Argentina-Brasil: ¿guerra de monedas?

Mientras acá devaluamos bastante rápido, en Brasil pasa algo parecido:

Cuando Argentina estaba por poner el cepo, en el tercer trimestre de 2011, el dólar valía 1,60 reales; hoy vale casi 2,40: subió 40% el dólar allá. Lo que esto quiere decir es que la devaluación argentina apenas fue mayor nominalmente a la de Brasil: desde el cepo para acá, el dólar pasó de $4,20 a $6,20, una suba de 47%. Es decir que contra Brasil seguimos perdiendo competitividad a lo loco estos dos años, porque le llevamos 20 puntos de inflación anuales.

¿Adónde quiero llegar? A que la aceleración de la tasa de devaluación todo lo que está logrando, con suerte, es evitar que siga cayendo la competitividad. No es una crítica; al contrario, devaluar cuando te están devaluando resulta bastante sensato, porque evita la pérdida de rentabilidad que sufrimos en el el 99. Pero no pensemos que, de momento, estamos haciendo demasiado para salir de la madre de todos los problemas, el atraso cambiario.

La Corte necesita un economista

¿A los jueces de la Corte les enseñan Law and Economics (a veces llamado aquí “Análisis económico del derecho”), ese entrecruzamiento entre la economía y el derecho que estudia las consecuencias de las leyes y los dictámenes judiciales? No parece. Acaban de rechazar un recurso de Mercadolibre contra una condena que obligaba a la página de compraventa de rodados, celulares, hornos ahumadores y afines a pagar 40.000 pesos porque unos muñecos compraron entradas para un recital de Cerati y resultó que eran falsas.

Corríjanme los especialistas, pero la mejor ley en este caso sería la que obligara a verificar la información sobre los productos vendidos a la parte que puede hacerlo a un menor costo.

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El cepo bueno

Macri gobierna desde 2007. Van 6 años. Sigue en pie el viejo sistema de grúas, con un obscenamente bajo canon de concesión y parquímetros vetustos con fichines, mientras que ciudades como Godoy Cruz, San Juan, Rosario, Tigre o La Plata tienen parquímetros con SMS.

Es una vieja obsesión de esta página, tan vieja que pedíamos parquímetros con SMS, luego con BBM, ahora con Whatsapp. Hace como cuatro tecnologías que venimos criticando el sistema de parquímetros de la ciudad. También pedíamos el cambio de un sistema de grúas a uno con cepo, mucho más eficiente. Con cepo y multa suficientemente más alta se consigue el mismo efecto disuasivo que con grúas, pero el costo social es mucho menor porque la sociedad se ahorra: (1) unas grúas moviéndose por la ciudad, con bajísima productividad porque pueden hacer una multa cada veinte minutos, comparado con un “cepista”, que puede poner un cepo cada minuto y (2) el traslado del infractor hasta la playa. Por ejemplo, autogoogleo un poco y me encuentro con

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¿Velocípedos caros para todos?

Que la primera medida del nuevo equipo económico sea un proyecto de ley que incluye la palabra “velocípedos” no me parece promisorio. Velocípedo

es un término global para cualquier vehículo terrestre de propulsión humana con una o más ruedas. El tipo más común de velocípedo hoy es la bicicleta. El término fue acuñado por el francés Nicéphore Niépce en 1818 para describir su versión de los Laufmaschine, que fue inventado por el alemán Karl Draisen 1817. Sin embargo, el término «velocípedo» hoy en día, se utiliza principalmente como un término colectivo para los precursores de las diferentes monorruedas, la bicicleta, el triciclo y el cuatriciclo desarrollado entre 1817 y 1880.1

En realidad hay mil motivos para poner impuestos a los autos, e incluso con degradés según las características. Esos monstruos de transporte individual que ocupan más espacio público y suelen ser un intento por compensar la pequeñez de otros atributos de sus dueños deberían tener impuestos más altos; también los que consumen más combustible por la misma cantidad de kilómetros, porque (1) imponen costos a los demás por la vía de una mayor contaminación (2) el combustible está subsidiado, y me parece bastante ridículo que subsidiemos a gente que se compra autos de mayor consumo, habitualmente más caros.

