¿Y si volvemos a 2011?

En 2011 el gobierno estaba ante un dilema: devaluar o poner control de cambios. Decidió poner control de cambios. Ahora decidió devaluar. Una manera de leer mi propuesta de unificación cambiaria es: che, el gobierno se arrepintió. Se dio cuenta de que en el balance de costos y beneficios era mejor devaluar que el control de cambios.

Si fuera así, lo correcto no es sólo devaluar. Es devaluar y unificar. Y, creo, es perfectamente posible.

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Conversando con Cavallo

Domingo Cavallo está en temas importantes. Atacado por la nueva estrella de la economía argentina, Miguel “Tudo” Bein. Hablando de Lucas Llach. Cavallo dice amablemente, en respuesta a mi columna en el suplemento de Economía de este diario, que es imposible para un gobierno como éste unificar el tipo de cambio. Celebro el debate, y celebro en particular el debate entre blogueros.

El argumento central de Cavallo es que una liberación cambiaria generaría mucha inflación. Los motivos principales son: (1) sería imposible que el dólar fluctúe inicialmente en $9,60, como yo propuse (por decir un número simbólico, el del dólar “ahorro”) y seguramente se ubicaría en niveles más altos; (2) esa sobre-devaluación, sumada a la que ya hubo, aceleraría la inflación; además, obligaría a ajustar tarifas porque el aumento de los costos dolarizados de las empresas de servicios públicos sería ya totalmente insostenible con subsidios; y los sindicatos pedirían más aumentos de salarios para compensar esos impactos. Más nafta para la inflación.

Antes de contestar esos argumentos (los supuestos problemas de mi propuesta) me gustaría resaltar sus beneficios: ¡Unificación cambiaria! ¡Podés pasar plata de tu cuenta en pesos a tu caja de ahorro en dólares ida y vuelta sin problemas! ¡Las empresas pueden traer dólares de afuera, y llevárselos cuando quieran! ¡Se puede invertir en la Bolsa, en bonos, en fábricas, y te dan por el dólar lo que verdaderamente vale!

Respondo ahora a los comentarios de Cavallo:

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Paritaria: ¿acuerdo largo o corto?

Cada vez que pienso en esto se me complica. El gobierno quiere un acuerdo salarial largo; los sindicatos, un acuerdo corto. La primera reacción del sentido común es: “lógico: cuanto más largo, más tiempo sin moverse los salarios”.

Pero no necesriamente: todo depende de los montos. Es como cuando dicen “Al Sr X le va muy bien, gana en dólares”. Muy lindo, pero: ¿cuántos dólares? Un acuerdo salarial de marzo 2014 a marzo 2015 es menos inflacionario que uno marzo-septiembre (tomo medio año) solamente si la suba salarial es menor que combinando (a) el ajuste salarial marzo-septiembre y (b) el ajuste salarial esperado septiembre 2014-marzo 2015. ¿O me estoy perdiendo algo?

Ejemplo: firmar anualmente por 35% ahora es más inflacionario que firmar 20% ahora y otro 20% en septiembre; pero es menos inflacionario que 15% y 15% (que acumula 32,2%).  Importante aclaración: siempre estoy pensando en un esquema escalonado de pagos, es decir que el aumento no se da de una vez sino gradualmente. Si se diera “de una vez”, la comparación es todavía más favorable a la paritaria corta: evidentemente, aumentar 35% hoy es más inflacionario que aumentar 20%.

En un contexto de incertidumbre inflacionaria, hay una racionalidad de la paritaria corta, incluso para las dos partes: es menos riesgosa. Si no sabemos cuál será la inflación del año, ajustar una vez al año puede dar a mayores redistribuciones del ingreso, en un sentido que ignoramos: si la inflación resulta mayor a la que se espera, pierden los trabajadores y ganan sus empleadores públicos y privados. Y viceversa.

En realidad, si el gobierno creyera que la inflación marzo-septiembre va a ser baja, podría confiar en que en una eventual negociación en septiembre el ajuste va a ser menor. En otras palabras: la resistencia a la paritaria corta puede tener que ver con una creencia en la aceleración inflacionaria. Pero seguramente me esté perdiendo algo.

Peso argentino, en unión y libertad

Con viento a favor, podría llegar a funcionar el, llamémoslo así, plan económico.

Si el INDEC dijera la verdadera inflación con el nuevo IPCNacional; si, como premio por decir la verdad, el gobierno del desendeudamiento lograra la epopeya de volver al FMI para conseguir unos dólares frescos; si el yuyo ­-el otro ídolo verde del que depende la suerte del gobierno- desplegara su magia antes de que las reservas entren en la zona roja; si el gobierno nacional, popular y peronista lograra negociar con los sindicatos el famoso recorte del 13% a los asalariados, con una combinación de devaluación y contención salarial; si fueran exitosas las “políticas monetarias activas” que buscaba la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, ahora encarnadas en una suba de tasas para contener el blue y por lo tanto limitar la brecha cambiaria que alienta la salida de reservas; con todos esos condicionales, podríamos evitar una crisis mayúscula y  seguir en esa miseria que es la macroeconomía argentina de los últimos años.

