La Ferrari de Massa está rota

Felipe Massa

Guido Di Tella decía, a comienzos de la presidencia de Menem: “estamos muy mal, pero eso tiene una gran ventaja: podemos estar muy bien bastante fácil”. Era verdad en 1989, y probablemente sea verdad ahora. En un par de días de la Presidencia Boudou, casualidad o causalidad, la Argentina hizo un par de gestitos de amistad al mundo y el implacable señor Elmer Cado voló. Martín Kaneguiser se pregunta si no es un revival del plan de 2008-2009 que proponía el entonces Amado ministro e incluía un arreglo con el club de París. (¿No fue más bien 2010?, no importa).

En realidad, Elmer ya venía mostrando hace un tiempo un cambio de actitud. De hecho, “Argentina viene ganando la Copa América bursátil en 2013“, dice Juan José Cruces. Su índice compara la evolución de la Bolsa de cada país con un conjunto de acciones internacionales que reflejan aproximadamente la estructura sectorial de los índices bursátiles de cada uno de ellos. Argentina es el que más mejoró de la región respecto a su “benchmark”. Los mercados creen que el país está muy subvaluado.

¿Entonces? ¿Estamos mal pero vamos bien? No, todavía no vamos bien. La Argentina tiene que hacer varios deberes para poder volver a crecer: liberar importaciones, unificar el dólar, sincerar y bajar la inflación, ajustar las tarifas. Lo que Elmer está diciendo con toda claridad es: ustedes tienen una Ferrari, pero está rota. O, para citar a un pensador contemporáneo: “un Rolls Royce lleno de tierra“. Si este gobierno se pasa dos años posponiendo esos arreglos, llegaremos a 2015 como podamos, echando humo, perdiendo aceite, recalentando, casi fundidos. El auto lo tendrá que arreglar el que venga.

Pero no es un auto cualquiera. Es como la Ferrari, la de Massa.

Cristina en el río Kwai

(Publicada en el diario).

El momento final del lugarteniente Nicholson, herido de muerte por los japoneses en la película El Puente Sobre el Río Kwai, es dramático. En el último instante de su vida, moribundo y tambaleante, tiene que decidir si desplomarse o no sobre un detonador que haría volar con explosivos su propia obra. Jefe de un grupo de británicos atrapados por los japoneses en Birmania en la Segunda Guerra Mundial, a Nicholson lo habían obligado a dirigir la construcción de un puente ferroviario sobre el Río Kwai, con sus propios soldados presos como mano de obra.

Reticente al principio, Nicholson finalmente encara la obra como un homenaje al ingenio y capacidad británicos  y un modo de mantener alta la moral de su tropa. En la fecha crucial el puente está terminado y Nicholson orgulloso de la obra que usarán sus enemigos; cuando está a punto de pasar el primer tren, un grupo comando dirigido por un norteamericano logra llegar hasta el puente y colocar unos explosivos. Los japoneses, advertidos, matan a los conspiradores. Así llega el instante final en que el detonador está solamente al alcance de Nicholson, que debe tomar la decisión más importante de su vida justo antes de morir. Tiene que elegir entre hacer explotar su propia obra (y, de ese modo, perjudicar a sus enemigos) o preservar el puente y así beneficiar a sus captores japoneses.

Los argentinos tenemos que cruzar nuestro propio puente entre este momento y diciembre de 2015. En la otra orilla, allá en el bicentenario de la independencia, hay una Argentina que tiene futuro, y no por el vaporoso potencial que solemos atribuimos, sino por motivos más concretos. Con tan sólo corregir algunos problemas gruesos que con mucho o poco esfuerzo acabrán corrigiéndose (el altísimo riesgo país, el atraso cambiario) podría despertarse una inversión que ha estado dormida estos años.

Pero el puente hacia el 2015 es largo y penoso. Será un final en cámara lenta de un ciclo político de longitud record: el próximo 27 de octubre no es sólo el día de las elecciones; también es la fecha en la que el kirchnerismo cumple 3808 días y supera al menemismo (3807) como el gobierno nacional más largo de la historia argentina.  Como el del Río Kwai, el puente de la economía argentina hasta 2015 tiene varias bombas haciendo tic tac, todas ellas conectadas entre sí. A la manera del lugarteniente Nicholson, un kirchnerismo moribundo puede intentar preservar ese puente, dejando al futuro una obra digna pero ayudando a sus sucesores (es decir: a sus adversarios); o puede decidir, más o menos conscientemente, que todo vuele por los aires.

