¿Quién no soñó con subir al Obelisco?

¿Quién no soñó con subir alguna vez al Obelisco? Oscar Piñeiro, fotógrafo de LA NACION durante casi 40 años, pudo hacerlo para el cierre de campaña de Raúl Alfonsín, sobre la avenida 9 de Julio, el 26 de octubre de 1983. “Es casi el sueño del pibe”, me dice Oscar. “El lugar estaba totalmente oscuro. No había iluminación. Te vas trepando como un gato por una escalera muy angosta pegada a la pared. Tiene una sola puerta de entrada (en el lado oeste) y en su cúspide hay cuatro ventanas, a las que sólo se puede llegar por una escalera recta de 206 escalones, con 7 descansos cada 8 metros y uno a 6 metros. Tuve que ir muy temprano, antes de que el acto se iniciara, para poder tener esta visión. Como la ventana estaba elevada y no podía tener un buen ángulo, otros compañeros que me acompañaban me sostuvieron y quedé con medio cuerpo afuera de la ventana para poder hacer la toma.”

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La tele en los 60

La tele en los 60, pura nostalgia en blanco y negro. En la década en que la televisión se impuso en la sociedad argentina y toda familia se armó de su primer televisor, los canales rivalizaban en la proyección de películas, en flamantes series extranjeras y producciones locales de todos los géneros a cargo de personajes que de la noche a la mañana se convirtieron en estrellas como “el Negro“ Brizuela Méndez, la legendaria Pinky, Cacho Fontana y el audaz Roberto Galán. Muchos de esos ciclos, de gran variedad temática (en la década fueron un bonus los inefables programas cómicos como La Tuerca, Operación Ja Ja, La Revista Dislocada) son hoy objetos de culto, aunque, desgraciadamente, no todos se conservan en formato digital y a veces sólo se pueden recordar en una buena galería fotográfica sepia, como ilustra este post.

Fuente: Archivo La Nación                                                                                                                            Fotos: Archivo La Nación / Antonio Deluccio

Subtes, infinitos y misteriosos túneles

Desde siempre los túneles nos han conectado con lo mágico. Se pensó que en lo subterráneo y en oculto estaban escondidos muchos secretos. La oscuridad en sitios bajo tierra da temor. Numerosas leyendas hablan del mal al sumergirse en las fauces de la tierra. Viaje al centro de la tierra de Julio Verne, Alicia en el País de las maravillas de Lewis Carroll, La máquina del tiempo de Orwell entre otras. Han hablado de eso.  Y aquí les dejo el fragmento de un maravilloso film Moebius , cuya historia comienza cuando un vagón  del subte  con más de veinte pasajeros desaparece en el circuito cerrado de las vías subterráneas de Buenos Aires.  Fue realizada por  41 estudiantes de la Escuela de Cine Manuel Antín.

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Sylvie Vartan, la colegiala del twist

A mediados de los años sesenta, si Londres, sus grupos de música beat y su cultura Mod estaban a la delantera de los gustos juveniles, París con sus sofisticados jóvenes “yé-yé” no le iba a la zaga. Sobre todo en el rubro femenino, donde Francia lleva habitualmente la delantera en Europa en materia de belleza y sofisticación. Cantantes como la delgada (casi etérea) Francoise Hardy atraían a los más intelectuales, pero era Sylvie Vartan, esa rubia tentación, la que rompía todas las fronteras y le gustaba, simplemente, a todos. A los jóvenes fans chillones que llenaban sus recitales en el Olympia de París o a los intelectuales de barbita candado y pipa en ristre que disertaban de Sartre y la revolución en los bodegones de las afueras de París, y que no la despreciaban en lo más mínimo, pese a que su música se orientaba más al terreno pop y caía bastante bajo la influencia británica.

Es que la Vartan era encantadora, así nomás. De módica voz (pero exquisito buen gusto para cantar), con sus audaces minifaldas (por Dios, que piernas largas y bellas que tenía Sylvie allá en los años 60), su sensualidad entre infantil y gélida y su estilo (al que hoy seguramente llamaríamos “casual”), para ponerse cualquier cosa que le quedara bien, de la última ocurrencia de la alta costura parisina a un jean gastado. Venía, además, con el aval de su reciente matrimonio con el famoso rockero francés, Johnny Halliday.

