En el número 333 de la revista Primera Plana, publicada el 13 de mayo de 1969, la sección Music Hall daba cuenta del éxito que tuvieron los recitales Beat Baires. Eran organizados por el sello discográfico Mandioca (pionero en la difusión de rock nacional) y se desarrollaron durante cinco domingos consecutivos, a partir de las once de la mañana, en el Teatro Coliseo, ubicado en Marcelo T. de Alvear (ex Charcas), entre Cerrito y Libertad.
La publicación se ocupó de dos jóvenes bandas, Manal y Almendra y del solita Moris. Veamos qué opiniones dejó Primera Plana:
Moris
Para Mauricio Birabén, 27, todo empezó hace 15 años. “Escuché Hotel de corazones destrozados en la versión de Elvis Presley, y comencé a imitarlo. Cantaba por la calle, en el tren, en los bares. Todavía lo hago, a veces. Después aprendí a acompañarme con una guitarra española, leí Los vagabundos del Dharma, de Jack Kerouac, me enloquecí. Comencé a decir mis propias cosas no pienso parar”.
Provocando, como nadie, la agresión de un público lumpen, que ha cambiado el lengue y el cuchillo por la melena y los collares, pero que sigue esperando estrofas tautológicas y entonación segura, Moris soportó en la función del domingo 29, sin demasiado estoicismo, toda clase de injurias. Sin embargo, cuando un espectador indignado invitó a los ofensores a dirimir la causa en la calle, el juglar le espetó: “Para, flaco, que aquí somos todos pacifistas”. Él lo es, por lo menos, y también el solista más interesante del movimiento. Aunque todavía sus letras amontonen todos los temas que le desvelan, “aunque todavía desafino cuando me emociono demasiado”, el suyo es, sin duda, un estilo auténticamente apasionante, al que sólo le falta un público de su nivel.
Manal
Son tres: Javier Martínez, 23 (batería y canto), Claudio Gabis, 20 (guitarra), y Alejandro Medina, 19 (bajo), y, a pesar de un común desprecio por la enseñanza y aprendizaje convencionales, abruman con un léxico plagado de tecnicismos. Frecuentadores de escuelas comerciales e industriales, los tres dedican ahora todo su tiempo al conjunto, preocupados por extender y profundizar “el espectro de su dominio musical”.
Sin embarcarse en definiciones, coinciden en la ambición de expresarse y ser captados a distintos niveles. Entretanto, toda la filosofía del conjunto goza de una saludable variedad: “Evidentemente lo que hacemos tiende de alguna manera a provocar una determinada apertura mental”, pontifica Gabis. Javier Martínez (autor casi exclusivo del repertorio) prefiere informar sobre sus inclinaciones: las formas musicales que contienen improvisación, el flamenco, los antecedentes orientales, toda la música del norte de África, el candombe (su heredero rioplatense), el jazz auténtico y el blues, hacIa el que nos inclinamos, aunque sin la insistencia que pretenden achacarnos.
Detrás de los anteojos, la cara flaca y obsesiva se anima solamente al impacientarse con los límites del lenguaje hablado. Es entonces cuando Martínez recurre al tamborileo, al silbido y, por fin, al canto para explicarse. Indudablemente él y Gabis (un personaje rubio que solía dictar conferencias sobre música en el Nacional Buenos Aires) son los ideólogos del terceto. Y reconocen sin vacilar, que “una cierta solvencia que provoca el desborde instrumental es, probablemente, la que genera nuestra imagen de solistas”. Esa falta de imagen de grupo que se retroalimenta y la vaciedad de algunas letras son los obstáculos que Manal debe sortear.
Almendra
Son cuatro. Rodolfo García, 23 (batería), Edelmiro Molinari, 21 (guitarra), Emilio del Guercio, 19 (bajo y flauta), y Luis Alberto Spinetta, 19, quien, según su propia definición, hace “lo que puede, sobre todo cantar”. Según los más fervorosos seguidores del movimiento, conforman el equipo más solvente entre los grupos beat de Buenos Aires.
Ellos, entretanto, prefieren limitar las presentaciones en beneficio de una mayor cuota de ensayo. A diferencia de Manal, los cuatro almendras han estudiado música pero no están seguros de cómo o cuánto les ha servido. Ahora, mientras dos de ellos esperan, intranquilos, que el servicio militar los aleje del conjunto, reconocen que hacer música renegar de la violencia son las dos únicas constantes de su ideología.
Como Manal, afirman desconocer a su público: “Sí, casi siempre son jóvenes, más que nosotros, incluso. Y deben ser más o menos los mismos. Pero son pocos, eso es seguro. Autores de un colosal éxito de Leonardo Favio, Para saber cómo es la soledad [aclaramos a los lectores del blog que el título original fue Tema de Pototo], reconocen sin amargura que, por el momento, “no vendemos nada, por muchos motivos, pero esperamos que eso cambie”. Aunque todavía no saben muy bien si el cambio debe ser gestado por ellos o por el reticente público.
La revista Primera Plana dio cuenta de aquellos recitales en los que ocurrió un hecho que marcaría a la música nacional: la mañana del 22 de junio, Almendra estrenó Muchacha (Ojos de papel), dedicada a Cristina Bustamante, hija del encargado del edificio donde vivía Emilio del Guercio y de novia con el flaco Spinetta. O más o menos. Porque el día que cantaron Muchacha en público, Luis Alberto y Cristina estaban peleados. En medio de la interpretación, la joven de los ojos de papel se levantó de la butaca y se retiró. Spinetta la veía salir y no pudo evitar llorar mientras continuaba cantando.
Un dato más: gracias a un reportaje que le hizo Sergio Datilo en Ámbito Financiero a Cristina Bustamante, se supo que la letra original de la canción hablaba de “senos de miel”, pero ella lo convenció de que pusiera “pechos” porque “senos” le sonaba a publicidad de corpiños.