DISI, DesIndustrialización por Sustitución de Importaciones: crazy
Los problemas de la economía K empezaron hace tiempo. (Responderé con una fecha exacta en una columna aquí en la Tribuna de Doctrina el domingo que viene). Pero evidentemente dentro de la pendiente resbaladiza de mamarrachos de política económica, la instauración de permisos previos para la importación es un salto cualitativo.
[Defino, para que no haya confusiones, “mamarracho”: cosas no buenas que hace este país que no se hacen en ninguno de los países que admirás. Incluyo en la lista: “subsidios de hasta 80% en servicios públicos, seas pobre o rico”; “impuestos altos a las exportaciones”; “intento de tipo de cambio alto aunque el costo sea una inflación mayor a 20%”; “manipulación de las cifras del organismo estadístico nacional”].
Los permisos previos a la importación inauguran una nueva etapa en la economía argentina: la DISI, DesIndustrialización por Sustitución de Importaciones. Se trata de una remake de la ISI, la industrialización por sustitución de importaciones iniciada en tiempos de la Gran Depresión. No que esa primera etapa haya sido muy buena; pero las segundas partes suelen ser peores. Anoto un par de diferencias entre la ISI y la DISI.
La primera es, claro, una cuestión de circunstancias: la ISI empezó como respuesta a una crisis mundial que nos dejó con exportaciones muy menguadas y una gran recesión: déficit externo y desempleo. Ante estas circunstancias las alternativas eran devaluar o proteger. Alguna racionalidad hay en la elección de proteger en aquel momento. En primer lugar, es posible que una devaluación no hubiese tenido demasiado efecto en las cantidades exportadas, porque el comercio multilateral se había desintegrado. En segundo lugar, puede anotarse un motivo distributivo: en aquel entonces las exportaciones argentinas eran, básicamente, alimentos; la devaluación los habría encarecido y reducido más los salarios reales que la alternativa de protección.
Pero me parece más importante, a los fines de investigar los méritos relativos de la ISI y la DISI, señalar la diferente composición de las importaciones argentinas entonces y ahora. Las muestra este gráfico:
En los años 30s, el margen que había para comprimir importaciones de bienes de consumo, más fácilmente reemplazables por producción local, era mayor. Hoy, en cambio, la economía argentina está más integrada al mundo. Los bienes intermedios, de capital y combustibles (casi todos ellos necesarios para que la economía funcione) son el 80% de las importaciones. De hecho, es muy notable el aumento de las importaciones como % del PBI durante los años kirchneristas, como muestran los colegas de Economista Serial Crónico. Y tampoco será tan fácil reducir las importaciones de algunos bienes esenciales de consumo. De modo que es bastante difícil comprimir las importaciones sin impactar en el nivel de producción.
La DISI no llega en un buen momento. Según el último informe del INDEC –sí, del INDEC– la producción industrial de diciembre de 2011 fue apenas 1,4% superior a la de diciembre de 2010. Y la actividad, en general, se está ralentizando, como también muestran los indicadores de los economistas seriales. Sobre este panorama de fin de ciclo –influido por factores internacionales pero también locales; en particular, por la incertidumbre asociada al control de cambios– la instauración de la DISI será un golpe adicional.
Vale la pena preguntar, y quizás dejarlo para un próximo post: ¿y cuáles eran las alternativas a la DISI? ¿Devaluar? ¿No hacer nada? Está claro que, en el largo plazo, la disponibilidad de divisas para importaciones depende de las que se obtengan por exportaciones. En ese sentido, la DISI podría ser vista apenas como una de las posibles vías para asignar esas divisas.
Hay, sin embargo, dos motivos que la hacen peor a las alternativas. En primer lugar: en la alternativa de una devaluación, mejora la rentabilidad para la producción exportable, de modo que a mediano plazo la disponibilidad de divisas es mayor. En segundo lugar: es muy difícil que Moreno sea tan habilidoso como el mercado para asignar esas divisas. Con una devaluación, las importaciones se encarecen, y seguirán importando aquellas industrias para las cuales los insumos son tan valiosos que vale el precio extra. Con el sistema de la DISI, en cambio, lo más probable es que la banda de Moreno no pueda detectar con tanta precisión qué importaciones realmente valen lo que cuestan, y cuáles no. Corremos el riesgo de dejar de exportar un reactor nuclear porque le falta un tornillo taiwanés; si es el mercado el que raciona, es imposible que eso suceda.
¿Y por qué no devaluamos, entonces? Lo sabemos: tiene sus complicaciones. Desde que decidimos meternos en el camino de la alta inflación, los márgenes de acción para la política económica se han achicado, como muestra el post anterior.