La otra Eurocopa: Islandia vs. Letonia

Últimamente me han hecho varias veces la pregunta: ¿hay algún caso en que la política de ajuste haya funcionado para reactivar?

Cuesta encontrarlo. Uno es el de Suecia a principios de los 90s, pero la verdad es que al mismo tiempo que hizo ajuste fiscal, Suecia devaluó. No cuenta. En la discusión europea actual, el “caso favorable” al ajuste es el de Letonia. Dani Rodrik, recién vuelto de Letonia, comenta sobre el caso letón. Rodrik no dice que sea un completo éxito, pero sí que no se puede hacer generalizaciones: que los letones, por ejemplos, son estoicos y están más preparados que otros para ajustes deflacionarios. Y vaya si tuvieron que sufrir: el PBI cayó 20% en dos años, el máximo en Europa. Hoy la economía está creciendo, pero todavía está 15 puntos por debajo de su máximo. Incluso Oliver Blanchard, economista jefe del Fondo Monetario, es un poco enfatiza los costos del ajuste deflacionario letón.

Krugman nos trae, para contrastar, el caso islandés: default a los depositantes externos en los bancos locales (tras un plebiscito) y devaluación de la moneda. También se derrumbó la economía, pero la recuperación es más rápida que en los bálticos.

¿Alguna lección para las Españas de este mundo? No muchas, creo. España está peor que Letonia para el ajuste deflacionario, porque son lo contrario a estoicos y tienen sindicatos mucho más fuertes; y España está peor que Islandia para la salida estilo Billy Bond (“rompan todo”), porque (i) sus bancos tienen en una proporción mayor acreedores locales (que harían una revolución en caso de ser expropiados) y (ii) su sistema bancario tiene más consecuencias sobre Europa que el islandés, por una cuestión de tamaño.

¿Conclusión? El camino español no es islandés ni  letón: es guatemalteco, o guatepeor. Y no me queda claro cuál es cuál.

Rescatando a Lionel Messi

(traducción por parte de Mr Tower, un amigo de la casa, de un artículo del Corriere della Sera)

Desde el punto de vista del hincha del Milan la buena noticia es que probablemente el Barcelona no tendrá la plata para comprar a Thiago Silva. A mediados de mayo, cuatro días después de la nacionalización de Bankia y del inminente “descubrimiento” del nuevo “agujero” de 19 mil millones, el Barsa golpeó la puerta de los bancos en busca de los recursos para financiar la campaña de adquisiciones pos-Guardiola. El pool de bancos está formado por 10 instituciones, de las más grandes y sólidas como el Bbva y el Santander hasta las más endeudadas y en quiebra como la Caja Madrid y la Cam. Pero a la demanda del presidente Rosell todas respondieron “no”. Toda una reacción de dignidad frente a la perspectiva de tener que pedir a Europa 100 mil millones de ayuda para mantener en pié al sistema financiero español.

La mala noticia (para los españoles, los italianos y todos los otros contribuyentes de la Euro zona) es que los 10,5 millones de estgipendio para Messi, la “pulga”, y los 13 millones de la “estrella” del Real Madrid, Cristiano Rolando, y los 14,8 millones para el irascible entrenador Mourinho y los otros mega estipendios de la Liga saldrán de sus bolsillos. De nuestros bolsillos a través del paquete que Europa se apresta a conceder.

Las deudas del fútbol español, entre la primera y la segunda división, rondan en torno de los 5 mil millones, medio punto de la deuda nacional. Si fuese una familia (o una empresa normal) ya estaría en tribunales dado que las entradas anuales son del orden de los 1,8 mil millones mientras que los gastos corrientes son 300 millones más altos.

