Alpargatas sí, zapatillas también

Entre los falangistas que cantaban alborozados en el video de mi post anterior sobre los “fachas” españoles, hubo un señor que se distinguía del resto. Y no lo hacía sólo por su avanzada edad, que lo incluía en el grupo de los que sufrieron en carne propia las consecuencias inmediatas de la absurda Guerra Civil (1936-1939), sino también por acordarse de todas las letras de los cánticos y por arengar a los más jóvenes a repetir proclamas heredadas directamente de aquella época como “Pasamos, vencimos y venceremos” (en oposición al más célebre “No pasarán” de la Pasionaria) y por sus desbordantes ganas de hablar sobre cualquier tema.

Pero lo más interesante, sin dudas, surgió ni bien Antonio Alonso Feijoó Soyer de Montenegro -así se identificó este veterano falangista- se enteró de que estaba hablando con un medio argentino. Vean y escuchen, por favor, lo que me contó sobre aquella famosa visita de María Eva Duarte de Perón en 1947, porque no tiene desperdicio:

(¡¡¡No me agradezcas tanto por lo de las zapatillas!!!, diría Larguirucho… ¿no?)

Que tengan un hermoso fin de semana.

Hasta el próximo post.

Encuentro cercano con los "Fachas"

Afiche discriminatorio

Hay una pregunta que tarde o temprano surge en cada una de mis conversaciones mantenidas con familiares, amigos y colegas de la Argentina, y que no viene mucho después del “¿qué tal?” ni tampoco tanto antes de la más retórica “¿se come bien en España, no?”, la cual llega indefectiblemente adosada a una pícara mirada clavada en mi zona abdominal. Y aquella infaltable pregunta cae más o menos así: “¿cómo te tratan los españoles…?”

Aunque aún carezco de una respuesta estandarizada, por lo general no me aparto demasiado de un “no me puedo quejar” apenas matizado por mi lucha contra la irrenunciable pasión de muchos de ellos por querer fumar en los restaurantes. Pero, insisto, esa es la única parte donde en mi relato suele escucharse un criollo y quejumbroso bandoneón. Porque, por lo demás, Madrid me sigue pareciendo un hermoso ejemplo de cómo una ciudad puede lograr una elevada calidad de vida después de haber quedado rezagada en ese sentido por décadas respecto de otras capitales de su continente. Y siempre digo que sería, claro, un buen espejo para una Buenos Aires utópica hoy pero posible en dos o tres décadas de progreso sostenido, ya que fue justamente en poco más de 30 años como Madrid logró urbanizar las chabolas -como llaman aquí a las villas de emergencia-, ampliar y modernizar su red de colectivos urbanos, trenes y subterráneos -el Metro ahora es indudablemente más eficiente, moderno, limpio y barato que el famoso Tube de Londres- y lograr que sus calles y veredas luzcan relucientes y arregladas, más allá de que con la crisis hayan aparecido últimamente algunos baches de larga duración en el mismísimo Paseo de la Castellana.

Sin embargo, esa evolución material, que se sienta sus bases sobre el éxito ideológico de la Transición democrática iniciada en 1975, el Pacto de la Moncloa y la moderna Constitución española de 1978, todavía debe lidiar con otro tipo de baches. No son muchos esos pozos, ni realmente importantes tampoco, pero, en mi condición de inmigrante, no puedo dejar de ver como un triste lapsus a la calcomanía del Frente Nacional -la cual también tiene su versión en afiche- que ilustra las primeras líneas de este post y culpa a los extranjeros de un supuesto abuso de los servicios sociales españoles. (“Si eres español, siempre primero”, dice al pie de la cosmopolita ilustración, antes de que alguien la intentara arrancar).

O tampoco me deja de llamar la atención esta otra propaganda que retrata una familia tipo española y feliz muy al estilo del megahit televisivo local Cuéntame cómo pasó, que encontré la semana pasada sobre un cajero automático:

Los españoles primero

Ni este cartelito que fotografié el año pasado:

Cartel antiinmigratorio 5

Ni esta pintada a la vuelta de mi casa, que les había adelantado en un post anterior:

inmigrante no

Naturalmente, esto lo he comentado muchas veces con españoles -incluso con políticos de izquierda y de derecha- y nadie les otorga la menor importancia. “Qué va, son los fachas de siempre”, me dicen, palabras más, palabras menos… aunque su capacidad y poder económico para producir afiches y calcomanías es, sin dudas, sensiblemente superior al de los célebres Skinheads y fachos militantes de la Argentina, como los que solían parar hace algunos años en el porteño Parque Rivadavia o los que encuentran la raíz de los problemas argentinos en los trabajadores que migran hacia Buenos Aires desde países limítrofes.

