Metegol: Somos todos con uno

Hoy en Cinescalas escribe: Natalia García

Mitad metegol y mitad futbolín, esta película cuenta con la creación del juego de salón más caro en la historia. Por lo tanto, había que ir a verla en 3D. La mayoría asistimos a la sala sin saber que volveríamos a ver la elipsis más grande de la historia del cine: sí, la de 2001: odisea del espacio, pero en esta ocasión el hueso revoleado por el mono se transformaría – en vez de en una nave espacial – en un balón de fútbol. Fue el mayor acercamiento a Stanley Kubrick bajo esta tecnología y a través de los infantiles (y hasta polémicos) ojos de Juan José Campanella.

Lo más carismático de la película se vincula con los personajes representativos no solo de toda clase de personas y jugadores sino también, y más específicamente, de todo tipo de argentinos. Todos ellos transpiran folklore. Por ejemplo, nos encontramos con los románticos, como bien se lo ve al protagonista Amadeo – que no por nada es el capo del metegol -, quien curiosamente resultó estar inspirado en el nostálgico y también adorador del juego, el Amadeo de Luna de Avellaneda, interpretado aquella vez por Eduardo Blanco. Un homenaje en sí mismo. Este profundo personaje de la película de Campanella se encuentra tan metido en la jerga, que no dejó de hacer ver la jugada maradonesca de Italia ’90, donde con el tobillo lastimado por el grande del equipo contrario, igual siguió jugando. Y cómo no, para completarlo, aparece su media naranja, Laura, porque el amor de una mujer es el motor que lleva a cumplir deseos y conseguir la felicidad, como dijo Lucía Maciel, la voz de este personaje femenino.

De todos modos, los personajes que cautivaron al público son “El Beto”, jugador estrella, ingenuo y vanidoso; “El cordobés” con su acento característico; “El ermitaño”, aquel al que le pone la voz Marcos Mundstock, comandando un personaje completamente opuesto a lo que hace en Les Luthiers o al terapeuta de No sos vos, soy yo; “El Capi” para los amantes del lunfardo futbolístico; y “El Capitán liso” con una personalidad más ruda y bajo la tutela de Miguel Ángel Rodríguez, responsable de darle al personaje un alto nivel de simpatía. Todos ellos les demostrarán a los chicos que es posible unir fuerzas para lograr un objetivo en común. Un mensaje tan dulce como idealista. Sin embargo, el que personalmente más me atrajo fue “El Loco” (Horacio Fontova), con su filosofía por momentos descartesiana, por otros momentos hippie, por otros trascendental y por algunos otros hasta nihilista, quien deja marcado el mensaje principal del film: “somos uno con todos”. Además de los personajes de plomo, hay otros de carne y hueso que aunque nunca hayan jugado al fútbol, fueron capaces de ponerse la 10, y salir a jugar por el pueblo.

Ahora bien… ¿la trama? Por momentos algo forzada. Divertida únicamente para chicos, pero descontextualizada totalmente. Todo sucede en un pueblo donde “El Grosso” va a buscar revancha, años después de haber perdido un partido de metegol con Amadeo, pero ahora llega en plan galáctico, con un nuevo aspecto parecido a Ronaldo, futurista y estrambótico, al mismo tiempo más cerca de Los Increíbles que de Historias mínimas. Ahí es donde resalta la temática y estética yanqui. Campanella estará orgulloso de haber hecho la primera película de animación argentina sin inversión estadounidense, pero no dejó de limitarse a copiar la forma de películas de Pixar/Disney (nótese cuán acertados están los comentarios de la clase “no le debe nada a las animaciones extranjeras”). Entonces…de cinco estrellas, ¿cuántas le ponemos por argentinidad? Por último, tengo otro reparo: ¿por qué habiendo invertido mucho dinero en el film, se contrató a la Orquesta Filarmónica de Londres en vez de a la porteña? A pesar de estas observaciones respecto al film, creo que todo no se puede, y que como bien lo expresó el propio Campanella: “en el cine no existe la felicidad sino el alivio”.

Por Natalia García

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► [TRAILER]: Algunas imágenes de Metegol: 

  

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► [DE YAPA]: El making of de la película de Juan José Campanella: 

  

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¡Buen lunes para toda la muchachada! Dos consignas para el post de hoy: 1. ¿Vieron Metegol? ¿Qué les pareció la nueva película de Juan José Campanella? 2. Ya que nos ocupamos del cine nacional…me gustaría saber cuál es la película argentina que recomendarían con mayor fervor (si tuvieran que elegir solo una); ¡espero sus comentarios! Nos reencontramos, como es de costumbre, mañana mismo 😉

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[OFF TOPIC] Lo que sucedió en el post del jueves fue realmente inaudito; les quiero agradecer nuevamente por elegir este espacio para compartir tantas cosas, por esos casi 2.500 comentarios nostálgicos, por alegrarme ese día (y los subsiguientes) al hacerme testigo de esas charlas que siguieron y siguieron y que, esperemos, se sigan repitiendo unas cuantas veces más; actualizar este blog diariamente es un placer para mí por muchos motivos, pero ustedes son, claro, el motivo principal; ¡gracias de nuevo!

