Me sucede algo al escribir: cuando necesito expresar una serie de cosas (sentimientos, puntos de vista, etc.) sabiendo que tengo mucho para decir, las palabras salen solas, como si la profusión fuera algo natural, como si no hubiera un punto final aguardando. Sin embargo, cuando he tenido que escribir ajustándome a una cierta cantidad de palabras y pautas, mi mente quedaba en blanco. Solía, en mis estudios de crítica de cine, autoreprocharme el no poder lograr lo que es, sin lugar a dudas, lo más difícil: decirlo todo con casi nada. La escena de hoy consigue eso. Es un ejemplo de cómo el poder de síntesis hace presión en los lugares adecuados y de cómo el conmover no necesita ni de grandes declaraciones ni de minutos eternos. Lo más simple se muestra mediante gestos de unidad como el pintar un buzón, o mediante el retrato del dolor, con esos dos sillones de los cuales uno queda vacío. Esta escena que les dejo (la mejor del film, sin dudas) es bella y triste al mismo tiempo porque condensa todo lo que en la vida pasa sin que ninguno de nosotros pueda librarse de ello. Así como llega el amor, llega la pérdida. Como llega un sueño en común, llega la resignación de tener que llevarlo a cabo solo. Como llega la muerte, llega también un vínculo nuevo para salvarte. Up se mueve en ese círculo, en ese terminar y empezar algo. En lo doloroso que resultan las despedidas, pero también en la magia de los recibimientos.
Mirá esta secuencia de la película:
¿Qué opinan de Up? ¿Les parece una de las mejores películas de animación de los últimos años?
—————————————–
[OFF TOPIC]: Les cuento que a partir de mañana me tomaré unas mini vacaciones (ya les contaré las razones, denme tiempo); ¡gracias por la paciencia infinita y nos vemos el lunes 16!
* RECUERDEN QUE SI QUIEREN SEGUIR LAS NOVEDADES DE CINESCALAS POR FACEBOOK, ENTREN AQUÍ. Y CLICKEEN EN EL BOTÓN DE “ME GUSTA” ¡GRACIAS!
Están advertidos: voy a hacer una asociación libre permeable al ridículo.
Si bien cierta impronta de Ryan Murphy en sus productos televisivos y cinematográficos llega a irritarme – el regodeo en varios temas que cruza desde Nip/Tuck hasta Running with Scissors, por ejemplo -, le puedo llegar a reconocer algo: el hombre está atento a qué opina la audiencia de sus líneas narrativas y, en consecuencia, incorpora en ellas todo lo que anda pululando por los fandoms. Así es como en Glee se permite jugar con la química entre Dianna Agron y Lea Michele, porque sabe que del otro lado hay una gran cantidad de público que espera que de esa unión amistosa salga algo por debajo. ¿Qué tendrá que ver eso con la película del post de hoy?, se preguntarán. Más allá de que les advertí de la asociación libre, la idea es algo simple. Vi Sherlock Holmes: A Game of Shadows y noté (créanme, es imposible no hacerlo) cómo Guy Ritchie, en esta segunda vuelta, recarga aún más las tintas sobre el subtexto de tensión homoerótica entre Holmes y Watson. Así, el film va transcurriendo en una suerte de ida y vuelta entre ellos con fuerte grado de flirteo y provocación, ya quizás sin ánimo de esconder cualquier clase de doble interpretación. Eso, a su vez, me dejó pensando en cuántas películas, canciones y, sobre todo, novelas (recuerdo, para el caso, El cuarto de atrás y su lectura subyacente de la posguerra), han sido construídas en base al subtexto, en base a todo aquello en lo que, tras un cascarón a punto de desquebrajarse, parecen esconderse todas las respuestas, todos los mensajes (in)directos.
¿Qué opinan de la saga de Sherlock Holmes? ¿Qué otras películas con mensajes subliminales, de cualquier tipo y factor, podrían sumar a este post? ¡Dejen sus comentarios!
* RECUERDEN QUE SI QUIEREN SEGUIR LAS NOVEDADES DE CINESCALAS POR FACEBOOK, ENTREN AQUÍ. Y CLICKEEN EN EL BOTÓN DE “ME GUSTA” ¡GRACIAS!
