Texto de Santiago Llach, contiunidad de las Quimeras Canallas durante el Torneo Nacional 2012-2013).
Juguemos en el bosque
+ Central volvió a Primera: se acabó la épica, ahora a vivir la vida tal cual es. Ahora a contar los empates, a navegar la ola del medio. Adiós al paseo orondo de un grande por los lodazales del país profundo, al exotismo ventoso o tropical. Vuelven los rivales de siempre, el honor y el orden fueron restaurados por un malón medio cómico que Miguel Angel Russo logró transformar en batallón provincial. Adiós al goce heroico del que perdió una guerra, al furor de las redes sociales; hola medianía de las secciones deportivas, del malestar en el fútbol que atraviesa a nuestra cultura.
+ Tercera fecha, tercera con presencia Llach en donde jugó el canalla (Arroyito, Núñez, La Plata). Con Lucas, León y Zoe nos fuimos de excursión platense. Villas sobrepobladas y complejos habitacionales deshabitados en la Autopista 2; adolescentes currando wifi con Lenovos en el café de la YPF junto al Bosque: otra excursión más a nuestro paisaje justicialista. No hay voto más libre que el voto que se vende, dijo Carlos Pellegrini.
+ Después de cruzar una rotonda imposible, nos sacamos una foto adelante de un cartel de Vialidad que decía “Dale Bobo”, con la B de autoría pincharrata reemplazando a una L.
+ Parte del laberinto de la pasión es el ingreso a ella. Para un chico, el fútbol es rito de pasaje; para nosotros los adultos, rituales del ordenamiento final, cosas que no cambian, cosas que se dejan. Como sea, la industria del espectáculo futbolístico está llena de obstáculos, de peajes. Es un poco como la política: la rigen los punteros. Entre la informatización y el insulto, en el fútbol argentino hace falta algo más que plata para ser espectador. Entrar al estadio es una aventura.
+ Le compramos un print dudoso a un muchacho a ojos vista de todo tipo de guardianes de la ley. No le creímos mucho que con eso se pudiera entrar. Entonces el rufián nos dijo: “Que entren ellos tres, y vos te quedás esperando y me pagás después.” Entraron los tres, y yo pagué la cifra más abultada que jamás haya pagado nadie para entrar a ese rincón perdido entre las tablas del Bosque.
+ En este caso, éramos parciales de la visita, baneados por la ley. En nuestro fútbol feudal, con hinchas visitantes prohibidos, cada partido es un poco, como en esa hermosa canción federalista de dos payadores orientales sobre la defensa de Paysandú, “sólo doscientos contra veinte mil, solitos contra Flores, Mitre y el Brasil”: 16 soldados canallas y su equipo técnico contra todo el estadio, que en este caso sumaba casi los mismos veinte mil que aquel ejército de la Triple Alianza.
+ Con el objetivo de eludir la prohibición, ideamos para esta campaña un plan de infiltración. Vamos a coleccionar gorritos de todos los equipos.
+ Es un plan muy bonito. El problema es cuando en el minuto cero (sic) le hacen un gol a tu equipo, y en el minuto veinte otro. ¿Qué hicimos? Nos abrazamos los cuatro, simulando que festejábamos el gol, y en voz baja puteábamos. Cuando llegó el descuento para Central de Niell, ídolo de Gimnasia, fue parecido: fingimos putear, pero estábamos eufóricos. Es todo un esfuerzo, casi cómico, hacer el ritual del hincha al revés.
+ Dos gorros de Gimnasia cuelgan ahora de una cuerda en casa: esperan próximamente a los gorros de Colón, Tigre, Boca, Rafaela. Haremos simulacros de hinchismo futbolístico.
+ Y sobre fútbol: Central perdió 3 a 1, pero confiamos sobradamente en el fútbol de buen pie que sigue proponiendo Russo, liderado hoy por –citamos otra vez a los payadores uruguayos– por Encina y su bandidaje…