Tengo un antojo de asesinato

A veces pienso que Lázaro Báez hace una gran contribución al país: cobra por obras que no hace. En cambio otros cobran por las obras y hacen cosas como ésta:

Pasión por la equidad (Foto: Zoe Rebuffo)

Aquí se muestra el tráfico en Lugones y Sarmiento, zona Planetario. Antes había varios carriles para ingresar de Lugones a Sarmiento. Pero se hizo un túnel por debajo de la autopista que redujo, en su lugar más angosto (el único relevante) la cantidad de carriles a dos. Y con semáforo. Es decir: se trata de una obra millonaria que *empeoró* la situación. Fíjense cuánta gente está siendo perjudicada y cuánta está siendo beneficiada por el túnel.

Me quedo con Lázaro Báez, que al menos no hace nada.

Seguramente algún funcionario pensó en la “equidad”: “repartamos el espacio entre todos. Bueh, como no sé cuánta gente va a usar cada parte, divido en dos, es lo más equitativo”. En esas manos estamos.

¿Quién vio un CEDIN?

Me estoy volviendo pesimista sobre el blanqueo. Sí, fuimos bastante optimistas sobre el precio del CEDIN en el mercado secundario, arriesgamos alguna vez 90 centavos respecto al blue. Pero tengo la impresión de que no es un incentivo suficiente. El blanqueador, si no quiere comprar una propiedad, tiene que vender sus CEDIN a ese precio y luego, como no querrá mantenerse en pesos, comprar dólares en el “contado con liqui” al valor “venta”, el más alto de los dos. ¿Tiene sentido perder 10% y avisarle a la AFIP que blanqueaste dinero? Esa tasa cobrada por el blanqueo sería bastante mayor que en la del blanqueo anterior.

¿O será que puede ser mayor que 90 centavos el precio del CEDIN en el mercado secundario? No lo creo.

Lo que sigue es un largo resumen de lo que acabo de decir. Yo que usted no apretaría”seguir leyendo”.

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INDEC vs INDEC

Inteligente paper de la macrista Fundación Pensar: comparan los precios de diversos alimentos reportados por el INDEC en junio 2006 (hace rato que dejaron de publicarse) con los precios de esos mismos productos según la lista de 500 de Willy Moreno. La gran mayoría de los productos varió entre un 200% y un 400% en esa comparación. La Canasta Básica que calcula el INDEC, sin especificar los precios de sus componentes, supuestamente subió un 85%. También hay en el informe un ejercico que trata de replicar una Canasta Cásica de hoy con una combinación de esos 500 productos; da un crecimiento de 289%, bastante similar a la inflación de 271% que estiman consultoras privadas.

En otras palabras: el gobierno nos miente pero al menos nos dice que nos miente.

El INDEC va a agrandando sus fábulas

Muy buen artículo de Juan Llach en Cronista: “El nuevo relato del INDEC: el PBI creciendo al 3%“. Como enfatiza allí este ilustre pariente, la mentira alcanza sus picos máximos en el consumo de supermercados y en intermediación financiera. No es casual: en ambos casos, el crecimiento real se mide no de manera directa, como en la siderurgia (“tantos tubos de acero más que el año pasado”) sino restando de la variación nominal el incremento de los precios. Entonces, claro: si “Supermercados” aumentó 24,8% en pesos e imputás una inflación de 9,2%, te da un crecimiento real de 14,3% (no es exactamente una resta, sino: 1,092 x 1,143 = 1,248).

Me pregunto entonces si, a medida que se acumulan años de mentiras, no hay una tendencia natural a que la mentira se vaya agrandando. Si desde 2007 sobreestimás el crecimiento de los supermercados, el peso de los supermercados y los servicios financieros en la economía va creciendo; es decir, es cada vez mayor la porción (irreal) de la torta cuyo crecimiento estás sobreestimando.

