El cine bajo la mirada de…Matt Porterfield

Matt Porterfield dirige a Deragh Campbell en I Used to Be Darker

Para Tere

Rosario Castellanos decía que “el que se va se lleva su memoria, su modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca; hasta que un día otro lo para, lo detiene y lo reduce a voz, a piel, a superficie, ofrecida, entregada”. Hay muchas películas que exploran el concepto del amor como algo cíclico que termina y vuelve a comenzar, pero pocas encuentran en la música el vehículo para dar cuenta de esa exploración que, justamente haciéndole honor a ese ciclo, acaba siempre en el mismo lugar: hay vínculos que fallecen inexorablemente (“Hello only ends in goodbye”). I Used to Be Darker, la flamante película de Matt Porterfield que se pudo ver en el último BAFICI, aborda el desenlace de las cosas, pero focaliza aún más en la transición, en la previa, en los segundos en los que uno duda de si dejar ir es, efectivamente, la mejor opción. Porterfield hace hincapié en ese tópico desde la relación entre dos primas, Taryn (Deragh Campbell) y Abby (una intempestiva Hannah Gross) y sus respectivas (in)decisiones producto de la edad; pero sobre todo desde la disolución del matrimonio entre Bill (el músico Ned Oldham) y Kim (la también cantautora y visceral Kim Taylor). En una escena, poco antes de que ella termine de llevarse sus cosas de la casa en la que solían convivir, se sientan unos minutos y se toman juntos un whisky. Ella le pregunta qué está dibujando, se arrepiente de iniciar la conversación y, después de un rato de silencio, se levanta de la silla, la acomoda y se va. Es en ese momento de vacilación donde I Used to Be Darker más brilla (“i got lighter”), cuando no se muestra necia ante la dificultad de las despedidas pero al mismo tiempo pone de relieve la seguridad de que si llegó la hora de decir adiós y de, como diría Cortázar, perder al otro “como una música fácil”, a veces es imperativo, necesario, y hasta beneficioso el poder llevarlo a cabo.

Kim Taylor en I Used to Be Darker

¿De qué manera tu película anterior, Putty Hill, te ayudó a la hora de filmar I Used To Be Darker, teniendo en cuenta que la primera es mucho más experimental y tiene poco énfasis en el guión?

Aprendí acerca de lo que consiste la flexibilidad durante una producción, el estar abierto a circunstancias o momentos imprevistos que pueden surgir con los actores o con las locaciones, y que nunca habían sido parte del plan. Pero creo que lo que más aprendí fue a dejar ir a todas aquellas cosas que no funcionaban, a dejar el guión de lado por un segundo y a concentrarme en algo importante: identificarme con la esencia de una escena y cómo construirla cuando inicialmente pensaba que no iba a poder hacerlo.

Me gustan los tres momentos más explosivos de la película en contraposición a su tono general: cuando Taryn rompe un cuadro con un cuchillo, cuando Abby le grita a su prima, y cuando Ned canta “One That Goy Away” y después rompe la guitarra. ¿Siempre estuvo la idea de incluir esos instantes de catarsis?

Esas son mis tres escenas favoritas, casualmente. Yo he destrozado cuadros cuando estaba en la secundaria (y por razones mucho menos importantes) y pensé que podía ser algo que, al trasladarlo a la historia, causara gran impacto, incluso cuando para mí la circunstancia había sido algo vergonzosa. Siempre fui un adolescente bastante volátil que perdía el control y se enredaba en peleas con todo el mundo y por ningún motivo sustancial. Creo que el personaje de Abby representa mi propia actitud a esa edad. Esos momentos de catarsis en la película son, de hecho, los más relevantes para mí porque fue la primera vez que quise mostrar lo que es la ira en una escena. Como adulto, ahora trato de evitar el conflicto, y creo que lo mismo hice en mis films. Pero simplemente no podía huirles en I Used To Be Darker, porque es una película sobre el divorcio.