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—> La última vez escribió Rodrigo Bravo una… CARTA ABIERTA A GEORGE LUCAS

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Fotos de domingo: El libro de Cinescalas

Esta semana me confirmaron que se edita en quince/veinte días. Y ya tengo fecha de presentación. Los detalles me los reservo para un post especial del viernes que viene. Les quería dar las gracias por todo, como siempre, por el apoyo en este proyecto tan pero tan importante en mi vida. No saben lo emocionante que fue verlos a ustedes en el epílogo, todos juntos. No me quiero imaginar lo que será volver a verlos, pero sobre el papel; y no me quiero imaginar lo que será verlos, pero en vivo y en directo, nuevamente juntos, en un mismo lugar, brindando, en un mes. 

Tema de sábado: Corazón

Concurso “Filmá tu propio videoclip”: Segunda entrega

¡Hola a todos! Lo bueno de este concurso es que un jueves nos podemos encontrar con Adele y otro, como el de hoy, con los Backstreet Boys. Me pregunto qué vendrá luego…mientras tanto, le cedo la palabra a Ezequiel Saul, uno de los artífices de este videoclip que se suma a la convocatoria cuyas bases pueden releer en este post. Sin más que decir, Ezequiel toma la posta:

El origen de este video se remonta a hace aproximadamente quince años. En esa época, yo estaba en la secundaria y a la salida del colegio siempre nos juntábamos con mi grupo de amigos en la casa de uno de ellos. Mientras matábamos el tiempo, era ritual poner de fondo MTV para que haya algo de música sonando. Fue así como, poco a poco y sin quererlo de verdad, nos terminamos aprendiendo las canciones y “haciéndole el aguante” a esas bandas que nos acompañaban. Sí, lo digo: bancamos a los Backstreet Boys.

Luego, con un amigo con el que nos gusta filmar, dijimos: “Che, sabemos “As Long As You Love Me” de memoria, tenemos que hacer un corto con eso”. Otra fascinación que compartimos son las comedias, así que con esa canción y ese amor por hacer reír, la elección del género fue lo más fácil. Así fue cómo nació Mientras me ames. Por otro lado, también queríamos contar una historia de amor un poco atípica y por qué no, algo ridícula. Mostrar un amor “invisible” y representarlo a través de un objeto para nada común. Lo segundo, al menos creo que creo que lo logramos.

En cuanto a la realización, les cuento que los protagonistas son dos amigos nuestros que se coparon en darnos una mano. Al transcurrir toda la historia en una misma locación, la filmación nos llevó un solo día. Como anécdota, les cuento que, obviamente, hubo momentos muy delirantes durante el rodaje, en especial cuando hicimos la escena de la ducha. Para que se den una idea, imagínense que éramos tres hombres en el baño y dos de ellos metidos en la mencionada ducha.

Bueno, sin más vueltas los dejo con Mientras me ames, un corto que yo siento que define a mi grupo de amigos, unos pibes que se pueden tomar cualquier cosa con humor y hacerte reír en el momento menos pensado. Es un corto que, además, me recuerda a una gran etapa de mi vida. 

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► [VIDEO] “As Long As You Love Me” x Ezequiel Saul:

Mientras me Ames Vimeo from Ezequiel Saul on Vimeo.

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► [LISTA DE REPRODUCCIÓN] Juro que no tengo palabras para describirla, solo estén advertidos de que es un delirio, no me hago responsable por las secuelas que deje 😛 :

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► [GALERÍA] Tan bizarra e indescriptible como la lista de reproducción, tan solo…mírenla, por favor::

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Este jueves, y en este concurso, dos consignas: Por un lado, los invito a comentar el video realizado por Ezequiel; por el otro, a nombrar esas bandas/placeres culposos que han tenido en su adolescencia (o siguen teniendo) así volvemos a armar otra playlist como el jueves pasado (aunque hoy una más bizarra); por supuesto, vuelvo a decirles que si quieren mandar un video, este es el espacio para darlo a conocer  y participar del concurso; ¡Hasta mañana, muchachada, que tengan un buen día! 😉

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SI JESSE PINKMAN LO DICE…¡2.000 COMENTARIOS, BITCH!

