Desagravio a Lionel Messi

¡Perdón Lionel! Fuiste calificado con un 4 por este diario en la final del mundo. Quería mostrarte cómo jugaste la final, y decirte que para mí tuviste una gran final. Nadie que no sea un enano con el número 10 en la albiceleste y apellido empezado en M jugó tan bien al fútbol. Y no sé si alguien jugó alguna vez una final del mundo tan buena. Quizás Zidane en el 98.

Sí, ya sé, si en vez de rematar con un ángulo de 43°54’28” esa que tuviste contra Neuer lo hacías a 43°54’24’ éramos campeones del mundo y por esos cuatro segundos de diferencia te ponían un 9 o 10 en éste y otros medios. Lo lamento yo, lo lamentamos todos, lo lamentás vos más que nadie. Pero es así: la vida te dio mucho pero te retaceó ese soplido de suerte en el instante supremo.

No te preocupes. Te queremos igual. Más que nunca.

Allí estaremos en Rusia. Ganando o perdiendo, todavía tenés mucha belleza para dar.

Final: pegó en el palo

La próxima vez te digo que sí

Me fui del Maracaná con el pitazo final, solito y solo. No quería ver triste a Messi, e intuí que no iba a haber despedida al equipo. Éramos una minoría numerosa y ruidosa, pero minoría al fin. Triste y ya apabullada y acallada por la algarabía germano-brasileña. Chepeau para la hinchada argentina anoche. Mucho menos “Brasil decime qué se siente…” y mucho más “..que esta noche tenemos que ganar”. Incluso en momentos de tensión; incluso durante el suplementario.

Todavía estaba desierto el camino al metró. Algunos brasileños insistían en recordar los mil goles de un anciano que jugó en el Cosmos. Dormí bien por primera vez en todo el mundial. Pensaba que venía durmiendo cinco o seis horas por las dificultades logísticas, por los horarios insidiosos de los desayunos de hotel, por los madrugones para conseguir entradas en el sitio FIFA. Pero no, era la tensión. Era mi corazón de niño nervioso por querer ganar un mundial. Seguir leyendo

Semifinal 2: el ajedrez es un deporte

Van der Best

Sorpresas, goles, atajadas, casi-goles. La semfinal 1, Brasil-Alemania, tuvo todo eso y generosamente. Holanda versus Argentina no tuvo casi nada de todo eso. Debe haber habido en Brasil-Alemania quince situaciones de gol más claras que la ocasión más clara de Holanda-Argentina.

¿Fue Holanda-Argentina un mal partido de fútbol? No lo creo. Los economistas llaman “eficiente” a una situación que no se puede mejorar; un partido “malo”, con ese criterio, sería uno en el que podrían haber ocurrido muchas cosas mejores que por deficiencias tácticas o técnicas no pasaron. Creo que no fue ese el caso de Argentina-Holanda. Era un curioso “equilibrio de Nash”: dado el juego del rival, cada equipo jugó de la manera más convieniente. ¿Jugó mal Argentina? No, jugó bastante bien. ¿Jugó mal Holanda? No me parece. ¿Puede ser que los dos hayan jugado razonablemente o bien y haya sido un mal partido? Sería curioso. Seguir leyendo

Semifinal 1: vexame

La actividad logística es incesante y estas crónicas van espaciándose, como van espaciándose los partidos. Pero qué distinto estar adentro que afuera de la Copa. Recién ahora me doy cuenta de que el partido del tercer puesto sí es un partido agradable cuando uno está en la final. Es un vermucito con aceitunas. Me acuerdo del Bélgica-Francia del 86, algo menos del Italia-Inglaterra de 1990.