¿Cuándo conociste a Kim Taylor y Ned Oldham y por qué decidiste incluirlos en la película?

A Ned lo conocí cuando estaba viviendo en Baltimore y él daba clases en una escuela donde mi padre y su esposa trabajaban, aunque también solía ir frecuentemente a verlo tocar con su banda, cuando salían de gira. Con respecto a Kim, mi co-guionista Amy Belk la conoció en la universidad y después me hizo escuchar sus discos mientras estábamos escribiendo el guión del film. Al poco tiempo la conocí personalmente. La idea de que ellos fueran los protagonistas, de que dos músicos lideren una película y contribuyan en la banda de sonido, siempre me atrajo. Y lo que tienen de particular Ned y Kim es que ambos supieron cómo trasladar todas sus experiencias como padres, compañeros y artistas a los personajes que yo había creado.

Es que la música termina siendo clave en el desarrollo de la historia. ¿La decisión de elegir a músicos reales nunca varió? Me gusta mucho el final, cuando Kim canta “Days Like This” mientras se escucha a las primas entrar riéndose a la casa…

La decisión de elegir a músicos reales jamás varió, no. Mucho menos cuando la historia dejó de estar tan centrada en la experiencia de Taryn viviendo en América y fue más sobre los personajes que eran músicos, artistas. En ese sentido, el título de la película debía ir de la mano con la idea, por eso tomé prestada la frase de una canción de Bill Callahan [N.del E. La canción es “Jim Cain” y la frase, “I used to be darker, then I got lighter, then I got dark again”]. Una vez que identificamos esa canción, pudimos explorar mejor las características de los personajes. Luego encontramos en Internet un video de Kim cantando “Days Like This” y desde ese momento en adelante sabía que tenía que incluir ese tema en la película. Quería darle a Kim las últimas palabras, literalmente, porque ella es la que da lugar al divorcio y la que más alejada está de la audiencia durante gran parte de la historia. Pero su papel, el papel de “la que deja al otro”, es el papel en el que Amy [Belk] y yo nos encontramos en nuestros respectivos divorcios también. Como canta Kim: “All I wannna do is live my life honestly”. Ése es el punto de una partida. El seguir adelante con convicción. Y que todos sobrevivan ese duelo de la relación que se acaba lo mejor posible.

Ned Oldham en I Used to Be Darker

¿Pensás que las canciones son un recurso principal a la hora de lidiar con una lucha interior? ¿Cómo las percibís? ¿En qué aspecto te fueron útiles?

Sí, totalmente, creo que son un gran recurso. La música es una parte fundamental de mi vida, pero recuerdo que cuando era adolescente esa sensación estaba más marcada, quizás por todos esos conflictos que tenía. Eso fue prueba suficiente de que a veces lidiamos con la tormenta interna a través de las canciones.

Financiaste tu película con la plataforma Kickstarter, ¿cómo fue el proceso?

Kickstarter es, como vos decís, una plataforma que colabora en la adquisición de recursos, lo que se denomina crowdsourcing. Lo que vos hacés es proponer un proyecto que necesita financiación, la cantidad de dinero que tenés que recaudar, y el tiempo que tenés para juntarlo. Luego le mandás esa propuesta a tus amigos, tu familia y lo anunciás en las redes sociales, como pidiendo ayuda para tu proyecto. La gente que hace donaciones recibe lo que serían “recompensas” dependiendo del dinero que han dado: si donás cinco dólares, te dan una postal; si donás quince, un agradecimiento en los créditos de la película; si donás cincuenta, un DVD del film cuando éste salga. Si lográs tu meta en el tiempo estipulado, recibís el dinero para empezar a trabajar. Si no, no recibís nada. Se ha convertido en una componente importante de financiación de películas independientes, aunque algunos cineastas se aprovechan de esto para sus trabajos vanidosos, como el de Zach Braff.