Pero un día me tocó ir más allá de la propaganda, y me tocó dar con los sobrevivientes y seguidores del grupo más representativo de fachas en la historia del siglo XX de España: la Falange. En ese primer encuentro cercano, que fue en abril último y dio pie a la publicación de esta nota en La Nación, mi sensación se acercó más a la de haber conseguido ingresar al túnel del tiempo que la de temer un brote de ultraderecha en estos tiempos de crisis y debilidad del gobierno de Rodríguez Zapatero (al que los fachas tildan, obviamente, de rojo).

Eso no quita, por supuesto, que no saliera de mi asombro al presenciar una escena que hasta ese momento imaginaba reservada para los documentales en blanco y negro, con familias enteras -niños incluidos- con el brazo derecho extendido mientras cantaban una marcha falangista que culminaba con vivas al lema “España una, grande y libre” que usó hasta el cansancio la dictadura franquista, y también con loas al fundador del movimiento, José Antonio Primo de Rivera.

Aunque ahora, como quisiera que mi testimonio de aquel enardecido momento valga más que mil palabras, los dejo con las imágenes que tomé con mi inseparable celular ese atardecer de primavera en que da al Tribunal Superior de Justicia, en Madrid:

Si esto les pareció impactante, para el próximo post les tengo guardada una video sorpresita que se desprende de ese mismo acto, pero que va mucho, pero mucho más allá (y cuando digo allá, me refiero a la Argentina, como siempre).

Mientras tanto, los espero en los comentarios, en mi cuenta de correo electrónico (Asack@lanacion.com.ar) o en la de Twitter (@AdriSack), así hablamos tanto de los que son “fachas” aquí y allá, y de los que la hacen (a la facha, claro. Y que conste que en este rubro… ¡yo, argentino!).

¡Hasta la próxima!

Yapa de argentinos que hacen de españoles

Tal como suponía, había muchos, pero muchos más argentinos que se animaron a imitar a españoles en la televisión y el cine de los que suponía… y la mejor prueba fue la gran cantidad de ejemplos que me aportaron muchos de ustedes a través de Twitter y del correo electrónico.

Uno de los que más contribuyó en esta pesquisa -y no debe sorprendernos- es este gran maestro del periodismo del espectáculo que es mi compañero Marcelo Stiletano.

“Había un maravilloso sketch entre falsos gitanos (en realidad, andaluces) entre Alberto Olmedo y Ernesto Bianco en El Chupete. Olmedo era un gran imitador del gracejo andaluz, al que también apeló en algunas publicidades televisivas”, me recuerda, aunque en realidad me lo hace saber porque yo no creo haberlo visto -y no me hago el jovencito con esto- en tal caracterización.

Pero también destaca al jubilado gallego de Tino Pascali en el programa La Tuerca y a Juan Carlos Calabró en Calabromas, lo que revela la amplitud de criterio y  memoria televisiva del maese Stiletano.

No obstante, de todos los ejemplos que me hicieron llegar, del único que pude rescatarles un fragmento para compartir con ustedes -en realidad, casi una borrosa cucharadita- es de Adolfo García Grau en la película “Así es la Vida”, donde lo vemos interpretando a un español junto que comparte escena con el clásico tano de Darío Vittori y un criollo personificado por Luis Sandrini, en el que sería uno de sus últimos trabajos en la pantalla grande.

Este es un fragmento de este clásico de 1977, dirigido por Enrique Carreras, uno de los cineastas más evocados por Alfredo Casero en sus parodias televisivas:

¡Hasta el próximo post!

Biondi vs. Capusotto, por el mejor español

La semana pasada -o “semana última”, como decimos en La Nación- estuve en la andalucísima localidad de Chiclana de la Frontera, muy cerca de Cádiz… y en cada diálogo con sus lugareños no pude evitar acordarme de Pepeluí, aquel legendario personaje que encarnaba nuestro gran Pepe Biondi allá por mediados de la década de 1960. Al cabo del primer día de escuchar a pleno y en vivo y en directo ese acento tan dulce que absorbe las consonantes finales de casi todas las palabras y cambia el “zezeo” del español hablado de Madrid hacia el norte por un “seseo” más familiar a nuestros oídos argentinos, por la noche decidí poner manos a la laptop y buscar en Youtube algún viejo video de ese cómico pionero de nuestra televisión para contrastar con mi experiencia. Y mi personalísimo test dio 10 puntos sobre 10 posibles: me quedó bien claro que Biondi, en su época de payaso cirquero, no desaprovechó su paso por distintos lugares del mundo para aprehender los acentos y regionalismos… más allá de que el andalú le salía mejor que cualquier otro.

