Plebiscito en la Ciudad de Buenos Aires

Basta de la política del amor y de los globos.

Resulta bastante evidente, salvo para quien se niegue a verlo, que la política de traspaso de servicios de transportes a la ciudad de Buenos Aires está guiada únicamente por motivaciones políticas y económicas y no pensando en los usuarios. (Leemos en Bloguín que el presente griego incluye el engendro del tranvía Celeris, por el que el gobierno nacional subsidia a cada pasajero con 46 pesos).

Hay, creo, argumentos a favor de un manejo subnacional del transporte público metropolitano. Pero debería pensarse bien qué servicios maneja cada jurisdicción, y seguramente desembocar en una Autoridad Metropolitana de Transporte, idea que tiene expresiones legales desde al menos 1998. Por ejemplo: no tiene mucho sentido que la Ciudad maneje las líneas de colectivo que sólo circulan por Buenos Aires pero no maneje las que circulan en un 90% por Buenos Aires (pienso, por ejemplo, en la línea 29). Evidentemente un sistema de recorridos racional requiere una única autoridad que los defina.

De todos modos, lo que hay es lo que hay: un gobierno nacional que no quiso dar los recursos para una policía metropolitana y que tampoco quiere darlos para el transporte. Manejar el transporte puede ser una oportunidad para mostrar capacidad de gobierno (para los colectivos proponemos un sistema de carriles exclusivos de línea única con este recorrido), pero manejarlos sin recursos puede ser peligroso.

Por supuesto, hay maneras de financiar el sistema de transporte municipalizado — por ejemplo subir el precio del boleto y recordar al gobierno nacional que tiene nuestros datos personales en la tarjeta SUBE supuestamente para subsidiar a la demanda. Pero el gobierno municipal debe reclamar los recursos. Se dirá: “las provincias pagan su propio transporte y seguridad”. Cierto, pero si hacemos bien la cuenta es bastante evidente que los distritos llamados Buenos Aires (la provincia y la ciudad) contribuyen al tesoro federal más de lo que toman de él. Si el statuo quo era que el transporte metropolitano tenía subsidio nacional, la solución racional es subnacionalizarlo con recursos, o al menos con recursos que decrezcan con el tiempo.

Macri debería aprovechar la oportunidad para convertirse definitivamente en un político nacional. Eso se llama plebiscito, con esta pregunta:

¿Considera Usted que la Ciudad debe administrar los transportes de subte y colectivo?

(a) Sí, siempre que el gobierno nacional que ahora los administra transfiera para ese fin los recursos que ahora utiliza.

(b) Sí, y el gobierno nacional no debe transferir los recursos necesarios para administrarlos.

(c) No. Los servicios de colectivos y subterráneos deben permanecer en manos de la Nación.

El gobierno de Macri pediría el voto por (a), y todo lo que debería conseguir para derrotar al gobierno nacional es que (b) sea la opción minoritaria. La última vez que un gobierno local desafió al nacional con un plebiscito ganó sin jugarlo, y el ganador se quedó con una disputadísima candidatura presidencial.

Las humildades de Marcó del Pont

Creáse o no, esta diapositiva formó parte de la presentación de Marcó del Pont pidiendo el cambio de la Carta Orgánica del BCRA:

Nueve años de kirchnerismo, muy lejos de la profundidad de 2001. ¿Culpa del default, etc.? Algo, sí. Pero en un país inflacionario en el que no podés dar crédito ni en dólares (salvo casos especiales, lo que me parece bien) ni indexados (cosa que me parece mal); y un país que tiene un riesgo de 800 cuando Perú tiene 180 (cosa que no era cierta, por ejemplo, en 2007) es bastante obvio que el crédito no va aumentar demasiado. La idea ahora es que regulando tasas y dirigiendo el crédito van aumentar los préstamos.

Yeah, right.

Oda a Paul Krugman

No la voy a escribir. Pero alguien debería hacerlo, porque su artículo sobre el estado de la ciencia económica me parece muy bueno: valiente, inteligente y –mejor que todo eso– verdadero.

