Hablamos recién de los dislates de Maduro.
Ahora vamos a hablar de su racionalidad.
Supongamos verdadero (aunque no lo fuera) que algunas tiendas compran electrodomésticos al exterior con dólares oficiales y los venden localmente a “blue”. ¿Es posible que sea verdad? Si no hubiera restricciones cuantitativas a las importaciones, y una cierta competencia entre proveedores, no sería posible: otras empresas venderían los electrodomésticos a un precio más acorde al dólar oficial y ganarían plata.
Pero en Venezuela, como en Argentina, hay (no chequeé la web, pero vamos a suponerlo) restricciones cuantitativas, permisos para importar. No cualquiera puede comprar en el exterior los electrodomésticos que quiere. Imaginemos que sólo Frávega y Garbarino pueden hacerlo, y por cantidades limitadas. El precio local de los electrodomésticos se apartaría del precio de importación evaluado a dólar oficial más las “ganancias normales” de Frávega. A ese precio seguramente hay un exceso de demanda (si no lo hubiera, no tendría sentido poner permisos para importar) y por lo tanto el precio será mayor y las ganancias de Frávega y Garbarino más altas.
En otras palabras: con las restricciones a la importación el gobierno genera una renta; si deja precios libres a quienes tienen permisos, la renta se la queda quien tiene los permisos. Hay diversas maneras de socializar la renta: una es hacer una licitación por los permisos, y que el dinero obtenido se reparta al pueblo. En ese caso, la renta se divide entre todos los ciudadanos, y la pagan los consumidores de electrodomésticos.
Pero si uno quiere que no haya renta o, mejor dicho, que los beneficiarios de la renta sean los consumidores de electrodomésticos (no los vendedores, ni el pueblo en general) puede tener sentido el control de precios. El microondas entra a 100 dólares oficiales; se vende al consumidor a 100 x 6,29 = 629 bolívares, más la “ganancia normal” de los empresarios. Por supuesto, a ese precio hay exceso de demanda y se arman colas por los microondas. Ahí está mi crítica al sistema de socialización de renta de Maduro: en lugar de colas, debería hacerse un sorteo, estilo FIFA. Es una pérdida de tiempo la cola (en eso es peor que el sorteo) y también hay perdedores (en eso es igual que el sorteo).
Claro: ¿quién fiscalizaría el sorteo? ¿Cómo garantizar que el pueblo venezolano acceda a “precio justo” a los electrodomésticos importados? Si yo fuera Maduro y enfrentara las mismas restricciones, y el mismo afán por no pasar a un sistema económico sensato, establecería una Comisión Nacional de Sorteo de Electrodomésticos a Precio Justo. Le ofrecería encabezarlo a Henrique Capriles.