Sin embargo, tras comentar esto con mi esposa y con otros argentinos, no pudimos evitar comparar al logrado Pepeluí con otros recordados trabajos de artistas argentinos que en algún momento de su carrera intentaron emular el acento español (en especial el madrileño)… aunque con resultados dispares. Y más allá de que la lista es incalculable -porque nos incluye a nosotros mismos que, sin ser necesariamente artistas, también alguna vez contamos chistes de gallegos- se me ocurrió armar un ránking de videos al estilo Luis Martín Güerri en su estupendo blog Marcas Registradas con los 5 primeros ejemplos de argentinos que hacen de españoles que me vinieron a la mente (y que pude encontrar en Youtube, claro).

Por eso les propongo tanto a los españoles como a mis compatriotas que leen este blog que comenten, a su juicio y oído, cuál es la imitación más lograda. Y también, por supuesto, los invito a postear otros videos o, si no es posible, a citar otros ejemplos.

Pero antes, vamos a empezar por la presentación de este quinteto en particular:

1) Pepe Biondi como Pepeluí (del programa Viendo a Biondi, circa 1966).  Yo ya les dí mi veredicto, aunque para los que no lo vieron les advierto que en este sketch en particular contiene estereotipos sobre gallegos cejijuntos y chistes sobre gordas que, hoy día, les podría producir un ataque de urticaria a los defensores de lo políticamente correcto. Pero como se trata de un bien cultural e histórico con sus marcas propias de época, la única injusticia sería la de censurarlo y privarse de un rato de buen humor:

2) Fabio Alberti como el gallego del taller de manualidades (programa Cha, Cha, Cha; 1995). Cuando lo veía en Buenos Aires, me parecía una excelente imitación…y no dejo de pensarlo aunque hoy, después de casi dos años de vivir en Madrid, noto que pronuncia las “zetas” también en las “eses”, y que a las “elles” les deja su impronta porteña. De todos modos, nada de eso impide que el personaje resulte gracioso, aunque me acuerde más de otros sketches que no pude encontrar:

3) Niní Marshall como Cándida (de la película Una gallega baila mambo; 1951). Otra que aprendió y aprehendió bien el acento español -y especialmente el gallego- por experiencia directa… pero no por haber vivido en España, sino por haberlo hecho en la Buenos Aires hipercosmopolita de las primeras décadas del siglo pasado. “Me bastaba con asomarme a la ventana y escuchar a la gente que pasaba”, dijo una vez la inimitable porteña nacida como Marina Esther Traverso acerca de su increíble capacidad no sólo para lograr los acentos español e italiano, sino también los de los porteños de distintas clases sociales. Aquí va mi  muestrita sobre la gallega:

4) Osvaldo Santoro (de mi ya citada serie Los Simuladores, 2002). Con esta me sucedió el efecto inverso al personaje de Alberti: en esta segunda vez que lo vi y lo escuché (la primera había sido cuando yo todavía vivía en Inglaterra) me pareció mucho más verosímil como español. Pero mejor cuéntenmelo ustedes:

5) Diego Capusotto (del programa Peter Capusotto y sus videos, 2010). Este es el ejemplo más fresquito, que seguramente la mayoría de los lectores argentinos tienen más presente. Se trata de la interpretación bastante jugada de un personaje con un porcentaje de parecido con Joaquín Sabina bastaaaante elevado… aunque jamás reconocido. Me encantaría saber qué piensan ustedes (especialmente los españoles…):

Hecho este repaso… ¿se animan a contarme cuál les pareció la mejor imitación? Como les dije antes, esta selección es de lo más arbitraria y cómoda que puede haber, sin más rigor que el de las ganas de recibir sus comentarios. ¿Se los digo de nuevo cómo lo tienen que hacer llegar? Ya me van a hacer reaccionar como el Joaco de Capusotto… pero para evitar eso, les recuerdo que pueden mandarme un e-mail a Asack@lanacion.com.ar, twittearme a @AdriSack o facebookearme en calidad de Adrián Sack.

Osh eshpero.

Maradona y Anselmi: dos para el cachetazo

Hoy, mientras buscaba información complementaria para las segunda parte de mi cobertura sobre la prohibición de las corridas de toros en Cataluña, me encontré con que dos compatriotas nuestros no la estaban pasando nada bien en los medios españoles.

