Premonición acerca de la Argentina

El Diccionario Enciclopédico Ilustrado de José Alemany, publicado en Barcelona, en 1935 fue un clásico en las bibliotecas escolares. Allí leemos sobre nuestro país:

ARGENTINA (República). Estado de la América del Sur, lindante con Bolivia, Paraguay, Brasil, Uruguay, el Atlántico y Chile. 2.887.113 kms2. de extensión territorial (seis veces más que España) y 12.000.000 h. Es una nación de forma republicana federal de gobierno y se compone de 14 provincias, 10 territorios nacionales, y 1 distrito federal, constituido por la ciudad de Buenos Aires, capital de la República. El idioma nacional es el español, y la religión la católica, con tolerancia de cultos. Descubierta la costa del Río de la Plata por Juan Díaz de Solís en 1508, comenzó la colonización con Sebastián Cabot que en 1527 fundó el fuerte de Sancti-Spíritus. En 1810 el pueblo argentino se alzó contra el dominio español y, después de una lucha de seis años, logró al fin su independencia en 1816. Todo hace creer que la República Argentina está llamada a rivalizar en su día con los Estados Unidos de la América del Norte, tanto por la riqueza y extensión de su suelo como por la actividad de sus habitantes y el desarrollo e importancia de su industria y comercio, cuyo progreso no puede ser más visible.

El texto original había sido publicado en 1919, un año después de que terminara la Primera Guerra Mundial. Su vigencia se mantuvo hasta la Segunda Guerra. En las publicaciones posteriores a 1940, la premonición ya no formó parte del contenido sobre la República Argentina.

Balmaceda al ataque

En el año 1831 la armonía local estaba muy lejos de restablecerse. Tuvimos el 5F (Pacheco venció a las fuerzas unitarias de Pedernera en Fraile Muerto, Córdoba), el 16F (Hilarión Plaza fue derrotado por el federal Francisco Reynafé en El Tío, Córdoba), el 9MR (Quiroga venció a Pringles en Río Cuarto), el 10MY (los federales tomaron prisionero al general Paz) y el 24S, cuando el unitario Gregorio Aráoz de Lamadrid triunfó en Catamarca. Pero nosotros nos concentraremos en el 4N, fecha en que Lamadrid se plantó en la Ciudadela de Tucumán, dispuesto a escarmentar a las huestes de Facundo Quiroga.

Un buena cantidad de vecinos tucumanos -incluso comerciantes que cerraron sus negocios- llevaron viandas y se ubicaron en una lomada, detrás de los hombres de Lamadrid: tomaron el enfrentamiento como un espectáculo. ¿Por qué? Porque estaban convencidos de la victoria unitaria. En las filas del tucumano Lamadrid también se percibía el optimismo. El hombre recorría el frente con Pedernera y otros altos oficiales, cuando se le acercó presuroso el coronel Juan Balmaceda. ¡Qué gallardo! ¡Qué aplomo! ¿Qué quería? Un tanto ofendido por ciertos comentarios que habían corrido en Santiago del Estero cuestionando su valor, se apersonó ante el comandante general y lanzó un pequeño discurso en voz alta:

“¡Mi General, acabo de ser tildado sin razón en el parte sobre la campaña del Río Hondo, de no haber concluido con los santiagueños por cobardía, no habiendo merecido nunca tal dictado! Vengo, pues, a pedir a usted, respetuosamente y en presencia del ejército, me haga la gracia de destinarme con mi escuadrón para dar la primera carga al enemigo en la batalla que vamos a dar, cuando usted lo tenga por conveniente; pues quiero así mostrar al ejército la injusticia con que se me ha herido!”.

Percibo en el lector cierta envidia hacia el autor de estas líneas, portador del apellido del intrépido centauro que solicitó arremeter en primerísima fila. En sus Memorias, Lamadrid escribió: “Yo que conocía a ese valiente jefe, y al mismo tiempo la influencia que su noble demanda produciría en los demás, díjele con entusiasmo: ¡Está concedida su petición, valiente Coronel, y estoy seguro de que no necesitaremos de más cargas que la suya para llevar por delante a esos miserables!“.

