Mansilla y los perros

Lucio Victorio Mansilla –soldado de la Campaña del Desierto, oficial en la guerra del Paraguay, autor de Una excursión a los indios ranqueles e hijo del héroe de la Vuelta de Obligado– tenía un problema con los ratones: le daban pánico. El general se trepaba al catre en cuanto un roedor lo importunaba con su presencia.

Pero no era el único animalito temido: “Un perro en una puerta de calle –dijo– es para mí más estorbo que un hombre”. Otra vez escribió: “Yo tengo un miedo cerval a los perros; son mi pesadilla; por donde hay, no digo perros, un perro, yo no paso por el oro del mundo si voy solo; no lo puedo remediar; es un heroísmo superior a mí mismo. Juro que los detesto, si no son mansos, inofensivos como ovejas, aunque sean falderos, cuscos o pelados”.

En 1870, Mansilla cumplía funciones militares en Rojas (provincia de Buenos Aires) y acostumbraba salir a cazar con su escopeta. Aunque el lugar ideal no quedaba cerca, había un atajo. Pero también había dificultades. En este caso era una enorme dificultad corporizada en un mastín muy dispuesto a sembrar dudas sobre si el perro es el mejor amigo del hombre.

“Salía de mi casa y llegaba al sitio crítico haciendo cálculos estratégicos, meditando la maniobra más conveniente, la actitud más imponente, exactamente como si se tratara de una batalla en la que debiera batirme cuerpo a cuerpo”. Privado, por anacrónico, de los ejercicios de respiración de Ravi Shankar, se acercaba agitado al punto de conflicto. “En cuanto el can diabólico me divisaba, me conocía; estiraba la cola, se apoyaba en las cuatro patas dobladas, quedando en posición de asalto, contraía las quijadas y mostraba dos filas de blancos y agudos dientes“.

Luego de un par de cruces traumáticos, Mansilla tomó una decisión extrema. Con convicción, sin dudar ni un segundo, resolvió que mejor haría el camino largo, evitando el atajo. Así fue hasta que decidió enfrentar la situación, es decir, al mastín.

“Estaba entero, me sentí hombre de empresa y me dije: ‘Pasaré’. Salgo, marcho, avanzo y llego al Rubicón. ¡Miserable! Temblé, vacilé, luché, quise hacer tripas corazón, pero fue en vano. Mi adversario, no sólo me reconoció, sino que en la cara me conoció que tenía miedo de él. Maquinalmente bajé la escopeta que llevaba al hombro. Sea la sospecha de un tiro, sea lo que fuese, el perro tomó distancia y se plantó, como diciendo: descarga tu arma y después veremos”.

Parecía una escena del lejano oeste. De un lado, Mansilla y su escopeta; del otro, el mastín y sus colmillos. “Al primer amago de carga, eché a correr con escopeta y todo; los ladridos no se hicieron esperar; esto aumentó el pánico de tal modo, que el animal ya no pensaba en mí y yo seguía desolado por esos campos de Dios”. ¿Huyó con la escopeta? No. Más tarde, reconocería que terminó en poder del perro porque la había soltado para correr más liviano.

Iglesia flotante (1936)

En 1935, el padre Luis Isola planteó el problema. La lancha “El Salvador” que le había donado el ingeniero Rómulo Ayerza en 1924 ya no bastaba para una buena misión evangélica en las islas del Delta. Por ese motivo, visitó al director del diario isleño Delta, Sandor Mikler, y le pidió que lo ayudara en la campaña para tener una iglesia flotante. La publicación del reclamo dio sus frutos: el ministerio de Obras Públicas de la Nación resolvió encarar el proyecto y Luis Dodero donó el casco y el campanario importados de Inglaterra. En los astilleros de la Isla Demarchi adaptaron el casco y construyeron la Iglesia flotante Cristo Rey.

