¿Y no eras vos la que te querías casar?

Hoy en Cinescalas escribe: Lorena Yscara

Atención: se revelan algunos detalles del argumento

“¿Y no eras vos la que te querías casar?”. Eso es lo que siempre me pregunta mi papá cuando le voy con alguna queja o le cuento algún problema en mi matrimonio. Por supuesto que entiendo que esto quiere decir: “jodete” o algo tipo “si te gusta el durazno, bancate la pelusa”. Lo que me dijo miles de veces y nunca di bolilla después me sucedió, haciéndome dar cuenta que es una gran verdad de la vida esto de que solo con amor no se sostiene una relación, que esto de “mientras estemos juntos, el resto se puede ir al infierno” dura muy poco tiempo y cuando menos te diste cuenta, estás conviviendo con alguien que parece que habla en otro idioma, que te evita, que es capaz de decir las cosas más irritantes y que te cuestiona la manera de criar a los hijos. A todo esto sumale tus propias crisis personales, ya sea de edad, profesionales o las que te hacen replantearte si estás en el lugar donde querés estar y con la persona que querés estar o si sos la persona que quisiste ser.

Así están las cosas también en la pareja que protagoniza This Is 40 – la última comedia escrita y dirigida por Judd Apatow – y todo sale a la luz la semana en la que los dos protagonistas, Pete (Paul Rudd) y Debbie (Leslie Man), cumplen 40 años. Ella elige la negación y él la indiferencia al nuevo cambio de década, pero todos los problemas siguen estando ahí. Se sienten desconectados, ella no comparte la pasión de él por la música, pasión que le hizo abrir su propia discográfica y endeudarse hasta la coronilla sin que su esposa sepa, y él aporta muy poco del romanticismo y pasión amorosa que ella desea. La rutina los absorbe y ellos lo saben, entonces deciden hacer un plan, una lista de cosas a cambiar, “elegir ser felices” le dice Debbie. Por lo tanto, se abocan a eso tratando de mejorar su calidad de vida siendo más sanos físicamente y transmitiéndoles eso a sus hijas. Pero también tienen que pelear con ellas a los gritos (gritos reales que se escuchan en una escena muy graciosa) por un poco de intimidad y ellas, a su vez, como todos los hijos, nunca los dejan en paz y se quejan de la omnipresencia de los padres pero no toleran que les cierren la puerta de su cuarto.

► Les dejo el trailer de This Is 40: 

Entonces, Debbie y Pete se hacen una escapadita de una noche a un lugar donde nunca habían ido sin sus nenas, y acá viene la mejor escena de la película, al menos la que más me emocionó y divirtió. Ya desde que van en el auto la complicidad entre ellos es genial y entonces cuando están en la cama, después de pasar un día hermoso, Debbie le pregunta a Pete por qué pelean tanto. Pete le responde: “cuando estemos peleando, mírame a los ojos y recordemos este momento, justo ahora y así sabremos que nunca tendríamos que pelear”. Después sigue una charla desopilante sobre cómo se asesinarían, pero el punto es que ellos logran verse de nuevo, verse como se veían antes, vuelven a conectarse, a entender por qué se aman y por qué se eligieron una vez. Esto me llega al corazón porque me pasó que a veces te enfocás en las cosas malas o en una imagen distorsionada del otro que te da esa visión diaria de lo que vos querés que sea y no de cómo es en realidad, y lo perdés y no le das la oportunidad de mostrarse. Pero, si lo hace, te molesta; todo porque una siempre idealiza y es obvio que el otro nunca va a cumplir las expectativas y entonces todo pierde sentido. Lo peor es que tampoco nos damos cuenta de que al otro le pasa lo mismo con nosotros, ahí es donde entiendo lo que dice Cortázar sobre que “por eso nunca seremos la pareja perfecta, la tarjeta postal, si no somos capaces de aceptar que solo en la aritmética el dos nace del uno más el uno.”

