Quimeras canallas (9): Pelotazo en contra

Seguimos publicando las crónicas de Don Santiago Llach sobre las andanzas de un par de hinchas de Rosario Central en la busca ya no tan utópica de la vuelta a Primera.

Faltazo

+ La verdad es que no tengo nada de ganas de escribir esto, sé que no me va a salir bien. Además de que me siento un poco ridículo contando cómo vi un partido de fútbol en un bar. Este estado de ánimo, por supuesto, viene del resultado: después de doce fechas seguidas, récord histórico del club y a una del récord argentino que comparten San Lorenzo y Argentino de Quilmes, Central no ganó. Empatamos con uno de los segundos, no es un mal resultado teniendo en cuenta que el otro segundo también empató, y que le llevamos once puntos al cuarto (ascienden tres). Pero ahora mismo pienso que el juego de la pelotita me tiene harto, que estos jugadores me tienen harto, que qué caro, anímicamente, es sostener esta fe. Soy exitista, que quede claro. Me encantaría ser un frío observador de los acontecimientos, pero eso no me sale bien.

+ Por supuesto que yo tengo gran parte de la responsabilidad en todo esto. Prometí, en mi relato de la ida al Bajo Flores, que el lunes 18 de marzo habría un Llach en el Gigante. Ese Llach no estuvo, y ese Llach era yo. Y escribo esto por el mismo motivo por el que tenía que haber un Llach en el Gigante: porque las cábalas nos confirman que el Universo está ordenado según la arbitrariedad de nuestra pasión de hinchas. No es en broma, esta religión. Pude ser católico, ateo, progresista, facho, cheto, intelectual, palermitano, chabón, vago o workaholic. Pero soy, fui y seré de Central, y de nadie más. Mi familia es una patrulla perdida de esta utopía insistente.

+ No hay frase más citada de ese buen católico llamado Karl Marx que la de que la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa. Era, en realidad, una frase del mejor Marx, el zumbón, una frase casual destinada a ironizar sobre cierto régimen político, una frase no demasiado coherente con el sistema religioso que se creó a partir de su doctrina. Mi estado de ánimo quiere ver lo cómico del partido de ayer. Pero juro que los goles en contra que se hizo Central en el minuto 3 y en el minuto 91 no me sacan ni media sonrisa. Igual, entiendo que algunos puedan ver el hecho de que Nahuel Valentini haya hecho sus dos primeros goles en primera en el mismo partido (uno en contra y otro a favor) como una ironía del destino.

+ El partido lo vimos con mi hijo León en el bar Le Petit Victoria, a la vuelta de su flamante colegio. Aunque se tomó el palo de la primera clase de matemática de su secundaria sin demorar un segundo tras el toque de campana, no llegó a disfrutar de ese desconcierto dodecafónico que fue el primer gol: lateral de Central en su campo, pelota perdida, pelotazo a la marchanta de un olímpico, el zaguero inverosímil Franco Peppino que por primera vez en meses no hace su laburo (que consiste exclusivamente en cabecear pelotas altas), otro olímpico que hace que la pelota vaya picando hacia el palo y, frutilla de este postre envenenado, un Valentini con sus brazos y piernas gomosos y aplastados, que lo convertían en una especie de pulpo, que llega corriendo hacia atrás y en su torpeza infinita empuja la pelota, que se iba a otra parte, hacia adentro del arco. Bueno, yo hace veinte años una vez hice dos manos inútiles adentro del área. La diferencia, claro, es que a mí no me pagaban.

+ Central jugó uno de los mejores partidos del campeonato. Mostró, sobre todo, autoridad y decisión para ganar ante el difícil escolta. El segundo gol,  el que llevaba al equipo al decimotercer triunfo al hilo, llegó en el esperado Volante Izquierdo Time, aunque esta vez sin participación destacada del ingresado Pachi Carrizo. Pero a los 46 otro gol en contra marmotesco nos dejó sin la seguidilla y con un mero empate.

+ Yo soy exitista, pero Fito Páez más. Se lo vio por primera vez en el Gigante. Confío en que no se lo vuelva a ver.

+ Confieso que, de los célebres tres hinchas célebres de Central (Olmedo, Guevara, Páez), no me quedo con ninguno. Con Fontanarrosa, en cambio, sí, por supuesto.

+ Le Petit Victoria es un gran bar para ver fútbol días de semana en el centro de Buenos Aires: no hay nadie, la tele está muy bien, te suben el volumen. Gritamos los goles de Valentini (el que fue a favor) y Toledo como descamisados y no nos dijeron nada.

+ Antes de concluir esta parrafada enojosa, no quiero dejar de invitar a todos a ponerse de pie, ya que voy a mencionar a Jesús Méndez, prócer papal, cristiano, ecuménico y universal de nuestra religión canalla. JESÚS ES ARGENTINO, SABELLA, CUÁNTAS VECES TE LO VOY A DECIR.

