The Duke of Burgundy: Dónde se enseñará a ser feliz

“How you live your life is your business. But remember, our hearts and our bodies are given to us only once. Most of us can’t help but live as though we’ve got two lives to live, one is the mock-up, the other the finished version, and then there are all those versions in between. But there’s only one, and before you know it, your heart is worn” /

“Cómo vivís tu vida es tu asunto. Pero recordá que nuestros corazones y nuestros cuerpos nos son dados una sola vez. Muchos de nosotros no podemos evitar vivir como si tuviéramos dos vidas para hacerlo, una es el boceto y la otra es la versión final, y en el medio hay muchas otras. Pero no, en realidad solo hay una, y antes de que lo adviertas, tu corazón se habrá gastado”

Call Me by Your Name – André Aciman

Ella, Clarice Lispector, no enunció ese donde se enseñará a ser feliz de manera interrogativa sino más bien como una aseveración. Donde, no dónde. Sin embargo, ese extraordinario libro que compila lo más primitivo y brutal de su obra tiene como preámbulo su primer cuento publicado titulado “El triunfo”. Allí, en ese universo donde el encierro y la liberación pujan persistentemente, no hay aseveraciones posibles. La duda lo empaña todo. El donde indefectiblemente se convertirá en dónde. Para Clarice, en esas instancias de escritora en gestación, no hay un solo espacio para degustar la felicidad sino que esa sensación nos asalta a modo de pregunta. El dónde nos persigue. El dónde nos molesta. El dónde nos incomoda. Al fin y al cabo, no hay respuestas unívocas a su interpelación y si acaso llegáramos a encontrarlas, nuestra aseveración cambiaría de forma. The Duke of Burgundy es una historia sobre el deseo de triunfo (así, todo junto), pero al mismo tiempo es la historia del deseo y el triunfo a secas, cada uno posándose en veredas distintas. El realizador Peter Strickland no se detiene en las especificidades geográficas o temporales. Sus dos protagonistas parecen habitar una mansión europea en los setenta y en simultáneo sus interacciones no solo son escuetas sino que se encuentran desprendidas de referencias que las limiten a un contexto. En un bellísimo prólogo, una joven llamada Evelyn (Chiara D’Anna) ingresa a la imponente casa de Cynthia (Sidse Babett Knudsen) luego de un paseo en bicicleta que Strickland registra con una fusión de erotismo e ingenuidad, como suerte de presagio de los pormenores del vínculo entre ambas mujeres. Tras una breve conversación que opera como antesala de un juego de dominación y sumisión, se nos revelará que Evelyn y Cynthia no son dos extrañas sino una pareja en plena negociación de sus (contrapuestos) deseos. El director, a través de ese instante epifánico, pone a prueba ciertos preconceptos del espectador mediante lo lúdico. Cynthia no tiene por qué ser la dominante tan solo por ser la más adulta y Evelyn no tiene por qué ser la sumisa tan solo por ser la más joven. Nada está sellado. Nada está del todo dicho.