Cuatro personas lidiando con situaciones diferentes, pero todas ellas viendo cómo algo muere para que otra cosa (re)nazca. Eso fue lo que me llevé de tu película. ¿Cuál pensás que es la inquietud principal?

Creo que se trata precisamente de eso, de muertes y renacimientos, la describiste perfectamente.

¿Cómo descubriste a Hannah y Deragh? Sé que son amigas desde la infancia y me imagino que eso debe haber colaborado para el tono realista de su vínculo en la película

Las conocí en el año 2011 en la premiere de Putty Hill en Nueva York. Fue una gran noche. Chris Keating de Yeasayer hizo una ronda de preguntas y respuestas luego de la proyección y después nosotros invitamos a todos los espectadores a una fiesta que hicimos en el Lit Lounge, donde tocaron muchas bandas y músicos de Baltimore, como Roomrunner, Dope Body, Dustin Wong, entre otros. Hannah y Deragh fueron a la fiesta, hablamos un rato y unos meses después se presentaron al casting. Hannah para el papel de Abby, y Deragh para el de Taryn. Ahí me enteré que la mamá de Deragh era de Belfast y que ella había incorporado el acento irlandés a la perfección. El casting de la película se dio de un modo increíble, diría que el destino tuvo mucho que ver. Y sí, ambas son mejores amigas en la vida real, se conocen desde los tres años y eso se trasladó a la pantalla notablemente.

“In case things go poorly and I do not return, remember the good things that I’ve done”. Esa frase de la canción de Bill representa tu película de manera muy bella. ¿Pensás que también es una historia sobre el dejar ir?

Sí, exactamente, lo fue desde un principio y creo que es el gran tema que conecta a los cuatro personajes. ♫

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 ► [CANCIÓN NÚMERO UNO] Kim Taylor interpreta “Days Like This”, uno de los temas que suenan en I Used to Be Darker:

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 ► [CANCIÓN NÚMERO 2] Ned Oldham interpreta, con su banda The Anomoanon, “One That Got Away”, otro de los temas que suenan en el film de Matt Porterfield:

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 ► [DE YAPA] El trailer de I Used to Be Daker:

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► [PLAYLIST] Sus canciones para hacer catarsis:

La playlist de la catarsis by cinescalas on Grooveshark

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Este miércoles, la consigna es doble: 1. ¿Vieron I Used to Be Darker en el BAFICI o por otras vías? ¿Qué les pareció? 2. ¿Qué canciones les sirvieron/sirven para hacer catarsis o tuvieron relevancia en momentos importantes de sus vidas? Hagan sus aportes así durante el día les dejo la playlist nuestra de cada semana; ¡espero sus comentarios, muchachada!

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La ciencia de atravesar ventanas

Hay una ciencia en atravesar ventanas. Implica darse de lleno contra el vidrio, lastimarse, sangrar, intentar salir por el otro lado. La ciencia de atravesar ventanas vendría a ser algo así como “la ciencia de lo imposible” para algunos, pero de “lo posible” para quienes se sienten, en el fondo, cómodos en el sufrimiento, inmersos en la autodestrucción, como si se creyeran condenados a verse, palparse y comportarse como dolientes. Dolientes en movimiento. Porque para atravesar ventanas también hay que encontrar el ímpetu, como para llorar hay que estar dispuesto a tener las emociones visibles. Porque en algún momento llega el estallido, el factor de la catálisis, eso que usamos en nuestra contra para romper el vidrio y lastimarnos, quizás para prevenir una tristeza más fulminante, quizás para autoconvencernos de que podemos estar siempre un paso por delante de lo oscuro que a veces nos abraza súbitamente (“I didn’t ask for this pain, it just came over me”). Siempre me resultó poética la idea de un hombre intentando poner en palabras el bullicio invisible (de ahí los links de hoy), el tormento, los problemas que lo encuentran, no importa donde decida quedarse. No importa cuánto anhele cambiar de rumbo. Siempre me resultó poética la figura de Billy Costigan en parte por todo lo mencionado más arriba y en parte porque, aunque se halle escindido entre dos mundos, no solo no forma parte de ninguno sino que lleva adelante una empresa individual y eventualmente (aunque no parezca) satisfactoria: la restauración de su carácter individual.