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Lady Di en la Argentina, ayer nomás

Fresco el recuerdo del reciente casamiento de su hijo el príncipe Guillermo atrapando la atención de los medios del mundo, recordamos el paso por nuestro país de su madre: Lady Di.

Noviembre del ’95. Buenos Aires tiene una singular impresión: comprobar en primera fila la gracia natural de la princesa de Gales que nos visitó por cuatro días, siempre sonriente, cautivando a su paso.

Fotos: Archivo La Nación /Francisco Pizarro / Germán González / Don Rypka /Télam / AP

Antártida, toda una odisea…

Siempre quise conocer el Continente Blanco. Arnoldo Suter  pudo y viajó a la Antártida en más de una oportunidad.  La primera vez fue en 1981. Pero aquellas travesías a comienzos de los 80 eran muy distintas de las que se pueden realizar hoy en día. Partamos de la base de que todo era diferente, el solo hecho de no tener computadoras cambiaba completamente la permanencia allí. Y no sólo hablamos de tecnología sino de alimentación, ya que Arnoldo vivió la experiencia de alimentarse con pingüinos, como lo hacían los pioneros, ya que estas aves son ricas en proteínas.  Por supuesto que hoy es algo que resulta impensado dado que son especies protegidas.

Arnoldo es geomagnetista, estudia los campos magnéticos de la Tierra. Llegó hasta allí en el Buque Bahía Aguirre. Posteriormente, este barco fue reemplazado por el Bahía Paraíso, de fabricación nacional. Estos navíos, que viajan a zonas de grandes hielos, tienen la panza reforzada, evitando de esta forma que se partan. En el año 1981, todos los sábados, Arnoldo comía pizza y veía una  película. Al no existir las webcams, algunos de sus  compañeros tardaban un año en poder conocer  a sus hijos, una vez que regresaban del viaje. Los alimentos que se llevaban debían tener una duración de tres años. Se consumían muchos deshidratados como huevo, papa y cebolla. Los embutidos requerían de mayores cuidados, ya que se quemaban mucho por las bajas temperaturas.

Sigo conversando con él y no dejo de asombrarme de las curiosidades que sucedían en otros tiempos lejanos de la medicina. Cuenta una anécdota  que una persona que había viajado a la Antártida, alrededor de los años 20, debía ser operado de una posible apendicitis. Como en ese momento no había un médico se decidió que la intervención la tendría que realizar quien mejor manejaba los cuchillos. O sea el cocinero.Las indicaciones fueron brindadas por un médico a través de la radio. Para bajar la inflamación se dispuso que el cocinero pusiese mucho frío sobre el enfermo. Siguiendo las órdenes, éste así lo hizo y lo convirtió en una montaña de hielo. No se sabe bien si fue el miedo o el frío. Pero la suerte jugó a favor y el cocinero no tuvo que oficiar de cirujano. El paciente se puso bien. A partir de entonces se realiza la apendicetomía profiláctica, es decir que se extirpa el apéndice para evitar las complicaciones que pudieran surgir.

“Orcadas es una formación de rocas, teníamos un martillo neumático para retirar las piedras porque el jefe de base quería que el piso quedara liso como una mesa de billar, No resultaba sencillo, teníamos temperaturas de dieciocho grados bajo cero.

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Lo que no fue: Proyectos que se quedaron en el camino

El traslado de la Capital Federal: Parte I. De Buenos Aires a Viedma y Carmen de Patagones

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 El 15 de Abril se cumplieron 25 años del anunció que hizo el entonces presidente Raúl Alfonsin,  sobre la intención de trasladar la Capital Federal a las ciudades de Viedma y Carmen de Patagones.

Comienzo hoy  está nueva sección en “El Archivoscopio“: “Lo que no fue...”, dedicada a los proyectos que nunca se concretaron. Los proyectos que se quedaron en eso, en proyectos.

Sin dudas, te digo que como seguramente vos ya sabrás, fueron muchos los mega proyectos lanzados por los sucesivos gobernantes a lo largo de nuestra historia.