Video del partido:

Sin comentarios

Dólar a $8,70: ¿y qué? (II)

Hablamos antes de los motivos de la alta brecha cambiaria y de las dificultades que trae esa brecha creciente a las reservas del Banco Central. Encaremos ahora cuestiones aún más sustantivas, siguiendo la numeración del post anterior:

Cuatro. ¿Cuál es el problema de un dólar tan alto? Problemas en macroeconomía hay básicamente dos: la recesión y la inflación. ¿Es recesivo un dólar paralelo tan alto? ¿Es inflacionario? Vamos de auno.

Cinco. ¿Es recesivo un dólar paralelo tan alto? Enfatizo aquí “paralelo”, porque tradicionalmente creeríamos que una devaluación típica sí puede ser expansiva. Lo que nos parece recesivo no es tanto en sí mismo el dólar alto, sino la brecha cambiaria.  El abismo entre el oficial y el paralelo es una invitación a *no* usar legalmente dólares guardados para gastarlos en durables o para invertir. Por supuesto puede hacerse de manera ilegal, y la brecha alta puede inducir al gasto: hoy, el costo de construcción en dólares blue ha bajado bastante — ¿no conviene arreglar el baño? Probablemente sí. Pero sólo si creemos que la brecha ha tocado su máximo. Pasando en limpio: brecha alta es, en principio, recesiva, porque retrae el uso de dólares cambiados de manera legal; y el potencial efecto expansivo del paralelo alto (el incentivo a gastar dólares ahorrados) sólo aparecerá cuando haya una sensación de estabilidad en esa brecha. Mientras tanto: apechugar y sentarse sobre los dólares.

Seis. ¿Es inflacionario el paralelo tan alto? Tema que hemos dejado irresuelto más de una vez en esta página. Hay algunos caminos indirectos en la relación dólar blue -> precios. Pero son, enfatizamos, indirectos. Van algunos ejemplos:

Ejemplo 1: los precios de las propiedades van a subir en términos de pesos (sí, quizás bajan en dólares, pero eso no llega a compensar la suba del dólar). Es posible que las rentas a la propiedad, si tienen alguna relación con el precio de la propiedad, también tiendan a subir en pesos.

Ejemplo 2: con brecha alta, hay más incentivos para comprar importaciones a cambio oficial, en particular bienes durables, porque creemos que en un futuro cercano o lejano se pagarán con otro dólar (recuerden que hay una gran inventiva oficial para dar a luz diferentes tipos de dólar). Ahora bien, cuanto más sean los pedidos de importaciones, más obstáculos habrá que poner para contenerlas; y cuantos más obstáculos haya a las importaciones, mayor será el precio que pueda cargar el que logre obtener los permisos — estoy diciendo, quizás de manera rebuscada, que los obstáculos son endógenos a la brecha, y que por lo tanto el aumento de la brecha genera una suba de los precios de las importaciones. La remarcación se puede adelantar, como medida preventiva: los productos importados que hoy tiene cualquier empresa podrán ser valuados a “costo de reposición futura”, y allí estará la expectativa de un recrudecimiento de los controles (inflacionario) o de una suba del dólar de importación (inflacionario).

Ejemplo 3: salarios y expectativas. La percepción de que el aumento del blue de una u otra manera (por ejemplo, a través de 1 y 2) puede impactar sobre los precios podría tener algún efecto sobre el valor final de la paritarias. En contra de la aceleración de salarios juega la situación no precisamente boyante de la economía.

Siete. ¿Puede hacer algo el gobierno? Más allá de los problemas que ya venía acarreando nuestra economía (esencialmente, inflación alta deteriorando la competitividad) la escalada del blue y de la brecha tienen consecuencias inflacionarias y recesivas. En un punto, estas consecuencias se retroalimentan: cuanto menos actividad, menos recaudación, más déficit, más emisión, y más desvalorización de la moneda. ¿Hay salida?

Creo que romper este círculo no es muy difícil. Por supuesto que podría bajarse el déficit, pero eso tiene costos políticos, e incluso económicos en un momento de debilidad en el nivel de actividad. Más fácil y menos doloroso es evitar que el déficit fiscal se traslade, peso por peso, a emisión monetaria. En otras palabras: el gobierno podría endeudarse algo para controlar la emisión. Por supuesto, será más fácil endeudarse si se arreglara en New York el problemita con los fondos buitres y demás acreedores impagos. Pero aunque no se arreglara la deuda, el gobierno podría, quizás a través del Banco Central, desdibujar el eslabón entre déficit fiscal y emisión monetaria. Sí, quizás tendría que pagar una tasa de interés algo más alta (no creo que mucho) y sí, sería otro ladrillo en la pared de “acomodemos el discurso al modelo, y no al revés”. Pero nada grave, y nada que no hayamos visto antes en este u otros gobiernos.

