Cuando La Ilíada es un afrodisíaco

Teniendo en cuenta que este es el post de los placeres culposos, no voy a dar demasiadas vueltas: The Boy Next Door es una película ridícula. Empecemos por desgranar el conflicto principal. Jennifer Lopez interpreta a Claire, una profesora de literatura (dejémoslo ahí), que tiene una noche de sexo con Noah (Ryan Guzman), un adolescente de diecinueve años (no, no me lo creo) que se mudó a la casa de al lado, como el sutil título de la película lo indica. Para Claire, el error de haber pasado una noche con el muchacho no se debe tanto a su edad sino a que a) es amigo de su hijo b) es alumno de su clase. Por lo tanto, teme perder tanto el respeto de su (insoportable) primogénito como su trabajo. Las cosas se complican aún más cuando Noah revela su verdadera personalidad (sí, sí, adivinaron, es un psicópata hecho y derecho) y se obsesiona con Claire al punto de decorar el salón de clases con fotos íntimas y sacarse del medio a cualquier amenaza. Lo curioso es que si bien The Boy Next Door arranca con el tono justo de autoparodia para crear episodios divertidos, eventualmente se toma demasiado en serio a sí misma y esos dos temores que tiene Claire carecen de peso porque a) Noah se inscribe en su clase como oyente y b) en realidad no es tan amigo de su hijo. ¿Por qué entonces no llamar a la policía si alguien te está persiguiendo? Porque la película quiere que veamos cómo Jennifer Lopez puede hacer la transición de intelectual a heroína de acción, una de las metamorfosis menos creíbles de la historia del cine. Pero la ridiculez no está meramente circunscrita al núcleo narrativo principal sino que se expande a pequeños momentos que son, a falta de una mejor frase, épicamente absurdos. La foto que ilustra este post está relacionada con una secuencia por demás inverosímil. En pleno flirteo, Noah le cita frases de La ilíada a Claire, quien experimenta placer ante tal hecho (dejémoslo ahí también, porque gustos son gustos). Tiempo después, el joven entra sin permiso a la casa de su profesora y la encuentra leyendo como solo Lopez puede hacerlo: con una remera blanca transparente que muestra sus hombros, y con el agregado de los anteojos para pasar como persona “seria”. ¿Qué hace Noah? Le regala una primera edición de la epopeya griega de Homero, lo cual le asegura una noche hot con Claire. Reitero: es una escena épica. Asimismo, como se trata de un film de Rob Cohen, hay toda una subtrama ligada a un accidente de tránsito que es sorpresivamente mediocre para lo que ha hecho el director en ese terreno. Y eso no es todo. The Boy Next Door se vende como un film feminista y es precisamente lo opuesto: muestra a una mujer que, a pesar de padecer múltiples peligros, cree que lo acertado es ir hasta la casa del psicópata para tener una charla y creerle cuando él le dice que no va a molestarla más. Muy inteligente de su parte. Ah, sí, y para colmo de males usan “Song for Zula” en una de sus tantas escenas innecesarias. Perdón, Phosphorescent, no somos dignos. 

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► [VERGÜENZA AJENA ALERT!] Una de las escenas más ridículas de toda la ridícula The Boy Next Door:

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¡BUEN MIÉRCOLES PARA TODOS! En este post, continuando el hilo conductor de ayer, la idea es que mencionen películas malas y/o placeres culposos del cine; por otro lado, si algún ser humano se animó a ver The Boy Next Door y la quiere “debatir”, bienvenido sea 😛 – Leo sus comentarios, como siempre, y los vuelvo a ver el lunes con un post sobre American Sniper y el cine bélico; ¡hasta entonces!

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Deathmatch: Los peores afiches

Afiche promocional para la película de Peter Sollett

Si bien tangencialmente hemos hecho algún aporte en un off topic en posts previos, faltaba uno dedicado exclusivamente al tema. No sé qué opinan ustedes, pero cada vez encuentro menos afiches inventivos (de los más recientes me quedo con los de Mommy e Inherent Vice) y muchos más afiches lastimosos como el que dejo más arriba. Lo que sucede con Freeheld es bastante peculiar porque el póster para la promoción del documental del caso real de Laurel Hester y Stacie Andree (documental corto dirigido por Cynthia Wade y ganador del Oscar en el 2007) no solo es más sobrio e impactante, sino que opta por poner el color sobre la figura que está atravesando el momento más doloroso, lo cual está hablando de la veta esperanzadora de la historia y aludiendo, ya desde lo visual, a cómo Laurel fue una luchadora persistente quien, tras ser diagnosticada con cáncer, peleó para que su pensión sea transferida a su pareja, Stacie, combatiendo la homofobia que no le concedía tal derecho.

Afiche promocional para el documental de Cynthia Wade 

Asimismo, el afiche del documental también es más íntimo, humano y personal, con ambas mujeres en primer plano, con sus rasgos distintivos. El póster de la adaptación de Peter Sollett – director que prometía mucho gracias a su ópera prima Raising Victor Vargas – va a contramano de lo que se puede ver en el que ya describimos, especialmente porque comete el error de representar la mencionada historia (bien puntual, bien específica) de la manera más genérica posible, con una foto de Julianne Moore y Ellen Page light y amena, casi como si Freeheld fuera un drama digno de este otro post y no algo mucho más denso, complejo, verdadero. La elección de una paleta de colores más cálida también denota un intento de agradar con complacencia y no de apostar por algo diferente, precisamente lo que hicieron Laurel y Stacie. Dicho esto, ahora quiero ver sus aportes, no sin antes recordarles que ya hablamos sobre los mejores afiches aquí mismo, a propósito de unos de mis favoritos de siempre: el de Punch Drunk Love. ¡A ver qué me muestran ustedes!