Pero no pudo ser, ya que el general Pedernera se le adelantó con su caballería. ¡Parecían kamikazes! La infantería de Quiroga no se achicó: aprontó bayonetas y lanzas. Fue suficiente para que los de Pedernera sujetaran sus caballos y su ímpetu. Lamadrid observó la triste reacción de su avanzada. Giró la cabeza en busca de su alfil Balmaceda y le ordenó que limpiara el honor de los unitarios. El coronel reaccionó como se esperaba: lanzó un alarido y atropelló. No mucho. Porque al toparse con Pedernera y sus jinetes en retirada, se sumaron a la huída. El más apurado era Balmaceda. Quiroga fue el vencedor en la Ciudadela de Tucumán. La tribuna local se dispersó en pocos minutos.

Los nacidos en mayo y junio

Continuando con las notas que publicaba el Almanaque, la popular revista que se vendía a comienzo de cada año, veremos las curiosas predicciones para los nacidos en los meses de mayo y junio de 1923 que por supuesto nadie tomaba en serio, pero todos comentaban.

Las personas nacidas en mayo, el:

1. Serán tercas y amables.
2. Serán violentas y quisquillosas.
3. Perseverancia que lleva a la fortuna.
4. Casamiento desgraciado por terquedad.
5. Carácter reflexivo y ob-servador. Buen porvenir.
6. Espíritu lento. Pobreza.
7. Amor de la lucha a todo trance.
8. Carácter leal y firme.
9. Querellas y luchas incesantes.
10. Carácter irritable y malévolo.
11. Aficiones ruines.
12. Ruina a causa de obstinación.
13. Excesiva timidez.
14. Fuertes en el peligro.
15. Carácter franco, pero entero.
16. Reposo y riqueza después de grandes luchas.
17. Altas ambiciones, gran inteligencia.
18. Despotismo, casamiento desgraciado.
19. Inteligencia de primer orden.
20. Afición a las ciencias abstractas.
21. Altruísmo. Ruina por otros.
22. Firme, justo, recto.
23. Aptitudes para las artes. Riquezas.
24. Espíritu quisquilloso. Reñirá con dos mujeres.
25. Carácter benévolo.
26. Probabilidades de fortuna en el comercio.
27. Leales, harán buena boda.
28. Celebridad en las artes. Ricas a los 50 años.
29. Fortuna y gloria adquiridas sin gran esfuerzo.
30 y 31. Han de vencer grandes dificultades.

 Las personas nacidas en junio, el:

1. Contraerán dos o tres uniones poco dichosas.
2. Tendrán vida desgraciada.
3. Carácter envidioso y avaro.
4. Instintos malos, rapaces.
5. Espíritu sin orden, indecisión, inercia.
6. Imaginación sin juicio.
7. Falta de energía.
8. Vanidosas.
9. Vanos proyectos. Pasos en vano.
10. Finura, astucia, habilidad.
11. Espíritu que se dejará dominar.
12. Felicidad doméstica.
13 y 14. Carácter débil, vida trabajosa.
15. Afición al estudio. Casamiento literario.
16. Carácter agresivo.
17. Viajes forzosos sin grandes provechos.
18. Vida difícil y laboriosa.
19. Carácter versátil. Ruptura matrimonial.
20. Carácter débil. Adulación.
21 y 22. Carácter amable, simpático.
23. Inercia. Pobreza.
24. Carácter débil.
25. Serviciales, amigas de todos.
26. Carácter que ve el bien en todas partes.
27. Carácter extravagante, amenazado de locura.
28. Instintos crueles. Casamiento desgraciado.
29. Amor a la pereza y al libertinaje.
30. Amigas del trabajo. Felicidad en las empresas.

