Quién paga la cuenta I

Quiero destacar tres repercusiones del post anterior:

1) Según mi amiga Ginni, a propósito del post (modestia aparte), en el programa de Roberto Petinatto se abordó el dilema de quién paga la cuenta. Ahí la balanza se inclinó por quienes consideran que si los hombres no están dispuestos a pelar la billetera y pagar como corresponde, mejor ni se molesten en invitar.

2) El domingo me llamó Gabriela. Hace ya unos meses se está “conociendo” con un tipo muy simpático y buena gente que, por sugerencia de ella, ahora sigue este blog. Pero la noble iniciativa tuvo efecto bumerán: él aprovechó el post para escupir un “misil” que venía apretándole la glotis:

-che, a ver cuando pagás un cafecito, o algo…

Ese o algo fue fatal, “como si una maceta cayera desde un 9 piso justo en tu cabeza” dice Gaby, golpeada (por el peso de la verdad).

2) Seguramente el debate televisivo fue un poroto al lado de los comentarios que dejaron ustedes. La vida es lo que cada uno piensa de ella, recordaba yo, mientras los leía atentamente. Nadie tiene la razón completa, pero todos hacen observaciones más o menos asertivas y, lo mejor, dejan algo picando para que el resto lo piense. Recomiendo la relectura.

Sin duda, uno crece a partir de los demás.

Salut, mis lectores!!!!

Cuánto cuesta ser un hombre soltero

No quisiera ser hombre y mujeriego, de ésos que salen con dos a vez. Menos ganando un sueldo promedio, o siendo un emprendedor con una ex esposa tan demandante como la AFIP.

Mi amigo Luis está muy preocupado por su esparcimiento sexual. Desde hace un año forma parte del mercado del usado (léase, divorciados), pero ese estado que tanto idealizaba está hipotecándole la posibIlidad de ahorrar para las vacaciones con su hijo: sí, hace falta un presupuesto para cortejar a una mujer. Más si sos un chapado a la antigua que siente la obligación atávica de abonar la cuenta del restaurante, sea por generosidad, mandato o cortesía.

Corré que viene el mozo (Footman 606 via ponyexpress)

“Vos andá sumando: 50 pesos el cine, 250 la cena (con vino, sin postre), 40 la nafta, 30 el estacionamiento, 20 un café. Y si tuviera que ir a un telo más o menos decente, son 200 más” dice el galán afligido. 

Pero la culpa no es del chancho sino del que le dá de comer….

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Los swingers salen del placard

A Martita le vino una curiosidad repentina por la cultura swinger. Mejor dicho, anda con la imaginación a 220 desde que hace unos domingos haciendo zaping pescó en National Geographic un especial sobre la práctica contemporánea del sexo grupal. La prima de mi amiga Marilú buscaba el canal de venta directa para comprar un extractor de jugos, y dice que terminó cachonda de solo ver las escenas y escuchar la descripción de los beneficios de pertenecer a este club que, desde tiempos remotos, no deja de crecer en número de socios.

Me refiero a que el sexo de a muchos no es cosa nueva, aunque ahora se hable del tema.

Anton Solomoukha via www.artmajeur.com, y via ponyexpress

En todo caso, la noticia es que el movimiento de intercambio de parejas se ha organizado en los últimos años. En sus orígenes (griegos, romanos- hay que ver los frescos de Pompeya- y más atrás todavía) no había códigos ni orden ni etiquetas para participar en un evento del tipo. A una orgía podía caer cualquiera, como cuando yo aterricé por “default” en casa de Merchu.

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Acompañantes masculinos

Cuando el río corre es porque agua trae, y si el tema llega al cine o a la tele es porque hay una realidad que lo sustenta. Dicho el refrán, voy al ejemplo: Full Monty fue la primera comedia en mostrarnos que ante una situación límite algunos hombres son capaces de vender su cuerpo. Hacia fines de la década del 90 la industria del acero cerraba fábricas en Inglaterra, y en un pueblito perdido seis tipos desahuciados hacían streptease en un club nocturno como último recurso para salir de la pobreza.

