¡700 posts! (y un video algo ridículo) (y dos concursos) (y otro gracias)
“Rewind the film again,
I’d love to see my joy, my friends
Rewind the film again
So I can fall asleep content”
Confieso que soy una persona que se ahoga en vasos de agua. Quisiera decir que aplico diariamente los consejos que recibo de no hacerme demasiado problema por situaciones que a la larga tienen solución, pero la verdad es que no. La verdad es que a veces desproporciono las nimiedades, desde un comentario que me cae mal hasta una actitud que me enfurece; e incluso me enojo al pretender (injustificadamente) que los demás reaccionen como yo lo haría y en el momento exacto en el que yo lo haría. En consecuencia, lo que me lleva a ahogarme en vasos de agua termina siendo siempre lo mismo: querer cambiar las cosas y no mi predisposición ante ellas. Pero juro que lo intento. Intento que la hipersensibilidad no me haga tropezar dos veces con la misma piedra, intento poner en práctica otro de esos consejos (el de contar hasta diez antes de hacer algo de lo que quizás no haya vuelta atrás) e intento pensar que si a mi alrededor están pasando cosas que se me van de las manos (porque ahora, en los treinta, todo me parece de algún modo más real), o que simplemente no son las ideales, es porque los demás también están viviendo, viviendo como yo, es decir, de la mejor manera que pueden. “My parents have a shit ton of black Santas, but that’s okay. They’re them. I’m too obsessed with a Web site to answer my phone sometimes when my friends call, or my girlfriend. That’s okay, too. That’s me. You like me anyway. And I like you. You’re funny, and you’re smart, and you may show up late, but you always show up eventually, just chill the hell out”. Siempre me gustó esa frase (de un amigo a otro) de Paper Towns. Porque es así. Si fuera por mí, los caprichos me harían sentir que puedo controlarlo todo, que estoy en la posición de reclamar un gesto cuando lo necesito y no cuando a los demás les surge de manera espontánea. De lo contrario, jamás podría disfrutar nada o “chill the hell out” y no quiero eso. No quiero perder la capacidad de disfrutar lo que tengo por estar distraída con lo que tiñe el panorama.
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El disfrutar de lo que tenemos puede llevarse a cabo de distintas formas. Llamando a un amigo a las doce de la noche. Tocándole el timbre a alguien para salir a correr. Comprando flores para tu abuela. Escribiendo un mail para que le llegue a otro en un día no tan bueno. Regalando un libro que es fundamental para vos. Escribiendo una carta. Abrazando a tu mamá. O a tu papá. O a tu hermano. Cuando era más chica, fue mi mamá precisamente la que me pedía que disfrute de los pequeños instantes cotidianos. Siempre subestimé ese consejo. O sentía que disfrutar era sinónimo de planes ambiciosos trazados a largo plazo (“you just use the future to escape the present”). Pero ahora lo entiendo. Entiendo que eso de “pequeños instantes cotidianos” se traduce en esas acciones desinteresadas, humanas, afectivas, que contrarrestan todas las otras que nos quieren hundir (“a esta altura yo no caigo más, los rayos lo hacen por mí”). Hace más de un año que tengo una vida sin rutina. Me mudé a un lugar más tranquilo, al ideal de casa que siempre busqué y puedo, si trabajo para eso, manejar mis propios horarios. Sin embargo, hay algo dentro de esa no-rutina que sí es metódico y que no quiero que cambie: despertarme, prepararme el desayuno y empezar a leerlos. Porque aprendo. Porque sonrío al verlos interactuar. Porque me encanta responder. Porque me divierto armando galerías. Porque me emociono. Porque ya son parte de mi vida. Y lo siento en situaciones puntuales, como cuando recopilé todas las frases que dejaron para el epílogo del libro del blog y reconfirmé que Cinescalas es