Muy buena entrada de Iván Werning en Foco Económico — no obvia, simple y muy relevante: perdemos reservas porque emitimos. El argumento, en una cáscara de nuez, es como sigue.
En una economía normal con tipo de cambio fijo o administrado (pensemos, como caso extremo, la convertibilidad) el Banco Central no puede meter más pesos en la economía que los que la gente demanda. Si mete de más, el público se deshace de él comprando dólares (o comprando bonos externos, para lo cual tiene que comprar dólares). El Banco Centra tiene que abastecer esa demanda de dólares si quiere mantener la paridad: le devuelven los pesos, entrega dólares a cambio. En otras palabras: las acciones del sector privado, de la “demanda” de dinero, neutralizan las acciones del Banco Central de querer aumentar la cantidad de dinero, y el Banco Central pierde reservas.
Con controles de cambio, ¿puede deshacerse la gente de los pesos sobrantes? La respuesta simple y falaz es: “si sobra plata, gasto”. Pero recordemos que la política monetaria no es que te regalan plata: el Banco Central emite pesos a cambio de un título de riqueza que poseía el sector privado. (Por el momento dejamos de lado la “financiación monetaria del déficit fiscal”, que es una combinación de política monetaria y fiscal). ¿Cómo hace el sector privado para restablecer su combinación favorita de activos, entre bonos, dólares y pesos, tras ese aumento repentino en la proporción de pesos fruto de las acciones del Banco Central? Dice Iván: como nos sobran pesos, queremos otros activos. No podemos comprar bonos externos, entonces tratamos de prestar ese dinero localmente. Eso reduce las tasas de interés. (El resultado habitual en cualquier libro de macro).
Pero acá viene el gambito: al bajar la tasa de interés, queremos –ahora sí, porque bajó la tasa– gastar más; al gastar más se generan dos efectos que tienden a reducir la cantidad de dinero, y por lo tanto acercan nuevamente la oferta de dinero a la demanda: (a) se compran más importaciones por la menor tasa y (b) como el aumento de gasto genera inflación en los bienes domésticos, la economía pierde competitividad, y por lo tanto se compran todavía más importaciones.
Conclusión: la emisión hace que gastemos dólares, es decir, que le vuelvan al Banco Central los pesos que emitió a cambio de dólares que financiarán el crecimiento de las importaciones. A diferencia del caso con movimientos internacionales de fondos, cuando el exceso de pesos es “fugado” por la cuenta capital, con control de cambios las reservas se pierden financiando la “cuenta corriente” (en particular, un mayor déficit de la balanza comercial) .En cualquier caso, dice Iván, “Perdemos dólares porque emitimos pesos”.
Aporto dos comentarios:
(1) En la Argentina, que no es un caso “de manual” ni siquiera en situación de control cambiario, el aumento del dólar blue como resultado de la emisión es una fuente adicional de pérdida de reservas: el “dólar tarjeta” en sus diversas variantes a veces permite hacerse de dólares a precio de liquidación, aunque no haya un gasto real de importación. En parte esto se controló aumentando el impuesto a los gastos en el exterior, lo que redujo la brecha y por lo tanto el incentivo a sacarle dólares al Central por esta vía.
(2) Mientras que en el caso “libre movimiento de capitales” la tasa de interés local tiene que aproximarse siempre a la internacional, en el esquema con controles la tasa local puede quedar más baja en el equilibrio final. Cierto es que si la tasa local queda por debajo de la internacional (más la expectativa de devaluación) la gente que tiene acceso a dólares preferirá tener dólares, que al menos te dan (en pesos) la tasa de devaluación: ¿o tiene usted, lector, alguna parte importante de su riqueza guardada en pesos o en cajas de ahorro? Pero hay gente y empresas realmente acorralados, de modo que la tasa puede terminar por debajo de la internacional. Si es así, parte de la emisión monetaria genera un aumento en “la cantidad demandada de dinero”, porque cuanto más baja es la tasa de interés menor es el costo de mantener dinero en el bolsillo o en cajas de ahorro, que no pagan interés.
El segundo efecto, el hecho de que una mayor cantidad de dinero puede fomentar, vía reducciones en la tasa, a una mayor tenencia de pesos, quizás ayude a entender por qué durante los primeros dos años de controles de cambios el público aceptó tener un monto de pesos que representaba, en términos reales, un valor mayor.
Pero las reglas duras de la macroeconomía empiezan a jugar menos tarde que temprano. Hoy esa demanda de pesos parece haber llegado a un límite. Por los mecanismos que describe Iván, si el Central emite por encima de lo que serían sus necesidades monetarias (es decir, si va más rápido que la inflación inercial y/o la tasa de devaluación de la moneda) entonces el resultado será una combinación de inflación en ascenso y pérdida de reservas.