Sólo contabilizando los impuestos atrasados y las contribuciones sociales impagas el futbol debe mil millones al Reino de España. El Ministro de Educación y Deportes, Jose Ignacio Wert, acaba de firmar un acuerdo con la Liga de Futbol Profesional por el cual, a partir del próximo campeonato, el 35 % de los derechos de TV será puesto de lado como garantía de los atrasos. Para ponerse en regla con el fisco, el Real, el Barsa y los otros clubes tienen como plazo el 2020. Ocho largos años. Los pagos comenzaran en la temporada 2014-2015. “existe la sensación -ha admitido el ministro- que el futbol ha recibido un tratamiento favorable. Los restantes 4 mil millones de deudas son otro “favor” que los bancos españoles han concedidos a los equipos de futbol. La causa es la convivencia político-financiera. Las varias cajas locales, dependientes de las juntas regionales o de los grandes municipios, conceden préstamos a empresarios amigos del partido de turno. El fútbol con su séquito popular formaba parte de las prioridades políticas.

El Real y el Barsa son los clubes más endeudados, 600 millones uno, 548 millones el otro, pero, paradójicamente son los más solventes debido a sus ingresos son apenas superiores a sus débitos. Distinto es el caso del Valencia, que tiene una deuda de 380 millones e ingresos por solo 120. Florentino Perez, el patrón de “los blancos” obtuvo de la Caja Madrid 76,5 millones para comprar a Cristiano Rolando y Kaka en el 2009, con una muy favorable tasa de interés del 1,5 por sobre el Euroibor. En la misma temporada el Valencia evitó la quiebra gracias a un maxipréstamo de Bancaja. Ambas instituciones financieras se fusionaron luego en Bankia para ponerse a salvo de la explosión de la burbuja inmobiliaria. Pronto el Estado español tuvo que aportar los 4 mil millones necesarios pero como la pelota es redonda y sobre todo porque el dinero se acabó, ahora los europeos tendrán que poner 19.

La UE ha pedido más de una vez que se rompa el triángulo Liga-política-finanzas. El Bayer de Munich, finalista de la Champions, que como buen alemán tiene las cuentas en orden, ha hablado de competencia desleal. ¿Para qué equipo pitará el árbitro Angela Merkel?

Dólares oficiales, de a poco y para pocos

Una manera de comprar dólares al precio oficial: el servicio de pagos PayPal. Es –creo– legal, pero no es fácil, es de a poco y es “para pocos”: los que tengan una cuenta en dólares en el extranjero. A mí me quedó una en USA de mi época de estudiante allí.

Procedimiento:

(1) Sacar una cuenta de PayPal, un servicio electrónico de pagos usado habitualmente para comprar vía web con tarjeta de crédito a un vendedor que en principio no aceptaría tarjeta. Llamemos CUENTA 1 a esa cuenta de PayPal.

(2) “Linkear” CUENTA 1 a una cuenta bancaria en el exterior. Creo que este procedimiento lleva un par de días, porque PayPal debe confirmar la cuenta bancaria, para lo cual hace un pequeño depósito en esa cuenta y luego pide al titular que le dé detalles de ese depósito. (Por ejemplo, te depositan 18 centavos de dólar y luego te preguntan: “¿cuánto te deposité?”).

(3) Mientras tanto, sacar otra cuenta de PayPal, llamada CUENTA 2. En mi caso, dije la verdad en ambos casos (Titular, Dirección, etcétera). La única diferencia entre ambas cuentas es la dirección de mail asociada a ellas. En mi caso, una es con mi verdadera dirección de mail, la otra con lacienciamaldita@gmail.com.

(4) Asociar la CUENTA 2 a una tarjeta de crédito argentina. También lleva un par de días: te hacen un débito de la tarjeta, muy pequeño, y tenés que poner datos de ese débito para confirmarlo.

(5) La compra de dólares se realiza así: se hace un pago de CUENTA 2 a CUENTA 1. El pago es en dólares, pero después el saldo de la tarjeta se cancela en dólares al tipo de cambio oficial. La pantalla de Paypal muestra algo así:

(6) El pago es inmediatamente acreditado en CUENTA 1. Es sencillo pasar la plata de CUENTA 1 a la cuenta bancaria. Tarda unos pocos días en acreditarse.

