El sábado pasado tuve que hacerle el aguante a María Inés, mi emprendedora y visionaria amiga que empezó fabricando chocolates con formas de genitales y que ahora le dió por convertirse en anfitriona de tuppersex. Ahí estábamos el elenco estable, en alegre montón alrededor de la estufa y comiendo minipizzas mientras la flamante empresaria impostaba una voz de ninfa para vendernos los beneficios del producto en cuestión.
Marilú dijo que tiene y no lo usa, Ceci los atesora en el cajón de las medias, y el resto de las invitadas nos confesamos vírgenes criaturas: nunca habíamos tocado uno. Cómo son las cosas, pensaba yo. Si antes las mujeres debíamos decidirnos entre cambiar el lavarropas o comprar la última freidora, hoy el único electrodoméstico imprescindible en el boudoir o alacena femenina es el vibrador. Qué depiladora ni nada.
Desde que los vende María Inés lleva el suyo en la cartera, y hasta le ha puesto nombre: Gonza. Por Gonzalo Heredia, el latin lover de la telenovela Valientes, hoy por hoy la levadura de su imaginación germana y perversa (cuando la desborda el Malbec).
Es una segunda revolución sexual: hablamos de él, admitimos usarlo. ¡Estamos saliendo de la caverna!. Creo que estas reuniones, más que diversión, son una salida laboral rendidora para cualquiera (en España ya se hacen tuppersex para ellos), y digo rendidora porque será un negocio inagotable mientras haya curiosos, aventureros, sexópatas e insatisfechos. Y el mundo, ya sabemos, está lleno de todo eso.
La marca de profilácticos Trojan hizo una encuesta en abril del 2008 entre 3500 hombres y mujeres heterosexuales de los EEUU, y el 93% confesó usar el vibrador en pareja, y con regular frecuencia. Los jóvenes son los mejores clientes: lo usan el 59,5 % de las mujeres de entre 23 y 44 años, y el 32,7% de 18 y 22 años. Entre los hombres de 45 a 60 años, el 45,5 % tiene el propio en casa, idem el 51,5,% del segmento que va de los 22 y 44 años. Viendo tanto billete en potencia, 30.000 amas de casa empezaron a organizar fiestas en todo el país, y ya tienen 1,2 millones de compradores cautivos. Según The Journal of Sexuality Education, que encuestó a 1000 de estas revendedoras, esos clientes abarcan los 18 y 75 años. Y lo mejor: el vibrador le ha devuelto la alegría a las sobrevivientes del cáncer que buscan reencontrarse con su sexualidad, es decir, con la vida.