Aprendiendo PASO a PASO

Unos meses antes de la elección de 2011 creíamos que Cristina podía no ganar en primera vuelta, y perdimos por paliza una apuesta; llegado el momento de la elección, su triunfo era bastante obvio. De todos modos siempre nos quedó una duda contrafáctica: ¿no habría sido el resultado de las PASO 2011 un poquito más favorable a algún partido opositor que hubiese presentado más de un candidato en la interna de agosto? ¿No tiene más gracia para el elector votar allí donde se decide algo que simplemente manifestar una irrelevante adhesión metiendo la boleta de un candidato único de un partido?

Por eso nos alegra que la Unión Cívica (¿de qué otro modo llamar a un grupo porteño bastante variopinto que pone énfasis, ante todo, en su oposición a los excesos institucionales y crematísticos de un régimen dominado por gente de provincias, como en 1890?) vaya a primarias con más de una lista. Lindo experimento, sobre todo si la otra alternativa opositora (el PRO-rogando-candidaturas-de-kirchneristas-arrepentidos) va a las PASO con una sola.

De todos modos, estos radicales parecen encontrarle el gustito a la cuestión de la interna. Estando Gil Lavedra en el equipo de Prat-Gay / Donda, enfrentando a los honestos predicadores Solanas y Carrió, ¿hacía falta una tercera posición, encabezada por Rodolfo Terragno? Ni lerdos ni perezosos, los organizadores de la coalición pusieron un umbral teledirigido de 25% como condición para poder entrar en la repartija del sistema D’Hont. Veo sin embargo en la foto al lado de Terragno a Don Ernesto Sanz, candidato in pectore de más de uno para el 2015. Esperamos ahora sus fotos con los otros participantes de la gran primaria porteña de la Unión Cívica.

Reflexión más general: comparado con lo anterior, con los escandalosos episodios de internas que hemos tenido en este país (desde la rara primaria Bordón-Álvarez hasta el papelón que protagonizaron hace un par de años Rodriguez Saá y Duhalde), las PASO son un avance nítido. Podemos discutir si tiene que ser obligatorio; podemos discutir los umbrales que se requieren para participar. Pero la idea de una gran interna que convoque a muchos ciudadanos y que dure un solo día me parece incluso mejor que esa larguísima e ininteligible sucesión de caucus y primarias que acostumbran los norteamericanos.

El segundo error más común del fútbol

Hace un rato hablamos del error más común de los defensores: distraerse demasiado mirando la pelota y olvidarse de mirar a sus rivales. Ahora voy a hablar del segundo error más común.

Defensores: esperen al delantero.

Arriesguen a sacarle la pelota solamente si saben con certeza que se la van a birlar. Pero tienen que estar muy, muy seguros. Tienen que pensar algo así: “si en caso de intentar robar la pelota y no conseguirlo mataran a mi madre, ¿arriesgaría?”. Si la respuseta es negativa, esperen. No hace falta lucirse con un gran quite; el riesgo es que se perjudique el equipo, y posiblemente quedar en ridículo. Que pase el tiempo. Cuanto más tiempo, más densidad de población de nuestro lado. Menos chance de desequilibrio. El delantero tendrá que pasarla, o abrirse hacia la línea de fondo, o hacer un movimiento lateral.

Les cuento un secreto: todo lo que está esperando el delantero gambeteador es que ustedes arriesguen, que se lancen con esa patita rumbo a la pelota para, justo en ese momento, moverla y dejarlos ya sin recuperación posible, salvo con foul. Les dejo un ejemplo notable para que lo piensen:

El error más común del fútbol

¡Cómo limo a los defensores de mis equipos de fútbol amateur gritándoles, cuando ataca el equipo rival (supongamos, color celeste): “Chicos, miren a los celestes, miren a los celestes”! Es que el error defensivo más común del fútbol a todo nivel es distraerse mirando la pelota (que sola no va a poder entrar nunca al arco) y olvidar que los que pueden hacer goles son los ***jugadores*** del equipo rival. Miren por ejemplo al número 2 de Colón en el segundo gol de Rafaela:

Increíble: en ningún momento mira otra cosa que la pelota. Lo peor, pobre muchacho (no sé quién es) es que en el primer gol hace algo bastante parecido.

Pero el error más típico es el del segundo gol (el video que pegué primero): jugador rival haciendo cosas cerca de la línea y por el segundo palo entran los celestes como Pedro por su casa, sin que nadie los mire.