Claro que quedarían muchos problemas por resolver: cómo salir de un control de cambios claramente dañino; cómo resolver el problema de “precios relativos”, es decir, de atraso cambiario; cómo bajar la inflación. Entre otros. Pero esos son problemas que al gobierno siempre le va a resultar más atractivo posponer: los costos de arreglar esas cosas se pagan en el presente, los beneficios se recogen en el futuro.

Controlar un poco al dólar, en cambio, tiene un beneficio inmediato muy concreto. No hacerlo revelaría no ya lógicas electoralistas o taras ideológicas, sino algo quizá más grave: una impericia alarmante.

Dólar a $8,70: ¿y qué? (I)

Abandono de funciones

Algunos comentarios de la ajetreada situación cambiaria. Lo hago en dos o tres posts porque hay demasiado material.

Uno. No nos sorprendamos. Hace justo un año que “El BCRA ya no tiene el cartel de “preservar el valor de la moneda” en el hall“. [Pravda/12 titulaba, más jugado, “Cavallo perdió su cartel“]. Podemos discutir si tenía sentido que ese cartel estuviera en el Banco Central. Pero una cosa es abstenerse de colgar un cartel que diga “Preservar el valor de la moneda”; otra es tener las ganas y el entusiasmo para ir y sacarlo. Mercedes Marcó del Pont ya redujo a la mitad el valor del peso desde que asumió. Ya nos quedó claro, Mercedes, que defender el valor de la moneda no está entre tus prioridades. Por si hacía falta más evidencia: “Con esta reforma empezamos a bajar unos cuantos cuadros del Banco Central, como el de Milton Friedman”, agregó Marcó del Pont

Dos. Desde ahora, para ahorrar palabras, este blog usará indistintamente las palabras “dólar”, “blue”, “paralelo” o “libre”, y cuando se trate del dólar para operaciones del comercio exterior hablará de “dólar oficial”, “dólar comercial” o “Espíritu Santo”.

Tres. ¿Es sostenible este dólar tan alto? ¿Va a subir más? ¿Va a bajar? ¿Qué va a pasar con la “brecha” entre el oficial y el blue? La brecha es simplemente el resultado de dos fuerzas: la cotización del blue, definida por el mercado, y la cotización del oficial, definida por el Banco Central. En el precio del blue el bajo continuo es la emisión monetaria desbordada que infla la oferta; sobre esa línea ascendente al 40% anual (a la que habría que restar apenas las necesidades crecientes de una economía que crece, si lo hiciera) la cotización variará al compás imprevisible de los humores y los rumores que impactan sobre nuestros deseos de tener pesos. No, yo no puedo explicar por qué un día el dólar salta 45 centavos, después se mantiene dos semanas, después salta de nuevo. Pero sí puedo entender por qué en una economía en la que cada año hay 40% más de pesos que el año anterior esa moneda se desvalorice a un ritmo similar, o incluso mayor si es que la expectativa de una desavalorización más rápida induce a rechazarla.

La cotización del dólar oficial, en tanto, es la que el gobierno juzga más razonable poniendo un ojo en la inflación y otro en la competitividad. Pero una pregunta que empieza a surgir es: ¿con una brecha tan alta, no empieza a haber incentivos a demorar exportaciones? ¿No conviene guardarse la soja en la bolsa? El dueño de la soja podría razonar así:

nos pagan 1800 pesos, pero esta tonelada en el mundo cuesta 500 y pico de dólares, que a un dólar de $8,70 -el que usamos todos los argentinos para pensar- son unos 4500 mangos… otra que retenciones de 35%, acá me están sacando el  60%… me la guardo por un rato. Silo y a la bolsa.

Además: ¿No conviene subfacturar exportaciones? El razonamiento del exportador de un bien diferenciado podría ser:

Ey, comprador angoleño, no me depositás 10.000 dólares en Uruguay, y los otros 25.000 me los pagás acá?; yo les digo que te lo vendí por 25… Daale…

(Ah, cierto que las exportaciones a Angola están cayendo a pesar de la exitosa repartija de calcetines de “Clarín Miente” a los niños angoleños).

En otras palabras: el desincentivo a la exportación efectiva que genera la brecha puede impactar sobre las reservas del Banco Central. Mucho más si sumamos las distintas variantes para hacerse dólares a precio oficial o “tarjeta”, viajando y desvalijando cajeros, o con operaciones más finas en esa misma línea [me twittean que se puede hacer alguna vía el Banco Central de la República Oriental del Uruguay, pero no me lo explicaron para que no levante la perdiz como la vez anterior]. De hecho, el Banco Central perdió reservas durante los dos primeros meses del año.