Las expectativas también se trastocan cuando The Duke of Burgundy no se presenta como una película sobre el sadomasoquismo – al menos no en un primer nivel de análisis – o como la respuesta arthouse al simplismo de Fifty Shades of Grey. Por el contrario, el film está mucho más cerca de Only Lovers Left Alive de Jim Jarmusch en su mirada a la dinámica de una pareja que, luego de un largo tiempo de permanecer unida, no abandona la necesidad de complacer los tan mutables requerimientos del cuerpo (y el corazón, como dice Aciman en la cita superior) a pesar de (re)conocerse casi de memoria. Mediante un conjunto de escenas de intimidad que evaden lo explícito – en el film no hay desnudez, los cuerpos están cubiertos de sofisticada ropa interior y nos son mostrados casi fuera de plano -, el film explora la temática de la búsqueda de la felicidad con el sexo casi como excusa, como un símbolo del hecho de ceder ante. El hastío de Cynthia ante las demandas de Evelyn (muchas de ellas planteadas con un bienvenido sentido del humor) se percibe en su expresivo rostro, uno que va contrayéndose a medida que su pareja no le permite respirar, disfrutar, vivir. Curiosamente, aunque es Evelyn quien solicita ser encerrada en un baúl como previa al sexo, será Cynthia quien se sofoque ante la falta de espontaneidad en esas escenas de su vida conyugal. En cuanto a esto, la película no se detiene en la consumación sino en cómo la incompatibilidad en el concepto de satisfacción puede romper la armonía. En una bucólica secuencia filmada en las afueras de la mansión, Cynthia se acerca a Evelyn, quien yace en un banco tomando sol, para invitarla a caminar y a tomar un helado. La respuesta de la joven aplasta cualquier posibilidad de actividad cándida. Ella prefiere dormir un rato porque a la noche, en ese baúl donde adquiere una falsa de sensación de sumisión, no podrá descansar debidamente. Su actitud es infantil y juguetona, su tono de voz exuda un completo desapego del padecimiento de su novia, quien termina por orquestar una sucesión de órdenes férreas para que Evelyn advierta dónde (nuevamente el dónde como pregunta y no como aseveración) está el límite entre la posesión efímera y la opresión definitiva. Como las propias polillas que ellas mismas estudian – The Duke of Burgundy es el nombre de una mariposa, Hamearis lucina, curiosamente el único mote masculino de un film en el que no hay hombres -, el triunfo del deseo tiene una clara fecha de caducidad porque cada día implora su renovación. “La atención tiene alas pero no se posa en ningún sitio” escribió Clarice en su primer cuento. Con su tercer largometraje y su imaginario entomológico, Strickland no habla tanto del sadomasoquismo como sí de las múltiples formas mediante las cuales dos personas pueden amarse. “I love you. I know I have a different way of showing it. But I love you” le asegura Evelyn a una extenuada Cynthia. Momentos después, tras un instante que parece ser onírico, la joven regresa a la mansión y toca el timbre. Su pareja la aguarda dentro – vestida según sus pedidos -, escucha el ruido y se alarma. Así, sin más, con un elocuente sonido, The Duke of Burgundy nos marca el ritmo de la felicidad, su naturaleza tambaleante y cómo lo egoísta de su experimentación puede quebrarnos con un solo aleteo. ♦

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► [TRAILER] Algunas imágenes de The Duke of Burgundy:

The Duke Of Burgundy / US Trailer from Intermission Film on Vimeo.

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► [ESCENA] Un momento del film de Peter Strickland:

First Clip: The Duke Of Burgundy from The Playlist on Vimeo.

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► [GALERÍA] 50 parejas poco convencionales del cine que han mencionado en los comentarios; ¡que la disfruten!:

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¡BUEN MARTES, MUCHACHADA! Para este post, dos consignas: 1. Explayarse sobre The Duke of Burgundy quienes la hayan visto 2. Armar una galería con parejas románticas poco convencionales que nos haya dado el cine; como siempre, espero sus aportes y los leo; ¡nos reencontramos mañana con el solicitado post de Películas “de bondi larga distancia” 😛 – ¡Los veo entonces! ¡Que tengan una excelente jornada!

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The Jinx: Un juego macabro

Hoy en Cinescalas escribe: Patricio Imbrogno

“Me interesan este tipo de historias de monstruos. Si averiguo que alguien está loco, es un maníaco o un asesino serial, siempre pienso que esa persona empezó en alguna parte. Empezó siendo una persona con esperanzas y sueños”. La frase pertenece a Andrew Jarecki, realizador de la excelente serie documental The Jinx – The Life and Deaths of Robert Durst que produjo la cadena HBO. El director le transmitió esa reflexión a un periodista durante el estreno de la película All Good Things, que también dirigió, y que está inspirada en la historia de Robert Durst, hijo de un magnate de bienes raíces neoyorkino, que se convirtió en el principal sospechoso de la desaparición de su esposa en 1982. Tiempo después de estrenarse el film, Durst se contactó con Jarecki para comentarle que le había gustado mucho la película y que tenía ganas de ser entrevistado. Sin dudarlo, Jarecki aceptó la propuesta y comenzó a preproducir lo que hoy en día es la serie documental más comentada del momento, no solo por su valor cinematográfico, sino también por su impacto en la vida real de los protagonistas.