“Peso fuerte”: una moneda sin inflación

[refrito de posts anteriores, publicado acá].

La Argentina está por practicar un nuevo experimento cuasimonetario, el Cedin, ese título que fantasea con transgredir el principio ontológico de identidad: sí, será como un dólar, pero no, no será como un dólar.

Somos decanos en esto de experimentar con la moneda. Ya en 1899, un tal Lawson, inglés, había dicho que “los argentinos alteran su moneda casi tan a menudo como cambian de presidentes (…) Ningún pueblo del mundo tiene un interés tan penetrante en los experimentos monetarios”. En 1881, los argentinos habíamos lanzado finalmente una moneda nacional de papel, con los bombos y platillos que correspondían al ingreso oficial del país al esquema mundial de patrón oro: ese “peso moneda nacional” nacía con la intención de valer, indefinidamente, igual a una moneda metálica acuñada ad hoc, el “peso oro”.

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Controles: serán sovéticos o no serán nada

Supongamos que Mirar para Cuidar funciona y que realmente se puede controlar el precio en góndola de los 500 productos, incluyendo nuestro favorito “Rebozador Mamá Cocina paquete de 500 gramos“. Si hay inflación de costos (por ejemplo, por aumentos salariales) ¿cuál sería la reacción lógica de los otros precios? Obviamente, deberían subir. Ahora bien: a medida que los otros rebozadores se alejaran del Mamá Cocina, debería pensarse (esto se llama “regla del bien sustituto”) que la demanda por el Mamá Cocina iría aumentando.

¿Podrían los productores del Mamá Cocina seguir abasteciendo tanta demanda? Podrían, pero no sé si querrían. Si los costos subieron lo suficiente, producir Mamá Cocina ya no es negocio. De modo que las góndolas de los supermercados se quedarían vacías de Mamá Cocina. Los militantes irían a decirle a Moreno: “Guillote, no hay Mamá Cocina en el  Carrefour San Lorenzo”. Moreno llamaría a los dueños del súper, que le dirían: “Es que Mamá Cocina no está entregando rebozadores”.

Y ahí Moreno debería decidir entre: (1) aceptar que el control no funciona; (2) decirle a Mamá Cocina que produzca más rebozadores. En otras palabras: debería ejercerse no ya un control sobre los precios (que ha sido frecuente en la historia del capitalismo) sino un control centralizado sobre *precios y cantidades*, más parecido al que existía en los países del socialismo real. Debería asegurar que al precio establecido de $5,77 Mamá Cocina S.A. produce todos los rebozadores que le demandan. In extremis, Mamá Cocina S.A. debería optar entre seguir perdiendo plata y quebrar. Salvo que aparezca la Opción C: el gobierno subsidia la producción de Rebozador Mamá Cocina.

Inverosímil, ¿no? No: acá todo puede pasar. Recuerden, por ejemplo, que somos el único país de la historia que intentó exigir algo parecido a “equilbirio comercial externo –exportaciones igual a importaciones– en cada empresa”; el único que llevó vacas de muestra a Angola, el único cuya oficina estadística subestimó por alrededor de un 60% el índice de inflación durante seis años consecutivos. Sí, nos habituamos a todo esto. Pero algún día deberíamos volver al asombro.

¿Por qué se venden más autos?

Un argumento más para la legalización del desdoblamiento cambiario: se venden más autos ahora que el año anterior. ¿Por qué? Fácil: los argentinos tenemos nuestra riqueza en dólares. Cuando sube el dólar blue, tenemos más pesos. Pero los precios de los autos (y de otras cosas) dependen más del dólar oficial y de los costos internos (como salarios), no del blue. Por lo tanto, la suba del blue aumenta el poder de compra interno de los tenedores de dólares.

Hasta ahora, con el mercado blue ilegal, este efecto depende de la realización de operaciones ilegales (ir a una cueva) o complejas (entrar dólares por el “contado con liqui”). Con una legalización del desdoblamiento cambiario (¿será eso el CEDIN?) este efecto se amplificaría mucho más, y recuperaría demanda de bienes durables e inmuebles. ¿Por qué no lo hacen? Vaya uno a saber.

Confirmado: Dios existe

Out of Africa

El libro del Éxodo (más específicamente el Beshalach de la Torá) cuenta una historia: un pueblo elegido que está en África sale de allí rumbo al desierto de la penínusla arábiga hasta llegar a una fértil “Tierra Prometida”, todo gracias a que Dios les abre el Mar Rojo. Poco creíble, ¿no?.