El primero, directamente vinculado con mi tema del día, es Leonardo Anselmi, el rosarino que se atrevió a desafiar la existencia misma de las corridas de toros en su Cataluña adoptiva, y recibió toda clase de improperios -muchos de ellos, sólo por venir de la Argentina- en los comentarios de esta nota publicada por el diario conservador ABC que destaca su origen criollo ya en su título.

Y el otro, cómo no, es don Diego Armando Maradona, a quien ningún medio español ha dejado en paz desde el comienzo del último Mundial hasta días después de la resonante eliminación del seleccionado. Más allá de las descalificaciones justificadas, injustificadas y gratuitas contra el flamante reinventor del término tocuén,  lo que nunca voy a entender es por qué misteriosa razón acá en España siguen llamándolo “El Pelusa”, cuando no lleva más ese apodo, más o menos, desde que comía pizza por porciones colgado del tren que lo llevaba a sus juveniles entrenamientos en La Paternal.

Si alguien me lo puede explicar, ya sea español, argentino o camboyano, por favor no dejen de hacérmelo saber a mi dirección de correo electrónico (Asack@lanacion.com.ar) o bien en la sección comentarios de este blog, así nos desasnamos todos.

Un abrazo urgente para todos, y sepan disculpar la brevedad de mi post de hoy… que debo seguir trabajando, jolín.

¡Guau! ¡Una canilla ecológica española!

Siempre me llamaron la atención los cartelitos que, al menos aquí en España, suelen estar cerca de más de un secador de manos en los baños públicos. Me refiero, en este caso, a aquellos que aseguran que gracias a ese noble humano que tuvo la maravillosa idea de colocar esos artefactos se evita talar a no sé cuántas decenas de árboles predestinados a transformarse en toallitas de papel. Lo que nunca entendí es en qué medida es menor el impacto ambiental producido por esos potentes secadores que, me imagino, en su mayoría utilizan energía eléctrica producida por alguna de las 7 centrales nucleares de España que dejan residuos de alta toxicidad.

Pero más allá de este divague que poco tiene de base científica y mucho de divague bañero, lo que quiero compartir con ustedes es una experiencia fantástica que me tocó vivir en un aseo ubicado a la vera de la autopista Madrid-Salamanca, en un reciente viaje en auto a la ciudad que non presta. Sin dudas, la última vez que un baño me había soprendido por su equipamiento fue en 2002, en Münich, cuando sentí que había llegado al Primer Mundo al presenciar cómo el inodoro que tenía frente a mí utilizaba una suerte de brazo mecánico que le echaba detergente a la tabla para lavarla, enjuagarla y secarla con precisión y efectividad auténticamente teutónicas.

Sin embargo, lo que quiero compartir con ustedes es todavía más impresionante: en el baño rutero del que les hablo, que tenía apariencia de ser uno más -o uno menos, a juzgar por sus vidrios rotos y el pegoteo de su piso que me arrancaba suelas- me encontré con una canilla de lavatorio que, intuyo, debe ser un secreto adelanto de los resultados de la política de I+D que tanto entusiasma a la autoridades españolas.

Y esto lo pude comprobar con sólo posar mi mano sobre ella. Al abrirla, me di cuenta de que se puede ahorrar muchísima más agua que con las canillas con cierre temporizado o las más costosas equipadas con sensores electrónicos de detección de movimiento, dado que  su efectividad y eficiencia son, simplemente, notables y nunca igualadas hasta el día de hoy. De hecho, creo que si todos los lavatorios de España y del mundo tuviesen grifos como estos, nos espera un mundo mucho mejor… o, al menos, con bastante más agua potable disponible para todos.

Así que, por favor, no dejen de echarle una miradita a este mini video que testomonia esta experiencia que olvidaré menos que el final de Los Simuladores (versión argentina… por suerte):

Si tienen alguna experiencia similar, revelación, encuentro con el Tercer Tipo o, al menos, con el almacenero de su barrio madrileño que quieran compartir, por favor no dejen de enviarme su material a mi dirección de correo electrónico (Asack@lanacion.com.ar) , cuenta de Twitter (@AdriSack), de Facebook (ídem a la de posteos anteriores) o cuenta del chiringuito de la playa andaluza desde la que les estoy escribiendo ahora. En este último caso, si mandan euros en vez de videos o mensajes, es casi mejor.

Hasta la próxima.

Los españoles, ¿son cachondos o se hacen?

