La película de Cinescalas: El afiche
Hayao Miyazaki: El hombre obsesionado con la infancia, los sueños y los vuelos
Hoy en Cinescalas escribe: Hernán Schell
Hace unos meses atrás, Hayao Miyazaki anunció su retiro del cine como realizador. Si bien no es la primera vez que lo hace, esta parece ser la verdaderamente definitiva. Entre las muchas señales que existen está que su última película – la excelente The Wind Rises – tiene toda la apariencia de un film de despedida, una película dueña de una melancolía feroz y una ambición desmedida en la cual Miyazaki hace una lectura de la historia de Japón en la primera mitad del siglo XX y en alguna medida revisita y pone en crisis los tópicos más comunes de su filmografía. También es un film hermoso así como el canto del cisne más consciente que haya hecho un cineasta desde Érase una vez en América de Sergio Leone. Por tratarse de una película de animación apuntada exclusivamente a un público adulto y un largometraje que apunta a aspectos muy localistas de la historia del Japón (desde su participación en la Segunda Guerra Mundial hasta la epidemia de tuberculosis que sufrió en los 30 y el terremoto de los años 20), es posible que las distribuidoras no la estrenen nunca. Es una lástima, aunque si vamos al caso el cine de Miyazaki nunca se llevó bien con la distribución local. Su primera película en estrenarse en salas fue El Viaje de Chihiro.
Cuando se lo conoció – y muchos que ni sabían el apellido de esta persona empezaron a interesarse en su cine – Miyazaki ya tenía una trayectoria profesional en el cine de animación de más de treinta años. En esas tres décadas había participado como dibujante para varios estudios, participado de varias series de televisión ya sea como dibujante como de director (para más datos: fue el responsable de los escenarios de Heidi), fundado un estudio de animé llamado Ghibli, publicado varias historietas (o Mangas, para ser más preciso), dirigido siete de largometrajes de los cuales varios habían sido un éxito enorme en Japón (La princesa Mononoke, la película inmediatamente anterior a El viaje de Chihiro había sido el film de animación más exitoso de la historia nipona) y contado con un amplio prestigio por parte de la crítica. Por fuera de su país incluso Miyazaki era conocido por algunos críticos como “el Walt Disney japonés”. Dicho calificativo siempre le molestó profundamente. Sospecho que esto no tiene que ver con razones ideológicas (Miyazaki es marxista, cosa que Disney claramente nunca fue) y mucho menos con un rechazo a la cultura americana (de hecho Miyazaki ama a varias estrellas y directores de Hollywood, y es fanático de Bugs Bunny de Chuck Jones y de Lauren Bacall), sino más bien con una cuestión de saber diferenciar un artista de otro. Por decirlo de un modo sencillo: Disney y Miyazaki son dos realizadores completamente diferentes. Ahí donde Disney era un entusiasta de la innovación tecnológica, Miyazaki siguió hasta el final de su carrera negándose a hacer animación por computadora; ahí donde Disney es un obsesivo por narrar historias de familias no convencionales, a Miyazaki suelen gustarle más las historias de gente solitaria; ahí donde Disney gusta de estructuras narrativas más clásicas y aceleradas – salvo demencias como Fantasía -, el cine de Miyazaki es más contemplativo y puede proponer una narración regodeada en sostener varios enigmas durante buena parte del metraje (como sucede con las pistas dispersas de El viaje de Chihiro o de El castillo vagabundo) y con personajes que van revelando sus verdaderas intenciones con el correr de la historia.
Sin embargo, la diferencia capital entre uno y otro reside en que mientras Walt Disney hace un cine de seres excepcionales, el cine de Miyazaki ha decidido en concentrarse en los aspectos más vulnerables de sus personajes, aún cuando estos puedan tener talentos brillantes o ser elegidos para una misión extraordinaria. El protagonista de La princesa Mononoke es un elegido del destino pero aún así termina siendo sólo uno de los tantos guerreros de los que hay en el film, incapaces de frenar lo inevitable; el ingeniero de The Wind Rises podrá ser una persona con una capacidad extraordinaria, pero hacia el final no es visto como otra cosa que como un engranaje más en una historia política y social determinada; y la nena de Kiki Delivery Service podrá ser un bruja capaz de comunicarse con gatos y volar en escoba, pero lo que más le interesa a Miyazaki es que sea una chica de trece años, con la capacidad para el asombro propia de una nena a las que las primeras experiencias laborales le causan un entusiasmo infinito. Justamente Miyazaki – a contrapelo de Disney – nunca ha querido hacer que sus niñas se vuelvan princesas hacia el final del film y no es tanto su pasaje a la adultez lo que le interesa sino sus características infantiles y su capacidad de armar universos lúdicos propios.