Son discusiones típicas e importantes de la microeconomía; en Estados Unidos una medida así tendría unos 148 posts de discusión. Acá la macro se lo come todo. Lo único que vi fue un análisis de Andrés Chambouleyron, que sostiene que el impuesto a los autos “de lujo” acabará impactando también en modelos no afectados por el impuesto. Es un típico argumento sobre bienes sustitutos: si suben los precios de los modelos con precios mayores a $170.000, aumentará la demanda de sustitutos no alcanzados por el impuesto: los autos con precios cercanos pero menores a $170.000. Esa demanda aumentará el precio de estos modelo. El autor incluso dice que el precio *relativo* entre ambos modelos se mantendrá inalterado: si el de 170.000 pasa, con un recargo adicional de 50%, a 170.000 x 1,5 = 255.000, entonces el precio de un auto de 160.000 terminará también un 50% más alto.

Too clever. No podría estar más en desacuerdo. En bienes industriales, mucho más si tiene insumos que pueden importarse a precio aproximadamente fijo, las curvas de oferta no son verticales. Es muy probable que sean algo parecido a horizontales: más insumos pueden comprarse a precio fijo; y el precio del trabajo es también relativamente fijo (mucho más si está quedando sin trabajo en el sector automotriz gente dedicada a modelos mayores a 170.000). Por lo tanto: sí, aumentará la demanda de modelos menores a 170.000; pero mi pronóstico es que aumentará muchísimo la brecha entre el auto caro y el auto barato.

Lo bueno es que será muy fácil de verificar. Por ejemplo: en una concesionaria de Vicente López el Ford Focus S más barato cuesta 148.000; y el Nuevo Focus Titanium más caro cuesta 215.000. El precio relativo, antes de impuestos, es 215/148=1,45. Yo digo que, luego del impuesto, el precio relativo *antes de impuestos* no debería cambiar demasiado; y por lo tanto el precio relativo post-impuestos, sí. Por lo tanto –en mi pronóstico– van a cambiar mucho las cantidades: se van a vender mucho menos Titanium, casi ninguno, y mucho más “comunes”. En tres meses me fijo.

Cuatro malas ideas sobre el dólar

Nos cuenta Bonelli:

[Hay] cuatro alternativas para hacer un ajuste cambiario: Una alternativa es un desdoblamiento acotado para turismo y artículos suntuosos. Otra opción en estudio es una devaluación fiscal al estilo de los planes de competitividad de Domingo Cavallo. La tercera, sería acelerar las mini devaluaciones diarias. La cuarta posibilidad, directamente apunta a producir un inicial salto cambiario del 10 al 15%.

Todas son malas. Lo que tiene que hacer el gobierno es lo que hizo Cavallo en el 82, y lo que dice Cavallo que hay que hacer ahora: “un mercado cambiario verdaderamente libre, en el que el Banco Central no intervenga pero que deje que compran y vendan dólares, sin restricciones, todos los que no acceden o no están obligados a hacerlo en el mercado oficial”.

¿Por qué es tan importante el desdoblamiento puro? Lo dijimos mil veces: tiene que haber un nivel de dólar realista para el que quiera gastar dólares de manera legal *en el país* sea en inversión o en consumo. Ninguna de las cuatro alternativas planteadas lidia con ese problema.

Sí lidian, de una manera u otra, con el atraso cambiario, y eso también es importante. Pero cuidado: corregir el atraso cambiario sin hacer nada por la inflación tiene, a igualdad de otros factores, el costo de una mayor inflación. A desdoblar no le veo costo alguno.

El Coqui está de la coca

En el buen sentido. Esta respuesta sólo la puede dar un loco lindo:

Fontevecchia: “Usted es contador y preside la Comisión de Presupuesto y se le atribuye decir: ‘Yo soy un experto con los números’. ¿Qué representa la matemática en su vida?”.

Capitanich: “Pasión. Voy a contarle una anécdota: como apasionado de la matemática, me gusta modelizar y un día estuve en un partido en el que ganaba Argentina 3 a 0 en el primer tiempo y después hizo un gol Brasil en el segundo tiempo. Modelicé lo que llamé ‘modelo de optimización del uso del espacio físico en el rectángulo de juego’. Y se lo llevé a Pekerman, Salorio y Tocalli, quienes me miraban azorados durante tres horas. Hice un análisis estático y dinámico del fútbol tomando a cada jugador como un vector en un espacio de tiempo de 1 a 90 minutos analizando la Teoría de los Juegos, la Teoría del Control, y determinando con una multiplicidad de ecuaciones diferenciales la optimalidad del rendimiento del jugador. Porque el jugador tiene un rendimiento marginal decreciente con el transcurso de los minutos”.

 Un divague, claro, pero un divague hermoso.

¿Qué quiere decir Capitanich?