tan importante para mí no solo porque es un proyecto personal (con su inminente correlación en papel): es importante porque los juntó a ustedes. Hace poco fui a un recital en el que alguien cantaba que “las noches oscuras ya son parte del recuerdo, voy a mejorarlo, como las hojas al viento, como el árbol joven a punto de dar sus frutos, te ofrezco mis manos”. Yo no puedo llamarlos a cada uno de ustedes a las doce de la noche. No puedo ir a golpearles las puertas de sus casas para invitarlos a salir a correr o a caminar. No puedo comprarles flores. No puedo abrazarlos. No puedo, por cuestiones lógicas, realizar esos pequeños gestos que quiero que reciban, porque es demasiado (demasiado hermoso) todo lo que yo recibo acá, el “acá” siendo este espacio que les ofrezco de lunes a lunes. Pero sepan que si pudiera, haría todo eso. Porque repensando el consejo de mi mamá, ahora sé que, sin darme cuenta, le estuve haciendo caso estos tres años. Porque disfruté mucho. Pasé 700 días disfrutando gracias a ustedes. Gracias a ustedes que me cambian el día. ♦
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OTRO TEMA/CONCURSO: “FILMÁ TU PROPIO VIDEOCLIP”:
¿Cuántos de nosotros, al escuchar una canción, nos imaginamos una determinada circunstancia, concebimos nuestra propia película? Sí, creo que muchos. De esa seguridad surgió este nuevo concurso. Así como el año pasado la convocatoria fue la de filmar un cortometraje (nuevamente felicitaciones a la ganadora, Mariana Caillet Bois), este año la propuesta es que filmen un videoclip con su canción favorita (o una de sus favoritas, al menos) sonando de fondo. Paso a responder posibles preguntas. ¿Qué tiene que mostrar el video? Lo que quieran (sabiendo los límites, claro está). Puede ser una secuencia imaginada, o bien un compilado de secuencias de película. La única condición es que esté musicalizado con su tema predilecto. ¿Cómo tiene que ser filmado? Casero o profesional, con una cámara, un celular o un iPod, siempre y cuando haya un cierto “cuidado” en el material. ¿Cuánto tiempo hay para filmarlo? Exactamente dos meses. Desde hoy hasta el viernes 27 de septiembre. Como sucedió en aquella oportunidad, lo preferible es que si los filman antes, me los envíen, así los voy mostrando por entregas, a medida que me vayan llegando. Es decir, que si ya la semana que viene tienen algo, bienvenido sea. ¿Puedo recibir ayuda? Absolutamente. De hecho, el premio no es solo uno, por lo cual podrán repartirlo entre quienes colaboraron con su trabajo. ¿Quién elige al ganador? Los videos, como mencioné previamente, van a ser mostrados por entregas en el orden en el que me lleguen. Una vez recibidos todos, el viernes 4 de octubre voy a publicarlos juntos para que ustedes los revean y elijan su favorito. ¿El premio? Otra canasta-cinescalera-cinéfila con bandas sonoras, películas originales y libros. ¿Algo más? Sí, el video tiene que ser mandado con link o código (de YouTube o Vimeo) a mi casilla de correo de siempre (milyyorke@gmail.com). ¿Podemos dejar de leer? Sí. Ahora es momento de que sufran la pesadilla de verme cantar (o imitar la voz de alguien, no sé qué es peor) “Pink Rabbits” de The National, en un video amateur del que pueden sacar una idea (si es que hay alguna en el mío) para cómo filmar los suyos. Porque como yo me ubico dentro de ese grupo que, al escuchar una canción, imagina una determinada circunstancia, les quiero agradecer a Ezequiel Saul y Matias Aimar por cumplir mi capricho a la hora de mostrar uno de los momentos en los que llevo a cabo precisamente eso: hacerme la película. Sin más, los invito a verlo y a reírse un poco de quien les escribe así cortamos con tanta cursilería 😛 – ¡Participen! Aguardo ansiosa sus producciones, muchachada. Imagino que tienen mucho para mostrar…
Grabá tu propio videoclip from lanacion.com on Vimeo.