Fue bendecida y botada el 22 de agosto de 1936. El presidente de la Nación, Agustín P. Justo, asistió al acto en la isla Demarchi y la Primera Dama, Ana Bernal, fue la madrina de la ceremonia. Pensaba hacerse una procesión al Tigre, pero el mal tiempo obligó a suspenderla.

La iglesia flotante, de 33 metros de eslora, tenía capacidad para 150 feligreses. Contaba con camarotes para la tripulación y los sacerdotes, además de cocina, comedor y sacristía. Detrás del altar había un cuadro en el que se veía a Cristo bendiciendo el barco iglesia. Al no contar con velas y motores, debía ser remolcado por la lancha “El Salvador”. Muchos isleños se bautizaron y se casaron en la iglesia flotante.

En 1952 se consideró colocarle motores, pero el proyecto no prosperó y fue desguazada. El casco se convirtió en barco arenero. El campanario se encuentra en una isla, en la desembocadura del río Carapachay en el Paraná de las Palmas.

Cine para todos (1950)

El lunes 1 de marzo de 1948, el general Perón, presidente de la Nación, fue operado de apendicitis. Por eso motivo, fue el principal ausente en el multitudinario acto de transferencia de los ferrocarriles al Estado que tuvo lugar en Retiro, frente a la estación terminal de la la línea que pasó a denominarse Ferrocarril Nacional General Belgrano.

En los meses siguientes, se sumaron a la red del Belgrano otras líneas expropiadas, lo que la convirtió en la más importante por su extensión, ya que alcanzaba, salvo la Mesopotamia, a todas las provincias al norte de Buenos Aires e incluso llegaba a Bolivia. En diciembre de 1949 incorporó, de manera experimental, un vagón-cine en una de sus formaciones. Luego de ajustes, en septiembre de 1950 se inauguró el sistema en todos los trenes del Belgrano de larga distancia, en forma permanente.

Otra de las novedades fue la concreción del tren cinematográfico que llevó estrenos a los pueblos del país que no contaban con sala de proyección. Todas las versiones incluían el noticiero “Sucesos Argentinos”, portavoz de la propaganda del Gobierno.

Cuestiones políticas y económicas que derivaron en problemas insalvables de infraestructura dieron corta vida al cine en los trenes de larga distancia y al tren cinematográfico.

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Máximas para un arquitecto

En los años 20, el mundo de la arquitectura local contaba con un buen número de excelentes arquitectos argentinos y extranjeros, entre ellos, Andrés Kálnay, Ángel Guido, Martín Noel, Louis Newbery Thomas, Alejandro Bustillo, Mario Palanti, Luis A. Broggi, Eduardo Lanús, Jorge Bunge, Alejandro Christophersen y Luis Comastri.

Para ese tiempo, existían en Buenos Aires varias revistas especializadas en arquitectura. Algunas, incluso, de circulación nacional. Por lo general eran publicaciones que se vendían por suscripción. Entre las más populares, figuraba la Revista de Arquitectura, que en su número de abril de 1927 publicó las “Máximas del arquitecto”, cuyo contenido -actualizado en sus términos para mejor comprensión-, era el siguiente:

Máximas

1.- La primera obra es la más difícil de conseguir.

2.- Después, la mayor parte de los encargos vienen sin que los hayamos solicitado.

3.- Los primeros mil pesos son los más difíciles de ahorrar.

4.- El mayor placer es tener con que abonar nuestras cuentas sin demora.

5.- Trata el dinero del cliente como si fuera el tuyo.

6.- Aunque se pierda una obra aconsejando no hacerla por ser inoportuna ese cliente te hará recuperar con creces lo perdido.

7.- El mejor promotor de tu reputación es el cliente a quien has dejado satisfecho.

8.- No desdeñes el consejo del más insignificante de tus colaboradores. A veces, una indicación de un capataz te salvará de más de un dolor de cabeza.

9.- Aprovecha las indicaciones de la señora de tu cliente. Generalmente son buenas. Y si no, ella será la que defienda el error ante los ojos de los demás.

10.- No digas de antemano que tal cosa no debe o no puede hacerse. A menudo lo que aparentemente parece un absurdo, resulta después de estudiarlo una gran idea.