Lo que le pasó a Brasil en este mundial fue terrorífico. Es sin dudas la paliza más dura de la historia del fútbol, y es muy difícil que deje de serlo en las próximas décadas. Como dicen aquí, un auténtico “vexame” (vejamen, supongo). Ni Alemania ni Italia ni Argentina (las otras tres grandes potencias históricas, podemos afirmar ahora) serán locales por mucho tiempo, es decir que ni siquiera en el improbable caso de que otro local mundialista pierda por un marcador semejante igualará, como catástrofe futbolística, a lo que pasó en el Mineirao. Una manera de medirlo es recordar el impacto que tuvieron para la memoria histórica de Argentina el 1-6 contra Checoslovaquia (después de todo, era el retorno a los mundiales tras mucho tiempo, en una época en la que se marcaban muchos más goles) y el 0-5 con Colombia (al cabo, un partido de unas eliminatorias que la Argentina logró pasar).

Retrospectivamente, el golpazo de Brasil es comprensible. A un fixture difícil y un grupo de jugadores no mejor que el de las peores selecciones mundialistas de Brasil (tipo 1990) se sumó la exigencia de ser campeón. “Pibes, o son campeones o son un fracaso”. Pocas veces se vio a la psicología pesar tanto en un resultado. El llanto antes de los penales con Chile había sido un signo.

La localía fue sin dudas un factor que perjudicó a Brasil. Por esa exigencia, que se transformó en drama con el partido en desventaja, y porque Brasil salió con una actitud arrojada, menos cautelosa que la que quizá habría mostrado en otro contexto (por ejemplo, si el mundial se hubiese jugado en Alemania). Sin Neymar, Brasil dependía de jugadores ofensivos que no son del primer nivel mundial o de los peligrosos peregrinajes de sus muy buenos defensores. Antes del primer gol alemán, Marcelo ya había descubierto un par de veces sus espaldas; la jugada del corner que terminó en el primer gol alemán empezó con una pelota que Marcelo perdió tontamente en tres cuartos de cancha. Con el marcador abajo, empezó la dinámica imparable del drama en las cabezas de esos pobres muchachos. Sabían que si perdían eran el segundo gran fracaso de la historia. Y si perdían por mucho eran el máximo. Una profecía autocumplida. Los diarios del miércoles relevaban al Maracanazo de su condición de máximo fracaso del fútbol brasileño.

¿Y Alemania? Dos cosas me impresionan de Alemania. Una es que sus jugadores son todos muy buenos sin que haya uno que descolle. Casi todos los mejores equipos de este mundial tenían una estrella desequilibrante: Messi, Neymar, Robben, Alexis, James, Ruiz de Costa Rica. Alemania no. ¿Suponemos que Özil es el mejor? Me parece comparable, en nivel, a Di María. Con suerte. ¿Es eso una virtud? Si el rival puede ralentizar el partido, dormirlo, no estoy tan seguro. Este mundial lo desequilibraron, por lo general, jugadores desequilibrantes.

En segundo lugar: esta Alemania es diferente a otras. Así como el fútbol brasileño está asociado a la alegría, el uruguayo a la garra y el italiano a la defensa, una palabra que podría caracterizar a los alemanes, históricamente, es “solidez”. Esta Alemania es muy potente, pero no necesariamente es sólida. Va para adelante, siempre. No parece tener marcha atrás. Pega, pega y pega. Temible, claro, pero también vulnerable. En los últimos 45 días esta Alemania jugó contra tres equipos africanos: contra los tres (Camerún en la preparatoria, Ghana en primera fase, Argelia en octavos) empató en los 90 minutos.

¿Estoy diciendo que no son buenos? No, son muy buenos. Estoy diciendo que no son invencibles. En los 4 goles a Portugal jugó un papel clave la expulsión de Pepe. Y el 7 a 1 fue más 1 a 7 que 7 a 1. Pero dejemos el tema Alemania para el post del sábado, con la previa del partido.

Días 21 a 24: cuidado con cuidarse

El Grafico Extra Mundial 86 Argentina Vs. Belgica

Como en el 86

“De menor a mayor”. Trillado pero es así. La Argentina encontró a su equipo en sus últimos dos partidos. No recibió goles y mereció ganar ambos. Es la única de las 32 selecciones que ganó todos sus partidos, y la única que nunca estuvo en desventaja. ¿El fixture? En parte. Brasil fue perdiendo con Croacia y empató con México; Alemania estaba abajo, y sólo empató, con Ghana; Holanda fue perdiendo con México y empató con Costa Rica.