Por esto digo que la escena que antes menciono me conmovió: porque sé que es posible volver a encontrarse con el otro, con lo que amás del otro. Pero, como pasa en This Is 40, hay otros factores que influyen para hacer de tu vida matrimonial un caos, y estos son los problemas sin resolver con los padres, los problemas financieros o algún evento impensado que llega para modificarlo todo. Apatow disimula con gran inteligencia el duro y corrosivo argumento con gags hilarantes y diálogos ácidos entre Paul y Leslie, quienes tienen una gran química en pantalla, y no necesitan hacer el más mínimo esfuerzo para pasar de una pelea encarnizada a asociaciones desopilantes sin que esto resulte artificial. Cuando va llegando el final del film, todo hace eclosión en una fiesta, ambos se dicen cosas que tal vez no tendrían que ser dichas, se descubren verdades y, si tenés un segundo de iluminación, te podes dar cuenta que no solo los protagonistas están en crisis, como advierte Debbie sobre su padre, ya que cada uno vive su vida como puede, afrontándola a su manera. Después llegan al punto de las reconciliaciones, porque eso es lo que pasa en todas las familias: se hacen las paces. Porque después de todo lo que les dijiste, siempre van a estar a tu lado en la guardia de un hospital y te van a decir (muy a su modo) que valoran todo lo que haces. Así, vas a sentir que podés aceptarlos como son y que verdaderamente los querés. La charla final entre Debbie y Paul es sincera y real, comprenden que ellos pueden con todo ya que amor es lo que les sobra, lo que les falta es comprenderse en sus rayes y aceptarse como son en una nueva etapa, sabiendo que son su “persona favorita en todo el mundo”, y decidiendo continuar con su vida, sin saber muy bien cómo, igual que nos pasa a todos, pero siempre juntos, juntos a la par.

Por Lorena Yscara

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¿Vieron This Is 40? ¿Les parece un avance o un retroceso en la filmografía de Judd Apatow? Con Lore los invitamos a sumar otras películas que reflejan, a su manera, los pormenores de la vida matrimonial; ¡buen comienzo de semana, muchachada! ¡Dejen sus comentarios! ¡Hasta mañana!

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—> La última vez escribió Luciano Sívori sobre… UNA MIRADA A LA LITERATURA DETRÁS DEL CINE

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La peor película para…mantenerte despierto

Supongo que les pasará lo mismo: cuando una película tiene todos los componentes para agradarnos (como mínimo) y deslumbrarnos (como logro máximo), pero el resultado termina siendo opuesto, la decepción es aún mayor. La decepción se convierte en enojo y el enojo, a su vez, desemboca en preguntas como “¿Por qué dirigió esto?”, “¿Qué lo llevó a actuar tan mal?”, o en afirmaciones como “Ni siquiera x salva este film” o “Voy a tratar de olvidarme que esta película existe y hacer de cuenta que x no la dirigió ni x la protagonizó”. Todo esto me sucedió con ¿Cómo saber si es amor? Permítanme hacer un repaso de los nombres involucrados en esto: James L. Brooks (quien además de ser el realizador de películas como La fuerza del cariño y Mejor…imposible también produjo grandes films como Quisiera ser grande, Say Anything, Jerry Maguire, Bottle Rocket, etc.), Paul Rudd (no sé ustedes, pero yo lo banco desde Clueless hasta la reciente This Is 40), Reese Witherspoon (Tracy Flick, todo dicho), Owen Wilson (creo que acá la aposición/explicación estaría de más) y Jack Nicholson (ídem al caso anterior). Pero le quiero sumar algo: la premisa del film es mostrar cómo la vida está llena de interrogantes y casi nunca tenemos la seguridad de estar haciendo las cosas bien, temática que siempre me atrajo (más ahora, ya cerca de los 30). Lamentablemente, en la película nada funcionó como esperaba. No hay química entre los personajes (y no solo me refiero a los vínculos románticos), algunas subtramas resultan forzadas e inverosímiles para el planteo realista que tiene el film (como aquella que protagoniza Nicholson) y todo lo que se cuenta se hace desde lo anodino y lo seguro. No debería extrañarme si pienso que Brooks venía de Spanglish, película que no solo amaga a salirse de la fórmula sino que se echa para atrás en un final donde el director traiciona todo aquello que tan bien le salió en Mejor…imposible: la coherencia con sus personajes, sus necesidades, sus resoluciones. ¿Cómo saber si es amor? sigue la misma línea y se convierte en uno de esos films que parten de un disparador atractivo, simple, identificable, pero lejos de mantenerlo en ese estado, su realizador se empaca y busca adornarlo, para eventualmente alargarlo, embarrarlo y contaminarlo con situaciones tan prescindibles como olvidables.