Si el kirchnerismo dura 100 años, en 2113 tendríamos, según el INDEC, una economía estructurada alrededor de los Cotos y Britos de este país. Sería fantástico: con inflaciones de 25% pero declaradas al 10%, creceríamos casi 15% al año.

¿Es puntual Big Ben?

Los mercados internacionales bajaron la semana pasada por un anuncio un poco halcónico de Bernanke: quizás, quizás, en algún momento no lejano hay que sacar los estímulos. Es raro el timing. Tradicionalmente la Fed se fija en dos cosas principales para ver si decide relajar o endurecer su política monetaria: empleo (o desempleo) e inflación. El nivel de empleo como % de la población ocupada se ve así:

La inflación que importa, que es descontando los rubros volátiles, es esta:

Es decir, nivel de empleo bastante por debajo del pre-crisis, e inflación abajo del 2%. Todo indicaría continuar con políticas expansivas. Como la tasa ya es cero, y más expansivo no se puede ser por ese lado porque es imposible que haya préstamos a tasa negativa, la Fed usó las políticas de “relajación monetaria cuantitativa” — una manera de estimular la economía, presuntamente (aunque es dudoso el mecanismo) bajando las tasas de plazos más largos.

De hecho, hay una regla tradicional, la Regla de Taylor, que dice a cuánto tiene que estar la tasa de la Fed dados la inflación y el desempleo. El gráfico siguiente compara la tasa de la Regla de Taylor con la que efectivamente fue poniendo la Reserva Federal:

Los número todavía dicen: correspondería tasa negativa. Como no se puede tasa negativa, relajación cuantitativa.

¿Por qué, entonces, echarse atrás? Se usan aquí analogías casi diría éticas: “la Fed está inflando *artificialmente* los mercados; eso es riesgo de burbuja”. Nunca entendí el “artificialmente” aplicado a la política monetaria: todo valor que se elija de las palancas de política monetaria (tipo de cambio, tasa de descuento) es artificial, es decir, el resultado de una decisión de política. Es imposible no ser artificial en política monetaria, salvo en un sistema de bancos libres. La pregunta es cuál de esas artificialidades elegir, y la Regla de Taylor es una posible respuesta: cuando hay desempleo e inflación baja, seguir empujando, porque no nos gusta el desempleo y la inflación no es un riesgo.

En parte, el temor de los anti-políticas expansivas se nutre de la experiencia de los años previos a la crisis, cuando (se dice) Greenspan llevó adelante políticas demasiado expansivas. Pero fíjense lo que dice el cuadrito de la Regla de Taylor para los años 2004-2006: sí, Greenspan fue más expansivo que lo que sugería el manual de política monetaria. No es el caso ahora.

Keep pumping, Ben.

[Pucha, estaba por escribir esto y se me adelantó Krugman].

Con Massa y sin re-re

La noticia, creo, es esa. No sólo porque lo dijo él hoy. También porque es difícil imaginar un escenario en el que a Massa le convenga mandar a sus diputados a apoyar una reforma constitucional que permita de una manera u otra la reelección presidencial. Si Massa gana, que es lo que se cree, es front-runner para el 2015, quizás por encima de un Scioli que va a enfrentar una economía compleja y sin demasiados incentivos en el gobierno para ayudarle a pagar incendios. Y a un candidato a heredero no le conviene posponer una muerte. Por segunda vez en quince años, entonces, la esperanza de una re-re sería frenada por el electorado de la provincia de Buenos Aires.

Macri puede ser uno de los perdedores de la movida. ¿Hay dos lugares en la grilla presidencial para un porteño/granbonaerense canchero de clase media para arriba, conectado con el mundillo del fútbol, con un discurso centrado en la “gestión”? Puede ser, pero parece una pelea por el mismo electorado. A Macri le quedaría la parte más antikirchnerista de ese universo.