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¿Adónde va la economía argentina?

Finalizadas mis vacaciones, un par de notas sobre lo que viene, lo que viene. Creo que hay cuatro variables clave para seguir durante febrero:

1) ¿Dirán la verdad sobre la inflación? Lo sabremos a principios de febrero. Elypsisweb.com midió, en las cuatro semanas hasta la del 20-26 de enero, 5,6%. Eso incluye a los colectivos, que seguramente no estarán, o estarán pero moderadamente, en el nuevo índice de precios. El nuevo índice es nacional, y la suba del transporte fue en el AMBA. Sin el impacto de los colectivos da 2,9%. Con el impacto diluido, debería dar mínimo 3%. La publicación de índices creíbles es decisiva para poder conversar con el FMI, que es una precondición para conseguir dinero de afuera que refuerce las reservas o sirva para moderar la emisión monetaria.

2) ¿Cómo siguen las reservas? El CEPÍN (la posibilidad de comprar dólares para ahorro) agregó una nueva fuente de caída de reservas, pero el grueso sigue teniendo que ver con el balance comercial. En algún momento, las importaciones deberían sufrir algo por la devaluación (el efecto sobre las exportaciones se da en plazos más largos).

3) ¿Qué pasa con el dólar? Recordemos que cuanto más aumente la brecha, más incentivos a sacarle dólares al Banco Central. El blue es, por lo tanto, muy importante. Pero hay que seguir también la evolución del dólar oficial. ¿Nos clavamos en $8 o pasamos a un “tipo de cambio reptante”, con el dólar subiendo a un ritmo más bajo? Una enorme cantidad de dilemas en este aspecto. El aumento de las tasas que paga el Banco Central es una de las maneras de contener el blue reteniendo depósitos en el sistema financiero.

4) ¿Qué pasa con las negociaciones salariales? Como sospechábamos hace unos días, se están acortando los plazos de renegociación. Posponer las paritarias y dar una suma fija es exactamente eso. En principio, el acortamiento de los plazos de renegociación tiende a hacer más persistente la tasa de inflación: si enero-marzo tiene alta inflación, la siguiente renegociación salarial va a reflejarla, y por lo tanto impactar sobre la inflación del trimestre siguiente. Y así sucesivamente.

El escenario optimista es: dicen la verdad sobre la inflación y eso les permite acercarse a financiamiento externo; logran, con política monetaria, contener la brecha en su nivel actual; la renegociación salarial no da lugar a cifras mayores al 30%; la inflación anda por ese nivel o un poco más; la devaluación, por lo tanto, logra abaratar a la Argentina por un tiempo; en ese contexto, disminuye la pérdida de reservas porque mejora la balanza comercial.

¿Es posible? Creo que el timing es decisivo, y que el factor clave es el financiamiento. Sin dólares que entren voluntariamente a la Argentina más allá de las exportaciones, es muy difícil pagar todas las cuentas. En esas condiciones, dolarizarse al máximo sigue siendo lo más seguro para todo el mundo, salvo para los muy arriesgados que sientan que 30% o más de tasa los va a compensar por la devaluación futura.

La presión sobre las reservas podría parar un poco si hubiera una sensación de que hay dinero fresco disponible. El camino más corto para evitar una crisis mayúscula del gobierno nacional y popular tiene tres letras: FMI. Probablemente sea el único.

Kicillof contra Lenin y Keynes

Kicillof: “Y sépanlo, el tema de la inflación, como dijo Keynes, sólo preocupa a los sectores financieros”.

Keynes, Las consecuencias económicas de la paz (traduccion libre, acá en inglés): “Se dice que Lenin declaró que la mejor forma de destruir al sistema capitalista es devaluar la moneda. A trevés de un proceso continuo de inflación, los gobiernos pueden confiscar, de manera secreta y no observada, una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos. Con este método no sólo confiscan; confiscan arbitrariamente; y este proceso, que empobrece a muchos, de hecho enriquece a unos pocos. La percepción de esta reasignación arbitraria de riqueza impacta no sólo sobre la seguridad, sino también sobre la confianza en la equidad de la distribución existente de la riqueza […] Lenin seguramente estaba en los cierto: no hay manera más sutil, más segura, de destruir las bases de la sociedad que devaluar la moneda. El proceso alinea a todas las fuerzas ocultras de las leyes económicas del lado de la destrucción, y lo hace de un modo que ni siquiera un hombre en un millón es capaz de diagnosticar”.