En Francia, Josiane Balasko describe en la película Cliente el mismo fenómeno, pero desde la vereda opuesta. A falta de candidatos disponibles, una alta ejecutiva de 50 años usa los servicios de un joven que se vuelve escort para poder mantener a su familia. Acá hubo un intento fallidísimo de hacer una serie sobre los acompañantes masculinos. El guión no estuvo a la altura de la idea, pero al menos intentó acercarnos a una realidad que estoy segura saldrá del placard dentro de unos años: las mujeres también pagan por sexo.

Cuánta tela habrá para cortar que en los Estados Unidos el tema ya tiene pantalla. Después de Sex and The City y Los Sopranos, la cadena HBO sacó unos meses una sitcom que describe la tragedia de Drecker, un cuarentón que lo perdió todo y al que le queda un solo talento: su miembro. Para sacarle provecho a la “dote” decide hacer un curso para emprendedores, y así es como Hung (bien dotado, en argot) se convierte en escort. Y al pobre le toca de todo, como supongo ha de pasarle a una mujer que por desesperación debe dedicarse al mismo oficio. Como no tengo cable, no sé a qué hora la pasan, pero averiguo y les cuento.

Un cielo de orgasmos

Una noche fría de éstas últimas, haciendo zapping para ver de qué va esa telenovela brasileña que a un amigo mío le causa tanta gracia, descubro una publicidad muy simpática y que, de tan bien hecha, enseguida te convence de la eficacia del producto. Y eso que soy una consumidora altamente escéptica.

Un grupo de chicas en camisón de satén pegan saltos hasta un cielo nocturno y atrapan estrellas con una liviandad y una cara de felíz cumpleaños que da envidia. La estrella es el orgasmo y lo que las eyecta a ese cosmos es una cremita íntima que viene a controlar un flagelo universal, tan grave como la Gripe A: más del 30% de las mujeres tiene dificultades para alcanzar el orgasmo, lo dice la ciencia. Y lo peor: estamos perdidas quienes carecemos de inteligencia emocional.

via The Code: 831

La psiquiatra británica Andrea Burri, del hospital Santo Tomás del Colegio Real de Londres, encuentra una conexión directa entre la inteligencia emocional y la frecuencia orgásmica femenina, lo que constató al evaluar a 2035 hermanas gemelas de Inglaterra. “Las mujeres emocionalmente inteligentes tienen 2,5 más orgasmos que aquellas que no lo son. Podría ser que manejen mejor y se sientan más relajadas porque poseen mayor habilidad para construir una relación íntima con sus parejas. Pueden plantearle con mayor acierto lo que quieren y lo que desean, incluso en la cama”, explica la médica. Ninguna pesquisa ha demostrado lo mismo en hombres.

Burri publicó un artículo en la edición de julio del Journal of Sexual Medicine, donde sostiene que más de 30% de la población femenina sufre de disfunción orgásmica, el segundo trastorno sexual (sólo superado por la falta de deseo).

´Según ella, la inteligencia emocional es “la habilidad para expresar los propios sentimientos, y leer y hacer seguimiento a los sentimientos de otras personas”.

Esto es más desolador todavía. Y una gran piedra en el camino al “nirvana”: ¿cómo “leer” y “seguir” los sentimientos del otro, cuando éste es distante, evasivo o, peor, mentiroso?…

El rótulo de las relaciones sentimentales

En este país usamos el verbo “salimos” para etiquetar o clasificar una relación sentimental de la que ninguna de las partes involucradas se hace cargo formalmente.