Como ya pronosticamos el fin del kirchnerismo alguna vez y nos equivocamos, no diremos “esto será el fin del kirchnerismo”. Pero es notable que los puestos más importantes para esta elección en el núcleo geográfico de la nación sean ocupados por los siguientes nombres: Filmus. Cabandié. Insaurralde. De modo que nos podemos formular esta pregunta: si no hay reforma constitucional, ¿cuál de los dos papelones elegirá el núcleo nacionalpopulista (Fito Páez, su novia, 678, Felipe Pigna, Heller, Forster y compañía): tragarse el sapo de un Scioli o un Massa o ir al muere con una Alicia Kirchner o Abal Medina? Duro dilema.

¿Qué te pasa, Brasil?

Líos en Brasil. En todos estos años de moda brasileña, los optimistas hablaban de los BRIC, con B de Brasil, de la nueva potencia, de la sexta economía del mundo (en dólares subvaluados), del Mundial, de los Juegos Olímpicos. Y estábamos los pesimistas: los que decíamos que esto era un camelo, era una moda análoga a la Argentina de los 90s. (De paso: ese post tuvo 1404 comentarios; recibí llamados amenazantes de brasileños a mi oficina).

Bueno: era un camelo.

¿Por qué? ¿No es Brasil un gran país? Ehm, no es esa la discusión. Sí, tiene mucha gente y ocupa mucho lugar, dos características tan irrelevantes que podrían desaparecer de la noche a la mañana con un rediseño de fronteras. Más relevante: es una economía no rica (casi diríamos: pobre) y que crecía poco incluso en los años de su moda. Hoy es junto a la Argentina la economía que menos crece de Sudamérica.

Y no es que crecía poco de casualidad. Crecía poco porque invertía poco:

¿Pero cómo? ¿No es un ejemplo la economía brasileña? En algún aspecto, sí: estamos a favor de lo que podríamos llamar su “macro de corto plazo”: metas de inflación, que muestran ser compatibles con el pleno empleo. Pero pleno empleo e inflación bajo control no necesariamente quiere decir crecer rápido. La famosa condición necesaria pero no suficiente.

Para crecer hay que hacer muchas más cosas, sobre todo si sos un país como Brasil que no las tiene todas consigo: su Estado es proverbialmente gastador y corrupto; su geografía es compleja para el transporte; siendo un país con exportaciones más industriales que el nuestro, el boom de las commodities no ha sido tan favorable para ellos como para nosotros u otros países de América Latina — como México, el golpe chino a sus sectores manufactureros tiene un impacto negativo mayor que en países más basados en recursos naturales.

En fin. Celebramos el nuevo triunfo del capitalismo liberal que fue su adopción por sindicalistas y ex-guerrilleros brasileños, al comando en la última década de esa gran nación sudamericana. Pero el capitalismo neoliberal no te resuelve mágicamente todos los problemas.

Viva la precariedad laboral en el Estado

Tanto Bloguín como La Platea de Doctrina (este diario) enfatizaron este domingo la precarización laboral dentro del sector público en los últimos años.

Quiero decir algo: viva la precariedad laboral en el Estado. Quiero decir: viva la precariedad *en comparación con su alternativa realmente existente*, a saber: el empleo de por vida. Yo ya soy adulto y supongo que los adultos entienden y creen en una cosa llamada “incentivos”. Madison decía que si todos los hombres fueran ángeles, no se necesitaría gobierno. Y sí, si todos los hombres fueran ángeles tampoco habría problema con el empleo de por vida, con la “planta permanente”.

Pero, escuchen esto: no somos ángeles. Si en ningún escenario te rajan, si da lo mismo tu esfuerzo que tu desidia, creeme: no te vas a esforzar. Nos pasa a todos.

Entiendo el argumento a favor de la “planta permanente”: evitar que un nuevo gobierno barra con todo. En la práctica, los gobiernos pueden barrer con todo en un sentido práctico, y desplazar a los “planta permanente” a tareas verdaderamente inútiles, dejando las cosas importantes en manos de “contratados” o nuevas adiciones a la inamovible “planta permanente”. En otras palabras: la precarización laboral, la existencia en el sector público de trabajos fuera de la relación de dependencia (o lisa y llanamente informales) es *una consecuencia* del régimen de estabilidad de empleo público. Cada gobierno difícilmente puede sumar todo lo que quiera a la “planta permanente” y por lo tanto usa y abusa de regímenes más laxos. E ilegales.