Esta misma fascinación por la niñez – expresado por otro lado con una capacidad nunca antes vista en la increíble Mi vecino Totoro – ha hecho que Miyazaki sea comparado con el escritor Lewis Carroll, autor al que Miyazaki no por nada remite una y otra vez El Viaje Chihiro. Sin embargo, lo que más comparte Miyazaki con Carroll es la construcción de mundos de sueños y fantasías caracterizadas no por su desorden sino por su cosmogonía. Justamente uno de los errores que siempre se cometen a la hora de hablar de Carroll es pensar que su literatura es delirante cuando hay pocos escritores que construyen fantasías tan ordenadas como él. Lo que sorprende al fin y al cabo de los libros de Alicia es que el mundo en el que entra la chica no está marcado por su arbitrariedad sino por personajes que se comportan acorde a una lógica muy cerrada a la que vemos demente sólo porque no obedece a nuestras costumbres. Los personajes de fantasía de Carroll son seres que tienen comportamientos fijos, y una filosofía muy clara de lo quieren. Del mismo modo, tanto el mundo que visita Chihiro, como los seres mitológicos de La princesa Mononoke o el mundo de sueños con el que habla el protagonista de The Wind Rises están gobernados por una lógica absolutamente transparente. Y es curioso esto, ya que suele suceder en Miyazaki que mientras el mundo de lo fantástico termina teniendo reglas, el mundo real se muestra como inevitablemente arbitrario, caprichoso y destructivo.
De hecho, parte del costado más pesimista de Miyazaki está en la idea de que el humano es necesariamente dañino: lo muestra en su distopía de Nausicaa, en la forma en la que el hombre termina destrozando lo sagrado en La princesa Mononoke y lógica belicista que termina imponiéndose en The Wind Rises. Sin embargo, esto no hace que el cine Miyazaki sea misantrópico. Por el contrario, una de las causas de esta misma destrucción tiene que ver con uno de los aspectos más compasivos del realizador hacia sus personajes y es guiarse siempre por la máxima de que todos tienen sus razones. O sea, de nuevo a diferencia de Walt Disney – amante de villanos impiadosos y temibles – en el cine de Miyazaki incluso los personajes que son capaces de la mayores crueldades tienen causas y contextos para comportarse así. Justamente ahí es donde entra el gran problema, porque si todos tienen sus razones y las razones son todas diferentes, el paraíso de uno puede ser la molestia o hasta la pesadilla del otro, haciendo así que cualquier intento de armonizar las cosas se vuelve prácticamente imposible. De todos modos, es verdad también que un mundo con fisuras y condenado al desequilibrio permanente no deja de tener también una belleza en su imprevisibilidad y en la capacidad de generar extrañamiento.
Creo que esta es una de las razones por las cuales Miyazaki termina construyendo un universo en el cual lo real se ve con mayor asombro que lo fantástico y películas en las que personajes pueden reaccionar frente a un conflicto cotidiano y posible de manera más asombrada que ante un ser de fantasía. El cine de Miyazaki podría resumirse en las nenas de Mi vecino Totoro que no terminan de caer de la enfermedad posiblemente mortal de su madre pero que pueden aceptar de buenas a primeras un bicho redondo y adorable que vuela, o la mirada asombrada de Kiki – alguien que puede tomar una escoba y subirse a ella naturalmente – frente a un dirigible. A uno como espectador le termina pasando lo mismo: cuando uno termina acostumbràndose a los seres de fantasía no son tantos los elementos sobrenaturales lo que nos terminan asombrando sino aquellas escenas que describen momentos perfectamente reales, como si de pronto el cine de Miyazaki nos muestre que no hay nada más asombroso en su misterio y arbitrariedad que la descripción de lo cotidiano y posible.
Es una lástima que un cine así no pueda tener más ejemplares de aquí en más, pero sus once largometrajes hoy representan uno de los corpus cinematográficos más fascinantes del cine reciente de uno de los mejores realizadores nipones de las últimas décadas. A saberse, este grupo de películas consta de los siguientes títulos: El castillo de Calgliostro, Nausicaa, Porco Rosso, Castillo en el cielo, Kiki’s Delivery Service, Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke, El Viaje de Chihiro, El Castillo vagabundo, Ponyo y The Wind Rises. De ese grupo hay a mi entender cinco obras maestras, cinco muy buenas películas y apenas una fallida. En todo caso, espero que el lector que no haya visto ninguna se proponga verlas todas. Valdrá la pena. Pocos cineastas han filmado la niñez con tanta sensibilidad, sido tan creativos a la hora de filmar vuelos, han rozando con tanta elegancia la cursilería sin tocarla y han inyectado al cine de tanto lirismo.
Por Hernán Schell
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► [COMPILADO 1] Un tributo a Hayao Miyazaki:
The Imagination of Hayao Miyazaki from Matt Scanlon on Vimeo.
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► [COMPILADO 2] Otro gran homenaje al realizador:
Animation Masters: Hayao Miyazaki from Rebekah Soledad on Vimeo.
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¡BUEN LUNES PARA TODOS! Arrancamos otra semana del blog con dos consignas: 1. Explayarse sobre el cine de Hayao Miyazaki y sus películas favoritas del realizador (¿o es que son todavía una cuenta pendiente?) 2. ¿En qué mundo imaginario, literario o cinematográfico, les gustaría vivir? Como siempre, gracias por estar acá, felicitaciones a Hernán por la nota y nos leemos en los comentarios 😉
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—> La última vez escribió Jorge Bernardez sobre… MEL BROOKS
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[OFF TOPIC] Muchachada, como mañana estará todo parado por el partido de Argentina, nos reencontramos el jueves (mañana tengo una reunión en relación a la difusión en LN del documental de Cinescalas, wish me luck!) con un post sobre la esperada adaptación de The Fault in Our Stars; ¡nos vemos entonces!