Llegamos al mundial con el consenso de “Tenemos buen ataque y mala defensa. Juguemos con estilo ofensivo, aprovechando nuestras ventajas, para ganar los partidos 4-3”. Nunca entendí ese argumento. Si tu punto débil es la defensa, tenés que reforzarla. La Argentina no tenía, estamos descubriendo, mala defensa. Tenía un mal sistema defensivo. El ingreso de Lavezzi entre los 11, en posición de número 8, contra Suiza –en parte forzado por la lesión de Agüero– cambió todo. Argentina juega algo parecido a 4-4-2.

Ayer hubo otros cambios: De Michelis por Fernández y Biglia por Gago. El primero es solamente un cambio de nombres. El segundo es también un cambio táctico. Biglia es más parecido a un cinco tradicional que a un organizador. Si una de las críticas a Gago (autor, ayer, de la asisentencia más clara de Argentina en todo el mundial) era su escaso pase vertical, Biglia ni siquiera lo intentó. Biglia por Gago es otro cambio en dirección al equilibrio defensivo. Y Argentina defendió muy bien, incluso mejor que contra Suiza. Bélgica contra Argentina fue, probablemente, el equipo que menos situaciones le generó al rival en 60 partidos del mundial.

Si la lamentable y decisiva la lesión de Di María pone Enzo Pérez (un invento de La Ciencia Maldita;) entre los once, la Argentina tendría su equipo más defensivo en un Mundial desde Bilardo: cuatro defensores, dos cincos defensivos, un ocho tradicional (Enzo), un delantero reconvertido en carrilero (Lavezzi), un mediapunta (Messi) y un delantero. De paso: ¡Perdón Pipita! Hace tres días cometimos el pecado de exlcuirlo de los Fantásticos. Ayer hizo dos cosas más que fantásticas, y todo lo demás también. Panquequismo pleno de La Ciencia Maldita en este rubro.

Holanda juega al contraataque, salvo que falten diez minutos contra México o media hora contra Costa Rica. ¿Cómo le tiene que jugar la Argentina? ¿Aburrir el partido con pases entre los defensores? ¿Tenencia más adelante, como hizo hasta el partido con Suiza? ¿Ataque a tontas y a locas? Mi problema con el nuevo 4-4-2 es que faltan jugadores para la tenencia. Sin Di María y sin Gago, la formación argentina se adapta mucho más al juego de contraataque que a la tenencia delante de mitad de cancha (algo que Holanda permitiría).

¿Cómo juegan entre sí dos equipos que contraatacan? Ya lo veremos. Evidentemente, en ese mano a mano entre equipos que contraataca pesarían los desequilibrios individuales. A Robben hay que marcarlo casi como a Messi. Si tuviera que elegir pondría a Mascherano recostado como doblecinco izquierdo y a Enzo Pérez, no a Lavezzi, de ese mismo lado. Rojo tendrá que cubrir el desborde hacia la línea y entre Garay, Pérez y Mascherano el endiablado enganche hacia adentro del jugador que más miedo me da en este Mundial.

En todo caso, dejemos de lado un ratito el fútbol-ciencia. Se quebró la madición de cuartos de final y estuvimos ahí para verlo. Parafraseando a Messi (no me repriman, editores, es una cita): “Visca Lionel y aguante Argentina la conchadesumadre“.

Días 18 a 20: Argentina en el G8

Canallada de un leproso

Que manera de sufrir, Argentina-Suiza. ¿Jugó mal la Argentina? Creo que no: creo que jugó su mejor partido en lo que va del torneo. El Mundial, lo sabemos, es muy difícil. Ganarlo es casi imposible, y ganarlo sin sufrir creo que no ocurrió nunca. Salvo Colombia, ya todos los equipos pasaron momentos de sufrimiento. Colombia, Francia y la Argentina son los únicos tres que nunca fueron perdiendo. En octavos de final se marcaron 18 goles, de los cuales 12 fueron a partir de los 80 minutos.