Jarecki ya contaba con experiencia en el género documental. En 2003 filmó Capturing the Friedmans, un retrato de una familia estadounidense de clase media cuyo padre e hijo eran sospechosos de abusar menores. La película fue muy bien recibida y ganó el Gran Premio del Jurado en Sundance, además de ser nominada al Oscar. Si hay algo que caracteriza a Jarecki es su capacidad para entablar un vínculo muy cercano con los protagonistas. Sucedió con Arnold Friedman y también en este caso con Robert Durst. Seguramente esa cercanía le permite al realizador exprimir al máximo cada entrevista, tanto con los protagonistas como con el resto de las personas que componen el relato. No solo es un meticuloso narrador de historias, sino también un entrevistador incisivo, pero sutil. The Jinx está compuesta por seis episodios que reflejan los momentos más importantes en la vida de Durst, un hombre que cobró protagonismo no solo por la desaparición de su mujer sino también por ser sospechoso de la muerte de su amiga y portavoz Susan Berman en el 2000, y por haber asesinado y descuartizado a un vecino un año después en Galveston, Texas. A pesar de que es necesario ver la serie para conocer el detalle de cada caso, la lógica indica que una persona con semejantes antecedentes debería haber estado presa. No fue así, y si ven la serie entenderán por qué.

La infancia de Durst estuvo marcada por el suicidio de su madre y por la relación distante con su padre, lo que provocó posteriormente que éste lo elija a Douglas Durst, el hermano menor, como el sucesor en el trono del imperio inmobiliario. En esta parte del relato se explica la primera frase de esta nota. A Jarecki no solo le interesa contar el lado oscuro de un criminal sino también su historia y los diferentes sucesos que lo llevaron a convertirse en un monstruo. Uno podría pensar que esta intención roza la búsqueda de justificación, pero no es el caso. Con la frialdad de un cirujano, el director hace un retrato profundo y complejo que escapa de la mera caricatura de un criminal. La serie hace hincapié en los tres casos que lo llevaron a Durst a la tapa de los diarios más importantes de Estados Unidos. Primero se revela la conflictiva y violenta relación con su esposa, que derivaría en su desaparición; luego se explica el vínculo con Susan Berman, hija de un mafioso, que se convierte en su confidente y posteriormente en su víctima; y por último se le dedica un espacio importante al insólito juicio al que fue sometido tras dispararle a un vecino, desmembrarlo y tirar sus partes al río.

El documental tiene como eje la entrevista a Durst, y a su vez combina de manera armoniosa material de archivo (programas de televisión, diarios, audios, cámaras de seguridad); entrevistas a personas allegadas, a investigadores y abogados a cargo de los diferentes casos, y a familiares y amigos de las víctimas; representaciones de algunas situaciones relevantes, como los crímenes; e imágenes del detrás de escena de la filmación, en donde se ve a Jarecki y sus colaboradores diagramando cada paso a seguir. El uso de la música y la edición le dan a la serie un ritmo vertiginoso y dinámico, pero también provocan la intensidad y la tensión suficiente como para generar un clima dramático, denso y cuasi terrorífico sobre el final. Da la sensación que luego de seis capítulos, uno logra descifrar al menos una parte de la macabra personalidad de Robert Durst, una personalidad que se ve reflejada en sus gestos al decir una mentira – como tocarse la cara, rascarse el pelo, toser o mover los ojos – y en sus extrañas reacciones ante ciertas preguntas. A lo largo de la entrevista que le realiza Jarecki y también al ver sus testimonios a través de los años (siempre ante autoridades, nunca a periodistas) pareciera que Durst estuviera jugando todo el tiempo, como si quisiera que lo descubran, como si prefiriera dejar pistas, migajas de pan que deben ser recogidas para que en su conjunto puedan darle algún tipo de sentido a esta historia. Es como si fuera al mismo tiempo un criminal y un niño que practica un juego macabro y que sabe que no puede ser incriminado. Durst camina durante casi treinta años a lo largo de una fina línea que separa a la obviedad de la sutileza. Esa capacidad de equilibrio se la da su inteligencia, pero también su rol de miembro de una sociedad en la que la justicia muchas veces está sometida al poder económico.