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Y SI JLAW LO EXPRESA CON CARAS…

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Y AHORA YO LES DIGO LO SIGUIENTE…

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Bombal: Los pequeños goces perdurables

“Las palabras sobre el papel me alimentan y quitan la sed, manchada de errores que quiero borrar 
si cierro la boca y me dejo llevar…”

Para María Luisa Bombal el violín era un instrumento endiablado. Le hacía demandas. La ataba. La tenía presa a sus tiempos y exigencias. La forzaba a establecer un vínculo perenne, siempre receloso de cualquier otra pulsión que pudiera alejarla de él. Sin embargo, por muchos años, Bombal quería ceder a esas presiones y dominar el instrumento, develando ya desde temprano ese fervor que la conducía a todo lo que eventualmente implicara tanto una condena como una salvación. Pero llegó la escritura. Llegaron los primeros poemas de los que renegaba porque, para ella, no había nada de extraordinario en concebirlos, como si las cualidades de ser joven y escritor estuvieran a priori vinculadas a la composición. Como si esos raptos de inspiración sucedieran con frecuencia. Era el violín o era la escritura. Bombal eligió lo segundo y, aún así, su prosa (poética, siempre poética) nunca abandonó la razón por la cual ese instrumento parecía llamarla. Así, se convirtió en una autora de frases eufónicas maravillosas, sabiendo que uno de los modos para ilustrar esas distintas penetraciones a las que aludía era mediante la sonoridad, ofreciéndole al lector un entretejido rítmico donde nada estaba librado al azar. Quienes hayan leído a Bombal sabrán que la pasión con la que vivió, su espíritu obseso y persistente, reverbera en cada uno de sus párrafos. Sin embargo, la gran paradoja es que ese desborde emocional nunca provocó un alejamiento de la escritura como acto disciplinario. Es decir, que por más que uno la imagine con la pluma en la mano en cualquier lugar del mundo escudriñando en lo oscuro, Bombal creía que un escritor no podía simplemente hacer erupción independientemente del contexto, por lo cual fue su estadía en Paris lo que terminó de configurarla como mujer de letras. Esas letras, asimismo, eran representaciones de sueños. Pero no me refiero a componentes literarios oníricos, sino específicamente al soñar, de manera casi atormentada, por los pequeños goces que dan las palabras, todas ellas protagonistas indiscutidas de esos instantes orgásmicos que Bombal no dejaba morir, como si quisiera retenerlos eternamente. Lo que a los fines prácticos se terminó denominando “realismo mágico”, para ella era un recurso vital a la hora de borrar los límites, para que la dualidad presente en su novela La última niebla – siendo “niebla” la palabra clave -, se apoderara de todo su proceso de escritura, cimentado en difuminar las separaciones entre realidad y sueño, cimentado en la proliferación de imágenes narcóticas.

¿Qué quiero contar? ¿Algo real? ¿Quiero que me lean y me capten de inmediato? ¿Quiero que decodifiquen o quiero que todos vayan caminando hacia un humo sagrado, hacia el cuestionamiento de los hechos, hacia un tiempo que está fuera del tiempo? Bombal seguramente se preguntó todo eso e indiscutiblemente se encontraba arraigada a la última alternativa. ¿Qué la llevó a representar la subjetividad femenina con el ímpetu de quien quiere, mediante la vigorosidad del lenguaje, describir las aventuras amorosas como tumbada en medio de una ensoñación? Como no podía ser de otra manera, fueron dos mundos; mejor dicho: dos figuras coincidentes con esa duplicidad. Las personas de su vida y los personajes. Según ella, cuando un individuo que había empezado a crear era abandonado, se le aparecía con el único fin de desvelarla, de demandarle el ser despertado a la vida. Así, Bombal no podía huirle a sus personajes, quienes, como contó una vez, la atormentaban, la acosaban, incluso llegando al punto de que ella podía verlos sentados a los pies de su cama, como niños que hacen reproches. Por otro lado, están las personas de su vida. Un hombre (Eulogio Sánchez) con quien entabló una relación fogosa, desatada, incontrolable, que la hizo protagonizar un hecho criminal (un disparo inconsciente) luego de que él no soportara su personalidad y se entregara a las conveniencias, a un vínculo más “sensato”. El ascenso y descenso de su romance con Sánchez – o el ascenso y descenso a secas que podía llegar a experimentar -, arrojó a Bombal a un terreno donde su concepción de la felicidad era mutable, y por lo general escindida en dos polos bien opuestos. En ocasiones solía definirla como algo embriagador: “Durante muchos días viví aturdida por la felicidad. Me habías marcado para siempre. Aunque la repudiaras, seguís poseyendo mi carne humillada, acariciándola con tus manos ausentes, modificándola. Ni un momento pensé en las consecuencias de todo aquello. No pensaba sino en gozar de esa presencia tuya en mis entrañas y escuchaba tu beso, lo dejaba crecer dentro de mí”. El amor filoso, como un arma penetrante, es clave en Bombal. Sus permanentes menciones a las entrañas, a los cuerpos fundidos e indisolubles (otro ejemplo de esa neblina, de dos mundos que hacen bullicio juntos, hasta el punto de perder autonomía) hablan de una escritora (y de una mujer, por sobre todo) dispuesta a la búsqueda de retención de la dicha. Así lo escribió cuando la felicidad ya no era más que algo utópico y, en un punto, inaprensible: “Puede que la verdadera felicidad esté en la convicción de que se ha perdido irremediablemente la felicidad. Entonces empezamos a movernos por la vida sin esperanzas ni miedos, capaces de gozar por fin todos los pequeños goces, que son lo más perdurables”. Acá se ve, como en ninguna otra frase de Bombal, la armonía entre la escritura y la experiencia. Escribir, a fin de cuentas, implica el querer poner algo dentro de una burbuja, mantenerlo eterno, impoluto, a salvo del paso del tiempo, como dejando constancia en tinta de un momento de efervescencia, enmarcando las sensaciones del cuerpo en lo inmediato.