Ahora bien, ¿qué tal si Dios dictó esa metáfora a un profeta para explicar lo que, sabemos con cierto rigor científico, fue el único intento exitoso de salida de África de la humanidad, hasta entonces confinada en ese continente? Sí: según la evidencia más aceptada, basada en el analisis del ADN mitocondrial, todos los humanos no africanos descendemos de un grupito, unas centenas de personas, que tras millones de años en los que nuestros ancestros homínidos vivieron en África, hacia el año -90.000 salieron de allí gracias a un paso que se abrió en el Mar Rojo. Poco después, esos primeros humanos no africanos encontraron una zona muy fértil. Miren si no, entre los minutos 44:18 y 47:00. Pero si siguen, o la ven toda, más divertido todavía.

(Este es un fabuloso documental, The Incredible Human Journey, que estamos viendo los integrantes del Club de Lectura de la Historia Universal 200milen40.blogspot.com; leeremos 400 libros de historia en orden cronológico, a lo largo de 40 años).

OK, hasta acá la gracia. Obviamente hay otras explicaciones posibles de la coincidencia entre el relato bíblico y la evidencia disponible. En primer lugar: puede ser casualidad. En segundo lugar: la idea de un cruce milagroso del Mar Rojo, parece, fue tomada por los autores del Éxodo de mitos babilónicos. Bien podría haber ocurrido que ese épico cruce quedara en la tradición oral y de alguna manera se colara, más tarde, en los textos sagrados.

Inquietante, de todos modos.

 

Política monetaria, política fiscal: ANSES

En las últimas dos semanas vimos de reojo cómo el gobierno se preocupaba por dos amenazas de la economía: la brecha cambiaria y la desaceleración.

Bajar el blue, decimos siempre, es facilísimo: el único productor mundial de pesos tiene que reducir su oferta si quiere valorizarlos. En la Argentina solemos hacer las cosas de manera enrevesada; aparentemente, uno de los motivos de la baja del blue fue la venta de bonos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la (*) ANSES ¿Es eso una política monetaria contractiva? Si los pesos los mantiene la ANSES y no los pone en circulación, sí: dejan de circular. Como toda política monetaria contractiva, tiene un costo fiscal, porque hay menos pesos circulando y cada peso que circula es financiamiento gratis para el gobierno; puesto de otro modo: en una política monetaria habitual, cada peso  es rescatado por un título que paga interés o por un dólar que, como parte de las reservas, tenía un rendimiento. En este caso, la gratuidad la otorga la propia ANSES manteniendo esos pesos. Es decir: obligamos a la ANSES a mantener un activo con rendimiento nominal cero (y rendimiento real muy negativo) para financiar una política monetaria contractiva.

El otro anuncio, hace ya unos diez días, fue la política “keynesiana con redistribución del ingreso” consistente en el aumento de la AUH y otras asignaciones, también financiadas con el fondo de la ANSES. No fue un aumento que simplemente compensara la inflación: la AUH, por ejemplo, subió un 35% (de $340 a $460), que probablmente duplica la suba de precios desde el aumento anterior (de $270 a $340 en septiembre de 2012). ¿Servirá para reactivar la economía? No resuelve, claro, el problema de fondo –la falta de competitividad y la consecuente restricción de divisas– pero sí puede empujar algo, un poquito, en un año que viene flojo.

La otra pregunta, para ambas medidas, es: ¿tiene sentido financiar estos parches con los fondos jubilatorios? De manera polémica, argumentaré que sí. Financieramente, el gobierno y la ANSES son en la práctica la misma cosa. El “superávit” de la ANSES no sería tal si no se redirigiera a sus arcas parte de la recaudación impositiva; pero no dejemos que los nombres nos confundan. Este es un gobierno que en lugar de hacer lo normal (tomar deuda en los malos momentos y reducirla o armar un fondo anticíclico en los buenos) hizo algo más raro: en la buena, canceló deuda, ni siquiera renovando vencimientos; en la mala, con los recursos cortos y sin poder endeudarse, emitió dinero o usó reservas para pagar déficit y vencimientos.