Habitualmente los argentinos que no residen en la península ibérica me preguntan si en la vida diaria tiene algún asidero el mundo hipersexualizado que suelen vender las películas de Almodóvar o Bigas Luna, por citar sólo a un par de directores cinematográficos de los últimos años. “¿Son tan obsesivos por el sexo como parecen, estos gallegos?” es, palabras más, palabras menos, una pregunta que siempre llega a mis oídos pero que yo no sabría responder… en parte, porque ya a esta altura llevo una vida de hombre casado y de su hogar -sí, adivinaron, mi mujer lee este blog- aunque yo, desde luego, sospecho que algo de eso hay.

Sin embargo, algunos lectores de esta embajada virtual de los argentinos en Madrid me bombardean con datos y anécdotas que pueden ayudarme a construir una respuesta algo menos vaga, laxa o perezosa. Es el caso de María José Gabrielli, una porteña que vive en el madrileño barrio de Chueca, quien nos cuenta que se soprendió al percibir la primera señal de esa supuesta obsesión española el día que llegó a la capital española en 2003, todavía con el contenedor con sus pertenencias en alta mar. “Yo estaba en una placita del barrio con mis hijas, entonces de 3 y 6 años, cuando advertí que la mayor se había quedado sentada al pie del tobogán y que, por quedarse ahí, obstruía el paso y no dejaba que los niños siguieran jugando ahí. Fue entonces que le grité: ‘correte, Anahí, correte ya, por favor’… y ahí noté que todas las mamás y niñeras se quedaron paralizadas, y algunas hasta se reían. Yo no le dí importancia, y como Anahí no me hacía caso, continué con mi pedido, esta vez con mayor energía. ‘correte, hija, por favor, que los chicos no pueden tirarse por el tobogán’. Ahí mismo vino una de las atónitas mamás españolas, y me dijo: ‘noto que no eres de aquí, pero por las dudas te cuento: lo que le estás pidiendo a tu hija, al menos para nosotros, es una barbaridad… pues correrse, para nosotros, es tener un orgasmo”.

Por suerte, María José pronto comprendería que no sólo nosotros podemos meter la pata. De acuerdo a esta foto que nos mandó, ellos tampoco se ruborizan por lo que puedan pensar los argentinos de algunos productos que publicitan muy ligeramente en algunas farmacias madrileñas:

Calenturas

“¡Menos mal que después me explicaron que las “calenturas” son erupciones cutáneas -nos comenta María José- porque si no más de una iba a buscar en la guía telefónica o en Facebook el contacto con el tal Tanacetum“, reflexiona.

En cambio, la profesora de matemáticas oriunda de la localidad bonaerense de Longchamps, Lucía Stiehler, se quedó convencida tras su reciente paso por Madrid como turista de que algunas obsesiones sobre el sexo y las veleidades del oficio más antiguo del mundo trascienden la ficción para llegar a los negocios… de ropa. “Esto sí que es raro… ¿será un mensaje subliminal?”, se pregunta la rubia docente, al enseñarnos esta foto que tonó de una vidriera de la concurridísima calle Preciados:

Cuerpos desde € 6

Pero más alterada aún la noté a la lectora Florencia Lasheras, quien -no les miento- no paró de reirse a lo largo de todo su e-mail, casi a coro con Palito Ortega en su añejo hit La Felicidad. “Ja, ja, ja, ja… Esto lo ví en Bilbao, creo, hace algún tiempito, ja, ja, ja, ja”, nos comenta, al mostrarnos la foto del revistero vacío de una inmobiliaria que… bueno, mejor mírenlo ustedes:

Cójame soy gratuita

¿Y, está todo dicho? Yo creería que no, porque en este blog, ustedes siempre tienen la palabra… y las fotos. Así que si quieren enviarme historias, imágenes, testimonios, videos, discos, cassettes o magazines que contribuyan a ratificar o rectificar la creencia de que los españoles siempre se las ingenian para hablar de sexo ante nuestros oídos y ojos argentinos, por favor no dejen de enviarme esas pruebas a mi dirección de correo electrónico, Asack@lanacion.com.ar , a mi cuenta de Twitter, @AdriSack , o a la de Facebook, donde me encontrarán por mi casi completo nombre de bautismo: Adrián Sack .

Que tengan un lindo finde… y si tienen una bocanada de aire fresco para mandarme, yo se las cambio por un rato de los 40º a la sombra que hace rajar al asfalto… y a la gente hacia las playas.