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Aviso
Muchachada, finalmente hubo un inconveniente con los pasajes y no me voy para Jujuy así que la semana que viene estaré actualizando lunes, miércoles y jueves. El viernes, como saben, es mi día sabático para el documental y el martes, debido al partido de Argentina, decidí no actualizar para que el post no quede perdido. Nos reencontramos, entonces, el lunes. Fanáticos de Miyazaki, estén atentos 😉 ¡Saludos para todos!
Julio Chávez: “Se hace de la identidad sexual excesivamente un hecho de identidad”

Julio Chávez, antes de una nueva función de Red en la sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza – Foto: Gerardo Viercovich/lanacion.com
Antes que nada, hago una salvedad. Esta es la versión completa y más fiel a la hora y media de charla que tuve con Julio Chávez, en el marco de una nueva función de Red, la obra sobre Mark Rothko que se puede ver en el Paseo La Plaza. La entrevista breve se publicó ayer en Personajes.tv. Sin embargo, no quería dejar pasar la posibilidad de dejarles la nota que yo siento que representa mejor el encuentro. Sin más preámbulos, aquí tienen la entrevista. Gracias, como siempre, por leerme en este espacio.
Vos siempre aludís a la actuación como un espacio con problemas a resolver, ¿cuáles fueron esos “problemas” en cuanto a la puesta de Red?
Siempre un material plantea un inconveniente a resolver. Cuando agarrás una obra de teatro, por ejemplo, esa obra te pregunta “¿cómo me vas a poner?, ¿cómo me vas a tomar?, ¿cómo me vas a expresar?, ¿qué escenografía vas a usar?, ¿qué adaptación va a tener?”, etcétera. Red además es una obra norteamericana, y nosotros no tenemos en relación a Rothko un vínculo como el que puede tener el espectador norteamericano. Tampoco nos interesaba construir un material exclusivamente destinado a idóneos en la materia pictórica o en cuanto a historia del arte, sino para cualquiera. Uno de los problemas principales que tuvimos que enfrentar fue que el material llegue de manera directa al espectador y nos hemos ocupado junto a Daniel Barone de que el guión pierda todos esos ismos o historicidades, para que la comunicación con el público sea más sencilla
¿Hicieron cambios en cuanto a la cantidad de pintores que se mencionan en la obra?
No solamente en cuanto a eso, sino también en referencia a qué era la pintura para el hombre primitivo. En la obra original eso está redactado como si hablase un profesor en la universidad, entonces nosotros intentamos que sea dicho y contado como lo puede contar un ferretero. Yo lo encaré a Rothko un poco de esa manera, lo he querido sacar de cualquier tipo de pretensión estilística y evitar presentarlo embelleciéndolo tan solo por ser un artista o por los hermosos pensamientos que tenía. Lo que quise hacer fue una contraposición entre un hombre verdaderamente dedicado al arte, sensible y exquisito en cierto sentido, y una forma que lo muestre tosco, con modales toscos, que metiera los dedos en el whisky…
…que pida un tenedor para la comida china….
Exacto, y que se manchara al comerla. Él tiene una tosquedad que me interesó mucho construir. Porque si no, y en relación a lo de los problemas a resolver que preguntabas, ¿cómo lo contás a Rothko? Es un personaje conocido, hay fotos de él, hay videos, pero yo no quería hacer una suerte de documental, porque la obra misma pide que vos construyas un rol que se independice de la verdad de lo que era Rothko en la vida para construir un organismo que al material le venga bien. Por lo tanto, ameritaba que nos despeguemos del verdadero Rothko. La obra no cuenta su vida, es una ficción que muestra algunos asuntos que tienen que ver con su producción y con su pensamiento
De hecho, la obra también tiene muchas ironías respecto a cómo se define a los pintores con dos o tres rasgos, con Jackson Pollock como ejemplo paradigmático
Exacto, y Rothko justamente está en contra de eso y le dice a su asistente que es ofensivo que la vida de un artista sea reducida porque la gente cree que lo conoce por tres o cuatro circunstancias sociales. Con eso no se comprende la existencia del ser humano, con eso no se lo conoce. Al decir “Pollock murió muy joven”, “Matisse en su lecho de muerte hizo su gran obra” o “Van Gogh se cortó la oreja y pintó girasoles” estás acotando su existencia
Red además se mueve en las polaridades, deja bien en claro cuál es la distinción entre tener un cuadro para fines contemplativos de tener un cuadro para fines decorativos
Es que está claro que una cosa es el arte y otra la administración artística, no tienen nada que ver. Están en edificios comunicados, pero no son el mismo espacio. Del mismo modo que Rothko dice que Pollock estaba más preocupado por el mundo del arte, pero que también necesitaba pintar. Uno cree que el mundo del arte es la necesidad de pintar y él dice que el mundo del arte es un atentado para que tengas ganas de seguir pintando
Eso excede a lo pictórico, porque se alude a los cambios en las generaciones, al paso de la corona, a cómo una cosa deja de estar vigente por las inquietudes de la gente
Por supuesto que excede al ámbito del arte, porque se trata de lo que es vendible y lo que no es vendible, lo que se compra más y lo que no. Lo que consideramos “lo nuevo” es, en definitiva, algo que el otro compra con más facilidad que lo anterior, ahí esta puesto lo nuevo, como si ésa fuese la distinción. Pero lo nuevo es algo tan difícil de encontrar…porque hacer algo nuevo es realmente complicado y, sin embargo, se considera como “importante” a aquello que despierta deseos de ser consumido ahora
Sucede con algo tan simple como encontrar viejas ediciones de libros
Sí, mirá, yo estoy buscando un libro de Carl Jung y no lo consigo por ningún lado. Me interesa porque él tiene una visión extraordinaria acerca de lo que es el trabajo del artista; afortunadamente las bibliotecas virtuales facilitan el camino pero no es lo mismo
Con todas las actividades que tenés, ¿te hacés un tiempo para leer?