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Sebreli, Borges y Calamaro en 1965

Antes de la primera Feria del Libro de 1975, hubo varias primeras ferias y exposiciones del libro en Buenos Aires, como por ejemplo, la Feria de 1936, que ya hemos comentado en el blog. En esta oportunidad, nos referimos a otra primera exposición. A mediados de junio de 1965, en el subsuelo del Concejo Deliberante de Buenos Aires (hoy Palacio de la Legislatura) se llevó a cabo la Primera Exposición y Venta del Libro del Autor Argentino. Fue organizada por la Sociedad Argentina de Escritores
y la Cámara Argentina del Libro. Participaron veinticuatro editoriales, entre ellas Sudamericana, Emecé, Losada, Depalma, Kraft, Eudeba, Huemul, Atlántida y El Ateneo. Se expusieron alrededor de 3000 títulos de unos 350 escritores argentinos.

La inauguración tuvo lugar el 16 de junio por la tarde. Asistieron el presidente del Concejo Deliberante, Pedro Carlos Riú; el presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Fermín Estrella Gutiérrez; el de la Cámara del Libro, Gonzalo Losada, y Rafael Alberto Arrieta, presidente de la Academia Argentina de Letras.

En su discurso, Losada dijo: “Buenos Aires es la ciudad de habla española que más libros consume”. Aclaró que ese dato era tanto en cantidad como en porcentaje por habitante. Y concluyó: “Yo proclamaría a Buenos Aires como la ciudad más culta de habla española, si la cultura pudiéramos medirla por su amor al libro y el consumo que hace de él”.

Por su parte, Estrella Gutiérrez se refirió a la importancia que tenía la exposición, como vehículo para  estimular la lectura de los autores locales. El mismo académico se encargó de aclarar que la literatura vernácula no figuraba entre las preferencias de los lectores en la Argentina.

A pesar de que el espacio era reducido, hubo desde una magnífica galería de autores, con retratos y fotos de Sara Facio y Alicia D’Amico; hasta conferencias, presentaciones de libros, visitas guiadas para estudiantes y firma de ejemplares.

Entre los autores que se dieron cita en la Feria de Perú y Alsina para firmar los libros de sus lectores, mencionamos a Juan José Sebreli, Silvina Bullrich, Alicia Jurado, Eduardo S. Calamaro (padre del pequeño Andrés, de casi 4 años) y Jorge Luis Borges, quien ya había cumplido los 65.

La exposición de 1965 fue, sin dudas, una cita de lujo para la literatura argentina.

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Multa a piropeadores

A partir del siglo XX, nuestros bisabuelos empezaron a entusiasmarse con tener figuras más lánguidas. Las mujeres salían en grupo a dar caminatas de ejercicio, actividad que copiaron de las parisinas, donde se popularizó la frase: “hacer footing”.

En la primavera de 1906, dos señoritas de importantes familias porteñas habían salido a hacer footing, vestidas con el clásico blanco deportivo, más la sombrilla, los abanicos y los sombreros. Quemaban calorías por la calle Florida y en sus caras se percibía el esfuerzo, ya que sus cachetes se pusieron bastante colorados. En sentido contrario venía un grupo de señoritos de buena posición. En cuanto las tuvieron en las narices, les dijeron de todo. Incluso, algunas barbaridades ofensivas. Una de las chicas se lanzó furiosa contra el más maleducado y le dio una paliza con el abanico. El escándalo fue conocido por todos al día siguiente y algunos influyentes –algunos influyentes padres de señoritas en edad de recibir cumplidos– elevaron sus quejas a las autoridades.

Por instrucción del Ministro del Interior, Joaquín V. González, el 28 de diciembre de 1906, el jefe de la Policía, Ramón Lorenzo Falcón, difundió un comunicado interno en el cual solicitaba de sus subordinados extrema atención para detectar atentados contra la moral. No sólo buscaba combatir la pornografía, sino también proteger a las señoras y señoritas de los comentarios callejeros.