Madrileñas campeonas (también del levante)

Leo y releo mi post anterior sobre el triunfalismo español, y no puedo dejar de sentirme como Homero Simpson cuando extrae la peor moraleja posible de una experiencia de vida. En este caso, me dan ganas de decir: “Ayer aprendí que es bueno cantar victoria antes de tiempo, proclamarse campeones antes de que se jugara el primer partido, quejarse del diseño de la pelota -como hizo el arquero español- y echarle la culpa a las vuvuzelas por el bajo desempeño en una derrota”.

Pero no, no voy a dejar que el Homero personal que todos tenemos – porque si portamos un “enano fascista”, ¿por qué no un personaje de Matt Groening?- se instale cómodamente en mi sofá imaginario y sí, en cambio, vamos a darle lugar a la consecuencia de este triunfo, más allá de que en lo personal nunca me haya gustado demasiado el juego desplegado por “La Roja”.

Porque, debo decirlo, la fiesta vivida ayer en las calles de Madrid fue tan impresionante por su magnitud y carácter inédito que da pena pensar que un resultado adverso pudiese haberla mermado.

Tal como lo conté en mi crónica de color publicada hoy por lanacion.com, la celebración en la capital española fue una verdadera “joyita” desde el punto de vista del orden y del control de cualquier posibilidad de excesos por parte de las autoridades, que además de instruir a la policía para que no respondieran a agresiones verbales y supieran como sacarles de sus los “botellones” con bebidas alcohólicas a los adolescentes sin provocar incidentes, también enviaron a toda su flota de camiones de limpieza para barrer o recolectar las toneladas de residuos dejadas en las calles por las multitudes mientras se jugaba la final, y no sólo después.

Aunque, vamos… eso es lo de menos. Lo más lindo fue ver cómo el espíritu festivo animaba a las bandas de chicas (de 18 para arriba… y cuando digo arriba, digo también mucho más arriba) a hacer algo que en otros lugares o momentos -por ejemplo, las discos- jamás harían: practicar el arte de encarar a los chicos, invitarlos a festejar, a salir, a hablar, en incluso pedirles sus teléfonos… En fin, todo sea por sacar a relucir la “chapa de candidatas”, una estrategia muy bien aprendida de su selección. Ya que tan buenos resultados les trajo…

En fin: los dejo, a continuación, con la versión pre-editada en Madrid del video que ayer hice para La Nación, y cuya versión final pronto será publicada en la home del diario. Y los invito a que encuentren la “perlita” política de la noche, aunque no es lo único interesante para ver:

¿Pudieron encontrar la “perlita”?

Los espero, entonces, en los comentarios. O en mi Iker de e-mail: Asack@lanacion.com.ar . O también en Twitter: @AdriSack  o Facebook, donde encontrarán a este hombre con lo puesto (es decir, como Adrián Sack).

Y por ahora los dejo, porque necesito una sesión de música para ver si puedo neutralizar el “Que viiiiiiiiiiiiiiiiva España” que me taladró los oídos anoche, en particular la “i” entonada por entusiastas señoritas en el túnel del Metro…

Postales del "aguante" argentino

Aline festejos post partido 1 Esta debe ser la primera semana en lo que va del año en la que no me preguntan nada sobre la crisis. Amigos, colegas e insistentes productoras de radio con alma de cancerberas me llaman desde la Argentina -en especial después de haber leído mi nota de color que publicó ayer La Nación– porque quieren saberlo todo acerca de la hipnótica semana que viven los hinchas de “La Roja” de cara al gran duelo final del domingo ante Holanda.

Y mi primera, obligada respuesta siempre apunta a que, más allá del inquietante triunfalismo insuflado por los muchos medios españoles, aquí más que de “campeonato” se habla de “fiesta”.  Porque, aún cuando les importa y mucho el resultado, la sensación predominante de cara al domingo es que los españoles van a celebrar de todas maneras, aún si se cumple aquello de que “la tercera es la vencida” y Holanda se lleva la copa que se les negó en 1974 y -por suerte para nosotros- también en 1978.

No en vano el Ayuntamiento de Madrid está instalando en estos momentos una enorme pantalla en las cercanías de la famosa fuente de Cibeles… y, a decir verdad, no hay que tener al pulpo Paul en casa para adivinar que habrá multitudinarios alaridos monosilábicos de “oé, oé, oé”, bufandas rojigualdas alzadas, bocinazos y alegres rondas con tracción a vino tinto aún en el improbable caso de que los goles florezcan como tulipanes en la parcelita de Iker Casillas.