¿Qué podría hacer el Banco Central ante esa pérdida de reservas? La reacción instintiva de este gobierno será poner más controles, por ejemplo a los gastos en el exterior. También podría girar en el sentido contrario a las agujas del reloj la perilla de “Tuning” de Moreno sobre las importaciones. Claro que más demoras y obstáculos a las importaciones agravarían los problemas de actividad en un país cuyas compras al exterior son en su mayoría -89% last time I checked- bienes intermedios, combustibles o bienes de capital, es decir, cosas que sirven para fabricar otras cosas.

Se pueden intentar cosas más locas. Por ejemplo, no dudo que la nueva juventud maravillosa se sumaría encantada a una parodia de la liquidación de los kulaks como clase, yendo a las praderas a confiscar los silos bolsa, o a comprarla forzosamente con crédito fiscal a tipo de cambio oficial. Pero dudo que el gobierno quiera otro conflicto de este tipo.

Conclusión: una de las primeras dudas que genera la suba del blue es si el deterioro que genera en la cuenta corriente del país (ese balance de almacenero en la que entran sumando las exportaciones y restando las importaciones y los pagos de deuda) no inducirá al gobierno a hacer algo con el dólar oficial. Ese algo puede no ser una devaluación tradicional. Quizás [pienso en voz alta] un “recargo cambiario” a las importaciones. Es decir, un desdoblamiento del dólar oficial.

Pero no son todos los problemas que trae la brecha. Más en la próximo boletín.

La inocencia de los libertarios

Borges decía que los católicos argentinos creían en Dios pero mucho no les interesaba el tema, y que a él le pasaba al revés: le interesaba mucho, pero no creía. O algo así.

Me pasa algo así con el simpático partido libertario de este país: me interesan, pero se mandan cada una… Hace poco sacaron un comunicado extremadamente crítico a raíz de la muerte de Martínez de Hoz. Buena movida para combatir la idea errada de liberalismo=derecha. Pero había un comentario de política monetaria que me resultó muy curioso:

En aquel entonces, el economista Alberto Benegas Lynch, actual miembro del Consejo Honorario del Partido Libertario, manifestaba: “es necesario privatizar las empresas estatales y llevar a cabo una reforma monetaria y bancaria que contemple la vuelta al patrón oro clásico para independizar la moneda y el crédito del poder político”.

Inmediatamente me hice la pregunta: ¿qué habría pasado con el peso argentino si se hubiese atado al oro en 1976-1981? ¿Habríamos evitado el desastroso atraso cambiario de la época de Martínez de Hoz? En 1976 la onza de oro valía 124 dólares; en 1980, último año completo de la tablita, 615 dólares. Si el peso argentino se hubiese atado al dólar, el dólar habría bajado un 80% en términos nominales durante el Proceso. Una calamidad monetaria que no sé si habrá ocurrido alguna vez en algún país.

No hay con qué darle: en la Argentina puede haber muchas diferencias entre la izquierda, la derecha, el centro, los liberales, los socialdemócratas, pero todos terminan en el mismo lugar: la valorización insostenible de la moneda.

Presente griego para Chipre

¿Chipre es una isla? Es la gran pregunta que se hacen ahora en Europa.

La noticia -bastante sorprendente- es que el Eurogrupo (los ministros de finanzas de la zona euro) decidieron pedirle a Chipre algo parecido a un corralito a cambio de un rescate financiero. No es, estrictamente, un corralito: el dinero puede sacarse del banco, pero de todos modos (se saque o no) habrá que pagar un impuesto: del 9,9% para depósitos mayores a 100.000 euros y de 6,75% para cuentas menores a ese monto.

El plan tiene que ser aprobado por el parlamento chipriota hoy lunes, día feriado. El Banco Central decidió que también mañana martes sea feriado bancario. La aprobación parlamentaria, dicen por acá, depende de un diputado de voto dudoso. La no aprobación implicaría o bien que los bancos abrirían con todo el mundo a sus puertas tratando de sacar el dinero antes de la aprobación del impuesto o bien (más probable) con la prolongación del feriado bancario hasta que el impuesto se apruebe.

Todo esto era para tirarle a Chipre una monedas: 10.000 millones de euros. OK, mucho más de lo que nos tiraron a nosotros en 2001, pero difícilmente un monto que requiriera esta medida de consecuencias potencialmente destructivas.

Por supuesto, Chipre nos importa no por Chipre, isla de la que conocemos solamente dos seres: Marcos Baghdatis y el Minotauro. Ah, no, el minotauro ese es de Creta. El temor es que esto sea una nueva regla de “private sector involvement”, el eufemismo que usa el Fondo Monetario para decir que los inversores deben pagar parte de los rescates. El tema acá es que la palabra “inversores” se extiende como para incorporar también a los depositantes en los bancos. Si esa es la nueva regla, los depositantes de países europeos más grandes pueden ponerse nerviosos.