¿Se puede transferir mucho? No. Depende de los límites de la tarjeta, pero también por motivos de seguridad hay límites no sólo acumulativos sino para el tamaño de cada pago. A mí me ha permitido transferir en un día 4 pagos de 300 USD.

¿Hay costos? Sí. El tipo de cambio es el oficial, pero PayPal se queda con una comisión no desdeñable. En general la comisión se cobra en el paso 6, cuando uno transfiere el dinero a la cuenta bancaria. No entiendo bien el sistema de comisiones y no parece muy estable: por transferir USD 900 una vez me cobró cerca de 25 dólares, otra vez 50 dólares. Sigue siendo un precio favorable. Por ejemplo: por esos 900 USD la tarjeta me va a cobrar algo parecido a 4140 pesos (900 x $4,6); si me quedan “limpios” 850 dólares, es como haber comprado a $4140/850 = $4,87. Sigue siendo un tipo de cambio favorable.

Letra chica: hay gente que me dice que PayPal bloquea a la gente que abusa de este sistema. Es a tu propio riesgo. Y obviamente no es recomendable para gente inmoral que tenga cuentas en el exterior no declaradas. A esos ojalá los agarren y, como decía don Carlos Tacchi, los hagan mierda.

Inyectándote pesos en tu cabeza

Avanzan los proyectos de pesificación de la economía. ¿Pueden funcionar?

Tomemos el caso de pesificación del mercado inmobiliario. ¿Tiene algún efecto relevante? Analicemos dos objetivos posibles de los proyectos pesificadores: (1) “que la gente piense en pesos”, (2) “disminuir la demanda de dólares”.

En nuestra economía la gente tiende a pensar en pesos para comparar precios de diferentes cosas en un momento determinado: tal LCD sale tantos pesos pero si es HD cuesta tantos pesos más. No nos cuesta pensar así. Pero tendemos a pensar en dólares para comparar precios en diferentes momentos del tiempo: ej., tengo guardados 2.000 dólares más que el año pasado. Es muy sensata esa duplicidad, porque las comparaciones entre cosas en un momento del tiempo no están distorsionadas por la inflación: tal cosa cuesta 30% más que tal otra la midas en pesos o en dólares, y cualquiera sea la inflación. Entre distintos momentos del tiempo, en cambio, la comparación está contaminada por la inflación.

Podríamos tener, como en Chile, una unidad indexada (alguna vez propusimos el “peso fuerte”) que sería mejor que el dólar porque el valor real del dólar cambia todo el tiempo. Pero sin unidad indexada (inconcebible en un país que no sabe cuánto es, de veritas, la inflación), el dólar es mejor que el peso común y silvestre para comparar montos entre distintos momentos del tiempo. De modo que es lo que hay, y pensamos en dólares. Tiene sentido, también, que las operaciones inmobiliarias estén en dólares, por al menos dos motivos: (1) a veces pasa un tiempo largo entre el momento en el que se decide un precio y la transacción, de modo que el precio en pesos estaría carcomido por la inflación y (2) los vendedores comparan el precio de venta con el precio al que habían comprado la propiedad originalmente (otra comparación en el tiempo).

¿Lograría la pesificación del mercado inmobiliario el objetivo de que la gente “piense en pesos”? En absoluto. Lograría que la gente tuviera que usar más la calculadora. Las propiedades se seguirían “pensando” en dólares, pero se publicaría su precio en pesos. La fecha de publicación sería un indicio del tipo de cambio al que se publicó. El precio en pesos cambiaría con cada variación en el tipo de cambio “verdadero”. ¿Cuál es el tipo de cambio “verdadero”? Cuantas más restricciones hay para compra y venta de dólares, más se parece al precio “blue”. Si hubiera menos restricciones, el tipo de cambio “verdadero” (la relación entre la cantidad de pesos que te dan por tu casa y la cantidad de dólares que te podés comprar con esos pesos) tendría algún componente de dólar oficial.