“A veces el destino te pone algo enfrente por una razón”, dice Javier Weyler, un rato antes de salir a tocar con Stereophonics. Nacido en Argentina pero criado en Venezuela, su recorrido musical no estuvo exento de momentos bisagra, esos que literalmente de un segundo al otro te modifican el camino que creías inalterable. Cuando después habló de Londres como la ciudad que le dio la mayor cantidad de sorpresas, pensé en cuánto sentido tenía que yo, por un hecho ¿casual? haya terminado a su lado hablando en el Shepherd’s Bush Empire, y después viendo a una de mis bandas de los ‘90/’00. Lo que le sucedió a Javier también tiene mucho de impredecible, y eso se nota en su manera de repensar toda una historia signada por una suerte de efecto dominó que generó que, desde hace ocho años, sea pieza clave del grupo de Kelly Jones, el hombre de la voz carrasposa, tan bella e imperfecta. Javier pisó Londres en el 2000 para estudiar Ingeniería de Sonido. Cuatro años después, estaba atrás de la batería acompañando esta canción, esta otra y esta también. ¿Qué pasó en el medio? “En uno de los estudios donde trabajaba vino la banda para hacer demos de You Gotta Go There to Come Back, me hice amigo de todos y después me pidieron que colabore con algo de percusión. Cuando terminaron la gira, volvieron al estudio y terminé tocando la batería para Language. Sex. Violence. Other?”, cuenta Weyler.
La pregunta obligada fue cómo se integró a una banda ya consolidada, ante lo que Javier fue claro: “Fue raro y natural al mismo tiempo. Natural porque ya éramos amigos, nos conocíamos mucho de tanto tiempo que habíamos pasado juntos. Eso ayudó al ambiente de trabajo. Pero también fue raro porque justamente de ser amigos pasamos a tocar, fue bizarro porque de ser asistente de ingeniería estaba de repente componiendo cinco canciones con Kelly”. La presencia de Jones liderando la banda es incuestionable, su reputación previa también es imposible de ignorar, pero es quizás ese aire de superioridad y ese temperamento lo que hacen del cantante de Stereophonics un frontman magnético. “Yo no lo conocía tanto a Kelly, como tampoco a la banda”, se sincera Javier. “Pero cuando llegué a Inglaterra y los vi en el programa de Jools Holland tocando ‘Mr. Writer’, cambió todo”. Así fue cómo volvimos a eso de cómo Londres es el lugar donde todos los días te espera algo distinto, donde los momentos se van dando con esa naturalidad de la que hablaba Javier, donde tu destino finalmente te termina encontrando. “Me vine para acá por una motivación cultural, sentía que debía estar en este lugar, que pertenecía a él. Esta es una ciudad a la que se ama o se odia. Yo tuve la suerte de conocer gente que de otro modo no hubiese conocido, más aún siendo latinoamericano, es como que uno no la termina de creer, eso me sigue pasando incluso después de más de una década”. El factor sorpresa (mejor dicho, el no perderlo) es lo que impulsa a Weyler a seguir valorando cada imprevisto que le da su carrera, como tocar junto a Paul Weller.“Todo lo que me pasó viene siendo increíble, especialmente el conocer a gente a quien admirás”.
Uno creería que teniendo ya un presente musical consolidado, y en una de las ciudades más importantes del mundo, Javier no tendría la necesidad de mirar hacia atrás y rever su pasado con Claroscuro en Venezuela. Pero no es el caso. “Cuando yo vine a Londres nunca pensé que iba a seguir tocando en una banda, pero el destino me puso la misma doctrina enfrente y esta vez todo funciona mejor. Sin embargo, nadie me quita lo que aprendí en Venezuela, porque me ayudó a adaptarme a un grupo, a respetar personalidades, a comprender la intensidad de las giras, a acomodarme a una familia paralela”. Es esa intensidad de las giras la que necesita, como contrapeso, un espacio para otra cosa, un espacio para que Javier deje de ser sólo “el baterista de Stereophonics” y pase a adquirir autonomía. “Mi proyecto solista [Capitán Melao] surgió en las giras y surgió por esa necesidad de expresarme en español, de darle mi personalidad a un proyecto no como un viaje de ego sino como un ejercicio autodidacta. El español, por ser mi lengua, para mí expresa mucho más que el inglés, al que de todos modos pude llevarlo a una expresión artística. Necesitaba el contraste de un disco tranquilo, también como forma de aprendizaje”, asegura e inmediatamente nombra las dos cosas de las que, ya sea con Kelly Jones delante como con él mismo liderando, siempre aprende algo nuevo: “Tocar y hacer discos. De ambas cosas aprendo y, por subsiguiente, son las dos cosas que más amo”.