¿Mi impresión? Se vota el paquete. Líos en Chipre. Depositantes con miedo en otros países de Europa, pero rápidamente queda claro que el Banco Central Europeo ayudará a los bancos de esos países. Subas, de todos modos, del riesgo periférico en Europa. Tasas de interés algo más altas y por lo tanto más demora en la recuperación. El estado depresivo de buena parte de la economía europea se prolonga. La palabra en inglés sería “protracted”, cuyos sinónimos son: extended, long, prolonged, lengthy, time-consuming, never-ending, drawn-out, interminable, spun out, dragged out, long-drawn-out, overlong.

Quimeras canallas (8): Oigan, canallas, el grito sagrado

Seguimos publicando los textos de Santiago Llach siguiendo a Rosario Central en su ahora no tan quimérica búsqueda del ascenso a Primera:

+ El lunes, antes de ir al Low Flowers a por el 12º triunfo seguido de Central, fuimos a la punta sublime de la ciudad, al Downtown, al acto con que mi hijo León formalizaba el comienzo de su secundaria en el Colegio Nacional de Buenos Aires (acá un texto de su madre al respecto). Soy medio maricón, y creo de a ratos en las instituciones: me emocioné con las palabras del rector Zorzoli, y lagrimeé cuando la concurrencia entonó las estrofas del Himno Nacional Argentino.

+ Pero León y yo estábamos un poco inquietos: el acto empezaba a las 14, y a las 17 el partido de Central con Chicago, para llegar al cual había que atravesar la ciudad en la Línea E de subte y hacer combinación con el Premetro. Por suerte, la institución fue breve, y llegamos a tiempo a nuestra excursión a los descampados de esa Buenos Aires, la de Pompeya y más allá, que está ahí nomasito pero es otro mundo, otro paisaje natural y social.

+ Un niño se hace hombre atravesando los contrastes, cabalgando entre las instituciones formales y la calle, esa selva donde las personas juegan a ser pumas, hadas, hormigas y hienas. La integración necesaria a la sociedad se hace a través de rituales, cantos, vestimentas, posturas corporales y palabras que muchas veces empujan a la contradicción. Portar la camiseta en una cancha es una forma de afirmar tu identidad de hincha; en el Nacional Buenos Aires, en cambio, una de las pocas prohibiciones respecto de la ropa es ir con una camiseta de fútbol: sostienen que genera divisiones y violencia. El día anterior, en el colegio había una búsqueda de tesoro y cena como recepción a los flamantes alumnos de primer año; León insistió en ir con la camiseta de Central, y logró entrar, aunque le dijeron que no volviera a hacerlo. Con la determinación de la juventud, también quería ir al Bajo Flores con la camiseta canalla, pero es política de la casa evitar problemas en los partidos de visitante. A mis cuarenta años, es totalmente irrazonable exponerse al salvajismo de una hinchada rival llevando la camiseta; a los 12, posiblemente, se siente casi como una traición: llevar la camiseta es un poco pertenecer al ejército informal de la Academia.

+ Fuimos con un fotógrafo, Xavier Martin, que nos sacó fotos para una nota sobre fútbol, Central y familia que estoy escribiendo para la revista Brando. Xavier, un bostero fenómeno, sale también en la foto que ilustra este post. Es una cábala que ya tomó estado público: todo el team Llach que va a ver a Central tiene que salir en la foto.

+ Jugábamos contra el último, Chicago, que con 27 goles (uno solo menos que Central) había hecho 18 puntos (26 menos que Central). Esta estadística pinta al óleo al equipo de Russo: una defensa que fue aprendiendo a ser sólida a pesar de sus efervescentes limitaciones, un mediocampo con sacrílegas reminiscencias barcelonescas y una delantera muy por abajo de la línea de pobreza.

+ La carencia frontal se veía agravada el lunes por la ausencia del único de los pingos de arriba que es chiquito y la sabe lunga. Con el Chuky Medina, como con otros jugadores feos que algo saben con la pelota, me siento identificado: ¡qué haríamos ellos y yo sin esa modesta poesía, esta torpe habilidad, que intentamos proporcionarle al mundo, cómo haríamos para que cada tanto una mujer se fije en nosotros! Por el Chuky, lesionado en el partido con Banfield, entraba el paraguayo Bareiro. Salía el Ser y entraba la Nada.

+ Pese a esta ausencia luminosa de ejercientes del oficio del gol, o quizás debido a ella, y por primera vez en no sé cuántos millones de primeros tiempos, Central hizo un gol a los tres minutos. Fue dando cumplimiento a una de esas leyes del fútbol que también son leyes del pinball, y de la física newtoniana en general: dos cabezazos en el área son gol. Fue el cuarto de Lagos, que así se ubicó en la cima de la lista de avaros goleadores de Central, encabezada por dos mediocampistas.