Pero, al menos, ¿disminuiría la demanda de dólares, porque la gente no los necesita para hacer operaciones inmobiliarias, quitando así presión al mercado cambiario? Hay tantas tonterías en esa frase que me cuesta empezar. El problema no son los dólares: son los pesos. Nos queremos sacar de encima pesos y comprar cualquier otra moneda, sean dólares, euros o francos suizos. Pero supongamos que el problema fuera la “demanda de dólares”. El dólar es en la Argentina un instrumento de ahorro. La gente guarda dólares y los seguirá guardando en cantidades independientes a la moneda de transacción del mercado inmobiliario.

Ejemplo: Juan tiene US$ 100.000 en el banco y quiere comprarse un departamento. Escenario 1, con mercado inmobliario dolarizado: cuando le compra a Pedro el departamento, le da US$ 100.000, y Pedro los guarda. Demanda de dólares: US$ 100.000. Escenario 2, con mercado inmobiliario pesificado y dólar “verdadero” a $5: Juan consigue $500.000 con sus dólares (oh, aumentó la demanda por pesos y bajó la de dólares!), se los pasa a Pedro que en el mismo cubículo de la escribanía los cambia por US$ 100.000 (oh, bajó la demanda de pesos y subió la de dólares!). Resultado neto: la nada misma.

Por supuesto, estas trabitas representarían una pequeña molestia a las transacciones: tenés que actualizar el precio en pesos de la propiedad con cada variación en el dólar; en la compra-venta se agrega como costo la brecha entre el tipo de cambio comprador y vendedor; quizás hay que recurrir a arbolitos y mercados negros. En otras palabras: es una medida que trabaría el mercado inmobiliario: menos ganas de comprar y menos ganas de vender.

En sí mismo esto no necesariamente implica menores precios. Los menores precios en dólares que se vienen responden a otro motivo: nos dimos cuenta que ganamos menos dólares verdaderos de los que creíamos que ganábamos. Nuestra “riqueza permanente” medida en dólares se ha reducido. Naturalmente, nuestra capacidad de pago por nuestra riqueza inmobiliaria también.

 

 

Dólar paralelo y dólar para lelos

El bozal para Hannibal Fernández con el que sueña CFK

¿Hay alguna interpretación sensata del –llamémoslo así– anuncio de Aníbal Fernández consistente en que el dólar se va a conseguir mañana en casas de cambio a $5,10? Veamos diferentes interpretaciones posibles:

1. El dólar se va a conseguir mañana en casas de cambio, de manera ilimitada, a $5,10. No creo. En primer lugar, implicaría legalizar en la práctica el dólar paralelo. Si se permite a las casas de cambios lidiar abiertamente con un dólar más alto que el oficial, podemos decir cabalmente que tenemos un doble mercado cambiario legal. Improbable, aunque sería una mejora sobre la situación actual. Pero más improbable es que en ese mercado el dólar cotice a $5,10. Al menos, es improbable que mañana (en medio de la histeria actual) ese sea su valor, salvo que el Banco Central interviniera ofreciendo dólares de manera ilimitada a ese precio. No es descabellado que con una liberación cambiaria total, el “dólar financiero” terminara valiendo entre 5 y 6. Pero, dadas las noticias del mundo, y especialmente de Brasil, es difícil que ese valor sea $5,10 y aun así no sería mañana.

2. Habrá un dólar “casa de cambio” más alto que el oficial, pero racionado. Podría ser. Implicaría no ya el desdoblamiento cambiario sino el “Triplamiento cambiario”: dólar oficial, dólar casa de cambio (con restricciones más leves que las de la AFIP) y luego un mercado paralelo en el que uno puede negociar todo lo que quiere, posiblemente a otro precio.