Hasta aquí, todo resulta comprensible y predecible. Algo que, sin dudas, ninguno de estos calificativos se cruzó por las cabezas de los españoles y extranjeros que se encontraron con un nutrido grupo de argentinos exultantes en plena Puerta del Sol el sábado pasado y… ¡después, sí, después! del 4 a 0 que nos propinaron los ahora eliminados – o mejor dicho, tercerpuestitas– alemanes. Ahí mismo, en el corazón de la Madrid turística, la goleada fresquita no impidió que los hinchas ataviados con camisetas, gorros, banderas, vinchas y todo lo que se puede comprar en los puestitos de nuestras canchas, salieran a cantar, bailar y anticiparse a la recepción que más de 10.000 hinchas le harían al seleccionado de Maradona en Ezeiza.

“Nadie entendía nada, e incluso unos alemanes que habían ido allí a festejar su triunfo, se preguntaban qué pasaba. Y no se podía explicar, pero ahí estábamos”, cuenta la lectora y fotógrafa Aline Canalis, quien luego tuvo el generoso gesto de enviarme las dos fotos de aquellos momentos post-sopapo que ilustran este post.

Pero antes de dejarlos continuar con su viernes, amigos seguidores del blog, quisiera agradecerles a los lectores que me enviaron su material XXX, aunque igual les guardaré el fin de semana para los que todavía me quieran mandar fotos con significado especial para los argentinos… aún cuando muchos se pasaron de cerditos . Ya van a ver la semana próxima… hasta Larissa Riquelme se ruborizaría con las fotos que anduvieron sacando por ahí.

Así que… si quieren encontrarme, ya saben donde vivo. Acá: Adrisack@lanacion.com.ar , acá: @Adrisack y en algún lugar del noreste de Madrid.

Pero también lo hago en el sentimiento que no puedo parar, como estos muchachos de aquí abajo:

Aline festejo 3

Madrid "aún" no es Buenos Aires

El último mes consulté hasta el cansancio a economistas, sociólogos, políticos y, por supuesto, también a colegas acerca de la tentadora comparación que muchos medios -sobre todo, porteños- tienden a hacer entre la crisis de la Argentina 2001 y la de la España actual en la que hoy me toca vivir.

Y la conclusión de cada uno de estos expertos -algunos, también argentinos que vivieron en carne propia nuestra debacle  hace 9 años- fue siempre la misma: el techo de la Argentina aún está por debajo del piso de España, por mucho que hayan cambiado las cosas en esta última década. Pero también es cierto que a ninguno de los consultados se les escapó esa palabrita, que parece un detalle en la lectura rápida de aquella metáfora inmobiliaria: “aún”.

Esta mañana, justamente, me quedé pensando en ese “aún”, en especial después de haber tenido que hacer un máster de peatonismo madrileño el martes pasado para volver a casa, por gentileza de la primera huelga total de subterráneos en 19 años. Pero debo decir que no me hice mucho caso: la palabrita me pareció, antes de salir de nuevo a la calle, casi un exceso, e incluso hasta un recurso de mis entrevistados españoles para exagerar su postura al relacionar su situación con la de nuestro pasado abismo. O, al menos, el típico guiño que suelen hacer algunas fuentes para generar una corriente de empatía con el periodista.

No obstante, y a pesar de que había visto en los noticieros televisivos de la mañana las controversias que generaba la suba del 2% del IVA español en los alimentos, yo no permití que el dato me arruinara el día. Después de todo, si los gobernantes, los empresarios y los comerciantes anunciaron que el impacto en los precios sería, como mucho, también de dos puntos, no le dí mayor importancia. Porque… ¿qué es un aumento del 2% para un consumidor argentino?  “Patatita para el perico”, dirían acá, si es que un día nos importan el refrán (alguna vez, por favor, háganme acordar de que les cuente -o muestre, si llego a grabar alguna peli en la tele- cómo doblan aquí a los argentinos en algunas películas nuestras, que a veces también subtitulan. Es tan imperdible como un alfiler de gancho).

Sin embargo, al llegar a la pizzería -sí, hoy tocaba no cocinar- el “aún” me volvió a repiquetear en la cabeza, aunque yo más bien tenía ganas de re-piquetear (estilo Moe de “Los Tres Chiflados”) al que inventó a la inflación.

-¿Cuánto es? -pregunté, más que nada, por inercia.

Son… 21 euros por las dos pizzas familiares, me respondió el empleado.

¿Cómo 21 euros? ¿No costaban 19?

No… aumentó por lo del IVA, ¿sabe?