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► Algunas imágenes de ¿Cómo saber si es amor? (a ver si resisten la musicalización del trailer):

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► Otra película que me aburrió (perdón a quienes les gusta) es Los miserables; les dejo el Honest Trailer de la misma, es muy divertido, no se lo pierdan:

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¿Cuál es la peor película para mantenerte con los ojos abiertos? Lo cual es otra forma de preguntar: ¿cuál es la película ideal para quedarse dormido?; como siempre, espero sus aportes y los invito a proponer otro “La peor/mejor película para…” para un viernes futuro; ¡nos reencontramos el lunes!

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La última vez hablamos sobre la mejor película para… conquistar a alguien

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Roger Ebert (1942-2013)

La escena del día: Siete psicópatas

“I’m sick of all these stereotypical Hollywood murderer scumbag type psychopath movies. I don’t want it to be one more film about guys with guns in their hands. I want it… overall… to be about love… and peace” 

Ayer hablábamos de la honestidad a la hora de contar una historia, de todo lo que implica la narración y la defensa de una idea, por más descabellada o trivial que pueda resultarle a un otro (quien quiera que sea). Siete psicópatas es una película donde el juego narrativo es su caballito de batalla, una película escrita y dirigida por alguien que no solo defiende su idea (o conjugación de un sinfín de éstas) sino que elige un método clave para defenderla: la moldea, la quebranta, la estira, la cambia y (re)cambia sin preocuparse demasiado por el resultado. Pero esa indiferencia por la culminación no es necesariamente un defecto de Martin  McDonagh, es precisamente la única manera posible de hacerse cargo de que Siete psicópatas es, ante todo, una gran historia que no parece destinada a concluirse. Sus personajes no dan giros radicales (el ejemplo de esto es el de Colin Farrell, protagonista de un brillante epílogo) y la libertad en la propulsión de los hechos se hace concreta en esa última hora en el desierto, todo un símbolo de ese viaje de lo más gore hasta lo más melancólico que emprende el propio McDonagh. Pero el fuerte de Siete psicópatas es su postura relajada, su disfrute de lo inverosímil, su autoconsciencia siempre por encima de la fanfarronería. Para su director hubiese sido fácil desplegar las vueltas de guión, los diálogos ingeniosos, la estructura de cajas chinas, con un cierto aire de superioridad. No es este el caso. Lo impredecible es igual de fascinante y novedoso tanto para el espectador como para el creador. Pero además de todo esto, Siete psicópatas es una película sobre la amistad: que el personaje de Sam Rockwell (por lejos, lo mejor del film) se empecine en ayudar al de Farrell a escribir un guión, exponiéndolo a la experiencia y alejándolo del alcohol y el encierro es no solo una declaración de principios sobre lo que implica contar algo desde lo personal, lo cercano y reconocible (en este sentido, toda la película opera como un homenaje a la tradición oral, bellamente ilustrado por las historias de Harry Dean Stanton, Christopher Walken y Tom Waits) sino también una vía para mostrar cómo la generosidad puede provenir de los lugares más impensados y de los excéntricos/aterradores/encantadores individuos (porque sí, McDonagh suele emparentar estas cualidades) que forman parte de él.   

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► Una de las mejores escenas de la película:

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► [GALERÍA] Sus psicópatas favoritos del cine:


Created with flickr slideshow.

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Este jueves, la consigna es doble: A los que vieron Siete psicópatas, los invito a dejar su impresión sobre la película; a los que no la vieron, los invito a sumar los mejores psicópatas (no necesariamente masculinos) que ha dado el cine; más tarde recopilo sus aportes y les armo la galería; como todos los jueves, también pueden proponer un Deathmatch y/o Escena del día; ¡Gracias a todos! ¡Dejen sus comentarios, los leo!