————> Fotos de la entrevista y el show: Vera Kramerova
————> Un agradecimiento especial a Mariano Godoy
* BONUS TRACK: tres videos de Stereophonics:
—————————————————
* 1. “Rainbows and Pots of Gold” en vivo:
* 2. Video oficial de “Dakota”:
* 3. Cover de “Handbags and Gladrags” de Rod Stewart (cantada en vivo con el propio Rod):
¿Cuáles son sus intérpretes masculinos favoritos? Como hicimos en el post de Lisa Hannigan, dejen una canción de ellos, así más tarde les armo una playlist; ¡Espero sus comentarios y buen martes!
——————————————–
* DE YAPA: La playlist que fueron armando:
* RECUERDEN QUE SI QUIEREN SEGUIR LAS NOVEDADES DE CINESCALAS POR FACEBOOK, ENTREN AQUÍ. Y CLICKEEN EN EL BOTÓN DE “ME GUSTA” ¡GRACIAS!
“Había que irse (en todo caso yo tenía que irme), confiando en poder volver alguna vez” – J.C.
Ya saben cómo es eso del fanatismo. Uno espera por meses, por ejemplo, la edición de un disco para escuchar cómo quedaron en el estudio esas versiones menos pulidas de ciertos temas, esas versiones que alguien grabó en un recital y las subió donde sea para que el resto especule sobre cómo será el resultado final. Pocas cosas recuerdo con tanta claridad como el día en que salió In Rainbows, el día en que a los fanáticos de Radiohead se nos dio un código personal para poder descargar el disco. Pero si el recuerdo es tan nítido, no es únicamente porque es uno de los discos de mi vida sino por las circunstancias en las que tuve que escucharlo, encerrada en el baño de una oficina, simplemente porque la ansiedad me había ganado. Empecé por el final, ya que el primer tema que puse fue “Videotape”. ¿Por qué? Porque tiene una de las mejores letras de Thom y porque, para quienes somos nostálgicos por excelencia, nos deja perplejos. Estos días pensé mucho en cómo titular este post y, en un sueño, empezó a sonar la canción con ese “No matter what happens now…I won’t be afraid because I know today has been the most perfect day I’ve ever seen” y entendí todo. Este año, como todos los años, es en sí una pequeña cinta de video en la que se encuentran grabadas todas las situaciones que busqué y todas las situaciones que vinieron solas. Al reproducirla, me voy a encontrar con desayunos inesperados, con experiencias compartidas únicas y desenfrenadas, con el crecimiento de algo que empezó tímidamente y trajo consigo toda clase de interconexiones, con palabras (muchas palabras), con un proyecto que surgió sentada en el piso de un departamento hablando por teléfono (“sí, yo me voy”), con la concreción de un deseo a priori imposible, con instantes de nerviosismo en un aeropuerto, con acumulación de encuentros (y reencuentros y desencuentros) que me transformaron en todo sentido. Sí, claro, esa cinta de video también tiene decepciones, pérdidas, momentos de debilidad, tristeza. Pero, como diría Moretti, “los recuerdos que hacen mal quieren de mí lo que yo ya no puedo”. Este año pasé gran parte de mis días en distintos lugares (una casa en el campo, un departamento propio, un departamento ajeno, estaciones de tren, estaciones de ómnibus, aeropuertos); pasé gran parte de mis días con bolsos a cuestas; pasé gran parte de mis días conociendo gente nueva que me abrió los ojos (a un lugar, a un sentimiento, a una verdad); pasé gran parte de mis días en movimiento, yendo siempre hacia donde quise. Así, mi canción del año tuvo que ver con eso y mi película del año tuvo que ver con lo mismo: es difícil prever el rumbo y es aún más difícil querer mantener un nivel de intensidad sin