Al colega cientista social Javier Zelaznik le gusta argumentar con gráficos. Acá va la evolución de ingresantes a universidades públicas y privadas durante la pasada década:
No más preguntas, su Señoría.
These guys? Really?
Milton Friedman, epítome del liberalismo en economía, proponía un sistema impositivo llamado (algo confusamente) “impuesto negativo al ingreso”. En realidad era algo así: todo el mundo recibe del Estado un *monto* fijo de dinero, pero luego paga impuestos por una *proporción* fija de su ingreso. Por ejemplo: todas las familias reciben 1000 pesos, pero luego pagan un 20% de sus ingresos. Si ganan $5000, entonces, no reciben ni pagan nada, porque el subsidio de $1000 que reciben se compensa con el 20% de $5000 que tienen que pagar; si ganan $0, reciben $1000; si ganan $50000, pagan, neto, $9000.
El gráfico que sigue presenta un ejemplo. En la línea azul el ingreso antes del combo subsidio-impuesto; en la línea roja, el ingreso después de la política fiscal. En este caso, el subsidio fijo es 10.000; la tasa impositiva fija (“flat tax”) es de 33%: por eso el que gana 30.000 euros tiene el mismo ingreso “antes de impuestos” que “después de impuestos”: le dan 10.000 pero paga 10.000:
La Argentina se está acercando cada vez más al combo subsidio fijo (AUH) + “flat tax”. OK, las tasas impositivas no son las mismas para distintos ingresos, pero basante parecidas: a partir de 120.000 pesos *anuales* netos de deducciones la tasa impositiva marginal -lo que se aporta por cada peso adicional ganado- es del 35%. No parece un monto monstruoso, los 120.000 anuales luego de deducciones.
Por supuesto, el otro gran impuesto a las personas es el IVA. También allí la tasa es plana, 21% independiente del consumo. Como los pobres ahorran menos, o nada, en realidad el IVA pagado como % del ingreso es mayor en los que menos ganan. De modo que la mínima progresividad que subsiste en el Impuesto a las Ganancias está compensada (no sé si parcialmente, totalmente o con creces) por la regresividad del IVA.
No creo que Friedman hubiese elegido a los Kirchner como discípulos. Ni viceversa. Pero ahí los ves, tomados de la mano.
¿Nacimos para correr?
Seguimos con el tema del otro día: ¿hay pesos con ganas de correr en caso de una liberación cambiaria?
Insistimos que lo importante es si, una vez ocurrida la liberación, habrá mucha gente queriendo sacarse de encima pesos que tiene; no es relevante si lo que quiere es comprar dólares con otro activo. Por ejemplo: supongamos que muchas empresas quieren enviar utilidades, por un total de 10.000 millones de pesos, pero tienen ese dinero invertido en bonos. Venden los bonos por pesos para conseguir los dólares. En ese instante, *si la demanda de pesos del resto de la economía no cambió*, quiere decir que el resto de la economía necesita recuperar esos 10.000 millones de pesos. De modo que cuando esas empresas vayan al mercado cambiario a comprar los dólares, habrá 10.000 millones de ansiosos queriendo esos pesos, y entonces nuestra moneda no se depreciará.
Se dirá: “no necesariamente, quizás esa gente no los quiere más a los pesos”. Pero entonces lo que ocurrió es que cayó la demanda de pesos. Sí: si cae la demanda de pesos, el peso se deprecia. Pero si no, no. Exactamente lo que quería argumentar. Lo que sí cambiará es el precio de los bonos, en este ejemplo: “el resto del sector privado” se ve obligado a tener más bonos que los que tenía antes, y eso podría reducir su precio.
De modo que es muy relevente la pregunta del post anterior: “¿En este instante, el sector privado tiene más pesos que los que desea?”. Ahora añadimos un dato más al de ayer: ¿cuánto es la riqueza del sector privado argentino, medida en dólares, invertida en depósitos o en circulante? ¿Culpa del cepo tenemos (las personas, las empresas) cada vez una mayor proporción de nuestra riqueza en el sistema financiero en pesos? Rotundo “no”. Sabemos que la mayor parte de la riqueza financiera nacional está en el exterior, en dólares. La fracción que está en pesos no sólo es pequeña sino que es *bastante menor que antes del cepo*. En octubre 2011 representaba 80.000 millones de dólares; a fines de 2014, 70.000 millones de dólares.