+ No nos interesa la física, no nos interesa la ciencia, sino la magia, la literatura: no llegamos a ser de Central después de leer un teorema. Por eso, mejor mencionar la jugada que generó el córner que generó el gol de Central. Entonces nos pusimos de pie y también ahora, para ver y nombrar al héroe de esta maquinita azul, el miglior fabro del parlar canalla, el chamán Jesús Méndez. ¿Qué fue lo que hizo Jesús con el pobre diablo que lo estaba marcando? Nada grave. Los defensores asesinos derriban gente a las patadas; los habilidosos criminales derriban defensores sin tocarlos, a puro amague. Es un ladrón, Jesús, ¿a qué dedica el tiempo libre? ¿En qué lugar me enamoré de ti, Jesús? Es un ladrón de guante blanco de la pelota, un Robin Hood de los pobres de talento que miramos desde la tribuna, les roba el alma a los rústicos que flotan por los campos verdes de la B Nacional y nos la da en ofrenda.

+ No sólo el Papa y Messi, Jesús también es argentino. SABELO, SABELLA: JESÚS ES ARGENTINO.

+ Aunque sabíamos que nada es fácil, que las rosas que da Central desde hace años en cuentagotas siempre vienen con mucha espina, en algún punto pensamos que esta vez podía darse un triunfo tranquilo, una goleada, incluso, por una vez en este puto campeonato, con perdón de la palabra: no fue así.

+ No estoy seguro de que Toledo, delantero de Central, habría hecho los goles que se perdió aun si el arco de Chicago hubiera sido el arco iris que se elevó en un momento por encima de la tribuna del estadio de San Lorenzo.

+ El hombre es animal de costumbres: ya no es noticia que Central termine sufriendo un partido que tiene ganado contra el último de la B.

+ Los Llach somos animales de costumbres: mañana lunes 18 de marzo, uno, dos o tres Llach estaremos en el Gigante para ver a Central contra Olimpo, soñando con cierta estadística…

Para ver el resumen del partido, click aquí. Y acá se pueden recorrer las crónicas anteriores.

El nuevo modelo económico y la minera Vale

Creo que fue a @fedesturze a quien le oí alguna vez clasificar contextos macroeconómicos según su competitividad mirando los costos del trabajo y del capital. Momentos como la convertibilidad tenían, comparativamente, costos laborales en dólares altos pero costos del capital relativamente bajos: al menos hasta la recesión iniciada en 1999, la Argentina enfrentaba tasas de interés relativamente bajas porque se confiaba en la moneda (tasa de devaluación esperada reducida) y en la capacidad de repago. Las empresas en ese esquema podían ser competitivas, aunque quizás ahorrando trabajo e invirtiendo más en capital.

Un segundo modelo posible, en esta clasificación, sería el del primer kirchnerismo: costos laborales en dólares muy bajos (o, lo que es lo mismo, tipo de cambio real muy alto) pero costo del capital alto por la incertidumbre asociada al reciente default. Hubo un momento, incluso, donde ambos costos fueron bajos. Fíjense la evolución del riesgo argentino comparada con la de otros países emergentes. Entre la reestructuración de deuda de 2005 y la intervención del INDEC, el riesgo argentino fue declinante. Llegó a ser, por momentos, inferior al de Brasil.

El modelo de costos salariales bajos pero costos del capital más altos es uno en el que la expansión es más intensiva en trabajo que en capital.

El tercer modelo combina lo peor de los otros dos: altos costos en dólares y riesgo país elevado: el tipo de cambio real de (algún momento de) la convertibilidad y el riesgo país de mil puntos o más de un país con percepción de riesgo de default. En ese contexto no hay expansión productiva ni con nuevas inversiones ni por aumentos en el empleo. En este contexto pasa lo que pasó con la minera brasileña Vale: las inversiones no sólo no vienen, sino que se van. Se van porque piden “una adecuación del tipo de cambio” y no se la dan; y porque perciben “risco Argentina”. Es el modelo del estancamiento.

EX-POST: quienes sigan este blog desde hace un tiempo saben que, en mi opinión, en el modelo del primer kirchnerismo estaban las semillas del segundo: la sobre-devaluación inevitablemente iba a llevar a una inflación que tarde o temprano, en ausencia de un programa de estabilización de precios, se iba a comer la competitividad. (Acá, por ejemplo, un post al respecto del año del señor de 2005)

¿Y si funciona el control de precios?

Inflacionverdadera.com dice que el nivel de precios del 4 de marzo era inferior al del 4 de febrero (apenas). ¿Está funcionando el control de precios en los supermercados? Parece que sí. “Algo tiene que estar mal”. ¿O no?

Hay dos dudas principales. Una es, obviamente, “el día 61”: ¿qué pasa el día que liberás? Es la pregunta que nos hicimos, como todo el mundo, el día 1. La respuesta del Morenismo es obvia: fácil, prolongamos los controles y listo. Es lo que probablemente ocurra.