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► [GALERÍA] 100 afiches memorables (por todas las razones equivocadas) elegidos por ustedes en el post de hoy:

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¡BUEN MARTES PARA TODOS! En esta semana temática del blog (al menos martes y miércoles), los invito a dejar los peores pósters del cine; asimismo, mañana continuaremos repasando “lo peor” con el post de películas malas devenidas placeres culposos; con los aportes de hoy armaré una variopinta galería 😛 – como siempre, los leo y los veo mañana con sus guilty pleasures; ¡buen martes! PD. Acá mismo pueden ver Freeheld, el documental

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LA ÚLTIMA VEZ ENFRENTAMOS A… LOS MEJORES PERSONAJES FEMENINOS DE SERIES

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NUESTRA REACCIÓN ANTE LOS AFICHES DE HOY…

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Ver cine en África

Hoy en Cinescalas escribe: Anabella Corridoni

 “Why do people move? What makes them uproot and leave everything they´ve known for a great unknown beyond the horizon? Why enter this jungle of foreignness where everything is new, strange and difficult? The answer is the same the world over: people move in the hope of a better life” Life of Pi

Spoiler Alert: se revelan algunos datos sobre la vida en África

Todo comenzó con un mail. Aún recuerdo exactamente qué estaba haciendo ese día. Estaba en mi casa hablando por teléfono con la empresa de cable, en realidad no hablaba, quemaba todas mis energías quejándome porque una vez más habían facturado mal y debía pagar el triple de lo acordado. Mientras le enumeraba a mi interlocutor todas las desventajas del servicio que su empresa me brindaba, sentí que mi teléfono vibró. Lo alejé un momento de mi oído y constaté que era un mail con un remitente extraño. “Después lo leo” me dije y continué a la carga con mi problema que en ese momento me parecía lo más similar al fin del mundo y del que hoy no recuerdo siquiera cómo se solucionó. El siguiente recuerdo que tengo es que terminé la llamada y pensé en aquel mail extraño que estaba esperando en mi teléfono. Y ahí estaba, un simple correo que cambió muchas cosas. Era un mail de las Naciones Unidas que solicitaba que confirmara si estaba disponible para ser considerada para un puesto en la Misión de Paz en Costa de Marfil. Un mes y medio después estaba tomando tres aviones para aterrizar, luego de treinta horas de viaje, en Côte d’Ivoire.

Quizás no es correcto decir que todo empezó con ese mail. En realidad quizás comenzó mucho antes, cuando decidí dejar mi pueblo – Sierras Bayas – para ir a la Universidad como tantos otros adolescentes hacen, quizás incluso fue tiempo antes cuando mis profesores me alentaron a que siga hacia adelante, o fue en el momento en que mi familia me apoyó incondicionalmente en cada decisión como el mejor club de fans del mundo, o tal vez fue simplemente dos años atrás cuando el guía del edificio de las Naciones Unidas me preguntó si trabajaba para la organización (porque siempre fui una nerd que pregunta todo a los guías) y mi novio por propia inercia dijo: “No, pero en poco tiempo sí va a trabajar en Naciones Unidas” de una forma tan natural que parecía que conocía mi futuro. No, no fue un mail el inicio. Todo ese empuje fue el verdadero origen y la continuación de un largo proceso, o de mi misma vida.

Siempre me obsesionó el paso del tiempo. No por cuestiones de edad o madurez si no por la manera en que pasa por nuestra vida para modificar absolutamente todo. Haruki Murakami dice en su libro Kafka en la orilla: “En la medida en que el tiempo exista, todo el mundo irá perdiéndose al fin, pasando a ser algo distinto. Antes o después” y no puedo estar más de acuerdo. Porque hoy me recuerdo a mí misma durmiendo en el aeropuerto en una escala interminable esperando el último avión que iba a traerme hasta aquí y me veo sola, acostada sosteniendo mi mochila y poniéndome alcohol en gel cada media hora porque hacía quince días todo el mundo hablaba del Ebola y yo ahora estaba yendo al lugar del que muchos estaban partiendo, y no puedo evitar pensar que ese yo, esa Anabella de ese momento, no se imaginaba todo lo que estaba por llegar. Es como si el tiempo fuera un fantasma que nos observa desde lejos riendo porque ya sabe lo que sucederá pero también porque conoce la mochila que cargamos. Y el fantasma del tiempo estaba ahí y ahora siento como si entonces me estuviera diciendo: “No te preocupes, en unos meses vas a reírte al pensar en la cantidad de repelente que estás usando por día por tu paranoia con la malaria”. Por eso siempre miro hacia atrás, no tanto por nostalgia sino porque me sorprende descubrir cómo el tiempo nos convierte en algo distinto, tal como dice Murakami.

Estar en África lejos de casa, inmersa en otra cultura – o muchas al mismo tiempo – hablar otro idioma, conocer gente nueva cada día, vivir en un lugar donde se nota el paso de la guerra, hizo que mi dimensión del mundo, o mejor dicho de mi lugar en él, cambiara completamente. No es que ya no me parezca importante reclamar la boleta del cable o cortarme el pelo si tengo las puntas florecidas. Sí, siguen estando en mi agenda sólo que ocupan otro lugar. Vivo en Bouake, una de las ciudades que fue hace unos años el centro de la guerra, hablo con personas que perdieron a sus hijos, hermanos, padres, esposos a causa de un conflicto que aún no tiene explicación y son las mismas personas que luego de contarme algo que a mí me hubiese quebrado por completo están bailando o transportando con su cabeza elementos como una máquina de coser. Sí, literalmente. ¿Por qué las mujeres cargan cosas tan pesadas con su cabeza? Eso pregunté una semana después de llegar. Y la respuesta era muy simple: hacen lo que tengan que hacer. Ir para adelante, siempre. De esa dimensión hablo, de entender que alguien pierda a su hijo sólo porque no puede comprar un medicamento pero que continúe trabajando, sonriendo, bailando, viviendo. De entender que tengo derecho a ponerme mal si no soporto el calor o si llego de trabajar todo el día y nuevamente no hay agua pero valorar las grandes cosas que tengo en mi vida. Y no hablo de momentos espirituales o de cosas materiales. Hablo de sonreír al recordar que en Buenos Aires alguien me espera para quedarse encerrado conmigo un domingo entero mirando películas sobre “problemas cotidianos” (guilty pleasures) o saber que en mi pequeño gran pueblo hay una hermosa familia que sigue cada paso que hago como si estuviera a punto de ganar el Nobel, o amigos que están a un océano de distancia pero se sienten tan cerca que me hacen reír cuando estoy cansada de hablar un idioma que no es el mío y necesito sólo decir una palabra para que me entiendan, o que el día de mi cumpleaños a tan sólo un mes de haber dejado mi lugar lo festejé con personas que me hacen sentir como en casa y escucharlos cantar “el feliz cumpleaños” en cinco lenguas diferentes. Esa enorme dimensión es la que estoy descubriendo. En el post de About Time, Mili dice que el film explicita el deseo que muchos tenemos de volver a vivir un mismo día y que debemos prestar atención porque la nostalgia es traicionera. El deseo por repetir infinitas veces lo simple, lo cotidiano. Cuántas veces me sorprendo viviendo un momento donde me digo a mí misma: “grabálo muy bien en tu cabeza porque este preciso instante lo vas a recordar innumerables veces”. El tiempo, siempre el tiempo.