Siempre me lo hago, yo leo y estudio mucho. De hecho, este año me propuse estudiar a la par de trabajar. Yo estoy a cargo de mi estudio y eso no lo abandono, lo mismo las clases que doy y ahora Red, pero me propuse estudiar en medio de todo eso. Estoy haciendo un curso de Historia del Arte dictado por Camila Mansilla, que es un ser de un conocimiento enorme. Todos los años hacemos algún curso de Historia del Teatro, pero este año le pedí que nos aboquemos al arte, así que estamos con eso y estudiando con un grupo El capital de Karl Marx. El otro día me preguntaban qué leía para informarme y dije que hoy por hoy entiendo que para informarse bien hay que leer a Marx, me es fundamental para entender dónde estoy parado, para que cuando me muera al menos puedan decir “de algo se enteró” (risas)
-¿Tenés momentos de ocio? Imagino que no…
No, el ocio es un concepto que no comprendo, sé que es una palabra que muchos dicen, y que es algo que debería tener pero no termino de entender muy bien qué significa
¿Seguís descansando arriba de la máquina encendida? Debe ser imposible no hacerlo cuando en tu trabajo todo se retroalimenta
Es que estoy todo el tiempo en contacto con algo tan hermosamente vital que soy como una especie de ladilla que se mantiene en movimiento porque está siempre sostenida sobre algo vivo. Cuando te digo lo de Jung, es porque leo eso y es diálisis para mí. Cuando me levanté de leerlo me sentí alimentado y no solo por lo que se llama conocimiento sino por entrar en contacto con el pensamiento, que es fundamental, estructural. Estamos hechos de sangre y pensamiento. Por eso cuando salís de esas aguas estás realmente vivo. Por ejemplo, cuando salgo de dar clases, donde me obligo al ejercicio de pensar, yo salgo de ahí y si no me enchufo mi copa de Malbec no puedo bajar porque estoy revitalizado y contento. Entonces, sí, me canso, claro, pero más se cansa quien tiene que estar parado ocho días en un local atendiendo gente. Eso es cansancio, yo me alimento de algo que está al alcance de todos, de la palabra
¿Cómo vivís ese momento de epifanía de encontrar en palabras de un autor un pensamiento tuyo?
Lo vivo con mucho agradecimiento, es una revelación, ése es uno de los momentos en los que no me quiero morir y que me da realmente mucha pena saber que nos vamos
¿Te desespera la falta de tiempo para mirar, leer, escuchar y aprehender todo lo que hay disponible?
Ah, sí, pero yo he tomado una decisión respecto a eso: libro que compro y que durante un tiempo no leo, lo regalo para que circule. Salvo algunos que me compro porque los voy a leer eventualmente, y que van dentro de mis cositas para la vejez: libros esenciales y filmografías de grandes directores. Me estoy armando esa colección. Mi padre, en épocas de escasez, estaba siempre preocupado por lo fundamental. Por eso cuando tenía dinero de sobra compraba medias, crema de afeitar, dentífrico, pomadas, corbatas y pañuelos. Eso lo veía como cuestión de máxima necesidad. Si lo tenía, estaba tranquilo. Bueno, yo ahora me compro libros de historia, pero para eso sí que no tengo tiempo. Eso es el ocio para mí, encontrar un momento para meterme en esos libros
¿Lográs disfrutar de cada actividad que hacés sin estar pensando en lo que hiciste antes o en lo que vas a hacer después?
Sí, yo disfruto, porque todo se va retroalimentando y te vas copiando a vos mismo. De golpe leés a Jung y encontrás que Jung está hablando de la expresión o del presentimiento. Es muy hermoso lo que dice de que el presentimiento es un espejo negro donde se reflejan imágenes que no llegás a ver, y que eso se empieza a iluminar parcialmente a través de la expresión. La expresión es aquello iluminado del espejo que en otro momento fue oscuro. Peter Brook, que no creo que haya leído eso, dice que cuando estrena una obra, el espectador va a ver la parte de la obra que se pudo iluminar y que hay toda una parte más profunda que se quedó en la oscuridad. Vos fijate cómo Jung habla con Peter Brook en la mesa donde me senté yo a leer. Entonces, ¿cómo no voy a estar contento o sentirme vital?