3. Devaluación lisa y llana, intento (fallido) de unificación del mercado cambiario. El oficial pasa a $5,10 y se puede comprar libremente en casas de cambio. Como en el caso 1, en el momento inicial habría más demanda que oferta de dólares (en realidad: más gente queriendo sacarse pesos de encima que queriendo comprarlos) y ocurriría una de dos cosas (i) el BCRA perdería reservas o (ii) se mantendrían algunas restricciones a la compra de dólares. Tendríamos en ese caso un doble mercado cambiario, como ahora, pero un poquito más razonable: un nivel más lógico del dólar oficial y con menos restricciones que en la actualidad.

Del canto de las sirenas al ruido de las alarmas

Recicle sus residuos

En el trimestre anterior a que Néstor Kirchner asumiera el gobierno, hace nueve años casi exactos, la economía estaba creciendo al 13% anual y la inflación era del 1%, también en tasa anual. Hoy los números respectivos no los conocemos con precisión, pero son algo parecido a 0% y 23%.

En el medio, el Modelo. Es difícil definirlo, porque fue muy cambiante: crecimiento económico (salvo durante la crisis mundial), reducción del desempleo, inflación en ascenso o alta y desendeudamiento público fueron características más o menos constantes en los años de dominio kirchnerista.

Pero otros rasgos decisivos fueron variando: al comienzo el Modelo era de comercio relativamente abierto, herencia de los 90, y dólar alto. Hoy la Argentina es una de las economías más cerradas al comercio mundial, la más denunciada por trabas ante la OMC, la única relevante en la que toda importación requiere un permiso específico previo. Hoy la Argentina es -medida en dólares oficiales¬- un país comparativamente caro; junto a Brasil el más caro entre países que no sean ricos. En tercer lugar: la Argentina es hoy de los pocos países con controles de cambio relevantes, es decir, en los que la moneda local tiene un precio de mercado inferior a su valor oficial, de difícil acceso.

¿Por qué creció la Argentina? ¿Por qué dejó de crecer? Ese par de preguntas puede formularse para la última década tan bien como para el último siglo y –aventuro una hipótesis- la respuesta para la década es similar a la respuesta para el siglo. En ambas frustraciones, la del atraso de Argentina frente a otros países luego de haber sido un país relativamente rico, y la del Fin del Modelo, está la atracción recurrente e irresistible de nuestro país al canto de dos sirenas que acabamos de oír de nuevo: el proteccionismo y el populismo cambiario.

La tesis puede formularse así: en muchos momentos de los últimos cien años la Argentina se cerró al comercio exterior o apreció de manera insostenible su moneda (a veces -como ahora- hizo las dos cosas al mismo tiempo); el proteccionismo y el encarecimiento en dólares son atractivos por un tiempo, pero a la larga terminan en un crecimiento bajo si no en una crisis.

La sirena del proteccionismo canta la melodía del aumento del empleo en los sectores protegidos y del “desarrollo nacional” volcado al mercado interno, y atrae las legiones de la burguesía favorecida y los sindicatos industriales. La sirena del encarecimiento en dólares (que se presenta con puntualidad en los decenios impares: los 70 y los 90 antes de este principio de década) seduce prometiendo un alto poder de compra de productos con precio internacional y convoca a las clases medias. El poder político no se ata al mástil como Ulises ni cubre de cera los oídos del pueblo; lo conduce, fervoroso, al abrazo de las sirenas.

Pero a la larga una sirena es una sirena es una sirena: no existe. El argumento proteccionista llevado al límite conduce irremediablemente a la noticia que ahora advierte un usuario de Twitter llamado VascoDeMendiguren (@dmvasco): “Si en la industria automotriz se tiene el 99% de los insumos y hay un 1% que no, el auto no se puede entregar”. Una protección moderada puede contribuir a industrializar; una casi ilimitada (como la de posguerra, como la de hoy) acaba siendo el obstáculo principal para el crecimiento industrial, y al cabo para el de toda la economía − como se castigan las exportaciones, hay pocos dólares; como hay pocos dólares, hay pocos insumos y son caras las maquinarias importadas; como hay pocos insumos y maquinarias, se produce poco.