A partir del comunicado, quien fuera atrapado infraganti diciendo un piropo –cuyo nivel de ofensa lo mediría la piropeada o el agente policial–, debería pagar una multa de cincuenta pesos o pasar una noche detenido. Falcón, según explicaba una nota periodística, dio “severas instrucciones a los agentes policiales en general y particular”. Y aclaraba que los policías “deben reprimir los excesos del lenguaje en la vía pública, los insultos, las palabrotas tan comunes en discusiones e incidentes callejeros, como también impedir la exhibición en vidrieras, o la venta en público, de estampas o tarjetas pornográficas, libros o revistas con cubiertas obscenas”.

La censura al piropo callejero fue reflejada en una nota que publicó Caras y caretas en enero de 1907, bajo el título: “En pro de la moral – El respeto a la mujer”; e inspiró el tango “¡Cuidao con los cincuenta!”, cuyo ocurrente creador fue Ángel Villoldo.

Iriarte a las piñas

Una tardecita del verano de 1821, Carlos María de Alvear (31 años) y Tomás de Iriarte (26, cuyo retrato publicamos) resolvieron aprovechar el horario en que cede la alta temperatura, para pasear por las afueras de Montevideo, más allá de la muralla que protegía la ciudad. Camino al portón, pasaron por el Café del Fuerte. Alvear tuvo la idea de entrar para ver a Hilarión de la Quintana, militar veterano de las Invasiones Inglesas, del Ejército de los Andes, edecán y pariente político de San Martín, y asiduo cliente del boliche.

Quintana estaba enfrascado en una discusión con su antiguo camarada Juan Ángel Michelena, uno de los principales jefes realistas a partir de 1810, cuando cada uno tomó partido por una causa. La pelea tenía que ver con esas diferencias. Se decían de todo, se insultaban y se agredían. Pero tantos años de amistad les habían dado la confianza para confrontar de esa manera.

A Iriarte no lo entusiasmó la conversación en voz alta de estos hombres, ni sus argumentos. En sus memorias se refirió al episodio: “Se denostaban con palabras, las más groseras e insultantes”. Mortificado, le hizo una seña a Alvear para que se fueran, pero el militar estaba muy entretenido y soltaba carcajadas. Michelena, concuñado de Rivadavia -los dos estaban casados con hijas del finado virrey del Pino-, había intentado bombardear Buenos Aires en 1811. Diez años más tarde, el hombre seguía empecinado en criticar a los revolucionarios.

En su argumentación de aquella tarde, dijo que los americanos deberían reconocer que los verdaderos dueños de la tierra eran los nativos. Iriarte no tuvo mejor idea que interponerse y responder que entonces los españoles deberían ceder su territorio a los fenicios, a los romanos, a los cartagineses y a los moros. ¡Para qué! Michelena reaccionó: “Usted es un niño que todavía no sabe dónde tiene la mano derecha”. Iriarte se enojó y le advirtió que no lo insultara. El realista lo interrumpió: “Le repito, usted es un niño, es un mocoso” y le lanzó la taza de café. Iriarte la esquivó, se fue encima de Michelena y empezaron las piñas.

Como el realista quedó debajo de su contrincante, Iriarte lanzaba las mejores trompadas. Tenerlo dominado por las piernas, ser más joven y estar más sobrio fueron determinantes para la victoria. Luego de un round largo, ambos contendientes se sentaron en la misma mesa, agitados. Alvear pronunció un pequeño discurso invitándolos a batirse a duelo. Pero Michelena, ferviente religioso, no aceptó. Alvear e Iriarte prosiguieron su paseo. Michelena y Quintana retomaron la discusión. Y las copas.

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Armonía en el hogar (1931)

En julio de 1931, la revista Para Ti ofreció entre sus innumerables consejos, ideas para mantener la armonía en casa. Bajo el título:  “La Tranquilidad en el Hogar”, decía:

“Muy a menudo vamos a buscar demasiado lejos las causas que pueden llegar a ensombrecer la dicha del hogar. Se acusa frecuentemente al modernismo, a la nueva educación que reciben las jovencitas, a la falta de comprensión de los hombres, a su egoísmo, a su carácter ligero y a su insaciable sed de placeres.