En definitiva, todos los autores en un punto están dialogando entre sí, independientemente de si son o no contemporáneos
Sí, a veces se conocen y a veces no, pero dialogan porque están metidos en las aguas del pensamiento. Uno está en una punta del río y otro en la otra, pero están los dos en el río y de alguna manera se comunican. Por ejemplo, hace poco leía algo de Jung que también está vinculado a Rothko, porque ambos hablan de cómo el artista entra en un especie de deuda en lo social por un motivo u otro, de cómo las pruebas o demandas sociales el artista muchas veces no las cumple porque su naturaleza está desviada a otro espacio. El artista tiene un déficit en lo social, pero es un desequilibrio necesario, porque uno debe cruzarse a un lado o al otro, ya que si hay un espacio espantoso para el artista, ése es el espacio del medio
Sobre todo al estar solo con su cabeza
Sí, y en contacto con un lenguaje que no es el social
¿Cómo te manejás vos en lo social?
Yo tengo un poco de déficit social, pero como ahora soy un oficiante del arte un poco más sólido puedo justificarme (risas). Estoy como más disculpado porque produje una o dos mentiras que han despertado interés, pero cuando tenía esta actitud a los veinte años me decían “¿y vos quién sos?”. Sin dudas tengo déficit social, pero ahora ya no hago esfuerzos ni entro en moratorias, directamente espero que venga el juicio y espero la sentencia (risas)
Vos te definís como un afortunado por haber encontrado en la actuación tu medio de expresión vital, ¿pensás que la gran mayoría no sabe dónde drenar su subjetividad?
Absolutamente, te diría que el noventa por ciento de la gente no encuentra su medio de expresión, y eso no significa que no hayan sido felices, o que no hayan hecho cosas, o que no hayan sido civilmente extraordinarios, esa es otra cuestión. Vos podés decir que tal fue una mujer hermosa, pero también podés decir que no se expresó, o que solo una parte de ella logró hacerlo
Justamente Peter Brook dice que el arte es un campo que no se termina de explorar nunca
Jamás, porque pertenece al pensamiento y las cosas están pensándose siempre, nunca algo se termina de pensar
En relación a eso, ¿te considerás una persona satisfecha o siempre estás buscando hacer más?
Yo estoy profundamente insatisfecho, soy un angustiado crónico, que no es lo mismo que estar depresivo. Al artista lo que lo caracteriza es lo que hace. Entonces, siempre dice que hace porque quiere volver a su casa y el signo es una manera de evocar ese hogar. Lo dramático es que nunca termina de estar en su casa, es un viaje constante que quiere emprender, es una construcción permanente de una realidad a la que llama hogar y que finalmente no aparece, como sí aparecen construcciones que han ocupado el lugar del acto, del intento de ir hacia el hogar. Yo supongo que lamentablemente alguien que se deprime es alguien a quien no le importa volver al hogar y abandona la labor o se vuelve cínico, que es un espacio de actuación válido también
¿Suscribís a eso que decía Federico García Lorca de que el artista debe necesariamente tener miedos?
Es que yo tengo un problema con el deber o el tener que…
No te gusta generalizar…
No, porque no hay una manera cerrada de hacer las cosas, no hay una condición para que se produzca una obra, siempre alguien te va a decir una u otra, pero hay casos que le escapan a la regla
Red es una obra sobre los puntos de vista, así como el rojo para Rothko significa una cosa, para su ayudante Ken significa otra diametralmente opuesta, ¿pensás que con los actores y sus métodos sucede lo mismo?
Totalmente, y esto data del Romanticismo cuando se decía que el artista debía inmolarse en el interior de su obra. Pero, ¿por qué? No todo el arte tiene esa postura. Poe habla sobre eso al contar cómo escribó “El cuervo”
Sí, con una concepción matemática, hablando de que el arte podía implicar un trabajo también
Claro, él rompe con el mito de que el artista se encierra, bebe, baja una musa y le dicta en el oído palabras, y que uno es un medio. Siempre hay peleas metodológicas entre los actores, como la pregunta esa de si el actor nace o se hace. ¡Qué se yo, idiota! Algunos nacen, otros se hacen (risas). El asunto es que el hecho artístico está vivo por otros motivos, no solo por la formación profesional. Hay actores que trabajan y hay actores que son meramente intuitivos y les va muy bien. Pero también tenés a otros, los que creen que la musa les está dictando algo maravilloso. A esos hay que decirles que vayan callando a la musa porque les está dictando cualquier verdura (risas). Yo he conocido toda clase de actores. Alejandro Urdapilleta se había formado pero al mismo tiempo tenía un talento innato, un duendecito dentro. Además estamos en un medio de mucha envidia, hay resentidos que no estudiaron actuación y que se sienten disminuidos y entonces critican a los que sí estudiaron. Déjense de joder, muchachos. A veces la obra se produce sin explicaciones, por una mezcla de varias circunstancias y eso no significa que no haya que formarse o que la intuición no pueda hacer algo con uno
Hablando de intuición, la misma te falló cuando habías rechazado el papel de Un oso rojo, ¿cuánto te tuvieron que convencer para que lo aceptes?