“Es que subió el dólar”, se dirá. Exactamente: subió el dólar porque, dada la desconfianza, los argentinos no querían esos depósitos en pesos, e intentaban comprarse dólares entre sí, en los mercados CCL y blue. La consecuente suba del dólar fue reduciendo la proporción de su riqueza guardada en moneda nacional. Nuevamente: con un gobierno más confiable, debería esperarse que el sector privado quisiera tener una mayor proporción de su riqueza en moneda nacional. Si para algún lugar debería moverse el precio actual de nuestra moneda (unos 78 milésimos de dólar) es hacia arriba; es decir, con un gobierno que quite el cepo y genere confianza el blue debería bajar y no subir.
Una de las discusiones de los últimos tiempos: ¿se puede sacar el cepo rápido? El argumento a favor: sólo cuando se saque el cepo vendrán inversiones a la Argentina: no entrás a un cuarto si la puerta se cierra apenas entrás. Arguemento en contra: es peligroso. Si se saca el cepo, si libremente se pueden comprar dólares, todo el mundo querrá comprar dólares, y el dólar subiría mucho de precio. En particular, se argumenta, hay empresas que quieren comprar dólares para remitir utilidades, y toda esa demanda de dólares haría subir el dólar.
Conceptualmente, lo importante es pensar no en cuánta gente quiere tener dólares, sino cuánta gente quiere deshacerse de pesos para comprar dólares. Si la gente quiere deshacerse de departamentos para comprar dólares, no sube el dólar: baja el precio de los departamentos. Si la gente quiere deshacerse de acciones para comprar dólares, no sube el dólar: baja el precio de las acciones. Del mismo modo, si la gente quiere deshacerse de pesos, baja el peso (“sube el dólar”, pero también el euro, el real y todas las monedas del mundo medidas en pesos). Es decir: lo relevante en realidad es *cuántos pesos hay* que quieren cambiarse por dólares y no están pudiendo hacerlo. En el idioma techie de los economistas: ¿hay más oferta que demanda de dinero? Es decir: ¿Hay más pesos circulando (contando depósitos) que los pesos que la gente desea tener? En criollo: ¿sobran pesos?
Mi reacción inicial es: ¿vos tenés algún peso que en realidad no querés tener? Calculo que no: calculo que, si en algún momento lo tenías, ya lo cambiaste: por el blue, por el “contado por liqui” o por el “dólar ahorro”. No vale decir: “Si me dejaran comprar dólares a $8, sí querría tener menos pesos”. Qué vivo. Así cualquiera. Todos queremos entrar en cualquier negocio que prometa un 50% de ganancia instantánea, llámese “dólar ahorro”, “terreno en Calafate a precio vil” o “partes de celular que luego puedo pegar con Poxipol y vender en un mercado protegido”. Esa no es la pregunta: la pregunta es si, siendo el precio del dólar de “libre acceso” unos 12 o 13 mangos, tenés en tus bolsillos o tus cuentas más pesos de los que te gustaría tener.
¿Cómo podríamos comparar “los pesos que hay” con “los pesos que la gente quiere”? No lo sé. Pero va en lo que sigue una aproximación. Supongamos que en 2011, antes del control de cambios, todos tenían la cantidad de pesos que querían tener. Es natural pensar que sí: si parte de esos pesos no eran deseados, podrían haberse comprado dólares.
¿Se acumularon muchos pesos desde entonces? Nominalmente, claro que sí. Pero en “valor real”, no tanto. A fines de 2014 el valor real de los depósitos privados sumados al circulante en manos del público era apenas 6% superior al que había antes de los controles de cambio (luego repunta algo en enero de 2015).
¿Nos dice algo esto sobre qué pasaría en caso de liberarse el mercado cambiario? No mucho, pero algo sí. Hoy el sector privado de la economía tiene, en valor real, apenas más pesos de los que tenía en 2011. ¿Cuántos querrá tener? ¿Como en 2011? ¿Más? ¿Menos? Por supuesto, depende de la confianza. Si un nuevo gobierno lograra generar una confianza como la que tenía el gobierno kirchnerista en 2011, debería haber por lo menos la misma demanda de pesos (en realidad un poco más, porque unas moneditas creció la economía). No parece una tarea ciclópea conseguir la confianza que había en 2011. De hecho, el riesgo país es hoy más bajo que entonces.