En cuanto a la sirena de la apreciación cambiaria -deberíamos saberlo de memoria- tarde o temprano hace sonar las alarmas del desempleo por falta de rentabilidad o del desequilibrio externo. Cuando el encarecimiento de la economía convive con financiamiento exterior (los 70 o los 90) el bache de dólares se cubre con deuda, y aparece primero la alarma del empleo. Cuando no hay quien preste, la alarma que primero suena es la del estrangulamiento en la balanza de pagos; así ocurría de tanto en tanto en las décadas de posguerra y así está sucediendo ahora.

Cada variante de apreciación cambiaria tiene su propio estilo para morir, pero ninguna tiene un final feliz: una acaba con desempleo y crisis de deuda; la otra con divisas escasas y racionadas por medios más o menos civilizados: devaluaciones recurrentes, tipos de cambios múltiples o sabuesos (es literal) de la AFIP buscando dólares en valijas.

La Argentina sólo creció más rápido que el mundo cuando evitó el proteccionismo exagerado y la apreciación cambiaria: antes de la Depresión y en los años iniciales del Modelo. En los 60 y en los primeros años de la convertibilidad el juicio es menos claro y el crecimiento no fue indigno. Pero cuando exageramos con apreciaciones cambiarias o proteccionismos (una regla con las mencionadas excepciones desde los 30s en adelante) los argentinos vivimos en decadencia.

Es triste advertir que lo hicimos de nuevo.

Somos todos bankeros, hombre!

Lindo chiste de los arquitectos de Me-Estoy-Por-Caer-Bankia

España está cerca de la lona. Es muy difícil prever lo que puede pasar. No parece haber mucho camino intermedio: si termina quebrando el sistema financiero español, es el fin del euro en España, y eso quiere decir algo parecido a una revolución social de gente que depositó euros y le devolvieron otra cosa; y probablemente líos en toda Europa.

Uno pensaría que si se puede hacer algo al respecto deberían hacerlo. Pero van pasando los meses y resulta que no — resulta que no se hace lo que es muy obvio que hay que hacer, un win-win-win-win: que el BCE compre bonos periféricos de manera ilimitada a un precio fijo para (i) bajar los riesgos y por lo tanto las tasas de interés nominales en esos países (ii) generar un poco de inflación, que licúe deudas (iii) generar un poco de expectativa de inflación, que induzca a la gente a gastar hoy un dinero que se desvaloriza y (iv) encarecer a las Alemanias de Europa frente a los periféricos (sí, la inflación pegaría antes en las zonas de pleno empleo que en las de alto desempleo).

Vale la pena leer la nota del Economist sobre los “bankeros”: los españoles inducidos a comprar acciones de Bankia, el banco intervenido por el gobierno y para el que hay que poner unos 19 mil millones de euros entre todos los españoles. Anteayer Rajoy quiso hacer un truco: poner bonos públicos allí, y que los comprara el Banco Central Europeo. Draghi se negó, en lo que puede ser interpretado como la siguiente idea: los problemas de liquidez de un banco pueden contar con la ayuda del BCE, pero los problemas de solvencia no. Es una respuesta coherente: Irlanda tuvo que poner una montaña de dinero para salvar a sus bancos, ¿por qué no debería ponerla España? Pero la coherencia a veces es un poco costosa.

Es el dólar, estúpido

Una actualización de uno de mis gráficos favoritos: el que compara las experiencias de tipo de cambio e inflación entre la Argentina y Brasil en los últimos años. Paste & Explain:

Los precios están en base 100 para ambos países (eje izquierdo). El tipo de cambio (unidades de moneda local por dólar) en el eje derecho; Brasil siempre es amarelo/laranja, Argentina azul/celeste.

