Nacionalismo es imponer tu nación a otros

Vargas Llosa ataca la autodetrminación como valor anti-liberal:

MVL: …En Europa, la resurrección de los nacionalismos pone en peligro todos los grandes progresos de la integración europea, la integración de la Europa oriental a la Europa occidental, tan positivos. El resurgir de los nacionalismos es sumamente preocupante, incluso en los países democráticamente más avanzados como Francia, donde si hubiera elecciones hoy día ganaría el Frente Nacional, un movimiento neofascista, la forma más extrema del nacionalismo.

P: Todo adobado dentro de un caldero en el que el populismo es un elemento fundamental.

MVL: El populismo es un ingrediente central del nacionalismo, pero, en una escala de problemas, en primer lugar está el nacionalismo, en distintas formas, porque el nacionalismo adopta distintas formas. Ha sido derrotado en Escocia pero está vivísimo en España donde es un problema mayor; ha pasado a ser primordial, no es ya la crisis económica, porque mal que mal está encontrando un camino de solución, con enormes sacrificios, pero está saliendo; del problema del nacionalismo no está saliendo, está ahí, es una fiera suelta que nadie sabe muy bien cómo lidiar con él, empezando por el Gobierno español. Hay una extraordinaria abdicación de lo que debería ser el enfrentamiento democrático al nacionalismo de una manera muy resuelta, con una gran convicción.

P: ¿Qué significa el nacionalismo?

MVL: Defendemos el valor y el nacionalismo representa el desvalor, esto en España desgraciadamente no se ve, son unos sectores muy minoritarios los que están en esa campaña. El Gobierno juega un poco a pensar que los problemas se resuelven solos, que es un problema artificialmente creado (también lo creo), pero se ha creado y es una realidad indiscutible. El problema está ahí y tiene un arraigo en sectores muy amplios de la sociedad. Otra cosa es si el que sea numeroso significa que sea legítimo, no lo creo, pero sí creo que es muy numeroso.

Nunca entendí el argumento conceptual de los liberales en contra de la autodeterminación. Entiendo, sí, el argumento histórico contra el nacionalismo. Muchos malvados y fascistas se autodefinieron como nacionalistas. Y, por supuesto, entiendo y comparto el argumento contra los nacionalismos neofascistas como puede ser el de Le Pen. Pero hablando de la discusión concreta de lugares como Catalunya, ¿es más liberal, conceptualmente, la posición españolista que la autonomista? No me parece. Me parece que al revés.

No gastemos tiempo en definir con demasiada precisión los términos para enfrentar la pregunta concreta: “si una mayoría clara de una población que vive desde hace tiempo en un territorio y comparte una cultura común prefiere tener un Estado propio que ser parte de otro Estado más grande, no es más respetuoso por las libertades individuales darle ese derecho?” Claro que acá la perfección es imposible. Algunos eligirán España, otros elegirán Catalunya, y será España o será Catalunya y unos estarán más contentos que otros. Pero si una mayoría clara elige Catalunya, ¿por qué es incompatible con la libertad otrogarle ese derecho? Es más: ¿no es incompatible con la libertad impedirle tener un Estado propio?

Probablemente es sólo un reflejo de las tragedias del siglo XX. Diría, incluso, de mediados del siglo XX. A la salida de la Primera Guerra la idea de autodeterminación era un ideal progresista, y era justamente un argumento liberal contra los peligros de los grandes imperios multinacionales. Y en lugares como los Balcanes tras el comunismo todo el pensamiento liberal estuvo a favor de las independencias que deterioraron el poderío futbolístico de Yugoslavia. ¿Por qué? Porque el “nacionalismo peligroso” era el de los serbios queriéndose imponer sobre otras nacionalidades.