Mis amigos me dijeron que si no la hacía no me hablaban más (risas). Yo pensaba que no era una película para mí porque había tenido un encuentro con Adrián [Caetano] tan difícil que yo dije que eso no podía ser. Cuando leí el guión me pregunté qué vio este tipo en mí, hasta que Lita Stantic, a quien quiero profundamente, me dijo que lo aceptara. Cuando lo conocí a Adrián pensé que me iba a costar, que no iba a poder hacer ese rol. De hecho, en un encuentro él me dijo que quería ensayar en otro lugar que no fuera mi casa para poder escupir en el suelo, y yo pensé que me estaba diciendo que mi casa era demasiado pulcra y dije “ah, no, acá cagamos” (risas). Después, gracias a Dios, entendí que ni él era tan de una manera ni yo tan de otra. Cuando terminé de filmar la película me sentí muy agradecido con Adrián porque, más allá de nuestras diferencias expresivas o de presentación, es un artista, un hombre de cine, un hombre sensible más allá de su voluntad a veces. Lo respeto y lo admiro mucho. Cuando terminó el rodaje, él mismo estaba sorprendido porque tampoco se imaginaba que yo pudiera hacerlo
Además, esa película es una anomalía en el cine argentino, un verdadero western moderno
Sí, absolutamente, eso es extraordinario. Hace poco volví a ver la escena de la pelea en el bar. Yo en mi vida he pegado, y pensé que me iban a echar de la película cuando vieran que no sabía golpear, pensé que ahí se pudría todo. Hasta que llegaron los de efectos especiales y lo aprendí. Por eso hay que tener cuidado con creer que uno sabe quién es. Uno conoce una parte del paisaje, pero no el paisaje en su totalidad
Hiciste muchas películas “de personaje” y con realizadores independientes, desde Santiago Loza hasta Rodrigo Moreno, ¿vas a volver al cine?
Sí, tengo tres proyectos: uno con Santiago justamente; otro con Matias Lucchesi llamado El pampero, del cual ya tengo el guión y que creo que es lo primero que voy a filmar en enero del 2015; y después también una película con Daniel Barone. Espero que la agenda de para todo eso, porque pienso seguir en gira con Red, sumado a la miniserie de Pol-Ka, todo el año próximo
Muchas escenas fuertes de películas y de tiras que protagonizaste están muy asociadas a la música, desde el Himno Nacional Argentino en Un oso rojo, pasando por un cover de Ricardo Mollo de la canción de su hermano “Soy quien no ha de morir” de MAM en El puntero, hasta todas las canciones de Farsantes
Sí, es cierto, y eso te demuestra hasta qué punto uno no hace una escena solo sino que tiene una apoyadura muy fuerte. En el caso de Un oso rojo, con la secuencia del himno estábamos cagados en las patas porque no sabíamos qué iba a pasar con ese himno, era muy fuerte articularlo en el interior de semejante película, pero esos son los hallazgos de un director, y además esa escena está editada como los dioses
Focalizando ahora en Farsantes, Guillermo Graziani tenía una forma muy particular de enunciar las palabras, ¿ensayabas los guiones en voz alta?
No suelo ensayar en voz alta, pero sí me autoricé a mí mismo a cambiar el texto si lo necesitaba
¿Pusiste cosas tuyas en los guiones de Farsantes?
Sí, porque me parece que el texto es algo vivo que va interpretando y reinterpretándose. En todo aspecto del arte se tiene que intervenir cuando se te da la posibilidad y a mí se me dio esa posibilidad. Obviamente que el texto y la idea eran de los autores pero yo no me ato a palabras fijas porque el autor también está tratando de bocetar un pensamiento y lo que escribe finalmente es un acercamiento a una idea, entonces yo me autorizo a cambiarlo. Además, en el momento de la grabación ese texto tiene que estar, por las circunstancias en las que se graba, muy poco agarrado, tiene que estar suelto en el entendimiento de una situación. Si no lo articulás con tal palabra, lo articulás con tal otra, porque siempre hay alguna más propicia, tenés que aprender a soltar en el acto la palabra aprendida y cambiarla, buscar una alternativa
¿Independientemente del personaje o con el caso de Graziani en particular?
Eso formó parte de la construcción del personaje de Graziani en particular, esa fue mi manera de construirlo, a traves de esa elección de modificar el texto. Por ejemplo, también tomé la decisión de que Guillermo tenga, en relación a su vida sexual y a su hijo, una actitud de mucha advertencia, de que su hijo tenga que respetarlo y comprender esto: una cosa es que sepas mi identidad sexual y otra cosa es que, por saberla, sepas algo más de mí. En verdad, se hace de la identidad sexual justamente un hecho excesivamente de identidad, como si eso fuese la identidad total de uno
Sí, incluso Guillermo le dice a su hijo que su sexualidad es otro aspecto de sus deseos, no el constitutivo
Absolutamente. Esa es una advertencia acerca de “ojo cómo me mirás a partir de ahora”, “ojo con pensar que ahora vas a releer mi vida y creer que me conocés más”. Porque vos sepas algo, no vas a saberlo todo. Porque seas heterosexual u homosexual, ¿qué más vas a saber? ¿Con saber eso qué? En Farsantes yo quise hacer un ejercicio de cosas que pienso, y utilizar el formato telenovela con todo su lenguaje como un espacio posible de pensamiento; hubo un matrimonio entre el pensamiento y los puntos de vista, y también jugamos a qué se podía cambiar, porque descansar en el género supone que es el género el responsable de que no se puedan hacer más cosas y eso es una estupidez. Es como decir “bueno, cumbia”, ¿por qué no cumbia? Como si con la cumbia no se pudiera hacer un hecho precioso. No hay que sacarse los problemas de encima. Por eso yo estaba feliz de hacer telenovela, quería la libertad y a la vez todas las convenciones del género, como poner música fuerte mientras se corre por amor
Ese es otro ejemplo de escena de canción unida a un gran momento dramático, cuando Guillermo sale casi llorando del casamiento de Pedro y se larga a correr. ¿Se hicieron muchas tomas?