¿Se viene el estallido?

En estilo telegrama, porque estamos en undisclosed location del NOA con baja conexión.

Había cinco problemas macroeconómicos relacionados entre sí, aunque no trazo aquí todas las flechitas: la competitividad, la brecha cambiaria, la inflación, la situación fiscal, la escasez de dólares.

Por la razón o por la fuerza, con un dólar oficial arriba de 8 pesos, y quién te dice que no con un poco más, en principio se gana algo de competitividad. ¿No pedían devaluación los amigos del capital como Sturzenegger y otros conspiradores de Magnetto & co.? ¿No se quejaban de la competitividad de las economías regionales, opositores del Interior? Bueno, ahí tienen. Además, una devaluación debería ayudar a entrecerrar algo el problema externo, sobre todo por el encarecimiento de importaciones y del turismo.

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La inflación de Chanta Fe

Es muy curiosa la historia del índice de inflación santafesino. Cuando el INDEC decía la verdad, Santa Fe también. Incluso siguió siendo confiable durante parte de 2007, cuando el INDEC ya mentía. Luego empezó a bajar sorpresivamente, hasta la elección de Binner. Allí, nuevamente Santa Fe dijo la verdad. Durante toda la gobernación Binner Santa Fe tuvo una inflación del orden de 20 y monedas, cerca del consenso entre gente que tiene cierto pudor en mentir descaradamente.

Pero miren el 2013: oh, oh, bajó la inflación santafesina. Qué papelón.

Creo que es una muestra más de nuestro pobre federalismo. Santa Fe, como casi todas las provincias, depende mucho de la bohonomía de la Nación. ¿Habría aprobado Cristina el crédito kuwaití a Santa Fe si la inflación publicada hubiese sido de 27%? Lo dudo.

¡Reeudendamiento ya, Bonos Mamasa!

A la Argentina le faltan dólares. No le faltarían con un esquema macroeconómico más razonable, que tuviera mejores costos para exportar; y un riesgo país más bajo para tomar prestado cuando fuera necesario. Probablemente todo eso cambie para 2016, pero ¿no se acabarán antes los dólares? Miren qué manera hermosa de conseguirlos:

El préstamo es de 100 millones de dólares, a una tasa del tres por ciento, con cuatro años de gracia y a devolver en veinte años. La confirmación del otorgamiento del crédito surgió en mayo del año pasado, cuando Bonfatti junto a una misión provincial, visitó Kuwait y Emiratos Árabes. En esa ocasión, el director general del Fondo comunicó a los funcionarios santafesinos la aprobación del financiamiento e informó que, a los efectos de su concreción, se requería la realización de una misión a Santa Fe para finalizar la negociación del préstamo objetivo. Dicha visita se materializó en diciembre de 2012. Tras el análisis y preparación de la documentación pertinente, sólo restaba la autorización de la Nación, que desde entonces comenzó a tramitarse.

¿Qué se creyeron estos kuwaitíes? ¿Que los santafesinos son uruguayos?

Fuera de broma: entiendo que no es mucho 100 millones de dólares. Pero si Santa Fe consigue 100 millones al 3%, ¿por qué no puede conseguir el país mucho más si pagara una tasa bastante mayor? Hay que tener en cuenta que cualquier endeduamiento nuevo de la nación será pagado por gobiernos que no son el actual. Si Kuwait le presta a Cristina a dos años, Cristina no sólo no tiene incentivos a defoltearle a Kuwait, sino que ni siquiera puede hacerlo: defoltear es no pagar algo que hay que pagar. Pero si no hay nada que pagar, no hay nada que defoltear.

Propongo entonces un Gran Megacanje. Emisión de “Bonos MaMaSa” (por Macri, Massa, Sanz) con vencimiento en 2016 para pagar todas las deudas que vencen de acá a diciembre de 2015. Y 10 mil millones de dólares más para reforzar las reservas (es decir, financiar un poco de déficit comercial).

Entiendo que suene fantasioso, pero puede ser que haya acá un doble equilibrio. Prestarle de a poquito al kirchnerismo puede ser riesgoso. ¿Pero qué pasa si le prestás de a mucho? ¿No suscribirías con ciertas ganas un préstamo que implicaría no sólo que el kirchherismo no te debe nada a vos, sino que NO LE DEBE NADA A NADIE?

La pirueta sería fácil de justificar con esa trampilla de que “vale financiarse para inversión, pero no para consumo”, que saltea el concepto de fungibilidad del dinero.  Un gran crédito para financiar la Revolución del Transporte Metropolitano que de paso coloque a este hombre (lejos, lo más potable del kirchnerismo) en la lucha por el 2015.