Hay que ser valiente para decir que buena parte de lo que se hizo en macroeconomía en los últimos 40 años no sólo no aportó mucho para que la profesión se enfrentara a la mayor crisis económica en una generación, sino que incluso hizo que la reacción de política fuera más pobre que lo que habría sido sin todo ese conocimiento. Hace 40 años, dice Krugman, todos habríamos coincidido en que ante una recesión grande o pequeña se requerían políticas monetarias o fiscales expansivas. Pero en la última crisis la reacción fue tímida en el mejor de los casos y opuesta en el peor (quizás: EE.UU. y Europa respectivamente). Los políticos tuvieron economistas en quien apoyarse para aplicar al manejo económico metáforas simplistas que les resultaban de sentido común pero que eran erradas e ignoraban décadas de conocimiento acumulado — falacias tales como “si el sector privado está ajustándose el cinutrón, lo tenemos que hacer todos” o “si hay una recesión por sobreendeudamiento hay que volver a a tener las cuentas en orden y reducir las deudas”.

Lectura obligatoria.

0800 Trata

No encuentro ahora el link, pero me cuentan que una mujer paraguaya en La Plata fue liberada de su esclavitud sexual recién 2 meses después de haber empezado a contarles a los clientes su situación. ¿Será alguna de estas 42? Evidentemente los clientes tenían miedo de denunciar (o, no debe descartarse, fiaca). Iba a decir que debería existir una línea tipo 911 para denunciar casos de trata, pero por lo que veo existe en la Oficina de Rescate y Acompañamiento, aunque no queda claro que sea anónima.

Por supuesto todo esto nos lleva a la discusión de la prostitución, su legalidad de jure o de facto y diversas cuestiones asociadas. Sería un poco largo plantearlo. Mi posición en dos palabras: vivimos en un mundo en que la prostitución (o al menos la organización comercial para la prostitución) es ilegal pero deseada por el mercado. Son los efectos de sendas represiones: una estatal sobre el comercio de sexo y una social –todavía enorme– sobre la actividad sexual. En mi mundo ideal la prostitución es legal (porque nadie tiene que meterse en lo que hacen dos adultos conscientes) pero no muy deseada ni por la oferta ni por la demanda: l@s proveedor@s tienen oportunidades para dedicarse a actividades más gratas bien remuneradas y l@s client@s tienen una vida sexual plena en condiciones de gratuidad.

Estamos lejos, lo sé. Y Houllebecq diría que nunca llegaremos:

Definitivamente, me decía, no hay duda de que en nuestra sociedad el sexo representa un segundo sistema de diefrenciación, con completa independencia del dinero; y se comporta como un sistema de diferenciación tan implacable, al menos, como éste. Por otra parte, los efectos de ambos sistemas son estrictamente equivalentes. Igual que el liberalismo económico desenfrenado, y por motivos análogos, el liberalismo sexual produce fenómenos de empobrecimiento absoluto. Algunos hacen el amor todos los días; otros cinco o seis veces en su vida, o nunca. Algunos hacen el amor con docenas de mujeres; otros con ninguna. Es lo que se llama la “ley de mercado”. En un sistema económico que prohíbe el despido libre, cada cual consigue, más o menos, encontrar su hueco. En un sistema sexual que prohíbe el adulterio, cada cual se las arregla, más o menos, para encontrar su compañero de cama. En un sistema económico perfectamente liberal, algunos acumulan considerables fortunas; otros se hunden en el paro y la miseria. En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y a la soledad. El liberalismo económico es la ampliación del campo de batalla, su extensión a todas las edades de la vida y a todas las clases de la sociedad. A nivel económico, Raphaël Tisserand está en el campo de los vencedores, a nivel sexual, en el de los vencidos. Algunos ganan en ambos tableros; otros pierden en los dos. Las empresas se pelean por algunos jóvenes diplomados; las mujeres se pelean por algunos jóvenes; los hombres se pelean por algunas jóvenes; hay mucha confusión, mucha agitación.

¿Salariazo?

Estuve mirando un poco el INDEC. ¿Siguen siendo creíbles las cifras de salarios? Creo haber oído que no. Dan números muy impresionantes, que pueden verse o bien como el éxito del modelo de inclusión o bien como la garantía de que la inflación mucho no va a bajar. Los salarios privados han crecido, dice el INDEC, al 34,4% (promedio formal e informal). El salario formal en este momento estaría en 662 con base octubre 2001 = 100, es decir que lo salarios formales en dólares son un 50% más altos que en la convertibilidad.

Evidentemente el aumento me llegó en esa proporción.

¿Alguien sabe qué tan no confiable es esta data?