Breve historia: Argentina y Brasil, cuyas monedas estaban 1 a 1 (y 1 a 1 con el dólar) hacia el año 1996 abandonan sus tipos de cambio rígidos en momentos diferentes (Brasil 99, Argentina 01/02) pero entre los años 2002 y 2004 tienen un manejo cambiario similar. A partir de entonces (Prat Gay, promotor de metas de inflación, out; el momento en que se jodió la economía K), los caminos divergen con claridad. Brasil limita lo que había sido una súper depreciación de su moneda, y a partir de 2005 el real cotiza siempre abajo de 3, más bien tirando a 2. La Argentina, en cambio, con su Pensamiento Único del Tipo de Cambio Altísimo (PUTCA), se mantiene siempre por encima de 3, y da una señal clara a todo el mundo: nuestra moneda puede mantenerse estable un tiempo, o hacerse más débil, pero jamás se hará más fuerte: pase lo que pase en el mundo, el dólar en la Argentina siempre tiene que subir.

Ahora miremos el final del gráfico: recordemos que el tipo de cambio es una variable de política económica: el Banco Central elige el tipo de cambio que quiere. Los precios, en cambio, un resultado en el que influyen circunstancias y políticas económicas. ¿Puede atribuirse a la mera casualidad esa relación bastante estrecha entre (i) qué decidió hacer cada país con el valor de su moneda (es decir, su cotización medida en otra divisa) y (ii) lo que ocurrió en cada país con el poder de compra interno, es decir, el valor de su moneda? Oh, oh: “valor de su moneda”, debe tener algo que ver con “valor de su moneda”. Efectivamente, al final del camino los precios han subido en Brasil y en la Argentina por aproximadamente el mismo múltiplo por el que subió el dólar (en ambos casos, los precios subieron algo más que el dólar, fenómeno que en parte tiene que ver con la inflación internacional durante ese período).

¿Sirvió de algo el PUTCA? Veamos los niveles de precios en dólares en la comparación con Brasil:

Podría ser (y no es seguro) que la política de tener una moneda de porquería, que valiera muy poco y cada vez menos, tuviera algo que ver con que los precios en dólares en la Argentina se mantuvieran más bajos respecto a los 90s, en comparación con Brasil (cuidado: no es que los precios argentinos *fueran más bajos que en Brasil*: en ambos casos estamos comparando con el propio país con base 100 en 1996). Digo que no es seguro porque quizás con una política cambiaria diferente, brasileña, también podría haber ocurrido lo mismo; es natural que la Argentina corrigiera hacia abajo sus precios en dólares más que en Brasil si es que efectivamente –como creemos casi todos– Argentina tenía en los 90s un problema de apreciación real más grave que el brasileño.

En todo caso, aun si la política de subvaluación cambiaria nos hubiese dado un par de años (05-06) de competitividad excepcional, ¿valía la pena? ¿Valía la pena comprar una inflación persistente de varios años, para tener un par de añitos con la PUTCA que la parió? Ahora estamos enfrentando el paradójico final del PUTCA: un tipo de cambio atrasado causado por la inflación y que no nos animamos a combatir con devaluación justamente porque tememos a la inflación.

Parece la condena de las décadas impares: tablitas o tipos de cambio fijo que terminan en la apreciación cambiaria real y sus dilemas. Sí, créase o no lo hicimos de nuevo.

Dos crisis económicas: ¿dónde está el piloto?

Soñando en grande cuando hay que decidir

 

Nada que ver el origen de la crisis europea con lo que ya podemos considerar una crisis económica en la Argentina. Casi que motivos opuestos: deflacionismo en Europa, inflacionismo en la Argentina. Pero sí tienen algo en común en cuanto a la política económica: ¿dónde está el piloto?

Estados Unidos tardó, no sé, un mes, en poner en marcha un programa de salvataje a los bancos, apenas ocurrió lo de Lehman. Europa tardó cuatro años, y todavía no lo consiguió del todo. Un aparte sobre por qué no lo consiguió: el BCE le presta o bien a los Bancos Centrales nacionales, para que le presten a los bancos, o bien directamente a los bancos. Todo está bien si no se espera un default de los estados. Si todo el mundo sospecha, como ocurre ahora con Grecia, que no cumplirá con el memorandum y por lo tanto entrará en default, ¿puede el BCE prestarle a los bancos de ese país, o a su banco central? La sospecha de bancarrota pública implica una sospecha de bancarrota del sistema financiero, y alimenta la fuga.