Fragmento de “Graceless”, canción de The National de su nuevo disco, Trouble Will Find Me

“Mirá, mirá, tengo ataques de pánico, ¿está bien? La otra noche creí que estaba teniendo un puto ataque al corazón. Vomité en un tacho de basura mientras venía para acá. No duermo desde hace semanas” le confiesa un agitado Billy a Madolyn mientras le tiemblan los brazos, las piernas, los labios, aunque él diga lo contrario, aunque él asevere que lo único que aprendió de la cárcel fue el autocontrol (“my hand does not shake…ever”), el poder prescindir de las pastillas, del alcohol, de cualquier cosa que le haga olvidar que tiene los días contados. O que tiene miedo. Porque sí, también es un hombre con miedo. A que le quiten el nombre. A que le quiten su logro. A que le borren lo único que puede salvarlo y darle un futuro. La odisea de Billy es larga y sinuosa, es la de alguien que se lamenta, que está solo (“I need somewhere to stay, don’t think anybody I know is awake”), que visita a Madolyn como preguntándose “¿qué va a ser de mí? La noche no nos quiere, caer en cualquier lado, el alba no nos espera, caerás en cualquier lado” para sentir el tacto ajeno, protector, para estar cómodamente entumecido por unas horas. Horas efímeras. Billy no solo atraviesa ventanas sino que convive con el demonio (“there’s no running from it, it´s become the crux for me, I wish I could rise above it but I stay down with my demons”) y, justo cuando creyó haber pasado hacia el otro lado del vidrio, así de súbito como lo aprehendió el dolor, cayó rendido al piso. Sin embargo, su ideal no fue en vano. Billy no se quedó sin futuro (porque el futuro está en Madolyn) y no se quedó sin nombre (porque el nombre también yace en ella). 

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► [ESCENA] El momento en el que perdimos a Billy Costigan en Los infiltrados:

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► [DE YAPA] Las muertes del cine más shockeantes que nos tomaron desprevenidos (contiene spoilers, obviamente):

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► [GALERÍA NO APTA PARA ALMAS SENSIBLES] Las muertes del cine que más hemos llorado:


Created with flickr slideshow.

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Una sola consigna para este martes: ¿Las muertes de qué personajes del cine más los han entristecido? Dejen sus aportes (que también pueden incluir personajes televisivos si quieren), así más tarde les armo una galería recordándolos 😛 ¡Buen martes para todos! ¡Hasta mañana!

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Tolerancia 101

Hoy en Cinescalas escribe: Celina Bartolomé

Mi nombre es Celina Bartolomé, tengo 21 años, soy estudiante de tercer año de Ciencias de la Comunicación, y en este momento estoy haciendo un intercambio universitario en Ámsterdam. Tengo un interés que le escapa al mero hobby por todo lo que sea cine, y en especial, series de televisión. Es por eso que, dentro de otras, estoy cursando una materia llamada “American Film”, inscripta dentro de la Facultad de Arte. Si bien me cuesta empezarla, me encanta leer la bibliografía. Mi vagueza juvenil fue la que me impulsó a elegirla, con un “vamos a ver películas y charlar de ellas” en mi cabeza. Por suerte, me equivoqué. No charlamos de los actores, ni de las repercusiones, ni de los Oscars sino de entender que el cine es una ventana al mundo, en donde gente de todos los países gana conocimiento de cómo es, por ejemplo, Nueva York a partir de Sex and the City, o de lo que es ir al colegio en EE.UU. a partir de Mean Girls; es decir, aprendemos el hecho de que es importante comprender qué es eso que el mundo ve, y saber que no es del todo cierto, ya que lo vital que es romper con esos estereotipos.