Cuando decía en Argentina que venía a vivir un año a Costa de Marfil había una serie de preguntas que se repetían una y otra vez. ¿Pero no hay Ebola ahí? Cómo vas a hacer siendo celíaca? ¿Pero vas a vivir sola? ¿Vos hablás francés? ¿Y después del año que vas a hacer? ¿África? ¿Cuántas vacunas te tenes que dar? ¿Vas a trabajar en las Naciones Unidas? ¿Pero qué significa lo que vas a hacer? Podría decirse que estas preguntas resumen bastante bien la reacción de muchos compatriotas. Pero los que me conocen bien hacían una pregunta concreta para la cual yo no tenía respuesta y realmente me inquietaba: ¿Cómo vas a hacer con el cine? ¿Realmente, cómo iba a hacer yo que en Argentina iba dos veces por semana al cine y el resto de los días miraba películas de mi lista de pendientes en casa? Pensaba en Netflix, en un reproductor, en tener un enorme stock en mi computadora pero no sabía cómo funcionaba Internet (no tan mal pero carísimo) o incluso la electricidad y, verdaderamente, no era una pregunta que sintiera que debía hacer al equipo que me estaba asesorando desde acá. Finalmente llegué un poco resignada a tener una lista enorme de pendientes para cuando volviera de visita a Argentina en mis vacaciones. Afortunadamente me sorprendí al comprobar que no somos los únicos que pensamos en el cine como parte esencial de nuestra vida y conocí a un compañero que llevaba más de diez años viviendo acá y que no sólo tiene una enorme colección de películas perfectamente catalogadas – y que se agranda continuamente vía nuestro salvador Amazon – sino que además instaló en su casa una pantalla recreando una especie de mini cine. El día que mi amigo me dijo “podemos elegir un día de la semana y crear la tradición Movie Night”, fue un momento de felicidad plena. Así Tony, Laura (mi compañera italiana con quien vivo) y yo nos reunimos una vez por semana para ir a nuestro pequeño cine. Cada semana rotamos entre los tres para elegir la película del día y lo mejor es que Laura no vio prácticamente ninguna en su vida – exagero, pero de verdad me preguntó quién era Sofía Coppola – lo que hizo que volviéramos a ver películas que “tenía que ver”. Por esa razón volví a mirar Life of Pi, pero esta vez lejos, lejísimo, de casa y el “In the end, the whole of life becomes an act of letting go” generó en mí un efecto completamente diverso a la primera vez que lo sentí en Argentina. Ahora esa inmensidad que representa el dejar ir del que habla Pi Patel me dejaba pensando en cuántas cosas estaba dejando ir y si era capaz de hacerlo. En cuántas personas conozco estando acá con las que construyo una amistad que se desvanece luego de unos meses porque, al igual que yo, la mayoría está de paso. Otra vez el paso del tiempo me transforma por completo e incluso ver una película repetidas veces tiene un efecto completamente diverso cuando se lo hace lejos de casa. Volver a ver Like Crazy y luego de escuchar a Anna decirle a Jacob “Because I don´t want you to feel like you are not living your life properly when we are not together” me afectó de una manera enorme porque me ví a mi misma en ese tren vacío, en esas llamadas que no llegan a contestarse porque la diferencia horaria hace que todo sea más difícil. Pero también tuvo un efecto diferente ver películas por primera vez, como The Lunchbox después de que nuestro amigo preparara comida tradicional de India – su país – o Under the Skin e intentar comprender la constante y desesperada pelea por combatir la soledad.

Quizás la Anabella del futuro leerá este post sintiéndose completamente diferente, viviendo nuevas experiencias y viendo nuevos films, cargada de sentimientos y preguntas sin responder. No sé dónde ni en qué circunstancias eso sucederá, pero sé que cuando lo haga voy a seguir acumulando mi listado de películas pendientes en mi agenda y sonreír al comprobar que la lista se modifica con cada cambio que me atraviesa.

Por Anabella Corridoni

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¡BUEN COMIENZO DE SEMANA PARA TODOS! Quisiera felicitar a Anabella por el hermoso post que escribió desde África para este espacio, ha sido un placer leerlo y compartirlo con la comunidad; por otro lado, me gustaría que hoy hablemos de dos cosas, en sintonía con el post: 1. recordar esas salas de cine que frecuentábamos de chicos y/o adolescentes, es decir, las primeras experiencias que tuvimos viendo cine 2. Mencionar con quiénes compartimos salidas o reuniones para ver películas (¿tienen un grupo especial? ¿disfrutan viendo cine solos?, ¿en pareja?, etc.); como siempre, los leo y nos reencontramos mañana con el Deathmatch de los peores posters (vayan buscando :P) ; ¡que tengan todos una excelente semana!