¿Cómo deberían ser las cosas? Número 1: mirar lo que hacen otros países. No creo que haya muchos lugares con este tipo de estabilidad del empleo público. Empecé un estudio comparativo por la República de Cuba, y no, ahí no hay mucha estabilidad. Número 2: no todo empleo público es igual. Sí, es posible que para ciertos cargos se necesite estabilidad; por ejemplo, puestos concursados. Pero estabilidad no quiere decir eternidad. Bien podría garantizarse para ciertos puestos lapsos de empleo que excedan los cuatro años que dura un gobierno. Pero eso no es lo mismo que eterno. Por último: para empleos que en realidad compiten con los del secor privado (desde un econometrista hasta un lavacopas ministerial) ¿por qué no usar el ya bastante proteccionista régimen laboral argentino?

Hasta entonces, es decir, hasta siempre: viva la precariedad laboral en el Estado.

Los CEDIN y el ladrillo de Moreno

Desde el principio creímos que el CEDIN va a valer cerca de un dólar. Por supuesto, primero habrá que ver para creer: ver si efectivamente el primer CEDIN “aplicado” (usado para transacción inmobiliaria, de construcción o de compra de materiales, según establece la disposición del BCRA) efectivamente es canjeado por dólares. Supongamos –suponemos– que sí. Si lo es, si el BCRA da un dólar por cada CEDIN con el sello de “aplicado”, entonces el CEDIN con el sello de “aplicado” tendrá que valer cerca de un dólar.

El problema es que el CEDIN “aplicado” casi no va a circular: una vez que se tiene el sello de aplicado, lo más probable es que el tenedor lo cambie por el dólar. Es cierto que el CEDIN aplicado tiene sobre el dólar la ventaja de que puede cambiarse por pesos de manera legal. Pero, personalmente, me parece mayor la ventaja de tener a Washington en vez de a Moreno como personaje de respaldo.

¿Y qué pasará con el CEDIN “no aplicado”, ese que tiene que pagar una transacción inmobiliaria para tener derecho a ser cambiado por un dólar? Mi impresión: unos centavitos menos va a valer. De modo que el CEDIN no tendrá un precio sino dos: aplicado y no aplicado. Además de “compra” y “venta”, claro.

Un punto adicional y bastante curioso: ¿cuál será la denominación más habitual del CEDIN? El que blanquea 1.000.000 de dólares puede pedir 1000 CEDIN de 1000 dólares o 10.000 de 100 dólares o uno de 512.433 y otro de 487.567. Ya que el blanqueador habitualmente venderá sus CEDIN en el mercado secundario, y no para la construcción, es posible que le convenga una denominación más líquida para poder venderla con más facilidad. [La única persona que conozco que estaba considerando una compra de CEDIN era para venderlos en el mercado secundario; OK, la muestra es pequeña]. Por otro lado, denominaciones muy bajas son un verdadero clavo: si querés pagar un departamento de 200.000 dólares con CEDIN de 100 dólares, tenés que endosar 2000 CEDIN. A tres segundos cada firma, es 1 hora 40 minutos firmando.

Uno pensaría: bueno, CEDIN de 1000 dólares, entonces. Pero difícil pagar con eso los ladrillos del célebre Debate Del Ladrillo que mantuvo en el Senado de la Nación el señor Moreno. Todo un dilema:

Miami gratis

Sí: hay una página llamada “Miami Gratis” que explica trucos para conseguir dólares oficiales en Miami. Ahí en el link están las explicaciones, pero lo más lindo de todo es la foto con las banderitas de Venezuela (“Raspamos Cupo CADIVI”; CADIVI es la agencia de control de cambios venezolana) y Argentina (“Dollar AFIP, dinero inmediato”):