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Smashed: Tengo una guerra en mi mente

“I drive fast, I am alone in the night, been tryin’ hard not to get in trouble, but I’ve got a war in my mind”

La honestidad en el cine puede desprenderse de distintos lugares, puede vincularse con el respeto por los personajes o, en su visión más amplia, con la defensa a ultranza de lo que se quiere contar y, por añadidura, con el modo que se elige para contarlo. De ahí que incluso los documentales sean, a su manera, un trabajo de ficción: al editar, uno está seleccionando; y al estar seleccionando, uno está dejando entrever su punto de vista, y ese punto de vista es subjetivo. El cine independiente cuenta con un gran número de films que no transforman la vida del espectador por el hecho de ser rabiosamente ambiciosos. Por el contrario, el efecto que producen proviene tanto de su imperfección – ya sea por la falta de recursos como por su intención de convertirse en ejercicios de estilo o en un medio para el fogoneo de sus directores, especialmente en el caso de las óperas primas – como de su indiferencia a golpear con herramientas estridentes. En estas películas, lo primero (y lo más importante) es siempre la historia, en conjunto con el deseo de respetarla, intentando, aún con poco dinero, llevarla al lugar originalmente concebido, y con una enorme confianza en un hecho posterior/consecuencia ineludible: la película va a llegarle a quien corresponda, a quien tenga que llegarle, y la honestidad de su realización se va a notar, aún en el inabarcable panorama de ofertas. Como ejemplos recientes de esta clase de films tenemos a Keep The Lights On de Ira Sachs, una mirada a una relación homosexual absolutamente devastadora, todo un manifiesto sobre hasta dónde puede llegar la compresión de alguien cuando su pareja está empantanada en un submundo de adicciones y paranoia; y también a Circumstance de Maryam Keshavarz, donde la provocación que podría emplearse para abordar una relación adolescente plagada de excesos es reemplazada por un tono símil culebrón que deriva en un análisis certero sobre el hecho de adentrarse en micromundos alternativos por miedo a la condena social. Asimismo, otro (gran) ejemplo de película independiente que tiene a la honestidad como arma para conmover es la que nos ocupa en este post: Smashed. 

James Ponsoldt dirige a Mary Elizabeth Winstead en Smashed

La honestidad de Smashed se la podemos atribuir a numerosos factores. Por un lado, a cómo James Ponsoldt y su co-guionista Susan Burke decidieron enfocar la historia. Porque veamos: tenemos como protagonista a Kate (Mary Elizabeth Winstead), una joven maestra que pasa de vomitar en un salón de clases delante de sus alumnos a salir a la noche con su marido Charlie (Aaron Paul), emborracharse de nuevo y, por una sucesión de hechos, terminar fumando crack y durmiendo al costado de una ruta. Al otro día, su marido la recibe sin advertir la gravedad de la situación y, a las pocas horas, Kate vuelve a dar clases. Con esta premisa, Smashed podría haberse metido en múltiples terrenos, ya sea en la lectura sobre los distintos grados de (ir)responsabilidad existentes en un aula, en un panfleto sobre los efectos del alcohol y las drogas, o bien en una ametralladora de moralina. Sin embargo, la película no es ninguna de las tres cosas, no cae en vicios o afectaciones ni tampoco su director se pone en un lugar de autoridad para mirar a Kate y su caída en desgracia. Por otro lado, el film es honesto porque sabe de sus limitaciones y se circunscribe a dos ejes centrales: el alcoholismo de Kate y cómo ella lo trata transitando caminos sinuosos; y la relación de Kate con Charlie y cómo ésta se ve alterada cuando ella comienza con el proceso de rehabilitación. Porque si bien Smashed tiene como protagonista al alcohol y sus efectos en alguien que considera cotidiano el hecho de tomar whisky antes de pisar un salón de clases, también tiene como protagonista al amor como algo que es constantemente puesto a prueba. Así, vemos cómo la dinámica entre Kate y Charlie se sacude cuando él elige seguir tomando mientras que ella vislumbra otras decisiones. En este aspecto, Smashed es muy dura porque se pregunta, incluso desde sus secuencias más contenidas (las miradas de ella, los abrazos de él), hasta qué punto ese matrimonio funcionaba porque ninguno quería cambiar y hasta qué punto funcionaba porque genuinamente había amor por sobre todo. Por sobre el alcohol (y por sobre los momentos divertidos/confusos/oscuros generados por el alcohol). La decisión de Kate de recuperarse es, entonces, ingenua y al mismo tiempo valiente. Ingenua porque ella la interpreta como algo instantáneo y sin repercusiones; y valiente porque mediante su transformación empieza realmente a mirar a su marido, a la vida en conjunto, a las horas de maratón de videojuegos, a la falta de motivaciones, a la casa desordenada, a las amistades superfluas. ¿Realmente hay amor ahí? Mejor dicho: ¿habría amor todavía si uno opta por mejorar? ¿Ambos congeniaban gracias al alcohol o independientemente de este? Charlie lo asevera: “Me gustaría volver a conocerte por primera vez, coquetear con vos, invitarte un trago y no tener todo este peso encima”. Entonces, en el fondo, lo que Smashed cuestiona es si dos personas con la misma adicción pueden efectivamente estar juntas, si la ayuda y la comprensión pueden prevalecer por sobre el miedo a recaer, o el miedo a convertirse uno en el responsable de que el otro recaiga.

