Hay dos tipos de moneda: las que se usan internacionalmente como reserva de valor (dólares, euros) y las que no.
Lo bueno de las que se usan como reserva de valor es que podés emitir deuda en esa moneda y que la tasa de interés difícilmente refleje un riesgo de default o de devaluación. Si hay una posición fiscal insostenible y una crisis de la deuda en una moneda como esas, lo que todo el mundo espera es que esa deuda se “monetice”: tenés la maquinita para imprimir esa moneda y con eso pagar la deuda. De modo que la tasa de interés de esas deudas tiene metida, además de una tasa de interés real, la inflación esperada.
Es una ventaja que la tasa de interés sólo tenga metida la inflación y no un riesgo de default, porque el problema es parte de la solución a la dinámica de la deuda. El riesgo de default va empeorando la situación de solvencia: suben las tasas, y como suben las tasas la economía se enfría, y además la nueva deuda es más cara. La inflación, en cambio, va resolviendo el problema de solvencia: la suba de precios licúa un poco tu deuda; en una situación de tasas cortas bajas, la inflación baja la tasa real y ayuda a la reactivación; cierto es que las tasas largas suben reflejando la inflación esperada, pero eso no implica una suba de la tasa de interés real, cosa que sí ocurre cuando aumenta el riesgo de default.
Si tu moneda no es reserva internacional de valor (digamos, pesos) podés emitir menos deuda en tu moneda, pero tenés una ventaja: es más fácil devaluar. Los países cuya moneda es reserva de valor tienen más dificultades para devaluarla porque la demanda por su moneda es enorme, mundial (y los cambios en la oferta monetaria tienen que ser, por lo tanto, enormes) y porque tus intentos de devaluación pueden ser contrarrestados por otros países, que no quieren que les devalúes: si Estados Unidos hace una política monetaria expansiva, nosotros podemos compensarla como para mantener nuestro tipo fijo frente al dólar, pero lo contrario no es cierto. Nosotros podemos devaluar tranquilamente frente a los Estados Unidos.
Ahora, al euro. Los países europeos no están recogiendo ni el beneficio de la moneda fuerte ni el beneficio de la moneda débil: no están devaluando, no está claro que puedan hacerlo fácilmente de manera colectiva y ciertamente no pueden hacerlo de manera individual; pero sus deudas tienen riesgo de default, porque cada país individual no puede emitir para pagar su deuda en la eventualidad de una crisis. Me cuesta creer que esa doble desventaja compensa los beneficios que suponen para el comercio la estabilidad del tipo de cambio entre países que comercian mucho — el euro, como está, es un mal negocio.