No confundamos, entonces. El “nacionalismo peligroso” puede ser el de una nación que quiere imponerse sobre las autonomías (Saddam y los kurdos) o puede ser el de una nación que quiere levantarse contra otra que la domina (los rusos en Ucrania). Pero ese es otro asunto. El criterio de respetar la voluntad mayoritaria de una población para elegir si tener Estado propio o subsumirse a otro se acerca más a respetar las voluntades de los individuos (es decir: es más liberal) que cualquier otro. Puede serlo cuando gana o, como demostró ejemplarmente Escocia, cuando pierde.

Nacionalismo peligroso no es que una población quiera tener su propio Estado. Nacionalismo peligroso es querer imponerle tu Estado a otra nación, o a lo que considerás que es una región dentro de tu propia nación.

Hablando de BRICs y NACAr

Un pequeño aviso de Copyright. Este sitio inventó hace 9 años el concepto humorístico de “NACAr”: Noruega-Australia-Canadá-Argentina, que incluso tiene su entrada en Wikipedia. La inclusión de Argentina era, por supuesto, aspiracional. Una opinión sobre cuál debería ser el faro del país: no países con escasos derechos humanos y/o altos índices de pobreza, como Brasil, Rusia, India o China (los BRIC); sino países que viven bien exportando recursos naturales (como Noruega, Australia y Canadá).

Bueno: resulta que ahora que el sciolismo se apropió del concepto. Enhorabuena:

La semana pasada, un grupo que trabaja con el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, hizo llegar un documento que llamó la atención. “Sería bueno parecerse a Alemania, pero suena un poco utópico”, señalaron sus autores, en obvia alusión a la famosa frase de Cristina cuando llamaba a imitar al país de Angela Merkel. En otro párrafo, también parecen reprocharle a la Presidenta: “Se ha dicho que la Argentina debería acercarse a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Pero tienen otra característica muy marcada y pocas veces enfatizada. Son países con estructuras socioeconómicas fragmentadas y una distribución del ingreso muy inequitativa. Sin embargo, hay otros países a los que llaman NAC (Noruega, Australia y Canadá), que tienen una performance macroeconómica e industrial no tan deslumbrante como los BRICS, pero ocupan los primeros puestos en el índice de desarrollo humano. Para una economía que debe desarrollar tres monumentales fuentes de renta con el shale, la minería y el campo, el sendero adoptado por los NAC parece el más apropiado”.

Más sobre el mito brasileño

Actualizamos uno de nuestros gráficos favoritos. El que señala el hecho más importante del siglo: la convergencia. Los países pobres crecen más que los países ricos, con una regularidad que no ocurrió jamás en la historia de la humanidad. De 58 países que tenían en 2000 una población mayor a 15 millones (y que cubren el 90% de la humanidad) la mitad rica creció al 1,95% en lo que va del siglo; la mitad pobre, al 3,3%.

Al pasar: ¡qué mito el milagro brasileño! Amamos a Brasil, y por eso mismo estamos muy en contra de todo el endiosamiento que se hizo de Brasil en la última década. Nunca lo creímos. Entre esos 58 países, Brasil ocupa el puesto 37 en crecimiento económico: 1,91% en producto per cápita, menos que el promedio de la mitad rica. La mayoría de los países a los que supera son del mundo desarrollado, que sufren el combo de crisis económica y de la natural ralentización del crecimiento en economías ricas.

Si se toma solamente los países no ricos se nota más claramente el mito del milagro de Brasil. La frontera entre ricos y pobres es clarísima: en el año 2000, en el puesto 13 estaba Korea (contando países de más de 15 millones) con 20.000 dólares; en el 14, Malasia con 13000. De los 45 países más pobres que Korea, Brasil ocupa, por su crecimiento en 2000-2014, el puesto 34. Sólo supera a Sudáfrica, Irak, Argelia, Kenia, Camerún, México, Venezuela, Costa de Marfil, Yemen, Madagascar y Siria.

Los milagristas de Brasil ven estas cifras pero se resisten. “Tiene que haber algo mal”, dicen. “Exportan aviones, tienen empresas enormes, buscan petróleo en alta mar”. Sí, pero todo eso habla en gran medida de (1) el tamaño de la economía brasileña y (2) el hecho de que, por ser un país relativamente pobre, es natural que esté más especializado en productos industriales.