que eso derive en incapacidad para disfrutar de situaciones cotidianas. Ahora, sentada acá, en una ciudad que siempre me pareció más utópica que real, puedo decir que mientras pueda seguir escribiendo y creyendo en la magia (hubo situaciones en este 2011 que no puedo atribuírselas más que a ella), cualquier imprevisto me va a importar poco y nada. Porque mi 2011 lo empecé como si fuera un rompecabezas a medio armar, con una carencia, pero lo voy a terminar rodeada de gente en un estadio, completa y con música(siempre con música).Entonces, no: los imprevistos no son malos. Hay cosas que uno no elige, y acaso esas cosas terminan siendo las mejores, aquellas que nos toman desprevenidos para volvernos más conscientes del presente, de cómo todo se nos puede ir en un parpadeo. Digamos que le hice caso a Thom porque yo sigo teniendo todo aquí, lo bueno y lo malo, grabado en mi cabeza, siempre “en rojo, azul y verde”. Y todo eso, todo eso que se acumuló en mi cinta de video, se superpone, se confunde y forma un gran e inolvidable recuerdo que me llevaré a esas “pearly gates”. Citando nuevamente “Videotape”, concluyo diciendo que este post es mi manera de saludarlos a todos con el mismo sentimiento con el que escribí el primero, en el que ¿casualmente? sonó la misma canción.Sean felices. En movimiento. Hacia adelante. Sin miedo por lo que pueda llegar a pasar hoy por el recuerdo de todo lo que vivieron ayer. Gracias, perdonen las cursilerías y nos vemos el año que viene.
—–>El saludo de fin de año de todos ustedes (hacer click en las imágenes para ampliarlas):
Rápido, sin repetir y sin soplar (?): sus listas de mejores películas, actuaciones, discos y experiencias del 2011; espero sus comentarios y, por supuesto, ¡FELIZ AÑO NUEVO PARA TODOS!
* RECUERDEN QUE SI QUIEREN SEGUIR LAS NOVEDADES DE CINESCALAS POR FACEBOOK, ENTREN AQUÍ. Y CLICKEEN EN EL BOTÓN DE “ME GUSTA” ¡GRACIAS!
Al sentarme a escribir sobre esta película me pregunté qué es aquello que me conecta con ella, a años de la primera vez que la vi. De manera inevitable, la primera sensación que me generó es la de una enorme nostalgia. No sé exactamente si se trata de una nostalgia que va a mutar en melancolía,dado que Laberinto me traspola a mi adolescencia temprana y a una ingenuidad que, en un punto, indudablemente extraño. ¿Quién no quisiera plantarse sobre determinados films sin el cinismo, sin un cierto modo racional de observar las cosas? Si así pudiera hacerlo, escribiría sobre cómo en esa primera visión la película de Henson me sometió a un deslumbramiento que, y esto no es casual, se asemeja mucho al que me produjo El mago de Oz. Así, Bowieera el villano magnético por excelencia, esas criaturas eran objeto de fascinación y esas escaleras eran un ícono al que siempre se podía volver, en las cuales siempre podíamos seguir perdidos. Posiblemente con Laberinto haya nacido mi asombro por todo lo nuevo. ¿Qué es todo lo nuevo? Aquello que el cine nos pone enfrente, como para ratificar la magia de esos (otros) mundos. Y ese asombro nace y muere cada vez. Nace y muere cada vez que nos acurrucamos dentro de una fantasía, para sucumbir con (y gracias a) ella.
MIRÁ EL “MAGIG DANCE” DE BOWIE:
Hoy la consigna es explayarse sobre Laberinto, Bowie y cuáles son las mejores películas de fantasía; y, de yapa, propongan una escena que quieran ver el jueves próximo; ¡Gracias a todos!
* RECUERDEN QUE SI QUIEREN SEGUIR LAS NOVEDADES DE CINESCALAS POR FACEBOOK, ENTREN AQUÍ. Y CLICKEEN EN EL BOTÓN DE “ME GUSTA” ¡GRACIAS!