Sí, a Argentina le costó mucho ganar. Fue un partido similar al de Irán: una telaraña roja en frente que sólo el genio de Lionel Messi pudo quebrar en el instante final. ¿Cómo tiene energía, Lionel, para esas corridas finales? Seguir leyendo

Días 15 a 17: los milímetros, el talento y la gloria

Rodríguez, soy Jah-Mes Rodríguez

Detengámonos en un instante. El pase de cabeza hacia la medialuna del área ya partió y nadie puede detenerlo en su camino hacia Jah-Mes Rodríguez. La reacción de Jah-Mes es instantánea, instintiva, y tiene una inteligencia que a veces les falta a cocineros y arquitectos: las cosas que tardan poco se pueden hacer mientras terminan las que tardan más. Jah-Mes sabe que hay una fracción de tiempo (un segundo, acaso) hasta que le llegue la pelota. Ya sabe (lo supo antes de que partiera el pase) que la podrá parar de pecho; pero mejor aprovechar ese instante muerto, esa pelota suspendida en el húmedo aire carioca, para mirar hacia atrás, para ver si tiene algún central encima y quizás ojear donde está parado el arquero Muslera. Esa información es esencial para lo que vendrá después. Falta ejecutarlo, claro.

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Días 13 y 14: Messi Rey y sus redonditos de ricota

Amor sin barreras

Días vertiginosos. El día 13 de la Copa, con la presión de usar el paquete de entradas “Belo Horizonte” fuimos a Costa Rica v Inglaterra. Es decir, me perdí Italia-Uruguay, la mordida de Suárez y todo eso. El objetivo de mi estancia en el anodino CRC-ENG era capturar alguna credencial de periodista inglés que estuviera volviéndose a casa. Si Qatar coimea a la FIFA para organizar un mundial, ¿era inmoral comprarle una credencial a un periodista británico, contra las directivas de la FIFA? Creo que no.

Busqué uno que más o menos se me pareciera: sin pecas, calvicie ya más que incipiente, cara de serio, lo localicé buscando un asiento y lo invité a sentarse a mi lado. Seguir leyendo

En la sabiola de Sabella

Dibuje, Lionel

Sabella tiene como mínimo dos tipos de problemas. Uno es futbolístico: el equipo no funcionó. No era fácil con Irán, pero Irán no te puede ganar en el rubro “claridad de situaciones de gol”, y creo que te ganó. El primer tiempo con Bosnia fue horrible; en el segundo empataste uno a uno.

Bosnia e Irán, gente.

El otro problema es político: de una gran afirmación de poder (“juego con el rarísimo 5-3-2, al que no le gusta se jode”) a lo que parece casi una monarquía constitucional en la que él es apenas el rey. No por pasar al 4-3-3, cosa que es factible que haya decidido él, sino por las declaraciones post-partido marcándole la cancha.

La parte buena es que los dos problemas se resuelven con una sola solución: jugar de otra manera, que sea futbolísticamente más razonable y que represente una afirmación de autoridad. Esa solución está servida en bandeja. Veamos:

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Días 11 y 12: parado en el medio de la vida

AR11

A mis cuarenta años en el mundial de Brasil, un gran mundial, y juega Lionel Messi. Si los mundiales ordenan en cuatrienios las épocas de la vida, este es la gran bisagra gran.

Y ahora, comenzada la tercera fecha, estaríamos, más o menos, en la bisagra de la bisagra. La época de los dos partidos al mismo tiempo, esa fase del mundial que pasa a los tiros y que en casa de mis padres vivíamos prendiendo dos televisiones al mismo tiempo, una de los 90s y una de los 80s. En la de los 80s (Noblex a color pero sin control remoto) hoy habrían ido España-Australia y Brasil-Camerún; en la mejorcita, Chile-Holanda y México-Croacia.

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