11.- Más de una excelente solución proviene de una casualidad.

12.- Evita cualquier combinación que no sea correcta. Tarde o temprano sufrirás las consecuencias.

13.- Un acto incorrecto podrá ser secreto para los demás. Pero no para vos, que perderás lo principal: tu propia estimación.

14.- No desprecies a un colega porque carezca de talento; ya bastante tiene con debatirse en la vida peleando con una escoba contra los tanques y las ametralladoras.

15.- Si con maniobras inconfesables tu colega te birla un trabajo, piensa que cosechará su merecido castigo con tu desprecio y el de los demás compañeros.

16.- Cuando busques un socio, trata de que pueda serte realmente útil, de lo contrario te resultará un empleado muy caro.

Tal vez, las máximas del arquitecto hayan sido enmarcadas para decorar las paredes, en los estudios de los atareados profesionales de 1927.

Confitería del Gas

Un gran cambio vivió Buenos Aires a partir de 1856 cuando se incorporó la novedad de la iluminación a gas. Entre los que aprovecharon la ventaja figuró Francisco Roverano. Era el dueño de la Confitería del León, ubicada en la actual Bartolomé Mitre, entre Esmeralda y Suipacha, que atendía junto a sus cuatro jóvenes hijos. Luego se mudaron a la esquina de Suipacha y Rivadavia, enfrente de la recientemente creada Compañia del Gas (la que se ocuparía de la iluminación de Buenos Aires). Don Francisco y sus hijos innovaron con la idea de colocar dos grandes faroles a gas en la puerta. De inmediato se convirtió en la atracción de la zona y se popularizó el nombre Confitería del Gas, que los Roverano adoptaron con claro criterio comercial.

El tipo de iluminación hizo que captaran la mejor clientela de la noche; incluso, han tenido cierto protagonismo en un sonado caso policial: Enrique Ocampo tomó unas copas de más en la Confitería del Gas antes de partir rumbo al fatal destino que le impuso a Felicitas Guerrero.

Los Roverano mantenían una muy cordial competencia con un café situado a una cuadra de distancia, en la misma manzana: el Tortoni, ubicado desde 1858 en la esquina de Rivadavia 801 y Esmeralda, donde ahora se encuentra la plaza Roberto Arlt. En 1880, cuando el Tortoni se instaló enfrente, en Rivadavia 826, los Roverano se mudaron a la esquina que dejaron sus colegas. Volvieron a ser pioneros cuando en 1882 una empresa de electricidad que repesentaba los intereses de Tomás Alva Edison y debía demostrar a las autoridades sus capacidades, colocó lamparitas en la siempre moderna Confitería del Gas.

Célebre por sus masas, que convocaban a las señoras a la hora del té, la confitería de los Roverano (grandes benefactores) mantuvo un lugar de privilegio en las preferencias de los porteños durante décadas. La imagen que vemos (Rivadavia y Esmeralda) es de mayo de 1961, cuando cerró sus cortinas por última vez la Confitería del Gas. En abril de 1964 se demolió el histórico edificio.

San Martín x 12

A lo largo de su vida, José de San Martín promulgó sus ideas a través de cartas, documentos oficiales, arengas e incluso en charlas personales, según lo atestiguan quienes acompañaron al Libertador en su campaña por el continente. Se percibe la inspiración en pensadores clásicos y contemporáneos, como así también, la identificación con las ideas de otros militares, incluso adversarios como Napoleón.

Del legado sanmartiniano seleccionamos 12 frases que nos permiten delinear su pensamiento, junto con la fecha en que fue dicha o escrita:

1. “Hagamos justicia a nuestra ignorancia y que el orgullo no nos precipite en el abismo” (24/4/1816).

2. “La unión y la confraternidad, tales serán los sentimientos que hayan de nivelar mi conducta pública cuando se trate de la dicha y de los intereses de los otros pueblos” (20/5/1815).