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—> La última vez escribió Sebastián Vivarelli sobre… LA CIENCIA FICCIÓN, A TRAVÉS DE SUS AFICHES

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Hace buen tiempo

“We were never being boring,
we had too much time to find for ourselves,
and we were never being boring,
we dressed up and fought, then thought: ‘Make amends’;
and we were never holding back or worried that
time would come to an end,
we were always hoping that, looking back,
you could always rely on a friend” Pet Shop Boys

“Vamos y vemos”. Las últimas tres palabras de Excursiones, la película de Ezequiel Acuña sobre la que escribí acá, otro poco acá y otro poco acá también, así sueltas pueden estar desprovistas de significado, pero en el contexto del film son más poderosas que cualquier monólogo. En primera medida, y circunscribiéndome a la historia puntual de Martín y Marcos, porque aluden a una promesa de reavivar la amistad, de pensarla en el marco de un futuro inmediato. El “vemos” se convierte, de esta forma, en una acción imperativa. Dos amigos se necesitan mutuamente y el pequeño paso que dan para la reconexión es el de una caminata por la playa que derivará en una acumulación de encuentros y, en consecuencia, en el pacto tácito de no volver a perderse nunca (uno con uno y uno con el otro). En segunda medida, esas tres palabras me remiten indefectiblemente a circunstancias compartidas con mi grupo de amigas de toda la vida, grupo con el que nos solíamos juntar sabiendo que, en algún momento, alguien iba a poner Excursiones de fondo. Martín y Marcos, en esencia, son todas ellas. Y ellas son, a su vez, la representación de esa amistad en blanco y negro que se permite pasar a color. Con el tiempo, el grupo no se disolvió pero sí se vio resentido. Todas estamos en distintos lugares geográficos y las experiencias tan disimiles que atravesamos no siempre nos unen sino que generalmente nos distancian. Quisiera que todo se desarrolle como ese final de Excursiones y que el technicolor impregne el presente, pero al menos el día de hoy pienso que eso es una utopía. Por lo tanto, cuando pienso en ellas, no pienso en grande. Es decir, no pienso en enormes peleas, en hitos que cada una construyó sin quererlo, o en manifestaciones extraordinarias de cariño. En realidad no. En realidad pienso más en la intimidad. En mirar una serie y pedir comida china a las tres de la mañana, en un abrazo cuando un novio me dejó, o en un mate en un jardín con el pasto recién cortado. Mis amigas son mis amigas dentro de la cotidianeidad. Mis amigas son ese “vamos” que me empuja hacia adelante aunque eso implique que entre nosotras nos dejemos atrás. Looking, la recientemente cancelada producción de HBO que solo tiene dos temporadas en su haber, es una serie sobre la amistad más puramente mundana. Tres amigos gays de San Francisco (Patrick, Dom y Agustín) presentan realidades diferentes (joven idealista e infantil, adulto con problemas para valerse por sí solo y un artista que pierde todo para luego levantarse y recuperarlo). En cada uno de los casos, el creador Michael Lannan – apuntalado por el certero ojo para lo cotidiano de Andrew Haigh -, hace que el “vamos” se manifieste a través de secuencias tan reconocibles como nobles.

Looking, como su título lo indica, es la historia del deseo de aprehender algo (una relación, un emprendimiento gastronómico, la posibilidad de mejorar) visto bajo la óptica de los tres personajes y las figuras que los sostienen y cuestionan (Doris, Richie y Eddie), y no tanto bajo estridencias narrativas. De este modo, un capítulo se permite concluir con Patrick y Agustín hablando sobre lo que van a comer a la noche o con un corte de cabello donde las palabras no son requisito para que sepamos exactamente qué concentra esa acción “trivial”. Es por ello que, independientemente de todos los guiños a la comunidad gay que la serie destila, la identidad sexual de sus personajes no es lo constitutivo sino lo que está dado. Tomemos como ejemplo el capítulo “Looking for Gordon Freeman”, en el cual los tres amigos organizan una fiesta de disfraces. Sí, en un punto es una fiesta gay (la serie no se priva de la inclusión de música representativa) y en otro es una fiesta a secas donde se produce una concatenación de circunstancias que difícilmente nos resulten ajenas: Patrick se emborracha, ridiculiza a sus amigos, hace un papelón delante de sus dos intereses románticos y eventualmente termina siendo abrazado por esos mismos amigos que fueron objeto de burla. El “vamos”, en ese caso, es la palmada en la espalda que lo impulsa a levantarse, a tomar mucho café la mañana siguiente y a revertir el panorama estando él mismo para los demás. Asimismo, los tres capítulos dirigidos por Andrew Haigh están empapados por la sensibilidad de su segunda película, Weekend. Los personajes son filmados desde atrás y los nombres de los episodios (“Looking for the Future”, “Looking for the Promised Land” y el brutal y conmovedor “Looking for Home”) denotan aquello que tanto el trío protagónico como muchos seres en el mundo buscan y no siempre encuentran: la certeza de lo que se quiere. “I just wanted this so much. I wanted to be in love, and to be in a relationship and proof to myself, and my friends, and my family and to proof to the entire world that I was capable of being in one” dice Patrick momentos antes de salir a la calle y asegurar que, a diferencia de otra época, está listo para hacerse cargo del porvenir que él desea y no de aquel que le ha sido impuesto. “Happiness, not in another place, but this place, not for another hour, but this hour” citan en el primer episodio de la segunda temporada. De eso se trata la serie (una que como pocas se atreve a hacer de lo cotidiano un evento para vanagloriar y que precisamente por esa rareza fue cancelada) y de eso se trata la vida de muchos. Como Patrick y Richie en esa foto superior, siempre hace buen tiempo para querer recuperar el color de uno mismo y de la amistad que nos une a un otro. Siempre hace buen tiempo para compartir una charla eterna a la mañana, a la tarde o a la noche. Es esa maravillosa intimidad la que me llevo de Looking y es esa maravillosa intimidad la que me llevo de mis amigas de entonces, de allá, de donde sea…de ese buen tiempo. ♦

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► [LISTA DE REPRODUCCIÓN] 10 Canciones que sonaron en Looking:

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► [DE YAPA] Jonathan Groff, Frankie J. Alvarez y Murray Bartlett hablan sobre la serie de Michael Lannan:

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► [GALERÍA] 50 series que traerían de vuelta:

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¡BUEN MIÉRCOLES PARA TODA LA MUCHACHADA! Hoy les dejo dos consignas: 1. Quienes hayan visto Looking, pueden explayarse sobre la serie de HBO; 2. Asimismo, este post es para recordar sus series favoritas que desearían que regresen o que fueron canceladas tempranamente; la idea es armar una galería para rendirles tributo; como siempre, gracias por pasar por este espacio, nos reencontramos el lunes, ¡que tengan una excelente semana!