Por Patricio Imbrogno

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► [TRAILER 1] Un pequeño adelanto de The Jinx de Andrew Jarecki:

The Jinx The Life and Deaths of Robert Durst from Malgosia Turzanska on Vimeo.

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► [TRAILER 2] Una mirada al film All Good Things:

All Good Things Trailer from Magnolia Pictures & Magnet on Vimeo.

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► [GALERÍA] 30 documentales y/o películas basadas en hechos reales que recomendaron en este post:

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¡BUEN LUNES PARA TODOS! Arrancamos una nueva semana del blog para debatir The Jinx de Andrew Jarecki; para quienes no la hayan visto, dejo la siguiente consigna: hablemos de los documentales y/o películas de ficción basadas en hechos reales que más los hayan impactado; yo menciono el documental citado por Patricio en su nota, el brillante Capturing the Friedmans; ¡los espero en los comentarios! Nos reencontramos mañana para hablar de The Duke of Burgundy y las mejores parejas “freaks” del cine; ¡hasta entonces, muchachada!

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*EL RECORDATORIO DE CADA LUNES:

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 La última vez escribió Jimena Guerra Morán sobre… I ORIGINS

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En un mes: NO ESTÁS SOLO EN ESTO en Mendoza

¡Buen jueves para toda la muchachada! En vísperas de mi cumpleaños (mañana 31) recibí la grata noticia de que No estás solo en esto va a seguir su recorrido en festivales. El documental se proyectará el miércoles 26 de agosto en el marco de la séptima edición de Mirada Oeste, el Festival de Cine de Godoy Cruz, Mendoza. Ese mismo día daré una charla sobre crítica cinematográfica 2.0. y manejo de comunidad web en el Auditorio de la Biblioteca Manuel Belgrano, y posteriormente se exhibirá mi película. No quería dejar de agradecer a los organizadores del festival y a Laura Ferreyra, quien con el Cineclub Stocco siempre apoyó a No estás solo en esto desde sus etapas embrionarias. Por otro lado, quería compartir que en breve el documental se proyectará en Capital Federal también (cuenta pendiente, si las hay), pero esa info me la guardo para las próximas semanas. Les mando un saludo grande, les agradezco por todo lo que hicieron por el documental en cada una de sus instancias, y desde ya que si hay lectores del blog en Mendoza me lo hacen saber sin falta. ¡Hasta el lunes muchachada! Que tengan todos un excelente día. PD.1 Para el que quiera escuchar, y como todos los jueves, estaré hablando de cine en Hoy es Mejor de RadioYPunto, en esta oportunidad sobre los altibajos del cine de Tom Cruise. Acá mismo pueden sintonizar. PD.2 Recuerden que la base de datos de Cinescalas se actualiza semanalmente y está disponible para descargar en PDF y otros formatos en este link. Ahora sí, ¡hasta pronto!

Inside Out: Hay que vivir en lo inhabitable

Ilustración gentileza de miitoonscomics.tumblr.com

“I’ll just say this: Nobody can guarantee that is going to be okay, but – and I don’t know if this will be comforting to anyone else – the possibility exists that there is a piece of corn on a floor somewhere that will make you just as confused about why you are laughing as you have ever been about why are you depressed. And even if everything still seems like hopeless bullshit, maybe is just pointless bullshit or weird bullshit or maybe not even bullshit. I don’t know. But when you’re concerned that the miserable boring wasteland in front of you might stretch all the way into forever, not knowing feels strangely hope-like” /

“Solo diré esto: nadie te puede garantizar que todo va a estar bien pero – y no sé si esto va a consolar a los demás – existe la posibilidad de que haya un grano de maíz en el piso en algún lugar que te confundirá tanto acerca de por qué te estás riendo como acerca de por qué estás depresivo. Y si todo parece ser una mierda sin salida, quizás sea una mierda sin sentido o una mierda extraña o quizás ni siquiera una mierda. No lo sé. Pero cuando estés preocupado por si el camino miserable y aburrido se extenderá hasta el infinito, pensá que el hecho de no saber se sentirá raramente esperanzador” 

