
Ilustración: telephonewallpaper.com
Hoy en Cinescalas escribe: Lucas Alvarez
“Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo, cambia el clima con los años, cambia el pastor su rebaño, y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño”.
Julio Numhauser
*Atención: no leer esta nota si no vieron Breaking Bad
La transformación maligna de las células normales del cuerpo en células cancerígenas, la síntesis de la metanfetamina a partir del átomo de nitrógeno de la anfetamina, la metamorfosis de Walter White en Heisenberg. He ahí los tres ejes principales que atraviesan el arco argumental de Breaking Bad. The chemistry, stupid!, o mejor: the chemistry, bitch! El ya lejano profesor Walter White (quien supo integrar un proyecto de radiografía de fotones galardonado con el Premio Nobel, pero que con cincuenta años recién cumplidos gasta su tiempo en un lavadero de autos y dando clases a un grupo de apáticos adolescentes) inicia su cátedra en la preparatoria advirtiendo que la química es “el estudio de los cambios” y que esos cambios se vinculan con la vida misma: “es la constante, el ciclo: solución, disolución, una y otra vez”. Dichas palabras, pronunciadas detrás de una llama que, justamente, acciona las transformaciones químicas, parecen oficiar de metáfora a pequeña escala del propio derrotero del protagonista que muta en ese ser temerario apodado Heisenberg (aquí un guiño al físico alemán que formuló el principio de la incertidumbre) a partir de un pusilánime Walter, que muta en amo y señor de la droga a partir de una condición casi servil.
Sin embargo, la serie creada por Vince Gilligan sitúa frente a ese conjunto de cambios frenéticos una dimensión que los enmarca y, en simultáneo, brinda una relativa constante (perdón por el oxímoron). Hablamos de la dimensión espacial que juega un rol clave en BB a través de dos esferas, una particular y otra general. La esfera particular no es otra que la casa de los White. En el episodio piloto, las primeras palabras de Walt – en el video que graba a las apuradas junto al laboratorio ambulante – son: “Vivo en 308 Negra Arroyo Lane, Albuquerque, New Mexico”, palabras que repite una a una en el otro video que graba para incriminar a Hank recién en el capítulo 57 de la quinta temporada. La casa, el edificio, sus propias paredes, atraviesa casi indemne el raid de los protagonistas e incluso en la segunda temporada, casi como otro personaje, se erige en testigo inquebrantable y silencioso del accidente aéreo. El bastión de estabilidad que representa la propiedad de Negra Arroyo Lane queda confirmada cuando Walter decide esconder allí su dinero y la ricina. Ocultos casi bajo tierra, la casa salvaguarda los primeros millones ganados con la venta de la metanfetamina. El hogar se mantiene estable hasta el salto temporal del capítulo 61, anteúltimo de la serie, pues a partir del flashforward y de las palabras de Ed (el “extractor”) sabemos que la casa se ha convertido en una atracción turística y ha sido invadida por bandidos. No obstante esas transformaciones, una vez que Walter regresa, ingresa y encuentra aquello que busca: la ricina. Las primeras palabras de Walt en el episodio final vuelven a referirse al hogar – escondido en el auto robado implora: “just get me home” – y ese hogar, al menos sus escondites, siguen ofreciendo la estabilidad de la que carecen los protagonistas y sobre todo Walter.

Ilustración: kninepop en deviantart
La segunda esfera que enmarca los cambios frenéticos de Breaking Bad es el propio desierto de Albuquerque, al sur de los Estados Unidos, donde el Sol sale trescientos días al año. Ese desierto, cuyos cambios solo pueden observarse si la línea de tiempo supera los milenios, hace las veces de gran escenario donde los personajes se transforman en cuestión de meses. En efecto, las primeras imágenes de la serie presentan la vegetación y las formaciones rocosas del desierto en cuyo marco se desata la metamorfosis del héroe (o, mejor dicho, antihéroe) de Breaking Bad: al calor de la arena y desnudo, Walter comienza su camino hacia la incertidumbre de Heisenberg. El hogar del primero se encuentra en Negra Arroyo Lane, el del segundo en el propio desierto y ambas esferas, escenarios de los cambios, suponen la constante. En el encuentro en medio del desierto que sucede en “Confessions”, Saul Goodman, intermediario entre Walt y Jesse, advierte con claridad que, después de todo, “siempre es el desierto” y el propio Walt pretenden convertirlo en un nuevo escenario del cambio al proponerle a Jesse una nueva vida. La constante del desierto termina seduciendo a Walter quien decide esconder su fortuna final en sus entrañas. Enterrar el dinero en la arena implica enterrarlo allí donde nada cambia. El gesto de Walt copiando las coordenadas del pozo y pegándolas en la heladera de su casa une los espacios de estabilidad. “34, 59, 20, 106, 36, 52”, los números que le devuelve el GPS, son el equivalente de “308 Negra Arroyo Lane”. Claro que, como sabemos, el dinero finalmente se destierra, pero los responsables no son otros que los sujetos presos del cambio, sujetos que, por medio de un giro siniestro, terminan enterrados en esos puntos invariables. Las mismas coordenadas que, quizás, representen la carta de salvación de Skyler.

Ilustración: insidetherockposterframe.blogspot.com
El tiempo pasado por Walt en New Hampshire suplanta el desierto de arena por el campo cubierto de nieve y nuevamente el espacio se convierte en testigo silencioso de nuevos cambios. En el capítulo final, Walter invade la casa de los Schwartz y, antes de ser descubierto, toca con una mueca entre sorpresiva y burlona las puertas, las paredes, los adornos y los retratos. Esos gestos de Walter parecen los de alguien que ha abandonado finalmente el hogar como espacio de estabilidad. El fuego, esta vez el de un hogar a leña, encendido por Gretchen desata la última metamorfosis del héroe. Ya en las escenas finales, un Walt moribundo toca, con expresión orgullosa, los aparatos del laboratorio de Todd y, antes de caer, apoyando su mano en un barril deja ahí su marca de sangre. El sentido de la frase “just get me home” del comienzo se torna ambigua, pues la última casa de Walt parece el laboratorio (un ‘hogar’ siempre cambiante, siempre ambulante, el escenario de la química) y su última creación, “my baby blue”. Ya lo había anticipado dos años atrás: “es la constante, el ciclo: solución, disolución, una y otra vez”.
Por Lucas Alvarez
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¡Buen lunes para todos! Arrancamos una nueva semana del blog con dos consignas 1. La idea de este post es poder darle un cierre a Breaking Bad y que los fanáticos de la serie se explayen sobre su final (o sobre el programa en general) con tranquilidad y sin necesidad de un Off Topic 2. Para quienes no la hayan visto todavía, la consigna es: ¿qué series más lamentaron que hayan llegado a su fin? ¡Espero sus comentarios, muchachada, que tengan un excelente comienzo de semana!
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—> La última vez escribió Leandro Carbone sobre… UNMADE BEDS
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