Suena absurdo, pero el “salimos” vendría a ser la definición de un estado civil en el que hay un compromiso, pero a medias. Es algo así como ser “medio soltero”. Para algunos “salir” puede ser la previa de un vínculo estable, y para otros el hecho de que dos personas “salgan” no significa que sean pareja o novios despúes… ¿o somos pareja en cualquier caso, aunque ninguno acuse recibo? y en ese caso, ¿cuál es la señal que indica que uno pasó de un estado a otro?…

Matthew Dols via senseroticanalblog

Despúes de un Negroni y un Mojito arribamos a estos dilemas con mi amigo Pablo. Pablo hace un año que se “ve” o “sale” con una mujer con la que se reencontró en un bar- librería de Palermo Viejo, un día que él andaba sin anteojos. No la reconoció hasta que la walkiria de uñas rojas y boca jugosa se acercó sonriente y le recordó que habían compartido una oficina hacía muchos años.

-¿¿Cómo estás?…

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“Ya no quedan mujeres”

Ahora que ellas aceptaron las reglas, ellos se quejan de la inestabilidad sentimental, de la falta de compromiso y del vacío de las relaciones carnales casuales. Quieren amor del bueno, y ellas también. Pero hay hombres que todavía no digieren la idea de que, como ellos, las mujeres también pueden “tener sexo con el equivocado mientras esperan al indicado”.

Estas conclusiones surgen de los comentarios que ustedes, queridos lectores, dejaron en el post anterior en el que les cuento los dilemas erótico-existenciales de mi amiga Diana. Algunos hasta parecen sorprendidos por el cambio de hábito, cosa que yo no: hace tiempo que escucho a los hombres repetir que “ya no hay mujeres”.

Y les creo, dice Marilú, charlando por teléfono sobre este punto. Lo que no quedan son minas que aguanten el “gataflorismo”. Salís una vez, lo pasa bárbaro, dice te llamo…¡y no llama más!. Si vos tomás la iniciativa, sos una reventada o estás de liquidación. Lo de siempre. Todo esto es culpa de la histeria masculina. Pero finalmente cayeron en su propia trampa.

En cambio yo prefiero creer que no hay culpables, sino personas que consideran y promueven la teoría de que las relaciones estables son una forma de esclavitud sentimental y física, donde la cama es la cárcel y la fidelidad un castigo. En fin. Les dejo este vídeo de Seinfield que relata como nadie la crónica del eterno desencuentro contemporáneo.

Libros para ratonearse I

Los días grises y nubiosos suelen ser un opio. Pero gracias a Inés, una lectora que cada tanto se cae de visita por el blog y que ahora quiere le recomiende algún librito erógeno, ayer pasé una tarde inquietante acurrucada en las sábanas de algunos clásicos de la literatura erótica, todos prestados por Raquel, mi amiga erudita que siempre me ahorra lecturas parasitarias. En este caso no es fácil recomendar a ciegas, básicamente porque la frontera entre lo obsceno y lo sensual es tan finita que a veces lo que a unos calienta, a otros escandaliza. Y así.

En fin. Como tengo cierta debilidad por la cultura japonesa, instintivamente recordé la temperatura que hay en las páginas de Al sur de la frontera, al oeste del sol, de Haruki Murakami. Uno de los pasajes del libro es tan pero tan vívido que te saca piel de gallina…

Pero a propósito de Inés alquilé Henry y June, dirigida por Ang Lee (Secreto en la Montaña). Pese a que el guión resultó un letargo, la película me condujo hasta la vida de Anaïs Nin, una mujer intensa que ha escrito diarios, cuentos y novelas fogosas. Fuí directamente a la biblioteca por la biografía donde ella revela los entretelones del triángulo amoroso que vivió con el escritor Henry Miller y su mujer June, vínculo que a Nin terminó por liberarla sexual y moralmente de sus íntimos conflictos y ataduras. Léanlo. Es sutil y llana para describir el frenesí sexual que la consume. La peli (una de las escenas más lindas ilustra este post, ellos amándose bajo un puente en París) se salva gracias a la fotografía, a la puesta en escena, y a Uma Thurman que está divina en el papel de bisexual.