Hyperbole and a Half – Allie Brosh 

En medio de una crisis depresiva, Allie Brosh comenzó a esbozar en su blog ideas preliminares de lo que luego sería su primera publicación, Hyperbole and a Half. Los bocetos no estaban ligados estrictamente a lo literario o discursivo. Brosh ilustraba sus pensamientos con la figura de un álter ego sin forma humana ni aspecto animal, pero con la indefinición como su rasgo predominante. El subtítulo de su libro es bastante revelador respecto al lugar en el que se posiciona Brosh en relación a su experiencia: “unfortunate situations, flawed coping mechanisms, mayhem and other things that happened”. En efecto, las situaciones desafortunadas, las fallas en el mecanismo de autodefensa, el Apocalipsis (microscópico) que circunda con persistencia y todas “esas otras cosas” que sucedieron en la vida de Brosh están presentadas con una cuota de catástrofe perfectamente reconocible (porque, seamos sinceros, lo que nos pasa a nosotros siempre va a ser “lo peor”). Para la autora, ser invitada a un evento social tenía el poder de convertirse en lo más cercano a un desastre en su perfectamente resguardado estado de lamento. ¿Cómo funcionar en lo social cuando hasta una reacción debe ser premeditada? ¿Cómo funcionar en lo social cuando la fluidez en la conducta ajena opera como recordatorio de nuestras imposibilidades para activar del mismo modo? En un divertido y alarmante pasaje (ambas cualidades se hermanan justamente por lo hiperbólico [y medio] del relato), Brosh describe cómo levantarse del sillón era tan complejo que debía ponerse una recompensa para que el acto deje de ser forzoso. En consecuencia, agarraba su bicicleta para ir al videoclub y alquilar una decena de películas y comprar una decena de golosinas con el propósito de volver al sillón pero habiendo adquirido una sensación nueva. Sin embargo, dicha sensación de triunfo le dura poco y el mantra “nothing can do anything to me” explota como un globo. Brosh define estos episodios poniendo como contraejemplo un estado de mantenimiento de la conducta que muchos hospedan dándolo por sentado: la motivación. “Most people can motivate themselves to do things simply by knowing that those things need to be done. But not me. For me, motivation is this horrible, scary game where I try to make myself do something while I actively avoid doing it. If I win, I have to do something I don’t want to do. And if I lose, I’m one step closer to ruining my entire life. And I never know whether I’m going to win or lose until the last second”. Es decir que, si la motivación se esfuma, si el espectro de posibilidades que surge con cada día se anula, si lo atractivo de la incertidumbre está cubierto por el desgano, no queda mucho a lo que aferrarse y el desamparo gana la pulseada. Según Brosh, aquello que la salvó de una depresión menos controlada fue la combinación del miedo y la vergüenza, una dupla totalmente arbitraria, como generalmente funcionamos todos: “They are my source of inspiration, my insurance against becoming entirely unacceptable (…) I’m still hoping that perhaps someday I’ll learn how to use willpower like a real person, but until that very unlikely day, I will confidently battle toward adequacy, wielding my crude skill set of fear and shame”. Lo que hace de su relato uno valiente, devastador pero eventualmente hilarante (Hyperbole and a Half es, ante todo, un gran cómic) es la honestidad con la que se nos expone una situación en la que probablemente muchos nos hemos encontrado y que en la película que nos ocupa – Inside Out – tiene su representación correspondiente: qué sentimiento pulsar de nuestra consola de control. Como bien muestra la reciente producción de Pixar, la consola no descansa. Cada día nos representa una dificultad o un reto respecto a qué elemento tomar para sobrellevar un episodio. Anoche, por ejemplo, tuve una pesadilla. La misma involucraba a dos personas, a dos pérdidas que sufrí recientemente. Me desperté angustiada, luego caí en la ira advirtiendo que no era la solución a nada, y finalmente traté de concentrarme en todo lo que gané este año para contrapesar esas carencias. “I have a subconscious list of rules for how reality should work. I did not develop these rules on purpose, and most of them don’t make sense” escribe Brosh y adhiero a eso. Lo que obtuve no reemplaza lo que perdí, no hay coherencia pura en mi proceder, pero quién me puede decir que mi control de la consola es el equivocado si a mí me ayuda a salir del laberinto del pensamiento. Todos tenemos esa suerte de clika de reglas para lidiar con una realidad que está siempre adelantada a nuestra forma de procesar (“reality doesn’t give a shit about my rules, and this upsets me”), con una realidad que, queramos o no, suele apurarnos, suele exigirnos lo resolutivo.