Nos preguntábamos ayer, antes de la salida de Guillote, si efectivamente el ascenso de Kicillof era más Kicillof y menos Moreno. Tuvimos la respuesta: lo es.

La salida de Moreno abre un mundo de posibilidades para la política económica, que hay que ver si son aprovechadas. En principio, se podrían cambiar rápidamente restricciones de cantidad por restricciones de precio. En dos minutos podrían desmantelarse las regulaciones en el mercado cambiario (desdoblamiento) y los permisos previos para importar (con un dólar importador más alto o -improbabilísimo- con una devaluación más rápida del dólar comercial). No sería la panacea, pero sería una mejora significativa. Los primeros indicios, sin embargo, parecen ir en otra dirección: “ahora dicen” que no habrá desdoblamiento cambiario.

Nada en Kicillof garantiza, en realidad, el paso hacia una mayor normalidad — en definitiva, hacia el pos-kirchnerismo en economía. Kicillof no tiene un pensamiento económico calificable como “normal” en cualquier acepción habitual de esa palabra. Y, por supuesto, Cristina en sí misma no sólo no tiene un pensamiento económico normal: no tiene un pensamiento económico, period. Puede ser tan fan de Kicillof como lo era de Lousteau o de Moreno. Y tampoco quedan del todo claro los incentivos de Cristina para entregar el mandato en 2015 con una buena situación económica: se va.

Pero de Jefe de Gabinete está Capitanich. El Coqui es peronismo en su estado puro: “pragmatismo”, una etiqueta digna para la sencilla actitud de “hago en cada momento lo que me conviene, y me importa un bledo si es de izquierda, de derechas, de arriba o de abajo”. Y, mucho más importante: tiene los incentivos perfectamente alineados. La correlación entre éxito económico de los próximos dos años y chances de Capitanich de ser sucesor es casi perfecta. No sólo eso: a Coqui le interesan estos dos años para tener chances, pero también le interesa la herencia si es que puede ser un heredero. Si Kicillof hace kicillofeadas, Capitanich debería oponerse: daña sus chances, daña una eventual -hoy remota- presidencia.

En resumen: a una persona con mucho poder y una cierta dosis de sensatez le conviene mucho que el gobierno termine bien, y que no le deje al sucesor una bomba de tiempo. Para el país es una muy buena noticia.

¿Qué quiere decir Kicillof?

Mejor dicho: ¿qué quiere decir su designación?

En Wikipedia dice: “economista argentino“. Supongamos que para ser más precisos decimos “economista heterodoxo argentino” o, quizás, “economista marxista argentino”. Quiero rescatar, de todas esas palabras, una: economista.

La economía del país *no* fue manejada por economistas entre 2005 y 2013; entre la salida de Lavagna y la muerte de Néstor, el que manejaba la economía era Kirchner. Entre la muerte de Néstor y la actualidad, hubo ministros de economía economistas (Boudou) o abogados (Lorenzino), pero en todo caso era tanta gente involucrada que ni siquiera era claro quién manejaba qué. Pero muchas decisiones no parecían tener el sello inconfundible de la ciencia maldita. OK, Moreno es economista, pero sólo por un capricho de la desregulación educativa.

Un sello característico de los economistas suele ser su preferencia por las restricciones de precio antes que las limitaciones de cantidad. Moreno te prohibe la venta de carne o la faena de terneros de cierto porte; Kicillof te defiende con todo las retenciones, para limitar las rentas de la tierra. Mi primera impresión que Kicillof implica más restricciones de precio que de cantidad, en comparación con la actualidad. Ojalá.

Hace un año hablábamos de “los mil dólares” de Kicillof: la idea, heredada de Marcelo Diamand y muy repetida por los kicillofianos, de que cada sector productivo tiene que tener un tipo de cambio diferente, porque el tipo de cambio único implica la bonanza de los sectores hiperproductivos pero la miseria de los que acá son rezagados: soja sí, zapatillas no. Una discusión completa sería larga, pero debo decir que, como corresponde al gremio, prefiero los tipos de cambio diferenciales que la telaraña de Moreno. Con los tipos de cambio diferenciales se pueden hacer cuentas de rentabilidad; con la telaraña de Moreno (los obstáculos para importar) es imposible. Claro que habría que ver si el cambio de verdad implica más Kicillof y menos Moreno.