Pero para crecer en serio Brasil tiene un problema grave de competitividad: es caro y no es muy productivo. Hasta que eso no cambie, seguirá esperando un milagro.

El dólar y la suba de tasas

Todos repiten (repetimos) que la suba de tasas a los depósitos es clave para calmar al dólar. El argumento es simple: “si las tasas no son atractivas me voy al dólar”. El gobierno, increíblemente, está haciendo publicidad de un aumento en las tasas de interés, según me enteré el otro día en el entretiempo de Boca 2 v Central 1 (argh!).

En nuestro país la discusión sobre “el dólar” tiende a realizarse en términos de flujos: “compran menos dólares, baja el dólar”. Pero hay que pensarla como stocks, y no de dólares sino de pesos. Cuando aumenta la oferta total (el stock circulante) de pesos sin que haya un aumento de su demanda, entendida como el stock de pesos que el público desea tener, el peso va a caer de precio. Va a subir el dólar. Y viceversa.

Si el problema del deterioro en el valor de nuestra moneda es que se emiten más pesos que los que queremos guardar, ¿lo resuelve la suba de tasas a los depósitos? No del todo: no es que los pesos que depositás en el banco desaparecen. Sólo una fracción retorna al Banco Central en la forma de encajes por esos depósitos. El resto, en principio, vuelve a circular, y esa parte no ayuda nada a corregir el desequilibrio inicial. No digo que el argumento esté del todo mal; pero sí digo que se sobreestima su efecto.

En otras palabras: la suba de tasas pasivas sólo ayuda a equilibrar el mercado monetario en la medida en que representa una reducción de la base monetaria (por el aumento en los encajes). Por supuesto, esa reducción en la base monetaria puede conseguirse de muchas otras maneras. Emitiendo menos, por empezar.

¿Estoy cuestionando la archiconocida relación entre suba de tasas y apreciación cambiaria? No. Habitualmente, cuando se dice “Brasil subió la tasa de interés” se alude a la tasa de política monetaria, la tasa de descuento: el interés que el Banco Central le cobra a los bancos por prestarle moneda local. Una manera de entender la relación entre tasas de descuento y tipo de cambio es pensando en la oferta monetaria: cuando mayores las tasas de descuento, menos dinero le piden prestado los bancos al Banco Central. “Suba de tasas” en este sentido más habitual quiere decir “política monetaria contractiva”; y sí, contrayendo la oferta de pesos el precio del peso sube, es decir, baja el dólar.

Pero esta “suba de tasas” que publicitan en el Fútbol para Todos es, creo, un animal diferente. Y uno con patas bastante cortas.

¿Hay que castigar la comida chatarra?

Rafael Correa está a favor. Juan Cabandié también.

Yo también. O, mejor dicho: estoy a favor de que la política tributaria sesgue los precios a favor de la comida saludable y en contra de la que hace mal. “Impuestos” suena mal, porque se mezclan inevitablemente el afán por recaudar con el propósito de dar un empujoncito para que se coma mejor.

Pensémoslo de otra manera: subsidio a la comida saludable (por ejemplo, a través de tarjetas, en particular de la Asignación Universal por Hijo). Todo subsidio debe ser financiado, claro; seguramente un 0,1% de aumento en el IVA alcance para bajar el precio de la comida saludable. En términos netos, el Estado no estaría ni aumentando ni bajando los impuestos: da por un lado lo que quita por otro.

¿Por qué, siendo liberales, estamos a favor de un sesgo pro-comida saludable en la política tributaria? Al menos cuatro motivos:

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Endeudamiento sí, empapelamiento no

Empapelador Miguel Juárez Celman

(columna en el diario).