3. “Mi existencia la sacrificaría antes que echar una mancha sobre mi vida pública, que se pudiera interpretar por ambición” (24/4/1819).

4. “La seguridad individual del ciudadano y la de su propiedad deben constituir una de las bases de todo buen gobierno” (7/8/1821).

5. “Mi barómetro para conocer las garantías de tranquilidad que ofrece un país las busco en el estado de su hacienda pública y, al mismo tiempo, en las bases de su gobierno” (30/9/1846).

6. “Querer contener con la bayoneta el torrente de la libertad, es como pretender esclavizar a la naturaleza”  (11/4/1818).

7. “Mis necesidades están más que suficientemente atendidas con la mitad del sueldo que gozo” (21/11/1815).

8. “Divididos seremos esclavos: unidos estoy seguro que los batiremos. Hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares, y concluyamos nuestra obra con honor” (13/3/1819).

9. “Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas” (13/3/1819).

10. “El mejor gobierno, no es el más liberal en sus principios, sino aquel que hace la felicidad de los que obedecen empleando los medios adecuados a este fin” (26/9/1846).

11. “Mi mejor amigo es el que enmienda mis errores o reprueba mis desaciertos” (9/8/1821).

12. “Es cierto que tenemos que sufrir escasez de dinero, paralización del comercio y agricultura, arrostrar trabajos y ser superiores a todo género de fatigas y privaciones; pero todo es menos que volver a uncir el yugo pesado e ignominioso de la esclavitud” (25/6/1818).

Secretos de belleza (1931)

En su edición del 7 de julio de 1931, la revista Para Ti, que ya era considerada como exquisita difusora de tendencias, publicó una nota sobre el concepto de belleza. La misma nos permite conocer los consejos de la revista a las argentinas de aquel tiempo (que nosostros ilustramos con el retrato de Luisa Solé del Carril, una de las actractivas mujeres de entonces, publicado en Caras y Caretas ese año).

El título de la nota de Para Ti fue “Secretos de belleza” y el texto decía lo siguiente:

Los recientes concursos de belleza femenina han puesto en evidencia el concepto que los jurados tienen de la belleza en la mujer.

Existe la belleza estatuaria, la belleza escultórica, como existe la belleza pictórica y como existe y cautiva la belleza espiritual, la gracia, el ángel, el atractivo, la simpatía, la vivacidad y encanto de una sonrisa, la penetración y misterio de los ojos, el poder de una mirada y la admirable correspondencia entre unes ojos picarescos que sonríen con la boca.

Este último concepto de la belleza, que ha prevalecido en el jurado que concedió el premio a otra belleza que no era la de Grecia, consagrada anteriormente, demuestra cómo hemos evolucionado desde el tiempo de la estatuaria clásica.

Falta saber si el concepto de los griegos no discrepaba del nuestro, porque una es la escultura y una es la obra de arte destinada a la admiración de los siglos contra cambios y volubilidades, y otra la belleza que deseamos para la vida en sociedad, para conversar, alternar, bailar y admirar.

No entraremos en consideraciones que nos llevarían muy lejos al establecer las diferencias entre lo imperecedero y lo efímero en punto a belleza. Bellas nos han parecido porcelanas del siglo pasado, y creíamos que tenían más vida y eran más reales; su vida puede considerarse efímera; en cambio las Venus clásicas siguen despertando la admiración de los artistas de todas las tendencias y todas las escuelas, aunque aparenten distintas opiniones y menosprecien ciertas obras consagradas.

Ha prevalecido, decíamos, la belleza, no sólo policromada, sino con vida y atractivos espirituales. Así debía de ser y ahí se detiene y ahí terminan las exigencias del jurado.

Nosotros pediríamos que la belleza fuera siempre acompañada de la virtud, pero para eso ya hay tribunales aparte y otros concursos que no se relacionan con la belleza femenina.

Del resultado de esos fallos debemos sacar la consecuencia que hay que enriquecer los encantos naturales realzándolos con el cuidado, con el buen gusto en arreglo y el retoque del rostro y agregar el atractivo que haga fallar al jurado.