El primer explosivo es nuestro problema externo. Vivimos de una alcancía, las reservas del Banco Central, en la que entra menos de lo que sale. Con los dólares de exportaciones hay que pagar importaciones y (por un desendeudmamiento forzoso) intereses y amortizaciones de la deuda. No alcanza:  las reservas caen y seguirán cayendo. In extremis se tendrían que comprimir las importaciones, que en un 90% son necesarias para producir. Una crisis externa sería muy recesiva.

Como el comando norteamericano, el INDEC está haciendo bastante para construir esta bomba: la sobreestimación del crecimiento de este año gatillará el pago del cupón PBI a fines del que viene. Si se falsificara también el crecimiento de 2014 en línea con la previsión del presupuesto (+6,2%) se colocaría una bomba no en el puente sino en la otra orilla, algo que Nicholson no tenía a mano y que permite herir a los enemigos sin perjudicar la obra. El próximo presidente asumiría el jueves 10 de diciembre de 2015; el martes 15 debería abonar varios miles de millones de dólares extra de una alcancía ya exhausta.

Una segunda bomba bajo el puente, o posiblemente en la otra orilla, es la brecha cambiaria. El Banco Central financia al gobierno con pesos, que alimentan el dólar informal. Cuanto más se agrande la brecha (es decir: cuanto más se profundice el desequilibrio fiscal) más disruptiva sería una unificación de los tipos de cambio, que es una medida casi inevitable para cualquier gobierno que quisiera despertar la inversión. Este explosivo está conectado con el anterior: brecha más alta es más incentivo para sacarle dólares al Banco Central a precio de ganga, por mecanismos que importadores, exportadores y turistas conocen bien.

Finalmente (aunque la lista podría ser más larga) está el “problema de precios relativos”, conectado con los dos anterioes. Es otro cóctel de difícil resolución. Bajar la inflación es difícil; resolver un atraso cambiario también lo es; actualizar tarifas es impopular. Pero mucho más delicado es enfrentar todo eso al mismo tiempo: ¿cómo se hace para devaluar, subir tarifas y bajar la inflación? Con la reciente aceleración de la devaluación oficial el kirchnerismo no desactiva esta bomba; tan sólo evita que sea más potente de lo que ya es. Probablemente acabe colocándola al final del puente.

Es de mal gusto contar la escena final de una película. Puede encontrarse fácilmente en Youtube.

O acá

¿Qué te ocurre, Bulgheroni?

BRIDAS (an independent oil and gas holding company based in Argentina. Since March 2010 it is 50% owned by China National Offshore Oil Corporation) anunció la suscripción de 500 millones de dólares del BAADE, el Bono Argentino de Ahorro para el Desarrollo Económico.

En principio uno mentalmente junta las neuronas de PLATA-BAADE-BLANQUEO, o algo así, pero después de esas sinapsis iniciales, se pregunta: ¿qué diablos es esto?

Si me acuerdo bien, el BAADE es un bono que emite el Estado y cuya recaudación es dedicada a “financiar proyectos de inversión pública en sectores estratégicos, como la infraestructura e hidrocarburos”. A cambio de comprar el BAADE, el suscriptor recibe una promesa de pago del capital en julio del 2016 (teléfono, Massita) e intereses de ahora hasta entonces del 4% anual, en cuotas semestrales. Ahora bien, qué hace exactamente el Estado con esa plata (supongamos por un momento que nos olvidamos de que el dinero es fungible) no es cosa que le afecte al suscriptor.

¿O sí? Le ruego a don Bulgheroni, o a Axel Kicillof, o a alguien del gobierno, que nos expliquen por qué una entidad que tiene fondos blancos compraría un bono que rinde el 4% anual cuando el riesgo país sigue arriba de los 1000 puntos; es decir, cuando es posible comprar bonos del mismo deudor cobrando un 10% extra sobre la tasa norteamericana (total: 13% o algo por el estilo). Si se estuvieran blanqueando fondos, no habría misterio: se paga a cambio de blanquear. Como solía hacer en tiempos mejores el inverosímil narcotraficante Walter White. Pero no: BRIDAS, y el propio Axel Kicillof, explicaron que se trata de dinero blanco.