La Argentina tiene una de las peores macroeconomías del planeta. Desde comienzos de la segunda presidencia de Cristina, los precios se duplicaron, la producción industrial cayó el 8% (Indec) y nuestra moneda perdió un 70% de su valor, pasando de 210 milésimos de dólar por cada peso a (cuando se escribían estas líneas) 64 milésimos.

¿Qué es lo que nos hace diferentes? ¿Es que acaso nuestro déficit público es de una magnitud insostenible, y eso nos obliga a financiarlo con una emisión de billetes que acaba siendo inflacionaria? No. Según Economist, en 2014 la Argentina será tercera del planeta en aumento de precios, pero ocupa el puesto 120 de 186 en desequilibrio fiscal. Recordemos que la inflación de “veintipico” empezó en 2007, cuando la Argentina tenía un cómodo superávit.

Entonces, como ahora, la inflación tenía que ver con las hermanas mellizas de la emisión de dinero y la desvalorización monetaria. El orden de los factores no altera el producto: se puede desvalorizar primero y emitir después (como la salida de la crisis de 2001-02); emitir primero y devaluar después, como en la primera presidencia de Cristina, cuando debutó el control de cambios, o que todo ocurra más o menos en simultáneo, como ahora. Y se puede emitir con superávit (como la Argentina de 2002-2007) o con déficit.

En 1883, cuando empezó a circular el billete nacional de papel en la Argentina, con su valor atado -como era la norma de la época- a una moneda de oro, los opositores a las políticas expansivas de Julio Roca hablaban del “empapelamiento” y el riesgo de desvalorización; el ministro de economía de entonces, como el de hoy, cometía uno de los malentendidos más peligrosos de la economía: la asociación entre “dinero” y “crédito”. A fines de 1884, la Argentina tenía que apartarse del patrón oro por exceso de emisión.

¿Cómo hacen los 117 países que nos superan en déficit, pero tienen menor inflación? Simple: no empapelan, se endeudan. No estoy haciendo la apología del déficit fiscal; seguramente Economist ignora la contabilidad creativa de la Argentina y el verdadero déficit está entrando en terreno peligroso. Pero lo peculiar de los años kirchneristas no fue el tamaño del déficit: fue la manera de financiarlo: endeudamiento no, empapelamiento sí. Más aún: el “desendeudamiento” implicaba pagar con emisión o con reservas los vencimientos de la deuda, violando una sabia máxima de Pellegrini que se practica en todas las latitudes: las deudas se pagan con deudas.

Financiar el déficit con emisión nunca es bueno, pero ahora es más dañino que nunca: no sólo es inflacionario, también es recesivo. La emisión monetaria aumenta la distancia entre el dólar verdadero y el oficial; con más brecha, hay menos liquidación de exportaciones, más subsidio para que el top-20% pueda retirar “dólar ahorro” o se vaya de paseo al exterior, y por lo tanto, menos dólares para importaciones, lo que acentúa la recesión. No importa que se persiga al dólar como a la cocaína (que tampoco es demasiado): el valor de un dólar es mucho mayor que su precio oficial, aunque no haya una sola transacción cambiaria.

Al contrario, el endeudamiento sería hoy más saludable que nunca. Imaginemos que el Gobierno consiguiera 1000 dólares para financiar un gasto que ahora paga con emisión. Los depositaría en el Banco Central a cambio de pesos, pero esa emisión sería neutralizada porque, con mayores reservas, el Banco Central podría permitir 1000 dólares más de importaciones, para las que el importador debería depositar los pesos correspondientes. Sí, el efecto es doble, no estamos contando dos veces: más deuda querría decir menos emisión (menos inflación, menos brecha, menos recesión) y además más importaciones, por lo tanto, menos recesión todavía.

¿Puede endeudarse la Argentina? Claro que sí. Sobran dólares en este país, sólo que faltan en el Banco Central. El Gobierno culpa a Griesa por los problemas; la oposición, al Gobierno por haber llegado al default. Pero el alto riesgo de la Argentina tiene sólo un poco que ver con el “Griefault”: antes era 700, ahora es 700. Pocos dudan de que la Argentina pueda pagarles a sus acreedores locales: la versión kirchnerista del “modelo de valorización financiera” permite obtener altísimas ganancias en dólares a quienes confían en el Gobierno y el día martes cobraron puntualmente los intereses de su bono Par.