“Y también se acusa la falta de cualidades de buena ama de casa de las jóvenes. Todas estas razones pueden tener cierto valor, pero en general, creo que depende mucho de las mujeres saber asegurar la paz en el interior de su hogar; de conferir esa dulce alegría y tranquilidad que debe ser su verdadero ambiente, para que la paz de su interior y los lazos matrimoniales puedan ser siempre satisfactorios y duraderos.

“En muchos casos es la joven esposa la que por su negligencia destruye ese encanto que le fue propio y que sedujo y atrajo el cariño del que llegó a ser su esposo. Es evidente que la vida en común significa toda clase de deberes, de los cuales pueden algunos ser menos seductores que otros, siendo, sin embargo, igualmente necesarios. Se precisa, pues, de un gran tino para cumplir con ellas discretamente, con el fin de hacerse ver siempre de su marido bajo su aspecto moral más favorable.

“Y, por supuesto, que también el aspecto material debe cuidarse grandemente; muchas mujeres no aciertan a comprender la gran verdad de esto. Y muchos hombres tampoco, pues tampoco ellos deben olvidar que en manera alguna quedan eximidos de la obligación de cuidar de su aspecto y de sus modales para que el disgusto y la aversión no puedan instalarse en el hogar. Es difícil que el amor resista a todo aquello que pueda despoetizarlo.

“Debe, pues, la mujer, velar muy escrupulosamente sobre todo lo que le procure encanto; tanto física como moralmente, no deberá olvidar ni por un momento que de ella especialmente depende que la intimidad siga siempre siendo algo exquisito y delicioso. Esta regla es absoluta, pero existe también otra no menos importante: la alegría. La mujer se dará cuenta de que es ella la reina del hogar. El hombre trabaja fuera de casa; tiene toda clase de preocupaciones; entra con ellas a las cuatro paredes de su casa, y muchas veces de bastante mal humor por los disgustos pasados.

“Y precisamente entonces aquella hada del hogar podrá hacer ver su mágico poder para ahuyentar las penas de la frente de su marido, y ejercerá este poder con tanto tino y con tanta gentileza que poco a poco recuperará él su serenidad y su buen humor.

“Al lado de esa encantadora criatura que es su mujer olvidar sus disgustos de fuera de casa; se sentirá reanimado, fortalecido al verse rodeado de la simpatía y del cariño de su esposa. Las nubes se disiparán de su frente, y nuevamente sentirá su corazón lleno de optimismo y de alegría. Toda la amargura de sus eventuales derrotas o contratiempos huirá vencida por la ternura y la encantadora comprensión de su mujer, siempre también prolijamente acicalada y en medio de su hogar igualmente prolijamente tenido.

No es bastante, sin embargo, que la esposa le recuerde, por medio de esta actitud, como por su gracia personal, a la deliciosa novia de antaño con la que cambió dulces juramentos de amor.”

“No; ahora será preciso que toda la atmósfera que supo crear sea todo lo más agradable, que la vida pueda deslizarse allí llena de encanto, y que todo el carácter del hogar sea como para encontrarse completamente a gusto en él, por ese cachet de discreta elegancia y de tibia intimidad que toda mujer debe saber comunicarle.

“La decoración en la vida común entra para mucho en la felicidad de este vida. Una mujer de gusto sabrá, con poca cosa, aumentar la encantadora comodidad de su interior, dándole ese algo de que se desprenderá una impresión de bienestar, íntima tranquilidad y de alegría, que no podría experimentarse en otro ambiente más frío y descuidado.