Volvamos un poco al asombro. Acá se está anunciando una de dos cosas. O bien una gran ***donación*** de una empresa privada al Estado argentino, equivalente a aproximadamente el 9% (diferencia entre 13% y 4%) de 500 millones de dólares cada año (45 millones de dólares anuales) por tres años; o bien se está anunciando una parte de un intercambio, pero no la otra. Te doy 45 millones de dólares por año y a cambio me das algo.

Estaría bastante bueno saber de qué se trata ese algo.

EX-POST: Algo nos enteramos:

Desde hace algunas semanas retomamos conversaciones informales con YPF por el Memorando de Entendimiento vencido. Estamos trabajando para reflotar ese emprendimiento”, dijo Mario Calafell, vocero de Bridas, en diálogo con LA NACIÓN y advirtió que “la inversión en el Bono Argentino para el Desarrollo Económico (BAADE) tendría prioridad para tal fin”

California on my mind

Ah, era Georgia

Me quedé pensando en California. Algunos dijeron: “Muy lindo, pero mirá cómo reprimen el ingreso de inmigrantes a ese país”. En este blog somos liberales, variante utópica, y si tuviéramos que votar diríamos: ojalá que el mundo fuera un lugar de libre inmigración total. No debe haber una medida de política pública que más rápidamente genere igualdad que un movimiento instantáneo del mundo a la libre inmigración.

Pero, let’s face it: abrirse completamente de manera unilateral a las migraciones internacionales es un lujo que sólo podemos darnos los países pedorros. Con restricciones y todo (perdónenme pero voy a usar mayúsculas) UN 27% DE LA POBLACIÓN DE CALIFORNIA NACIÓ FUERA DE LOS ESTADOS UNIDOS. La semana pasada paré el auto en la banquina para sumarme al trabajo agrícola de inmigrantes. Una cuadrilla de mexicanos, muy amables, me permitió ayudarlos a atar unos ajíes a sus tutores. Duré poco, porque el supervisor (también mexicano) de repente me avisó: “Tienes a la highway patrol detrás de tu auto”. Salí corriendo, y efectivamente allí estaba un policía investigando el auto. “Sorry for stopping here, Sir”, tiré, como pajarito mojado; “No hay problema, güey, just checkin'”, me contestó Deputy F. Navarro (acaso Franco Navarro, como aquel delantero de Independiente).

En la Argentina de la libre inmigración y la salud y educación gratuitas para inmigrantes, sólo un 4,5% son extranjeros. La única verdad es la realidad: la gente quiere ir a lugares atractivos. Si la Socialist Republic of California tuviera inmigración libre, ¿cuántos mexicanos entrarían? ¿10 millones? ¿20? ¿Cuántos asiáticos? ¿Cuánto bajarían los salarios californianos? Todo lo que quiero decir es que es más fácil y menos conflictivo tener libre inmigración en un país con PBI per cápita de 15.000 dólares que como el nuestro que en uno de 50.000, como California.

Y ahora pasemos al comercio. ¿Puede ser compatible la posición progre de libre inmigración sin restricciones –que comparto– con la posición supuestamente progre de restricciones al comercio, que no comparto? ¿Cuál es la lógica de proteger aquí las industrias intensivas en trabajo (digamos: textiles de los que necesitan mucha mano de obra, que no son todos) cosa que le quita trabajo a extranjeros en sus países –porque no pueden exportarle al nuestro– y al mismo tiempo defender la libre inmigración, para que los extrenjeros tengan aquí un trabajo? Puesto crudamente: ¿qué sentido progresista tiene ponerle un arancel a un textil boliviano, destruyendo trabajo allí, y compensar ese trabajo destruido en Bolivia con libre inmigración aquí? ¿Cuál es la ventaja, para la equidad mundial? Un boliviano pierde un empleo en Bolivia y gana un empleo aquí. Un argentino gana un empleo (supongamos; es muy discutible) por la protección pero lo pierde por la libre inmigración.