Pero la duda más importantes es qué pasa si los controles siguen. En ese caso hay que volver a las primeras clases de microeconomía: precios máximos pero con costos que aumentan, porque las subas salariales persisten. Veamos:

Sí: en caso de seguir los controles, y seguir siendo exitosos en el sentido de contener los aumentos de precios, los aumentos de salarios hacen que se venda menos, y que por lo tanto se produzca menos. Como sabemos, menos producción es menos empleo.

Puesto de otra manera: los controles de precios extenderían a otros sectores de la economía lo que ahora le pasa a sectores exportables: costos que suben pero precios que quedan fijos. No es un buen combo.

De paso, y ya que estamos: fíjense lo que está pasando con los vinos en Mendoza, según contaba hace unos días Carlos Balter:

Observando las estadísticas de exportaciones vitivinícolas de 2012 respecto de 2011, notamos que las de vino embotellado disminuyeron 7%, mientras que las de vino a granel crecieron 45%. Enorme diferencia cuyo significado es muy simple: dejamos de exportar valor agregado.

Si los controles de precios funcionaran, los productores de vino no sólo tendrían que enfrentar un precio externo fijo para exportar; también un precio local quieto por los controles.

¿Estoy diciendo que no me gusta una estabilización de precios? No, estoy diciendo que esta no es la manera de hacerla.

Macri es la solución para los problemas de Macri

Hace mucho tiempo (años) venimos sosteniendo que el microcentro porteño sería un lugar mucho más lindo y vivible y transitable si todas sus calles (que no sus avenidas) fueran peatonales estilo Denver: la vereda como regla, la calle como excepción — pura y exclusivamente para un coqueto bus ecológico que recorriera cada calle de punta a punta.

Denver es esto:

¡Qué linda calle! Resulta que ahora tenemos en las cercanías de la ciudad de Buenos Aires un bus ecológico para que la recorra, el que puso el primo de Macri por el Vial Costero de Vicente López. Es así:

Se dirá: ¿pero ese colectivito para transportar gente en el microcentro? Sí: sólo se necesita que sean muchos, y que sean el único medio de transporte para que el camino esté despejado. Eso les permitiría recorrer una cuadra en 20 segundos (es lo que se promedia en bici sin ir muy rápido y parando en los semáforos), es decir que podrían pasar tres por minuto. Si caben 10 personas por bus, es un flujo de 30 personas por minuto. Apuesto a que eso es más que la cantidad de pasajeros en transporte automotor en un microcentro trabado de tráfico.

¿No sería carísimo tener tantos buses? No: se necesita un bus por cada esquina de las calles del microcentro (los colectivos para llegar hasta el microcentro circularían por avenidas; idealmente, Metrobuses). Con un máximo de un trasbordo se llegaría de cualquier punto a cualquier otro en un tiempo mínimo. En este rectángulo, por ejemplo, hay algo así como 25 x 15 cuadras:

Es decir: se necesitan 375 buses. Recordemos que estamos en un país que produjo unos 800.000 vehículos en un año: estamos hablando de un número aproximadamente igual al 0,05% de esa cifra. No puede ser tan difícil.

¿Gratis? ¿Pago? Lo que yo haría: se paga con tarjeta SUBE; si en la media hora anterior o la media hora posterior la misma tarjeta se usa en otro medio de transporte, el viaje es gratis.

¿Taxis? Lo lamento. Quizás: un número muy limitado de licencias subastadas; más equitativo pero menos redituable, un sistema de turnos por el que cada vehículo puede dar servicio en el centro una cada X semanas.

Quimeras canallas (7): Dos hinchas en la boutique de Cordiviola

Seguimos con las andanzas, de momento impecables, de Santiago Llach y su troupe por las canchas del Nacional B en busca del ascenso de Rosario Central.

Me aplastó ver al Gigante, de grande me volvió a pasar lo mismo

+ Tercera excursión de la temporada al Gigante de Arroyito. Esta vez, sólo los más firmes junto a la seguidilla de triunfos de Central, mi hijo León y yo, nos trepamos al VW Gol en Florida, PBA, el sábado temprano, después de dejar a la niña hermosa en su clase de tenis. Desde siempre nuestra condición de centralistas fue anómala: vivimos a 300 kilómetros del club de nuestros amores, no tenemos parientes en Rosario; hay que decir, casi, que conocemos apenas la capital nacional de la soja. Pero cincuenta años largos de la familia girando en el sistema solar canalla atestiguan nuestra fe.

+ El partido con Banfield, para Central, venía nublado por las estadísticas: si ganaba, no sólo confirmaba su condición flamante de puntero, sino que igualaba el récord histórico de victorias seguidas de un equipo del club, logrado por el que en 1985 ganó el último torneo de Primera B antes de que pasara a ser Nacional B. Las estadísticas anunciaban tormenta.

+ Decidimos acampar esa noche en Rosario. Lo hicimos en el coqueto Lungomare Trieste, un hostel de la calle Catamarca. La abundancia de venecitas en el baño y otros detalles boutique no impedían que la dueña, Mónica, fuera una canalla ferviente.