“Disponiendo cada uno de su rincón favorito, de su sillón cómodo que invite al descanso, a las conversaciones llenas de franqueza y sencillez, sentirán tanto él como ella fortificarse los lazos de amor que los unen y llenar su corazón con las delicadas alegrías que confieren las confidencias mutuas. Un interior [se refiere a la sala de la casa] bien dispuesto sonriente, donde pueda uno sentirse feliz lejos del mundo y de sus trivialidades; en donde sea permitido también entregarse al silencio contemplativo o a la lectura, cuando no a sus pensamientos, es algo tan precioso en un siglo en que sólo parecen sentirse bien la mayoría de las personas estando fuera de su casa, que sabrá apreciar en todo lo que vale. Y la esposa que supo crear un nido así, lleno de ternura y de constantes cuidados, indudablemente se verá recompensada por el imperio que tanto aquel ambiente como ella misma podrán ejercer sobre un marido, un tanto despreocupado y aun egoísta”.

En resumen, la nota de 1931 apunta a controlar los humores del señor cuando vuelve de trabajar, a partir de que encuentre la casa en orden y una comprensible y sonriente compañera. Señores del siglo XXI: no lo intenten en sus casas.

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El día de las mil y una banderas

La fecha de esta foto, una de las que he publicado en mi libro “Buenos Aires en la mira”, es difícil de deducir. No es un 25 de mayo ni un 9 de julio. Tampoco las clásicas efemérides de nuestra historia. Este acto tuvo lugar frente al Congreso Nacional el 25 de octubre de 1936. ¿Cuál era el motivo de la reunión? Las escuelas secundarias y para adultos, más las universidades públicas, confeccionaron banderas argentinas para enviar a las escuelas primarias del resto del país.

Esta campaña se había iniciado en 1933, en Parque de los Patricios. Al año siguiente se repitió la experiencia en Parque Chacabuco. En 1935 se hizo en Plaza Once. Cada vez aumentaba el número de estudiantes que se sumaban a la cruzada.

Esa mañana muy soleada, la Banda Municipal tocó el Himno Nacional y el presidente del Consejo Nacional de Educación, Octavio S. Pico, dio el único discurso. Fue ovacionado. Acto seguido, los jóvenes marcharon desde ambos costados de la Plaza del Congreso hasta la Avenida de Mayo y luego continuaron hasta Plaza de Mayo donde depositaron las banderas en los camiones que las aguardaban. Al mediodía, ya todos se encaminaban a sus casas. Ese día no tuvieron clases. Ni las hubieran tenido, porque era domingo. En las escuelas se había pedido que hicieran el esfuerzo de ir, aunque no se tomaría lista. Según las estimaciones oficiales, participaron unos treinta mil estudiantes.

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Los nacidos en marzo y abril

Continuando con las notas que publicaba el Almanaque, la popular revista que se vendía a  comienzo de cada año, veremos las curiosas predicciones para los nacidos en los meses de marzo y abril de 1923 que por supuesto nadie tomaba en serio, pero todos comentaban.

Las personas nacidas en marzo, el:

1. Serán ternerarias y gustarán de las aventuras.
2. Subirán, pero tendrán envidiosos y celosos.
3. Felicidad por relaciones.
4. Serán condenadas a trabajos penosos en agricultura.
5. Viajes peligrosos.
6. Serán prudentes en sus negocios y saldrán con bien.
7. Correrán grandes peligros por agua.
8. Afición por los deportes, peligros por los animales.
9. Serán quisquillosas y han de temer los accidentes ferroviarios.
10. Lunáticas. Afición lo fantástico y nebuloso.
11. Tendrán carácter violento y agresivo. Temerán herirse.
12. Desconfían de relaciones femeninas (ruinas).
13 Espíritu sin previsión. Se abandonarán al azar.
14. Afición al lujo, a los placeres, al juego y a la ostentación.
15. Espíritu de dominación que dará buena suerte.
16. Gran penetración.
17. Tendrán poca suerte. Perderán sus bienes.
18. Grandes aptitudes para la ciencia.
19. Serán débiles para las pruebas de la vida.
20. Gran orgullo. Egoísmo y afición a cosas bajas.
21. Carácter leal, pero inclinado a la violencia.
22. Envidiosas, lo que les hará agresivas.
23. Heredarán hasta los cincuenta años.
24. Activas, pero disipadoras. Harán malos casamientos.
25. Adquirirán bienes con poco esfuerzo.
26. Dotadas de facultades que las elvarán muy alto.
28. Quisquillosas, gustan de argüir y disputar.
29. Pródigas de palabras; infa-tuadas de sí mismas.
30. Amantes de la lucha. Buen éxito en la temeridad.
31. Hospitalarias, buenas, ricas y caritativas.