Eso puede ser una de dos cosas, ninguna de las cuales es progresismo. Puede ser simplemente una imposición de la clase capitalista protegida, que gana en precio con el proteccionismo pero paga salarios más bajos gracias a la libre inmigración; o puede ser una forma anticuada de nacionalismo: lo que queremos es mucha población. Gobernar es poblar.

Estoy en la Argentina De Los Sueños

La Argentina De Los Sueños existe. Ahora mismo. Y estoy ahí.

Viven, como en la Argentina de ahora, unos 40 millones de personas. Bastante más que en Australia y Canadá, y mucho más que en los países escandinavos, de los que a veces se dice: “Es fácil para esos países ser ricos, porque son pocos, no necesitan generar tantos empleos”. No ha lugar.

El PBI per cápita es muy alto en esta Argentina De Los Sueños. Unos 51.000 dólares por persona, que lo colocan en el top 10 mundial, como fuimos alguna vez. Por encima, incluso, de los Estados Unidos. Esta Argentina De Los Sueños es el único país del top 10 mundial con población grande. Y el único, además de Australia, con clima benigno. Si PBI per cápita y clima influyen sobre la felicidad, entonces esta Argentina De Los Sueños es uno de los países más felices del mundo.

En la Argentina De Los Sueños el agro es muy, muy importante. Es el quinto exportador de comida del mundo. No sólo commodites, claro. Por poner un ejemplo obvio: el vino es una industria icónica, mundialmente famosa, de la Argentina De Los Sueños. Y nadie se pone a cuestionar aquí la minería o el petróleo como tales — así como Herodoto decía “Egipto es un don del Nilo”, la Argentina De Los Sueños es un don de la minería y el petróleo.

Tampoco se argumenta, en la Argentina De Los Sueños, esa tontería de “la industria manufacturera es la que genera empleo, castiguemos a las demás, protejamos con aranceles a la industria manufacturera, es decir, pagando entre todos precios más altos por sus productos”. La agricultura, la ganadería y sus derivados generan en La Argentina De Los Sueños más empleo que la industria manufacturera tradicional. Por dar sólo un ejemplo: casi medio millón de personas (un 3% del empleo asalariado) vive de la industria láctea.

Pero ni en el agro ni en la industria está la mayoría de los empleos. De 15 millones de asalariados, más de 13 millones viven de los servicios. Y muchos de esos empleos en servicios generan dólares para importaciones, no son puramente de consumo interno. El turismo es una industria muy importante. Y la producción cultural, sobre todo de películas, es exitosísima en todo el mundo. Más importante todavía: de la Argentina De Los Sueños salen las innovaciones tecnológicas que están cambiando cada rincón del planeta. La Argentina De Los Sueños es el lugar donde la gente más talentosa del mundo quiere trabajar.

Sí, adivinaste: la Argentina De Los Sueños es ésta.

Asignación No Universal al Déme Dos

Desde que nací (1973), todos los gobiernos dejan una bombita prendida o terminan con una que les explota: el Rodrigazo, la crisis de la tablita, la hiperinflación, el 2001, y este lento arrastrarse por un nuevo episodio de atraso cambiario, una bombilla alrededor de la cual Moreno va construyendo unos muros. Hasta que no se desactive (nada fácil, y quizá imposible para este gobierno) o no explote (unificación cambiaria, aumentos de tarifas, salto inflacionario) tendremos crecimento bajo. ¿O alguien pone su dinero al lado de una caja que hace tic-tac?

Quería resaltar un aspecto específico de este nuevo episodio de atraso cambiario.

En las anteriores encarnaciones del Déme Dos (la tablita, los noventa) la lógica de “viajemos mientras dure” tenía un componente de racionalidad cuestionable o, si se quiere, de expectativas erradas. En el 1 a 1, por ejemplo, mucha gente viajaba y gastaba sus dólares en el exterior, y lo hacía porque conseguir esos dólares le resultaba barato: como los salarios en dólares eran relativamente altos, no le costaba tanto conseguirlos. Ahora bien: explotado todo en 2001, y mirando retrospectivamente: ¿había sido razonable gastarse esos dólares a la ligera, siendo que de repente se valorizaban con la devaluación?