Ahora tengo en la mesita de luz varios libros de la colección La Sonrisa Vertical (el título lo dice todo) y, en la próxima, Inés, prometo más sugerencias. ¡Ah! Se me olvida recordarles que este tipo de libros -sobre todo los cuentos cortos- tienen poderes afrodisíacos, es decir, son ideales para leer en buena compañía…

Electrodomésticos eróticos

El sábado pasado tuve que hacerle el aguante a María Inés, mi emprendedora y visionaria amiga que empezó fabricando chocolates con formas de genitales y que ahora le dió por convertirse en anfitriona de tuppersex. Ahí estábamos el elenco estable, en alegre montón alrededor de la estufa y comiendo minipizzas mientras la flamante empresaria impostaba una voz de ninfa para vendernos los beneficios del producto en cuestión.

Marilú dijo que tiene y no lo usa, Ceci los atesora en el cajón de las medias, y el resto de las invitadas nos confesamos vírgenes criaturas: nunca habíamos tocado uno. Cómo son las cosas, pensaba yo. Si antes las mujeres debíamos decidirnos entre cambiar el lavarropas o comprar la última freidora, hoy el único electrodoméstico imprescindible en el boudoir o alacena femenina es el vibrador. Qué depiladora ni nada.

Desde que los vende María Inés lleva el suyo en la cartera, y hasta le ha puesto nombre: Gonza. Por Gonzalo Heredia, el latin lover de la telenovela Valientes, hoy por hoy la levadura de su imaginación germana y perversa (cuando la desborda el Malbec).

www.sophiejones.com.ar

Es una segunda revolución sexual: hablamos de él, admitimos usarlo. ¡Estamos saliendo de la caverna!. Creo que estas reuniones, más que diversión, son una salida laboral rendidora para cualquiera (en España ya se hacen tuppersex para ellos), y digo rendidora porque será un negocio inagotable mientras haya curiosos, aventureros, sexópatas e insatisfechos. Y el mundo, ya sabemos, está lleno de todo eso.

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Los astros en la cama

Mi amigo Ricky no pone un pie fuera de su casa si antes no leyó el horóscopo, y un ex espera la revista del domingo para ver que le deparará su signo en cuestiones laborales. Claro que nunca van a admitirlo públicamente, porque la mayoría de los hombres, y también muchas mujeres, consideran que la astrología y todo lo relativo al cosmos es charlatanería. Pero para esa otra parte de la humanidad que cree fervientemente en la conjunción de los planetas y en la química que fluye entre los nativos de determinados signos astrales, tengo para recomedarles un libro revelador que explora por primera vez la identidad, costumbres, preferencias y comportamiento sexual de los doce signos solares.

Sextrología es la última obra de Stella Starsky y Quinn Cox, los astrólogos más cool del firmamento neoyorkino, ya que colaboran o han colaborado en medios prestigiosos como The New York Times, Observer, Boston Globe, Wallpaper, In style y otras tantas publicaciones americanas donde nunca falta el bendito pronóstico sentimental.

Obviamente resultaría muy naÏve tratar reducir las respuestas de la líbido de millones de personas a doce categorías celestes (porque están trazadas en el cielo), pero lo que los autores procuran es explicar la naturaleza erótica de cada una mediante un lenguaje divertido, ligeramente chancho y excitante por momentos, porque van a los bifes, es decir llaman a las cosas por su nombre: a los arianos les gustan los genitales afeitados y la posición del misionero, a la geminiana le va el cibersexo y los intercambios, el hombre virgo prefiere el porno duro y el voyeurismo…y así a lo largo de más de 500 páginas.

Un amigo mío dice que los astrólogos son verdaderos genios porque basta con escribir tres palabras para manipular el ánimo de miles de seres humanos. Leí algo sobre mi signo en este libro y confieso que quedé un poco desorientada…parece que las taurinas nos gusta ¡travestirnos!.