Sí, de esa escena en especial hubo varias tomas, imaginate que de una no podía correr (risas)
¿Corriste tanto como parece?
Menos, pero igual costó (risas)
En ese momento suena “Aprendí a esquivar”, un tema de Gustavo Cordera, otro de los “por qué no” a los que te referías antes. ¿Por qué no una canción de Cordera en una escena de telenovela?
Exacto, además, ¡qué linda que quedó! Otra cosa que hubiese querido hacer y no pude fue la de sentarme con un vaso de whisky y hacerlo girar. Me faltó esa convención
¿No hay una escena en la que, después de hablar con Pedro, Guillermo se encierra en el estudio y toma whisky?
Sí, pero no la hice moviendo el vaso como quería (risas), yo quería hacerlo a la manera de ciertos galanes, porque siempre en las telenovelas cuando no saben qué hacer, agarran un vaso y se sirven whisky. Para mí fue muy lindo hacer la escena del amor y la de la tristeza. Por eso cuando me dieron el Martín Fierro yo me comuniqué pidiendo disculpas a las personas que amé porque nunca pude articular esas escenas de amor en lo social
Sí, dijiste que nunca habías hecho escenas de amor tan entregado como las que te permitió Farsantes
Claro, pero se creyó que había hecho una especie de confesión sobre mí, cuando en realidad mi confesión fue artística, tenía que ver con cómo el arte nos permite articular sentimientos que nos suceden de una manera que en lo cotidiano parece que no pueden suceder. La pregunta es: ¿qué es más real? ¿cómo vivimos esos momentos en lo social o cómo los vivimos en la ficción? Y yo te diría que la segunda, porque si no no habría gente que mirase ficciones. ¿Por qué enganchan al público? Porque todos entienden qué es esa corrida de Graziani de la que hablábamos recién, pero son muy pocos los que se la permiten. Porque si te lo permitís, si hacés esa escena en la vida, o te dicen que estás actuando o te dicen que no estás muy bien de la cabeza
Lo mismo en todo el preludio al beso entre Pedro y Guillermo se toma la decisión de darle tiempo al personaje de ordenar la casa mientras suena una canción de Gabo Ferro, ahí se deconstruyó un poco el modo en el que las telenovelas dilatan la concreción del deseo
Sí, sobre todo con ese beso que fue tan pedido y presentido por muchos espectadores, y al que cada uno lo tenía en ese espejo oscuro del que habla Jung, porque era un beso que no tenía forma. Obviamente cuando pasó muchos sintieron que no era el beso esperado, ¡pero más vale que no!
A priori era imposible satisfacer las necesidades de todos
Imposible, y fue por eso que decidimos que el erotismo tuviera su límite. Yo no quería un vínculo erótico a la manera heterosexual pero tampoco un vínculo que estuviese cargado de un acto que se hace rompiendo barreras; quise algo que esté dentro de lo pudoroso
Sí, respetando la esencia y los tiempos de los personajes, fue algo más tierno que pasional
Exactamente, y muchas veces la ternura es la que despierta mayor grado de erotismo. Porque el beso desesperado ya se conoce, acá teníamos que construir otra cosa
Hasta la llegada de un segundo beso pasó un tiempo largo también
Sí, pero eso estuvo más ligado a la partida de Benjamín [Vicuña]. En Farsantes hubo un momento en el que todo se complicó mucho. La tira entró en circunstancias difíciles pero de mucho aprendizaje. El sol se había tapado un poco, empezaron a generarse momentos de nubarrones, y yo considero que un marinero tiene que aprender a navegar con sol y sin sol y siempre hasta el final, porque el aprendizaje es lo bueno de la experiencia. Aunque llegues un poco mareado con la ropa vomitada, lo importante es justamente llegar y ver que el barco está ahí
¿Qué te pareció la escena final con Benjamín? También es fiel a crear un momento reconocible, porque si bien es más mística, muchos son los que extrañan al punto de sentir la presencia del otro
Es que esa escena es preciosa. Puede suceder que no te guste que te cuenten el mundo así, pero no deja de ser una manera de contar algo, y por ende no tiene por qué ser la que todo el mundo compre. Es una escena muy bien ejecutada, que tuvo muy buenos directores, muy buenos productores. Yo aprendí mucho con Farsantes porque cuando me ofrecieron el proyecto, muchas personas me llamaron para que piense si era necesario hacerlo
¿Por el ritmo de filmación o por los rótulos?
