Hoy en Cinescalas escribe: Martín Folco
Holy Motors comienza con una imagen de un cine repleto de personas durmiendo. Inmediatamente después, el propio director, Leos Carax, despierta en medio de la noche y, con una llave secreta, abre una puerta escondida en la pared, que da al cine, a su mente, a su mundo. En éste se encuentran las personas esperando una presencia que los entretenga, que mantenga su atención, que los movilice (¿es esto una crítica al conformismo en el cual nos encontramos atrapados?). A continuación, desde ese mismo público, aparece él de niño, vulnerable y desnudo y detrás, un perro descomunal: su talento, su peso, su fuerza. Así es como Carax nos introduce en su universo, y nos provoca tantas preguntas diferentes y, por extensión, diferentes respuestas según cada persona (si es que se pueden encontrar).
Aquí están mis preguntas, mis respuestas, mis desconciertos.
Como estudiante y practicante de la actuación, no pude transitar Holy Motors desde otra perspectiva porque, para mi interpretación, todo lo que sucedía era muy directo y, de alguna forma, objetivo. Después, diferentes opiniones me hicieron entender que si hay algo que la película no tiene, es objetividad. Por más que uno no entienda realmente qué es lo que está sucediendo – exceptuando los diferentes géneros a los que apunta cada escena – hay un ritmo que la sostiene y que no da pie ni a un minuto de aburrimiento. Un ritmo denso, enigmático, acompañado por la maravilla visual que es. Antes que nada, debo avisar que la nota estará repleta de spoilers, pero no sé cuánto realmente es un spoiler y cuánto una mirada personal. Es muy probable que otro que la haya visto no encuentre lógica en mis palabras, o quien no la haya visto y las lea, luego vea la película y no la pueda asociar a mi análisis.
► [ESCENA] La belleza de la actuación según Holy Motors:
Luego de la escena mencionada previamente, vemos a un acaudalado actor, Monsieur Oscar (plasmado brillantemente por Denis Lavant) despidiéndose de su familia, su cable a tierra. Sube a una gran limusina blanca y comienza su trabajo. “Nueve citas para el día de hoy” le indica su secretaria y conductora. Peina su peluca y comienza su trabajo para que el que salga por la puerta no sea él, sino una anciana que necesita un bastón para sostenerse y que pide limosnas por la calle, mientras escuchamos en off lo vieja y sola que se encuentra. Después, Oscar, vuelve a su limusina, que lo conduce a otro punto de la ciudad y tiene su tiempo para prepararse para ser otro, cualquiera sea la característica, lo que su trabajo le pida; resguardado y acompañado siempre por su fiel y orgullosa chofer.
Inesperadamente vemos en lo que era de él, ahora, un humanoide vestido completamente de verde, desquiciado y ciego de un ojo y su delirante y delicioso cruce con el mundo de la publicidad, ese universo frívolo en el cual la persona es sólo carne. Cuanto mayor sea el atractivo estético del sujeto/objeto, sea cual fuere el motivo, más euforia causará en el fotógrafo; y el modelo será eso, un modelo, una estatua que se mantiene impasible ante su alrededor para no olvidar su fin. Así es como el actor secuestra a la modelo del momento, Kay M (Eva Mendes, en su pequeño y efectivo papel) y la lleva bajo tierra, cada uno cumpliendo su rol: actor y modelo. Aquí la mujer muestra su lado oscuro, humano – ya con despeinarse y encender un cigarrillo se encuentra en otra situación -, como si quisiera encontrar lógica a través de su contraste con la inhumana creación del actor. Pero no está en la naturaleza de Kay el crear de esa manera. Ella es pura belleza, una musa que se somete sin quejas (como suele acostumbrar) a las propuestas de Merde, el personaje de turno, que se propone inocentemente corromperla y desvanecer esa imagen que ya tiene sistematizada. Así es cómo termina su escena, descubriendo en ella a una sirena, que realiza su canto hipnótico y sincero.

Así, el día transcurre. El actor se prepara aún cuando no lo ve su objetivo y, sin embargo, es este espectador quien corroborará la verosimilitud de la creación. Entra en un laberinto sin salida: ¿quién soy? ¿Cómo soy? ¿Cuáles de mis características son realmente mías? ¿Qué me hace particular? Ahora es de noche y su próximo trabajo es demasiado real, demasiado banal: debe recoger a una hija de un cumpleaños y llevarla a su casa. Podría haber finalizado con su jornada, pero esa situación lo llevó mucho a su realidad, causando ciertos desperfectos en el motor de su coche conductor. Pero se arregla. Un poco de maquillaje y otro vestuario, una congregación de músicos, una melodía que desahogue lo que con palabras no puede expresar. Puede ser otro que ya existe, puede matar, puede morir. No será él quién mate, no será él quien muera. Es otro que se aleja de su realidad, aunque ni él sepa cuál es. Puede estar muriendo, pero su motor funciona mejor que nunca, no muere su capacidad creativa: está brillando en su esplendor. Otros diferentes trabajos le suceden, todos maravillosamente misteriosos y con diferentes cargas capaces de causar gran emoción para quien no sabe el antes y el después de esas vidas, sólo los fragmentos que nos muestran. De repente: un antiguo amor. Otra como él. Pero ahora son ellos, ella es ella y él es él, desnudos, veinte años después, tomando una pausa de treinta minutos para acompañarse, creando así una de las escenas más conmovedoras de los últimos tiempos.
Finalmente, llega el último acto, el tan difícil acto de volver a casa. No se puede evitar, mi cuerpo está profundamente ligado a otros: mis hijos, mi mujer. A partir de acá estoy sólo, no necesito a mi limusina ni a mi chofer. Entro a casa. ¿Quiénes son esos monos? ¿Por qué hablan un idioma tan diferente al mío? ¿Por qué es imposible para mí entenderlos, y para ellos entenderme? ¿Por qué no puedo hablar su lenguaje? ¿Por qué éste es el rol más difícil, el mío?
Tranquilo. Mañana será otro día, la limusina estará esperándome.
¡Benditos sean esos motores, que no callan ni cuando duermo!
AMÉN.
Por Martín Folco
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Dos consignas hoy: ¿Vieron Holy Motors? Si este el caso, los invito a dejar su opinión sobre el film; para quienes no lo hayan visto, y en relación al planteo de la nota de Martín, me gustaría que compartan qué actuaciones del cine les han resultado descomunales, trascendentes, de antología; ¡Espero sus comentarios, muchachada! ¡Buen lunes para todos!
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—> La última vez escribió Celina Bartolomé sobre… THE PERKS OF BEING A WALLFLOWER y LA INTOLERANCIA
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