“¿Querés subir?” II (segunda parte)

A estas alturas, ya no sé si “subir” es o no una provocación para “tener sexo“, pero fueron tantas las hipótesis que despegaron del post del viernes pasado que decidí levantar el teléfono y preguntarle a mi amiga cómo había terminado el episodio del candidato que aquella noche arrugó redepente, despúes de haberle aceptado seguir la velada en su casa.

Efectivamente, del sujeto, ni noticias. Pero como María A. quiso cerrar el capítulo y pasarlo a mejor vida, llamó al celestino que los había presentado. El desaire le estaba quitando el sueño. ¿Qué pudo salir tan mal, si ese día ella había barrido, cambiado las sábanas… y hasta el gato olía a Woolite de tan limpio?.

¡Y yo que había ordenado todo!.   Satoshi Saikusa

-¿y tu amigo, que dijo?, pregunté con algo de morbo

– nada, que “quizá ese día el tipo no estaba preparado”

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Electrodomésticos eróticos II

La industria del esparcimiento para adultos está tomando vuelos inesperados. Hace poco supe de unas novedosas prendas interiores femeninas que traen incorporado un pequeño vibrador que funciona a control remoto, pero sin duda aquel juguete será un poroto al lado del reciente lanzamiento al mercado de este aparatito que acá les muestro. Aunque tiene la apariencia de un elegante camafeo, en su interior está compuesto por diez pequeñas lenguas de silicona que rotan a gran velocidad gracias a un dispositivo de pilas. No quiero abundar en las utilidades del electrodoméstico, así que además de una imagen que lo dice todo les dejo un videíto explicativo que lamentablemente está en inglés, pero seguro tendrá su versión en español (aunque queda echarle agua para que sea más claro).

Saluttt

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“¿Querés subir?”

A María A. le presentaron un chico que ya por teléfono le resultó un encanto. Salieron, y efectivamente el príncipe no destiñó en toda la noche, lo que no es poco a esta altura de la soirée, dar con alguien que de entrada te guste. Después de una velada muy animada en un restaurán de Palermo Viejo, entre riñoncitos al vino blanco y música estimulante, él la acercó en auto hasta su casa. Había señales de que el hechizo era mutuo.

A pocas cuadras de llegar, ella abrió la cartera para sacar las llaves…y él empezó a bostezar. Uff, no le gusté, fue lo primero que pensó. Pero, no.

La volvió a llamar.

Disculpá el desorden… ¿querés un cafecito?

A la segunda salida la reciprocidad era tan obvia que más tarde, ya en la puerta del edificio, como él seguía dándole charla y estaba fresco, la enlujuriada de mi amiga lo invitó a subir. Subieron. Arriba (controlando sus demonios) le mostró el departamento, encendió la cafetera, y mientras buscaba un cidí de Coltrane para poner el clima él se despachó con un “muy linda tu casa, pero disculpame, ya es tarde”.

-¿Para qué aceptó? se pregunta, desflorando todo tipo de teorías

Y, le digo yo, ¿desde cuándo “querés subir” es sinónimo de “vamos a tener sexo”?

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Todo por un sueño

La noticia me cae al dedo para apuntalar el post de la semana pasada, en el que les conté sobre un estudio que indica que los hombres son más propensos a tener sexo solo por interés material, y a admitirlo después. Esta vez el ejemplo viene del gran Al Pacino.

Que él, como el resto del género, haya vendido su cuerpo para alcanzar un sueño no me parece asunto condenable ni opinable, pero sí lo es que se arrepienta de ello… ¡y encima que lo ventile en los medios!. Digo, si la dama en cuestión está mirando la tele, por más que no revele su nombre, ¿cómo se sentirá luego de semejante confesión? Pero en la vida todo lo que va, vuelve. Se paga, valga la redundancia. Al Pacino ya no es aquel efebo soñador sino un señor septuagenario que en lugar de elegir la compañia de una mujer de su edad hoy frecuenta jovencitas…exactamente como lo hiciera aquella señora “mayor” que a cambio de un poco de amor le dio comida y colchón.

Christophe Kunter via www.sexinart.net

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Tango para erotizarse bien (post con música)

Mis vecinos de blog me van a envidiar: efectivamente tengo una comunidad de lectores atentos y sumamente informados, lo que estimula un nutritivo ida y vuelta. Por un descuido infame olvidé mencionar a Milo Manara en el post del cómics erótico, pero felizmente ahí estaban Polaca80, y Raul P. , que además aportó una cuotilla de erotismo francés a la tertulia virtual con su “no, pas comme ça, tout doucement, tout doucement…” ¡ohlalalá!, Raúl!

Pero el comentario de La Fulana, recién estrenada en el foro, me puso piel de gallina, así que necesitada como estaba yo de abrazos milongueros el fin de semana corrí al reencuentro de mi pasión mayor: el tango. para los que no creen en el poder afrodisíacos del 2 x 4  les cuento que la Unesco declaró Patrimonio de la humanidad a la danza rioplatense y que al fin se ha demostrado científicamente la dimensión erótica de este baile.

Fotos Graciela Calabrese

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237 razones para tener sexo

Con suerte, el siglo XXI acabará por enterrar ciertos mitos que amenazan con fosilizarse en el imaginario colectivo. Muchos crecimos, por ejemplo, sospechando que fulana llegó a gerente general porque se acostó con menganito, o que sultanita se casó con fulanito para asegurarse la beca conyugal, y de paso figurar en las páginas de sociales. Del mismo modo pretendieron convencernos de que a la hora del sexo a todos los hombres les tira más la necesidad que el placer.

Hay de todo en el supermercado global. Pero a veces las cosas son al revés.