Por los rótulos, por todo lo que genera la palabra “tira”
Lo cual no implica que no pueda haber sorpresas, mirá todo lo que te trajo
Es que todo lo que pueda pasar, pasa. Así es la vida
¿Te imaginabas el grado de fanatismo que generó la relación entre Guillermo y Pedro?
No, para nada. Me puso en una situación de agradecimiento, de gusto y de distancia, porque te podés encontrar con lindas frases como con otra clase de opiniones. No soy ingenuo, soy un hombre adulto, y entiendo que estoy en relación con una subjetividad. Por más que muchos te digan “lindo” no te la tenés que creer, así como tampoco pensar que cuando te dicen “feo” es una mentira (risas). Soy muy cuidadoso con esas cosas, y no me meto en redes sociales porque soy profundamente vulnerable. Por ejemplo, a veces en uno de los últimos actos de Red, cuando estoy solo y en silencio bien cerca del público, al percibir susurros me preocupo de no escuchar el “no es tan buena como me dijeron”, porque si escucho eso, me mato (risas)
Es poco factible que escuches algo así
Es poco factible, pero sí podrían decir “es más pelado de lo que se ve” y me muero si lo escucho (risas). Realmente soy vulnerable, o tal vez me hago más el vulnerable de lo que soy y soy más fuerte de lo que digo. Es que es muy difícil porque trabajo con la vulnerabilidad todo el tiempo. No puedo abrir una canilla de vulnerabilidad cuando quiero y otra de fortaleza cuando la necesito. Todo viene mixto en mi profesión
¿A qué le atribuís el impacto que tuvo la pareja con Benjamín?
Pienso que tuvo que ver con la naturaleza de ambos como actores, por la mezcla tan particular, porque Benjamín es encantador, tiene charme, cierta aristocracia en sus formas, es muy angelado, con la mente abierta y moderno en el buen sentido, no se lo ve machista. Yo, por otro lado, venía de hacer El puntero, no pertenezco a la tira, era un sapo de otro pozo. Además, también la relación pegó por cómo fue abordada y por cómo fue dirigida. Se construyó un vínculo de pura ternura y eso no es fácil de observar en una relación entre dos hombres. Acá lo genético pasó a un segundo plano y por suerte no se tocó ese tema ni se pretendió hacerlo, lo cual me pareció muy bueno
¿Cuántas frases tuyas pusiste en boca de Graziani, especialmente en sus arrebatos donde se lo ve chinchudo?
Es que yo no soy chinchudo, soy temperamental. El malhumor no existe en mi vida, aparece por momentos sí, pero no es mi característica. Yo más bien juego a que soy temperamental, aunque cuando lo soy realmente, puedo ser bastante bravo, ahora recuerdo algunos episodios
Hay concepciones de Graziani que son muy Julio Chávez y que sospecho que no estaban en el guión
A ver, dame un ejemplo
Cuando Pedro le confiesa su amor a Guillermo y le pregunta si es normal sentirse así, Graziani le responde: “¿Normal? mirá, para mí ‘normal’ es que el perro ladre, que el gato maúlle, que el caballo tenga cuatro patas, pero nosotros ‘normal’… ¿qué se yo lo que es ‘normal’?”
Sí, esos son textos míos, sin dudas (risas). Es que la palabra “normal” no aplica por fuera de lo animal. ¿Qué es lo normal? Lo mismo pasa con los impedimentos, o cuando alguien dice “no puedo hacer esto”. No, eso es mentira. La vaca no puede dejar de hacer “mú”, pero vos sí podés dejar de hacer algo. Si decís “no puedo” es porque no estás queriendo, que es otra cosa. ◄
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► [ESCENA] Chávez junto a Benjamín Vicuña en Farsantes:
Guille y Pedro se despiden ~ Farsantes - Capitulo 57 (360p) from Nattalita on Vimeo.
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► [AUDIO 1] Sobre Farsantes y la identidad sexual:
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► [AUDIO 2] Sobre su trabajo con Benjamín Vicuña:
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¡BUEN JUEVES PARA TODOS! Tres consignas para el post de hoy: 1. Los invito a explayarse sobre Julio Chávez, Farsantes, Un oso rojo, las obras que protagonizó, lo que gusten 2. ¿Cuáles son sus cuadros y/o artistas pictóricos favoritos? ¿Tienen obras colgadas en sus casas? 3. En relación a lo que charlamos con Chávez respecto al ocio, quiero saber cómo aprovechan ustedes sus ratos libres (¿leyendo? ¿escuchando música? ¿mirando películas? ¿durmiendo?); ¡eso es todo muchachada, gracias por leer!
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[OFF TOPIC]: Muchachada, perdón que lo cuente de un momento a otro, pero recién me confirmaron que la semana que viene voy a estar cubriendo el festival Ventana Andina en Jujuy, por lo cual dudo poder actualizar el blog desde allá; la idea, como siempre, es hacer entrevistas y traerme material para nuevos posts a mi regreso; les dejaré un Open Post y los veré, entonces, el jueves 10 de julio post-feriado; como siempre, gracias por la paciencia, se los va a extrañar, que disfruten del fin de semana 😉
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La última vez vimos el cine bajo la mirada de… ALAIN GUIRAUDIE
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