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El cine bajo la mirada de…Beatriz Sanchis

Diego: ¿Por qué dice que nadie se acuerda de nosotros?

Lupe: Porque es la verdad.

Todos están muertos

Resulta complejo sintetizar el centro narrativo de Todos están muertos, la ópera prima de la realizadora española Beatriz Sanchis. Desde lo más concreto, se trata de la historia de dos hermanos (Lupe y Diego, interpretados por los brillantes Elena Anaya y Nahuel Pérez Biscayart) que en su juventud lideraron una banda pop ochentosa llamada Groenlandia, hasta que la muerte de Diego cambió todo el panorama: Lupe comenzó a padecer agorafobia y a estar incapacitada para criar a su hijo. En consecuencia, es la madre de Lupe quien intercede y decide llevar adelante la dinámica familiar, accediendo a que en el Día de los Muertos se resucite a Diego para que Lupe pueda verlo y conciliar con su fallecimiento. ¿Parece mucho, no? Sin embargo, hay más. Todos están muertos es una película que desde su título juega con la paradoja, que independientemente del dolor de sus personajes les inyecta vida a cada plano y circunstancia, en gran medida gracias a la música y su poder sanador (Lupe y su hijo se reconectan mediante un sintetizador) y gracias al trastoque en la apreciación de la nostalgia. Para Sanchis, la pérdida paulatina de los recuerdos, como le dice Lupe a su hermano en la cita superior, es la verdad más irrevocable que permite construir una suerte de memoria nueva. Como si esto fuera poco, la directora también concibe una certera parábola sobre la superación personal de esa mujer que, como todos los personajes del film, parece pertenecerle a otro mundo, uno en el que todo convive bajo esa armonía disruptiva que tiene todo presente convulsionado y expulsado de lo convencional. Sin más preámbulos, les dejo mis charlas con Beatriz y Nahuel y los espero en los comentarios. Gracias por leer. 

Tengo entendido que Todos están muertos fue inspirada por una pérdida personal, ¿cuánto hay de cierto en eso?

Sí, fue así totalmente, está inspirada en una historia que viví de muy joven. Cuando tenía veinte años murió mi mejor amigo y eso supuso un trauma bastante importante en mi vida, porque murió prácticamente delante mío, fue una de esas muertes sin explicaciones, fue una muerte súbita. Eso fue muy impactante para mí, en el sentido de que uno cree que a veces tiene que pasar algo impactante, que nadie puede fallecer de la noche a la mañana. Durante mucho tiempo no he hecho nada con esa historia, porque yo creo que uno tiene que hablar de las cosas cuando ya las ha superado de algún modo, cuando las heridas han cicatrizado, porque si no te metes en un bosque demasiado extraño del que quizás no puedas salir. Quería hablar, ahora y de esto, desde un lugar de reconciliación, ya que antes no hubiese sido posible

Eso se percibe porque a pesar de su título y temática, se trata de una película muy esperanzadora

Sí, esa era un poco la idea, intentar reflejar otra visión y yo creo que la película también habla mucho de la aceptación en el sentido más amplio de la palabra. Todos los personajes tienen que aceptar algo y también tienen que aceptar a la muerte como un elemento más de la vida

Hiciste una película de múltiples tópicos que logra quedar homogénea, ¿considerás que la principal inquietud fue la de mostrar dos clases de madre?

Sí, justo es lo que tú dices, quería hablar más que nada de dos clases de madre muy diferentes. Una es Paquita, la madre coraje que interpreta Angélica Aragón, la que haría cualquier cosa por sus hijos, una mujer luchadora, echada para adelante y con las cosas claras. Y por otro lado, Lupe, interpretada por Elena [Anaya], quien tiene un gran trauma y no es que no quiera hacerse cargo de su hijo sino que no puede y yo creo que ésa es una figura de la que casi ni se habla. No se habla de una madre así desde el lugar de intentar entender, generar una comprensión, investigar por qué alguien puede comportarse de determinada manera, sobre todo en la figura de la madre sobre la que el canon dice que tiene que ser perfecta y cuidadora. Pero a veces se da y a veces no. Considero que las películas sirven para eso, para mostrar otros mundos y para hacer que la gente no se sienta tan sola. A mí personalmente me interesa mostrar una realidad que a veces no vemos. Siempre se muestra una imagen de la familia donde el amor está abordado desde una visión general que no tiene por qué coincidir con la de los demás. Siempre me gustaron las películas que me mostraban otra realidad y que me hacían sentir menos sola, menos extraña o menos abandonada, que me permitían compartir cosas con otra gente. Como eso me ha acompañado mucho en mi vida, quería contarlo yo también como directora

Todos los protagonistas de tu película vienen de países y métodos de actuación profundamente diversos, ¿cómo lograste una sinergia tan perfecta entre ellos?

Sí, eran universos totalmente diferentes. Angélica es una grandísima actriz de mucha experiencia, es de esas actrices que han hecho absolutamente todo: telenovela, cine de autor, grandes películas comerciales en Hollywood, teatro independiente, tocó todos los papeles. Es un placer trabajar con ella, es una auténtica profesional. Fue un regalo para mí como directora, porque te sientas y la ves trabajar y lo que te entrega es maravilloso. Hubo una secuencia muy mágica con ella, que creo que ha sido de mis pocas contribuciones como directora de actores, en la que ella tenía que decir una frase dentro de un auto. Angélica la estaba enfocando desde un drama terrible, pero yo como directora hay algo que siempre pruebo que es jugar a la contra en cuanto al género. Acá la idea era que su personaje se riera ante el conflicto, y fue cuestión de poner la camara y rodarlo, porque fue mágico lo natural que le salió. Por otro lado, Elena es de una formación muy del método; Nahuel viene de una creación más libre y de otro tipo de escuela y con otro enfoque de trabajo; Patrick Criado, quien interpreta a Víctor, viene de la televisión donde está rodando un capítulo al día y está muy entrenado; y el chabal Christian Bernal no había hecho nada previamente. Entonces era una mezcla muy distinta, cada uno venia literalmente de un modo diferente de interpretación, junto a las diferencias culturales, por supuesto. Ensayamos un mes en la casa porque quería tener tiempo para crear cercanía entre personajes, para crear esta familia. Una cosa muy bonita que hicimos fue que cuando llegamos a la casa estaba totalmente vacía, y a medida que íbamos ensayando las escenas se fue creando el decorado