Si uno toma como un dato este comportamiento anómalo, si la imposibilidad de endeudarse es un rasgo inevitable del kirchnerismo post-INDEK, entonces el trilema de hierro ante un atisbo de recesión es: ajustar (más impuestos o menos gastos), emitir mucho más, no importa qué pase con el blue, o evitar ambas cosas recurriendo a activos acumulados. Debe estar claro algo: comerse activos es lo mismo, patrimonialmente, que endeudarse. Si a un país normal le recomendáramos endeudarse un poco en la recesión, es muy difícil no recomendarle a un país que redujo su deuda pero no puede endeudarse (por errores propios) que recurra a sus stocks acumulados.

¿Creo que sirve de algo todo esto? Moderar la brecha, definitivamente; limita un problema. Cierta relajación fiscal en un año malo también puede ser razonable. ¿Mueven el amperímetro? ¿Pueden convertir un año malo en uno mediocre? Creo que no. Sin inversión no hay recuperación; y con cepo cambiario y restricciones a las importaciones, no hay inversión.

(*) Empleo “la” ANSES deliberadamente; es “la” Administración Nacional…; y que empiece con “A” no cambia la cosa, ya que no está acentuada en la primera sílaba. Como “la armada”.

¿Qué es la paleo-alimentación?

Estoy recibiendo via twitter consultas sobre la paleoalimentación que practico. Se puede buscar material en Wikipedia, pero siempre suma una mirada personal. Así que agrego la categoría “All Things Paleo” a la variedad de temas sobre los que, de manera inconstante y errática, opinamos en este blog.

Primero la teoría (perdón), después la práctica. La teoría: nuestra especie y sus ancestros están por acá hace millones de años. En el 99% de esos millones de años, no existía la agricultura. Nuestro cuerpo (como el cuerpo de todas las especies) se fue adaptando a la comida que estaba al alcance; en nuestro caso, carne, pescado, frutas, verduras. Eran alimentos que conseguías de manera más o menos abundante en una recorrida, cosa que no ocurría si, por ejemplo, ibas a buscar trigo salvaje u otras semillas pequeñas — la cosecha de una recorrida era ínfima. Incluso antes de practicar la caza comíamos muchos animales y vegetales: por millones de años nuestros ancestros (el “homínido grácil” y el Australopithecus Afarensis, por ejemplo) vivían no de la caza sino de la carroña. Sí:

...entonces te imaginás la escena. Grupos de gentecita al calor de África, bajo algún árbol no muy reparador, cerca de un curso de agua pero no para tomarla, sino viendo cómo los antílopes dan sus últimos tragos y entonces, zas, el león, la batalla, la sangre y ahí quedaron los restos. Y el jefe de nuestra banda de 130 (porque un número mayor que eso para convivencia es un horror, estoy de acuerdo, me vuelvo fóbico) diciendo: “En marcha, ya se fue el león”, y ahí salimos, en ese estilo barefoot runner que adoramos, pasitos cortos, apurados bajo el sol que quema, cada uno con su piedra puntiaguda en la mano a sacar la carne que quedó y –atención– comiendo mucho del caracú. Qué belleza.

Por millones de años de “selección natural”, los cuerpos que “sobrevivieron” fueron aquellos que mejor funcionaban con ese combo de alimentos. Hace muy poco (8 o 10.000 años) se inventó la agricultura y se domesticaron animales. Podíamos sobrevivir con cereales y leche, pero es una alimentación bastante diferente a la que nuestro cuerpo está preparado para recibir. Y en 8.000 años no cambia tanto, tanto, el genoma de una especie: son apenas 250 generaciones. Por dar un ejemplo: la población no africana proviene de una emigración desde África hace unos 60.000 años. De modo que genéticamente tenemos una distancia mayor con la población de ascendencia completamente africana (que tuvo su propia, independiente evolución en los últimos 60.000 años) que con nuestros más recientes ancestros cazadores recolectores.

Miramos con horror a nuestras vaquitas alimentadas con maíz lleno de antibióticos (porque no es su alimento original, a saber: pasto) y nos hicimos lo mismo, a nuestra propia especie, hace 250 generaciones. Hay bastante evidencia de que las harinas, aceites de cereal, azúcares traen problemas de salud — están claramente asociadas con obesidad y, en conexión a ella, la diabetes:

Ni hablar de los celíacos a los que directamente hace mal buena parte de la agricultura cerealera. No están enfermos, no: son unos héroes que se resistieron a la adopción de la agricultura. Llamar enfermedad a la celiaquía es como llamar enfermo a alguien que no digiere el acero si todo el resto se pone a digerir acero. Para finalizar con la teoría: se compararon los esqueletos indígenas en cementerios de Ohio antes y después de la llegada del maíz, y el resultado es terrible: menores estaturas (indicando peor alimentación) y un promedio de siete caries en lugar de media tras la adopción de la agricultura.