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DE YAPA: EL CLÁSICO CONCURSO DE LA MEJOR NOTA DE LOS LUNES; AQUÍ LES DEJO NUEVAMENTE LA LISTA (ESTA VEZ MÁS BREVE) PARA VOTAR HASTA EL DOMINGO POR SU FAVORITA:
Hacer un cortometraje por Manuel Gimenez / Si no fuera esto, sería otra cosa por Sol Iametti / Se presume culpable por Soledad Lamacchia / Bienvenidos al club por Ana Acosta / We Need to Talk About Kevin por Natalia Paez / Spring Breakers y la estética de videoclip por Lautaro Garcia Candela /
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Muchachada, como siempre en estos posts, a felicitar y a votar :P; gracias por acompañarme en el blog en cada una de sus etapas; nos reencontramos el lunes donde anunciaré al ganador del concurso y espero que participen con sus videos en la otra convocatoria del día; ¡Buen Finde para todos!
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700 POSTS…¡OH MY GOD!

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La escena del día: Hierro 3
“It’s hard to tell that the world we live in is either a reality or a dream…”
Yo vivo la vida de la ausencia. En realidad, creo que todos en un momento u otro la vivimos o sentimos así. O bien porque hay una carencia que no se termina de llenar o bien porque el concepto de ausencia lo padece otro, sin que lo sepamos, otro para el cual nosotros estamos ausentes. No es posible huirle a eso. Yo vivo la vida de los enigmas. Todos somos enigmas. ¿Cuántas veces alguien habrá querido descifrarnos para bajar los brazos en la mitad de la contienda? No podemos terminar de comprendernos a nosotros mismos, entonces, ¿cómo podría alguien, como escribió Benedetti, coleccionar nuestros despojos, decodificar nuestras claves, nuestros sigilos? El extravío parece, al igual que la ausencia, inevitable. No es fácil abordar Hierro 3, no es fácil ponerla en palabras. Podría decirse que es poesía (porque sí, es poesía de la ausencia y también de su contracara) y aún así se estaría apelando a una generalización de su efecto puntual. En esta historia de amor entre Tae-suk y Sun-hwa no hay diálogos, no podemos aferrarnos a declaraciones hiperbólicas para decir que lo que se genera entre ellos es una afinidad que se produce fortuitamente. Sin embargo, notamos esa afinidad, notamos que hay un hombre que vive no más de unos días en casas temporalmente deshabitadas, y notamos que hay una mujer víctima de abuso que quiere, al menos por un segundo, acostar la cabeza en un lindo almohadón, beber té y dar un beso en paz. Tanto uno como el otro se nos presentan como enigmas y como seres ausentes (él y su esencia fantasma, ella y su desconexión con el mundo, producto del dolor), pero tampoco importa que se nos contextualice demasiado el qué los llevó a estar así, el qué los hizo elegirse. Ellos encajan tan bien como sus pies juntos en una balanza. A fuerza de imágenes simbólicas, Kim Ki-duk nos muestra el romance progresivo, como preparándonos para una media hora final extraordinaria donde, y también sin palabras, surgen todas las respuestas. Porque si no se puede alcanzar la perfección amorosa por una infinidad de razones (que en este caso abarcan desde la corrupción hasta la desprotección de los parias), entonces a la perfección hay que encontrarla en la aceptación de los despojos, en abrazar la ausencia, en hacer un sacrificio por el otro, en activar los sentidos para percibir eso (alguien, un llamado a la distancia, un presentimiento, lo que fuere) que a veces se nos escurre entre los dedos. Ése es el asunto. Aquel que “está en tus ojos y los cierras”, que “está en tus manos y las quitas”, que “está en tus pechos y los cubres”, que “está en mi enigma y lo abandonas”. ♦
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► [ESCENA] Uno de mis momentos favoritos de Hierro 3:
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► [GALERÍA] Amores trágicos/tristes/complicados del cine:
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Dos consignas para este jueves: 1. ¿Vieron Hierro 3? ¿Qué opinión tienen de ella? 2. ¿Cuáles son las historias de amor más tristes y/o imposibles del cine, y aquellas que más les han impactado a ustedes? ¿Prefieren esta clase de films románticos o los que tienen finales felices?; espero sus comentarios y alguna propuesta para la Escena del día y Deathmatch; ¡los leo, muchachada! ¡buen jueves! ¡nos vemos mañana con un festejo!