En idioma nerd: ¿tenía sentido gastar dólares con el argumento de que no eran muchos comparados con el ingreso corriente, cuando lo que en realidad debe importar es el flujo de ingresos a lo largo de tu vida? Con esos dólares gastados en Disney en los 90s te podías haber comprado medio departamento en la sombría Buenos Aires de 2002. Viajar en 2002 al exterior costaba los mismos dólares que viajar en 1997, y por lo tanto representaba una reducción idéntica de tu “riqueza intertemporal”: tantos dólares. Lo que nos dimos cuenta en 2002 es que nuestra “riqueza intertemporal”, nuestra capacidad de largo plazo de generación de dólares, había bajado bruscamente.

Se puede contra-argumentar, con razón: “Pero la opción era Disney o Mar del Plata; era España o San Martín de los Andres; como me iba a ir de viaje de todos modos, tenía más sentido elegir el destino relativamente abaratado” Es posible, aunque también discutible; si los argentinos hubiéramos sabido de antemano en los 90 que nuestra capacidad de generar dólares iba a disminuir mucho, deberíamos haber gastado menos dólares en total, cierto es que con un sesgo a no gastarlo en el país sino afuera.

Pero quería decir otra cosa: en la situación actual, viajar al exterior no sólo es más barato “porque la Argentina está cara en dólares”, como ocurrió con la tablita y con la convertibilidad, sino además por un factor extra: el mundo se abarató en dólares para los argentinos por el control de cambios. Creo que estoy diciendo de manera rara una cosa obvia, pero no importa. Lo que estoy diciendo es: viajar hoy al exterior *te resta menos dólares a tu riqueza* que los que te resta en cualquier momento normal (de tipo de cambio único) porque lo que vale un dólar en Miami en realidad te cuesta 1*5,70/9,20= 60 centavos de dólar. OK, con el impuesto a la tarjeta (que no es del todo un impuesto) es un poco más; digamos que promediando todo, promediando que quizás podés pedirle dólares a Moreno antes de viajar, podés ahorrar un 30%. Sí, el gobierno nos está diciendo: “Para vacaciones en el resto del mundo, descuento de 30%!”. La Gran Willy.

Por supuesto, el descuento no lo paga el mundo, sino los argentinos que no viajan a los argentinos que viajan. Estamos hablando de cifras escalofriantes: en el primer semestre del año los argentinos gastaron en el exterior 5400 millones de dólares. Supongamos 10.000 millones al año, y supongamos que se está dando un subsidio (redondeando) de 3 pesos a cada uno de esos dólares gastados. Son 30.000 millones de pesos. Si Pravda/12 está en lo cierto, en la Asignación por Hijo se gastan 18.750 millones al año.

Sí señores, la Asignación No Universal al Deme Dos es bastante más generosa que la Asignación Universal Por Hijo. Paradojas de la inclusión.

Una bombita para Massita

O para el que venga en 2015: el gobierno presentó el presupuesto de 2014, y planteó allí una previsión de crecimiento del 6,2% ese año. En cualquier país normal uno diría: “voluntarismo, que lo digan no quiere decir que se vaya a cumplir”. Pero en Argentina quiere decir otra cosa. La tasa de crecimiento económico que publica el INDEC puede ser la que el gobierno quiere que sea. Nadie espera un crecimiento verdadero en 2014 de arriba de 3% o 4%, y personalmente espero uno menor que ése; pero ¿6%?; nadie.

Y, aunque no afecta en nada al bienestar de los argentinos, exagerar la tasa de crecimiento por encima de la real tiene una consecuencia concreta: implica más pagos por el cupón PBI. En diciembre del año 14 se pagará el cupón correspondiente al crecimiento de este año, 2013. Y el 15 de diciembre de 2015 se abonaría el pago que depende del crecimiento en 2014. Entiendo que el umbral de pago es a partir de 3,26%; cuanto mayor la diferencia entre el crecimiento publicado por INDEC y ese umbral, mayor el desembolso a los tenedores de cupones.

De modo que, si hemos de creer al gobierno (es decir, si hemos de creer que nos mentirá como para que podamos creer que la tasa proyectada será la publicada) entonces al quinto día de gobierno, el próximo presidente debería desembolsar una cifra muy importante, que difícilmente tenga tiempo para conseguir de un lugar que no sea pasando el rastrillo por los pasillos del Banco Central, donde ya no quedarán tantos dólares.