Alucinaciones ferroviaras del populismo

Mona tried to tell me
To stay away from the train line.
She said that all the railroad men
Just drink up your blood like wine

Dylan

Algún lector frecuente sabrá que muchas veces defendí al gobierno: estuve a favor del uso de reservas para pagar deuda, a favor del fútbol gratis, a favor del SUBE, a favor de que las retenciones fueran móviles; pero este chiste que están haciendo con el transporte es bastante malo. Cristina sugiriendo plazos para encontrar a los responsables, conminando a la justicia a que resuelva. Recordemos que es la misma justicia que del día de la tragedia decidió que no podían usarse como prueba, porque se había roto la cadena de frío, los mails que (en términos de sentido común) prueban las dádivas de empresarios como Cirigliano (dueño de TBA) a Ricardo Jaime, quien se queja por la presión del “número uno” por más dinero. Recordemos la frase del operador de Richard Jimmy:

Ya no soporto más la presión sobre este tema que está ejerciendo el número uno pidiendo algún tipo de resultado. Está dispuesto a hacer lo que sea necesario con tal de recibir alguna cosa pues es mucho el dinero que está necesitando para mantener la presión necesaria en la campaña. Lo vuelve loco a nuestro amigo Ricardo [por Jaime] pidiéndole resultados ASAP [as soon as possible , expresión en inglés que significa “tan pronto como sea posible”]

Estamos hablando de un gobierno que en su noveno año de gobierno señala la necesidad de un plan ferroviario. Recordemos algunos hitos de la política ferroviaria de este gobierno:

  • Tranvía del Este, alias Celeris: un ridículo tranvía que hace Córdoba-Independencia por el borde de Puerto Madero. Al menos tendría cierto sentido si arrancara de Retiro, para gente que viene del Norte/Noroeste y trabaja por San Telmo. Le faltan cuatro cuadras para llegar a Retiro. Según Wikipedia, así como está el Tranvía del Este cuesta unos 32 pesos por viaje. Tú puedas, Juan Pablo.

“SOFSE (Operadora Ferroviaria) INFORMA: REPROGRAMACION DEL SERVICIO REALICO – LINCOLN. EL SERVICIO DEL 19 DE FEBRERO DE 2012 Y DEL DIA 26 DE FEBRERO DE 2012 SE TRASLADA AL 21 Y 27 DE FEBRERO RESPECTIVAMENTE EN LOS MISMOS HORARIOS”.

Calculá si eras de Realicó y te habías ido de joda a Lincoln, con la idea de volver el domingo 19 para poder trabajar el lunes. Te perdiste dos días de trabajo.

  • Tren Bala: un delirio por donde se lo mire. ¿Hace falta argumentar?

Hay una definición posible y precisa de “populismo” que es poner el bienestar de hoy por encima del de largo plazo; más votos hoy, y el futuro encontrará a otro para enfrentarse a los problemas. El problema de ese tipo de populismo es que es inaplicable para los gobiernos prolongados: en un momento empiezan a pagar los costos de los retrasos de inversiones, de tarifas congeladas, de tipos de cambio poco realistas.

Estamos en el noveno

El silencio presidencial

(Texto escrito por Juan Carlos Torre, profesor de la Universidad Torcuato Di Tella, el 2 de enero de 2005)

Finalmente, como lo había anticipado su oficina de prensa, el presidente habló al país por televisión el 31 de diciembre. Habló desde Calafate, adonde la tragedia del recital de Plaza Once lo encontró reunido con la familia. En su residencia se improvisó un escenario para el mensaje. El presidente habló sentado en un sillón de la sala, vestido informalmente. Las cámaras de televisión lo tomaron en un primer plano, con el rostro adusto y la mirada fija en la gran audiencia virtual que esperaba sus palabras.

Seguramente, antes de tomar la decisión de hablar, el presidente debió desechar la opinión de quienes le aconsejaban guardar silencio, aquellos que argumentaron sobre la inconveniencia de que se expusiera en medio de circunstancias de tan incierta resolución política. Por qué hablar ahora, dijeron, mejor hacerlo después, una vez que se supiera cómo la gente procesaba la terrible experiencia, una vez que se hubiese constatado cómo se las arreglaba el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, con Aníbal Ibarra a la cabeza, para cabalgar la ola de la previsible ira popular. Por qué hablar, en fin, si nada en la cadena de las responsabilidades directas de la noche aciaga en la “República de Cormagnon” lo involucraba en primera persona. Confrontado a una de las situaciones  más difíciles que le todaba vivir, desde que abandonara las seguridades de la gobiernación de Santa Cruz para entrar en la Casa Rosada, el presidente optó, en definitiva, por hacer oídos sordos a los cálculos políticos de su círculo más cercano y decidió dar la cara.