Las facciones no pueden modificarse, pese a la cirugía artística, tanto como para convertir un adefesio en un primer premio; pueden hacerse ciertas enmiendas muy notables, pero tiene sus límites y no puede modelarse el cuerpo humano como se trabaja con pastelina y palillos.

La justa proporción de las facciones es la primera condición para ser bella. Esta armonía es más bien apreciada por escultores que por pintores, más atentos estos últimos a la nota atractiva de color que a todo lo que sea prescindir de él.

También el vulgo suele confundir la frescura de color, la tez blanca y los cabellos de hermoso tinte, con el verdadero concepto de belleza. Estos rostros no siempre son fotogénicos y nos reservan más de una sorpresa cuando, fiadas en la belleza, el retrato fotográfico nos muestra la incorrección de las facciones, la desproporción de los rasgos. Contrariamente a este concepto de belleza, está el escultural o estatuario, cuya sorpresa es notable cuando, sin haber llamado nuestra atención, advertimos al ver un retrato fotográfico que Fulanita parece más hermosa de lo que es.

Todos los cuidados deben ir encaminados, por lo tanto, a convertir la belleza escultórica en belleza pictórica además, y aquí entran los secretos de tocador.

El primer cuidado es suavizar los rasgos evitando la dureza que hace la expresión un tanto hostil. El masaje mantendrá tersa la piel sin restarle flexibilidad y frescura. Al extender la crema o el color para avivar el natural de las mejillas, se hará de forma que no se acumule en las comisuras convirtiéndolas en arrugas prematuras que envejecen el rostro más juvenil.

Las cejas, si son muy pobladas se reducirán a dos trazos curvos, concluyendo por un bisel del lado del ángulo externo del ojo y del lado interno, suprimiendo el entrecejo. Esta depilación da aspecto de inteligencia, de vivacidad, de cerebro despejado, de vitalidad y juventud. El color de las cejas debe armonizar con el de los cabellos y la elección de peinado es importantísima.

A estos detalles hay que sumar innumerables pormenores que cada una de nosotras debe estudiar sin pasión, serenamente, evitando las imitaciones, que no siempre son fácilmente acomodables a todas las fisonomías.

Simultáneamente, con los cuidados corporales hay que afinar las gracias espirituales; seleccionar los temas de conversación, depurar los términos usados en el lenguaje, cultivar la inteligencia y acertar a expresarse armonizando los más delicados ademanes con el vocabulario más correcto; huir de la cursilería y la ridiculez; no gesticular ni hacer visajes, pero tampoco permanecer inexpresiva como una efigie y acompañar la belleza de una alegría y un optimismo que la hagan más adorable.

Así parece que ha considerado más o menos el prototipo de belleza femenina el último jurado.

La combinación que proponía la revista sigue siendo la fórmula ideal: más allá de los masajes, la depilación, el peinado, la suavización de los rasgos y la elección de colores, las “gracias esprirituales” que definen el carácter, son las que logran la armonía ideal.

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Invitación a los funerales de Encarnación

Con motivo de la muerte de Encarnación Ezcurra de Rosas, ocurrida el 20 de octubre de 1838, se resolvió llevar a cabo los funerales el 20 de noviembre en la Basílica  de San Francisco (en las actuales Alsina y Defensa). El edecán de Rosas, Manuel de la Trinidad Corvalán (cumplía funciones similares a las que hoy lleva a cabo un ministro de Interior), envió las circulares de invitación, como esta que reproducimos con lenguaje actual para facilitar su comprensión:

¡Viva la Federación!

Buenos Aires, noviembre 5 de 1838.