Por supuesto, el nudo principal de restricción cuantitativa que habría que cambiar por limitación via precios es el del dólar para operaciones que no tienen que ver con el comercio exterior: legalizar el blue. Si Axel hace eso, adelanto que lo felicitaré desde esta página. No resolvería muchas cosas, pero mejoraría algunas: el escándalo de la Asignación No Universal al Deme Dos y el impuestazo del 40% a la inversión de dólares en la economía argentina. Sería un buen comienzo.

¡Deflación!

Después de un año comparativamente calmo, las cosas parecen complicarse en Europa otra vez. O al menos eso creo. En octubre, España tuvo una leve deflación anual; la vez anterior que ocurrió algo así fue en marzo de 2009, cuando empezaba lo peor de la depresión. Grecia, en tanto, tuvo la deflación más pronunciada en medio siglo: los precios bajaron 2% en el útlimo año.

Sí, el asalariado de ingresos fijos puede gastar más; pero seguramente parte de la causa de la inflación es que está ganando menos. Y sí, la deflación puede ayudar a resolver el problema de competitividad de estos países. Pero no sólo es un camino lento y penoso. Además, genera sus propios problemas; en particular, la deflación es pésima para los deudores (públicos o privados) y una de las tragedias de estas economías es precisamente el endeudamiento. Con caída de precios, las deudas son más pesadas; más duro pagarlas; más recortes en los gastos si se pretende hacerlo.

Sigue siendo inverosímil que los europeos del sur no se quejen más de Alemania. Como está insistiendo Krugman estos días, la ganancia de competitividad de Alemania en los años del boom fue por tener una inflación más baja que en los países periféricos del euro, sin pasar por la deflación; deberían ahora tener una política monetaria más inflacionaria a nivel europeo, que levantaría unos puntos la inflación alemana pero le permitiría a los PIGS recuperar competitividad sin la miseria de la deflación.

No parece que vaya a ocurrir.

Maduro + Blatter puede ser razonable

Hablamos recién de los dislates de Maduro.

Ahora vamos a hablar de su racionalidad.

Supongamos verdadero (aunque no lo fuera) que algunas tiendas compran electrodomésticos al exterior con dólares oficiales y los venden localmente a “blue”. ¿Es posible que sea verdad? Si no hubiera restricciones cuantitativas a las importaciones, y una cierta competencia entre proveedores, no sería posible: otras empresas venderían los electrodomésticos a un precio más acorde al dólar oficial y ganarían plata.

Pero en Venezuela, como en Argentina, hay (no chequeé la web, pero vamos a suponerlo) restricciones cuantitativas, permisos para importar. No cualquiera puede comprar en el exterior los electrodomésticos que quiere. Imaginemos que sólo Frávega y Garbarino pueden hacerlo, y por cantidades limitadas. El precio local de los electrodomésticos se apartaría del precio de importación evaluado a dólar oficial más las “ganancias normales” de Frávega. A ese precio seguramente hay un exceso de demanda (si no lo hubiera, no tendría sentido poner permisos para importar) y por lo tanto el precio será mayor y las ganancias de Frávega y Garbarino más altas.

En otras palabras: con las restricciones a la importación el gobierno genera una renta; si deja precios libres a quienes tienen permisos, la renta se la queda quien tiene los permisos. Hay diversas maneras de socializar la renta: una es hacer una licitación por los permisos, y que el dinero obtenido se reparta al pueblo. En ese caso, la renta se divide entre todos los ciudadanos, y la pagan los consumidores de electrodomésticos.

Pero si uno quiere que no haya renta o, mejor dicho, que los beneficiarios de la renta sean los consumidores de electrodomésticos (no los vendedores, ni el pueblo en general) puede tener sentido el control de precios. El microondas entra a 100 dólares oficiales; se vende al consumidor a 100 x 6,29 = 629 bolívares, más la “ganancia normal” de los empresarios. Por supuesto, a ese precio hay exceso de demanda y se arman colas por los microondas. Ahí está mi crítica al sistema de socialización de renta de Maduro: en lugar de colas, debería hacerse un sorteo, estilo FIFA. Es una pérdida de tiempo la cola (en eso es peor que el sorteo) y también hay perdedores (en eso es igual que el sorteo).

Claro: ¿quién fiscalizaría el sorteo? ¿Cómo garantizar que el pueblo venezolano acceda a “precio justo” a los electrodomésticos importados? Si yo fuera Maduro y enfrentara las mismas restricciones, y el mismo afán por no pasar a un sistema económico sensato, establecería una Comisión Nacional de Sorteo de Electrodomésticos a Precio Justo. Le ofrecería encabezarlo a Henrique Capriles.