Mi amigo y colega Diego Osorno, un gran periodista que tuve el gusto de conocer en un encuentro con muchos grandes y apasionados periodistas, me envía desde México este texto, un Manifiesto del periodismo infrarrealista.
En medio de la violencia general que se vive en su país y de la que son víctimas también los periodistas, que sin embargo no abandonan su tarea de luchar contra la impunidad, de contar las historias, las verdaderas historias, de lo que está aconteciendo con el narcotráfico, con el crimen organizado, este es un interesante texto de los principios y valores que movilizan a estos reporteros, a estos cronistas de la realidad.
Alguien limpia un fusil en su cocina
(un manifiesto del periodismo infrarrealista)*
Por Diego Osorno
Un par de periodistas de nota roja de Nuevo Laredo miran a un ejecutado y sienten como si la muerte -el único enemigo ideólogico que tienen- estuviera junto a ellos. De repente uno dice: “Esto no es una guerra, es una matazón”.
Cronistas becados por la fundación de Gabriel García Márquez llegan a la fiesta de gala que organizan el capo y el gobernador. Un año después el capo muere a balazos en un restaurante de Guadalajara y el gobernador es nombrado secretario de Economía.
Un presidente sin pueblo le declara la guerra a los tornados.
El día que unos soldados lo matan y ponen un cuerno de chivo a un lado de su cadáver, un estudiante del Tec de Monterrey aprende que el Estado miente por costumbre.
A una poeta de Ciudad Juárez la acaban de golpear en el estómago entre cuatro jóvenes periodistas de izquierda: estaban convenciéndola de comprometerse más con la realidad actual.
Asumamos el compromiso. Demasiados lobos andan sueltos. Pongámonos todos por lo menos una vez al año una gorra y una chamarra color verde olivo -de preferencia de nuestra talla.
Hagamos un encuentro nacional de jóvenes escritores militarizados o de jóvenes escritores zetas. Si algún imbécil menciona
los treinta mil,
o cuarenta mil,
o cincuenta mil,
o sesenta mil,
o setenta mil,
o noventa mil,
o cien mil muertos,
entonces hagamos algo extra: escribamos una columna de opinión defendiendo a las instituciones o leamos un haikú de guerra en el Zócalo al final de la marcha; cantemos el himno nacional o un narcocorrido antes de que comience la próxima sesión de nuestro taller literario.
Como dice Carlos Slim Helú, el éxito no es hacer bien o muy bien las cosas y tener el reconocimiento de los demás. No es una opinión exterior: es un estado interior, es la armonía del alma y de sus emociones, que necesita del amor, la familia, la amistad, la autenticidad, la integridad.
*
El político de moda en la televisión se pone una guayabera color blanco y sonríe para las cámaras.
Los reporteros infrarrealistas le toman la foto.
Pero no ríen.
El periodismo infrarrealista es un juego.
Un juego de vida o muerte.
*
El periodismo infrarrealista sabe que no es lo mismo la retórica de guerra que la guerra. El periodismo infrarrealista no cuenta muertos: cuenta las historias de los muertos. El periodismo infrarrealista busca la versión de quienes no tienen vocero ni oficina de comunicación social, de quienes nunca han citado a una conferencia de prensa.
El periodismo infrarrealista no es un pinche buitre ni una mosca muerta.
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Los reporteros infrarrealistas escriben:
Del olor del gas lacrimógeno.
De los gobiernos débiles que buscan legitimarse mediante la fuerza.
De ciertos periodistas con el ego hipertrofiado.
De campos de golf construidos por las elites burocráticas encima de reservas naturales o pueblos enteros.
De una señora rica que pasea un perro chihuahueño color marrón de nombre Terminator.
De la chusma en un linchamiento.
De los que tienen una baja calidad humana.
De aguafiestas.
Del Blog Del Narco, uno de los sitios de internet más horrendos y exitosos de México.
De los mingitorios y sus mensajes secretos.
De la violencia nazi y la violencia de la lucha libre.
Del nuevo código de honor vigente, donde existe el derecho de violar y matar y tener grandes funerales, el derecho de asesinar, traicionar, exponer, humillar y ser querido y respetado; el derecho de masacrar y quemar vivos a los niños; el derecho de vida y muerte, el derecho de matar setenta y dos personas que no quieren trabajar para tu empresa, o el derecho de matar a quienes resultan una afrenta a las buenas costumbres, o el derecho a matar, nada más, porque se puede matar.
*
Hay más violencias. Menos obvias pero omnipresentes.
El periodismo infrarrealista salta dentro del aro de fuego: quiere arrebatarle la narrativa de lo que sucede a los policías y a los narcos. ¿Quién cree que las tristezas diarias son por el enfrentamiento entre un cártel con otro cártel? El periodismo infrarrealista quiere destruir por completo esa narrativa. Esa narrativa oficial tiene sus días contados: ya se chingó. Se hará desde otro lugar, con otra imaginación.
El periodismo infrarrealista dice no.
*
El periodismo infrarrelista se escribe:
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