El diseño de producción es particularmente notable

Sí, lo es. Tuve la suerte de trabajar con uno de los mayores genios del diseño que se llama Patrick Salvador, quien es maravilloso. Me encantó lo que hizo, siento que está todo muy empastado, porque asimismo Álvaro Gutiérrez, el director de fotografía, estuvo conmigo grabando los ensayos. Hacíamos un ensayo libre con los actores, creando las secuencias de manera más natural, y luego en base a eso las planificábamos con Álvaro y eso se nota en la película me parece, porque a nivel visual está todo como muy coordinado, lo cual era mi idea desde un principio

En relación a esa coordinación que mencionás, hay una escena en la que Lupe y Diego cantan el hit “Corazón automático” y que pone en evidencia la importancia de las miradas y la conexión entre los actores. ¿Fue un momento difícil de filmar?

Recuerdo mucho la realización de esa escena, me siento muy orgullosa de ella, ya que es donde se respira como el mayor cine digamos. Es una secuencia de diez páginas, dura casi diez minutos y están todos los personajes principales juntos en un mismo lugar. En cuanto a lo narrativo, veníamos de momentos o pinceladas de lo que pudo haber pasado entre los hermanos y es ahí donde se produce un entendimiento del espectador respecto a lo que pasó, porque además el espectador lo descubre junto a los personajes al mismo tiempo. Es una escena para la que trabajé mucho, que además está muy coreografiada y que era casi como un baile. Estaba todo perfectamente medido, acción y reacción, cada uno sabía dónde entrar y qué decir. El día del ensayo general nos encantó lo que pasó con ella, pero el día del rodaje lo pensamos más. Cuando uno ha ensayado también tiene sus secuencias que sabe que son como los highlights, y nosotros sabíamos que esa secuencia era lo top (risas). Por eso había muchos nervios a la hora de rodarla y no salía y no salía. Entonces hice algo un poco salvaje que fue echar a todo el mundo del set, y estuve una hora y media sola con los actores, volviendo a intentar encontrar ese clima del ensayo, buscando la intimidad que se había cortado cuando todo el equipo estaba ahí también. A veces cuando hay mucha presión, hay que romperla

Muchos otros momentos de la película se asemejan a bailes, como aquella del reencuentro entre los hermanos, que está bellamente musicalizado

Para ese momento usamos la canción “Happiness” de Molly Drake. Esta mujer es justamente madre de un músico [N. del E.: Nick Drake]. Ella cantaba en su casa con el piano, ella sola, grababa pero sin ninguna intención comercial, lo hacía casi por hobbie. Todo eso se ha recopilado y se ha sacado un disco de ella finalmente

Llegamos a la pregunta ineludible de la música: ¿cuánto tiempo le llevó a la banda Akrobats grabar la música original para la película?

La verdad que el proceso de la música fue uno de los más largos. Nadie del equipo me ha odiado tanto como mis músicos (risas). Fue un aspecto muy trabajado, diría que el que más tiempo llevó pero al mismo tiempo el que fue más gratificante. La banda sonora llevó un año, y considero que los chicos han hecho un trabajo inmejorable. Para mí era importante que toda la imagen y la música estuvieran muy pegadas, como si la música fuera un actor más, o una parte más de la ropa, un accesorio, una parte de la luz, que esté muy pegada a todo

De hecho los personajes dicen con canciones lo que no pueden decir con palabras

Totalmente, por eso era un personaje más que merecía ser muy trabajado. En concreto hubo dos bloques de trabajo: la banda sonora para la película y el hit de los hermanos, “Corazón automático”, que tenía que ser absolutamente creíble que fuera precisamente un éxito. Lo que me pasa como espectadora es que me tengo que creer la época o si no eso me saca de la película, o bien no termino de entrar en ella. Entonces quise ser cuidadosa con ello como realizadora, como los músicos lo fueron al usar los instrumentos de la época, compusieron las canciones empapándose de la música de los ochenta, sin prejuicios de ningún tipo

La banda de Lupe y Diego se llama Groenlandia, que es el título de una canción de la banda Zombies. Como esa hay muchas otras referencias a los ochenta, incluso Nahuel tiene un estilo similar al de Federico Moura y al de Gustavo Cerati

Lo bueno es que cada uno interpreta al personaje de Diego según el lugar en el que vive. Si vas a México te hablan de uno, en España el equivalente sería Eduardo Benavente [N. del E.: líder de la banda Parálisis permanente]. En Argentina Diego recuerda a Moura y a Cerati, como tú dices. Pienso que todos los países de habla hispana tuvimos esa figura, ese mito, ese personaje masculino que representa los ochenta. Cada uno, esté donde esté, le pone un nombre, aunque para mí fue una destilación de un espíritu más que alguien en concreto. Uno tiene su referente porque no se ha trabajado desde algo particular sino más desde ese espíritu del momento. Nahuel vio muchos videos, momentos musicales de aquí de España que marcaron una época. Me encantó lo que hizo con el personaje porque yo estaba buscando un actor español y no encontraba a nadie que pudiera reflejar justamente eso mítico que me interesaba, porque Diego tenía que tener esa cualidad para tú creerte la historia. Un día lo vi a Nahuel en una película argentina y supe que él era el indicado

¿Existió alguna preocupación respecto a su trabajo con el acento?

