Ay, corazón

“Que sea lo que la suerte quiera, vivo tirando monedas que no puedo atrapar…”

Al pensar en una respuesta para la consigna de hoy, me costó disociar. Es decir, tengo más en claro quiénes me gustaría que fueran mis “padres cinematográficos” como pareja que de manera individual. La respuesta la conté en un viejo post: Jessica Lange y Sam Shepard. Esa respuesta, a su vez, estaba más vinculada al enorme peso anecdótico que tienen ambos, incluso por fuera de sus trabajos en cine. ¿Quiero enterarme de cómo eran los días compartidos por Shepard y Patti Smith en el Chelsea Hotel, de cómo uno incentivaba la creatividad del otro? Sin duda. Sin embargo, para este post me terminé inclinando por Jeff Bridges. Me pregunto cuánto de capricho tiene esta elección ya que, como me sucede con Mickey Rourke, indefectiblemente lo asocio a canciones cruciales dentro de sus filmografías. Así como la letra de “The Wrestler” es la descripción más exacta no tanto de Randy como sí de Rourke, “The Weary Kind” es la perfecta forma de evocarlo a Bridges. “Your heart’s on the loose, you rolled them seven’s with nothing to lose” es, claro, la representación de su Bad Blake de Crazy Heart. Pero no me quedo tanto con el ocaso en el que esa canción pone el foco. Me quedo con una palabra clave en toda la filmografía de Bridges: corazón. Corazón entregado al cine como algo metatextual (The Last Picture Show), corazón entregado al cine como algo icónico (El gran Lebowski) y, sobre todo, corazón entregado al cine como vehículo ideal para ese muestrario de parábolas de pequeñas muertes y pequeñas resurrecciones (vuelvo a Crazy Heart). Por eso, creo, y por cómo una vez describió lo que para él significa actuar (“es la mejor prueba de que estoy vivo”), esta consigna lleva el nombre de Jeff Bridges. Porque jamás, convengamos, podría llevar el nombre de alguien que no se muestre así, siempre tan palpitante. 

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► [COMPILADO]: Toda la genialidad de Jeff Bridges en siete minutos:

  

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► [ACÚSTICO]: Jeff Bridges interpreta “The Weary Kind”:

  

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¡Buen martes para todos! Una consigna lúdica para hoy: si pudieran elegir a un actor para que sea su padre, ¿a quién sería?  ¿Por qué la elección, de qué hablarían, qué preguntarían? ¡Espero sus comentarios así reúno todos los aportes en una misma galería! Gracias a todos 😉

[UPDATE] Debido a los comentarios que están llegando, diversificamos la consigna a otros grados de parentesco, ejemplos con mis aportes de cómo sería mi familia cinematográfica ideal (pueden copiarse 😛 ):

*Papá: Jeff Bridges

*Mamá: Meryl Streep

*Hermana: Jennifer Lawrence

*Hermano: Jonah Hill

*Abuelo: Michael Caine

*Abuela: Helen Mirren

*Tío/Padrino: Philip Seymour Hoffman

*Tía/Madrina: Julianne Moore

OFF TOPICS DELIRANTES: Mejor amiga: Thora Birch – Novio: Aaron Paul – Marido: Mads Mikkelsen – Hija: Onata Aprile

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► [GALERÍA] Les presento a los integrantes de sus familias:

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Sol en los arenales: Cambio y estabilidad en Breaking Bad

Ilustración: telephonewallpaper.com

Hoy en Cinescalas escribe: Lucas Alvarez

 “Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo, cambia el clima con los años, cambia el pastor su rebaño, y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño”.

Julio Numhauser

*Atención: no leer esta nota si no vieron Breaking Bad

La transformación maligna de las células normales del cuerpo en células cancerígenas, la síntesis de la metanfetamina a partir del átomo de nitrógeno de la anfetamina, la metamorfosis de Walter White en Heisenberg. He ahí los tres ejes principales que atraviesan el arco argumental de Breaking Bad. The chemistry, stupid!, o mejor: the chemistry, bitch! El ya lejano profesor Walter White (quien supo integrar un proyecto de radiografía de fotones galardonado con el Premio Nobel, pero que con cincuenta años recién cumplidos gasta su tiempo en un lavadero de autos y dando clases a un grupo de apáticos adolescentes) inicia su cátedra en la preparatoria advirtiendo que la química es “el estudio de los cambios” y que esos cambios se vinculan con la vida misma: “es la constante, el ciclo: solución, disolución, una y otra vez”. Dichas palabras, pronunciadas detrás de una llama que, justamente, acciona las transformaciones químicas, parecen oficiar de metáfora a pequeña escala del propio derrotero del protagonista que muta en ese ser temerario apodado Heisenberg (aquí un guiño al físico alemán que formuló el principio de la incertidumbre) a partir de un pusilánime Walter, que muta en amo y señor de la droga a partir de una condición casi servil.