Las personas nacidas en abril, el:

1. Serán ambiciosas, siempre en lucha.
2. Serán célebres por su actividad al trabajo.
3. Sufrirán grandes males de cuerpo y de espíritu.
4. Serán hipócritas, inclinadas a usurpar el bien ajeno.
5. Acortarán sus días por culpa propia.
6. Afeminadas, aficionadas al lujo y a la pereza.
7. Grande bondad a pesar de sus violencias.
8. Carácter ávido, pronto a todo con tal de ser rico.
9. Espíritu malicioso, vivo, quisquilloso.
10. Demasiada confianza, que molestará.
11. Irascibles, mohinas y siempre descontentas.
12. Tendrán que luchar contra enemigos encarnizados.
13. Serán dominadas por el amor al dinero.
14. Carácter sumamente violento.
15. Alto destino, gran celebridad o fortuna.
16. Tendrán fortuna en la edad madura.
17. Propensión a las disputas y placeres.
18. Vida laboriosa y difícil al principio.
19. Sostendrán pleitos toda la vida.
20. Estarán armadas para la lucha y saldrán con bien.
21. Se agotarán en esfuerzos más fuertes que ellas.
22. Probabilidades de hacer un matrimonio de interés.
23. Mal carácter, detestables esposos.
24. Buen carácter. Medrarán por la agricultura.
25. Las ciencias les darán honores y riquezas.
26. Gran hermosura, que ocasionará un matrimonio rico.
27. Morirán por mujeres, que traerán la pobreza.
28. Gustos de altruísmo; serán buenos esposos.
29. Poca estabilidad en las afecciones, gustarán del placer.
30. Avaricia y rapacidad, pero éxito seguro.

 

Monumento de los Españoles

La política inmigratoria permitió que la Argentina se poblara con ciudadanos de todo el mundo, sobre todo de Europa y Asia. Se formaron las asociaciones de colectividades solventadas con aportes de cada asociado, en especial, de los inmigrantes que se habían enriquecido en el país. Las comunidades se sumaron a los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo de 1810. Resolvieron obsequiarle monumentos.

Previsores, los residentes españoles iniciaron la empresa en 1908, luego de una formidable reunión en el Club Español donde, entre otras cosas, planearon visitar al presidente José Figueroa Alcorta para anunciarle el regalo. A las pocas semanas analizaron los antecedentes artísticos de los treinta postulantes a realizar la obra y determinaron que el escultor español Agustín Querol reunía las condiciones para llevar a cabo la tarea. También solicitaron un espacio público para emplazar el monumento. El 28 de noviembre de 1908, la Municipalidad de Buenos Aires les otorgó la vistosa esquina de las avenidas Alvear (hoy Libertador) y Sarmiento, en Palermo.

Antes de que comenzara a correr el celebrado 1910, Querol ponía manos a la obra en su taller de Barcelona. Más que a la obra, a la maqueta, que fue hasta donde él llegó: murió el 14 de diciembre de 1909. El monumental obsequio para la Argentina quedó a medio hacer y la colectividad española no lo tuvo a tiempo. Por ese motivo, para los festejos del Centenario (el 26 de mayo de 1910), sólo pudo realizarse un acto –muy imponente, por cierto– en donde se colocó la piedra basal del monumento. Esta piedra se tomó de la construcción del hospital de Temperley. La infanta de Borbón (representante de España, tía del rey Alfonso XIII) fue la madrina del suceso, acompañando al padrino y presidente de la Nación, José Figueroa Alcorta.