Quizás en esa decisión pesó la mirada de sus hijos, capturada en el retrato de familia que las cámaras de televisión dejaron ver sobre una mesa, próxima al sillón desde donde hablaba –una mirada que evocaba la de los chicos y chicas que la trampa mortal de Plaza Once llenó de desesperación a la que él, padre como era, no podía ser indiferente. Más importante todavía, es posible que mientras maduraba su decisión comprendiera que él no era apenas Néstor Kirchner, político de clase 1950, proveniente del sur y competidor por el liderazgo del partido justicialista. Supo que él era también otro, el presidente del país. Advirtió, entonces, que ocupaba ese lugar simbólico al que la sociedad consternada y las víctimas de la tragedia en primer lugar dirigían naturalmente su atención en busca de palabras de compasión y pésame que las arroparon en un sentido de comunidad en medio de tanto desamparo, a la vista de tanto horror.

Y pidió con urgencia las cámaras de televisión en Calafate. Cuando apareció su imagen y empezó a hablar pudo observarse que no leía un texto escrito de antemano; probablemente el apuro impidió que le acercaran uno, quizás en el momento prefirió improvisar sus palabras. Como suele hacer con frecuencia en las tribunas suburbanas a las que acude escapando de los rituales y los protocolos para estar cerca del fervor popular; y de paso hacer corear su nombre por esas pequeñas muchedumbres que hace 18 meses ignoraban su existencia. Puesto a hablar con sus propios recursos fue evidente para todos algo ya sabido: su fuerte no es la frase elaborada, la fluidez de los oradores de masa. Sin embargo, en la ocasión, su retórica bastante rústica le dio un aire más genuino a sus palabras, hizo más verosímil su confesión, cuando dijo que hablaba desde su corazón de argentino y de padre y que, a la distancia, extendía sus brazos para rodear y contener con ellos a los seguidores de “Callejeros” y sus familiares y hacerles saber que su dolor era el dolor del país.

Porque era precisamente eso lo que tantos esperaban del presidente ese 31 de diciembre. En la hora de la desolación, no hacemos una pausa para investigar cuánta sinceridad hay en las palabras de condolencia que recibimos: las buscamos de donde vengan y nos aferramos a ellas para sentirnos acompañados en el sufrimiento, que es en ese momento y frente a lo irreparable lo único que nos queda. Por lo tanto, no hay pretextos que valgan para privar de ellas a los que han perdido un ser querido o han contemplado de cerca la muerte. El presidente comprendió bien todo esto cuando tomó la decisión de hablar. Al hacerlo y pronunciar las palabras de condolencia, dichas por él, éstas resonaron auténticas. No sólo porque en algún pasaje de su discurso pareció que se le quebrara la voz. Él es un hombre que no oculta sus sentimientos y el cargo no lo ha cambiado. Hay en sus gestos en público una conmovedora transparencia, que hace visible la distancia entre la persona y el rol que otros, en ese mismo lugar, procuran achicar disciplinando sus reflejos, dominando sus emociones. En cambio, él es, a las vista de todos, afectuoso y cordial, con más frecuencia, enojado y pendenciero.

Esa forma de ser y de expresarse jugó, precisamente, un papel importante en el primero y más relevante de sus logros, la restauración de la autoridad presidencial con iniciativas contundentes, enfrentando a poderosas presiones. La opinión del país, aliviada al ver por fin un timonel en la nave del gobierno, le retribuyó con altos índices de popularidad. Fueron esas credenciales políticas las que también contribuyeron a tornar auténticas sus palabras. Sobre todo cuando después de manifestar su pesar dio un paso más y se comprometió a promover la búsqueda y el castigo de los responsables de la tragedia. Viniendo de alguien que había hecho de la lucha contra la impunidad una bandera insignia de su gestión de gobierno, ese compromiso, además de auténtico, resultó creíble. Y lo fue más aún cuando, ya en el tramo final de su improvisado discurso y en sintonía con un diagnóstico ampliamente compartido, dijo que lo ocurrido en Plaza Once había puesto en evidencia la falta de Estado en Argentina. Para, enseguida, agregar que dedicaría sus mejores esfuerzos a la construcción de un Estado que limite y sancione los abusos de los intereses privados, el desempeño negligente y, al final, corrupto de los funcionarios encargados de velar por el bien público y, también, las conductas de riesgo de los ciudadanos para con sus semejantes.