► [ESCENA] El beso entre Patrick (Ezra Miller) y Brad (Johnny Simmons) en The Perks of Being a Wallflower:

Por eso, “el personaje gay de tu vida” no es siempre tu mejor amigo que termina todas las oraciones con un punchline y le gusta Cher, el policía que te frena por romper el límite de velocidad no siempre es negro, la India no está representada por un elenco sonriente bailando una coreografía al final de una tragicomedia y, cita de mi profesor: “not every person in New York is a white woman sipping Cosmopolitans at 3 pm on a Monday”. Mi profesor es un genio. Si bien es alemán, vivió muchos años en Estados Unidos, y por lo tanto, es un gran observador de esa cultura culpable de, a veces, formar estereotipos de un determinado grupo social, reduciéndolos a un puñado de características generales. Él sabe muchísimo de cine y del arte de representar, como él dice, al other. Al otro, al que no soy yo. Además, es abiertamente gay. Todos lo sabemos, pero a nadie le importa. Todos somos estudiantes de intercambio de todo el mundo, mujeres y varones, homo y heterosexuales. La gente participa mucho en sus clases y le tienen un gran respeto. En el avión de ida, cuando partí hacia Amsterdam, pasaron The Perks of Being a Wallflower. Es una película que amé, como así también el libro homónimo. Podría escribir mucho de ambos, – [N. del E. como ya se escribió en el blog], pero hoy la traje a colación por otro asunto.

El cine Tuschinski de Amsterdam

Hay una escena en la mitad de la película donde Charlie, el protagonista adolescente, buscando el baño en una fiesta, abre una puerta y encuentra a Patrick, su mejor amigo, dándose un beso con otro chico, integrante del equipo de fútbol del colegio. El plano de la escena es general, es decir, de lejos, limitado a lo que Charlie ve y dura literalmente un segundo. Esto lo puedo contar porque vi la película en mi casa. Cuando la vi en el avión, esperé esa escena, pero nunca llegó. La cortaron. Me llamó mucho la atención y me dio bronca, porque es una secuencia muy importante para el desarrollo de la historia. Pero lo que más bronca me dio, y esto me vino a la cabeza una vez en Amsterdam, ciudad que se rige bajo los ideales de respeto y tolerancia, es que el avión en el que vine era de Aerolíneas Argentinas. Así, la bronca se convirtió en tristeza, por vivir en una sociedad en donde en un avión nacional no se pueda ver, dentro de una historia que le da sentido, un beso entre dos hombres. Una sociedad que, en el año 2013, no esté al tanto de que no todos los individuos son heterosexuales y, más aún, que ser homosexual no está “mal” y que no es algo que tenga que ser tapado. Porque no hace falta ni aclarar que si ese beso era entre un chico y una chica, la escena seguiría vivita y coleando, como vi que ocurrió repetidas veces en la película, proyectándose frente a los asientos de los pasajeros de distintas nacionalidades, géneros, y orientación sexual.  Me encantaría saber qué opinaría mi profesor, tan inteligente y académico, del suceso de la escena cortada. Pero la verdad es que, hasta el día de hoy, me avergüenza preguntarle.

Por Celina Bartolomé

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Dos consignas hoy: La de Celina: ¿qué anécdotas tienen de ver películas en aviones y/o micros? ¿son de mirarlas durante el viaje o no les gusta?; Mi consigna: ¿recuerdan algún episodio de censura en relación a algún film? Los que quieren, y no lo han hecho ya en el post de Flor, también pueden escribir sobre The Perks of Being a Wallflower; ¡Espero sus comentarios, muchachada! ¡Buen comienzo de semana para todos!

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—> La última vez escribió Alejandro Turdo sobre… MÁS CORAZÓN QUE ODIO y LOS WESTERNS

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