Emisión, inflación y reservas [nerdy]

Muy buena entrada de Iván Werning en Foco Económico — no obvia, simple y muy relevante: perdemos reservas porque emitimos. El argumento, en una cáscara de nuez, es como sigue.

En una economía normal con tipo de cambio fijo o administrado (pensemos, como caso extremo, la convertibilidad) el Banco Central no puede meter más pesos en la economía que los que la gente demanda. Si mete de más, el público se deshace de él comprando dólares (o comprando bonos externos, para lo cual tiene que comprar dólares). El Banco Centra tiene que abastecer esa demanda de dólares si quiere mantener la paridad: le devuelven los pesos, entrega dólares a cambio. En otras palabras: las acciones del sector privado, de la “demanda” de dinero, neutralizan las acciones del Banco Central de querer aumentar la cantidad de dinero, y el Banco Central pierde reservas.

Con controles de cambio, ¿puede deshacerse la gente de los pesos sobrantes? La respuesta simple y falaz es: “si sobra plata, gasto”. Pero recordemos que la política monetaria no es que te regalan plata: el Banco Central emite pesos a cambio de un título de riqueza que poseía el sector privado. (Por el momento dejamos de lado la “financiación monetaria del déficit fiscal”, que es una combinación de política monetaria y fiscal). ¿Cómo hace el sector privado para restablecer su combinación favorita de activos, entre bonos, dólares y pesos, tras ese aumento repentino en la proporción de pesos fruto de las acciones del Banco Central? Dice Iván: como nos sobran pesos, queremos otros activos. No podemos comprar bonos externos, entonces tratamos de prestar ese dinero localmente. Eso reduce las tasas de interés. (El resultado habitual en cualquier libro de macro).

Pero acá viene el gambito: al bajar la tasa de interés, queremos –ahora sí, porque bajó la tasa– gastar más; al gastar más se generan dos efectos que tienden a reducir la cantidad de dinero, y por lo tanto acercan nuevamente la oferta de dinero a la demanda: (a) se compran más importaciones por la menor tasa y (b) como el aumento de gasto genera inflación en los bienes domésticos, la economía pierde competitividad, y por lo tanto se compran todavía más importaciones.

Conclusión: la emisión hace que gastemos dólares, es decir, que le vuelvan al Banco Central los pesos que emitió a cambio de dólares que financiarán el crecimiento de las importaciones. A diferencia del caso con movimientos internacionales de fondos, cuando el exceso de pesos es “fugado” por la cuenta capital, con control de cambios las reservas se pierden financiando la “cuenta corriente” (en particular, un mayor déficit de la balanza comercial) .En cualquier caso, dice Iván, “Perdemos dólares porque emitimos pesos”.

Aporto dos comentarios:

(1) En la Argentina, que no es un caso “de manual” ni siquiera en situación de control cambiario, el aumento del dólar blue como resultado de la emisión es una fuente adicional de pérdida de reservas: el “dólar tarjeta” en sus diversas variantes a veces permite hacerse de dólares a precio de liquidación, aunque no haya un gasto real de importación. En parte esto se controló aumentando el impuesto a los gastos en el exterior, lo que redujo la brecha y por lo tanto el incentivo a sacarle dólares al Central por esta vía.

(2) Mientras que en el caso “libre movimiento de capitales” la tasa de interés local tiene que aproximarse siempre a la internacional, en el esquema con controles la tasa local puede quedar más baja en el equilibrio final. Cierto es que si la tasa local queda por debajo de la internacional (más la expectativa de devaluación) la gente que tiene acceso a dólares preferirá tener dólares, que al menos te dan (en pesos) la tasa de devaluación: ¿o tiene usted, lector, alguna parte importante de su riqueza guardada en pesos o en cajas de ahorro? Pero hay gente y empresas realmente acorralados, de modo que la tasa puede terminar por debajo de la internacional. Si es así, parte de la emisión monetaria genera un aumento en “la cantidad demandada de dinero”, porque cuanto más baja es la tasa de interés menor es el costo de mantener dinero en el bolsillo o en cajas de ahorro, que no pagan interés.

El segundo efecto, el hecho de que una mayor cantidad de dinero puede fomentar, vía reducciones en la tasa, a una mayor tenencia de pesos, quizás ayude a entender por qué durante los primeros dos años de controles de cambios el público aceptó tener un monto de pesos que representaba, en términos reales, un valor mayor.

Pero las reglas duras de la macroeconomía empiezan a jugar menos tarde que temprano. Hoy esa demanda de pesos parece haber llegado a un límite. Por los mecanismos que describe Iván, si el Central emite por encima de lo que serían sus necesidades monetarias (es decir, si va más rápido que la inflación inercial y/o la tasa de devaluación de la moneda) entonces el resultado será una combinación de inflación en ascenso y pérdida de reservas.