Mientras sobrellevaba otro día de autocompasión y desprotección, Allie Brosh se detuvo a mirar unos granos de maíz que habían quedado en el suelo de su cocina, sin barrer, formando una imagen grotesca que le dio cierta gracia. La autora cuenta que se empezó a reír ante ese panorama y que ése (sí, ése) fue el primer paso para pulsar la esperanza interior. Lo magistral de ese microrelato es que no alude a la esperanza desde el cliché de lo abstracto, sino que puntualiza en su concreción más aleatoria. Así como a Brosh le hizo reír algo completamente mundano, a otra persona le servirá sentarse debajo de un determinado árbol, ver a su hijo jugar en el parque o mirar una de esas decenas de películas que a Brosh, en cambio, no le funcionaron como antídoto. Que nuestra seguridad no esté garantizada, que no sepamos con certeza qué es lo que va a impulsar en nosotros la necesidad de mejorar, que no haya una sola forma de lidiar con imprevistos es (¿indiscutiblemente?) algo bueno. En la posibilidad, en el “quizás”, en el “puede ser”, en el “por ahí sí” es donde reside el inicio del cambio. Inside Out se mueve en el quizás desde el primer momento en el que su protagonista Riley abre los ojos. La incerteza de cómo se irá construyendo su vida halla su equivalente en ese mundo, en ese archipiélago en el que radican sus emociones. Lo mismo sucede cuando ella crece y, en uno de los momentos más oscuros del film, toma un colectivo para revivir sus días felices en Minnesota. A la película le interesa explorar el qué hubiese pasado si… porque le interesa la fluctuación predominante de las posibilidades. De esta manera, nos obliga a detenernos en uno de los dilemas más difíciles de resolver. ¿Qué hacer ante una situación angustiante? Porque algo hay que hacer. Así como escapar en un colectivo es una de las opciones para Riley (algo que el film muestra con opresión y una sensación de peligro quizás un tanto extrema), el quedarse en su casa y comunicarse con sus padres es otro instrumento más de un amplio espectro. Inside Out no anula mutuamente las alternativas, es consciente de la velocidad con la que el pensamiento pendula de un lado hacia otro y de cómo en pocos minutos el día puede terminar tan distinto según el veredicto que haya dado nuestra mente ante la disyuntiva.

El núcleo argumental del film – la mencionada Riley es forzada a mudarse y dejar atrás su escuela, amigos, rutina en general – es aprehendido por Pixar para ejecutar una de las mejores historias sobre (ni más ni menos que) el control. Es cierto que el cariño y contención familiar que recibe Riley desde su nacimiento es lo que posteriormente hará que su mente se incline hacia el lado de la sinceridad, pero también es cierto que no todos pueden detenerse en esos pequeños gestos de salvación (como vemos en la extraordinaria secuencia del abrazo arriba de un árbol) y que controlar el accionar requiere una voluntad que el volvernos adultos no nos garantiza. Inside Out dialoga con Toy Story 3 – a mi criterio, lo más sobresaliente de Pixar – en la forma en la que expone cómo esos granos de maíz que encontró Allie Brosh en su cocina nos acompañan como escalones de crecimiento. Un juguete nos sirve para entretenernos hasta que después nos resulta demasiado pequeño para esos nuevos huecos que hay que llenar o esas nuevas necesidades que hay que satisfacer. Y así como la metáfora de la alegría aunada con la tristeza (con la voz de una brillante Phyllis Smith) sobrevuela la totalidad de Inside Out, Bing Bong acaso sea el personaje que mejor ilustra esa sucesión de pasos que damos en vistas de madurar (“she’s so big now; she won’t fit in my rocket; how’re we gonna get to the moon?”), en vistas de advertir que lo que fue importante en un momento seguirá siéndolo mientras nos constituya como personas. Yo no recuerdo todos mis juguetes, pero sí sé que el haber pasado muchas tardes en su compañía en algún lado de mi cabeza todavía resuena, en algún lado todavía pulsa mi botón motivacional. “I remember being endlessly entertained by the adventures of my toys, I didn’t understand why it was fun for me, it just was; but as I grew older, it became harder and harder to access that expansive imaginary space that made my toys fun; I remember looking at the them feeling sort of frustrated and confused that things weren’t the same” también escribe Brosh en Hyperbole and a Half. Lo extraordinario de Inside Out es cómo sus personajes – especialmente la alegría y la tristeza – se embarcan en una odisea atravesada por viajes-dentro-de-viajes, por saltos de un espacio a otro (siendo el escenario abstracto el que revela que estamos ante un film dirigido a un público adulto), para terminar de forjarse como un parábola sobre los distintos estadios de la existencia más realista que optimista. Hace unos años y en una entrevista que formaría parte de El grano de la voz, Roland Barthes aseguraba que hay que alojarse en lo inhabitable para que el hecho de vivir sea un poco más soportable, abordable, sondable: “en esto andamos metidos, así anda el mundo y no anda bien”. Las lágrimas que brotan de los ojos de Riley cuando finalmente se permite hacer catarsis ilustran no solo esa aceptación de la tristeza sino también la seguridad de que ese duelo, en ese segundo, y con ese abrazo, va a convertirse, a futuro, en un grano de maíz que la hará reír, en un recuerdo que le permitirá salvarse quién sabe dónde, quién sabe de qué, quién sabe en qué otra etapa de su vida. ◄  