¿Qué comer entonces? Lo del paleolítico: carnes de todo tipo, frutas y verduras. La verdad que a mí siempre fue lo que más me gustó. Más que qué comer lo importante es qué *no* comer: esencialmente, harinas. Por supuesto que hoy las frutas y verduras se hacen con “agricultura”, pero existían antes de la agricultura, eso es lo importante. Y por supuesto que no comés exactamente lo que comían en África hace un millón de años, pero comidas más parecidas a la del 99% de nuestros ancestros, que nos dieron los genes que tenemos. Un cacho de mamut es más parecido a un cacho de vaca que a un pedazo de pan.

Más a lo práctico aún: almuerzo y cena, fácil. Asado, alguna carne/pescado con ensalada o con verduras cocidas. O puede ser papa también u otros tubérculos. O, por ejemplo, puchero, acaso el primer plato combinado del mundo. También existen las paleomilangas, que intenté rebozando nalga con papa rallada. No fue indigno el resultado:

Más complejo es desayuno o té o “snacks” intermedios. Banana. Miel. Otras frutas. Para snacks es bueno y barato mejillones (vienen pelados y ya cocidos). También frutas secas. Que anote Susana, que parece que dejó las pizzas y las pastas.

Respecto al peso, por si a alguien le importa la fuerza con la que su planeta lo atrae: en un mes y medio bajé un 10% (¿para qué dar los números absolutos?). Pero lo más importante no es el peso, sino la salud.

Por supuesto, acá no estamos endiosando la época paleolítica en general. Estamos a favor de la medicina moderna. Estamos a favor del control de la natalidad (cuya ausencia es justamente el mayor factor explicativo de la baja expectativa de vida en tiempos paleolíticos y neolíticos: no hay alimentos que aguanten el crecimiento de la población que surge de sexo a lo pavote sin protección; Malthus estaría bastante cerca de tener razón si no existiera la píldora). Estamos a favor de las tecnologías.

Decimos una cosa más pequeña y más humilde: alimentémonos con lo que corresponde a nuestra especie.

Moreno y el rebozador “Mamá Cocina”

Entre los 500 productos cuyo precio cotrolarán los militantes sociales se encuentra el Rebozador Mamá Cocina x 500 gramos. Quiero declarar que dicho control de precios es irrelevante. Fíjense (tomado de Coto Digital):

Hay muchos rebozadores. El Silvina viene sólo en paquetes de 5 kilos y a un costo por kilo más alto que el Mamá Cocina. ¿Y al Rebozador Preferido qué le ponen que es tan caro? ¿Cocaína? ¿Azafrán? En cambio el Rebozador Coto en paquete de 500 gramos está a $4,59,  más bajo que el Mamá Cocina ($5,77). También está el paquete de un kilo del Mamá Cocina, a un equivalente de $5,345 los 500 gramos.

Me pregunto: ¿qué efectos tiene el control de precios sobre el valor del Rebozador Mamá Cocina? Hay dos escenarios:

(1) Si los costos generales de producir rebozadores no estuvieran subiendo,el control de precios es irrelevante: los precios no suben porque los costos no suben.

(2) Si, en cambio, los costos estuvieran subiendo, ¿quién absorbería la pérdida de rentabilidad en el Rebozador Mamá Cocina de 500 gramos? Se abren aquí dos alternativas: (2.1) Si el precio que Coto le paga a Mamá Cocina S.A. estuviera controlado, entonces Mamá Cocina S.A. le vendería a Coto sólo el paquete de kilo, o quizás sacaría uno de 501 gramos. Si, en cambio, (2.2) Mamá Cocina tiene derecho a vender a precio libre a Coto, pero Coto estuviera obligado a vender el Mamá Cocina de 500g a $5,77 a pesar del aumento en el resto de los rebozadores, Coto dejaría de comprar el Mamá Cocina de 500g. Es decir: no importa quién tenga el precio de venta controlado, el resultado es el mismo — no se venderá el Rebozador Mamá Cocina de 500 gramos. Creo que esta conclusión tiene algo que ver con el Teorema de Coase.

Para que funcionen –aunque sea un poco, aunque sea por un tiempo– los controles de precios tienen que ser más globales. Pretender frenar la inflación controlando el precio de 500 productos es como tratar de frenar una inundación atajando 500 gotas de lluvia.