Año 29 de la Libertad. 23 de la Independencia

y 9 de la Confederación Argentina

Al Juez de Paz del Fortín Areco:

                El infrascrito ha recibido orden del Señor Ministro de Relaciones Exteriores encargado del Despacho por indisposición del Excelentísimo Señor Gobernador Nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes Brigadier Don Juan Manuel de Rosas, para decir a Usted que la esclarecida Heroína, la Excelentísima Señora Doña Encarnación Ezcurra de Rosas, ya no existe. Que Dios Nuestro Señor se ha dignado elevarla al descanso eterno colocándola a su lado entre sus escogidos, como justificada en la esencia de la virtud sublime y del valor sin ejemplo. Que en los brazos de nuestro Ilustre Restaurador recibió su alma el Creador. Que durante su penosa enfermedad, y ni aun en sus últimos momentos, no se le oyó ni un solo Ay, ni quejarse de sus amargas dolencias.

                Y que debiendo ser los funerales el día Veinte del presente Noviembre, se comunica a Usted, a nombre de nuestro Ilustre Restaurador y de toda su respetable familia, y por su órgano al vecindario del partido de su cargo, por si fuere del agrado tanto de Usted como de dichos vecinos de todas clases, concurrir los que puedan sin ningún perjuicio en dicho día Veinte del corriente al Templo de Nuestro Padre San Francisco (en cuyo panteón está el sepulcro de los preciosos restos mortales) a rogar a Dios Nuestro Señor por el alma de nuestra enunciada Excelentísima Señora que tantos y tan clásicos servicios rindió a nuestra tierra querida, pues aun que no cabrá probablemente toda la concurrencia dentro del Templo, esto no obsta para acercarse a él los que no quepan dentro y dirigir desde la mayor inmediación a la Iglesia sus fervientes votos al Señor, durante las horas del funeral que dará principio a las diez de la mañana.

Dios guarde a Usted

Manuel Corvalán

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La Penitenciaría

Esta imagen perteneciente al Archivo del diario La Nación fue tomada en enero de 1962. El terreno que vemos sobre la derecha corresponde al actual Parque Las Heras. Por 84 años, desde 1877 hasta 1961 funcionó allí la Penitenciaría Nacional.

Según el censo realizado en 1906 por el funcionario del Ministerio de Justicia, Miguel Desplats, la Penitenciaría Nacional de Palermo era la unidad carcelaria más grande de la Argentina, con capacidad para 904 presos. En segundo lugar figuraba la Penitenciaría y cárcel de La Plata (800) y luego estaba la Cárcel de Encausados, de la ciudad de Buenos Aires (540).

Antonio Ballvé (jefe de la Penitenciaría entre 1904 y 1909) estableció un sistema de diversos premios por buena conducta. Entre ellos, el usar ropa interior particular, contar con una hora más de luz o usar bigote.

Otra de las medidas que tomó Ballvé, aconsejado por la penitenciarista española Concepción Arenal, fue la autorización para que los penados publicaran el periódico Vida Nueva, que se editó entre 1906 y 1928.

Otro de sus directores fue Roberto Pettinato (padre del músico y conductor), quien en 1947 hizo que se eliminaran los trajes a rayas de los penados que venían usándose desde 1924.

La demolición del edificio, que fue obra del arquitecto Ernesto Bunge, comenzó en septiembre de 1961 y terminó el 5 de febrero de 1962.

Días violentos en 1839

El 27 de junio de 1839, el presidente de la Cámara de Representantes, Manuel Vicente Maza, fue acuchillado en su despacho mientras escribía una carta al gobernador, Juan Manuel de Rosas. En la carta le rogaba que perdonara a su hijo Ramón Maza, quien había sido detenido luego de que se descubriera que participaba en una conjura contra Rosas. Ramón Maza fue fusilado al día siguiente. Sobre este episodio, el Restaurador de las Leyes escribió a su amigo Vicente González, apodado el Carancho del Monte, lo cual permite conocer su relato de los hechos.

La carta, a la que añadimos aclaraciones entre corchetes, está fechada en la Quinta de Palermo el 19 de julio de 1839 y dice:

Ya habrá usted sabido de la maldad inaudita feroz sin ejemplo de los Vándalos Asesinos de lesa Nación, Ramón y Manuel Vicente Maza. Yo todo Io sabía, como también el proyecto del casamiento con la Rosita Fuentes para asegurar mejor el loco infernal golpe, que solo podía caber en cabezas deslumbradas y embriagadas por disposición de Dios para que así pagasen con una muerte trágica sus enormes inmundos procedimientos de ingratitud y de traición.

