
— Seré estúpido, ¿cómo me metí en este país?
Las preguntas son dos: qué sería bueno hacer y que creo que harán. Primero las opciones de política, luego mis preferencias y mis impresiones.
OPCIÓN 1: RELAJACIÓN DE LOS CONTROLES Y MANTENIMIENTO DEL TIPO DE CAMBIO CUASI-FIJO
Si de un día para el otro se anunciara que se pueden comprar todos los dólares que se deseen, sin ningún tipo de restricción, o con restricciones no muy operativas, creo que se acentuaría la pérdida de reservas. ¿Por qué? Porque la expectativa de “todos corremos, caen las reservas y por lo tanto devalúan para no perder muchas” es lo que se llama un “equilibrio de expectativas racionales”: nuestra expectativa sobre algo (el precio del dólar) es consistente con el valor de ese algo (el precio del dólar) si decidimos adoptar esa expectativa (es decir, si creemos que el dólar va a subir y por lo tanto decidimos correr). Enrevesado, lo sé, pero esa me parece la mejor descripción del significado “Expectativas Racionales”, mucho mejor que la otra más difusa de “uso toda la información disponible”.
¿No es, también, un equilibrio de expectativas racionales que nadie corra, porque nadie cree que el dólar va a subir y, como nadie corre, no se pierden reservas, y por lo tanto el gobierno no se ve obligado a devaluar? Creo que no: hay un problema real, no psicológico, y es que la trayectoria de este dólar es incompatible con esta inflación. Y hubo dos hechos que coordinaron el timing de la corrida: la fecha electoral (“hasta las elecciones no van a devaluar, después quizás sí”) y la reacción del gobierno (“no sé si te doy todos los dólares que quieras”).
OPCIÓN 2. STATU QUO: EMBARRANDO LA CANCHA
Siguen las restricciones, o incluso se acentúan. Podemos llamar a esta opción “control de cambios”. Hay un dólar oficial al que se pueden hacer algunas transacciones, con costos burocráticos importantes, pero no es posible comprar todos los dólares que uno quiere. La explicación más clara del control de cambios que leí en estos días la escribió Domingo Cavallo, aquí. No quiere decir que el dólar “oficial” se mantenga fijo. El gobierno podría ir levantando suavemente el dólar oficial, más o menos como venía haciéndolo antes, de a 4 o 5 centavitos por mes, o incluso un poco más. Incluso es concebible una trayectoria alcista del “oficial” hasta empardarse con el “paralelo” y una unificación posterior a ese nivel.
OPCIÓN 3. DEVALUACIÓN LISA Y LLANA
Simple, y similar a lo que se hizo en 2008-2009. Una devaluación de 10% o más para tomar aire, y luego sigue el mismo régimen anterior de algo que no es “flotación administrada” sino más bien “fijación administrada”: algunos centavitos por mes para moderar el retraso ulterior del tipo de cambio. Las preguntas aquí son dos: (1) ¿le cree la gente al nuevo tipo de cambio o sigue corriendo? La Argentina -y el mundo- tuvo muchas experiencias de “devaluaciones que no alcanzan” (2) ¿Cuál es el impacto de la devaluación sobre los precios?. Nótese que hay un dilema entre (1) y (2): cuanto más devalúes, mayor el impacto en los precios pero más probable que logres “matar” las expectativas de devaluación.
OPCIÓN 4. CAMBIO DE RÉGIMEN
El gobierno podría pasar a un sistema más parecido a la flotación cambiaria. Sencillo: desde mañana, no se interviene más a favor de un determinado tipo de cambio. Que el dólar fluctúe como ocurre en Brasil, Chile, Perú, Uruguay y siguen las firmas. Puede ser, claro, una auténtica “flotación administrada”: sin anunciarlo, el gobierno interviene “parándolo” en 5 pesos pero también evitando que baje de $4,40. Entre esas bandas difusas, el dólar se mueve tranquilo, como pez en el agua.
¿QUÉ HARÁN?
En primer lugar, hay que ver la política del asunto. Parecería haber una interna en el manejo de la economía, graficada por esta bellísima escena que refiere Van der Kooy:
Cristina convocó a la titular del Banco Central a su despacho de la Casa Rosada preocupada por el rumoreo del mundo financiero y la demanda de dólares. Ya se habían puesto en marcha las medidas de control y las acciones policiales de la AFIP. Estaban presentes también Carlos Zannini y Amado Boudou, con quien había estado conversando a solas. La Presidenta objetó algunas decisiones de Marcó del Pont que, a juicio suyo, habrían fomentado el actual clima enrarecido. La jefa del Central se defendió explicando que hacía todo lo que estaba a su alcance. Pero que había cosas que no lo estaban y que eran determinantes para que los pequeños ahorristas y grandes tenedores de dinero corrieran detrás del dólar.
“¿A que te referís?” , le habría preguntado la Presidenta.
“A la inflación” , contestó Marcó del Pont.
Boudou lanzó una carcajada descalificadora. Cristina se fastidió y dio por finalizado el diálogo. La jefa del Central retornó con mala cara a su oficina. El incidente habría servido para develar, al menos, tres cosas: la resistencia presidencial para aceptar que los índices fraguados del INDEC constituyen ahora el factor más distorsivo de la economía; el peso que la opinión de Boudou tendría sobre ella: hace tiempo que el ministro de Economía cuestiona a Marcó del Pont; la puja interna entre esos funcionarios y otros para controlar, de modo directo o indirecto, el timón económico en el próximo período. Esa discusión terminó sembrando dudas sobre el destino de Marcó del Pont: está donde está por un decreto de Cristina; su pliego no lo aprobó el Senado.
Sin saber exactamente lo que piensan los actores, mi impresión es que Boudou –por decirlo suavemente– conoce más los manuales de economía tradicionales que Marcó del Pont. Su formación CEMISTA le alcanza para intuir que el sistema de controles es bastante descabellado, mientras que para Marcó del Pont los controles son clave para la continuidad del MAMDIS (Modelo de Acumulación y Matriz Productiva Diversificada con Integración Social). Pero en tanto Marcó del Pont se mantenga en el Central parecería ser que el camino más probable es el 2: seguir embarrando la cancha e ir a un sistema bastante parecido a los antiguos controles cambiarios.
QUÉ HABRÍA QUE HACER
Lo mismo que en 2008, mi solución favorita es la número 4: aprovechar la situación para pasar a un régimen de tipo de cambio más flexible, que es una condición necesaria, aunque de ningún modo suficiente, para enfrentar la inflación. ¿Por qué? Porque el sistema actual, este de “el dólar puede mantenerse o subir, pero nunca bajar” hay implícita una expectativa de devaluación y por lo tanto una expectativa de inflación. Desde luego, no es la única causa de la inflación, pero es la causa monetaria más importante: esperamos un poco de devaluación, por lo tanto esperamos inflación, por lo tanto esperamos que se reaccione a esa inflación con algo más de devaluación.
Claro que con el cambio de régimen no alcanza para bajar la inflación. A esta altura del post, sería abusar del lector intentar decir qué es lo que faltaría.