Claro, sí, era una de las grandes preocupaciones de mi productora (risas), pero Nahuel es un prodigio. No hay nadie en España que no se crea que no es español. Nahuel podía pasar en el rodaje de hablar mucho en español con su acento recontraargentino para luego convertirse en un verdadero madrileño, y eso implica un cambio radical de registro, porque realmente habla como un madrileño de la época. Tiene un talento brutal, me siento muy agradecida de que haya estado en mi película porque pocas veces se puede ver a un actor con semejante verdad para encarar un personaje

¿Cómo fue el trabajo con los detalles de vestuario y de los objetos? Porque la película encuentra en Víctor a un personaje que es una mezcla de Kurt Cobain y Xavier Dolan en Tom à la ferme y al mismo tiempo usa los objetos como forma de mantenerse uno con vida

A mí siempre me gustó mucho jugar con los espacios y los objetos. Los objetos están cargados de sentimientos y por eso soy una amante de las cosas. Me gusta mucho ir a los mercadillos de antigüedades de las ciudades porque me encantan los objetos llenos de vida e impregnados de sensaciones y de historia. Creo mucho en eso. Al mismo tiempo, soy una persona que ha estado trabajando en todos los aspectos del cine. He hecho vestuario y dirección de arte, entonces con mi película quise participar mucho en cada uno de esos puntos porque me encanta, porque si pudiera hacerlo todo en una película lo haría, pero no puedo (risas). Y con respecto a Xavier Dolan, sí, él fue un referente siempre

Tu película me remitió mucho al trabajo con el espacio de Dolan y al mismo tiempo es una obra única que se despega de la mímesis

Porque yo creo que cuando compartes referencias o gustos o universos, eso se percibe. Mucha gente comparte mundos, pero somos pocos lo que hacemos cine entonces quizás no se nota tanto. En el cine, en lo que haces, siempre vas a coincidir con un determinado tipo de persona o artista. Por eso te digo que si pudiera hacer todo lo haría, un poco como hace él

¿Cómo fue tu propia formación musical que te condujo a hacer un film bastante ecléctico en ese plano?

En realidad he amado siempre la música, pero vengo de una familia nada musical, mi madre detesta la música, se la pasaba diciendo que le baje el volumen porque le molestaba mucho (risas). Es como que en mí ese amor por la música no vino de ningún lado que pueda precisar. En los noventa fui una freak en ese sentido, se empezó a despertar en mí el amor por el mundo de la música más underground, todo el movimiento indie de los noventa, que fue la época en la que estuve más imbuida en la música, cuando me iba a todos los conciertos y los festivales. Después mis preferencias se ampliaron y ahora me gusta toda clase de música, de todas las épocas, soy muy ecléctica, sí. Por eso nunca puedo elegir una banda por sobre otra, es imposible que lo diga. Yo creo que en mi película un poco se nota eso, en que en ella puede convivir esa canción de Molly Drake con una ranchera que a su vez no tiene nada que ver con la canción de The Church que suena cuando Lupe le muestra a su hijo sus instrumentos. A mí me gustan tanto Los panchos como Los planetas. Mis referencia son vastas porque me gustan muchas cosas

¿Cómo sigue el recorrido de Todos están muertos?

Ahora seguiremos en festivales afortunadamente. Hemos recibido algunos premios en Francia y en España, por suerte es una película que sigue y sigue y que cada vez siento que la disfruta más gente. Por eso yo te agradezco un montón esta charla, porque creo que los amantes del cine nos ayudan a los directores para que nuestro trabajo se oiga. Cada persona a la que le gusta tu película o que quiera esparcir tu voz es importante, porque mi idea es que mi trabajo no se pierda. 

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*ENTREVISTA CON NAHUEL PÉREZ BISCAYART

¿Cómo fue el clima de rodaje con Beatriz?

Ella es una directora que se toma sus tiempos. Es muy tranquila. Estuvo armando su guión durante mucho tiempo, y tiene un proceso de trabajo muy minucioso. Cuando tuvimos un primer encuentro en Madrid para ver qué pasaba, si se podía dar algo a partir de nuestras charlas, ya en esa instancia de casting hubo una intención de profundizar en algo. De ahí en adelante Beatriz siempre trabajó en esa dirección, en la de ahondar y darse y darnos el espacio para equivocarnos, para a veces hacer las cosas mal. Eso debería ser lo natural en un proceso de filmación pero no se da tan seguido, no siempre se nos da la posibilidad de probar, de fracasar un poco antes de que empiecen a salir bien las cosas

¿Cuánto disfrutaste filmar dentro de una casa por un mes?

La convivencia en esa casa fue una experiencia muy linda para mí. Me encanta cuando uno puede estar, en la realidad, lo más cerca posible de la historia de la ficción, porque ahí ya hay algo que te facilita las cosas, que te invita a trabajar, además de que éramos pocos actores…cuando las personas o personajes están en un estado de proximidad ya tenés un largo camino recorrido

¿Te costó encontrar el tono adecuado para interpretar a un muerto que reaparece? Porque está el riesgo de caer en la caricatura…

En realidad, lo que me gusta del personaje de Diego es que se vincula mucho en relación a los otros. Por lo tanto, yo quería que fuera lo mas natural y presente posible, a tal punto de que pareciera un personaje más y no un espectro. No nos interesaba que él fuera una suerte de fantasma, o un personaje vengador que viene a dar una lección desde un lugar acosador. Si bien es acosadora su presencia, no es acosador su modo, no es una persona violenta, solo está presente para decirle cosas a Lupe que ella debe digerir para ayudarse a sí misma; en definitiva es Diego quien produce el despertar de su hermana

Diego tampoco resulta un pastiche de distintos iconos de los ochenta…

No, porque quise hacer un trabajo muy presencial. Había referencias dando vueltas, cosas de los ochenta como vos decís, pero que no eran la marca principal, no era que yo iba al set a filmar y me ponía “en personaje Federico Moura”, tampoco quería que fuera tan puntual o específico. Como te decía, mi personaje está todo el tiempo en relación a otros, está atento, es un observador, lo cual queda bien en claro en la secuencia de la mesa donde están todos los personajes, una que tiene un muy lindo desarrollo

Además de esa escena, ¿recordás alguna otra que te haya gustado filmar particularmente?