Conclusión: no temáis. Se puede liberar el cepo sin que nuestra moneda se deprecie más de lo que está. Incluso, hasta podría apreciarse. ¡La seguimos!
Una mayoría de economistas coincide en que para bajar la inflación hacen falta no sólo medidas monetarias y fiscales sino también algún tipo de coordinación o pacto entre empresarios, sindicatos y gobierno en la política salarial. Este tipo de acuerdos, más o menos verticales según el caso, ocurrieron en la Argentina muchas veces (empezando por Perón en su estabilización de 1952) y también en otras partes del mundo.
Los famosos Pacos de la Moncloa en España, de los que tanto se habla, fueron en buena medida un Pacto Social para bajar “la galopante inflación que alcanzaba el 26,39%“. Alejandro Foxley, el ministro de Chile que empezó con la reducción inflacionaria a partir del 26,6% de 1990, enfatiza que una parte clave (y la más difícil) de la estabilización fue el cambio en la política salarial, por la que los salarios pasaron a ajustarse según la inflación esperada y no tanto según la inflación pasada.
O a volar
Tenemos que aprender muchas cosas si queremos aprender a flotar. A que nuestra moneda flote, claro.
La Argentina fue pionera en la flotación cambiaria. Nuestro primer billete nacional data de 1881, aunque tuvo circulación masiva a partir de fines de 1883, atado a una moneda de oro como correspondía a las épocas de patrón oro. Para enero de 1885 el peso “papel” ya se había desligado del “peso oro” y así anduvo, flotando, hasta 1899. Durante esa década y media, que incluye la crisis de 1890, el peso flotó frente al resto de las monedas. Cuando el mundo salió del patrón oro tras la Primera Guerra Mundial, un especialista norteamericano, John Williams, vino a la Argentina a estudiar cómo funcionaba un sistema así, y escribió un muy buen libro: “Argentine International Trade Under Inconvertible Paper Money (1880-1900)“.
Nunca más tuvimos flotación cambiaria, pero la flotación cambiaria es una condición necesaria si se quiere evitar los dos peligros de inflación y deflación: con cambio fijo, las malas noticias acaban en deflación (Grecia ahora, Argentina 2001); y los momentos de boom tienden a ser inflacionarios. Sacando a los países del euro, todos los países que te gustan tienen flotación cambiaria y algún esquema de metas de inflación. Por supuesto, la moneda flotante no es garantía de nada. Se necesita una política monetaria razonable, esencialmente: que la cantidad de dinero acompañe los movimientos de la demanda de pesos.
Una característica curiosa del sistema de metas de inflación con cambio flexible es que el propio mercado a veces ayuda a que el tipo de cambio se mueva para donde se tiene que mover. Tomemos el caso de Estados Unidos ahora, que no tiene formalmente metas de inflación pero que en la práctica tiene un objetivo de aumento anual de precios cercano al 2%. Como la economía norteamericana se está recuperando, existe el temor de que eso impacte en la inflación, y se ubique por encima de la meta. Nos cuenta John Cassidy del New Yorker:
Los mercados de divisas han hecho parte del trabajo de la Fed. Al señalarle a los mercados que podría subir las tasas, la Fed indujo a los especuladores a comprar activos en dólares, lo que aumentó el precio de la moneda norteamericana. El dólar hoy vale un 30% más, frente al euro, de lo que valía hace un año… Un efecto de esta apreciación es que las importaciones se vuelven más baratas, conteniendo la inflación.
Quizás estoy simplemente haciendo propaganda del tipo de cambio flexible. Futuros gobiernos: no les digo que con cambio flexible no van a tener nada que hacer, pero sí que para una parte del trabajo van a tener la invaluable ayuda de los mercados.
Señoras y señores, lo hicimos de nuevo: Argentina tiene el Índice Big Mac más alto del planeta.
OK, en el caso argentino el Big Mac está manipulado para no aparecer tan caros en el Índice Big Mac del Economist, de modo que en ese caso el precio se reemplaza por la hamburguesa Cuarto de Libra, que en todo el mundo vale lo mismo que el Big Mac. El gráfico está hecho con los datos del Economist (que pueden bajarse en un archivo excel) actualizando solamente los valores del tipo de cambio de Brasil, Suiza y el euro, tres regiones que se abarataron frente al dólar desde enero, cuando el Economist publicó los datos por última vez.