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► [ADELANTO] El trailer de Inside Out de Pete Docter:

Inside Out Movie Trailer from CinepaxCinemas on Vimeo.

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► [ESPECIAL] Las emociones en el cine de Pixar:

Emotions Of Pixar from Lindsay McCutcheon on Vimeo.

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¡BUEN MIÉRCOLES, MUCHACHADA! Para este post, tres consignas: 1. Explayarse sobre Inside Out de Pete Docter 2. Asimismo, los invito a hacer un ranking de mayor a menor de las películas de Pixar 3. Nos ponemos más personales para compartir cuáles son las emociones que sienten que los definen particularmente y cómo describirían su personalidad/carácter; ¡como siempre, los leo! Nos reencontramos el lunes con un post sobre la serie The Jinx, aunque mañana aparezco por acá con una noticia; que tengan todos un excelente fin de semana; ¡hasta entonces!

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Spy: A mi manera

“Something must and will happen to throw a hero in her way” – Jane Austen (Northanger Abbey)

En una escena de Freaks and Geeks – esa serie de culto creada por Paul Feig a fines de los noventa -, Lindsay Weir se sienta, visiblemente molesta, ante la presencia de Frank Rosso, su consejero escolar. Al considerar a su reciente preocupación como una circunstancial y proclive a lo efímero, la estudiante evade las preguntas de Rosso amparada en un escritorio que los separa. Sin embargo, producto de su elasticidad profesional, Rosso se levanta para quebrar distancias y se acerca a ella con una propuesta: “from now on I’m not Mr. Rosso, guidance counselor, I’m Jeff, a friend who cares (…) and you are Lindsay, a girl who seems that she might need a friend”. Así, todo aquello que inquieta a la joven puede ser expulsado hacia afuera cuando su interlocutor no se posiciona en el lugar dominante. Rosso no absorbe la información como quien aguarda sacar provecho de su ventaja (más años vividos equivalen a mayor sabiduría) sino como quien encuentra en una figura adolescente una forma de aprehender una época ya perdida. Mejor dicho: como quien efectivamente recupera lo fugaz (“i was a kid once too”). Desde el título de la serie hasta esas situaciones mundanas e íntimas entre dos personajes, Feig no solo revierte las nomenclaturas (freak, geek, alumno, profesor) en un interesante ejercicio sobre lo arbitrario, sino que expone cómo todos esos motes nunca estarán prefijados. La identidad se construye a través de varias capas. La identidad muta con el poder de lo eventual. La identidad, en síntesis, evoluciona. En The Heat, la comedia predecesora de Spy, su realizador se vale de una sola escena para mostrarnos cómo Shannon Mullins (Melissa McCarthy), la mujer menos convencionalmente bella para algunos, es la que más disfruta del sexo casual sin compromisos y quien declina ofertas de una relación seria. Como contrapunto está su compañera Sarah Ashburn (Sandra Bullock), quien todavía adolece por sus años como paria y se roba un gato para sentirse un poco menos sola. Tanto en Freaks and Geeks como en The Heat, esos momentos operan en dos niveles: el gag cómico funciona en uno, y la humanidad del personaje reluce en otro. Feig no descansa en el efectismo ni hace abuso del género para una vacua sucesión de chistes. Feig siempre está un paso por delante de las convenciones.

