Con este técnico perdimos por primera vez en la historia contra Venezuela.
Con el anterior perdimos 6-1 con Bolivia, y nos goleó Alemania en el mundial.
Con el anterior perdimos por primera vez con Chile, y nos dejó en zona peligrosa en la eliminatoria.
Con el anterior a ese, todo fue bastante razonable, aunque debe decirse que pasamos octavos de final gracias a un zapatazo de esos que si le pegás mil veces entra una. Y era contra México.
Con el anterior, en 2002, perdimos en primera rueda del mundial. Hicimos dos goles de pelota parada.
¿No será que no somos tan buenos? Nos confunde bastante que tenemos al mejor de todos, al mejor de la historia. Y dos o tres jugadores de primer nivel mundial (aunque no los mejores del mundo ni nada que se le parezca) en otras posiciones de ataque. Sacando a los tres de ataque, los ocho restantes son buenos jugadores, pero normales. Peores que los que la Argentina tuvo en otras épocas. Mucho peores que los que tuvo en la época con más abundancia de jugadores de élite, los mundiales de 1998 y 2002, con la única (aunque enorme) diferencia a favor del presente que es Lionel Messi. Imaginemos una formación canónica de aquellos tiempos, que no sé si alguna vez habrá jugado pero podría haberlo hecho. Formo 4-4-2: Zanetti, Ayala, Sensini, Sorín; Simeone, Almeyda, Verón, Kily; Ortega y Batistuta. Esos sí que eran todos jugadores de primer nivel en sus puestos. Comparar Zanetti con Zabaleta, Rojo con Sorín y Verón joven con Banega.
La Argentina, como River, como Central, ha sido víctima de la globalización. A nivel nacional, la globalización hizo estragos en los equipos grandes porque se llevó todos los jugadores buenos, a los escalones de arriba de la pirámide, y sólo quedaron los dos de abajo. Rápidamente se dio un proceso de convergencia en la calidad de los equipos, porque ni siquiera los Boca y River pueden retener a los jugadores buenos, y a duras penas a los dignos. Los que quedan aquí son todos del montón, y todo puede ocurrir: que River descienda, por ejemplo. O que los equipos más goleadores de primera división sean Godoy Cruz, Arsenal y Atlético Rafaela.
A nivel internacional, la convergencia de calidades actúa de manera más pausada. Sigue pesando la tradición futbolística que pasa de generación en generación por un proceso de aprendizaje. Pero atención: la cancha de Venezuela, un país que creíamos que jugaba al béisbol, estaba llena de gente que quería ver a Messi. El fútbol se ha popularizado y las diferencias se van acortando. La Argentina ya hace unos años que no es una fábrica de genios: en cuatro años, Pastore es la única joya exportada que tenemos para mostrar. Y Pastore es bueno, pero juega en el fútbol francés. Y tampoco se ve, en los torneos nacionales, ningún jugador que prometa tanto como la camada anterior, la de Messi, Agüero e Higuaín.
Entonces: ¿no habrá Maracanazo Argentino? Sí. Tranquilos. Sabella se va a dar cuenta de que a nivel del seleccionado no conviene cambiar tanto de dibujo táctico. Es muy sencillo, Pachorra: tenés que ver la película English Manager. Un entrenador imaginario del seleccionado inglés prueba varios sistemas tácticos durante el mundial, con pésimos resultados. Asediado por la prensa, hace dos cosas: recita a Rudyard Kipling y anuncia que el equipo formará Four-Four-Fucking Two en el match decisivo contra la Argentina (incidentalmente: el partido se define a favor de England con un gol con la mano).
El 4-4-2 es la formación más simple, la que más se adapta al poco tiempo que tiene una selección para trabajar. Las variaciones hay que hacerlas sobre ese bajo continuo. El día que haya que jugar más ofensivamente, uno de los doblecincos puede ser Pastore jugando a lo Verón. Como locura, yo probaría al ahora-caído-en-desgracia-Tévez como número 8; no puede ser mucho menos que Sosa. O quizás, por qué no, al mejor jugador barbado desde Sócrates, el enjundioso Villar de Godoy Cruz. Todavía hay tiempo para que aparezcan marcadores laterales, o puede ocurrir que los actuales se consoliden en sus puestos.
No se necesita demasiado para Brasil: un equipo sólido y uno o dos lugartenientes de Messi. Si la pelota le llega seguido, podemos confiar en que Messi hará el resto.