Pero, es mi intención recordar los más destacados, los más rimbombantes, los que por algún motivo quedaron grabados en la memoria colectiva de los argentinos.

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¿Escuchaste hablar de Weisburd?

 



¿Escuchaste hablar de Weisburd? Un día de esto nos juntamos y te la cuento, me dijo Rodolfo aquella vez. Te va atrapar tiene una historia muy interesante.

La verdad que desconocía como surgió este pueblo santiagueño, ubicado en el departamento de Moreno. Me dedique a leer todo el material que mi amigo me había acercado. Y allí encontré que llegado desde Rusia en 1890 Israel Benjamín Weisburd se instaló en la colonia judía de Moisés Ville en Santa Fe. Allí conoció a Julius Hasse, quién en ese entonces comerciaba durmientes con el ferrocarril. Este lo convenció de poder hacer buenos negocios como él en la pcia de Santiago del Estero. Exactamente en el Bravo (actual Weisburd). Don Israel siguiendo los consejos de su amigo comenzó adquirir una enorme cantidad de hectáreas, superando las 90.000.

Después de años de explotar los bosques de quebracho, comprendió que la única forma de que los pobladores se quedaran y no se fuesen detrás de cada desmonte era creando una fábrica de tanino. Surge de esta forma en el año 1941 la firma Weisburd y Cía. Ltda. Esta fábrica fue sin duda una de las más modernas de la época. La misma funcionó las 24 horas más de 10 años. Y llegó a producir más de 50.000 toneladas anuales de tanino. Llegando a trabajar en ella más de 3000 personas. Se obtenía el extracto de quebracho el cual se exportaba a Estados Unidos, Japón y Alemania, Cuba, Polonia y otros países de Europa.



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Viejo Gasómetro de la avenida La Plata, por la vuelta

El Viejo Gasómetro de la avenida La Plata al 1600, capital futbolera del barrio de Boedo. El “Wembley Porteño” abrió sus puertas el 7 de mayo de 1916.

Centro sociocultural y familiar que atrajo desde recitales de grandes artistas como Sandro y Santana y veladas boxísticas singulares (Pascualito Pérez) hasta inolvidables bailes de carnaval, repitiendo por décadas el legendario ritual de los domingos de fútbol por la tarde siguiendo a los “Matadores”, los “Carasucias”…

Tierra de grandes jugadores y de recuerdos como las Copas América y las Copas Roca de los años veinte, treinta y cuarenta. En los años treinta adoptó su sello imborrale de “Gasómetro” por la proximidad que tenía con el gasómetro de la calle Maza 41, y sus torres de iluminación le brindaron claridad al fútbol nocturno porteño. El vértigo de sus espaciados tablones fue testigo de la primera transmisión televisiva de un partido local en los años cincuenta.

El 2 de diciembre de 1979 se jugó el último encuentro porque el gobierno militar de entonces impuso su venta a cambio de una serie de obras (no realizadas) para la ciudad. Días pasados miles de nostálgicos y fanáticos de distintas generaciones de hinchas de San Lorenzo acompañaron frente a la Legislatura porteña la presentación del Proyecto de Restitución Histórica de esos terrenos. Todos ellos claman por la vuelta a su casa paterna: el Viejo Gasómetro.

Los amuletos de la buena suerte II parte

 

En esta nota, te introduzco en el mundo de las piedras y sus significados. Si tenes alguna de ellas, no la tires fíjate y sabe para que sirven. Además, te presento al nuevo amuleto, creado en los años 90. Y para rematar  te cuento que significan los tréboles. Y hay una palabra que previene problemas de salud.   

Piedras

 

amatista    El nombre de la amatista, que significa: “sin embriaguez” tiene su origen en la idea de que, si una persona lleva esta piedra encima a una fiesta queda inmune a los efectos de cualquier bebida. Igual hay que ser consciente y beber con moderación, no olvidar que es una creencia de la antigua Grecia y Egipto. En cuanto al amor, la amatista, durante el festejo de San Valentín, tiene fama de ser uno de los mejores regalos entre amantes. Seguir leyendo