El eje horizontal muestra el nivel de producto por persona, a paridad del poder adquisitivo, de cada país. Es lógico, y no es un problema, que los países más productivos sean más caros. Un país de salarios altos y alta productividad puede ser competitivo: cada trabajador es caro pero produce mucho. El problema real es estar muy por encima del nivel de precios en dólares que “corresponde” a tu productividad. En ese caso (Argentina ahora) el país es mucho más caro que productivo. Por lo tanto, es poco competitivo: es difícil para los productores locales exportar o competir exitosamente con importaciones. Claro que pueden ponerse obstáculos a las importaciones, pero ya conocemos el tenebroso laberinto al que conducen los permisos para importar.
Por supuesto, para Argentina se toma el tipo de cambio oficial. El sentido principal del índice Big Mac es medir el nivel general de precios en dólares de un país, que se supone está relacionado con los costos de producción en moneda internacional. Un exportador argentino tiene que enfrentar niveles de costos en pesos compatibles con ese alto costo del Big Mac. Cuando exporta, recibe el tipo de cambio oficial: un precio alto del Big Mac *en dólares oficiales* quiere decir que los costos son altos en comparación con los precios.
Nada bueno puede salir de todo esto. ¿Viajar, al menos? Pueder ser, pero no es obvio si se piensa bien. Viajar cuesta siempre más o menos los mismos dólares; lo que cambia son los salarios argentinos y los costos de vivir aquí. Lo racional, en realidad, es tratar de gastar lo menos posible en esta Argentina encarecida, que no es lo mismo. Tu salario en dólares no va a ser, en el futuro, mucho más alto de lo que es este año. Quizás lo razonable es ahorrar un poco.
Decíamos hace dos días que Suiza había decidido que su moneda tuviera una cotización intermedia entre el dólar y el euro, y que probablmente sería una decisión permanente, porque es conveniente para un centro financiero mundial tener una moneda más estable que las demás.
Duró un día el pronóstico: el franco suizo ahora vale 99,5 centavos de dólar; el euro vale 1,05 centavos de dólar. Es decir: el franco vale 0.5% menos que el dólar y 5,5% menos que el euro. Si el franco valiera la mitad de un dólar y la mitad de un euro, valdría 1,025 dólares. Corrijo entonces mi pronóstico. El franco suizo estará dentro de una banda pequeña (-5%, +5%) de la canasta de monedas 1/2 dólar más 1/2 euro.
Cuando todo el mundo criticaba a los suizos por haberse desligado del franco, comentábamos que (1) podía ser razonable para un centro financiero mundial no querer tener una moneda en permanente depreciación (el euro, que llegó a valer 1,5 dólares, hoy está por 1,07) y (2) quizá Suiza buscaba tener una moneda que fuera más estable que el euro y que el dólar. Que fuera algo así como una combinación entre ambas. Parecido a aquel invento de Cavallo de una moneda que valiera medio dólar más medio euro.
Pasados dos meses, veamos:
Todo está medido en dólares: el euro (azul), el franco suizo (rojo), el dólar (obviamente vale un dólar, naranja) y una hipotética combinación de “medio dólar más medio euro”: el gran invento de Cavallo.
Señoras y señores: déjenme decirles que Cavallo inventó la mejor moneda del mundo. El franco suizo tiene ahora todas las características deseables de una moneda. Emitida por un país confiable, y con una variabilidad menor frente a otras monedas creíbles mucho menor que cualquiera de ellas.
ÚLTIMO MOMENTO: ¡el franco suizo se acerca a la paridad con el dólar! Si los suizos dejan que cruce esa línea naranja, ahí sí se equivocan.
La presunta intención orginial de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias era democratizar las elecciones internas de los partidos. A diferencia de internas como Menem-Cafiero 88 o Chacho-Bordón 95, con las PASO se supone que la elección es más limpia, depende menos de la capacidad de movilización (porque el voto es obligatorio) y la fiscalización es más prolija.
En la práctica, en las presidenciales de 2011 las PASO no sirvieron de casi nada. Parecieron una Encuesta Simultánea y Obligatoria. Ningún partido presentó más de un candidato presidencial. Su efecto principal fue producir un momentum psicológico que agregó algunos votos en la primera vuelta a quienes tenían en la PASO una performance mejor a la esperada (Binner, Cristina) y quitó votos a quienes tenían una mala PASO (Alfonsín, Duhalde).
Pero las PASO están empezando a entenderse mejor.