“They say that the world was built for two”

La honestidad en contar una historia tiene que ver, a su vez, con el no poder brindar todas las respuestas. En su novela autobiográfica Flash (también vinculada a las adicciones), Charles Duchaussois narra un gran número de circunstancias que podrían resultarle inverosímiles al más escéptico e incluye, en medio de ellas, algunos poemas que escribió sin siquiera recordarlo. “Vida, tuve sed de un mí y bebí en ti, pero aún siendo rey perdí la fe, pues amar en sí, sufrir tu ley, lo único malo es cuando uno quien, cuando uno cuando, cuando uno que…”. Duchaussois no concluye las preposiciones, las deja a medio escribir, y confío en que haya sido adrede. Porque, ¿qué puede afirmarse cuando uno duda de todo menos de la certeza de que está sacando de la vida toda clase de energía, de que está absorbiendo cualquier cosa positiva que le queda? Smashed es una película que tampoco soluciona las incertidumbres (de hecho, su final es bastante simbólico), que tampoco cierra todos los círculos, a la que tampoco le interesa justificar el sinsentido (“he corrido por tanto sitio extraño, he mirado para todos lados y nada encontré”) y que con una frase que define el relato (“It’s hard to live your life honestly”) se acerca a Kate y su inseguridad constante, sus fluctuaciones, siempre moviéndose en las polaridades de lo “fácil/difícil”. De lo fácil que es vivir despreocupado. De lo difícil que es tomar noción de la realidad. De lo fácil que es bloquear malos recuerdos familiares. De lo difícil que es traerlos al presente y enfrentarlos. De lo fácil que es amar cuando no se tiene que lidiar con fantasmas, traumas, enfermedades, adicciones. De lo difícil que es amar cuando alguien tiene mochilas. Como le dice Jenny (una brillante Octavia Spencer) a Kate: “Todos tenemos mierda en nuestras cabezas que no tiene ningún sentido”. Smashed acompaña a su protagonista (una extraordinaria Winstead) en ese oscilar entre lo fácil y lo difícil, en sus recaídas y en sus aceptaciones, con la misma valentía e ingenuidad que ella devela en cada una de sus acciones. James Ponsoldt filmó esta película en diecinueve días. Eso dice mucho. No solo sobre el cine independiente y todo aquello a lo que aludí al comienzo de este post. Dice mucho sobre el poder de las ideas, sobre el valor que tienen y la importancia de verlas en una imagen. Porque quizás la escena de Kate y Charlie andando en bicicleta sea simple y les haya consumido solo una hora de rodaje. Pero es lo que encierra ese acto lo que le da fuerza. El pedalear, el seguir y seguir con camino incierto, el tener, como canta Lana, una guerra en la mente y manejar porque a veces no encontramos otra forma de hacernos cargo de ella. 

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► Les dejo una escena de Smashed:

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¿Vieron Smashed¿Les gustó? ¿Cuáles les parecen las mejores películas (y actuaciones) en reflejar determinadas adicciones?; ¡Espero sus comentarios! ¡Bienvenidos de vuelta, muchachada! Como siempre, se los extrañó, ¡hasta mañana!

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[OFF TOPIC]: Les cuento que, a diferencia del concurso de True Blood, en el de Girls no hubo ningún ganador “de la casa”, es decir, ningún comentarista del blog se llevó el premio; por ende, me guardo los regalos para otra oportunidad y les prometo revancha porque el próximo concurso será, a pedido del público, el de Game of Thrones; ¡estén atentos y tengan Twitter que pronto habrá novedades al respecto! 😉

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