Salvar a España costaría 300.000 millones de euros, dicen por ahí. ¿Quién sabe? Son números que se tiran a la marchanta y que cambian día a día.
¡Qué suerte tuvimos nosotros cuando nos salvaron en el 2001! Y qué barato que fue. Llegó Cavallo, dijo que necesitábamos una devaluación de 20% o 30% e hizo lo que tenía que hacer. Se reunió en abril de 2001 con los mandamases del mundo y les explicó con sencillez su plan: tipo de cambio flexible con un techo en $1,50; reestructuración de toda la deuda pública a 10 años, respetando el capital pero bajando a 6% la tasa de interés promedio; apenas 40 mil millones de dólares de ayuda externa, dinero fresco (no el verso del blindaje) para triplicar las reservas del Banco Central; y ese impuesto de 10% a las exportaciones, que el campo argentino pagó gustoso porque no llegaba a compensar la mejora de 30% en la rentabilidad que les daba la devaluación.
Fue notable lo rápido que se recuperó la confianza. A fines de mayo de 2001 la gente ya había dejado de retirar sus depósitos en dólares, viendo que los podía cambiar libremente a ese $1,30 en que se estabilizó el tipo de cambio después de las primeras semanas en $1,50, cuando el Central tuvo que vender 3.000 palos de reservas. El crédito del gobierno yanqui + Europa + el FMI ni siquiera tuvo que tocarse, y antes del final del mandato de De la Rúa ya se había devuelto por completo. Y de la mano de esa mejora sustancial de la competitividad externa (30% de un solo saque, que apenas se transmitió a la inflación) se recuperó el producto y creció el empleo. Para el final del mandato de De la Rúa, en 2003, ya teníamos un desempleo más bajo que en cualquier momento de la convertibilidad.
Es verdad que las turbulencias políticas y económicas de la administración delarruista pudieron más, la fórmula De la Rúa-Cavallo perdió en el ballotage y el país volvió a su normalidad de largos gobiernos peronistas. Pero el peronismo del siglo XXI fue una versión auténticamente herbívora: no cambió demasiado las políticas, un poco como pasó en la misma época con Lula en Brasil. De la Sota-Kirchner ganaron la interna peronista que se bautizó “Fuga Hacia el Centro”, con ellos y Menem compitiendo por el legado del modelo Internac&Pop: abrazo a la globalización, pero con políticas sociales universales para incorporar a todos a la prosperidad.
Fue, creo, la mejor manera de aprovechar el boom de precios que empezó en 2003-2004. Entre 1991 y 2011 ya contamos 17 años de crecimiento (todos menos 1995, 1999, 2001 y 2009) y siempre con inflación de un dígito, salvo ese 12% en 2001 como resultado del corrimiento cambiario. Seguramente sea sólo simbólico, pero que otra vez nuestra moneda flotante por momentos cotice más que el dólar americano (como ocurre también de tanto en tanto con el dólar australiano y el canadiense) no deja de ser un honor. El post de Krugman criticando a los países que se plegaron al euro y elogiando en cambio a las “monedas flexibles pero templadas” y bromeando con el “dólar argentino” son, quizás, exageradas — pero ¿quién no siente un pequeño orgullo?
Ah, no, no fue así.