Pero… ¿el aumento no era del 2%?  Usted me está aumentando más del 10% – dije, sacando el cálculo a ojo de buen cubero

Bueno, sí… es que… los precios ya vienen puestos, ¿sabe?

Pero lo peor fue cuando le pregunté por el nuevo precio de la gaseosa. Por una botella de dos litros, que hasta la semana pasada costaba € 2,80.-. me quisieron cobrar… ¡€ 3,40! Y con las latitas mucho mejor no andábamos: de € 1,2o pasaron a € 1,40.

Ya con las cajas en la mano, que me pesaron menos al no tener que -por supuesto- llevar botella ni lata alguna, volví a pensar en el “aún”. Me volví a sentir exagerado, al ver la limpieza extrema de las veredas, y el excelente estado de los colectivos -todos con aire acondicionado- que no habían sufrido daño alguno a pesar de haber sido desbordados por por el paro de subtes. Y ahí empecé con las cuentas: limpieza, colectivos de primera, seguridad… aunque, mientras pensaba precisamente en eso, mis ojos de pronto me devolvieron otra realidad. Un prolijo cartel de bronce colgado cerca de la entrada de un coqueto restaurante me invitaba a ser más cuidadoso con mis prejuicios… aún cuando fueran positivos. Léanlo, pero pónganse el casco antes:

Golpes mejor definición

Lo que más me asustó de esa advertencia es el “etc.”. ¿Qué castigo podemos recibir en un restaurante, además de multas, golpes y robos? ¿Meteoritos, rayos fulminantes… o que el mozo nos haga arrodillar sobre arroz de grano largo mezclado con alfileres?

Con la pizza aún picándome en el paladar -no hay dentífrico que remedie el ardor provocado por una pizza sin gaseosa- llevé a mi hijo a esos preciosos juegos infantiles que -hay que remarcarlo- fuera de las colillas dejadas en el piso por mis queridos amigos fumadores, están muy bien cuidados. Sin dudas, aquí debe remarcarse el respeto que tiene la gente por esas instalaciones, que suelen custodiar y conservar muy bien, ya que las áreas de juegos están divididas por edades y es raro ver que un chico de más de 8 años pulule en los juegos que están destinados a los niños menores de 5. Además, hay cartelones que indican que los perros no pueden entrar… “aún” cuando hay otros para nada oficiales que, como este, también hacen pensar en otro tipo de restricciones :

INMIGRANTE NO

Al volver a casa, no pude más que pensar en los preciosísimos bienes que España no podrá perder jamás, por grande y profunda que pueda ser esta crisis. Y entre esos bienes y valores, el primero y el más hermoso que pude encontrar en mi lista es el idioma. Los desafío a que lo discutamos, si quieren, pero para mí no hay lengua más bella que la nuestra, con todas las variantes que tiene en este país y en América Latina, donde somos 400 millones de hispanoparlantes con el privilegio de aportarle matices increíbles a la lengua en espacio de pocos kilómetros. Y, a diferencia de lo que sucede con otros idiomas, en el nuestro nos entendemos perfectamente pampeanos, andinos, caribeños e ibéricos (más allá de cualquier caprichoso subtítulo o doblaje), al mismo tiempo que los angloparlantes de Inglaterra, Escocia e Irlanda tienen dificultades para entenderse entre sí, como tampoco los germanohablantes de Suiza pueden comprender muchas veces la lengua de los alemanes de la región media de Palatinado, e incluso Baviera.

Pero cuando ya sentía que mi debate interno había sido ganado por una idea inquebrantable, la querida lectora del blog Aline Canalis se me apareció en mi casilla de correo electrónico con su “aún” bajo el brazo. “Todos los días, al bajar por el ascensor en mi departamento de Madrid, me encuentro con este aviso… y nadie lo corrige”, me dijo, indignada, mientras compartía este cartel… que me hizo perdonar al pizzero:

No ostruir 2, de Aline Canalis

Bueno… no todo está perdido: si dice “por favor”, es porque los buenos modales perduran entre nosotros…

Así que, amigos, ya saben:

Si quieren dejar comentarios, son bienvenidos.

Si quieren mandarme su “aún” del día, por favor háganlo cuando quieran.

Si quieren enviarme sus fotos, también pueden hacerlo a esta dirección: Asack@lanacion.com.ar

Y si quieren tutearme, vocearme o twittearme, me podrán contactar acá: @AdriSack

Pero, por favor, eso sí: NO ME GOLPEN, NI ME OSTRUYAN… aunque no sea peluquero, ni sepa mover mi cabeza con glamour.