En Spy, la identidad vuelve a cobrar espesor desde lo argumental: Susan Cooper, una analista de la CIA, se ve impulsada a dejar el trabajo de escritorio para desempeñar su tarea en el campo, reemplazando lo teórico por lo práctico. Como bien asegura la cita superior de Jane Austen, un héroe adquiere tal cualidad cuando un hecho lo empuja a la acción. Para Susan, la pérdida de un compañero/objeto de afecto es lo que la ubica en otro camino, uno menos sedentario y esquemático, uno más sinuoso y personal. Feig aborda dicha transición haciendo hincapié en cómo Susan abandona el mundo visto a través de una computadora (al impartir consejos a los demás, ella absorbe esa adrenalina) para reconocerlo con su mirada única (al aplicar su propia inteligencia, la adrenalina ajena ya no le es necesaria). En una actuación símil Robert Downey Jr. en Tropic Thunder, McCarthy interpreta a Susan basándose en esa multiplicidad de planos que caracteriza al cine de Feig, con el desconcierto propio de quien adopta varias (e hilarantes) identidades, al tiempo que debe preservar su propio instinto a la hora de actuar. Por lo tanto, Spy se presenta primero como una parodia del género (la brillante intervención de Jason Statham está puesta al servicio de dicho recurso) para luego convertirse en un bienvenido exponente aggiornado del mismo, trastocando las apariencias con un gran número de vueltas de tuerca. Asimismo, y como ocurría en el final de Bridesmaids con la aparición de la banda Wilson Phillips como ofrenda de reconciliación, en Spy a la amistad entre mujeres se la ubica en un sitial privilegiado, aplastando las subtramas románticas. Por lo tanto, al final del día, la fugaz mirada cómplice entre Susan y su mejor amiga Nancy (una excelente Miranda Hart) es todo un símbolo de cómo una posible cita con un hombre idealizado no vale tanto como una charla entre pares. “If the worst thing in your life is somebody makes you go to a dance, then I’d say you have a pretty good life” asevera Rosso en otro episodio de Freaks and Geeks. Spy habla precisamente sobre eso. Sobre el júbilo que provee dejar de ser el sujeto observador de un baile x para convertirse en partícipe, sobre destrozar las etiquetas que surgen de manera temprana (tanto Susan como Rayna están marcadas por las palabras de sus desalentadores padres) y sobre advertir que la única aprobación que necesitamos la vamos a encontrar a medida que actuemos. Actuar desprolija, torpe, con desconfianza, con pavor, con dudas, pero actuar al fin. Sin voces de terceros en el oído. Solos con el instinto. Moverse así, a la manera de uno. 

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► [ESCENA 1] Melissa McCarthy y Jason Statham en Spy:

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► [ESCENA 2] Melissa McCarthy y Miranda Hart en el film de Paul Feig:

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 ► [GALERÍA] 60 citas de sus comedias favoritas; ¡que las disfruten!:

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¡BUEN MARTES PARA TODOS! Dos consignas para este día: 1. ¿Qué les pareció Spy de Paul Feig y cuáles son sus actuaciones favoritas de Melissa McCarthy? 2. Por otro lado, hablemos de sus comedias preferidas (reuniré sus aportes en una galería, como siempre) y de cuál es su clase de humor predilecto; los invito a dejar sus Top Five del género y a mencionar los mejores exponentes de los últimos años; ¡espero sus comentarios! Mañana le llega el turno a lo mejor de Pixar + apuntes sobre Inside/Out; ¡hasta entonces! PD. Gracias a todos por la paciencia que me tuvieron en estos días, ya ando mejor de salud y además con buenas noticias que compartiré en breve; ¡los leo!

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