Pero el 31 de diciembre esas palabras no fueron dichas. La imagen del presidente no apareció en las pantallas de televisión. Néstor Kirchner no quiso, no pudo o no supo estar a la altura de las circunstancias. Esta vez, dejó plantados a los argentinos.

 

Economía de McFly

Un poco de plagio del Economist, en este post y el que sigue. Lo primero: “The Proust Index“. En busca del tiempo perdido: dadas las caídas del producto en los países en crisis, han vuelto a niveles de años anteriores. El gráfico muestra a qué año han vuelto en términos económicos:

 

Hay alguna trampilla en la idea del tiempo perdido: se recupera, o se puede recuperar, bastante rápido. Ejemplo cercano: la Argentina de 2002 estaba, económicamente, en 1991 (los datos pueden encontrarlos en la maravillosa base de datos del late Angus Maddison). Pero ya en 2005 había recuperado su nivel de PBI per cápita de 1998; es decir, le llevó tres años (2002-2005) avanzar lo que le había costado 7 (1991-1998). El modelo.

ProTejer, error no sólo ortográfico

Leemos aquí en La Platea de Doctrina la nota de un lobbista de la industria textil que dice cosas como ésta:

Los nuevos mecanismos de control de las importaciones son a favor de la industria y promueven la inversión y el empleo.

El señor además tuvo la mala fortuna de publicar su artículo al día siguiente de conocerse esta noticia: “Elevarían el arancel para la importación de bienes de capital”, que no sólo llevaría el arancel para importar maquinaria de 0% a 14% sino que además duplicaría el IVA para esas  importaciones. Si bien el pago de IVA puede ir descargándose a medida que se concretan ventas, cuando se compra un bien de inversión por un monto importante,se tarda mucho en acumular los saldos de IVA que permitan neutralizar ese pago. Con el costo financiero que existe en la Argentina, esa duplicación del IVA supone un deasliento adicional a la inversión.

Ayer compré zapatillas. Ya ni la marca TEX de Carrefour (una de mis favoritas) ofrece zapatillas por menos de $200. ¿Realmente el costo adicional que pagamos por la ropa gracias al lobby de la Fundación ProTejer vale la pena? ¿Por qué no subsidiar entre todos al comercio o a los servicios, que son mucho más empleo-intensivos que la industria textil, si el argumento es defender el empleo? ¿Por qué encarecemos con la protección precisamente esos objetos cuyo peso en la canasta de consumo de los pobres es tan grande, como la ropa? ¿Cómo es que soportamos, como sociedad, un impuesto que sólo puede ser eludido –y lo es, a lo grande– por los ricos que viajan a Miami a hacer shopping?

Algún día habrá que sentarse a discutirlo.

¿Por qué no hay billetes de $500?

En la Argentina se necesitan 23 billetes para pagar el salario mínimo. En España, con 2 billetes de 500 euros te sobra. La explicación más probable: el gobierno no quiere admitir que los precios han crecido, e imprimir ese billete sería una confesión demasiado transparente de la inflación.

Pero, además: ¿no hay algún perjudicado de peso si se empiezan a imprimir billetes de $500? Claro que sí: una empresa como ésta, por ejemplo, reduciría bastante su facturación si parte de la impresión de billetes de $100 fuera reemplazada por billetes de $500. O, mínimo, de $200.

EX-POST: ¿Qué argumento hay a favor de billetes más grandes, salvo para ahorrar costo de impresión? No estoy tan seguro, siendo que en casi toda transacción superior a $100 es posible, o debería serlo, pagar con dinero electrónico. La extensión del dinero electrónico ha disminuido la necesidad de billetes grandes. Incluso podría decirse que la incomodidad de llevar 1000 billetes de $100 para pagar 100.000 pesos puede funcionar como un pequeñísimo incentivo al uso del dinero electrónico.