La deuda argentina es tan cara como la de cualquier país que dijera: “No me endeudaré”. Nada aterra más a un acreedor que un deudor que no quiere endeudarse. En todo caso: 700 puntos de riesgo quiere decir un sobrecosto de 700 millones de dólares por cada 10.000 millones de dólares de deuda. Una tasa sin demasiados problemas simbólicos, ya que es una fracción de la que alguna vez nos cobró Chávez. Y una ganga por una montaña de dinero que permitiría al Gobierno llegar en condiciones menos indignas a su final: con menos inflación y con menos recesión.

Nunca, en la historia económica argentina, se hizo tanto daño durante tanto tiempo por tan poca plata.

¿Cómo se reactiva un Brasil?

 Cristo pasó haciendo aladelta

El caso brasileño es un interesante ejercicio de macroeconomía. Inflación al borde de la meta; crecimiento bajo; tipo de cambio real, como mínimo, bastante atrasado (el precio del Big Mac sólo es superado por Noruega, Suecia, Suiza y Venezuela); nivel de empleo alto, con la tasa de desempleo todavía en sus mínimos del siglo. El desempleo bajo quiere decir que el problema de crecimiento no es tanto por que haya un problema de demanda baja para lo que puede producir Brasil, sino que el potencial está creciendo poco.

Por el bajo desempleo, cualquier política expansiva (monetaria o fiscal) implicaría, según los libros, un aumento en la tasa de inflación, y pondría en peligro el valiosísimo sistema de metas. Una política fiscal expansiva sin devaular el real encarecería todavía más a Brasil, empeorando su problema de competitividad. ¿Qué hacer?

Va a sonar ortodoxo, pero a veces lo ortodoxo es lo que corresponde, otras veces no: mi impresión es que lo que se necesita es política fiscal contractiva y política monetaria expansiva. Hay alguna mezcla posible de ese combo que tiene un efecto neutro sobre la demanda agregada: la contracción fiscal te tira para abajo la demanda; la baja de tasas o depreciación del real te la tiran para arriba. Pero la composición de la demanda es diferente. Aunque los libros a veces no lo acentúan, probablemente un tipo de cambio real más alto (una mejor competitividad) implica una mayor inversión. Y más inversión es lo que Brasil necesita para crecer más rápido.

¿Como qué país te gustaría ser?

Hace ya casi una década inventamos la categoría NACAr, un grupo de países formado por Noruega, Australia, Canadá y (esperábamos), la Argentina. Países que, aunque exportan en gran parte recursos naturales, son ricos, viven bien, son igualitarios, son pacíficos. Claro, no es nuestro caso, pero nuestra inclusión ahí era una aspiración. Era la época en que todos querían imitar a los BRICs: Brasil (país estancado hace años), Rusia (país guerrero, que igual amamos), India (economía que desde entonces se desaceleró bastante) y China (una dicatadura). Los BRIC ocupan los puestos 57, 79, 135 y 91 del Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas. Los NAC (dejemos afuera a Argentina), los puestos 1, 2 y 8. ¿Se puede vivir bien sin ser un gran exportador de manufacturas? Claro que sí.

Me hizo gracia leer hace poco tiempo en este medio: “¿Dónde queda el Primer Mundo? El nuevo ránking de países admirados“. Adivinen cuáles son.

El torneo más ridículo del planeta

Oh, ahora la idea es volver a un torneo de 20 equipos, y para ello tendremos luego de este torneo de 20, un año (2015) de 30 equipos, y después volvemos a los 20. Increíble.