Al fin llegó el caso de asegurar [detener] al Ramón. Luego se hizo transcendental el motivo a los Federales, y como ya estaban en sospechas, creció a tal punto su irritación que esa noche fueron a la Quinta del Padre [la de Manuel Vicente Maza] en tumulto, la asaltaron para sacarlo y degollarlo, y no encontrándolo, pasaron a lo de la Salomé (mujer de Guerrico) [se refiere a Salomé Maza, hija de Manuel Vicente, casada con Manuel José de Guerrico] la que también hablaba de Encarnación, de mí y de los Federales con tanta libertad como el Padre, el hermano, y la madre [Mercedes Puelma de Maza], acaso con licencia, o gusto del marido, o sea como sea, el hecho es que era una condenada en contra nuestra, y de la Santa Causa Americana que sostenemos. [Dijo que “era” una condenada porque había muerto. Mercedes Puelma, al enterarse de la ejecución de su hijo y el asesinato de su marido, se suicidó tomando veneno].

Allí en la casa de la Salomé hicieron otro tanto, pidiendo la cabeza del Padre así como gritaron deseando la cabeza del hijo.

Por supuesto que nadie se animo a contener un tumulto semejante desde que era tan justificado el motivo y yo callaba por la misma razón.

Corrió en fin esa noche, y al siguiente día, ¿qué le parece a usted que haría el tal Dr. Maza? (…) El Dr. pues en vez de esconderse se fue al día siguiente a la Cámara [de Representantes] y después a la Junta. Varios federales se entraron a las Salas de aquella, sacaron el retrato de Maza y lo patearon, rompieron, y quemaron públicamente.

Era singular la irritación de los Federales, desde que vieron a clara luz que el plan era asesinarme vendido al oro francés. Como no quedo uno de los que vieron para el Plan, de los que eran federales, que no se me presentase a comunicarme todo, y entregarme el dinero que le habían dado, todo era ya tan sabido, que naturalmente la irritación era tremenda entre los que aman nuestra Santa Causa. En fin, el resultado es que esa noche a las siete y media encontraron muerto al Dr. Maza en la Casa de Representantes con dos tremendas puñaladas que le habían dado en el corazón. El Ramón que estaba en la cárcel con dos barras de grillos ya convicto y confeso, lo mandé fusilar al día siguiente porque así era de justicia, y porque no podía ser de otro modo en desagravio de la ofensa a la vindicta pública, y a los federales que se sacrifican por el honor y libertad de la América.

Así han terminado estos dos Asesinos singulares en su ferocidad, y rudeza. Mas la irritación de los federales contra los unitarios sigue, y si se descuidan la sangre de ellos ha de correr, no ya con conversaciones sino con hechos.

Están tan cagados que por una parte aumenta la ira, y por otra tienta a una grande risa. ¿Pero hay gente más cobarde que los hombres feroces? En Manuela mi querida hija tienen ustedes una heroína. ¡Qué valor! Sí, el mismo de la Madre. ¿Ni que otra cosa podría esperarse de los hijos de una señora la esencia de la virtud, y del saber adornados de un valor sin ejemplo? ¿Y Juan? Está en el mismo caso, son dos dignos hijo de mi amante Encarnación [había muerto meses antes de esta carta], y si Yo falto por disposición de Dios, en ellos han de encontrar usted quienes puedan sucederme.

El Carancho del Monte envió a sus subordinados este extracto de la carta. Los oficiales leyeron el texto a la tropas. Fue motivo de festejo en Buenos Aires y en los cuarteles rosistas. Salomé Maza de Guerrico, quien perdió a sus padres y a su hermano, pintó su casa de negro, desafiando la algarabía callejera.

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