“How you live your life is your business. But remember, our hearts and our bodies are given to us only once. Most of us can’t help but live as though we’ve got two lives to live, one is the mock-up, the other the finished version, and then there are all those versions in between. But there’s only one, and before you know it, your heart is worn” /
“Cómo vivís tu vida es tu asunto. Pero recordá que nuestros corazones y nuestros cuerpos nos son dados una sola vez. Muchos de nosotros no podemos evitar vivir como si tuviéramos dos vidas para hacerlo, una es el boceto y la otra es la versión final, y en el medio hay muchas otras. Pero no, en realidad solo hay una, y antes de que lo adviertas, tu corazón se habrá gastado”
Call Me by Your Name – André Aciman
Ella, Clarice Lispector, no enunció ese donde se enseñará a ser feliz de manera interrogativa sino más bien como una aseveración. Donde, no dónde. Sin embargo, ese extraordinario libro que compila lo más primitivo y brutal de su obra tiene como preámbulo su primer cuento publicado titulado “El triunfo”. Allí, en ese universo donde el encierro y la liberación pujan persistentemente, no hay aseveraciones posibles. La duda lo empaña todo. El donde indefectiblemente se convertirá en dónde. Para Clarice, en esas instancias de escritora en gestación, no hay un solo espacio para degustar la felicidad sino que esa sensación nos asalta a modo de pregunta. El dónde nos persigue. El dónde nos molesta. El dónde nos incomoda. Al fin y al cabo, no hay respuestas unívocas a su interpelación y si acaso llegáramos a encontrarlas, nuestra aseveración cambiaría de forma. The Duke of Burgundy es una historia sobre el deseo de triunfo (así, todo junto), pero al mismo tiempo es la historia del deseo y el triunfo a secas, cada uno posándose en veredas distintas. El realizador Peter Strickland no se detiene en las especificidades geográficas o temporales. Sus dos protagonistas parecen habitar una mansión europea en los setenta y en simultáneo sus interacciones no solo son escuetas sino que se encuentran desprendidas de referencias que las limiten a un contexto. En un bellísimo prólogo, una joven llamada Evelyn (Chiara D’Anna) ingresa a la imponente casa de Cynthia (Sidse Babett Knudsen) luego de un paseo en bicicleta que Strickland registra con una fusión de erotismo e ingenuidad, como suerte de presagio de los pormenores del vínculo entre ambas mujeres. Tras una breve conversación que opera como antesala de un juego de dominación y sumisión, se nos revelará que Evelyn y Cynthia no son dos extrañas sino una pareja en plena negociación de sus (contrapuestos) deseos. El director, a través de ese instante epifánico, pone a prueba ciertos preconceptos del espectador mediante lo lúdico. Cynthia no tiene por qué ser la dominante tan solo por ser la más adulta y Evelyn no tiene por qué ser la sumisa tan solo por ser la más joven. Nada está sellado. Nada está del todo dicho.
Las expectativas también se trastocan cuando The Duke of Burgundy no se presenta como una película sobre el sadomasoquismo – al menos no en un primer nivel de análisis – o como la respuesta arthouse al simplismo de Fifty Shades of Grey. Por el contrario, el film está mucho más cerca de Only Lovers Left Alive de Jim Jarmusch en su mirada a la dinámica de una pareja que, luego de un largo tiempo de permanecer unida, no abandona la necesidad de complacer los tan mutables requerimientos del cuerpo (y el corazón, como dice Aciman en la cita superior) a pesar de (re)conocerse casi de memoria. Mediante un conjunto de escenas de intimidad que evaden lo explícito – en el film no hay desnudez, los cuerpos están cubiertos de sofisticada ropa interior y nos son mostrados casi fuera de plano -, el film explora la temática de la búsqueda de la felicidad con el sexo casi como excusa, como un símbolo del hecho de ceder ante. El hastío de Cynthia ante las demandas de Evelyn (muchas de ellas planteadas con un bienvenido sentido del humor) se percibe en su expresivo rostro, uno que va contrayéndose a medida que su pareja no le permite respirar, disfrutar, vivir. Curiosamente, aunque es Evelyn quien solicita ser encerrada en un baúl como previa al sexo, será Cynthia quien se sofoque ante la falta de espontaneidad en esas escenas de su vida conyugal. En cuanto a esto, la película no se detiene en la consumación sino en cómo la incompatibilidad en el concepto de satisfacción puede romper la armonía. En una bucólica secuencia filmada en las afueras de la mansión, Cynthia se acerca a Evelyn, quien yace en un banco tomando sol, para invitarla a caminar y a tomar un helado. La respuesta de la joven aplasta cualquier posibilidad de actividad cándida. Ella prefiere dormir un rato porque a la noche, en ese baúl donde adquiere una falsa de sensación de sumisión, no podrá descansar debidamente. Su actitud es infantil y juguetona, su tono de voz exuda un completo desapego del padecimiento de su novia, quien termina por orquestar una sucesión de órdenes férreas para que Evelyn advierta dónde (nuevamente el dónde como pregunta y no como aseveración) está el límite entre la posesión efímera y la opresión definitiva. Como las propias polillas que ellas mismas estudian – The Duke of Burgundy es el nombre de una mariposa, Hamearis lucina, curiosamente el único mote masculino de un film en el que no hay hombres -, el triunfo del deseo tiene una clara fecha de caducidad porque cada día implora su renovación. “La atención tiene alas pero no se posa en ningún sitio” escribió Clarice en su primer cuento. Con su tercer largometraje y su imaginario entomológico, Strickland no habla tanto del sadomasoquismo como sí de las múltiples formas mediante las cuales dos personas pueden amarse. “I love you. I know I have a different way of showing it. But I love you” le asegura Evelyn a una extenuada Cynthia. Momentos después, tras un instante que parece ser onírico, la joven regresa a la mansión y toca el timbre. Su pareja la aguarda dentro – vestida según sus pedidos -, escucha el ruido y se alarma. Así, sin más, con un elocuente sonido, The Duke of Burgundy nos marca el ritmo de la felicidad, su naturaleza tambaleante y cómo lo egoísta de su experimentación puede quebrarnos con un solo aleteo. ♦
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► [TRAILER] Algunas imágenes de The Duke of Burgundy:
The Duke Of Burgundy / US Trailer from Intermission Film on Vimeo.
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► [ESCENA] Un momento del film de Peter Strickland:
First Clip: The Duke Of Burgundy from The Playlist on Vimeo.
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► [GALERÍA] 50 parejas poco convencionales del cine que han mencionado en los comentarios; ¡que la disfruten!:
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¡BUEN MARTES, MUCHACHADA! Para este post, dos consignas: 1. Explayarse sobre The Duke of Burgundy quienes la hayan visto 2. Armar una galería con parejas románticas poco convencionales que nos haya dado el cine; como siempre, espero sus aportes y los leo; ¡nos reencontramos mañana con el solicitado post de Películas “de bondi larga distancia”
– ¡Los veo entonces! ¡Que tengan una excelente jornada!
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