Tras la muerte de Querol, la obra quedó en manos de uno de sus discípulos, un asturiano que no se llamaba Flojeras, como indica el legajo de la Municipalidad, sino Folgueras, Cipriano Folgueras. ¿Le hizo honor a su apellido mal registrado? No, al contrario, trabajó mucho en la obra. Pero, a decir verdad, le prestó un poco más de atención a la Columna del Centenario de la Independencia de Guayaquil. Se podría decir que daba tres pasos por la Columna y un paso por el monumento de los argentinos. Hasta que tuvo la mala suerte de dar el paso final y acompañar a Querol en el más allá, a comienzos de 1911. Mientras tanto, en Buenos Aires, los residentes españoles seguían aguardando la llegada de la obra.

Para fortuna de los esperanzados inmigrantes, dos discípulos de Querol y Folgueras tomaron la posta: Víctor Cerveto más un artista apellidado Boni. Y ya nadie habría de morirse, aunque los problemas continuaron. En mayo de 1913, una extensa huelga de los obreros de la ciudad de Carrara –célebre por sus canteras de mármol– demoró siete meses la entrega del material y retrasó los trabajos en el taller.

Por fin algunas partes que debían ensamblarse en Buenos Aires arribaron al Río de la Plata. El embalaje permaneció bamboleándose en la bodega del barco por un tiempo, y luego pasó a arrumbarse en un depósito terrestre, mientras se tramitaba la “exoneración de los derechos de Aduana”, previo informe de la Procuración del Tesoro. Además, cada paso que se daba debía ser informado a los herederos de Querol, con quienes era obligación negociar, ya que podían vetar cualquier decisión sobre la obra de su finado pariente.

La figura principal del monumento se colocó -con acto, discurso del intendente Joaquín de Anchorena y copita de champán en el espacio donde se gestaba el Rosedal de Palermo, el 21 de mayo de 1914. Una tormenta, el 20 de septiembre, le amputó el brazo izquierdo a la dama de mármol y hubo que reinsertárselo.

Al año siguiente, en Barcelona, un acreedor del finado Querol embargó los bronces de las figuras alegóricas que se ubicarían en los vértices del conjunto escultórico cuando estaban a punto de enviarse a Buenos Aires.

Representantes de la comunidad española en la Argentina concurrieron a entrevistarse con el acreedor y llegaron a un acuerdo que liberó del embargo a las obras de arte. Poco tiempo después, el barco Príncipe de Asturias viajaba desde Barcelona hasta Buenos Aires, con escala en Santos, Brasil, y traía en su cubierta cuatro inmensas figuras de bronce del monumento de los españoles. Las imágenes fueron el deleite de los seiscientos pasajeros que viajaban en ese barco. El domingo 5 de marzo de 1916, el Príncipe de Asturias se fue a pique frente a las costas de Santos, luego de impactar con una roca. Tardó cinco minutos en hundirse. Se ahogaron 450 personas y se suicidó el capitán. Por supuesto, si no fue posible salvar a los pasajeros, menos aún, a los cuatro bronces del monumental obsequio.

A seis años del Centenario, Buenos Aires no había recibido su regalo en forma completa. Ni siquiera estaba cerca de hacerlo. Los bronces que reemplazarían a los perdidos arribaron sanos y salvos en 1919, sin embargo, faltaban los piletones, el sistema de cañerías y otras figuras menores. Año 1926: todo listo, es inminente la inauguración. Bueno, no todo: la municipalidad porteña debía hacer la vereda y fallaba el sistema de iluminación acuática.

El 25 de mayo de 1927, cuando Marcelo de Alvear ocupaba la presidencia y el centenario ya había quedado a diecisiete años de distancia, se inauguró en Avenida del Libertador y Sarmiento el Monumento de la Carta Magna y las Cuatro Regiones Argentinas, al que todos llamamos “Monumento de los Españoles”.