+ Minutos antes de salir para el Gigante, recibí un mail de Pancho Finn, que había leído mis crónicas anteriores, y entusiasmado por una de ellas había ido al partido contra Huracán. Los Finn, como los Llach, son cuatro hermanos, todos de Central como su padre y el nuestro. Los tres varones iban al mismo colegio que nosotros, perfectamente intercalados en las promociones con los Llach: el San Juan el Precursor tuvo un canalla asegurado en sus promociones 1988-1999. En los años 80 y 90 formábamos un grupo con un par de canallas porteños más (Andrés Barsky, Alfredo Peirce), cuyo punto de reunión era la popular visitante de los estadios de Buenos Aires donde jugaba Central.

+El mail de Pancho, entusiasta y nostálgico, me agarró sentimentalmente desprevenido, me puso nervioso: mi mente no se animó a pensarlo, lo único que quería era que Central ganara.

+ Con la ansiedad del fana, llegamos al Gigante de Arroyito bien temprano, antes de que abriera la venta de entradas. Contra la resistencia de León, pedí plateas en el sector que da a Cordiviola, el sector que una vez adentro del estadio mi hijo llamaría “la platea de la oligarquía”.

+ El fútbol, digamosló, es el capítulo masoca de la industria del entretenimiento. A la cancha no se va sólo a disfrutar de un espectáculo deportivo: se va a sufrir, a convertir la vida en un drama. No otra cosa puede pensarse de un lugar donde un tipo grande, con la articulación temporomandibular hecha un fuego, que sostiene la mano de su pequeña hija, es capaz de gritarle “Tragaleche hijo de puta” a un jugador rival sin motivos evidentes, ni bien empieza el partido. La platea es el diván del comerciante colesteroloso. Pero nadie está exento (del colesterol, por empezar, como puede apreciarse en la foto). A eso vamos todos. A vivir un espectáculo de sangre.

+ Fue el mejor partido de Central en lo que va de la racha, coincide una mayoría.

+ Tenemos dos zagueros en plena Edad de Hierro.

+ Tenemos seis jugadores que tocan la pelota. Siete, en realidad, si contamos al lateral Rafael Delgado –hay motivos para ello–.

+ Lo de Nery Domínguez es un lujo que no puede durar, Encina es un ocho del viejo estilo, Medina tiene cosas de los Chelos Delgado, no lamentablemente la pegada tres dedos de Chelo Delgado I.

+ Tenemos un mastodonte allá arriba.

+ Y tenemos (nos ponemos de pie) al Comandante Jesús Méndez.

+ Un día antes de zarpar para Rosario, fui a tomar un café con una chica de la que me enamoré en una época pésima. Ahora se casó y vive a doce mil kilómetros de distancia. Nuestro romance fue de lo más breve: era para mí realmente la chica más linda del mundo, pero eso es todo lo que hubo y lo que habrá entre nosotros: nos encontramos en el momento menos indicado. En el fútbol, como en la vida, el timing es todo: lo contrario que con la chica pasó con esa pelota que venía en el aire pateada por Santillo, el atildado arquero de Banfield, directo hacia Broggi, que en apariencia la iba a recibir solo por la izquierda. Tres segundos y treinta metros antes, sin embargo, Yisus Méndez había decidido que no sería así. No quiero imaginarme lo que debió sentir Broggi cuando se dio cuenta de que Méndez, el centrocampista del timing perfecto, venía como un bólido hacia él. Méndez es hermoso: marca como una hiena y juega como un Bambi.

+ Por lesión de Medina, entró el paraguayo Bareiro. Central tiene siete toquetones y ningún ponedor.

+ Hubo alguna zozobra al principio, pero el equipo se plantó bien. Como en todos los triunfos de esta seguidilla, parecía que el gol no llegaba nunca, pero llegó, una vez más, en el Volante Izquierdo Time, esos últimos veinte minutos en que la aparición de Gambetita Carrizo desequilibra a las defensas cansadas.

+ Hacia el final entró Becker, que es como si entrara yo, pero al revés: otro nivel. Es Carl Lewis con pelota, el pibe.

+ Sé que es sólo una racha, sé que nada dura para siempre, pero estos once triunfos récord quedan para siempre en la memoria emotiva de mi hijo de doce años. León tiene la misma edad que tenía yo cuando la racha del equipo de Don Pedro Marchetta, donde tallaban Palma, Chaparro y Wolheim y asomaba el Tiburón Serrizuela. Estuvimos on site en siete de los once partidos de la racha, y el lunes lo haremos en el Estadio Antes Conocido Como Fernando Miele, para ver al equipo contra Nueva Chicago. Dejame gozar, dejame soñar.

El partido: http://www.youtube.com/watch?v=Hi3NI3_1yC8