Blanca Lewin como María Luisa Bombal

Bombal, la biopic sobre la escritora chilena dirigida por Marcelo Ferrari, encuentra en la seducción y vulnerabilidad de Blanca Lewin su punto fuerte. La actriz, que ya en las películas de Matías Bize En la cama y La vida de los peces había sabido mostrar tanto el erotismo como la fragilidad femenina, en Bombal combina ambas facetas y uno no podría pensar en otra intérprete mejor para exponer las razones que hicieron de Bombal una de las primeras mujeres en atravesar la prosa con una sexualidad recalcitrante y arrolladora. Cuando Lewin yace en la cama o flota en el agua, la esencia de María Luisa está allí. La de una mujer que vivió como escribió: desnuda, expuesta, entregada, abrazando el erotismo y el deseo de fijar en el aquí y ahora todos los pormenores de la memoria imposible. “He conocido el perfume de tu hombro y desde ese día soy tuya. Te deseo. Me pasaría la vida tendida, esperando que vinieras a apretar contra mi cuerpo tu cuerpo fuerte y conocedor del mío, como si fuera su dueño desde siempre. Me separo de tu brazo y todo el día me persigue el recuerdo de cuando me suspendo a tu cuello y suspiro sobre tu boca” escribió en La última niebla. Su anhelo por detenerse en un momento de perdurabilidad la condujo a elaborar sentencias breves y contundentes, casi cinematográficas, equivalentes a secuencias cortas y voraces, dolientes y testimoniales de una colisión apasionada. “Yo vivo de los recuerdos” confesó en una entrevista. Eso se desprende instantáneamente de sus páginas con ese modo de evocar tan arrebatado: “¡Qué importa que mi cuerpo se marchite, si conoció el amor! Y qué importa que los años pasen, todos iguales. Yo tuve una hermosa aventura, una vez…tan sólo con un recuerdo se puede soportar una larga vida de tedio, y hasta repetir, día a día, sin cansancio, los mezquinos gestos cotidianos”. Y si bien uno en su prosa la nota pujar entre la buena o mala convivencia con esos instantes que se desarrollaron de igual manera que los esplendores de las mariposas (“si olvidara todo…mi aventura, mi amor, mi tormento; si me resignara a vivir como antes de mi viaje a la ciudad, tal vez recobraría la paz”), la Bombal triunfante es que la supo siempre, con la misma seguridad con la que comprendió en qué consistía la belleza de un violín, que no hay otro modo de abordar las situaciones y las palabras que entregándose a ellas con el corazón abierto, sangrante, sin remedio. Como lo ilustra ese breve diálogo de la película de Ferrari: “¿Y ahora cómo voy a vivir?”. La respuesta es una sola: “como siempre lo has hecho: escribiendo”. ◄    

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► [TRAILER] Algunas imágenes de la biopic Bombal:

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► [GALERÍA] Citas, imágenes y algunas cosas más de sus escritoras favoritas, que la disfruten:

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Retomamos una sección que nos gusta mucho, CINE y LITERATURA, con una consigna: ¿Cuáles son sus escritoras favoritas? ¿Qué novelas/poemas/ensayos de ellas recomendarían en este post? ¿Las han podido ver reflejadas en cine en buenas biopics? Por último, recordemos los mejores personajes femeninos de ficción literaria (arranco yo con Naoko de Tokio Blues) Ahora sí, ¡espero sus comentarios, muchachada! Tengo ganas de armar una galería con fotos de las autoras que mencionen y de las portadas de los libros, así que están más que invitados a explayarse con tranquilidad 😉 ¡Los leo! ¡Buen miércoles!

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