant. La ventana alta de la casa de Susan, en la que fuma, da a la parte trasera del restaurant donde Michael trabaja. Él le pide un cigarrillo. Ella se lo arroja por la ventana. Él se ofrece a cocinarle. Le prepara un pescado que lleva a Susan a recordar a su padre fallecido, recuerdo que le dispara esa melancolía abrumadora que desencadena en la pérdida del olfato. Esa noche Michael la acompaña a su casa. Duermen abrazados. Michael siente el pecho oprimido, un llanto incontrolable y pierde el olfato. Aparecen así las primeras rajaduras en los cascarones dentro de los cuales cada uno escogió vivir para refugiarse de su pasado.
Mirá imágenes de Perfect Sense:
Los días pasan. El mundo se readapta a esta nueva forma de vivir sin oler, sin “sentir” y cuando todo parece normalizarse, sin aviso, inexplicables ataques de paranoia y angustia afectan a las personas y luego de voraces ataques de hambre el sentido del gusto desaparece. La pérdida del olfato y el gusto son sólo el comienzo de una enfermedad que comienza a anular cada uno de los sentidos pero que lleva al límite todo tipo de emociones y sentimientos. En medio de esta inexplicable pandemia, Susan y Michael se encuentran. Ambos tienen los sentidos y los sentimientos atrofiados, pero la necesidad del uno por el otro se intensifica ante la pérdida. Son ellos, junto con el monocorde y carente de emoción monólogo de Susan, el hilo conductor de la trama. Es a través de su relación que veremos cómo reacciona el ser humano ante un mundo caótico. Mención aparte para las perturbadoras imágenes que acompañan la historia. Son ellas, junto con momentos de silencio absoluto, las que terminan de dar fuerza al relato.
Me fue imposible no asociar esta película con el Ensayo sobre la ceguera de Saramago y esa vuelta del hombre a su forma más primitiva; pero, a diferencia de la novela de Saramago, el mundo de Perfect Sense queda sumido entre sentidos perdidos y sensaciones olvidadas y bajo estas nuevas condiciones las personas resurgen de dos maneras: dejándose llevar por el caos de la pérdida o descubriendo a través de algo inmune, un sentido perfecto, una nueva manera de conectarse.
“People prepare for the worst, but hope for the best”
Un detalle final me llamó la atención: Perfect Sense puede llegar al espectador en diferentes niveles. Estarán quienes la verán como una película más de ciencia ficción donde una enfermedad desconocida ataca a la humanidad y estaremos los que, por alguna razón, vimos más allá de la ficción, los que vimos un “Dios no da más de lo que puedas soportar” o un “cuando se cierra una puerta se abre una ventana” para los más ateos. Porque esto es lo que en el fondo parece querer gritarnos la película: ante las realidades que imaginamos más perturbadoras e increíbles, somos capaces de adaptarnos y, lo más importante, somos capaces de seguir adelante.
¿Vieron Perfect Sense? ¿Qué les pareció? Los invito a responder la pregunta inicial de Sole: ¿Existe un sentido perfecto? ¿De cuál no podrían prescindir? ¡Dejen sus comentarios! Para escribir en Cinescalas solo deben mandar sus notas a milyyorke@gmail.com
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OFF TOPIC: Aprovecho esta nota para desearle un Muy Feliz Cumpleaños a la autora de la misma; ¡que pases un hermoso día, Sole! Saludos al resto
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