Sin embargo, la serie creada por Vince Gilligan sitúa frente a ese conjunto de cambios frenéticos una dimensión que los enmarca y, en simultáneo, brinda una relativa constante (perdón por el oxímoron). Hablamos de la dimensión espacial que juega un rol clave en BB a través de dos esferas, una particular y otra general. La esfera particular no es otra que la casa de los White. En el episodio piloto, las primeras palabras de Walt – en el video que graba a las apuradas junto al laboratorio ambulante – son: “Vivo en 308 Negra Arroyo Lane, Albuquerque, New Mexico”, palabras que repite una a una en el otro video que graba para incriminar a Hank recién en el capítulo 57 de la quinta temporada. La casa, el edificio, sus propias paredes, atraviesa casi indemne el raid de los protagonistas e incluso en la segunda temporada, casi como otro personaje, se erige en testigo inquebrantable y silencioso del accidente aéreo. El bastión de estabilidad que representa la propiedad de Negra Arroyo Lane queda confirmada cuando Walter decide esconder allí su dinero y la ricina. Ocultos casi bajo tierra, la casa salvaguarda los primeros millones ganados con la venta de la metanfetamina. El hogar se mantiene estable hasta el salto temporal del capítulo 61, anteúltimo de la serie, pues a partir del flashforward y de las palabras de Ed (el “extractor”) sabemos que la casa se ha convertido en una atracción turística y ha sido invadida por bandidos. No obstante esas transformaciones, una vez que Walter regresa, ingresa y encuentra aquello que busca: la ricina. Las primeras palabras de Walt en el episodio final vuelven a referirse al hogar – escondido en el auto robado implora: “just get me home” – y ese hogar, al menos sus escondites, siguen ofreciendo la estabilidad de la que carecen los protagonistas y sobre todo Walter.

Ilustración: kninepop en deviantart

La segunda esfera que enmarca los cambios frenéticos de Breaking Bad es el propio desierto de Albuquerque, al sur de los Estados Unidos, donde el Sol sale trescientos días al año. Ese desierto, cuyos cambios solo pueden observarse si la línea de tiempo supera los milenios, hace las veces de gran escenario donde los personajes se transforman en cuestión de meses. En efecto, las primeras imágenes de la serie presentan la vegetación y las formaciones rocosas del desierto en cuyo marco se desata la metamorfosis del héroe (o, mejor dicho, antihéroe) de Breaking Bad: al calor de la arena y desnudo, Walter comienza su camino hacia la incertidumbre de Heisenberg. El hogar del primero se encuentra en Negra Arroyo Lane, el del segundo en el propio desierto y ambas esferas, escenarios de los cambios, suponen la constante. En el encuentro en medio del desierto que sucede en “Confessions”, Saul Goodman, intermediario entre Walt y Jesse, advierte con claridad que, después de todo, “siempre es el desierto” y el propio Walt pretenden convertirlo en un nuevo escenario del cambio al proponerle a Jesse una nueva vida. La constante del desierto termina seduciendo a Walter quien decide esconder su fortuna final en sus entrañas. Enterrar el dinero en la arena implica enterrarlo allí donde nada cambia. El gesto de Walt copiando las coordenadas del pozo y pegándolas en la heladera de su casa une los espacios de estabilidad. “34, 59, 20, 106, 36, 52”, los números que le devuelve el GPS, son el equivalente de “308 Negra Arroyo Lane”. Claro que, como sabemos, el dinero finalmente se destierra, pero los responsables no son otros que los sujetos presos del cambio, sujetos que, por medio de un giro siniestro, terminan enterrados en esos puntos invariables. Las mismas coordenadas que, quizás, representen la carta de salvación de Skyler.

Ilustración: insidetherockposterframe.blogspot.com

El tiempo pasado por Walt en New Hampshire suplanta el desierto de arena por el campo cubierto de nieve y nuevamente el espacio se convierte en testigo silencioso de nuevos cambios. En el capítulo final, Walter invade la casa de los Schwartz y, antes de ser descubierto, toca con una mueca entre sorpresiva y burlona las puertas, las paredes, los adornos y los retratos. Esos gestos de Walter parecen los de alguien que ha abandonado finalmente el hogar como espacio de estabilidad. El fuego, esta vez el de un hogar a leña, encendido por Gretchen desata la última metamorfosis del héroe. Ya en las escenas finales, un Walt moribundo toca, con expresión orgullosa, los aparatos del laboratorio de Todd y, antes de caer, apoyando su mano en un barril deja ahí su marca de sangre. El sentido de la frase “just get me home” del comienzo se torna ambigua, pues la última casa de Walt parece el laboratorio (un ‘hogar’ siempre cambiante, siempre ambulante, el escenario de la química) y su última creación, “my baby blue”. Ya lo había anticipado dos años atrás: “es la constante, el ciclo: solución, disolución, una y otra vez”.