Volviendo al menejo de la política económica,  ¿qué número marco si quiero llamar al gobierno de Europa? No se sabe. Dice el Economist: con Monsieur Hollande se están rearmando los bloques europeos, uno con Francia a la cabeza a favor de los eurobonos y otro con Alemania en contra de ellos. En esta situación de empate político, difícil que se tome alguna decisión importante. A los adoradores del parlamentarismo, Europa les está dando una lección interesante: un gobierno parlamentario a nivel europeo (todos parlan) con gobiernos parlamentarios a nivel nacional (lo que hace que no sepamos, por ejemplo, cuándo Grecia va a tener un gobierno capaz de comprometerse con decisiones fuertes).

Por eso es un poco más triste lo que ocurre en la Argentina: presidencialismo muy fuerte y así y todo no tenemos la menor idea de quién está a cargo de la política económica. ¿Hay mesas chicas? ¿Se juntan Moreno, Kicillof, Marcó del Pont y Lorenzino? ¿Hay alguien preocupado por la escalada del dólar blue? Todavía no hay recesión, pero vamos camino a ella. Sugerencia, opositores: cualquier señal que puedan dar de “Presidenta: tome las riendas, aquí tenemos un programa económico” me parece que contrastaría favorablemente con el estado actual de anarquía de la política económica argentina.

 

 

¿Se vienen los mil dólares?

En general no lo leo, para la columna de hoy de Bonelli es divertida, porque cuenta el estado de anarquía que existe en este momento en la toma de decisiones económicas. (Para los conspiracionistas de siempre: ¿será una conspiración de la Corpo? No me parece: las opiniones atribuidas a cada uno de los actores suenan totalmente coherentes con lo que uno sabe de ellos).

Hay, al menos, tres bandas dentro del gobierno en la cuestión del dólar, cada una con su musiquita: (i) Fuerza Bruta, que sería el grupo de Moreno, que cree que poniendo preso a arbolitos se controla el valor del dólar (ii) Amado & The Neolibs, que supongo querrían unificar el mercado cambiario y (iii) The Groucho Marx Tribute Band, con Axel como voz cantante, que quieren legalizar un mercado de cambios desdoblado.

Alguna vez sugerimos en esta página que un mercado cambiario desdoblado (uno comercial, uno financiero) nos parecía mejor sistema que el actual, en el que hay uno comercial y otro ilegal. Pero me generaría grandes temores que el aumento en la cantidad de mercados cambiarios viniera de la mano de los lectores de Marcelo Diamand; Diamand proponía en los 70s algo así como un tipo de cambio para cada sector de actividad, con la idea de que hay un “diferencial de productividad”. Por supuesto, el agro tendría uno más bajo que la industria. Pero aun dentro de la industria habría diferencias: no es lo mismo Techint que los amigos textiles de Pro-Tejer, que tienen que arroparnos a precios que triplican los de Miami porque si no no pueden competir. Entonces, ponele: dólar de $2 para el agro, de $5 para Techint, de $10 para los textiles.

Una de las cosas que nunca entendí del razonamiento de Diamand es por qué hay que detenerse en algún lugar antes del infinito: ¿por qué le vas a dar el mismo dólar al que produce medias que al que produce camperas de cuero, que tiene alguna ventaja comparativa? Quizás podría ser dólar de $15 para las medias pero de $8 para las camperas de cuero. Tendríamos entonces tantos dólares como actividades económicas pueden imaginarse: dólar turista y dólar soja, claro, pero –por qué no– “dólar Ventiladores con Forma Romboidal como los Liliana” o “dólar Moto Imitación Trucha de las Harley que usa Amado” y así sucesivamente, según “el diferencial de productividad entre cada sector y el agro, evaluado por la Comisión Presidencial de Productividad y Control de Cambios”.

¿Hace falta argumentar en contra, o nos damos cuenta solos?