¿Se acuerdan cuando los domingos la televisión mostraba una tribuna llena de hinchas mirando el partido, gritando o sacándose los mocos?
El fin de semana pasado fue feo porque mi querido Rosario Central no logró el ascenso directo. Pero como espectáculo fue hermoso: todos los argentinos que así lo quisieran, mirando el fútbol gratis. Y fueron muchos.
Desde el principio defendimos la idea del fútbol gratuito. Distingo “fútbol gratuito” de Fútbol Para Todos, a saber:
Fútbol gratuito: las transmisiones de fútbol no deben ser pagadas directamete por los usuarios. Claro que “no es gratis, alguien lo paga”. Siempre es así con lo gratis. Educación gratuita también la paga alguien, pero no el usuario
Fútbol Para Todos: fútbol gratuito + irritante propaganda oficialista que además incrementa el costo fiscal porque ese espacio publicitario podría venderse + connivencia del gobierno con una cantidad de delincuentes que manejan nuestro fútbol
La idea elemental de la ventaja del fútbol gratuito es que es un desperdicio irritante de felicidad evitar que una cantidad de gente que quiere ver el fútbol lo vea cuando tiene ***cero*** costo adicional que lo vea. En términos económicos, el dibujito apropiado es este:
Paso a explicar, es más fácil de lo que parece. Eje horizontal: cantidades. Eje vertical: precio.
Línea azul, curva: la demanda. Puede leerse de dos maneras. De vertical a horizontal: cuánta gente ve fútbol para cada nivel posible de precio de la suscripción; de horizontal a vertical: cuanto está dispuesto a pagar cada persona por ver fútbol (ordenadas de la que más está dispuesta a pagar a la que menos).
Línea roja horizontal: no es el eje X sino una línea que se superpone con él — el “costo marginal” de proveer fútbol a cada persona. En otras palabras: para cada persona que está en el eje X, cuánto aumenta los costos totales proveerle el fútbol. Que la línea roja esté sobre el eje quiere decir que el costo marginal es cero. En efecto: sólo hay costos fijos (no está en el gráfico) de producir la emisión de fútbol. Pero una vez que está producido, dárselo a más o menos personas tiene un costo absolutamente nulo.
Ahora veamos que pasaba en la situación pre Fútbol Para Todos. Una empresa designada por la AFA tenía derecho a poner el precio que quisiera por las transmisiones. Lógicamente iba a elegir el precio tal que la facturación total (precio x cantidad) fuera máxima. Es el punto marcado por “Precio TyC – Cantidad TyC”. El rectángulo cian (sí, quería decir “cian”) es la facturación total de TyC.
Lo más notable en esa situación es el tamaño del derroche. Derroche es, en este caso, lo que deja de ganar la sociedad: todo el triángulo naranja. El triángulo naranja es la diferencia, para cada persona, entre lo que valora ver el fútbol (la altura de la línea azul) y el costo que para la sociedad representa proveerlo (a saber: cero). Es una desgracia enorme: todos aquellos que valoran el fútbol más que cero pero menos que el precio no hacen algo que podrían estar haciendo y que para la sociedad tendría un costo absolutamente cero proveer. Que lo valoraban más que cero podía comprobarse yendo a bares en horas de partido en la época de fútbol para pocos: la gente estaba dispuesta a pagar el precio de un café para ver el fútbol, pero no tanto como para comprar el abono.
Ya sé: ahora vendrá el argumento de “Pero alguien está pagando! Y no todos valoran el fútbol y de todos modos lo pagan”. Primer punto: con ningún gasto público se cumple que cada ciudadano lo valora más de lo que le cuesta. Muchos gastos públicos mejoran la situación de un puñado de personas, y sin embargo no nos irrita tanto. ¿Por qué nos irrita este, que mejora la situación de muchos?
Pero, en todo caso, la cuestión de quién lo paga es un problema separado. Lo que está claro es que es bueno que el fútbol no sea de pago, porque si es gratis lo ven todos aquellos que valoran verlo más que le cuesta a la sociedad (cero) proveérselo.
Consideren, para alivianar su sensación de ultraje o injusticia, el siguiente escenario: se cobra un impuesto a todos los que *antes* contrataban el fútbol igual a lo que pagaban, y con eso se paga el fútbol para todos. Ahí está claro que nadie empeora con el fútbol gratuito: los que pagan ya lo pagaban, y ahora lo ven otros. Nadie empeora. ¿Sería eso lo más justo? No lo sé. Creo que lo más justo es que haya un sistema impositivo distributivamente adecuado y que pague por todas aquellas cosas que valen más de lo que cuestan.
Se dirá: “pero es mejor usar esa plata para hospitales y escuelas”. Usá para hospitales y escuelas toda la plata que te guste, y más también. Pero llegado ese punto, en que estamos satisfechos con el nivel de impuestos y gastos para hospitales y escuelas, seguiremos preguntándonos: ¿Es razonable que exista un monopolio del fútbol, que maximice ingresos, cobrando a una minoría que lo contratará y dejando sin una pequeña felicidad dominguera a gente que no costaría nada, literalmente, proveerle el servicio? La respuesta seguirá siendo no. ¿No sería mejor encontrar una manera de financiar colectivamente (con publicidad o con “impuestos a la TV cable” o con lo que fuera) ese costo y que puedan ver fútbol todos aquellos que lo valoran más que lo que cuesta? La respuesta seguirá siendo sí.