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Por favor, rebobinar: Las películas de los 70
“El cine tiene el poder de describir cosas invisibles. Funciona como una ventana a través de la cual entrás en un mundo diferente, algo parecido a un sueño (…) tiene ese poder porque, a diferencia de las demás formas artísticas, utiliza al tiempo como parte de su proceso y la clase de historias que me gustan son las que tienen una dosis de abstracción” le contó David Lynch a Laurent Tirard. Resulta apabullante que en una frase tan concisa el director pueda abarcar cinco ejes fundamentales de narración o de modos de concebirla: el juego con la invisibilidad (es decir, las percepciones), el cine como una ventana y no tanto como una puerta (es decir, el voyeurismo, o la actitud de observar a escondidas), lo insondable del componente onírico (es decir, un recurso más para alterar las mencionadas percepciones), el factor temporal que facilita el hecho de quebrantar ciertas reglas (es decir, la creación de un mundo con características intrínsecas, ese universo particular de quien está orquestando) y, finalmente, la abstracción. Esto último, en Lynch, se vincula también a cómo sus películas son el resultado de la mezcla de dos componentes que su autor nunca pretende desunir: lo calculado y lo primitivo. El intelecto puesto al servicio de lo que el corazón está queriendo contar/mostrar. Lo racional y lo pasional. Una suerte de equivalente cinematográfico a la tarea literaria (matemática) de Poe. La década del 70 fue testigo de los comienzos de Lynch con Eraserhead, pero también de la consolidación de Nicolas Roeg, una evidente influencia para el director de Blue Velvet.

Afiche alternativo del film – Ilustración: johnjpearson.co.uk/ – Gracias Sole por dejarlo en el Post de los posters
Todos los puntos de la cita de Lynch que fui desglosando son enteramente aplicables al cine (mucho más abstracto, mucho más alucinógeno, igual de fascinante) de Roeg. En Venecia rojo shocking, particularmente, su obsesión por los saltos temporales, por el desconcertante uso del sonido (del in crescendo del sonido, de cómo puede perforar, incluso cuando lo que se nos muestra no es más que un detalle mundano, como la vajilla que cae al piso), por la yuxtaposición de géneros, está maniobrando para que los contrastes sean vitales. Una pareja que lidia con la muerte de su hija – mediante dos posturas que al inicio parecen similares y luego toman rumbos divergentes -, viaja por un tiempo a Venecia, donde los coletazos de la tragedia empiezan a tomar forma concreta (y no tanto) desde ángulos absolutamente impensados, derivando en una revelación donde el rojo opera como elemento cíclico que nos obliga a confrontar su uso en la muerte del inicio y lo que sucede en el desenlace. La citada secuencia final del film de Roeg inevitablemente nos lleva de vuelta a Lynch, quien debió haberla visto en más de una ocasión antes de gestar el episodio del “monster in the dumpster” de Mulholland Dr. Por otro lado, y retomando lo de los contrastes, leí una vez que Roeg pensaba que la mejor manera para que el espectador interprete una historia (acá, tan retorcida y feroz como la banda sonora de Pino Donaggio) era ubicándose en un escalón superior a los personajes. Esos personajes que siempre están a punto de distinguir la realidad del sueño pero que nunca terminan por hacerlo (a diferencia de quien atestigua sus padecimientos, que posee otras herramientas para inferir), hallando placer en ese caos sexual tan magistralmente dirigido, donde la intensidad es un ejemplo más de cómo el melodrama puede beneficiarse enormemente del poder de abstracción. ♦
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► [ESCENA] El terrible comienzo de Venecia rojo shocking:
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► [COMPILADO] 50 películas de los 70 en un solo video:
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► [GALERÍA] Las mejores películas de los 70:
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Retomamos la sección POR FAVOR, REBOBINAR con una sola consigna: ¿Cuáles son, para ustedes, las mejores películas (y/0 las más emblemáticas) que nos ha dado la década del 70? ¡Espero sus aportes así dejo una galería con ellos, como siempre! ¡Buen miércoles para todos!