Volver a los 20 es imperioso; cualquier cosa, incluso este mamarracho de jugar 2015 y sólo 2015 con 30 equipos y después volver a 20, es mejor que seguir con 30 para siempre. El problema a resolver no es fácil: hay “derechos adquiridos” porque los del Nacional B invirtieron dinero por la posibilidad mayor de ascender. Pero tampoco puede ponerse en tanto riesgo de perder la categoría a los de la A (un tercio de probabilidad de descenso) simplemente por el capricho de un señor senil que ya no está con nosotros.

Se me ocurre que una posibilidad es definir los diez descensos de 2015 de un modo que realmente premiara a los que tengan buena campaña en este Nacional B y la mantuvieran en 2015 en Primera; pero que los que entraran en la A gracias al capricho de Grondona tuvieran que hacer mayores méritos para mantenerse en Primera.

Por ejemplo: podría incluirse en el promedio de 2015, que definiría los descensos a finales de ese año, a los partidos jugados por los 30 equipos en las dos categorías, A y B, pero con una corrección que dé más peso a los puntos obtenidos en la A. Por ejemplo: los puntos obtenidos en la B durante 2014 podrían tomarse a un 70% para definir el promedio de 2015. De modo que un equipo al que le va muy bien en el Nacional de este año y asciende merecidamente, con 2 puntos de promedio, se le compute el 2do semestre de 2014 como habiendo tenido en la A un promedio de 1,4 puntos (70% de 2). Pero que uno ascendido simplemente por salir 5to de 11 en su zona del Nacional B, con un promedio de 1,5 supongamos, inicie en 2015 el Torneo de Locos con un promedio de 1,05.

De ese modo todos entrarían con posibilidades de mantenrse en la A, pero para los que ascendieron por la ventana sería algo más difícil: Colón ahora, por ejemplo, tiene 11 puntos en 7 partidos en el Nacional B, y eso le alcanza para ascender. Sería justo que pagara ese privilegio teniendo que sumar mayores méritos que otros para mantenerse en Primera.

El dólar bolsa y el silo bolsa te hacen bolsa

La brecha cambiaria puede pensarse como un impuesto a la exportación, decíamos. Exporto 100 dólares (limpios de retenciones), me dan pesos que puedo convertir a dólares por el tipo de cambio “bolsa”, de modo que me quedan 100 * (1-brecha). Con un paralelo (supongamos que dólar blue y dólar bolsa valieran lo mismo) de $15,5 y un oficial de $8,5, con 100 dólares de exportaciones consigo 55 dólares.

Si uno creyera que cualquier candidato unificaría el mercado cambiario, la brecha esperada para fines de 2015 es 0%. Faltan apenas 15 meses.

Ahora bien. Imaginate que tenés un silo bolsa, algo que podés palpar. Hoy podés garantizarte un precio de la soja para enero 2016 que es un 2,3% más alto que el precio actual. Eso quiere decir que en enero de 2015 recibirías, por cada 100 dólares limpios de retenciones, 102,3 dólares. La alternativa es, entonces: ¿55 dólares hoy o 102,3 dólares dentro de un año?

Si el razonamiento está bien: ¿no es un año peligrosísimo? Cobrar un impuesto de 45% a las exportaciones (además de las retenciones) que se transformará en 0% dentro de un año es la mejor manera de evitar que entren dólares al Banco Central.

¿Puede hacer algo el gobierno para evitarlo? Claro que sí:

(1) endeudarse en dólares, mucho.

(2) darle esos dólares al Banco Central a cambio de pesos, para financiar el déficit que actualmente tiene.

(3) relajar los controles de importaciones, gracias a los nuevos dólares del Banco Central, con dos efectos:

(3.1) moderar la recesión, e incluso convertirla en crecimiento;

(3.2) ver cómo, con las mayores importaciones, se reduce la circulación de pesos (que tienen que ser cambiados por dólares en el Banco Central para pagar por esas importaciones). Esa neutralización de la emisión inicial de pesos reduciría la brecha cambiaria, en comparación con la situación actual, en la que los pesos emitidos para financiar el déficit fiscal no son reabsorbidos por el Banco Central.