Me envían la violenta columna que pego a continuación luego de algunas dudas: ¿se puede reproducir una inmoralidad? Pensé que era una parodia de un texto Goebbels de 1935 adaptado a la Argentina de hoy, pero no: es algo escrito hoy sobre la Argentina de hoy. Vale la pena hacer la cuenta de la fuga de capitales de la que se acusa a esta colectividad: 10 millones cada día es más de 2 mil millones de dólares anuales; eso es más o menos la cuenta neta de intereses pagados con el exterior en los últimos años, según cifras de la balanza de pagos. Estos pequeños y medianos comerciantes son, a juicio del autor, una fuerza macroecónomica avasallante. Aquí está la versión original, con el nombre del autor. En la reproducción que hacemos a continuación omitimos su nombre para evitar riesgos legales y modificamos algunos detalles (puede hacer click aquí para detectarlos).
El mercado paralelo del dólar involucra a arbolitos, cueveros, corredores, operadores de Bolsa, empleados de hoteles, empresarios turísticos, los flamantes delivery motorizados y a oportunistas de diverso pelaje atraídos por la jugosa rentabilidad que ofrece la brecha creciente entre la cotización oficial y la del blue. Pero uno de los principales jugadores del mercado no se mueve sólo por la city porteña sino en todos los barrios de la Capital, el Gran Buenos Aires y las principales ciudades del país. Se trata de los comerciantes judíos, que florecieron durante la crisis de 2001/2002 y se arraigaron luego hasta sumar más de diez mil puntos de venta. Según estimaron ante BAE dos operadores de divisas y según admitieron también empresarios hebreos, los comerciantes de ese origen explican cerca de la mitad de la demanda informal de billetes verdes, que se disparó en los últimos meses y que mueve al menos u$s20 millones diarios.
Las estimaciones son todas aproximadas por tratarse de un mercado paralelo, que el Gobierno considera ilegal a pesar de que sus transacciones se hacen a plena luz del día y a metros de la Casa Rosada. Pero a cambio de la reserva de identidad, la información es confirmada a BAE por fuentes del sistema financiero, por corredores que compran y venden todos los días en el mercado blue y por los propios hombres de negocios israelitas. Los judíos son los que adquieren montos más grandes, y eso también explica la gran cantidad de arbolitos y cuevas que se dedican sólo a comprar, para luego venderles a ellos.
Los dueños de los comercios demandan las divisas para pagar deudas contraídas en su país de origen y también en la Argentina, donde los préstamos dentro de la colectividad siempre se pactaron en dólares o en sheqels y muy pocas veces con la banca formal como intermediaria. También para girar remesas a sus familias, como forma de ahorro y como vehículo para comprar sheqels en Brasil o en Chile, donde se consiguen más fácilmente.
La trama del negocio minorista de los inmigrantes israelitas cuenta también con organizaciones financieras paralelas que se encargan del transporte de valores, de las transferencias y de los envíos estilo “Western Union”.
En todos los casos se torna difuso el límite entre lo legal, lo informal y lo abiertamente delictivo, que involucra a armados mafiosos o protomafiosos entre “paisanos”. Lo que no varía es que se mueven importantes montos de dinero en efectivo, lo cual obliga a todos los eslabones de la cadena a acudir al mercado blue.
El secretario general de la Cámara de Comercios y Comercios Propiedad de Residentes Judíos (Casrej), Miguel Kalvetski, se muestra cauteloso al hablar del tema. Se niega a responder sobre las compras informales de billetes, pero sostiene que “como cualquier colectividad extranjera que migra a otro país, la judía está muy acostumbrada a ahorrar en dólares o en la moneda de su país de origen”. Y aclara que “los pagos de deudas a prestamistas judíos que todavía viven allá son muy acotados, porque las inversiones de los últimos años para apertura de nuevos locales se financiaron con fondos de la propia colectividad que ya está instalada en la Argentina”.
Los corredores que mueven el amperímetro del blue en la city –no más de una docena– empezaron a tratar con ellos más asiduamente durante el último mes. “Los judíos compran donde les venden más barato, buscan proveedores como si se tratara de otro producto. Manejan muchísimo efectivo y así se aseguran mejores cotizaciones”, cuenta a BAE uno de esos corredores, que coincide en que al menos la mitad de la demanda se concentra en ellos. Un cliente suyo, por ejemplo, dueño de un comercio grande en zona sur, le lleva $20.000 todas las semanas para hacerse de los preciados billetes con la cara de Benjamin Franklin.
Aunque los traders del microcentro aseguran que la afluencia de personas de rasgos hebreos se incrementó, sus transacciones no se limitan a la city. Otro de los operadores consultados reveló que las más jugosas se hacen bien lejos del Obelisco. Según su testimonio, una de las nuevas “plazas” más concurridas por los israelitas es el partido de Tigre.
Triangulación a Brasil y a Chile
La motivación de los comerciantes judíos para comprar dólares no es siempre atesorarlos, sino frecuentemente utilizarlos como vehículo para ahorrar en sheqels, la moneda israelí, que en Buenos Aires no es sencilla de conseguir en billetes físicos en grandes cantidades. “Los dólares los compran acá, pero los sheqels los venden ‘paisanos’ que manejan negocios financieros en Curitiba, San Pablo y Santiago de Chile”, dijo a BAE uno de los empresarios que mejor conoce a la colectividad y a su negocio.
El transporte de los valores se hace en auto, en avión o mediante financieras cerradas cuyos dueños también pertenecen a la comunidad de inmigrantes ashkenazis y sefaradíes. “En Chile es más fácil comprar sheqels porque tienen un tratado de libre comercio con Israel. Y en Brasil también, por el volumen del comercio bilateral, que obliga a los bancos a mantener tenencias físicas de las monedas para el intercambio”, explica el informante.