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Si alguien tuviera que ser Franny, que sea Zooey
Es la manera en la que se baja del tren. Hay algo desordenado, desprolijo, despreocupado en sus manierismos. En una mano, un bolso. En la otra, un libro. Un libro que relee con la compulsión de quien encuentra en sus frases algo parecido a la salvación. Un libro que lleva consigo a todas partes porque, como muchos, sabe que tenerlo cerca implica sentirse menos sola. Las palabras que yacen en él son las que, una y otra vez, terminan hablando por ella. Acto seguido, coloca el libro dentro del bolso y comienza, también compulsivamente, a narrar episodios inconexos, situaciones triviales, como queriendo cubrir con la verborragia los espacios en blanco que tanto pavor le provocan. Es la manera en la que, aunque su pareja esté cerca, se desprende súbitamente de lo que la une a él y siempre (siempre) sucumbe a los pensamientos negativos. Que está ansiosa. Qué está impaciente. Que recuerda una noche de lluvia poco fortuita. Que quiere salir de ese enredo de sentencias. Que no puede. Franny Glass, como tantos personajes de J.D. Salinger, se ubica presencialmente en un lugar, pero simultáneamente su mente está habitando otro. Fiel a ese espíritu de “pez banana” que vincula a los Glass como familia, pero que también nos retrotrae a Holden Caulfield y la imagen de una calesita en movimiento, Franny nació para estar desencantada, nació para ser inconformista, para saber cómo detectar la hipocresía y, a fin de cuentas (como el Matías Vicuña de Fuguet), entregarse a la utópica empresa de encontrar belleza en los lugares más puros. Como puro es un poema, al que define como algo hermoso, como una suerte de legado impoluto que solo algunos pueden dejar.
La presentación que hace Salinger de Franny es extremadamente cinematográfica, y no solo porque podemos configurarnos sin problemas la imagen de una joven que baja nerviosa de un tren, como si todo estuviera a punto de caerse de sus manos, sino también porque, minutos más tarde, al encontrarla con la frente brillosa, sudando nerviosa, sacudiendo las cenizas de su cigarrillo y con la vista fija en el mantel, Franny es fácilmente representable. Su rostro, sus gestos, sus silencios, están expresando todo lo que ella no puede aunque lo intente; porque sí, lo intenta, incluso cuando de su boca salen las palabras equivocadas. Por eso, yo siempre la pensé con el rostro de Zooey Deschanel. Quizás porque leí que sus padres le pusieron Zooey por Franny and Zooey, pero mucho más porque en esos enormes ojos, en ese andar apurado, puedo hallar a la misma chica de las páginas, la que se siente rara, autodestructiva, “fatal”. Pensaba que Zooey es la perfecta respuesta a la consigna de hoy, alguien que reunió todas las condiciones para ser estereotipada pero que, sin embargo, está capacitada para volverse oscura, para llorar, para sacudir esas cenizas y ponerse a chillar como amenaza Franny cuando describe a los “engreídos demoledores” que terminaron cercándola. Hace poco, reviendo algunas escenas de Mumford, volví a creer que Zooey sería la perfecta Franny. El personaje ideal para terminar con una sucesión de roles tan parecidos entre sí, tan perfectos aún en su imperfección, que no nos dan una cuota de eso por lo que tanto pelea el personaje femenino más importante del universo Salinger: la tan vapuleada autenticidad. ◄
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► [ESCENA] Zooey Deschanel, en uno de los papeles más distintos a los que habitualmente interpreta, en la gran película Mumford:
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► [COMPILADO] En esta suerte de “post de los tics”, les dejo el hábito más molesto y constante del cine, que no necesita introducción alguna (vean si pueden soportarlo):
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► [GALERÍA] Los actores que siempre repiten ciertos gestos (y a veces un mismo papel) hasta el infinito):
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Dos consignas para este martes: 1. ¿Qué actores parecen estar siempre interpretando el mismo papel? ¿Cuáles son los tics con los que los asocian? Hagan sus aportes así armo una galería con ellos 2. ¿Alguna vez han imaginado a algún actor/actriz como la cara de un personaje literario? ¿A quiénes y con cuáles?; espero sus comentarios; ¡los leo! ¡buen martes!
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