Así que cuando vean la imagen de Cristina dándole el bastón a Sergio, a Daniel, a Mauricio o al que sea, en ese bastón no vean un bastón: vean un cupón, a pagar en 5 días. Regalito de bienvenida.

El mamarracho de Sergio Massa

¿Leyeron las leyes de política inflacionaria del Frente Renovador? Atenti que no es un solo proyecto de ley, sino tres. Acá está el “Enfoque Antiinflación del Frente Renovador“; acá la “Ley para bajar la inflación” y las complementarias ley de creación de la “Agencia de Estadísticas y Censos” y “Ley de Creación del Consejo de Inversión y Desarrollo Nacional“.

Mi interpretación es que se trata de un chiste. Es como que el candidato nos está diciendo: “No me crean nada, tiro estas cosas para mostrar que ‘tengo inciativa’, pero no me importa demasiado el contenido. Y para demostrarles que es un chiste, empiecen por el punto uno”.

En el punto uno, el proyecto del Frente Renovador dice que el INDEC tiene que decir la verdad. Massa fue jefe de Gabinete del INDEC manipulado, y uno de los autores del anteproyecto de ley contra la inflación fue el presidente del Banco Central que durante cinco años publicó cifras falsas de inflación. De modo que: si el plan antiinflacionario es en serio, Massa nos está diciendo: “les digo EN SERIO que tiene que publicar cifras SERIAS el INDEC, que era UN CHISTE cuando yo era jefe de Gabinete”. Mientras que, si el plan es en chiste, la frase completa es más coherente: “les digo EN CHISTE que hay que arreglar el INDEC, porque siempre publicó cifras EN CHISTE, como cuando yo era jefe de Gabinete”. No entiendo muy bien lo que estoy diciendo, pero creo que la segunda opción es como más coherente y creíble.

En el resto del plan prosiguen las humoradas. La “Ley Contra la Inflación” propone que dentro de la Defensoría del Pueblo haya un Área de Reducción de la Inflación. Va de nuevo: EN LA DEFENSORÍA DEL PUEBLO UN ÁREA DE REDUCCIÓN DE LA INFLACIÓN. Es decir: mientras todo el mundo (literal) sabe que en última instancia la inflación depende de las políticas monetarias y cambiarias que maneja el Banco Central, la Argentina se convertiría en el primer país del Mundo Libre en el que la evolución de los precios estaría manejada por un Defensor del Pueblo. El Área de Reducción de la Inflación tendría por funciones cosas tales como “Elaborar propuestas de carácter sectorial vinculadas a las etapas de producción, intermediación y comercialización de manera de reducir los niveles inflacionarios” y cosas por el estilo. No sé por dónde empezar. Mejor dejo.

Y luego está el Consejo de Inversión y Desarrollo Nacional, una entelequia gobernada por el jefe de Gabinete con los funcionarios económicos del gobierno y el presidente del BCRA que fijaría una enorme cantidad de objetivos de empleo, producción, inflación y felicidad. Si esta ley de Massa fuera votada, lo que vendría a salvarnos de la inflación sería una reunión trimestral “a la hora indicada en la convocatoria” entre Abal Medina, Lorenzino, Marcó del Pont, Tomada, Yahuar, De Vido y Débora Giorgi.

En fin.

El impuesto más alto del mundo

No sé si se enteraron de que, para compensar la pérdida de recaudación por los cambios en el impuesto a los ingresos salariales, ahora se gravará la distribución de dividendos en un 10%.

¿Qué significa esto? Tenés una empresa que gana 100.000. El impuesto tradicional a las ganancias de las empresas es 35%; o sea que te quedan 65.000. De eso, una parte quizás la reinvertís, pero todo lo que retires se gravará en un 10% adicional. Por ejemplo: si querés retirar todo, tenés que oblar otros $6.500 (el 10% de 65.000). Esto ocurrirá independientemente de si se trata de una PYME o una gran empresa. Es decir, si se toman las ganancias distribuidas (y toda ganancia, a la larga, tiene la intención de ser distribuida) la tasa de impuesto a las ganancias de las empresas es 41,5%.