Por Lucas Alvarez

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► [COMPILADO]: La evolución de Breaking Bad con la música de Requiem for a Dream (piel de gallina asegurada):

  

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► [TOP 15]: Las mejores frases de Breaking Bad:

  

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¡Buen lunes para todos! Arrancamos una nueva semana del blog con dos consignas 1. La idea de este post es poder darle un cierre a Breaking Bad y que los fanáticos de la serie se explayen sobre su final (o sobre el programa en general) con tranquilidad y sin necesidad de un Off Topic 2. Para quienes no la hayan visto todavía, la consigna es: ¿qué series más lamentaron que hayan llegado a su fin? ¡Espero sus comentarios, muchachada, que tengan un excelente comienzo de semana!

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—> La última vez escribió Leandro Carbone sobre… UNMADE BEDS

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Tema de sábado: Encontrar

La peor película para…encontrar una moraleja

“…all of my trains, my life spent away, in the dark of my veins; oh, nothing can stay…”

“¿Sabés que son todas putas, no?” le dice Caleb (un extraordinario Adam Scott) a su hermano Peter (Alex Frost). Caleb busca erigirse como un abanderado de la misoginia cuando, en realidad, cinco minutos antes de esa misma charla estaba llorando, no haciendo preguntas retóricas. Llora cuando está solo, un poco cumpliendo con ese axioma de que cuando nadie nos ve es cuando nos permitimos estar al desnudo. Llora porque lo dejó una mujer. Al menos parece que es por eso. ¿O es que hay otros motivos? The Vicious Kind es la segunda película de Lee Toland Krieger quien, como haría posteriormente con Celeste & Jesse Forever, carga las tintas sobre los miedos, los deseos y las limitaciones de sus personajes, cercándolos al punto de la identificación extrema. Sin embargo, y en contraposición a aquella película más luminosa, en The Vicious Kind no hay un solo momento apacible, todo se va tornando oscuro, pesado, agobiante, a medida que el viaje de Caleb con su hermano avanza y a medida que el propio Caleb es expuesto a todo aquello que asegura detestar. Su aparente determinación por llevar una vida despreocupada – mostrada de modo brillante por Scott en detalles como su mirada cargada de tristeza o sus encuentros sexuales reminiscentes a los de Patrick Bateman de American Psycho – se traslada al anómalo vínculo que lo une con Emma (Brittany Snow), la atractiva y frágil novia de su hermano. Desde el primer contacto visual entre ambos que atestiguamos, que sabemos que esa “clase viciosa” de la que habla el título de la película no alude a un vicio per se sino a un grupo de gente que se mueve en los márgenes porque no tiene las herramientas (ni la voluntad) como para encajar en otro lado.

“A veces la gente hace cosas que sabe que están mal, pero las hace de todas maneras. Porque hacer lo correcto sería demasiado doloroso”. Esa frase sintetiza el film, concentra las imposibilidades de quienes hacen del vicio una suerte de culto. No por falta de inteligencia: por exceso de autoconocimiento. Por lo tanto, Caleb sabe que se siente atraído por Emma y sabe que quiere otro de esos encuentros sexuales/casuales con ella, por más que pretenda escudarse en un ideal de falso romanticismo (“look at me, I sleep in my freezing car all night…just with the hope that I’ll be able to see you”), por más que sea consciente de que, ante todo, está el bienestar de su hermano. El punto más fuerte de The Vicious Kind es cuando focaliza en Caleb y lo mucho que dicen esos gestos, como el caminar incesante y frenético que no es más que el reflejo de su propia mente en ebullición. Porque creemos que efectivamente se debate entre lo “bueno” y lo “malo”, pero lo primero que vemos es que la decisión la tomó mucho antes de contemplar las alternativas. Que el analizar las opciones no es más que un modo de poner a descansar su conciencia. La película de Krieger – y la interpretación de Scott – es apabullante. No hay consuelo, no hay redención, no hay grandes gestos, no hay mensajes esperanzadores, no hay perdones, ni olvidos, ni nada estridente. Lo apabullante, si se me permite la paradoja, proviene de cómo Krieger se queda fiel al lado de Caleb, alguien que parece anhelar la trascendencia, pero que siempre termina en un mismo punto: el de no poder cambiar, el de pensar en ideales, porque eso es más sencillo que hacerse cargo. Como él mismo lo dice: “Have you ever been in love with the idea of someone? Say there’s someone in your life, and you know you can’t be in love with them, you don’t really know them…maybe you know that you’re not right for them…no, you know that whatever it is you’re feeling is really just an attraction towards and image of that person you’ve created in your mind”.

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 ► [TRAILER] Algunos momentos de The Vicious Kind:

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Se termina la semana y lo hacemos con dos consignas: 1. ¿Cuáles son las peores películas para encontrar mensajes “positivos” que no necesariamente las hacen repudiables sino, como el caso de The Vicious Kind, atípicas e interesantes de analizar? ¿Hay algunas con protagonistas inmorales que les hayan resultado atractivas?  2. Por otro lado, ¿qué films recuerdan que hayan tenido moralejas, subtextos o reflexiones algo discutibles?; como siempre, los leo a todos; ¡buen viernes! ¡nos reencontramos mañana con una canción!

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La última vez hablamos sobre la mejor película para… RECORDAR LA ADOLESCENCIA

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