Vicent Bousserez via ponyxpress

Sin ir tan lejos, un amigo terminó con su novia de tres años y desde varios meses no tiene sexo más que consigo mismo. Dice que la abstinencia no es por falta de ofertas, sino de ánimo. Se pregunta cuándo volverá a gustarle una chica, porque que él no es de acostarse deportivamente. No encuentra razones para hacerlo, más que la necesidad y en su caso, el deseo por alguien. Pero hay más, muchos más motivos.

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Dogging en Palermo Viejo

Sin duda el costado salvaje del sexo es para quienes han superado pruritos y tiquismiquis varios. Otros, ni estando muy urgidos se animarían a desabrigarse en un espacio público sólo para tener un encuentro erótico. Menos aún si el escenario amatorio es un parque porteño salpicado por las deposiciones caninas (aunque la culpa no es de los perros).

A éso iba: ¿sabían que a la práctica del sexo en la via pública ahora le dicen Dogging?. Yo recién me entero. Semanas atrás aprovechando el veranito de Santa Rosa mi amiga María Inés sacó a pasear a Petra, un salchicha arrogante y mal humorado que está obsesionado con el Rosedal de Palermo. Iban caminando por Libertador, a la hora pico, cuando el can detecta un arbusto que se mueve. Corre furibundo hacia el yuyo, mi amiga lo sigue….y oh sorpresa: lo que agitaba la planta era una parejita enroscada, con los pantalones semibajos, concentradísimos en el objetivo.

Sandy Kim by lovebryan.com via Le chagrin

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El cómic erótico, o el arte de la obscenidad

Recuerdo que en las vacaciones de verano mis primos solían ratonearse al calor de la siesta leyendo revistas de cómics erótico que escondían bajo la cama. Yo prefería la Mafalda a las “chanchadas ésas”, hasta que hace unos años simpaticé con Clara, una prostituta algo naïve, dueña de unas curvas como autopistas de circunvalación, que sale a revolear la carterita por las calles oscuras de Buenos Aires. El personaje de Trillo me inspira ternura, y aunque es putísima, es una “nena de pecho” comparada con las heroínas de aquellas historietas.

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Relatos hot para un día de lluvia

Nunca más oportuno el reclamo de Lalo Potemkin. Aprovechando que nuestro querido lector pide un relato hot, he aquí para ustedes, en exclusiva, un erótico anticipo de primavera, que además viene a cuento del post anterior.

La escena que a continuación transcríboles integra un capítulo del libro La segunda vida de las flores, de pronta aparición en las librerías y que fue escrita por Fernández, amigo y autor de Corazones solitarios. Cuando me contó que en la novela había un momento subidito de tono, pensé que sería apropiado y rendidor para las fantasías desacatadas de mis lectores, más ahora que se avecina un fin de semana gris y lloviudo….

Salut!

Imagen David Bellemère via ponyxpress

Capítulo 8

Fernández vio, en retrospectiva, cómo el viejo se quedaba pasmado, los ojos grises abiertos y redondos como claraboyas, y cómo se sacudía por efecto de la inercia y cómo se caía de culo mientras el Megane plateado se escapaba, doblaba más allá, atravesaba calles, cruzaba Juan B. Justo y se detenía en el cruce de Ravignani y Paraguay. Estás loca, empezó a decir. Vamos arriba -le dijo ella tapándole la boca con besos-. Vamos arriba, estoy mojada. Fernández no pensaba, sólo se sacudía por el miedo y la calentura.

Ella lo abrazó en el vestíbulo del edificio, lo desnudó en el ascensor, se arrodilló en el palier para saborearlo y lo empujó adentro con una autoridad nueva y apremiante. No hablaban, se habían terminado hasta las miradas. Era un acto tantas veces postergado que venía como un vendaval silencioso y ciego, aunque arrasador. Se tropezaron en la cocina quitándose las ropas y los zapatos, y ella lo arrastró al piso, se le puso arriba y tomó el mando con energía y plasticidad. Primero la cosa fue salvaje, como venía de afuera: Fernández con los dientes apretados y Mili con la boca abierta, arqueándose cada vez que acababa.

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El sexo a lo Hollywood

Acerca del post sobre los muebles que facilitan ciertas posturas amatorias, una amiga hizo una obervación interesante a raíz de una columna que leyó en un diario español.

Y es verdad: el cine y la televisión, sobre todo el material pornográfico, tienden a magnificar las escenas de sexo dotándolas de un surrealismo erótico tal que acaba causando daño a la intimidad de los mortales comunes y silvestres. Si nos comparamos con esos acróbatas capaces de increíbles piruetas al momento de la pasión, una se siente una Carmelita, un inútil, o un aburrido. Y de ahí, a la frustración.

Es que, por muy joven que seas, no todos los seres humanos estamos en condiciones físicas de planear en la mesada de la cocina, entre las tostadas y los platos sucios, sin que el mármol te parta el huesito dulce o te saque un moretón. Tampoco hay tantos audaces con ínfulas para encerrarse en el baño del avión con ese pasajero/a de la primera fila que tiró onda, o practicar el sexo oral en un asensor de uso público. Puro Hollywood… En el intento por imitar al celuloide algunos acaban con cuello ortopédico o detenidos por exhibicionismo. Ahora me viene a la mente la película Infidelidad, cuando Diane Lane y Olivier Martínez, en el rol de amante pirómano (porque fogoso era poco) se dan un revolcón parados en el extremo de la escalera del edificio, a las apuradas, y discutiendo a los gritos con los calzones caídos hasta las rodillas. Simplemente absurdo.

Yo no imagino situación parecida en mi consorcio, administrado por una banda de jubilados enajenados que se la pasan espiando por la mirilla y controlando los pasillos con un palo cada vez que hay ruidos sospechosos. Es así, aunque no lo crean.

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