No hay solo una. Es que a mí me daba placer no estar, o estar de observador, poder asistir a las dinámicas familiares internas, y a la vez era doloroso si me ponía en la posición del personaje de Diego, que siempre está presenciando una realidad de la que no puede participar. Por eso no tengo el recuerdo de una escena en particular. Lo que sí te puedo contar es lo que sucedió en una secuencia que tuve con el personaje de Angélica Aragón, donde de repente empezó a nevar. En el guión estaba pautado que había que tener efectos para ese momento, pero nevó justo en ese instante y quedó perfecto. Todos están muertos fue un muy buen viaje en general, al igual que trabajar con Elena, vivir con ella una semana antes del rodaje, estar en un ámbito de mucho amor y calma. Fue todo muy positivo

Siempre decís que no te gusta planear tu carrera, ¿sigue dándose todo de manera espontánea en lo personal y profesional?

Sí, siempre. De hecho, a veces me llegan muchos guiones y a veces no me llega ninguno. Yo soy actor sólo cuando actúo, no soy actor las veinticuatro horas, y no tengo siempre como una idea puntual de lo que quiero hacer. Los papeles se van dando o me van llegando por lo interpersonal, por conexiones que uno establece sin pensarlo. A veces me pregunto si no tendría que trabajar más concretamente para determinada cosa, pero me acostumbré a que la vida se me vaya dando un poco así, y quizás en un punto me adormeció o me impidió tener ese click o esa energía de producir cosas, ya que lo que se me va dando lo voy tomando. Pero es verdad que el año pasado fue muy particular, de mucho trabajo intenso afuera, de mucha lectura. Ahora me gustaría resetear un poco y ubicarme en otro lugar, hace mucho que estoy en espacios de gran actividad y quisiera parar para encontrarme un poco conmigo, pensando en qué hay más allá de lo que el mundo me ofrece, pensar qué me dan ganas de hacer a mí

Tenés una enorme capacidad de adaptación para trabajar en distintos países y bajo opuestas marcas autorales. ¿Siempre te resultó tan natural?

Es que me da una felicidad que no te puedo explicar. No sé si es que estaba preparado para esto desde antes. Hace poco estuve en Berlín para completar algunas cosas de la película de Frieder Wittich [N. del. E.: Becks Letzter Sommer], y recién pasaron veinte días que volví y me empieza a faltar el aire, en el sentido de decir “bueno, ¿ahora adónde vamos?”, que no sé si está bueno, creo que ya me acostumbré definitivamente a buscar dónde está el próximo desafío, la próxima lengua que aprender

En relación a esto, tu capacidad de adaptación también se extiende a tus trabajos con los idiomas y, en el caso de Todos están muertos, con el acento madrileño

Supongo que tengo facilidad, no es algo que entienda, lo que me pasa es que siempre me apasiona pensar cómo en un momento uno puede hablar un idioma y de golpe uno aprende otro. Esto de pensar “yo no entendía nada de esto y ahora lo entiendo mucho”, ese proceso cerebral me parece mágico. Creo que todos tenemos esa capacidad, pero a veces no está explotada o inspirada, las herramientas no están puestas en un lugar de posibilidad. También tiene que ver con que en Argentina hablamos Castellano y uno puede transitar muchos kilómetros sin tener que aprender otro idioma. Pero en Europa pasa otra cosa, el cerebro te estalla de lenguajes, pasados e idiomas y hay algo de eso que me inspira mucho, y que supongo que tiene que ver con las vidas paralelas que uno puede crear y con eso de hacer casa en diferentes lados. Te podés encontrar con amigos en todo el mundo, y yo adhiero mucho a ese nomadismo más puro y duro

¿Seguís sin lugar de residencia fijo en Europa?

Sí, lo tuve unos meses, pero como viajaba siempre después no tuvo sentido. Empecé a ir de un lado a otro con algunas valijas, me traía algunas cosas a Argentina y me llevaba otras, aprendí bastante a desapegarme de los objetos

¿Te queda tiempo para leer, ver cine, escuchar música?

En ese sentido yo soy feliz en los viajes, en el tránsito mejor dicho. Es ahí donde leo y veo. Si me subo un avión soy feliz porque sé que voy a estar concentrado a una única cosa y en soledad. Pero después me cuesta encontrar esos momentos y parar la cabeza

Sobre todo porque lo que lees siempre está en función de lo que estás filmando

Totalmente, especialmente cuando estás trabajando o dando algo para la visión de un otro, para un algo que quizás no es lo que vos crearías necesariamente, o que es tu deseo de lectura en el momento, pero esas son las negociaciones que uno hace. Tampoco sería feliz yo solo en una casa, con mil libros. No, yo no soy solo con libros (risas), yo soy con otros. Me encantaría poder vivir con calma y en ocio, pero la neurosis me juega en contra. Ésa es la contrapartida de actuar, creo: estar en sintonía todo el tiempo y todo el tiempo produciendo. 

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 ► [TRAILER] Les dejo el adelanto de Todos están muertos:

TODOS ESTÁN MUERTOS tráiler from AVALON on Vimeo.

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► [DE YAPA] Cómo fue el rodaje de la película de Beatriz Sanchis:

Making of TODOS ESTÁN MUERTOS - Lupe (Elena Anaya) from AVALON on Vimeo.

 

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¡BUEN MARTES PARA TODOS! En este día tenemos triple consigna: 1. Me gustaría que quienes hayan visto el film de Beatriz Sanchis dejen su apreciación sobre el mismo; 2. Por otro lado, y solo para quienes quieran responder, ¿a qué persona que perdieron en sus vidas les gustaría recordar en este post, si es posible compartiendo una imagen? En mi caso, quisiera recordar a mi tío, a quien perdí hace unos años 3. Asimismo, y como siempre al tratarse de una película melómana, habrá playlist; en este caso, la consigna es: grandes éxitos de sus bandas de cabecera para una lista de reproducción de hits; ¡como siempre, los leo! nos vemos mañana con un post sobre series canceladas y/o series que extrañamos; ¡que tengan un excelente martes!

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La última vez vimos el cine bajo la mirada de… EZEQUIEL ACUÑA

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