Si uno interpreta esta tabla de Wikipedia como la tasa total de impuesto a las ganancias distribuidas, entonces la tasa de impuesto a las ganancias de la Argentina sería las más alta del mundo. Lo mismo si uno usa esta tabla de la consultora KMPG. Y creo que la interpretación que hago (que las tasas de la lista reflejan el impuesto a las ganancias distriubidas) es la correcta, porque por ejemplo en Ecuador dicen que la tasa de impuesto a las ganancias es 22% y luego explican: “Desde 2013 la tasa de impuesto a las ganancias es 22%, que se reduce al 12% cuando el contribuyente decide reinvertir su ganancia”. Es decir, lo que en Ecuador es 12% + 10% en Argentina es 35% + 6,5%.

Todo esto sin meternos en cuestiones como el no ajuste por inflación (que aumenta la tasa efectiva: si compraste una vaca y después la vendés a un precio más alto y hubo inflación en el medio, pagás impuestos como si toda la ganancia fuera ganancia pura, cuando parte de esa ganancia es puramente contable) o las retenciones, entre otras peculiaridades del sistema impositivo argentino.

Y sin meternos tampoco en la oportunidad del asunto: un momento con problemas obvios de rentabilidad (tan obvio que el gobierno acelera la tasa de devaluación para intentar revertirlos) no parece el ideal para subir impuestos a la rentabilidad.

¿Y si abrimos la economía?

Me preguntan por el sector textil en la Argentina. Como no sé mucho del sector textil, contesto algo así:

Evidentemente el motivo principal de que la gente que puede se compra ropa en miami es porque la relación precio/calidad es mucho más favorable para el consumidor que en la Argentina. La ropa esa no es en su mayoría norteamericana, de modo que podría llegar aquí al mismo precio. La idea de que los costos de comercialización explican la diferencia es difícil de sostener, ya que aun en barrios de costos inmobiliarios bajísimos en la Argentina el precio de esa ropa es más cara. No: el motivo central es la protección al sector, que desde el nombre de una de sus organizaciones (Pro-Tejer) expresa sus objetivos.

La idea de que el sector textil es una industria infante que debe ser protegida hasta que consiga costos internacionales es un poco difícil de sostener siendo que la protección textil data, al menos, de la década de 1880, es decir, hace unos 130 años. El argumento de que sin protección se perderían puestos de trabajo es muy discutible. Deberían considerarse todos los efectos de una mayor apertura comercial en general, en toda la economía. Eso incluiría el efecto favorable que tendría sobre el costo de muchos insumos y que permitiría a algunas líneas con mayor valor agregado ser competitivas internacionalmente e incluso exportar, en aquellas líneas dentro del sector en las que la Argentina puede tener ventajas comparativas. Por ejemplo: la Argentina tiene una tradición de diseñadores, y obviamente sus costos son mayores por las políticas proteccionistas: ¿estamos seguros de que con una mayor apertura la Argentina destruiría más valor del que crearía?

Lamentablemente, en la Argentina cada vez que se discute de apertura comercial se compara con episodios históricos en los que la apertura convivió con apreciación del tipo de cambio. Pero puede tenerse una cosa sin la otra.

Sobre la relación entre empleo o distribución del ingreso y apertura comercial, debe superarse la concepción naive y parcial de que una baja arancelaria reduce el empleo porque baja la rentabilidad: deben tenerse en cuenta todos los factores que cambiarían con una apertura comercial, y la estructura de la economía que se liberaliza. Menciono algunos factores relevantes: los obreros industriales no llegan a representar un 10% de la población económicamente activa (datos censales); muchas industrias manufactureras son hoy exportables y se beneficiarían con el abaratamiento de los insumos, demandando más empleo; un mayor acceso a bienes de capital e insumos importados también beneficiaría a otros sectores (exportables o dedicados al mercado interno) que también podrían levantar la demanda de trabajo; hay un efecto-ingreso favorable sobre los sectores medios y bajos de un abaratamiento del consumo que traería una apertura comercial, y que por lo tanto volcaría gasto a otros sectores, cosa que también aumentaría el empleo; por fin, tratándose de un país que en general importa bienes de capital, una mayor apertura implicaría un abaratamiento de la inversión. Naturalmente más inversión lleva a más crecimiento económico, y por lo tanto más demanda de trabajo.